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REFLEXIÓN DE LA PALABRA EN LA SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI

Saludo con cordial afecto a los padres, diácono y a ustedes apreciados hermanos seminaristas que han
venido a ser partícipes de esta Celebración de la Palabra, que se aproxima a la gran solemnidad del
Santísimo Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Llamada desde hace siglos como Corpus Christi, «es la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, de la
presencia de Jesucristo en la Eucaristía. Este día recordamos la institución de la Eucaristía que se llevó a
cabo el Jueves Santo durante la Última Cena, al convertir Jesús el pan y el vino en su Cuerpo y en su
Sangre»1. Según la tradición histórica la primera procesión con el Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, se
remonta al año 1085, ésta como consecuencia del pensamiento eucarístico de siglos precedentes, y en el
año 1264 el Papa Urbano IV instituyó la fiesta de Corpus Christi para la Iglesia universal con la Bula
Transiturus de hoc mundo, en la que señala:

«Que cada año, pues, sea celebrada una fiesta especial y solemne de tan gran sacramento, además de la conmemoración
cotidiana que de él hace la Iglesia, y establecemos un día fijo para ello, el primer jueves después de la octava de
Pentecostés. También establecemos que en el mismo día se reúnan a este fin en las iglesias devotas muchedumbres de
fieles, con generosidad de afecto, y todo el clero, y el pueblo, gozosos entonen cantos de alabanza, que los labios y los
corazones se llenen de santa alegría; cante la fe, tremole la esperanza, exulte la caridad; palpite la devoción, exulte la
pureza; que los corazones sean sinceros; que todos se unan con ánimo diligente y pronta voluntad, ocupándose en
preparar y celebrar esta fiesta»2.

En este mismo sentido, el Papa Benedicto XVI enseña que «el Corpus Christi es un día que implica la
dimensión cósmica, el cielo y la tierra. Por eso, el Pan eucarístico es el signo visible de Aquel en el que el
cielo y la tierra, Dios y el hombre, han llegado a ser uno» 3. En la procesión «llevamos a Cristo, presente en
la figura del pan, por las calles de la ciudad. Encomendamos estas calles, estas casas, nuestra vida diaria, a
su bondad. Que nuestras calles sean calles para Jesús y que nuestras casas sean casas para él y con él» 4.

Por eso, la Iglesia a lo largo de los siglos ha venido haciendo esta su propia fiesta, de la que se alimenta y
se nutre para llevar a cabo su misión propia de anunciar la Buena Nueva, y en este año 2023, en el
ciclo A de la Liturgia, la Palabra de Dios una vez más da a conocer sobre la presencia real de Jesús en la
Eucaristía. El mismo Evangelio de san Juan empieza poniendo de manifiesto lo que Jesús mismo dice: que
él es el alimento, que quien come de su Cuerpo y quien bebe de su Sangre tendrá vida eterna 5. Hermanos,
esta enseñanza no cabe en la mentalidad de los judíos puesto que ellos no concebían en su mente, en su
realidad, la idea de que la sangre podía ayudar a su perfección; sino, al contrario, entendían que la sangre
les manchaba y todo contacto con la misma los dejaba impuros, empezando por lo tanto a comprender las
enseñanzas de Jesús como salidas de contexto y totalmente fuera de la realidad y por ende parecían ser
ajenas a sus enseñas.

Ante esto, Jesús mismo se reconoce como el Pan vivo bajado del cielo, así como el pueblo de Israel se
alimentó del maná que bajó del cielo, así mismo Jesús es el maná definitivo que ha bajado para que el
pueblo se alimente y tenga vida y vida en abundancia. Para nosotros los cristianos, es una verdad fácil de
aceptar y de asumir; pero en su momento asumir la realidad de comer el Cuerpo y beber la Sangre de Jesús
era cosa de no entender, como decía, insisto, los judíos no tenían contacto con la sangre, más aun era una
locura beber la Sangre y comer la Carne aun más de un ser humano.

