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Prólogo

En cuanto veías a tu “gran amor”, tu expresión se tornaba agonizante y vacilante.


Para ti, quien amaba a todas y cada una de las flores, quien era el dueño de todas ellas,
aquella era la única flor que no podías tocar.
Ante aquella flor, lucías tan tímido, tonto, despreciable, frágil… pero te volvías tan
puro, que resultaba enloquecedor.
Siempre le entregabas todo tu ser a las flores que te expresaban su amor, y nunca les
pedías nada a cambio. Sin embargo, aquella flor era la única que anhelabas con toda tu
existencia.

Hikaru,
Tu pecado…
Tu gran “amor”...
Capítulo 1: ¿Te gusta la hermosa senpai?

−La trompeta china trepadora es, en definitiva, una flor voluble… Bajo el claro cielo
azul del verano, sus vides crecen con salvajismo a través de los árboles, muros, ¡y brillantes
flores naranja florecen! Originalmente, las vides de la trompeta china eran plantas que
crecían en el suelo, pero, algunas veces, para mostrar su afecto a un pino, torcía sus vides
sobre las ramas, crecía en dirección al cielo, y florecía. Sin embargo, dicha volubilidad
implica que, en ocasiones, trepará sobre algún cedro o ciprés, causando celos por parte de
los pinos.

Mientras la clase avanzaba, Koremitsu fruncía el ceño ante su teléfono. Hikaru, como
siempre, se encontraba sobre él, hablando acerca de plantas, con la voz dulce y afeminada
que lo caracterizaba.
El profesor, ya entrado en años, se encontraba en el podio, dando la lección de inglés,
pero su voz lenta y monótona era suficiente para adormilar a cualquiera. Sin embargo, los
ojos de Koremitsu no estaban cerrados; ardían en llamas, y sus cejas estaban levantadas,
mientras fruncía el ceño.

(¡YA FUE SUFICIENTE!)

Refunfuñó con suavidad, mientras miraba la pantalla del teléfono.


Su consternación no se debía a los desvaríos de su amigo, que flotaba en el aire, pues
estaba acostumbrado a ellos.
La verdadera causa era su compañera de clases, sentada a su lado, cuyo rostro hacía
pucheros, mientras jugueteaba con su teléfono: Honoka Shikibu.
Honoka veía hacia adelante, con la expresión rígida, mientras sus dedos, con fluidez,
marcaban las teclas del teléfono, colocado bajo la mesa. Como resultado, el teléfono de
Koremitsu vibraba.
(¡Ya van cinco con ese!)
Aletargado, abrió el mensaje.

“Desapareciste durante el descanso. ¿Fuiste a buscar a Su Alteza Aoi (*ˋ・ω・ˊ)?”


El mensaje incluía un emoticón.
Y el mensaje anterior a ese había sido:

“¿A dónde fuiste durante el descanso?”

Y antes de ese:
“No estabas aquí durante el descanso".
E incluso antes de ese:

“Tu rostro está tan rojo como un tomate”.


Y antes de ese:
“¿Qué te pasa…? Aunque, a decir verdad, no me importa”.

Era un círculo interminable, y aunque Honoka se comportaba de forma distante, era


primera vez que mencionaba a Aoi por su nombre, causando que Koremitsu estuviese
bastante sorprendido.
(¡¿Es necesario preguntarlo específicamente durante la clase?!)
Koremitsu curvó los labios con disgusto, y nunca respondió. En respuesta, Honoka
frunció el ceño, jugueteó con sus dedos, y el teléfono de Koremitsu volvió a vibrar.
−!!!
Abrió el mensaje:

“¿Qué hiciste con Su Alteza Aoi? ヽ(●`口′●)ノ”

Bueno, eso fue muy directo.


−¡Vaya! ¡El temperamento de Shikibu-san va de mal en peor! Sin duda, está preocupada
por Aoi-san; durante el descanso, lucía sombría.

Hikaru miró a hurtadillas el teléfono, desde arriba, y comentó lo anterior.


(¡Maldición! ¡No mires!)
Koremitsu escuchó cómo aquel rostro afeminado y hermoso se entrometía con
entusiasmo, y cubrió la pantalla del teléfono mientras escribía:
“No mucho”.
Y tras esa respuesta:
“Pero Su Alteza Aoi se te confesó esta mañana, ¿no?”
Honoka estaba sentada a su lado, apretando los dientes y frunciendo el ceño.
(¿Cuál confesión…? No se trata de eso… sí que dijo que quería que fuese su novio…
pero lo que quería decir era…)
Koremitsu sudaba a mares mientras intentaba pensar en una excusa. Las mejillas de
Honoka se ruborizaban un poco mientras miraba al pizarrón, histérica.
Tras ver su expresión, Koremitsu sintió que su garganta se comprimía, y tenía dificultad
para respirar, mientras su rostro lucía completamente tenso.
(¡Maldición, menudo problema!)
Continuó presionando las teclas del teléfono.
“No fue una confesión”.
“¿Entonces qué fue (。・`ω′ ・。)?”
“Simplemente tenía algo qué hacer, y me pidió que la acompañase”.
“Una cita”.
“¡No es eso!”
“¡No mientas! ¡Es una cita!”
“¡Dije que no!”

Hikaru ya no podía soportar la situación, y dijo, con timidez:


−Oye, Koremitsu, no frunzas tanto el ceño y escríbele unas palabras tranquilizadoras a
Shikibu-san, ¿sí? Por ejemplo, el lenguaje floral del avellano asiático es “reconciliación”, el
de la lavanda es “entendimiento mutuo” y el del clavel es “creo en tu amor”. Cualquiera de
ellos estará bien. Compórtate como un caballero y escríbele con sutileza algunas palabras
florales.

(¡Eres ruidoso! ¡Cállate, fantasma maniático de las flores!)


Koremitsu gruñó para sus adentros, y respondió: “¡Dije que no es eso!”
Al final, ambos se limitaron a seguir enviándose mensajes inútiles, y Koremitsu recibió
un último mensaje:
“¿Qué? ¡Y pensar que estaba preocupada por ti!
¡Ya no me importas! ¡No vuelvas a escribirme! o(><;)O”
“¡Eso debería decirlo yo!”
Y así, el intercambio entre ellos terminó.
En cuanto llegó el descanso, Koremitsu chasqueó la lengua y se levantó de su asiento,
mientras Honoka volteaba hacia otro lado, furiosa.


−¡Cielos! ¡Todas las mujeres son iguales! ¿Por qué demonios debo soportar su
interrogatorio?
Koremitsu gruñía en el pasillo.
Originalmente, Koremitsu era considerado como un líder delictivo, a causa de su cabello
rojo y su aspecto salvaje. Como resultado, había sido marginado. En este momento, sus
venas palpitaban, su espalda estaba encorvada, y su postura al caminar era similar a la de un
perro salvaje que respira con dificultad. Los estudiantes normales le abrían paso de forma
apresurada.
A su lado, Hikaru intervenía con gentileza:
−Pero estás siendo injusto con Shikibu-san al decir tales cosas. De por sí, fue bastante
extraño que ambos acordasen ir a la piscina, y justo cuando la atmósfera alcanzaba su mejor
punto, Aoi-san apareció y dijo: “Por favor, sé mi novio”. ¿Cómo podría Shikibu-san
quedarse de brazos cruzados tras escuchar aquellas palabras?

Koremitsu estaba sin habla.


Era cierto… el humor entre Honoka y él había mejorado un poco… antes de que Aoi
dijese aquellas palabras impactantes.
En esa ocasión, Honoka no lo fulminó con mirada feroz, ni hizo pucheros.

“Vamos a la piscina”.
Cuando dijo aquello, el rostro de Honoka estaba completamente sonrojado.
Koremitsu estaba tan nervioso que no sabía qué hacer, pero respondió “sí”, mientras le
invadía un sentimiento dolorosamente dulce.
Y entonces, Aoi corrió en su dirección con el rostro pálido, haciéndole una petición
impactante… no, ella tenía sus motivos.
La razón contrariaba a Koremitsu.
−Ah… y… ¿Qué opinas de eso?
Koremitsu estaba paralizado, extremadamente tenso, mientras miraba de reojo a Hikaru.
Y Hikaru habló con aspecto maduro:
−Es maravilloso que una chica tan linda, honesta, y de piernas tan hermosas como
Shikibu-san sienta celos por ti. No deberías ignorarla.

La luz brillaba a través de las ventanas del pasillo, tiñendo el rostro blanco y tierno de
Hikaru. Su cabello castaño brillaba con un color dorado, y no había rastros de tristeza en su
amable rostro de perfil. Su tono y expresión lucían muy gentiles…
−E-Estás… muy calmado, a diferencia de Shikibu –murmuró Koremitsu, evidentemente,
poniéndolo a prueba.
Después de lo ocurrido en la mañana, Koremitsu estaba enfadado ante el disgusto de
Honoka, y se sentía inquieto ante la reacción de Hikaru.
¿Cómo podía lucir tan despreocupado?
−¿Hay algo que quieras decirme?
−¿Eh?

Hikaru inclinó la cabeza hacia un lado.


Koremitsu estaba sin aliento, y gruñó:
−…¡Me refiero a Aoi! ¡¿Acaso no te importa?!
(¡Maldición! ¡Sin duda, este sujeto se está haciendo el tonto!)
Sospechó, involuntariamente.

−¡Akagi-kun, por favor, sé mi novio!

En el instante en el que la ex prometida de Hikaru dijo aquellas palabras, con mirada


suplicante, Koremitsu no sabía qué hacer.
−Ahora mismo es un poco inconveniente… ¡hablamos luego!
Tuvo que hacer acopio de toda su fuerza al intentar levantar la voz.
Honoka lucía estupefacta, mientras observaba desde un lado, y Koremitsu estaba
nervioso, sudando por todo el cuerpo.
Durante el descanso, Koremitsu se dirigió a la sala de arte para escuchar los detalles por
parte de Aoi. Aoi estaba sentada sobre una silla, con las rodillas juntas, jugueteando con sus
dedos, probablemente a causa de la frustración o la vergüenza.
−Cuando estaba buscando a Shiiko, le pregunté a mi padre y a los adultos de la familia
acerca del compromiso entre mi amiga y el hijo de Kuze-san… tal vez, a causa de eso… mi
padre y el resto pensaron que estaba interesada, y comenzaron a hablarme acerca de
compromisos…
Aoi bajó la cabeza, mientras su pequeño cuerpo se encogía aún más.

−Hikaru murió hace poco, y, en realidad, no quiero buscar una pareja de inmediato, pero mi
padre y el resto dijeron que era mejor tomar una decisión lo más pronto posible, de manera
que pueda olvidar pronto a Hikaru… así que, de forma descuidada, les dije…
Meció las piernas, se ruborizó, y después de un tiempo, bajó la cabeza y habló con una
voz diminuta:
−…Dije que tenía novio.
−¿Eh?
−Les dije que un amigo de Hikaru solía venir a consolarme tras su muerte, que era una
persona muy amable y que me hablaba sobre Hikaru, así que, naturalmente, desarrollamos
sentimientos el uno por el otro… ¡L-Lo siento mucho!
−¡O-Oye!
Aoi estaba completamente avergonzada; su cabeza y cuello estaban completamente
rojos.
−No se me ocurrió nadie más, así que sólo pude hablar acerca de ti, Akagi-kun. Pero mi
padre y el resto dijeron que querían conocerte. Les dije que estarías contrariado si Asa-chan
se enteraba sobre nuestra relación, así que sólo podíamos salir en secreto. Intenté darles
toda clase de excusas, como que nos veíamos en la escuela, y que no nos dirigíamos la
palabra frente a los demás, pero no me escucharon… e incluso dijeron que me ayudarían a
ocultarlo de Asa-chan, que debo llevarte y presentarte ante ellos.
El suave y suelto cabello negro de Aoi se mecía con debilidad.
Tras ver a Aoi tan vacilante, incluso Koremitsu sintió pena por ella.
Pero la situación, por sí misma, era bastante ridícula.
¿Cómo podría Aoi, una princesa refinada, salir con un sabueso salvaje como él?
Además, Aoi era una chica que Hikaru atesoraba a sobremanera.
Sería despreciable de su parte el tener un romance con la mujer de un amigo,
especialmente cuando dicho amigo estaba siempre a su lado.
(Pero Aoi está siendo obligada a comprometerse por haberme ayudado a buscar a
Shiiko).
Koremitsu podía entender cómo se sentía Aoi. Siempre había amado a Hikaru, incluso
desde niña, y, naturalmente, no podría comprometerse con alguien más tan pronto.
Koremitsu se había enamorado por primera vez de una chica llamada Yū, y tuvo que
separarse de ella. En este momento, aún no se sentía listo para salir con otra chica.

Y entonces:
−Por favor, sólo una vez, ¿sí? Durante la fiesta de jardín de esta semana, ¿t-te importaría
actuar como mi novio? Es una fiesta de jardín, una simple fiesta donde las personas van de
aquí para allá y comen. Sólo tendrías que acompañarme y comer lo que quieras. ¡Por favor!
Aoi le rogó con una mirada al borde de las lágrimas.
−De acuerdo.
Koremitsu no tuvo otra opción más que aceptar.
Hikaru no se opuso, ni tampoco lucía sorprendido en lo más mínimo, mientras se
limitaba a observarlos con una expresión silenciosa y reticente.
−¿Por qué no dijiste nada? No tengo mucha experiencia en el amor, pero creo que
cualquier persona en tu situación no se sentiría muy feliz. O sea, ¿quién querría ver a su
prometida con otro hombre? Incluso si hay una buena razón, incluso si es temporal,
resultará imperdonable. Querrías maldecir y matar al chico, ¿me equivoco?
Koremitsu fulminó a Hikaru con la mirada, en un rincón del vacío pasillo, expresando
sus frustraciones internas.
−No hay problema. Aoi-san está bastante contrariada en este momento, y siento que eres
la persona más apropiada para ser su novio.

Hikaru habló de forma animada.


Su apuesto rostro mostraba una sonrisa pura.
(¿Acaso no piensa insultar con toda su furia o algo por el estilo?)
Ciertamente, era tonto por parte de Koremitsu el sentirse culpable por aceptar actuar
como el novio de Aoi. Aunque no quería que Hikaru lo odiase, se sentía furioso ante la
actitud despreocupada de éste.
Mientras Koremitsu seguía refunfuñando con el ceño fruncido, Hikaru exhibió una
expresión similar a la de un santo, y respondió:
−No quiero que Aoi-san permanezca soltera por mí. Honestamente, deseo que algún día
pueda estar con su verdadero amor. Sin embargo, dicho hombre debe ser más apuesto que
yo, tener una voz más agradable que la mía, debe ser más elocuente, debe estar más
familiarizado con los intereses femeninos, debe entender más sobre lenguaje floral, debe ser
más refinado en cuanto a técnicas para besar, y debe mostrar más esfuerzo que yo en
proteger a Aoi-san.

−¡NO ESTÁS PERMITIENDO QUE NADIE LA CORTEJE EN LO ABSOLUTO! ¡NO


EXISTE SEMEJANTE PERSONA! –replicó Koremitsu.
Probablemente, sólo uno de cada cien hombres está bien instruido en el lenguaje floral.
Entonces, Hikaru mostró una sonrisa radiante:
−Después de todo, el amor es algo libre, así que no me importa. Sin embargo, será mejor
que guardes tu distancia con respecto a Aoi-san, de lo contrario, estará demasiado tensa –
aconsejó Hikaru.

…Parece que, en cierta forma, está preocupado.


Koremitsu dejó escapar un suspiro.
(Realmente no sé en qué está pensando este sujeto. No sé si es de mentalidad simple, o
un completo enigma. La mayor parte del tiempo, luce feliz, sin embargo, en ocasiones, luce
inesperadamente sombrío… bueno, se convirtió en fantasma a una edad tan temprana, y
está rodeado de toda clase de problemas, así que supongo que está pasando por una
situación difícil).
Koremitsu reflexionaba en silencio, comparando sus aprietos con los del fantasma.
−Además, sin duda, Shikibu-san se sentirá celosa si Aoi-san y tú desarrollan una mejor
relación.

−Ack… eso no guarda relación con esto, ¿o sí?


Hikaru rio por lo bajo, de forma críptica.
−Es mejor que estés con Shikibu-san. Sin duda, es extraño ver a una chica tan agradable;
aunque actúe fría ante ti, e intenta actuar con arrogancia, puedes hacerla reír a través de uno
y otro método.

