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viernes, 26 de abril de 2019

ALEMANIA

Una perspectiva del siglo 21


sobre Schoenberg
JUAN CARLOS TELLECHEA

Había enorme expectación por este concierto en el Patricia


Festival de Pascua 2019 de Baden-Baden. Era el último Kopatchinskaja
que conduciría Kirill Petrenko, en su calidad de director © by Julia Wesely
designado, al frente de la Berliner Philharmoniker, antes Baden-Baden,
de asumir la jefatura principal de este célebre colectivo lunes, 15 de abril
de 2019.
musical en agosto próximo (temporada 2019/2020). Las Festspielhaus
esperanzas no fueron defraudadas en absoluto y la tarde Baden-Baden.
culminó con estruendosas ovaciones e incontenibles Osterfestspiele
Baden-Baden 2019. Arnold Schoenberg,
expresiones de aprobación. Concierto para violín y orquesta opus 36.
Piotr Chaicovski, Sinfonía número 5, en mi
Los 2.500 espectadores que colmaban la sala de la menor opus 64. Solista Patricia
Kopatchinskaja (violín). Orquesta Berliner
Festspielhaus (con entradas agotadas desde hacía muchos Philharmoniker. Director Kirill Petrenko.
meses) salieron más que satisfechos del recinto, a pesar de 100% del aforo.
que para algunos el extraordinariamente difícil Concierto
para violín y orquesta de Arnold Schoenberg sea, aún hoy, un experimento dodecafonico
casi incomprensible, 83 años después de que fuera concluida su composición (1936).
La maravillosa y multifacética violinista moldava Patricia Kopatchinskaja (Chisináu, 1977),
nacionalizada austríaca y suiza, se atreve con todo; lo primero que hace, tras ingresar al
escenario, es descalzarse mientras prepara su instrumento (del turinés Giovanni Francesco
Pressenda, de 1834). Los bailarines de ballet lo saben muy bien. El contacto directo y
natural de los pies desnudos con el piso contribuye sobremanera a absorber mucha energía
de la Tierra y a sentirse plenamente uno mismo al momento de danzar.
A Petrenko le encantan asimismo los desafíos y lo demuestra una vez más con la elección
de este concierto que Schönberg comenzó a escribir inmediatamente después de su arribo a
Estados Unidos en 1933, huyendo del nazismo, y dedicó a su alumno Anton
Webern. Kopatchinskaja, quien desde los seis años de edad recibió clases de violín de una
alumna de David Oistrach, en la entonces Unión Soviética, toca esta música dodecafónica
con gran señorío, en una actitud amorosamente sincera, con los ojos cerrados y una dulce
sonrisa a lo Mona Lisa. Webern y Alban Berg, otro discípulo de Schönberg, figuran en su
amplísimo repertorio (desde el Renacimiento, pasando por los Clásicos hasta la Neue
Musik). Fue durante sus estudios de composición en Viena que se ocupó intensante con
la Zweite Wiener Schule.
Ella también baila mientras toca, con enorme virtuosismo y entrega, mientras deja que el
arco brinque sobre las cuerdas, como si de
uno de los 24 Caprichos de Niccolò
Paganini se tratara, liberándolo de todas las
cadenas de la tonalidad tradicional. Muy
pronto las disonancias (Poco allegro)
parecen tan obvias que todo se transforma
en melódico (Andante grazioso), suave,
contenido. La orquesta la apoya en todo
momento con gran precisión, profundidad y
claridad. La música de Schoenberg destella
Patricia Kopatchinskaja y la Berliner Philharmoniker dirigidos por Kirill aquí y allá (Finale. Allegro) y la
Petrenko. © 2019 by Monika Rittershaus. experiencia es extraordinaria, estimulante,
tanto para los músicos como para el
público.
Diría Schönberg, con cáustico humor, después de que su amigo el célebre Jascha Haifetz
declinara estrenar la exigente obra por sus dificultades técnicas: Me alegro de haber
incorporado otra pieza ininterpretable en el repertorio. Quiero que este concierto sea
dificil y que el dedo meñique se alargue. Puedo esperar. Finalmente el estreno fue el 6 de
