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Residencia de Psicología

Lic. Garritano Camila (R1)


Ateneo- Abril 2023

El enojo que saca de la cancha

“Lo que se denomina afecto no es algo pura y simplemente opaco e inaccesible que
sería una suerte de más allá del discurso, una especie de núcleo vivido acerca del
cual no sabríamos de qué cielo nos cae. El afecto es, muy precisamente y siempre,
algo que se connota dentro de cierta posición del sujeto con respecto al ser”.
J. Lacan (1959)

La cara del enojo


Lihuel (7) llega a la admisión de psicología en el mes de Noviembre de 2022 por presentar
“episodios de enojo desmedidos”. Concurre acompañado por su madre, quien menciona que
varias instituciones le han llamado la atención por este motivo. Ubica que Lihuel era un niño muy
tranquilo y que los enojos comenzaron a aparecer hace un año (momento que coincide por un
lado con el nacimiento de un hermano menor, y por otro, con la encarcelación de su padre). El
contacto de Lihuel con este último es acotado y mayormente virtual. Su madre manifiesta como
preocupación que cuando crezca sea violento y se meta en problemas.
Lihuel se presenta vistiendo como un jugador de fútbol, ingresa cabizbajo y con el ceño fruncido.
Ante la observación de que pareciera estar enojado, niega con la cabeza y dice no estarlo en ese
momento, pero sí reconocer que se enoja mucho. Ubica que mayormente le pasa en fútbol, la
actividad que más le gusta. Comenta que cuando se enoja lo sacan de la cancha, últimamente no
llegando ni a finalizar el primer tiempo del partido. También dice no saber porqué le sucede y sitúa
que muchas veces los desencadenantes son “alguna falta”, algún golpe. Por último manifiesta sus
ganas de volver y que le gustaría que lo ayuden a poder enojarse menos.

Primeros encuentros. ¿Un signo de consentimiento?


Lihuel se presenta vistiendo siempre ropa deportiva con el logo del equipo de fútbol del cual es
hincha y con la misma “cara de enojo”. Los primeros encuentros transcurren en el suelo del
consultorio jugando a las canicas. A medida que se desarrollaban las partidas Lihuel comienza a
responder de manera más fluida a ciertos interrogantes, aunque sin levantar la vista del sector de
juego. Ganamos alternadamente, y las partidas en las que pierde parecen no inquietarlo
demasiado, ni lleva un conteo exacto de los puntos. Espontáneamente comienza a hablar de su
familia, mencionando vivir con su mamá y dos hermanos, pero no con su padre. Cuando indago
por el mismo, menciona que está en un penal; respondo sorprendida “Ah ¿cobraron falta y está
por patear al arco?”, este “disparate” produce que Lihuel me dirija una mirada sorpresiva
cambiando esa expresión inmutable y que comience a reírse enunciando “No! ese penal no! es
otro, como una escuela donde te enseñan a hacer las cosas bien y donde también trabaja”.
Comenta no verlo mucho porque lo descompone tomar dos micros, aunque para venir a las
sesiones toma tres y eso no le sucede.
Al momento de despedirnos, Lihuel extiende el puño, hago lo mismo pero sin “dar el choque”.
Pasados unos segundos, extiendo la mano, repitiendo la acción toma la mía y la balancea
imitando el gesto del trato. Esto inaugura una constante que marcará tanto los inicios y finales de
nuestros encuentros, donde se instala un código compartido.

La contracara del enojo


En uno de los encuentros Lihuel ingresa al consultorio y espontáneamente se sienta en la silla del
escritorio y comienza a hablar de manera inédita. Mientras habla de su semana, agarra una hoja y
comienza a dibujar, dice que en la semana se enojó mucho y que le resulta llamativo que después
de enojarse se largue siempre a llorar. Le pregunto sí cree que el enojo tiene algo que ver con la
tristeza, y dice que cree que a lo mejor sí, pero no sabe porqué. Comienza a hablar de fútbol e
indago sobre esa actividad (cuándo empezó a jugar, quién le enseñó), ubica que fue su papá
quien le enseñó a jugar, y con quien mayormente jugaba al fútbol en la plaza. En razón de esto,
trae como recuerdo la escena donde a su padre lo llevan preso “estábamos jugando los dos solos
al fútbol en la plaza, vino un hombre borracho a molestar, mi papá le pegó para defender, vino la
policía y se lo llevó a él”. Sobre esto dice no recordar sí estaba triste o enojado.