−I-Idiota, ¡¿qué estás diciendo?! ¡No me importa! ¡A ella es a quien le gusta enfadarse!
¿Por qué debería ser yo quien tome la iniciativa en llevarme bien con ella?
−Tanto tú, como Shikibu-san, son muy tercos.

−¡No sonrías como si lo supieras todo! ¡Es molesto!


−Sí, sí. Vayamos a ver algunas flores y tranquilicémonos. La trompeta china trepadora
en el patio está a punto de florecer, y las adelfas, junto a sus pétalos delgados, similares a
hilos, son hermosas. Se parecen a las flores de durazno, pero contienen veneno; allí es
donde yace su encanto. Oh, el hibisco podrá florecer pronto.

−No tengo tiempo para ver flores.


−Por favor, sólo un rato, ¿sí?

Hikaru, quien amaba tanto las flores, le rogaba.


−Tch, supongo que no me dejas opción –Koremitsu hizo una mueca, mientras se dirigía
hacia el patio.
−Míralas sólo por un rato. Si quieres seguir, volveremos después de clases.
−Oh, gracias.

Hikaru exhibió una gran sonrisa, encantado de poder ver las flores.
Tras comenzar a ser acechado por el fantasma de Hikaru, Koremitsu, a menudo, se veía
obligado a acompañar a Hikaru a ver las flores. Estaba sorprendido de cómo Hikaru podía
verlas sin cansarse.
Hikaru decía que cada flor tenía un aspecto distinto, pero Koremitsu, una persona
completamente brusca, no era lo suficientemente delicado para comprenderlo, y no hacía
más que preguntarse: “¿acaso no son simples flores?”
Llegaron al corredor. El escenario del patio podía verse claramente frente a él.
Este era el lugar donde Koremitsu había conocido a Hikaru.
Mientras buscaba con ansiedad el salón del personal, se encontró a un bello y afeminado
estudiante apoyándose contra el pilar.
El chico era tan lindo que Koremitsu había asumido que se trataba de una chica, y era el
único que no le tenía miedo a Koremitsu, quien era evitado por los demás a causa de ello, e
incluso le dedicó una sonrisa honesta…
−En ese caso, iré a tu aula a tomar prestado tu libro, Akagi-kun. También hay algo que
quisiera pedirte.

De pronto, la dulce voz que había escuchado en aquel entonces despertó entre el
reconfortante viento veraniego, y a Koremitsu le invadió la sensación de que un chico
afeminado, con mirada de cristal, estaba detrás del pilar.

En aquel entonces, ¿qué flores florecían en este lugar?


No lo recordaba.
Hoy día, había campanillas naranja de trompeta china –con forma de trompeta–, adelfas
delgadas y rojas que se mecían ligeramente con el viento, colgando de los estantes; en el
medio, los hibiscos blancos, con tonalidades rojas, luchaban por espacio, floreciendo.
–El lenguaje floral de la trompeta china tiene varios significados, incluyendo “vida
colorida”, “amor desbordante”, “femineidad”… hay muchos otros.

Hikaru hablaba con alegría.


–¿Eh?

De pronto, habló abruptamente, sorprendido.


–…Hay un montón de flores caídas.
Koremitsu, tras escuchar aquellas palabras de Hikaru, se percató de que había montones
de flores esparcidos entre los estantes y los árboles. Había pétalos por todas partes…
–¿Será porque está soplando muy fuerte?
–De ser así, las flores de arriba también caerían…

Hikaru miró fijamente hacia lo más alto de los estantes de flores, con aspecto
confundido.
De pronto, sopló una fuerte ráfaga de viento.
Koremitsu levantó la mano para proteger sus ojos.
El aire, repleto de luz intensa y calor sofocante, agitó el cabello rojo de Koremitsu.
Mientras abría los ojos…
Se percató de que su visión se teñía de rojo.
Pensó que se trataba de pétalos.
Pero se trataba de cabello rojo y suelto, con la capacidad de flotar propia de pétalos.
Una estudiante salió de detrás del pilar, justo como Hikaru lo había hecho aquella vez.
Aquella persona usaba falda. Sin duda, se trataba de una mujer.
Al mirar los senos voluptuosos, la cintura esbelta, y la figura desarrollada, se hacía
evidente que se trataba de una chica.
El reluciente y suelto cabello rojo cubría con sutileza sus grandes pechos, y las puntas
rizadas de su cabello ondeaban de forma sublime en su cintura.
El rostro noble y elegante de la chica no era inferior a su cabello. Sus largas pestañas
ascendían con opulencia, y los labios carnosos mostraban una sonrisa llena de
determinación.
En cuanto apareció, el entorno pareció iluminarse, como si se hubiese llenado de
fascinantes flores rojas.
La frase característica de Hikaru era “las chicas son como flores”, y esta estudiante, sin
duda alguna, estaba en la cima de todas ellas.

(¿Cuándo apareció esta mujer? ¿Por qué me está sonriendo?)

Al igual que Hikaru, la chica miró a Koremitsu sin temor, con una mirada honesta, pero
decidida.
−¿Eres Koremitsu Akagi?

El corazón de Koremitsu se aceleró en cuanto escuchó a la otra persona decir su nombre


con semejante voz tan alegre e impresionante.
−¿Cómo sabes mi nombre?
La chica entrecerró los ojos, sonrió, y contestó:
−Después de todo, eres famoso.
La conversación era muy similar a la que había tenido con Hikaru el día que se
conocieron.
Y, en aquel entonces, Hikaru mencionó de la nada que quería tomar prestado el libro de
literatura clásica…
La chica se acercó lentamente. Su cabello rojo se mecía con suavidad mientras sus
brazos largos y delgados bailaban con elegancia.
−Toma, es para ti.
De pronto, le entregó un libro.
¡El libro de literatura clásica!
−¿Qué…?
−Te lo presto.
Mientras Koremitsu se quedaba sin habla, ella abrió sus labios carnosos y rojos, y le
dedicó una sonrisa madura, diciendo:
−Por favor, regrésamelo, después de clases, en la sala del club de danza japonesa. Te
estaré esperando allí.
−¿Eh? El club de danza… ¡oye!
La chica ya había dado la espalda, caminando con pasos ligeros. Koremitsu se apresuró
a llamarla, y ella se volvió con una sonrisa en el rostro, diciéndole con expresión linda y
atrevida:

−Tengo una petición qué hacerte.


−!

Koremitsu se quedó sin aliento.


−Hay algo que quiero pedirte.

El cabello rojo ondeaba, mientras se marchaba.


Koremitsu seguía observando, desconcertado.
−Koremitsu, el timbre acaba de sonar. Si no regresas a clase…

La voz de Hikaru trajo a Koremitsu de regreso a la realidad.


−¡Oye! ¡Hikaru! ¿Quién es esa mujer? ¿La conoces?
Ciertamente, de no ser así, sus frases no podrían ser tan similares a las de Hikaru.
Mientras corría de regreso al aula, Koremitsu le preguntó, y Hikaru aflojó los labios:
−Hm, me sorprendió que apareciese tan de repente. Es raro verte tan fascinado ante una
chica, Koremitsu. Estabas en las nubes.

−¡N-No lo estaba!
¡Simplemente, no escuché el timbre, eso es todo…!
Tras ver cómo Koremitsu hacía pucheros con disgusto, Hikaru lucía encantado.
−No hay necesidad de ocultarlo. No existe hombre capaz de resistirse a los encantos de
Tsuyako.

−¿Tsuyako? ¿Esa mujer? ¡Después de todo, sí que la conoces!


Koremitsu jadeaba mientras corría a través del pasillo, y Hikaru le habló con una voz
refrescante:
−Sí. Ella es Tsuyako Udate−la flor más grandiosa y elegante del jardín: la Pendula
Rosea roja.


Koremitsu llegó al aula de clases justo antes de que el profesor lo hiciese, y jadeaba,
mientras se sentaba en su lugar.
Observó el libro de literatura en su mano, y se percató de que era de segundo año.
(¿Así que es un año mayor que yo? ¿Es mi senpai? No podría usar este libro de segundo
año, incluso si lo pidiese prestado).
¿Qué se traía la chica entre manos?
En ese momento, Koremitsu sintió una mirada fija sobre él, se volvió, y encontró a
Honoka observándolo con las mejillas infladas.
(¿Sigue molesta?)
Koremitsu, en respuesta, la fulminó con la mirada, desafiante.
Y Honoka hizo un puchero, volteando hacia otra dirección.
(¡¡Argh!! ¡¡Después de todo, las chicas sí que son problemáticas!!)
Aquel duelo entre Honoka y él duró hasta el final de las clases.
Y así…

−Oye, ¿qué querrá esa mujer de mí?


−¿Quién sabe? Tampoco tengo idea. Quizá, sólo quería hablarte.

−¿Eh? ¿A qué te refieres?

Koremitsu le susurraba a Hikaru, con el ceño fruncido, mientras avanzaba por el pasillo
hacia el cuarto piso.
−Mientras estabas hospitalizado, solía hablarle a Tsuyako sobre ti. Siempre me
lamentaba, anhelando que regresases pronto a la escuela, y en cuanto eso ocurriese, podría
hacerme tu amigo al intercambiar libros.

En cuanto Hikaru habló sobre ello con su voz dulce y aromática, Koremitsu sintió que su
rostro ardía un poco.
Y entonces, Koremitsu, con cautela, intentó cambiar el tema:
−E-En fin, el club de danza japonesa que mencionaste, está relacionado con bailar
usando kimonos, ¿cierto?
−Sí. Tsuyako pertenece al estilo de baile de la escuela “Tu sombra”, uno de los estilos
más nuevos y a la moda, que suele aparecer en televisión. Tsuyako obtuvo el derecho para
heredar el nombre del estilo a los 15 años.

−¿Eso es impresionante?
−Sí que lo es. Aunque existen quienes alcanzaron dicho privilegio siendo más jóvenes,
el baile de Tsuyako es muy especial. La forma en la que baile es elegante, como las flores
rojas que caen del cielo.

Poco después, llegó a la sala que exhibía el cartel que rezaba “Club de danza japonesa”.
Tocó la puerta.
−Adelante.
Se escuchó una voz clara e impresionable.
Koremitsu abrió la puerta.
El interior era más ancho de lo que esperaba, lo suficientemente grande como para posar
8 tatamis.
Sin embargo…
−¡Vaya!
Quedó atónito al verla vestida con un Juban1 blanco, cubierto con un kimono de un
refrescante color azul claro.
La tierna y blanca nuca, y la ligera prenda que usaba por debajo del kimono, revelaban
las atractivas protuberancias producidas por sus pechos voluptuosos.
−Me estoy cambiando de ropa. De momento, soy el único miembro del club, así que no
te preocupes.
Koremitsu se ruborizaba de la vergüenza, esforzándose en apartar la vista. Sin embargo,
Tsuyako se mantenía tranquila, mientras se peinaba el cabello de forma refinada.
Ató el glamoroso Obi2 de color rojo claro y, con sutileza, movió su cabello hacia un
lado, atándolo. Durante ese tiempo, Koremitsu se mantuvo en un rincón de la sala, mirando
la pared, inmóvil, apretando los puños.
Luciendo como si se divirtiese, Tsuyako dejó escapar una risita.

1
Una prenda ligera que se utiliza por debajo del kimono.
2
El obi es una faja ancha de tela fuerte que se lleva sobre el kimono, y se ata a la espalda de distintas formas.
−No podrás ver nada mientras tenga el Juban puesto, así que no tienes de qué
preocuparte, Akagi-kun. Tu apariencia es incongruente con el caballero en tu interior.
(¿Insinúas que luzco como un violador pervertido o algo por el estilo?)
Mientras Koremitsu fruncía el entrecejo, Tsuyako dijo:
−Por favor, toma asiento.
Ella se arrodilló sobre el tatami, con las manos blancas y tiernas posadas de forma
elegante sobre sus rodillas.
Sus acciones eran elegantes, sutiles, femeninas. ¿Quizá se debía a su entrenamiento de
baile?
Koremitsu mantenía la guardia alta, pero incluso él estaba fascinado.
Tsuyako estaba sentada en posición Seiza, y Koremitsu se sentía reticente a sentarse con
las piernas dobladas. Con la espalda encorvada, se arrodilló con cautela sobre el tatami,
sacó el libro de literatura de su bolso, lo posó sobre el tatami, y lo entregó.
−Aquí tienes… te lo regreso.
−¿Oh? Gracias.
Tsuyako se llevó el libro hasta su pecho, sonriendo con inocencia, como una niña que
había tenido éxito al realizar una broma.
De pronto, aquella belleza madura lucía extremadamente tierna, y, de inmediato, el
corazón de Koremitsu se aceleró.
(¿Qué estoy haciendo? ¡Idiota! ¡Sólo está siendo educada conmigo! ¿Por qué estoy tan
nervioso? ¡Hikaru volverá a burlarse de mí!)
En ese momento, sin duda, Hikaru debía estar observando la reacción de Koremitsu,
sonriendo.
Ante la intensa mirada de Tsuyako, incluso Koremitsu, quien nunca se había interesado
en las mujeres, sentía un escozor por todo su cuerpo.
No era la sensación de ansiedad que había sentido cuando estaba en casa de Yū; era una
mucho más agresiva, una que causaba que su rostro y cuerpo ardiese.

−La flor más grandiosa y elegante del jardín: la Pendula Rosea roja

Koremitsu había asumido que todas las flores eran iguales, pero ésta, sin duda, era
diferente al resto.
Para ocultar su nerviosismo, Koremitsu frunció el ceño, intentando lucir desinteresado,
mientras preguntaba:
−…¿Qué quieres de mí?
Tsuyako sonrió, y respondió:
−Me gustaría que fueses mi novio.
−¡¿Qué?!
Atónito ante aquella respuesta, Koremitsu enderezó la espalda, y estuvo a punto de
caerse hacia atrás.
¿Quiere que sea su novio?
−Oh, conque así son las cosas.

Hikaru murmuró para sus adentros.


(¿Qué significa esa respuesta? ¿Cómo demonios puedes estar tan calmado?)
−¿Acaso no eres novia de Hi-Hikaru o algo así?
−Sí, soy una de las muchas flores de Hikaru. Sin embargo, en lugar de “novios”, diría
que fuimos cómplices. O también podrías considerarme su amante.
Tsuyako se mantenía sentada, inmóvil, mientras respondía con una sonrisa.
La piel de Koremitsu comenzó a exhibir sudor frío.
(¡¿Qué hace una estudiante de preparatoria hablando sobre cosas como “amantes”?!)
−E-En cualquier caso, saliste con Hikaru, ¿no? ¿Cómo podrías salir ahora con su amigo?
Hikaru estaría triste.
−En realidad no me molesta, siempre y cuando Tsuyako sea feliz.

(¡CÁLLATE!)
−Hikaru me apoyará, sin importar quién sea mi novio. Siempre he sido así; después de
todo, el amor es libre.
−¡Tú también deja de decir tonterías!
−Después de todo, soy hermosa, y libero feromonas que atraen al sexo apuesto.
−¡¿Y qué?!
De verdad, se había jactado de ser hermosa. Bueno, ciertamente lo era, y, ciertamente, sí
que liberaba montones de feromonas.
−En cuanto Hikaru murió, quedé soltera, así que, día tras día, soy asediada por otros
hombres, lo cual resulta molesto. Para una mujer, ser demasiado atractiva es peligroso y
problemático; si tuviese a alguien como tú, con esa expresión salvaje, propia de un
delincuente… no, alguien con tanto carácter, sería mucho más sencillo repeler dichas
pestes.
−¡¿Eso es lo que buscas?!
Ciertamente, esa clase de hombre no podría considerarse un “novio”, sino un perro
guardián… no, un pesticida.
−Bueno, con Koremitsu haciendo guardia de cerca, es poco probable que algún
estudiante se le acerque.

(¡¿Por qué le estás dando la razón así como si nada?!)


−Estaba bromeando con respecto a ser novios.
−¡¿Y lo admites de forma tan insensible?! ¡¿Por qué bromeas de esa forma?!
−Lo siento. Tus reacciones son muy divertidas, así que no pude resistirme a jugar un
poco contigo.
Tsuyako rio por lo bajo.
−Entiendo cómo se siente.

Hikaru asintió con la cabeza.