diciembre de 1940 con la Philadelphia Orchestra dirigida por Leopold Stokowski y el
solista Louis Krasner, quien cuatro años antes había estrenado en Barcelona el Concierto
para violín de Alban Berg, dirigido por Anton Webern. Krasner grabaría después el
Concierto de Schöberg con Dimitri Mitropoulos y la New York Philharmonic Orchestra.
Habrían de pasar casi ocho años más hasta que se produjera el estreno europeo. Éste tuvo
lugar en el legendario Teatro La Fenice el 6 de septiembre de 1948 (durante el XI. Festival
internazionale di musica contemporanea, Primo concerto sinfonico), con el violinista Arrigo
Pellicci y la Orchestra Sinfonica di Roma della Radio Italiana, dirigida por Artur Rodziński.
La segunda parte de la velada estuvo consagrada a la Sinfonía número 5 de
Piotr Chaicovski, escrita en 1888. A Petrenko le basta trazar dibujos en el aire con sus
manos para que los Filarmónicos de Berlín se entreguen por entero y con celosa exactitud
al desarrollo de la bella composición.
El tema central, el del destino, que impregna toda la partitura, suena con gran emoción. La
interpretación es impresionante. El sonido de la orquesta se expande en un espacio
escénico profundo. Nos parecía estar presenciando una coreografía de ballet. Petrenko
evita todo lo patético y lacrimoso en el tratamiento de Chaicovski y contrarresta el fatídico
motivo con energía positiva, vigor y valor para afrontar la vida, ánimo para seguir viviendo.
Vitalidad en lugar de fatalidad, ésa es su premisa para esta Quinta Sinfonía, dedicada por el
compositor ruso al insigne maestro Johann Theodor Friedrich Avé-Lallemant (1806 –
1890), a quien conoció en ese mismo 1888 en Hamburgo, amigo y compadre de Johannes
Brahms, Robert Schumann y Hans von Bülow.
Con singular detallismo y refinamiento, el director de la Filarmónica de Berlín deja que los
músicos toquen de forma neutral al comienzo para ir aumentando paulatinamente la
curiosidad sobre el rumbo que tomará la pieza (por más que sea archiconocida), a mi gusto
la mejor, contrariando la opinión del propio Chaicovski sobre ella. De la circunspecta
melodía inicial de los clarinetes (Andante – Allegro con anima), crece, tras una breve
introducción de las cuerdas, un espléndido solo de trompa (Andante cantabile).
Las trompas, apoyadas por las maderas, evocan el amor y se replican mutuamente con
pasión en las coquetas intervenciones siguientes, La escena de baile (Valse. Allegro
moderato) es descollante, y la vertiginosa culminación de la obra (Finale. Andante
maestoso – Allegro vivace – Moderato assai e molto maestoso) alcanza su clímax en una
erupción solemne de la orquesta, acompañada en parte por el motivo del destino, con un
magnífico, deslumbrante y brillante fortissimo.
Un clamor y un júbilo irrefrenables recorrían la platea y las galerías del teatro al término del
concierto. El público ya se hacía una idea de lo que habrá de disfrutar con la Berliner
Philharmoniker y su nuevo director Kirill Petrenko el año próximo en la conmemoración
del 250º aniversario del nacimiento de Ludwig van Beethoven (bautizado el 17 de
diciembre de 1770 en Bonn).
Walter Seyfahrt, clarinetista de la orquesta y profesor de la Orchester Akademie de los
Filarmónicos de Berlín, me comentaba el año pasado en Baden-Baden que para él sería
maravilloso si, antes de jubilarse, pudiera tocar en la interpretación de Fidelio, bajo la
batuta de Petrenko. Su anhelo se verá cumplido. La única ópera de Beethoven abrirá
precisamente la próxima edición del Festival de Pascua de esta elegante ciudad balnearia el
4 de abril de 2020, en una nueva puesta de la eslovena Mateja Koležnik.
© 2019 Juan Carlos Tellechea / Mundoclasico.com. Todos los derechos reservados

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