Carísimos hermanos, nosotros sabemos que «la Eucaristía es fuente y culmen de la vida cristiana» 6. No
hallaremos alimento más grande y tan saludable como la Eucaristía, pues al comer el Cuerpo y beber la
Sangre del Señor nos hacemos uno con él, puesto que Jesús mismo enseña «el que come mi carne y bebe
mi sangre, permanece en mí y yo en él» 7. De manera que «por la sagrada comunión la sangre adorable de
Jesús corre por nuestras venas y su carne se mezcla con la nuestra, por eso dice san Pablo ya no soy quien
vive, es Cristo quien vive en mí»8. El Papa Benedicto XVI enseña que «no se puede comer al resucitado
1
VALLE T., Jueves de Corpus Christi, en Catholic.net. disponible en: https://es.catholic.net/op/articulos/1342/jueves-
de-corpus-christi.html#modal
2
URBANO IV, Bula Transiturus de hoc Mundo, con la que se instituye la fiesta del Corpus Christi.
3
BENEDICTO XVI, Ángelus, (Domingo 14 de junio de 2009).
4
BENEDICTO XVI, Homilía en la Solemnidad del Corpus Christi, (26 de mayo 2005).
5
Cfr. Jn 3, 51.
6
CEC, n. 1324.
7
Jn 6, 56.
8
SANTO CURA DE ARS, Homilía sobre la Sagrada Comunión.
como un simple pedazo de pan. Comer este pan es comulgar, es entrar en comunión con la persona del
Señor vivo. Esta comunión es realmente un encuentro entre dos personas. La finalidad de este comer, es la
asimilación de mi vida a la suya, mi transfiguración y configuración con Aquel que es amor vivo» 9. Por eso
hermanos no podemos hablar de una configuración con Cristo, sin Eucaristía. De ahí que si queremos ser
como él debemos tomar en serio este sacratísimo sacramento. Porque al comulgar he recibido a Aquel que
es Amor, y que me concede la gracia de ser santificado, he recibido a Aquel que es fuente de la gracia, es
decir a Cristo, que «es un alimento que restaura y nutre verdaderamente, sacia en sumo grado no el cuerpo,
sino el corazón; no la carne, sino el espíritu; no las vísceras, sino el alma. El hombre tenía necesidad de un
alimento espiritual, y el Salvador misericordioso proveyó, con piadosa atención, al alimento del alma con el
manjar mejor y más noble»10.

Al comulgar hermanos, recibimos verdaderamente el Cuerpo del Señor. No veas–exhorta san Cirilo de
Jerusalén– «en el pan y en el vino meros y naturales elementos, porque el Señor ha dicho expresamente que
son su cuerpo y su sangre: la fe te lo asegura, aunque los sentidos te sugieran otra cosa» 11. En la Eucaristía
recibimos al Amor de los amores, recibimos a Dios que es misericordia, es ternura, es bondad, es caridad, y
alejados de él solo tendríamos ausencia de todas las virtudes en especial de la caridad, es decir, del amor, al
alejarnos de la Eucaristía nos alejamos del don más sagrado para el hombre. Por eso, con razón enseña el
Sagrado Concilio Vaticano II, que la Eucaristía es «fuente y culmen de la vida cristiana» 12 . El Papa san
Juan Pablo II, nos recuerda que si no tenemos amor, todo se derrumba, es decir, que si no tenemos a Cristo,
si no tenemos a Dios en nuestra vida, entonces no tenemos amor, porque no se puede hablar de amor
alejados de Dios, porque Dios es amor13 y el amor siempre vence. Si queremos que nuestra vida cambie y
que sea mejor hemos de vivir con fervor este Sagrado Sacramento de la Eucaristía, puesto que en ella nos
encontraremos con la Persona entera de Jesús, Pan de vida. En concreto alejados de Dios corremos el
riesgo de morir.