(¡Te dije que no te entrometieses!)
−¿Ya terminaste de hablar? En ese caso, me marcho.
−Por favor, espera.
El tono de Tsuyako, por algún motivo, sonaba ansioso.
−Estoy en graves problemas.
Levantó la cabeza en dirección a Koremitsu, aún sentada en posición Seiza, y su
expresión, que antes era animada, ahora lucía sombría y frágil.
Koremitsu se detuvo en el acto, y preguntó, con tono serio:
−¿Qué ocurrió?
−¿Tsuyako?

Hikaru también lucía tenso.


Tsuyako abrazó con fuerza sus delgados hombros, mientras bajaba la cabeza. Su cabello
suelto colgaba sobre su rostro pálido, y sus labios rojos temblaban.
−No sé… qué hacer… tengo miedo, estoy preocupada… no puedo dormir durante la
noche…
−Oye…
Koremitsu se arrodilló sobre el tatami, y, con nerviosismo, se inclinó hacia adelante.
−A este paso, puede que termine destruyendo las flores que Hikaru tanto atesora.
−¿Flores?
−Akagi-kun… ¿puedes ayudarme…? Por favor, ¿puedes vigilarme, de manera que no
las destruya?
−Claro, supongo.
Koremitsu asintió con seriedad.
Tsuyako, aún cabizbaja, deslizó un formulario de papel en dirección a Koremitsu.
−En ese caso, por favor, firma en este formulario de ingreso al club.
Capítulo 2: Tenemos una cita después de clases.

−¡Bienvenido, Onii-chan!
En cuanto Koremitsu abrió la puerta y dijo “estoy de regreso”, escuchó pasos, y fue
recibido por una chica de cabello negro atado en coletas, y una gata blanca de aspecto
inteligente.
Una de ellas era Shioriko, quien hace poco se había unido a los Akagi, y Lapis, quien se
había unido a ellos antes de la primera.
La dueña original de Lapis, Yū, había mencionado que la gata no podía oír muy bien,
pero cada vez que Koremitsu regresaba a casa, aparecía de la nada; quizá, sentía los
movimientos del aire. Sin embargo, se limitaba a aparecer, y nunca intentaba saltar sobre
las personas, cosa que hace Shioriko en su lugar.
−Bienvenido, bienvenido, bienvenido.
−Oye, con una vez es suficiente, Shiiko.
Koremitsu no podía moverse, e intentó apartarla, pero ella se aferraba a él.
−Te he estado esperando por mucho tiempo~. De hecho, la cena de hoy la preparamos la
tía Koharu y yo, ¿sabías?~ Será pollo súper picante con salsa picante, mapo tofu y
pepinillos. ¡Escuché que te gustan las coas picantes, así que le agregué muchos chiles, Onii-
chan!
Shioriko levantó la cabeza en dirección a Koremitsu, hablando con una sonrisa traviesa.
Poco antes:
−Estúpido perro.
Shioriko le llamaba así, lo que resultaba un marcado contraste en comparación a la
actualidad.
Hasta ahora, Koremitsu seguía confundido, pero Shioriko se había adaptado por
completo a los Akagi y a los miembros de su familia.
−Bueno, eso me alegra, pero será inútil si tú no puedes comerlo, Shiiko. Si lo preparas
demasiado picante, estarás sollozando y gimoteando todo el rato, como la última vez que
comimos curry.
Unos días antes, Shioriko se había quejado acerca de querer comer el mismo curry que
comían Koremitsu y el resto, armando un gran alboroto. “¡Quiero comer el mismo curry
que comen los adultos!”
En cuanto Koremitsu le recordó aquel incidente, el rostro de Shioriko se ruborizó, y
comenzó a golpearle el pecho.
−N-No estaba sollozando. No estaba preparada, eso es todo. Lo probé mientras se lo
agregaba, así que estaré bien. ¡No me trates como a una niña, idiota!
Desvió el rostro hacia otro lado, furiosa.
−En fin, está muy delicioso. ¡Date prisa y báñate! ¡Después de eso, ve a comer!
En cuanto dijo eso, regresó trotando hacia la cocina.
Y los ojos índigo de Lapis miraban fijamente aquella interacción, con frialdad.
−Parece que Shiiko está mucho más alegre que antes.

Hikaru habló con su voz de siempre, calmada y gentil.


−Sí. Demasiado, en mi opinión.
−Vaya que es duro ser el hermano mayor.

−¡Deja de burlarte de mí!


−Pero supongo que está tan alegre porque estás a su lado.

−¡I-Idiota! ¡No lo hagas sonar tan cursi!


−No estás acostumbrado en lo absoluto a recibir elogios, Koremitsu.

Hikaru rio por lo bajo, y Koremitsu guardó silencio, mientras iba hecho una furia hacia
el baño, frunciendo el ceño.
−¿Y bien?
Se quitó la camisa en la sala para cambiarse, la tiró sobre la lavadora, y preguntó con
frialdad:
−Tu próximo “asunto pendiente” está relacionado con Tsuyako, ¿no es así?
El ceño fruncido de Koremitsu era lo único que se reflejaba en el espejo del lavamanos.
−Sí.

Una voz seria pudo escucharse a sus espaldas.


Koremitsu recordó la conversación que tuvo con Tsuyako en la sala del club.

−Espero que te unas al club de danza japonesa. Es mi petición.

Había dicho Tsuyako.


Mostraba una expresión traviesa. Su cuerpo tembloroso y expresión pálida parecían
haberse tratado de un acto.
−Aunque lo llamamos “club”, es problemático que yo sea el único miembro. Tendré
que abandonar esta sala si no consigo más miembros. He hecho todo lo posible por
defenderme, pero, al parecer, la presidenta del consejo estudiantil, Asai-san, me odia.

−Si te haces miembro, tendrá el efecto de ahuyentar a otros hombres. Ya mencioné que,
recientemente, he sido asediada por un acosador. Es un fastidio, para ser honesta.

−Sólo puedo pedírtelo a ti. Por favor, ayúdame al unirte al club de danza japonesa.
Sucumbiré ante el estrés si sigo preocupándome acerca de la falta de miembros y el
acosador, y puede que termine haciendo algo. Hoy mismo arranqué varias flores del patio,
aquellas flores que Hikaru tanto atesoraba…

Ciertamente, Hikaru había mencionado que las flores se estaban marchitando de forma
extraña. Aquello, por supuesto, no se había tratado simplemente de que Hikaru se
preocupase demasiado por las flores.

La voz y expresión de Tsuyako permaneció alegre, como si bromease.


Pero en cuanto mencionó arrancar las flores, Hikaru, quien había estado escuchando
desde un lado, mostró una expresión sombría, y le hizo una petición a Koremitsu con
seriedad:
−¿Te importaría unirte por ahora, Koremitsu?

Y Koremitsu no pudo hacer más que responder:


−Si es sólo por ahora…

−Tsuyako siempre ha sido buena para lidiar con sus admiradores; fundó el club de danza
japonesa en cuanto ingresó al programa afiliado de Preparatoria, y se las arregló para
manejarlo todo a la perfección. No es la clase de persona que depende de los demás.

Koremitsu se sumergió en la bañera, y Hikaru, flotando sobre él, estaba rodeado por
vapor blanco, mientras murmuraba en silencio:
−Tsuyako Udate es una dama orgullosa y elegante, que se mantiene con la frente en alto,
como las Pendula Roseas que se mecen bajo la brumosa luna.
Sonaba serio, orgulloso. Sus ojos estaban llenos de ternura.
−La tenue y borrosa luna de las noches primaverales es llamada “luna brumosa”. No
brilla con fuerza, por lo que su luz no genera sombra alguna. Aquella tenue luz es como una
fantasía efímera, una luna de belleza incomparable…

La cantante del período Heian, Chisato Ohno, se maravillaba ante ella, diciendo que no
existía nada que superase la visión de una noche de luna brumosa a mitad de primavera, y
debo decir que es una descripción muy acertada. Intenta imaginarlo, Koremitsu, cuán
atractivas resultan las Pendula Roseas mientras cuelgan bajo la tenue luz de luna.

A medida que los pétalos rojos absorben la luz de la luna, emiten una luz tenue, y los
tallos ondean en el viento, como si presumiesen de su belleza, jactándose de ser las reinas
del jardín. El tronco está arraigado con firmeza al suelo, sin titubear, pero las ramas están
curvadas de forma tan tímida, manteniendo su presencia majestuosa… esa es la clase de
flor que es Tsuyako.

Gradualmente, la expresión de Hikaru se tornaba resplandeciente, con los ojos


embriagados en éxtasis, tan orgulloso como si hablase de sí mismo, sonriendo de oreja a
oreja.
Sin embargo, su expresión alegre daba paso a la melancolía. Vio fijamente a Koremitsu,
y dijo:
−Supongo que resulta extraño que Tsuyako te haya pedido que te unas al club en este
momento. Incluso si Asa-chan quisiera recuperar la sala del club, Tsuyako nunca haría algo
así. Tiene que haber algo más.

La solemne expresión de Hikaru se acercaba al punto de la sobriedad, marcando un


enorme contraste con respecto al joven de aspecto débil que no hacía más que hablar de
flores.
(Este sujeto debió preocuparse mucho por esas chicas, todos los días, cuando seguía
con vida… debe ser duro…)

Pero Koremitsu había presenciado claramente el afecto que Hikaru había dirigido a
todas las chicas; atesoraba sus promesas con ellas, y haría lo necesario para cumplirlas, se
tratase de Aoi, Yū o Shioriko.
Por lo tanto, sin duda, debía estar preocupado por aquella elegante y sonriente senpai.
−Supongo que no tengo elección.
Koremitsu refunfuñó en medio del vapor.
−Para empezar, no tengo actividades de club. Tengo mucho tiempo libre después de
clases.
El rostro de Hikaru se iluminó de inmediato.
−¡Gracias, Koremitsu! ¡Ahora que estarás con Tsuyako, me siento aliviado!

Koremitsu sintió vergüenza y comezón en su espalda, mientras miraba aquellos ojos


repletos de confianza.
−Pero también está el asunto de Aoi. Ahora que debo manejar a dos mujeres a la vez, mi
cabeza está hecha un desastre, maldición.
¿Sería capaz de hacerlo, a pesar de no estar acostumbrado a lidiar con mujeres? Y si
Honoka se enterase, lo acusaría de infiel, sin duda.
Y entonces, Hikaru le dedicó una sonrisa elegante:
−No hay problema. Durante los últimos dos meses, tus habilidades relacionadas con
chicas deben haber mejorado mucho. Después de todo, estás recibiendo lecciones directas
de parte de este príncipe del harén.

−¡No presumas de esa forma! ¡¿Acaso lo único que haces no es hablar sobre flores?!
Koremitsu se levantó de la bañera, y replicó ante las palabras de Hikaru, justo cuando la
puerta del baño se abrió de repente.
−Cielos, Onii-chan, ¿por cuánto tiempo piensas seguir bañándote? ¡La cena estuvo lista
hace mucho!
Una impaciente Shioriko inflaba las mejillas, mientras decía aquello.
−¡Woah! ¡No entres así como así!
Koremitsu retrocedió de prisa hacia la bañera.
−Humph, ya te he visto desnudo. Aún tengo aquella vergonzosa foto tuya en mi
teléfono.
−¡¿QUÉ?! ¡¿Aún no has borrado esa foto que tomaste cuando nos conocimos?! ¡Oye,
Shiiko! ¡Entrégame el teléfono y la tarjeta de memoria!
−No quiero. Deja de parlotear y date prisa, o se la mostraré a Lapis.
Que se la enseñase a Lapis no era problema. Sin embargo, el problema yacía en que una
niña de tercer grado tuviese semejante foto en su teléfono.
−¡Espera, Shiiko! ¡Maldición! ¡Después de todo, todas las mujeres son iguales! ¡Incluso
las mocosas!
Koremitsu salió a toda prisa de la bañera, cubierto con una toalla alrededor de su cintura,
y persiguió a Shioriko, sólo para ser atrapado por Koharu poco después.
−¡Koremitsu! ¡No corras en esas fachas! ¡Tenemos a una chica en casa!
Inclusó lo golpeó con un periódico enrollado.
¡¿Por qué me golpean sólo a mí…?! –Koremitsu apretó los dientes, furioso, y Hikaru no
hizo más que sonreír con elegancia, mientras observaba la situación desde arriba.
−Mmm… parece que tus habilidades para manejar a las chicas necesitan un poco más de
práctica.


Al día siguiente, después de clases:
−Argh, ¡me retrasé por las labores de limpieza!
Koremitsu corría a toda prisa por el pasillo, mientras cargaba su bolso en el hombro.
−Y todo porque aquellos que debían trabajar contigo estaban asustados de ti, y salieron
huyendo. Sin embargo, terminaste el trabajo con mucha obediencia.

−¿Qué se suponía que hiciera? Estaba solo.


Koremitsu replicó con disgusto, y justo cuando estaba a punto de abrir la puerta que
mostraba el cartel “Club de danza japonesa”, se detuvo.
(Será problemático si se está cambiando como la vez pasada, ¿cierto?)
Primero, tocó la puerta.
Pero no obtuvo respuesta.
−Oye, voy a entrar.
Koremitsu gritó, tiró de la puerta con vacilación, y encontró a Tsuyako dentro, vestida
con kimono. Era rosado, con diseños de flores rojas por doquier. El cuello y la faja eran de
color rojo.
Su vestimenta era tan radiante como el día anterior, pero su cabello, atado cerca de su
cuello, estaba un poco despeinado, sus ojos estaban rojos, y rastros de lágrimas podían
notarse en sus mejillas.
(¿Estaba llorando?)
A Koremitsu le aterraba ver llorar a una mujer.
De pronto, su corazón se aceleró.
(¿Es porque llegué tarde? ¿Apareció el acosador? ¿Lo decía en serio?)
Hikaru también fruncía el ceño con preocupación.
Justo cuando Koremitsu se preguntaba cómo podría hablarle, Tsuyako mostró una
expresión completamente distinta, y sonrió con alegría.
Aquella vibrante sonrisa era como un campo de Pendula Roseas floreciendo al unísono,
mientras los pétalos ondeaban al viento.

−Qué bien. Ya llegaste.


Habló con alegría, como si estuviese encantada.
Koremitsu volvió a sentirse ansioso.
Tsuyako había recuperado su actitud del día anterior, y tomó las manos de Koremitsu,
mientras éste se sentía nervioso, tiró de él hacia el interior de la sala, y le habló con un tono
propio de una hermana mayor:
−En ese caso, comencemos.
−¿Eh?
−Akagi-kun, tu espalda está encorvada otra vez. No sólo tu cuello, sino toda la parte
superior de tu cuerpo, debe mantenerse erguida. Las plantas de los pies deben estar juntas.
No, no puedes levantar los tobillos tan alto. Tus brazos deben estar a unos dos puños de
distancia de tu cuerpo. Gira la cabeza… no el rostro, la cabeza. Muévela despacio y con
cuidado. De acuerdo, hagámoslo otra vez.
En aquella sala de club cubierta de tatamis, no podía oírse más que la voz animada de
Tsuyako y la respiración dificultada de Koremitsu.
−¡¿Otra vez?! ¡¿No he estado haciendo lo mismo por una hora entera?!
−Lo básico es lo más importante, tanto en los deportes como en los estudios –insistió
Tsuyako.
Koremitsu había aceptado unirse al club, al menos de momento, pero nunca esperó tener
que aprender la posición correcta para sentarse, modales básicos al saludar, y la postura
básica para estar de pie.
De vez en cuando, Tsuyako sujetaba los brazos de Koremitsu, tocaba su cuello, y lo
guiaba con claridad en su voz:
−Volviste a bajar los hombros.
−Estira el brazo.
En ocasiones, incluso lo golpeaba en los hombros o brazos con un abanico, y lo corregía
con severidad.
Koremitsu siempre había asumido que los bailes japoneses eran lentos y débiles, pero ya
estaba sin aliento, incluso antes de comenzar a bailar como tal. Sudaba a mares.
En contraste, el kimono de Tsuyako se encontraba inmaculado, mientras tocaba a
Koremitsu en los hombros y codos, con elegancia, haciéndole demostraciones.
−Así.
El cabello rojo, atado con un nudo, se mecía con suavidad junto al dobladillo de su
kimono; incluso el movimiento de sus brazos quedaban grabados en los ojos de Koremitsu,
como si de una pintura se tratase.
(Increíble).
Se sentía maravillado una y otra vez, encantado, mientras observaba.
Sin embargo, en cuanto Tsuyako se acercaba a él, una dulce fragancia le invadía,
provocándole náuseas. Se paralizaba, causándole gracia a Tsuyako, quien se burlaba de él:
−Debes inclinar el cuello.
Incluso extendía su mano hacia el rostro de Koremitsu.
(Maldición, ¿se está burlando de mí?)
Apretó los dientes, moviendo su cuerpo con cautela, mientras Hikaru flotaba con alegría
junto al techo, observándoles.
−Si Shikibu-san te viese actuando de forma tan tierna, sentiría envidia de Tsuyako, sin
duda.

