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FRÉDÉRIC CHOPIN, 1810, VARSOVIA (POLONIA)-1849, PARÍS.

Nicolás Chopin, el padre de Frédéric, abandonó Francia para probar fortuna en


Polonia cuando tenía dieciséis años. Después de trabajar un tiempo en una
pequeña fábrica de tabaco dirigida por un compatriota, logró ubicarse, ya
adulto, como profesor o tutor en casa de familias polacas aristocráticas. Así es
como llegó a trabajar para la familia Skarbek, asentada en la villa de Zelasowa
Wola, a 60 km de Varsovia. Allí conoció a la que sería su mujer, Justina. Cuatro
hijos nacerán del matrimonio. Frédéric, el único varón, es el segundo. Su
hermana mayor, Ludwika, será una suerte de preceptora del pequeño Chopin,
además de quien lo inicia en el camino de la música. Pronto tocarán a cuatro
manos para delicia de sus padres. Ludwika es su afectuosa consejera, casi su
amiga; lo visitará en su oportunidad en París y estará junto a su hermano en la
hora de la despedida final. La segunda hermana, Izabella, es también una
buena música aunque no supera el brillo de Ludwika. Ambas, y también
Frédéric, por supuesto, han desarrollado sus habilidades pianísticas de la
mano de Justina, la madre, aficionada talentosa. La hermana menor, Emilia,
fue poetisa. A los once años escribió, junto a su hermano, una comedia en
verso para festejar el cumpleaños de su padre. Más tarde, Frédéric se unirá a
Ludwika para escribir a dúo libros infantiles. Músicos, habilosos, alegres,
simpáticos, adorables, con talento casi para todo. Así son los niños Chopin. El
que reúne los mayores talentos es, sin duda, el pequeño Frédéric.
Curiosamente, tiene una facilidad asombrosa para el dibujo y las caricaturas, y
un don inigualable para la imitación de personajes. Con estas habilidades extra
musicales asombrará y divertirá años más tarde a los asistentes a las veladas
artísticas en los salones de París, adonde ha sido invitado, en principio, para
tocar el piano.
BARCAROLA EN FA SOSTENIDO MENOR, OP.60 (KK 807-814)
Fecha composición: 1845-1846
Estreno: París, Sala Pleyel, miércoles 16 de febrero de 1848.
Intérprete: Fryderyk Chopin. Duración aprox. 9’00’’.
Se conocen como barcarolas las canciones folklóricas que los gondoleros
venecianos cantan mientras pasean a sus pasajeros por los canales de la
ciudad. La tradición es antiquísima y se cuenta que los gondoleros lo hacían
para no prestar oído a lo que sus distinguidos paseantes, nobles todos ellos,
conversaran durante la pequeña travesía.
Sir Charles Hallé, que el 16 de febrero asistió en la Sala Pleyel al último recital
de Chopin en París, en el que éste tocó por primera vez en público la
Barcarola, cuenta que en aquella interpretación el compositor modificó las
dinámicas anotadas en los compases 84 y siguientes (Forte:Crescendo) para
tocarlas en pianísimo, “pero de un modo tan maravillosamente matizado, que
se venía al pensamiento la idea de que esta nueva lectura era, de algún modo,
preferible a la antigua”.
Esta obra, dedicada por Chopin a su alumna la baronesa de Stockhausen
(esposa del embajador del Reino de Hannóver en París, al que Chopin ya
había dedicado en 1836 la primera Balada, op.23), fue publicada por primera
vez en Londres, en septiembre de 1846, por Wessel. En noviembre de ese
mismo año se imprimió en París (Brandus) y Leipzig (Breitkopf & Härtel).
Las circunstancias de Chopin eran bastante tensas en 1845, por lo que un viaje
planeado a Italia con su compañera de aquel tiempo, la escritora George Sand,
se veía como si fuera a caer. Sin embargo, con su Barcarola se sumergió en la
atmósfera de la laguna de Venecia: los temas son una reminiscencia de las
melodías gondolero, además se acompaña de figuras que evocan la corriente
de agua y el sonido de los remos. Chopin desarrolló la idea básica de la
canción estrófica en una música emocionante y muy compleja, llena de saltos y
opuestos.