Hermanos, lamentablemente nos encontramos en un mundo donde todo parece estar perdido, en la
actualidad se pueden presenciar las graves consecuencias del alejamiento del hombre de Dios, y es que la
inseguridad, las muertes, homicidios, robos, abusos, maltratos, amenazas, secuestros, violaciones,
denigraciones, falta de empleo, falta de respeto por la vida humana, matrimonios destruidos, desinterés por
el bien común, relativización de la moralidad de la persona humana, el hedonismo, gnosticismo, el
secularismo y en fin tantas realidades como estas que llegan al culmen con el ateísmo práctico, son las
consecuencias del profundo alejamiento de Dios, insisto, son consecuencias del profundo alejamiento de
Dios. El hombre ha perdido a Dios en su vida, ya no lo reconoce, ya no se encuentra con Cristo en la
Eucaristía, es más a muchos ya no les interesa, ni les importa acercarse o alejarse de Dios, les da lo mismo,
y eso es lo que también hace que estemos como estemos.

Necesitamos reflexionad como adultos, ya no como niños, necesitamos hablar en serio, ya no en chiste,
necesitamos ver el mundo de otro modo, ya no con el egoísmo que destruye, necesitamos acercarnos a Dios
y no sacarlo, no echarlo de nuestra vida, como si fuera un daño que nos causa, necesitamos acercarnos a
Cristo, Pan de vida, presente en la Eucaristía con su cuerpo, sangre, alma y divinidad. El mundo necesita de
Dios, por eso el Congreso Eucarístico nacional, siendo consiente de toda esta realidad llevará por lema:
“Fraternidad para sanar el mundo”, porque el mundo está herido, está lacerado y solo Dios es el único
que en esta emergencia, nos puede salvar, porque para él nada es imposible 14.

Para finalizar quisiera que tomemos conciencia de que lo que nos causará mayor admiración durante la
eternidad será ver cómo nosotros, siendo tan miserables, hemos podido recibir a un Dios tan grande, hemos
tenido la oportunidad de nutrirnos de su Cuerpo y de su Sangre cuantas veces hemos querido y quizás en
muy poco lo hemos valorado. Hermanos, no nos dejemos llevar por la borrosidad de nuestros ojos, no
tenemos que dejarnos robar el anhelo de contemplar a Dios cara a cara y ver su rostro tal cual es. Vivamos
desde ahora el cielo aquí en la tierra 15, viviendo y participando de manera activa, fructuosa y consiente del
admirable Sacramento de la Eucaristía. Que la Santísima Virgen María, Sagrario del Cuerpo Místico de
Cristo, interceda por nuestra configuración con él para toda la eternidad. Amén.

9
BENEDICTO XVI, Homilía en la Solemnidad del Corpus Christi, (26 de mayo 2005).
10
URBANO IV, Bula TRANSITURUS DE HOC MUNDO.
11
SAN CIRILO DE JERUSALÉN, en Catequesis mistagógicas, IV, 6.
12
CONCILIO VATICANO II, Const., dogm., Lumen gentium, n. 11.
13
Cfr. JUAN PABLO II, Audiencia general, 6 de octubre 1999.
14
Cfr. Lc 1, 37.
15
JUAN PABLO II, Enc., Ecclesia de Eucharistía, (17 abril 2003), n. 19.
SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 102

R. El Señor es compasivo y misericordioso.

Bendice al Señor alma mía,


que todo mi ser bendiga su santo nombre.
Bendice al Señor, alma mía,
y no te olvides de sus beneficios. R.

El Señor perdona tus pecados


y cura tus enfermedades;
él rescata tu vida del sepulcro
y te colma de amor y de ternura. R.

El Señor hace justicia


y le da la razón al oprimido.
A Moisés le mostró su bondad
y sus prodigios al pueblo de Israel. R.

El Señor es compasivo y misericordioso,


lento para enojarse y generoso para perdonar.
No nos trata como merecen nuestras culpas,
ni nos paga según nuestros pecados. R.

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