El enojo en hoja: Zuper enojo ¿La construcción de una historieta?


Lihuel trae como novedad que cuando se enoja, su mamá le enseñó a hacer un garabato en una
hoja, al que le agrega ojos y boca. Le pregunto sí me quiere mostrar alguno y comienza a hacerlo,
mientras habla continua delimitando el inicial garabato dándole forma con bordes más definidos y
finalmente le agrega una capa, interrumpo diciendo “Ah! pero es un super enojo”. Se ríe asintiendo
“es verdad, es super enojo, tiene una capa”.
Ante la propuesta de iniciar una historieta, Lihuel se muestra entusiasmado y dice querer
comenzar con el primer capítulo, para ello elige como personaje al inicial garabato, le suma un
compañero y escribe como título “Zuper enojo”.
A partir de entonces, cada sesión versará sobre el armado de un “dibujo- capítulo” nuevo que se
sumará a la serie. A medida que Lihuel dibuja un escenario, habla sobre el mismo en base a sus
propias experiencias (por ejemplo: dibuja la playa y habla de sus vacaciones, al comenzar las
clases dibuja la escuela y habla de la misma, paseos de fin de semana, etc). En todos los dibujos
aparece un escenario, el personaje principal y un título indicativo “En la escuela/ En la playa/ En la
plaza/ En la casa…).
Recorto como dibujos llamativos en primer lugar el de la escuela, en el cual por primera vez no
dibuja al personaje de Zuper enojo sino a “una personita”, e intervengo marcando esa diferencia.
Y por otro lado el dibujo “En la cancha defensores” en el cual dibuja una cancha de fútbol, a la que
bordea con todo un alambre “de seguridad” y Zuper enojo está por fuera. También intervengo
diciendo “Zuper enojo, quedó afuera de la cancha”. Al revés de ese dibujo, aparece “En la plaza”
dibujo que a diferencia del resto termina rápidamente y finaliza diciendo “ya está. No quiero dibujar
más” dando por finalizada la sesión.

“Yo coso”
En varias oportunidades Lihuel interrumpe ciertos relatos diciendo “y… coso”. En una ocasión
hablando de sus hermanos dice: “Adrian trabaja, Lisandro ahora juega al fútbol y yo… coso”
intervengo preguntando “¿Vos coses?”, nuevamente un disparate que ocasiona una carcajada
exagerada. Luego aclara que dice “coso” cuando no sabe qué decir o no se acuerda la palabra. A
partir de entonces, cada vez que se repite en sus relatos “coso” me mira riendo, muchas veces
aclarando que no le sale la palabra que iba a decir. Ante la iniciativa de que lo intente, algunas
veces logrará terminar el relato y otras se detendrá en ese punto.

En los últimos encuentros la madre me comenta que nota que Lihuel está mucho mejor respecto
al tema de los enojos, que este año todavía no la han llamado del colegio por este motivo y que
logra permanecer en la cancha durante todos los partidos. Sin embargo señala que comenzó a
notarlo muy triste, que llora por las noches y le cuesta conciliar el sueño.

Algunos interrogantes

- ¿Qué es lo que le enoja a Lihuel? ¿Está enojado? ¿Se trata de una posición?

- ¿Qué tipo de trabajo se podría pensar que está haciendo Lihuel por medio del armado de
los dibujos? ¿Se trata de una historieta, una ficción? ¿de qué manera acompañar su
producción? y ¿hasta dónde continuar?.

- ¿Es posible pensar aquello que la madre menciona como “tristeza" como la aparición de
un nuevo “síntoma” o manifestación de la angustia? ¿Consideran que tiene alguna relación
con el hecho de que los enojos hayan aminorado?

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