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º 5) escrito por
los hermanos Grimm en 1812. Esta fábula infantil, popular y tradicional se ha
transmitido de generación en generación por todo el mundo, pues enseña una
gran lección sobre prudencia y cautela a los niños, además de mostrar el amor
de una madre sobre sus hijos.
“Mis pequeños siete cabritillos, me tengo que ir a hacer unos recados para
traer comida, así que os quedaréis un rato solos en casita, recordad, por
ningún motivo abráis la puerta a nadie hasta que yo vuelva. No olvidéis
que el feroz lobo vaga por el bosque y vendrá a comeros mientras yo no
esté”.
Poco tiempo después de que su madre se alejara por el sendero del bosque,
mientras los siete cabritillos jugaban y se divertían dentro de su hogar,
escucharon que alguien estaba llamaba a la puerta “¡Toc Toc!”
Los siete cabritillos notaron extraña la voz de su madre, esa no era ella, debía
ser el lobo.
El lobo feroz se enfadó por no conseguir entrar en la casa, así que huyo hasta su
guarida y se comió un puñado de huevos para suavizar su voz. Pasado un rato,
volvió a la casa de los siete cabritos y una vez más repitió con mucha
delicadeza:
“Pequeños míos, ha llegado mama a casita con una sorpresa, por favor,
abridme la puerta”.
En esta ocasión, la voz del feroz lobo era tan parecida a la de mamá cabra, que
los siete hermanitos decidieron observar por debajo de la puerta para ver quién
era. Los 7 cabritillos pudieron ver las oscuras y peludas patas del lobo, y
aterrorizados, nuevamente, los pequeños chillaron:
A pesar de esto, el feroz lobo decidió no darse por vencido y corrió de nuevo,
pero esta vez fue a un molino cercano para pintarse el pelo con harina de trigo
y conseguir blanquearse las patas como mamá cabra. Por tercera vez, el lobo
acudió a la casita de los seis cabritillos.
El lobo fue alimentándose uno por uno de las pequeñas cabras, sin percatarse
de que uno de los cabritillos se encontraba escondido en un armario de la
habitación.
Unas horas más tarde, la madre de los siete cabritillos regreso a su hogar, feliz
por encontrarse de nuevo con sus hijos y traerles mucha comida. Pero,
desgraciadamente, se encontró con una horrible escena, únicamente quedaba
uno de sus hijos, al que envolvió con sus brazos mientras le contaba lo ocurrido
entre sollozos.
Velozmente, la mamá cabra decidió salir en busca del peligroso lobo, y tal como
ella imaginaba, lo encontró acostado sobre la verde hierba, a la sombra de un
árbol y roncando como nunca lo había hecho antes.
Tenía que rescatarlos, así que, con mucha valentía, la mamá volvió a casa, cogió
un cuchillo y estaba dispuesta a rajar al lobo para sacar a sus hijos, y así fue.
Una vez estaban todos fuera, la mamá ordenó a sus siente hijos que fueran a
recolectar piedras y rocas. Rellenaron la tripa con ellas, y después, cosió la
barriga con hijo y aguja.