(¡¿Y esto que tiene que ver con Shikibu?!)


Koremitsu recordó que Shikibu había estado frunciendo el ceño y mirándolo
furtivamente desde su asiento, ubicado junto al suyo, durante todo el día, y no pudo hacer
más que curvar los labios con disgusto.
Estaba molesto a causa de la ráfaga de mensajes que le habían enviado el día anterior,
pero también le resultaba molesto que lo mirasen fijamente el día entero. Esto le enfurecía a
sobremanera.
(¡Ya déjate de risitas, estúpido fantasma!)
Koremitsu fulminó el techo con la mirada, y Tsuyako, de inmediato, corrigió la posición
de su cuello.
−No, Akagi-kun. Debes mostrar la “mirada dorada”, no la “mirada a la luna”.
−¿Mirada dorada? ¿Qué es eso?
−Es la posición de la mirada al bailar. La mirada a la luna es alta, la mirada de campana
es volteando los ojos, la mirada plateada consiste en mirar hacia abajo, y la mirada de
bronce consiste en mirar directamente a tus pies. La mirada dorada es la más básica de
todas, mirar hacia el frente.
Tsuyako sujetó con sus manos las mejillas de Koremitsu. Se sentían sedosas y cálidas.
Muy reconfortantes.
El rostro de Koremitsu fue ajustado, y se encontró con el hermoso rostro de Tsuyako
justo frente a él, causando que su corazón se acelerase.
Con sutileza, Tsuyako entrecerró sus ojos, enmarcados por largas pestañas.
−Así es, esta es la mirada dorada.
El rostro de Koremitsu ardía, y su resistencia se desvanecía casi por completo.
−Deja de tocarme, Tsuyako.
−Senpai.
Tsuyako pellizcó la nariz de Koremitsu.
−La única persona que podría llamarme por mi nombre, siendo menor que yo, sería mi
amante. De momento, tú no lo eres, así que debes llamarme “senpai”.
−…Tsuyako…¡se-senpai!
Murmuró Koremitsu, y Tsuyako sonreía con alegría.
−Una vez más.
−Se-senpai.
Koremitsu alzó un poco la voz.
Nunca había participado en alguna actividad de club, y nunca había sido cercano con un
senpai.
Le resultaba muy vergonzoso llamarla “senpai”, y su rostro ardía.
La sonrisa en el rostro de Tsuyako se hizo más pronunciada, y cerró los ojos, mientras
decía:
−Una vez más.
−¡SENPAI! –gritó Koremitsu, alterado.
−Una vez−…
−¡YA FUE SUFICIENTE!
Tras escuchar el grito de Koremitsu, Tsuyako abrió los ojos, y soltó una risita divertida,
luciendo complacida.
−Hm, pasaste la prueba. Nunca pensé que resultaría tan reconfortante el escuchar que
una persona tan salvaje me llamase con un honorífico. Supongo que incluso podría hacerme
adicta a ello. Continúa llamándome “senpai”, ¿de acuerdo?
−Ugh.
Le resultaba imposible llamarla así, sabiendo que lo esperaba con tantas ansias.
Hikaru intentó resistir el impulso de reírse, mientras se burlaba:
−¿Por qué no me llamas senpai también? ¿O preferirías que yo te lo dijese a ti?
¿Koremitsu-senpai?

(¡Cállate, idiota!)
−Estás volviendo a hacer la “mirada a la luna”. ¿Por qué te interesa tanto el techo?
−N-No es nada. Había una mosca…
Murmuró Koremitsu con incomodidad, apartando la mirada de Hikaru.
−Estás perdiendo la concentración. ¿Qué tal si tomamos un descanso?
−Ah, claro.
−Espera un momento, prepararé un poco de té verde frío.
Koremitsu se arrodilló en el tatami, como un perro al que su amo le ordenaba esperar.
Tsuyako hirvió agua usando una tetera eléctrica, sacó un poco de hielo de la hielera,
preparó de prisa un poco de té verde frío, y lo vertió en una jarra de cristal. También sacó
un poco de Yōkan3 con nueces, cortado en finos trozos.
El té verde desprendía un aroma refrescante que humedeció la seca garganta de
Koremitsu. El Yōkan no era demasiado dulce, e incluso a Koremitsu, quien aborrecía la
comida dulce, le pareció deliciosa.
Hikaru seguía flotando ociosamente por el aire, y Tsuyako consumía su té con elegancia
frente a Koremitsu.
−Oh, sí, ¿cómo se hicieron amigos Hikaru y tú? ¿Hikaru te pidió prestado un libro,
Akagi-kun? –preguntó Tsuyako, luciendo evidentemente interesada.
−No, bueno, me preguntó si podía prestarle mi libro de Literatura Clásica, pero no había
lección de Literatura ese día.

3
Yokan es un postre de gelatina espesa hecha de pasta de alubias rojas, agar y azúcar.
−¿Eh? ¿Por qué no investigó las cosas de forma más minuciosa? Dado que esperaba
tanto ser tu amigo, debió haber investigado más a fondo. Supongo que estaba tan
emocionado por conocerte después de tanto tiempo, que lo olvidó.
Tanto Koremitsu como Hikaru se ruborizaron.
−Y entonces, ¿qué hizo Hikaru?
−Dijo que quería pedirme algo, y que quería venir a mi aula, pero nunca lo hizo. Me
estuvo acosando todo el día, incluso cuando estaba en el baño. No podía quitármelo de
encima.
−Koremitsu, puede que sea cierto, pero la forma en que lo cuentas me hace ver como un
acosador o algo por el estilo.

−No puede ser, ¿de verdad te siguió hasta el baño?


Tsuyako se rio por lo bajo, y luego soltó una risita, al parecer, divirtiéndose con aquella
historia.
−Supongo que cedí ante su persistencia.
En cuanto dijo eso, Tsuyako volvió a reírse, y dijo:
−Sí que le gustabas a Hikaru, ¿eh? Puede que fuese a causa de tu cabello.
Poco a poco, extendió su brazo hacia él, y jugueteó con su flequillo.
Esta acción causó que el corazón de Koremitsu volviese a acelerarse.
−¿El cabello?
Koremitsu preguntó, con la mente en blanco, y Tsuyako le dedicó una expresión dulce,
como si estuviese dentro de un feliz sueño.
−Sí. Hikaru se acercó a mí por primera vez porque se enamoró de mi cabello, diciendo
que era como las Pendula Roseas.
Sus labios rojos y carnosos se convirtieron en una sonrisa.
−Antes de ello, solía sentirme deprimida a causa de mi cabello, preguntándome por qué
había nacido con el cabello rojo. Sin embargo, Hikaru dijo que mi cabello era hermoso, e
incluso lo besó varias veces, en esta misma sala, inclusive…
Bajó las pestañas, mientras sonreía, y sus mejillas se enrojecieron un poco,
probablemente, mientras recordaba algo.
Aquella acción la hizo ver aún más hermosa y atractiva.
(¡Oigan! ¡¿Qué hicieron en este sala?!)
Involuntariamente, Koremitsu entró en pánico.
Hikaru también mostró una sonrisa dulce y llena de significado mientras observaba a
Tsuyako, causando que el corazón de Koremitsu se acelerase. Se sentía como si hubiese
ocurrido una escena erótica mientras toda la familia veía televisión en la sala de estar.
Tsuyako sonreía con felicidad, pero, gradualmente, su expresión dio paso a la tristeza.
Koremitsu sintió dolor en el pecho, como si hubiese presenciado algo que no debía.
(Oh, sí… creo que estaba llorando cuando llegué…)
−Eh…
Koremitsu habló con vacilación.
−¿Ocurrió algo hoy?
−¿Hm?
−Estabas llorando cuando llegué, ¿no es así?
Los ojos de Tsuyako comenzaron a palpitar.
Parecía un poco perpleja, y tras un momento de silencio, sonrió, tomando a Koremitsu
de las manos, mientras se ponía de pie.
−¿Qué te parecería tener una cita conmigo, Akagi-kun?
−¿Eh?
−Te contaré los secretos de Hikaru.
En cuanto escuchó aquello, Hikaru entró en pánico.
−¿Eh? ¡¿A qué te refieres, Tsuyako?!

−De acuerdo, en marcha.


Entrelazó su suave brazo alrededor de un nervioso Koremitsu, y salió con alegría.
−Oye, ¡¿a dónde vamos?! ¡Oye!
−Tsuyako, ¡¿de qué secreto hablas?! ¿Qué secreto mío quieres revelarle a Koremitsu?

Ambos seguían formulando preguntas, evidentemente desconcertados, pero Tsuyako


soltó una risita, y dijo:
−No tienes por qué estar tan nervioso. La primera cita es muy sana.
−Alto. ¡Suéltame!
−Tsuyako, por favor, ¡mantén el asunto del dormitorio en secreto! Y también lo del
festival cultural, lo de la góndola en el resort Tomokai, y también lo que sucedió en la
piscina del Hotel Imperial… ¡Koremitsu es bastante inflexible con respecto a esas cosas!
Hikaru sabía que no podía escucharlo, pero tenía las palmas de las manos juntas,
suplicando con honestidad.
Koremitsu sentía muchas ganas de sacudirse el brazo de Tsuyako. Sin embargo, ella no
era un rufián buscando problemas, sino una dama delicada, su “senpai”. Si reaccionaba de
forma violenta, podía lastimarla. Tras percatarse de ello, no se atrevió a mover los brazos
con brusquedad.
Los estudiantes que aún abandonaban la escuela se quedaron sin habla al ver a Tsuyako,
vestida con el kimono rosa rojizo, caminando junto a Koremitsu, de aspecto salvaje y
pelirrojo.
−¡Imposible! ¿Esa no es la Matriarca de la Luna y el rey de los delincuentes?
−¿Qué hace con ese delincuente de primer año? ¿Acaso no era la amante de Hikaru-
sama?
−¿El rey de los delincuentes se las arregló para conquistar a la Matriarca de la Luna?
¡Ahora es su amante!
Tales conversaciones podían escucharse por todas partes.
¿La “Matriarca de la Luna” era Tsuyako?
¡No soy un lolicon! ¡No soy un delincuente! ¡Y, sin duda, no recuerdo haber tenido una
amante nunca!
Koremitsu sentía un gran impulso de gritar, pero si lo hacía, volverían a surgir rumores
acerca del delincuente que perdía la cordura en el pasillo.
Pero si surgían tales rumores, aunque a Koremitsu no le importaba, ¿no resultaría
hiriente para Tsuyako?
−Oye, senpai. Esos sujetos están diciendo cosas como “amante” y demás. Creo que sería
mejor si me soltases…
Susurró Koremitsu, y Tsuyako abrió los ojos de par en par, mientras le devolvía la
mirada, antes de sonreír con gentileza:
−¿Estás preocupado por mí? Sí que eres un buen chico, pero no hay problema. Estoy
acostumbrada a ser criticada por los demás, así que no me importa.
Koremitsu estaba perplejo al escucharla decir tal cosa como si nada.
Y tras decir aquello, levantó la cara, luciendo feliz.
(¿Estará intentando hacerse la fuerte?)
A Koremitsu le resultaba deslumbrante.
−Verás, Akagi-kun, había una chica que estaba tan deslumbrada al observar a Hikaru
que dio un paso en falso y se cayó de aquellas escaleras. Hikaru quería atraparla, pero no
era lo suficientemente fuerte, y cayó junto a mí. Al final, fui yo quien tuvo que llamar a la
ambulancia.
Tsuyako soltó una risita, mientras apuntaba a las escaleras.
−Hikaru solía venir a la escuela preparatoria afiliada cuando él aún estaba en secundaria,
y hubo una ocasión en la que fue a tocar el piano en la sala de música. Muchas chicas se
acumularon allí, al punto en el que derribaron la puerta, y Hikaru fue castigado con tener
que escribir diez ensayos de reflexión: “No tocaré instrumentos musicales de forma tan
despreocupada frente a los demás”. Se deprimió mucho al respecto –dijo, mientras se reía
por lo bajo.
Y así, mientras caminaba con pasos ligeros, dijo:
−A menudo, las chicas solían obsequiarle ohagi4 y chikuzenni5 preparado por ellas,
frente a la sala de cocina. Él siempre aceptaba todo lo que le daban, y tenía que guardarlo
en el refrigerador para comerlo.
Y también:
−En ocasiones, comía tanto que le dolía el estómago, y se quejaba sobre el tatami del
club de danza japonesa. A causa de ello, tenía que prepararle medicina para el estómago
allí.
Y:
−En un día de San Valentín, se comió de golpe 12 cajas de chocolate, y sufrió una
hemorragia nasal en aquella ventana. Tanto la ventana como el piso quedaron cubiertas con
su sangre, pero él no hizo más que cubrirse el rostro con servilletas, e incluso dijo: “Me
sentiré feliz si pienso en ello como una prueba de amor. La próxima vez, no sé cuántas
cajas seré capaz de comer antes de sufrir otra hemorragia nasal. Qué emoción”. Aquello fue
muy gracioso.
Comenzó a revelar los secretos de Hikaru, uno tras otro.
Y Hikaru se ruborizaba, agitándose en el aire, mientras gritaba:
−Tsu-Tsuyako, ya fue suficiente. ¡Me estás hacienda quedar como un tonto!

Siguió parloteando en el aire, con disgusto.


Sin embargo, Tsuyako siguió recordando el pasado, con el rostro resplandeciente.
Podría decirse que, en lugar de una cita, esto era un recuento de todas las tonterías de
Hikaru.
Tsuyako estaba muy feliz al hablar sobre Hikaru.

4
Dulce hecho de arroz glutinoso.
5
Chikuzenni es un plato hecho de pollo estofado y verduras.
(Así que esta es la clase de persona a la que le gusta sonreír…)
En cuanto pensó en ello, Koremitsu sintió comezón en su pecho. Hikaru siempre le
recriminaba el ser demasiado serio, y que debía salir con alguien a quien le gustase reír.
Incluso mencionó que le encontraría a una chica así.
Ciertamente, cualquier persona se animaría al estar junto a otra persona jovial. Y en ese
caso, no le importaría incluso si todos los demás guardasen distancias de él.
−Le dije a Hikaru: “Es duro ser el príncipe de todas”, pero él sonrió mientras se llenaba
la nariz de servilletas, y respondió: “Amo a todas las flores del mundo, eso es todo”.
Entonces, escribió los nombres de las chicas, la clase a la que pertenecían, y sus
características únicas en letreros, esforzándose al máximo para memorizarlo.
−Ahh~ ¡por favor, no recuerdes nada más, Tsuyako!

Era primera vez que Koremitsu veía a Hikaru tan alterado.


De pronto, se percató de que el “Hikaru” del que hablaba Tsuyako era diferente al que
recordaban Aoi, Yū y Shioriko.
(¿Eh? ¿Tuviste una hemorragia nasal por comer demasiado chocolate? ¿Y memorizaste
los nombres de las chicas mediante carteles? Te habías jactado de que tu memoria
aumentaba diez veces cuando se trataba sobre chicas).
Koremitsu se rio disimuladamente, mientras se burlaba de Hikaru, pero no estaba
acostumbrado a sonreír, así que comenzaron a escucharse parloteos por parte de los
espectadores, tales como “qué expresión más vil la del rey de los delincuentes”, y éstos
comenzaron a guardar distancia de él.
−Hikaru es afectuoso, pero demasiado indeciso, y sí que tiene cambios de humor. Hace
las cosas a medias, y le encanta cortejar chicas, incluso varias a la vez…
Tsuyako volvió la cabeza hacia Koremitsu, sonriendo con dulzura.
Era una expresión gentil, llena de amor.
−Pero, ¿por qué todas las chicas se enamoraban de Hikaru? ¿Por qué lo amaban tanto?
¿Lo comprendes, Akagi-kun?
Continuó mirando los ojos de Koremitsu con gentileza.
−…¿Quién sabe? –murmuró Koremitsu, sintiéndose un poco nervioso.
−Porque les daba a las chicas lo que necesitaban.
−¿Lo que necesitaban?
−Palabras bonitas, emociones fascinantes, amor sincero, promesas… lo daba todo sin
contenerse. Realmente ama a todas las flores, como si las estuviese regando.
Podría ser cierto.
Hikaru les había dado todo lo que querían.
Las “promesas” de Hikaru eran necesarias para ellas.
−Tú…. ¿hiciste una “promesa” con Hikaru?
Tsuyako bajó un poco la mirada.
−Sí, hicimos una promesa muy importante.
Su voz y ojos mostraban tristeza.
Hikaru también lucía inquieto.
Y entonces, Tsuyako susurró:
−Pero la promesa que me hizo Hikaru… ya no puede ser cumplida.
Tras escuchar aquello, Koremitsu sintió que su pecho se oprimía.
En ese momento, se podía escuchar la voz de dos chicas, mientras cruzaban la esquina.