Llena de sutilezas y abstractas evocaciones, la única barcarola de Chopin ha
sido considerada con cierta frecuencia como cúspide de su obra pianística. Así
la valoraron personajes como Friedrich Nietzsche o André Gide, que se
sintieron fascinados por su lirismo, de tantas resonancias italianas y
mediterráneas, y por el ensoñador universo poético de los 116 compases que
la integran. También Maurice Ravel, en tantos sentidos heredero del sutil
armonizador que fue Chopin, sentía predilección por esta barcarola.
Sobre el tema en terceras de esta barcarola describe Chopin: “ese tema
siempre ágil y delicado, está constantemente envuelto en armonías
deslumbrantes, La línea melódica es continua. La intensidad aumenta(…).
Surge después un nuevo motivo de magnífico lirismo, muy italiano. Todo se
apacigua. Del registro grave nace un trazo plano sobre preciosas y tiernas
armonías, y se sueña en una misteriosa apoteosis”. Efectivamente, de principio
a fin, la gran riqueza del cantábile y matices, sus fragantes sonoridades y finas
texturas polifónicas hacen de esta barcarola una de las páginas más atractivas
y mejor acabadas del catálogo chopiniano.
Fue iniciada en Nohant, la residencia veraniega de Georges Sand, durante el
otoño de 1845 y concluida el año siguiente. La modernidad del tratamiento
armónico, para el que Chopin recurre a una tonalidad tan inusual en su obra
como la de Fa sostenido mayor, y la originalidad de su escritura la convierten
en una pieza incomparable. Un cuadro lírico de vivacísimos colores que, al
decir Arthur Hedley, es “una glorificación del italianismo, una obra rica en
efectos impresionistas que transportan al oyente lejos de Italia, hacia el
innominado mundo de los sueños del poeta”.
Recuerda Jesús Bal y Gay en su espléndida monografía sobre Chopin, que
“hay quienes consideran la Barcarola, y con razón, el mejor nocturno de
Chopin, por su carácter y medios de expresión”. Se ha insistido, quizá en
exceso, acerca del supuesto carácter de “nocturno” de la Barcarola, cuya
estructura tripartita (A-B-A’) es, efectivamente, similar a la de los nocturnos. Sin
embargo, tal perspectiva solo es asumible en los primeros pentagramas de la
partitura, cuyo intenso melodismo luego toma derroteros virtuosísticos y
transcendentes que escapan decididamente del carácter intimista propio del
nocturno.
La mayor parte de la técnica de la mano derecha son terceras y sextas,
mientras que la mano izquierda se caracteriza por intervalos de, en ocasiones,
más de una octava. Sobre su característico ritmo de 12/8 su autor construye
una música que recrea el surcar de una góndola veneciana, dado que
barcarola literalmente significa canción de barco. Su origen proviene de las
canciones típicas venecianas de las góndolas.
La primera sección se abre con una sugestiva introducción de tres compases
que, tras otros dos a cargo de la mano izquierda, dan paso al primer tema, una
suave cantinela en terceras trazada por la mano derecha. Es una especie de
berceuse que se desarrolla siempre en el característico compás de 12/8 en el
que transcurre toda la obra.
Durante la extensa sección central (compases 39-83), en La mayor, todo
adquiere mayor empaque. Momentos de desbordada intensidad y
apasionamiento se alejan del nocturno para acercarse más a la estética
brillante de las polonesas o los scherzos. Sin embargo, es en la reexposición
de la sección inicial (compás 84) donde la Barcarola alcanza su cima climática.
Los temas escuchados en la primera parte aparecen ahora ampliados en
intensidad y armónicamente muy enriquecidos. La brillante y elaborada coda,
plena de refinamientos acústicos y avanzadas sonoridades que parecen
anunciar a los futuros Fauré y Debussy, cierra en fortísimo, tras un cadencioso
y extenso diseño descendente en forma de fermata, esta obra plena de
sugestiones.

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