−¿Qué tal si vamos por helado después de clases, Hono? Hoy están a mitad de precio.

−De acuerdo, quiero el de chocolate amargo, con amargura extra.

Una de ellas era la compañera de Koremitsu, la representante de la clase, que usaba


trenzas en el cabello. La otra, era la chica con los ojos de aspecto feroz− ¡Honoka Shikibu!
(¡ACK!)
Koremitsu abrió los ojos de par en par, sorprendido, y Honoka también soltó una
bocanada.
El brazo de Tsuyako estaba entrelazado con el de Koremitsu.
Las cejas de Honoka, que generalmente estaban levantadas, lo hicieron aún más.
Y sus hombros temblaban.
(¡Espera, cálmate! ¡No le he hecho nada malo a Shikibu! ¡Sólo somos compañeros de
clase! ¡Incluso si me ve con otras mujeres, no tengo por qué estar ansioso…!)

Mientras Koremitsu se esforzaba para convencerse a sí mismo, Honoka lucía estupefacta


y escandalizada, gritando:
−¡I-Infiel!

Entonces, lo golpeó con la bolsa que contenía su caja de almuerzo, y se dio la vuelta,
corriendo a toda prisa.
−¡Ho-Hono! ¡Espérame!
La representante de la clase observó a Honoka y Koremitsu con vacilación, antes de
correr tras ella.
Tsuyako abrió los ojos de par en par, sorprendida, y preguntó: “¿Eh? ¿Ella es tu novia?
Imposible. ¿De verdad tienes una?
Hikaru no pudo hacer más que murmurar con simpatía: “Shikibu-san… sí que eligió un
momento inoportuno”.

−¡¿Desde cuándo soy infiel?! ¡Esa mujer violenta!


Gruñó, mientras se tocaba la adolorida cabeza.
Capítulo 3: Oye, ¿esto no es una guerra sin cuartel?

(¡Ahh! ¡¿En qué estaba pensando…!?)

Durante la noche.
Honoka se sentía completamente deprimida, mientras se recostaba sobre su escritorio.
Incluso el teléfono, de color rojo púrpura, estaba hecho a un lado.
Intentó enviarle mensajes a Koremitsu un par de veces, para luego borrarlos, y volver a
escribirlos.
(No soy su novia, y me siento celosa de otras chicas, montando un alboroto en pleno
pasillo. Michiru y esa Matriarca de la Luna también estaban ahí. Incluso tiré mi caja del
almuerzo sobre Akagi, y escapé... Argh, ¡menuda idiota!)
Inclinó el rostro sobre la mesa, mientras sacudía sus extremidades.
En cuanto vio a la senpai, la Matriarca de la Luna, entrelazando su brazo –blanco como
la nieve− con el de Koremitsu, de forma encantadora, Honoka sintió que su cabeza ardía.
Sintió que perdía la compostura.
(Estaba entrelazando su brazo con aquella famosa Matriarca de la Luna; ¡por sí solo,
eso fue demasiado repentino!)
La Matriarca de la Luna, Tsuyako Udate, poseía un status de nobleza similar al de Aoi, y
era una persona famosa, quien había aparecido en una entrevista para una revista, donde la
presentaban como una brillante novata en el círculo de Danza Japonesa.
Poseía un sedoso cabello rojo, un rostro elegante, y un cuerpo atractivo. Su sola
presencia era suficiente para atraer las miradas de aquellos que le rodeaban.
Si se encuestase a 100 personas, al menos 99 de ellas dirían que era una belleza absoluta.
Existían todo tipo de “chicas lindas” entre las estudiantes normales de preparatoria,
como Honoka. Algunas de ellas eran un poco lindas, a algunas apenas podía llamársele
lindas, y algunas sólo se veían lindas tras maquillarse. Sin embargo, no era el caso para
Tsuyako: ella poseía un nivel de belleza certificado y propio de una superestrella.
(¿Qué hace semejante belleza con Akagi?)
Antes de que ocurriese esto, Honoka había estado preocupada sobre Koremitsu y Aoi, e
incluso había publicado un comentario en un foro de consultas amorosas:
“Me siento un poco atraída hacia un chico de mi clase, pero una princesa súper
linda le pidió que fuese su novio. ¿Qué hago?
De Hono Hono”.
Normalmente, Honoka publicaba sus dulces novelas telefónicas usando su avatar de
internet, la “Princesa Púrpura”, e incluso solucionaba los líos amorosos de algunas chicas.
−C-Claro, volvamos a preguntar en el foro.
De inmediato, se levantó, y presionó el teléfono con prisa, y mientras su corazón,
prácticamente, se aferraba a la más mínima oportunidad.

“Hay una chica súper hermosa que se comporta de forma muy íntima con un chico
que me gusta.
Cuando los vi caminando con los brazos entrelazados, no pude evitar reñirle por
ser un infiel… (p>□<q*)
¿Pensará que soy molesta? 。+( °´Д`°)+。
¿Qué hago con él en el futuro?
Por Hono Hono”.
Poco después de enviar el mensaje, el rostro de Honoka se tornó rojo.
(En serio… En serio…)
Continuó girando en su silla.
−¡¿QUÉ ESTOY HACIENDO?!
Y gritó:
−¡No se supone que me comporte como una niñita tan fastidiosa! ¡Se supone que soy la
experta en el amor, la Princesa Púrpura! ¡La hermana mayor, confiable y amigable! ¡¿Qué
le pasa a esa tal Hono Hono?!
−¡AAHHHHHHHHHHHHHHHH! ¡ESTO ES VERGONZOSO! ¡YA NO ME
ATREVO A MIRAR MI TELÉFONO!

Quizá no debía volver a pensar en Koremitsu.


Cierto, ¿por qué se preocupaba por ese infiel? Había asumido que estaba completamente
concentrado en Aoi, pero tuvo un romance con una hikkikomori, un escándalo con una niña
de primaria, y, esta vez, estaba con una hermosa senpai.
−¡Esos infieles son de lo peor!
Aunque Tsuyako Udate era famosa, su reputación era mala.
Poco después de que entrase a la escuela primaria afiliada, tras cursar el jardín de niños,
fue transferida a una escuela femenina para la nobleza en Inglaterra, y poco después de su
primer año en Preparatoria, regresó de pronto a Japón.
Los rumores decían que fue expulsada a raíz de un escándalo con un chico, y circulaban
rumores de que tenía encuentros desvergonzados con Hikaru-sama en el club de danza
japonesa. Había quienes incluso decían que si se fijaba en un hombre, lo seducía, y luego se
deshacía de él cuando ya había tenido suficiente… la manera en la que se deshacía de los
demás era tan cruel como apuñar a alguien en el corazón con una sonrisa en el rostro.

(Eh, Akagi luce muy feroz, pero es muy ingenuo y no posee inmunidad alguna hacia las
chicas. ¡Caerá fácilmente en la trampa de seducción, sin duda…!)

A la mañana siguiente, Honoka seguía sentada en su asiento, con aspecto melancólico,


mientras sujetaba con fuerza su teléfono.
(¿Qué hago? ¿Le recuerdo a Akagi que sea cuidadoso con la Matriarca de la Luna?
Pero si lo hago, sin duda me odiará…)
En ese momento, Koremitsu entró por la puerta trasera, con la espalda tan encorvada
como siempre.
Michiru, la representante de la clase que se llevaba bien con Honoka, habló con timidez:
−B-Buenos días, Akagi-kun.
−…Oh –Koremitsu respondió con frialdad.
−Hoy tienes el ceño más fruncido que de costumbre, Akagi-kun, luces muy salvaje…
¡olvida lo que dije!
Michiru regresó de prisa a su asiento, y Honoka escuchaba con nerviosismo los pasos de
Koremitsu, tan fríos como su voz, y su corazón latía con fuerza.
Los pasos se detuvieron a su lado, y el sonido de un bolso siendo arrojada sobre la mesa
y una silla siendo arrastrada, pudo escucharse.
El corazón de Honoka latía de forma salvaje, como si fuese a salírsele del pecho.
(Uu… siento muchas ganas de preguntarle por qué estaba con la Matriarca de la Luna
ayer. No soy más que su compañera de clase, a quien le “gusta” un poco, y si le pregunto
si hicieron cosas pervertidas en la sala del club después de eso… no, Akagi no se dejaría
seducir tan fácilmente. Apenas rompió con Kanai-san, con Su Alteza Aoi, y ahora es el
hermano mayor de Shiiko. Nunca haría algo tan desvergonzado, pues una niña de primaria
sentiría vergüenza de él. P-Pero, aquella vez que vimos las fotos de trajes de baño, Akagi
dijo que le gustaban las chicas de senos grandes. Yo sólo tengo copa C; la Matriarca de la
Luna tiene más que mostrar si se desnudase…)
Honoka comenzó a imaginarse a aquellos dos, solos en la sala del club, Tsuyako vestida
con kimono, abriendo su arrugado cuello del kimono.
−Oye, mi ceñidor está flojo… Ayúdame a atarlo, Akagi-kun.
Mientras decía aquello, se inclinó hacia él, mientras Koremitsu entraba en pánico, con el
rostro completamente rojo.
(¡DETENTE! ¡NO TOQUES A AKAGI!)
Honoka gritó para sus adentros, y en ese instante:

−Oye.

Koremitsu, quien se suponía estaba sentado a su lado, estaba de pie junto a ella,
sorprendiéndola.
Colocó la caja de almuerzo, que ella le había arrojado el día anterior, sobre la mesa.
−Se te olvidó algo.
Sonaba y lucía muy disgustado.
Por supuesto, era natural que estuviese molesto.
−Ah, ¿l-lo recogiste por mí…?
(¡¿Por qué me estoy haciendo la tonta?! Al menos debería agradecerle, ¿no? No,
debería estarme disculpando por lo de ayer, en lugar de eso…)
−T-Te lo digo…
Sin embargo, las palabras de Honoka estaban llenas de rencor.
−Quiero advertirte, como compañera de clases. No tienes amigos, así que,
probablemente, nunca has escuchado los rumores. Te vi actuando de forma amistosa con
Tsuyako Udate.
Las cejas de Koremitsu se levantaron.
Sin embargo, Honoka no se detuvo.
Conteniendo el impulso de esconderse bajo la mesa, prosiguió:
−Es muy conocida en la escuela como la Matriarca de la Luna, pero circulan malos
rumores con respecto a ella, como que es buena manipulando a los hombres, y que se
deshace de ellos en cuanto se cansa…
Honoka sintió amargura en su boca.
Su garganta agonizaba, como si la estrangulasen.
(No, esto no era lo que quería decirle).
No quería decir cosas tan irritantes.
No quería que Koremitsu la viese en un estado tan tóxico.
−¿Te están engañando, Akagi?
Se esforzó en hacer salir la voz de su garganta.
En ese momento, Koremitsu la fulminó con la mirada, levantó la voz, y dijo:
−No digas algo sin pruebas. No eres esa clase de persona, ¿o sí?
Honoka sintió que su corazón se congelaba.
(¡Ahora Akagi me odia!)
Ella sabía que Koremitsu nunca la trataba como una chica, pero esperaba, al menos, ser
alguien en quien pudiese confiar y con quien pudiese hablar, una compañera de clases.
Sintió que las piernas le fallaban, y le invadió el impulso de llorar, furiosa ante este
cabeza hueca que no entendía sus sentimientos en lo más mínimo.
−P-Pero es culpa tuya… Habíamos acordado ir a la piscina… Yo lo hice primero…
(Así es, yo organicé una cita con Akagi antes de que Su Alteza Aoi lo hiciese. ¡Él lo
olvidó todo! Aunque Akagi sólo aceptó porque, de cierta forma, lo invité a la fuerza. Quizá
él no quiera ir en lo absoluto, pero yo lo he estado esperando con tantas ansias…)
−¿Qué estás murmurando? Si estás molesta, dilo y ya.
Koremitsu frunció el ceño.
Todas las emociones se acumularon en la garganta de Honoka, y lo atacó:
−¡¿OLVIDASTE QUE DIJE QUE ME GUSTABAS?!
En cuanto pronunció aquellas palabras, se quedó estupefacta.
¿Q-Qué estoy haciendo…?
Koremitsu tenía la boca abierta, sin habla.
Y además,
Los compañeros de clase, que se saludaban unos a otros, guardaron silencio. La buena
amiga de Honoka, la chica de anteojos y cabello trenzado, se cubría la boca con ambas
manos, atónita.
La clase quedó en completo silencio.
(¡WAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHH! ¡SOY UNA COMPLETA IDIOTA!)
Honoka estaba tan avergonzada que su rostro ardía.
−¡N-No es eso! ¡No quise decir “gustar”! ¡Para nada! ¡Quise decir “pulsar”! ¡No puedo
pulsar bien las teclas de mi teléfono!
(No me importaría si muero ahora mismo…)
Siempre había actuado como la “genial y confiable Shikibu-san”.
Pero la imagen que se había esforzado tanto en cultivar, se derrumbaba poco a poco.
En ese momento:
Una risilla pudo escucharse en las cercanías.
Tsuyako estaba de pie ante la puerta trasera.
Su rojo y brillante cabello caía sobre sus senos voluptuosos, y las puntas del mismo se
mecían con sutileza sobre su cintura.
Parecía una actriz, parada en medio de los focos, caminando con elegancia en dirección
a Koremitsu, mientras todos la observaban. Entrecerró los ojos de forma encantadora,
mientras decía:
−Gracias por defenderme, Akagi-kun.
−¿A qué te refieres?
Koremitsu frunció el ceño, probablemente sintiéndose incómodo ante la situación.
Tras presenciar esto, el corazón de Honoka se sintió aún más apenado.
Tsuyako sonrió, y dijo:
−He venido a invitarte. ¿Te gustaría venir a nuestra práctica del club durante el
almuerzo?
(¿Práctica del club? ¿Qué significa eso? ¿Acaso Akagi se unió al club de Danza
Japonesa? ¿Por la Matriarca de la Luna?)
Honoka observó a Tsuyako con atención, y le pareció increíblemente hermosa. Sus
pechos estaban fuera del alcance de Honoka.
(¡N-No estoy haciendo más que comportarme como una compañera de clases de mal
corazón!)
Se mordió los labios con ansiedad, preguntándose si debía encerrarse en el baño…
Entonces, Tsuyako se volvió en dirección a Honoka.
Mostró una sonrisa honesta, y le habló a Honoka, quien mostraba una mirada maliciosa.
−¿Te gustaría venir a visitarnos?


(¿Este desarrollo no es demasiado extraño? ¿Cómo fue que las cosas terminaron así?)

Unos días más tarde, después de la escuela…


Con la espalda encorvada, Koremitsu estaba sentado con las piernas cruzadas, en un
rincón de los tatamis.
Tsuyako estaba en medio de la sala, vistiendo un kimono azul de cuello rojo, con un
ceñidor rojo a su alrededor, bailando con elegancia con un abanico rojo; Honoka, y la
representante de la clase que usaba trenzas, la observaban boquiabiertas desde un costado,
fascinadas.
−Tsuyako-senpai es increíble…
−Sí, es muy bonita, Hono.
Unos días atrás, Honoka dijo con el ceño fruncido: “Es famosa, pero hay malos rumores
con respecto a ella”.
En cuanto Koremitsu la escuchó decir aquellas palabras –que no diría normalmente−, no
pudo evitar contradecirla, y la ruidosa declaración de Honoka hizo eco por toda el aula… la
situación era un completo lío.
Sin embargo…
−¿Te gustaría venir a visitarnos?
Tsuyako la invitó, y Honoka se dirigió a la sala del club mientras hacía pucheros,
rodeados por una atmósfera paralizante. En cuanto Tsuyako abrió su abanico carmesí y
comenzó a bailar, Honoka estaba cautivada ante ello, y observaba con la boca abierta.
En cuanto Tsuyako terminó de bailar, Honoka parecía haber salido de su trance, pues sus
hombros se estremecieron y apartó el rostro, con disgusto. Sin embargo, en cuanto Tsuyako
le hablaba, su rostro se ruborizaba, nerviosa ante ello.
En el camino de regreso al aula de clases, su rostro permaneció enrojecido, y su vista
deambulaba, mientras le hablaba a Koremitsu:
−Erm… C-Creo… que la malinterpreté.
En ese momento, Koremitsu se percató de que algo andaba mal.
Llegados a este punto, Honoka se había convertido en una fan devota de Tsuyako, y
comenzó, a menudo, a arrastrar a la representante de la clase con trenzas a la sala del club.
Tsuyako sonreía al cerrar el abanico, y ambas comenzaban a aplaudir con pasión,
corriendo en dirección a ella.
−¡Eso fue asombroso! ¡Muy asombroso, Tsuyako-senpai! ¡Ahh, fue hermoso! ¡Acabo de
buscar tu nombre en internet, y todos te elogian, diciendo que eres la “princesa roja de la
danza”! ¡Yo también me siento muy orgullosa!
−¡Y-Yo también encontré fotos de tus bailes en internet! ¡Tu cabello rojizo, en aquel
kimono blanco, lucía increíblemente hermoso!
Tanto Honoka como la representante de la clase sonaban muy emocionadas, y sus
sonrisas se pronunciaban aún más cuando Tsuyako sonreía.
−Gracias. Tengo una exhibición de danza este mes. Si tienen tiempo, me gustaría
invitarlas.
−¿Ehhhh? ¡¿En serio?! ¡Iré, sin duda!
−¡Yo también!
Ambas celebraron y gritaron, mientras movían las extremidades.
(Oigan…)
Shikibu, ¿tu actitud no ha cambiado por completo?
Siempre lucía fría y distante frente a Koremitsu, pero ahora se había vuelto conversadora
y ruidosa. Aunque ya sabía que el temperamento de las chicas era tan variable como el
clima, estaba tan impresionado ante este drástico cambio −que había presenciado en
persona− que se sentía incapaz de sentirse molesto.
Hikaru se sentó detrás de Koremitsu, con una rodilla contra su pecho, exhibiendo una
sonrisa racional, mientras hablaba con voz clara y amable:
−Después de todo, las chicas se sienten atraídas hacia otras chicas hermosas. Tsuyako y
Shikibu-san son bastante parecidas, directas, entusiastas y pragmáticas. A Tsuyako también
le gustan las chicas como Shikibu-san, así que es natural que se entiendan la una a la otra.

−¿En serio…? No entiendo para nada a las mujeres.


Koremitsu se preocupó cuando Tsuyako invitó a Honoka, preguntándose lo que pasaría.
Sin embargo, quedó estupefacto al percatarse de que se llevaban tan bien.
Hasta el día de hoy, el acosador que Tsuyako había mencionado seguía sin aparecer, y
había estado llevando una vida bastante tranquila, día tras día.
(Me pidió ayuda, pero no parece que pueda ayudarla con nada).
Dijo que tenía problemas, que no sabía qué hacer, que si seguía así, las flores que Hikaru
atesoraba tanto podrían terminar destrozadas, y le pidió a Koremitsu que la vigilase.
¿Acaso aquello no había sido más que una simple excusa para hacerlo unirse al club de
danza japonesa?
Koremitsu volvió a girarse para mirar a su amigo.
Hikaru estaba sentado con calma, con las piernas aún levantadas, manteniendo aquella
posición incluso cuando Tsuyako estaba bailando, observándola con alegría, con los ojos
entrecerrados.
Aquella profunda mirada parecía amar cada uno de los movimientos de sus manos, cada
uno de los giros que daba su cuello mientras bailaba, queriendo sostenerla entre sus brazos.
−…
En el camino a casa, después de su cita con Tsuyako en la escuela, Koremitsu y Hikaru
transitaban el camino de tierra, bajo el ocaso.

−¿Cuál es tu promesa con esa senpai?


Koremitsu recordó la pregunta que le había hecho a Hikaru.
Los hombros de Hikaru se estremecieron, con aspecto sombrío.
Y entonces, respondió, con voz ronca:

−La próxima vez que Tsuyako baile, estaré entre el público, aplaudiendo más fuerte que
nadie más.

Los delgados cabellos, que caían sobre las pálidas mejillas, ondeaban con debilidad, y su
cuello y hombros descendieron con debilidad.
La hierba, que yacía junto al camino, ondeaba con tristeza, como si reflejase los
sentimientos de Hikaru.
La voz de Koremitsu también se tornó ronca.

−Bueno… ya no puedes hacerlo. Estás muerto.

−Sí…

−¿Qué hacemos?

−Sí, ¿qué hacemos…?

Después de eso, ninguno de los dos volvió a hablar.


Hikaru solía decir que el baile de Tsuyako era único.
Le prometió que, siempre que subiese a bailar en el escenario, él estaría entre la
audiencia, maravillándose ante ella. Sin duda, aquellos eran sus verdaderos pensamientos.
Pero aquella promesa nunca sería cumplida.
Ni siquiera Koremitsu podría cumplirla en su lugar.
Seguramente, Tsuyako esperaba que Hikaru observase su actuación en persona.
No tenía sentido que alguien más lo reemplazase.
(¿Qué hacemos… Hikaru…?)
Mientras preguntaba en silencio, Koremitsu albergaba sentimientos amargos.
Tsuyako, Honoka y Michiru charlaban con alegría, y mientras Hikaru las observaba con
gentileza, su expresión lucía frágil.
Tsuyako parecía guiar a la pareja en cuanto a sus movimientos de baile, mientras se
paraba junto a Michiru. En ocasiones, levantaba el brazo de esta última, o giraba su cuello,
causando que Michiru se sonrojase, mientras seguía sus indicaciones.
En ese momento, Hikaru habló con sutileza, con una voz cálida, pero triste.
Parecía haber percibido la melancolía en el corazón de Koremitsu.
−Koremitsu, yo… espero que Tsuyako pueda seguir bailando, pues su baile es único…
cuando baila, luce como las Pendula Roseas.

Aquel tono implorante apuñaló a Koremitsu en el corazón.


Hikaru y él no podían hacer más que rogar.
(No me dijo por qué estaba llorando, y luce tan feliz… sonriendo cada vez que habla
sobre Hikaru…)
Probablemente, Tsuyako era lo suficientemente fuerte para aceptar que la promesa no
podía ser cumplida.
En ese caso, puede que la razón por la que trajo a Koremitsu al club de danza japonesa
fuese, simplemente, para hablar con el amigo de Hikaru, tal como lo había dicho Hikaru.
Probablemente, la cita que había tenido con Koremitsu en la escuela tenía como objetivo
recordar los lugares donde había creado recuerdos junto a Hikaru, para lamentar la pérdida
de su amante fallecido…
(Realmente no entiendo lo que piensan las mujeres…)
Si Tsuyako realmente lo deseaba, Koremitsu podía acompañarla todos los días a la sala
del club, hasta el día en el que pudiese desprenderse del recuerdo de Hikaru.
(Al principio, no me gustaba llamarla “senpai”, pero supongo que ya me acostumbré…)
En lugar de eso, se sentía feliz de tener a alguien a quien llamar “senpai”, y de tener un
lugar para él.
Pues siempre había estado solo, y nunca se había unido a un club…
Aquella noción era demasiado vergonzosa, así que nunca se lo contó a Hikaru.
En ese momento, Honoka caminó en dirección a Koremitsu, y se sentó a su lado, en
silencio.
(Ack…)
Koremitsu se tensó por completo.
Honoka hizo un puchero, y colocó sus rodillas contra su pecho, abrazándolas. Tras un
momento de silencio, murmuró:
−…Perdona por causarte problemas últimamente.
−…No pasa nada. Puede que mi actitud tampoco fuese la correcta.
Tsuyako seguía guiando a Michiru en su baile. Michiru estaba siendo sujetada desde
atrás, y sus trenzas se mecían con frenesí.
−Estaba equivocada. Tsuyako-senpai es hermosa, sin importar si camina o está sentada,
todo lo que hace es hermoso. Cuando baila, es como un ser celestial, a diferencia de
nosotros, simples estudiantes de preparatoria. Es tan alegre, directa. La admiro mucho,
quiero ser como ella.
−¿En serio? Eres igual a ella, ¿sabías?
Koremitsu habló según la opinión de Hikaru.
−No, en serio, no soy como ella. ¡Está a un nivel completamente distinto al mío!
Honoka posó sus manos sobre sus mejillas, luciendo alterada.
Y entonces, sonrió con alegría.
−Sé que una persona tan maravillosa jamás se enamoraría de ti. Ya estoy tranquila.
Su expresión renovada parecía haber sido limpiada por completo, y no mostraba signo
alguno de rencor, mientras parecía expresar sus pensamientos sinceros.
−¡¿Qué quieres decir con eso?! –gruñó Koremitsu.
Tras espiar su conversación, Hikaru se rio por lo bajo.
−Es grandioso que Shikibu-san finalmente haya entendido, Koremitsu. Ahora tu relación
con ella está tan bien como antes.

(¡SÍ, CLARO!)
−¿Te estás burlando de mí o algo por el estilo?
−Para nada. Estoy diciendo la verdad.
−¡¿Eso no es peor?!
−¡Deja de gritarme al oído!
−¡¿Acaso no es culpa tuya?!
Mientras seguían discutiendo, Tsuyako intervino de repente:
−Oh ho, menuda relación la que tienen ahí.
Ambos se volvieron, y se percataron de que tanto Tsuyako como Michiru ya estaban
frente a ellos, observando.
Tsuyako se inclinó hacia adelante, dedicándoles una sonrisa burlona, como una hermana
mayor. Los ojos de Michiru se abrieron de par en par detrás de los anteojos, luciendo en
completo pánico.
−¡H-Ho-Ho-Ho-Ho-Hono! Akagi-kun y tú son…
−¡¿Qué estás diciendo, Michiru?! ¡Ya dije que no es así! ¡¿Cómo podría tener algo con
este delincuente?!

El rostro de Honoka se tornó completamente rojo, mientras exclamaba aquello.


Y entonces, Tsuyako se burló de ella:
−¿En serio? ¿No estás saliendo con Akagi-kun, Shikibu-san? Lucen muy compatibles el
uno con el otro, así que pensé que tenía razón.
−!!
Los ojos de Honoka se abrieron de par en par, incapaz de decir una palabra.
Koremitsu también se estremeció.
−¡Q-Qué estúpido! ¡No es así, senpai! Shikibu y yo no somos más que compañeros…
−¡C-C-C-C-Cierto! ¡Te equivocas, Tsuyako-senpai!
−Uuh… Hono…
−¡¿Por qué me miras con tanta sospecha, Michiru?! ¿Por qué retrocedes? ¡No esa sí, de
verdad!
−Sí, en aquella ocasión, Shikibu-san estaba hablando acerca de “pulsar”.
−…!
Honoka se sintió incapaz de decir algo, al recibir semejante broma. Entonces, Tsuyako
se inclinó hacia su oído, y susurró:
−La próxima vez, cuéntame acerca de ese “pulsar”. No se lo contaré a Akagi-kun.
−¡T-Tsuyako-senpai…! ¡Eso es…!
Mientras Tsuyako sonreía, el rostro de Honoka estaba completamente rojo.
−¿Qué están murmurando…?
−Sólo un par de palabras susurradas entre chicas. ¿No es así, Shikibu-san?
−P-Pues…
Tsuyako se rio por lo bajo, mientras observaba con gentileza cómo Honoka jugueteaba
con sus dedos a causa del nerviosismo.
Aquella sonrisa honesta e inocente era exactamente igual a la de Hikaru, quien flotaba
junto a Koremitsu, sonriendo.
¿Los amantes son similares incluso en eso? ¿O quizá, a causa de ser tan parecidos en
ese aspecto, fue que se llevaron tan bien?
Bueno, no importa. Hikaru tiene tantas amantes como flores hay en el mundo. No vale
la pena pensar en ello.
En ese momento, la puerta de la sala se abrió.
Afuera, había una persona con cabello negro y suelto, con un lazo blanco atado a él.

(¿Eh…? ¿Aoi?)

Koremitsu quedó perplejo en cuanto vio, afuera, a aquella delicada princesa.


La mirada de Aoi deambulaba, con aspecto tímido. Sin embargo, en cuanto vio a
Koremitsu, su expresión se relajó un poco, luciendo aliviada.
Junto a Koremitsu, se encontraba Honoka, cuyos hombros se estremecieron un poco, con
aspecto tenso.
−¿Qué sucede, Aoi?
Koremitsu caminó hacia la puerta, y Aoi vaciló por un momento, con el rostro
ruborizado, antes de hablar con nerviosismo:
−Quiero hablarte con respecto a mañana… Te llamé por teléfono, pero no me
respondiste…
−Ah, lo siento, mi teléfono está en el bolso, así que no me percaté.
−No, está bien. Yo soy quien debería disculparse. No debí haber venido a buscarte aquí.
Aoi hizo una profunda reverencia, mientras su cabello negro y suelto ondeaba al compás
de su postura.
Sin embargo, en cuanto levantó su rostro, propio de un hada, lució evidentemente tensa.
Con aspecto duro, fulminó con la mirada en dirección a la espalda de Koremitsu.
(¿Qué? ¿Qué le sucede?)
Koremitsu se volvió, y se percató de que Tsuyako caminaba en dirección a ellos, con la
expresión tan tensa como la de Aoi.
(¿Eh? ¿Por qué se miran fijamente la una a la otra?)
Hikaru suspiró en cuanto se percató de ello, y no pudo hacer más que cubrirse el rostro
con la mano, vacilante.
En cuanto Koremitsu se percató de lo bizarro de la situación, Tsuyako ya había mostrado
una sonrisa rígida, diciendo:
−…Cuánto tiempo, Aoi-san. No nos veíamos desde el funeral de Hikaru.
Sus ojos y labios sonreían, pero no parecía que ella lo estuviese haciendo; incluso su voz
sonaba severa.
Aoi permaneció en silencio, mientras le devolvía la mala cara; parecía negarse a saludar
a su interlocutora.
La voz de Tsuyako sonaba un poco agitada:
−En aquel entonces, no lucías muy bien, pero ahora te ves bastante animada. Me alegra.
De pronto, el rostro de Aoi enrojeció de la ira.
−¡No tienes que preocuparte por mí! ¡Aún no te he perdonado! ¡Te despreciaré por
siempre!
−¡Oye! ¡Aoi!
Koremitsu quedó estupefacto, pues tales palabras no eran algo que podían decirse a la
ligera.
Honoka y Michiru también estaban impactadas.
Aoi apretó los puños, y su pequeño cuerpo se estremeció mientras respiraba profundo
para contener su rabia. Entonces, dio la espalda para marcharse.
−¡Espera, Aoi! ¡Lo siento, senpai, tengo que irme!
−Está bien… acompaña a Aoi-san. Sigue siendo una niña, puede que necesite un poco
de tiempo para recuperar la compostura.
Tsuyako parecía intentar demostrar que se estaba conteniendo, mientras hablaba con voz
monótona, y Aoi, tras escucharla, replicó:
−¡No soy una niña! ¡Nací primero que tú!
−Sí, entre nosotras tres, incluyendo a Asai-san, eres la mayor, Aoi-san… pero también
eres la menos alta.
−Por favor, Tsuyako, no digas nada más. Aoi-san siempre ha sido muy sensible en
cuanto a su altura. ¡Koremitsu, ve tras ella!

Hikaru parecía aletargado, y frunció el ceño.


Koremitsu tomó su bolso y fue tras Aoi.
Cuando pasó frente a Honoka, se percató de que se mordía los labios de forma solitaria.
Tras haberse reconciliado después de tantos problemas, ¿volvería a armar una escena?
Koremitsu se sintió perplejo ante aquello, pero primero debía encargarse de Aoi.
−Nos vemos luego, Akagi-kun.
Tsuyako se paró junto a la puerta, con expresión madura, despidiéndose con la mano, de
forma silenciosa.

−¡Oye, Aoi! ¡¿Qué te sucede?!


Koremitsu jadeaba, mientras alcanzaba a Aoi, quien estaba a punto de bajar las
escaleras. Aoi se mordió los labios, luciendo lista para romper en llanto, mientras replicaba
con furia:
−Puedes darte cuenta, ¿no? ¡Odio a Tsuyako-san!
En cuanto la escuchó decir eso con lágrimas en los ojos, Koremitsu se encontró en un
dilema.
−Ah… sí… supongo…
Reflexionando al respecto, Aoi estaba comprometida con Hikaru, y aun así, Tsuyako
tuvo un romance con él, proclamándose como su “amante” sin vergüenza alguna.
Naturalmente, Aoi jamás hubiese tolerado tal comportamiento de Tsuyako mientras Hikaru
seguía con vida.
(Hikaru tuvo muchas novias, pero, por algún motivo, Aoi parece odiar de verdad a
senpai…)
Los hombros de Aoi se estremecieron, mientras gritaba:
−¡Tsuyako-san estaba comprometida con el hermano mayor de Hikaru! Y tuvo un
romance con Hikaru…
(¡¿Qué?!)
Koremitsu se volvió en dirección a Hikaru, y encontró a este último juntando las manos,
como si pidiese perdón.
(¡¿Por qué te disculpas, bastardo?! ¡¿Admites que tuviste un romance con la prometida
de tu hermano?!)
−Tsuyako-san fue transferida a un internado en Inglaterra cuando cursaba segundo
grado, y… tuvo un encuentro con Hikaru en el dormitorio, aunque estaba prohibida la
entrada a los hombres. Casualmente, un profesor lo presenció, y a causa de ello, ¡terminó
siendo expulsada!
(¿Un encuentro en el dormitorio?)
Con el rostro completamente rojo, Aoi prosiguió:
−La primavera pasada, regresó a Japón, y su compromiso con el hermano de Hikaru se
canceló. Ella siguió saliendo con Hikaru, y en la pista de caballos del resort, durante la
Golden Week, ¡besó a Hikaru frente a todos!
(Ugh… ¡¡¡¡¡¡HIKARU!!!!!!)
Basándose en lo que otros y el mismo Hikaru habían dicho, Koremitsu ya sabía que
Hikaru era un príncipe del harén sin ninguna clase de límite.
Sin embargo, descubrió que Hikaru nunca había hecho nada con Yū, nunca se había
atrevido a besar a Aoi, su prometida, por miedo a resultar fastidioso, y actuó como alguna
clase de padre incompetente para Shioriko, una estudiante de primaria. A causa de ello, su
opinión de Hikaru había cambiado un poco, llegando a pensar que, tal vez, el hecho de que
Hikaru no tuviese límites no era más que un malentendido, y que era una persona decente.
(¡¿Y te encontraste con una chica en un dormitorio, donde los hombres tienen prohibida
la entrada?! ¡Eres la escoria de los hombres japoneses! ¿Y seguiste saliendo con ella
después de eso? ¿Qué clase de pensamiento enfermo es ese? ¡¿No te sientes mal por tu
hermano y Aoi?! ¡¿Así que te quedabas solo con senpai en la sala del club de danza
japonesa para hacer tus tonterías?! Tōjō mencionó que habías besado a una chica
mientras ibas a caballo, esa era senpai, ¡¿cierto?!)
Las venas de Koremitsu palpitaban, mientras apretaba los dientes, y levantaba sus cejas
en dirección a Hikaru.
Con vacilación, Hikaru retrocedió poco a poco.
−Ko-Koremitsu, me estás asustando. ¡Qué expresión más vil! ¡Asustarás a Aoi-san! ¡Sé
amable!

(¡NO USES A AOI COMO ESCUDO, PRÍNCIPE DEL HARÉN DE PACOTILLA!)


La ardiente furia de Koremitsu no podía negarse.
Aoi tampoco podía controlar su ira, mientras seguía atacando verbalmente, angustiada:
−¡Hikaru murió en el río poco después, y no puedo perdonar a Tsuyako-san cuando
pienso en que obtuvo el último beso de Hikaru!
Su declaración y expresión parecieron haber roto el corazón de Hkaru, pues cada vez
que Aoi hablaba, éste no hacía más que soltar quejidos.
−Tsuyako-san también me odia. Me ha molestado desde niñas, y vino deliberadamente
hasta mi jardín…
Aoi lucía muy agitada, y tras hablar hasta ese punto, se detuvo de pronto.
Parecía que, de pronto, había recordado el término “sentirse avergonzado”, y sus cejas
bajaron ligeramente, exhibiendo una expresión frágil.
−L-Lo siento… comencé a quejarme sin parar… Es sólo que me sentí inquieta cuando
escuché que Tsuyako-san había entrelazado brazos contigo en la escuela y te había invitado
al club de danza japonesa… Pensé que serías atraído por ella, así que vine a comprobar la
situación. Quería enfrentarla con calma… pero cuando la veo, todos los recuerdos del
pasado aparecen en mi mente, así que no lo pude evitar… e-es muy vergonzoso. Sin duda,
te parezco molesta, ¿no es así?
Aoi se cubrió el rostro con las manos, mientras se giraba.
(¿Y ahora qué se supone que haga?)
La única persona a la que Koremitsu podía pedirle ayuda, se había retirado a causa del
sentimiento extremo de culpa. Todo esto había ocurrido por culpa de esa persona.
Naturalmente, Koremitsu no podía pedirle ayuda, y tampoco quería hacerlo.
En cuanto se percató de que Aoi adquiría un aspecto abatido, habló sin pensar,
queriendo animarla:
−¡Yo nunca engañaré a nadie! ¡Soy fiel!
Aoi se volvió, sorprendida.
Sus ojos se abrieron de par en par, y su boca se abrió un poco.
−E-Erm…
Y se escuchó una voz estupefacta.
Hikaru también estaba atónito, al punto de librarse de su depresión.
(¿Eh? ¿Dije algo malo?)
Pero eso era lo que realmente pensaba.
Sabía que Hikaru tenía sus problemas, que Hikaru había amado de verdad a cada flor, a
cada chica.
También sabía que Hikaru deambulaba en la tierra para cumplir las promesas que había
hecho con todas las chicas.
Pero aun así… no podía aceptar el hecho de que Hikaru hubiese salido con tantas chicas
a la vez, y él estaba decidido a salir con una sola chica.
Finalmente, Aoi logró respirar con normalidad, mientras sus labios color coral exhalaron
ligeramente. Se colocó una mano frente al pecho, le lanzó una mirada furtiva a Koremitsu,
mientras bajaba la mirada, y tartamudeó:
−P-Pero… llamaste “senpai” a Tsuyako-san… debes llevarte bien con ella…
−¿Quieres que te llame así también? En ese caso, te llamaré así, Aoi-senpai.
−Eh, bueno, eso es…
Parecía tener sentimientos encontrados, y reflexionó por unos segundos.
−…C-Creo que es mejor si me llamas… Aoi, a secas.
Aoi susurró con timidez.
(¿Hm? ¿Por qué está tan tímida? ¿Qué le pasa?)
Koremitsu parecía infectado por su timidez, y ambos guardaron silencio, mirando hacia
abajo, con incomodidad, por un buen rato.
−Erm… vámonos a casa. Te acompañaré.
Con aspecto tímido, pero completamente feliz, Aoi respondió:
−Bien.
Detrás de Koremitsu, Hikaru refunfuñó:
−Después de todo, no soy más que un inútil príncipe del harén. Aoi-san me riñó
infinidad de veces. Me odia por ser deshonesto.

La pareja comenzó a caminar hacia la parada de autobús que estaba a tres paradas de
distancia de la que Aoi solía abordar.
Aoi caminaba despacio, y Koremitsu tuvo que ser cuidadoso para desacelerar el paso y
coincidir con el de ella.
Hikaru lucía tan aletargado como siempre, mientras les seguía, con los hombros caídos.
Lucía tan sombrío como un fantasma (aunque lo era), y ocasionalmente decía: “me
odian”. Era suficiente para perturbar incluso a Koremitsu.
−Erm, Asa-chan asistirá mañana a una reunión de administración de empresas, así que
no podrá asistir a la fiesta del jardín… Puedo hablar más allí.
−Oh, eso es grandioso. Sería problemático si Saiga estuviese allí.
−A decir verdad, Asa-chan no es una persona de mal corazón.
−¿En serio?
Koremitsu preguntó, escéptico.
−Le gusta coleccionar fotos de animales, y sueles ir a ver películas conmovedoras.
Cuando le pregunto, no me permite que la acompañe; supongo que se debe a que no quiere
que la vea llorando.
(¡¿Esa Asai Saiga, con su rostro inexpresivo, llorando como un bebé al ver una
película?!)
¡IMPOSIBLE! –Koremitsu replicó en silencio.
(Aunque sí que ayudó cuando Shiiko estaba en problemas, y Hikaru suele defenderla.
Quizá, si tenga sus virtudes).
Entonces, abordó el bus junto a Aoi, y la acompañó a casa.
Aoi se detuvo frente a su casa, sonriendo, mientras decía:
−Por favor, cuídame mañana.

Y Hikaru…
−Koremitsu, sí que tienes química con Aoi-san. ¿Les molesta mi presencia? ¿Debería
ascender más rápido al otro mundo?

Evidentemente, estaba afectado por todo lo que había ocurrido.


(¡¡¡AKAGI ES UN IDIOTA!!!)
El sol se ocultaba, y Honoka presionaba las teclas de su teléfono, furiosa, mientras
caminaba por la calle.

“Hola, Princesa Púrpura.


Soy la “Cinnamon Roll” que te habló acerca de T, miembro del club de balonmano
al que pertenezco.
Gracias a tu sugerencia, mi relación con él ha mejorado, y ahora regresamos a casa
juntos después de nuestras actividades del club. Actualmente, no somos más que
amigos en el club, pero quiero confesarme durante el campamento de verano.
Pero, recientemente, hay una chica que dibuja en un rincón de la escuela. Aquella
chica luce muy tímida, como una princesa, y es muy linda. Todos los hombres están
emocionadísimos, diciendo que la chica los miraba.
T parece sentirse atraído hacia ella, e incluso me dijo: „¿Qué hago si se me confiesa
de la nada?‟. ¿Eso significa que ya no tengo esperanzas?
Por favor, dame algunas sugerencias, Princesa Púrpura”.

Honoka se apresuró a presionar las teclas, respondiendo las preguntas que inundaban su
tablón de mensajes.

“Hola, Cinnamon Roll.


¡Ya es un gran avance que seas capaz de regresar a casa con T!
¡Lo lograste! \(^∇^)/
Sé que te preocupa la chica que no para de dibujar, pero los chicos siempre
admiran a esas chicas hermosas que son difíciles de obtener.
¡No te preocupes! Al final, T te elegirá a ti, una chica linda cuyos intereses son
iguales a los suyos. ¡Esa eres tú, Cinnamon Roll!
Puedes intentar llamar su atención al decir algo como: “Me sentiré contrariada si
esa chica se te confiesa…”
¡Aunque lo más importante es que lo digas de forma descuidada! ¡El corazón de T
se acelerará a causa de ello!
¡Esfuérzate, Cinnamon Roll! ¡Espero con ansias escuchar buenas noticias de tu
parte! y (`-゜)y”

(Así es, será difícil obtener a una chica inalcanzable. Resulta más sencillo llevarse bien
con una chica a la que es fácil acercarse, y que también gusta de ti).
En cuanto envió el mensaje, Honoka sintió que le dolía el pecho.
(Akagi no entiende nada…)
Se sintió tan impactada cuando vio a Aoi en el club de danza japonesa, que olvidó
respirar.
Aoi miraba dentro de la sala con inquietud, y la forma en que sonrió cuando lo encontró
fue muy adorable.
Era la prometida de Hikaru-sama, apodada como “Su Alteza”, y era una verdadera
princesa entre todos los nobles de la escuela. Poseía un aspecto puro y adorable, pero era
debido a su pureza que a otros les resultaba difícil acercársele.
Nunca esperó que Aoi mostrase una expresión tan aliviada y gentil.
(Cualquier chico caería rendido a los pies de una chica que los mira con tanta
confianza. Sin duda, Akagi también…)
Fue muy inesperado escucharla decir semejantes cosas sobre Tsuyako, pero pensándolo
bien, era razonable. Aoi había sido la prometida de Hikaru, y Tsuyako se declaraba, sin
vergüenza alguna, como la amante de Hikaru. Era natural que Aoi no se llevase bien con
ella.
Después de que Aoi saliese hecha una furia de la sala, Koremitsu se apresuró a
perseguirla, sin mirar a Honoka.
−…Después de todo, a Akagi sí le gusta Su Alteza Aoi… incluso tras haber sido
rechazado por ella… debió gustarle mucho…
Los pensamientos de Honoka se hacían más pesimistas, y se abofeteó ella misma.
−Suficiente. ¡Me estoy comportando de forma molesta otra vez! ¡No pienses en Akagi!
Tengo que dejar de pensar en él.
Se reprendió a sí misma al decir aquello, pero, de inmediato, pensó:
(Akagi y Su Alteza Aoi… ¿a dónde irán mañana?)
El dolor en su pecho aumentó.
En ese momento, su teléfono sonó.
−Argh, ¿ahora quién llama?
En cuanto vio quién llamaba, se sintió más furiosa.
−¿Qué?
El tono de Honoka no era agradable en lo más mínimo, pero a la persona que la
molestaba con su llamada no le importó.
−Ah, ¿habla Shikibu-san~? Soy Hiina Oumi, del club de noticias, y estoy aquí para
ayudar a las chicas en problemas~. Tengo información que Shikibu-san, quien está
perdidamente enamorada, querrá~.
En realidad, en cuanto Honoka escuchó aquellas rápidas burlas, tuvo intenciones de
colgar la llamada.
Pero antes de poder hacerlo, Hiina habló primero:
−¿Estás interesada en un trabajo a medio tiempo, Shikibu-san?
Capítulo 4: La doncella de pie entre las flores que caen.

−Oye, ¿estoy mal vestido o algo así? ¿Debí tomar prestado el haori6 del abuelo?
Aquella noche, durante la fiesta en el jardín.
Koremitsu encorvaba la espalda, mientras deambulaba por el jardín del conocido de Aoi,
luciendo evidentemente perdido.
−Un haori lo haría ver como una reunión formal; dado que eres un estudiante, con el
uniforme bastará. Además, el uniforme de la Academia Heian también es bonito –le animó
Hikaru.
Pero aunque Hikaru dijese eso, Koremitsu no veía más que adultos vestidos con trajes
costosos o kimonos; no veía a nadie más vestido con el uniforme escolar.
Este jardín de estilo inglés era amplio, tanto que era difícil pensar que era parte de la
casa de una persona. La iluminación era tan buena como si fuese mediodía, y habían unas
cuantas mesas con manteles blancos, con platos de pato rostizado y carne de res dispuestos
sobre bandejas de plata, con chefs profesionales para cortarlos.
Aoi había dicho que se trataba de una fiesta casual donde todos estaban de pie y comían,
así que Koremitsu imaginó que sería como una barbacoa junto al mar o al puesto de
comida, pero no era así.
Las meseras vestían camisas blancas, chalecos negros, y faldas apretadas, mientras iban
de aquí para allá con bandejas de plata encima, sirviendo copas de champaña.
(No pertenezco a este mundo. Quiero irme a casa~).
−Koremitsu, no entres en pánico. Tan solo actúa como siempre y levanta tus cejas,
muestra esa expresión rígida, y esa mirada de “te mataré si te atreves a menospreciarme”.

(¡Entonces no sería diferente a un delincuente!)


Probablemente, Hikaru estaba acostumbrado a tales situaciones, y, por lo tanto, era
incapaz de comprender por qué Koremitsu estaba tan inquieto.
(¡Por supuesto, era de esperarse de un Principito con suficiente dinero del cambio para
comprarle una casa a una niña de primaria!)
Por cierto, cuando Koremitsu salió de casa, Shioriko lo fastidió: “¿A dónde vas? No
debes salir a jugar a estas horas. ¡Te acompañaré!”
(Qué bueno que no haya venido).

6
El Haori es una chaqueta tradicional japonesa que cae a la altura de la cadera o los muslos, de forma similar
a un kimono.
Koremitsu estaba tan preocupado que no podría soportar el tener que hacerse cargo de su
“hermana menor”.
−¿Dónde está Aoi?
Miró alrededor, y se dirigió, inconscientemente, a un lugar con menos gente.

−Akagi-kun.

Una persona lo llamó con voz suave.


Tsuyako estaba de pie en un rincón tenuemente iluminado, vestida con un kimono de
mangas largas, de color rojo y diseño floral, y un ceñidor carmesí. Una porción de su
brillante cabello rojo estaba atado, mientras el resto caía con naturalidad.
La tenue luz de la luna se reflejaba sobre su cabello y mangas rojas: una escena
radiantemente atrayente.
−Senpai, ¿qué haces aquí?
−¿Buscas a Aoi-san?
Tsuyako reveló su rostro, que lucía más blanco de lo normal, y sonrió en silencio.
−Sí.
Nunca espero que Tsuyako asistiese a la fiesta en el jardín, y tal cosa era mucho peor
que encontrarse con Asai en este lugar.
Recordó la discusión que había ocurrido el día anterior en la sala del club, y tras
imaginar lo que podría pasar si ambas se encontraban, sintió que se le revolvía el estómago.
En ese momento, Hikaru murmuró con voz rígida: “Koremitsu”.

Koremitsu desvió la mirada, y se percató de que Hikaru observaba los pies de Tsuyako,
con una mirada paralizada, horrorizada.
Koremitsu también se sintió impactado al ver las flores rojas esparcidas por los
alrededores, causando lástima. Había flores enteras y pétalos cortados, asemejándose a un
rastro de sangre cuando se mostraba bajo la tenue luz lunar.
Sintió que su cuello y hombros se endurecían, aumentando el peso sobre él, sintiendo un
escalofrío que le alcanzaba el corazón.
Su mirada, poco a poco, comenzó a subir desde los pies de Tsuyako hasta su cintura, y
de sus rodillas a su pecho. En ese momento, se percató de que los árboles Lagerstroemia
que crecían a espaldas de Tsuyako, habían perdido todas sus flores.
(¿Ella lo hizo? Las flores a sus pies son…)
Un nuevo escalofrío recorrió la columna de Koremitsu.
Tsuyako sí había dicho que había sido ella quien había cortado las flores en el jardín de
la escuela.
Y que lo había hecho en un momento de impulso, a causa de la soledad y ansiedad.
En ese momento, su tono era alegre y despreocupado, sonando como una broma.
¿Pero acaso lo que había dicho era cierto?
−No puedes marcharte.
Un par de manos heladas sujetaron el brazo de Koremitsu.
Sus ojos lucían sin vida, rodeados de niebla, como una luna sombría. Koremitsu
observaba la escena, sintiendo miedo.

–Estoy en graves problemas.

Sus ojos tenían el mismo aspecto borroso cuando detuvo a Koremitsu en la sala del club.

–A este paso, puede que termine destruyendo las flores que Hikaru tanto atesora.

Bajó la cabeza, con el cabello rojo esparcido sobre su rostro, sus labios temblaban
mientras abrazaba sus hombros.
¿Acaso aquello no había sido sólo un acto?

−Akagi-kun… ¿puedes ayudarme…? Por favor, ¿puedes vigilarme, de manera que no


las destruya?

¿Aquella voz angustiada era real?


Tsuyako le hablaba a un Koremitsu inmóvil y atónito, con voz monótona:
−Quédate conmigo. No vayas con Aoi-san. Si lo haces, “podaré” flores como ella.
El viento húmedo causó que su cabello rojo ondease.
Un dolor agudo rodeaba el hombro desnudo de Koremitsu; Tsuyako se aferraba a él,
diciéndole que no lo dejaría ir. Seguía aferrándose con fuerza al brazo de Koremitsu con
ambas manos, e inclinó su tierno cuerpo sobre él.
Había una esencia a monasterio, de semillas de amapola añadidas al fuego, y aquella
atrayente fragancia alcanzaba su nariz.
Los hombros de Tsuyako temblaban de miedo.
Pero sus ojos lo seguían observando de forma borrosa.
−Tsuyako no se está comportando de forma normal. Es extraño, Koremitsu.

El rostro de Hikaru también tenía un aspecto preocupado y confundido.


−Senpai, ¿te sientes mal? Busquemos un lugar para descansar…
Al decirle aquello a Tsuyako, Koremitsu sintió que el sudor le corría por la espalda.
En ese momento, el teléfono sonó de forma estridente en su bolsillo.
Sin lugar a dudas, se trataba de Aoi.
Pero Tsuyako seguía sujetando a Koremitsu con sus dedos, impidiéndole contestar la
llamada. Debido a que había olvidado configurar su teléfono en modo silencioso, el
estridente tono de llamada seguía sonando.
−Por favor, no te vayas. Quédate aquí.
Tsuyako seguía repitiendo aquello, jadeando una y otra vez.
−Si no estás aquí, aquella mujer me atrapará. Seré atrapada por la telaraña, incapaz de
respirar y bailar.

(¡¿A qué mujer se refiere?!)

Koremitsu frunció el ceño, con el corazón acelerado. Hikaru observaba, respirando con
dificultad, mientras la luz de la luna brillaba sobre su espalda.
Tsuyako ocultó su rostro en el cuello de Koremitsu. La fragancia del kimono desprendía
una esencia atrayente, y las sombras llovían sobre las flores esparcidas. El viento soplaba
las nubes, las cuales, poco a poco, cubrieron la luz de la luna.
Su cuerpo temblaba, sus ojos se ensanchaban ligeramente, exhibiendo una demencia
frenética, evidentemente aterrada de aquel paisaje.
−No… si la araña cubre la luna… aquella mujer aparecerá…


(¿Dónde está Akagi?)
Honoka, vestida con atuendo de mesera, servía las copas de champaña de la bandeja.
Hiina, vestida con atuendo similar, mostraba una sonrisa apasionada, mientras hacía lo
mismo.

−¿Estás interesada en un trabajo a medio tiempo?

La noche anterior, había recibido aquella llamada por parte de Hiina.


−Trabajaré como mesera para una fiesta, pero escuché que Akagi-kun y Su Alteza Aoi
también asistirán.
Tras escuchar aquella respuesta, Honoka vaciló, antes de responder: “P-Pues resulta que
estoy libre ese día”.
(¡¿Acaso no me estoy comportando como una acosadora?! ¡¿Qué diré si me encuentro
con Akagi?!)
Honoka se sentía frustrada, y su estómago estaba revuelto. A su lado, Hiina la
provocaba, y decía:
−Es grandioso que hayas podido venir, Shikibu-san. Estábamos cortos de personal, y
aunque se supone que es una fiesta interna privada, todos los invitados son extremadamente
ricos. ¡Podrías intentar conocer a algunos de ellos, si gustas! Ah, aunque supongo que sólo
tienes ojos para Akagi-kun.
−N-No es así.
−En ese caso, no te preocupes. Escuché rumores de que Su Alteza Aoi presentará a su
novio durante la fiesta de esta noche –susurró Hiina, mientras lanzaba una mirada furtiva a
Honoka, con aspecto infantil.
Honoka sintió que no podía respirar.
−Ah, encontré a Su Alteza Aoi.
−!
Aoi estaba de pie al otro lado de los invitados que se mezclaban con elegancia, vestida
con un kimono azul claro de mangas largas, con grandes diseños de flores blancas, lleno de
estilo veraniego. En cuanto Honoka la vio, sintió que su pecho se oprimía.
El cabello de Aoi estaba atado en un moño, decorado con un lazo blanco más grande,
haciéndola ver más linda y tierna que de costumbre.
Honoka estaba vestida como una mesera, y Aoi como una princesa, una invitada de
honor. Estaban en niveles completamente distintos, al punto en el que ni siquiera existía
comparación.
(Su Alteza Aoi quiere declarar a Akagi como su novio… tiene que ser una broma,
¿cierto? ¿Cuándo se desarrollaron las cosas hasta tal extremo?)
Un latido intenso rugía desde su pecho.
Aoi miraba alrededor con frenesí, como si buscase algo. De vez en cuando, bajaba la
vista con inquietud, revisaba su teléfono, y miraba la pantalla.
−¿Eh? ¿Su Alteza Aoi no se está comportando de una manera un poco extraña?
Hiina entrecerró los ojos con agudeza.
Aoi lucía inquieta, mientras presionaba las teclas, y se llevó el teléfono al oído. Poco a
poco, su expresión se tornaba más sombría.
(Está llamando a Akagi, ¿no es así?)


(¿Por qué Akagi-kun no contesta?)
Marcaba mediante el teléfono, pero simplemente era dirigida al buzón de voz.
Como resultado, se sentía más ansiosa de lo normal.
Generalmente, cada vez que tenían una fiesta, Asai estaba a su lado. Hoy día, Aoi había
elegido invitar a Koremitsu, pues Asai no podía asistir.
Sin embargo, no encontraba a Koremitsu por ningún lado.
El día anterior, en el camino casa, Aoi le había pedido a Koremitsu: “Si no logro
encontrarte, te llamaré. Por favor, asegúrate de que tu teléfono tenga suficiente batería”. Y
su interlocutor no pudo hacer más que responder de forma tímida: “Entendido”.
(Pero creo que está por aquí cerca. Si no, me hubiese contactado. ¿Ocurriría algo?)
El cabello rojo de Koremitsu debería ser extremadamente llamativo entre la multitud.
Sentía muchas ganas de encontrarlo lo más pronto posible, o se sentiría extremadamente
inquieta.
Se quedó con su teléfono, y volvió a caminar, buscando a Koremitsu. Sus tíos se
acercaron a ella con sonrisas en el rostro.
−¿Oh? ¿Estás sola, Aoi? Hoy será el día en el que nos presentes a tu novio. Lo espero
con ansias.
−Yo también quiero saber. ¿Dónde está? Te las arreglaste para mantener su identidad
oculta de Asai. Bueno, eso también lo entendemos. Si es un hombre que está a tu altura, los
apoyaré de todo corazón.
Aoi se sentía contrariada.
Incluso desde su infancia, todos han sido amables con ella, y la han mimado. Sin
embargo, si no encontraba a Koremitsu, sería incapaz de presentárselos. Y si tuviese que
explicarles el problema, se preocuparían, preguntándose si la relación de Aoi con su novio
era exitosa. Como resultado, sus tíos tendrían una mala imagen de Koremitsu. Al final,
podrían opinar: “Después de todo, Aoi debería estar con la persona que yo decida”.
(¿Qué hago?)
Aoi no sabía cómo tratar con ellos en semejante situación, pues era Asai quien se
encargaba de todo desde el principio.
Sin embargo, Asai no estaba presente, y, ciertamente, no sería de ayuda, pues su
desprecio hacia Koremitsu era evidente.
−Erm… él… llegará un poco… tarde…
Aoi explicó con una voz que se hacía cada vez más suave, y sus tutores, quienes la
rodeaban, fruncieron el ceño de inmediato.
−¿Está retrasado? No puede ser. Es inadmisible que te haga esperar, Aoi.
−No puedo aprobar a un hombre que deja sola a Aoi. Opino que, al menos, deberías
conocer al hombre del que te hablé acerca de cortejarte, Aoi.
−Bueno, de ser así, el sobrino de mi esposa es un buen muchacho.
−No, no, hay un hombre entre mis subordinados que sería el indicado para ella.
Continuaron hablándole a Aoi con tonos amables, y la chica se sintió casi derrotada ante
tales palabras y sonrisas tan gentiles.
Sintió que sus piernas se debilitaban, y sus manas sudaban.
No sabía qué respuesta aceptable podría darles.
(Pero si esto sigue así, terminaré en un noviazgo arreglado).
En tal caso, Aoi esperaba que el tema terminase tratándose acerca de comprometerse, a
pesar de que ya había expresado su desaprobación al respecto.
(No quiero eso. Aún me gusta Hikaru. No quiero que nadie tome el lugar que Hikaru
ocupó un día).
No debería ser algo que pudiese ser tomado tan a la ligera.
Aún podía recordar su brillante sonrisa, al igual que su voz rica y dulce. Nunca podría
olvidar el último obsequio de Hikaru.
Las hermosas estrellas que caían mientras brillaban.
Hikaru había dicho: “Amo a Aoi-san desde el fondo de mi corazón”.
Y Aoi amaba a Hikaru por haber expresado sus verdaderos sentimientos hacia ella.
Y si –sólo si− existiese alguien que pudiese remplazarlo, tendría que ser el amigo de
Hikaru, quien se esforzó al máximo en entregar los obsequios de Hikaru. Aquel amigo de
Hikaru, de aspecto salvaje, quien era amable en el corazón−…
−Y-Yo no…
No quiero un compromiso arreglado. Justo cuando Aoi hacía acopio de toda su valentía
e intentaba pronunciar aquellas palabras:

−Aoi está saliendo conmigo.

Una voz gentil sonó a espaldas de Aoi.


Por un momento, Aoi había asumido que Hikaru había revivido. Aquella exuberante y
dulce voz causó que su corazón se estremeciese.
Él posó su mano con gentileza sobre el hombro de Aoi, para reconfortarla.
Sus tíos abrieron los ojos de par en par, impactados.
Un joven delgado y con anteojos estaba allí de pie, luciendo muy arrepentido.
Estaba vestido con un traje elegante, pero sus hombros eran delgados, carecía de carisma
autoritario, y lucía poco confiable.
−¿E-E-Eres tú…? Pero, no…
Los tíos, e incluso Aoi, mostraban incredulidad en sus rostros.
−Por favor, sigan manteniéndolo en secreto, en especial de mi madre y Asai.
Kazuaki Mikado los interrumpió, mientras bajaba las cejas, exhibiendo un aspecto débil.
Entonces, se volvió hacia Aoi, y le dedicó una sonrisa ingenua.
−Vamos, Aoi.

−Sigámosles.
Hiina se movió de prisa en dirección a donde Aoi y el joven de anteojos se habían
marchado.
−Eh, ¡e-espera…Oumi!
Honoka entró en pánico, y se apresuró a seguir a su compañera.

Kazuaki seguía abrazando el hombro de Aoi de forma caballerosa. Parecía querer


alejarla despreocupadamente de sus tíos.
Los ojos de Aoi estaban completamente en blanco.
−K-Kazuaki-san. Lo que dijiste fue…
−Lo siento.
Kazuaki bajó la cabeza.
−Me percaté de que estabas en problemas, así que no pude decir otra cosa. Supongo que
estarás en serios problemas si creen, erróneamente, que estás saliendo con un tonto cabeza
hueca como yo. Bueno, siento mucho lo que pasó.
Su frente estaba cubierta de sudor, y los ojos detrás de los anteojos lucían en pánico,
mientras inclinaba la cabeza un par de veces, disculpándose profusamente con Aoi. Esto
causó que Aoi también se sintiese culpable.
−No, en realidad me ayudaste mucho. Por favor, levanta la cabeza. Agradezco tus
buenas intenciones, Erm, a decir verdad…
−Ah, sí, comprendo. No hablaba en serio, cuando mencioné lo de salir. Cuando
encuentre la oportunidad, se lo explicaré a todos. Incluso yo estaré en problemas si madre
se entera.
Se estremeció ligeramente, probablemente recordando a su madre, quien era considerada
una “dama de hierro”.
−Erm, si madre te menciona algo, por favor, explícale que no tenemos esa clase de
relación, Aoi.
Parecía aterrado de su propia madre.
Siguió bajando la cabeza, mientras caminaba, y las piernas le fallaban.
−¡Woah! –gritó, mientras se tropezaba.
−¿Estás bien?
−Ahh… parece que me he torcido el tobillo… Madre me reñirá, diciéndome algo como:
“Te caíste porque no estabas lo suficientemente concentrado”.
Kazuaki se puso los anteojos, que se habían caído, y bajó las cejas de forma lastimera.
Sus ojos estaban vidriosos con las lágrimas, probablemente a causa del dolor, y siguió
caminando, mientras cojeaba.
−Erm, permíteme ayudarte.
−Lo siento, Aoi.
−Allí hay un banco. Siéntate primero.
−Bien.
La situación se había revertido por completo, y ahora Aoi ayudaba a Kazuaki a caminar
hasta el banco.
(¿Esta persona realmente es el hermano mayor de Hikaru…?)
Sólo se parecían en lo delgado de sus cuerpos y lo gentil de sus voces; todo lo demás era
distinto.
Los adultos solían decir que Hikaru era deslumbrante, revestido en gloria. En
comparación, Kazuaki era una buena persona, pero demasiado blando.
Hikaru y Kazuaki tenían distintas madres.
Su padre había reconocido al niño de su amante, Hikaru, causando la ira frenética de la
verdadera esposa, la cual, como resultado, había traído a Kazuaki de regreso a su hogar
ancestral.
A pesar de ello, el hecho de ser hermanos era innegable.
Aoi se sentía incrédula con respecto a ser ayudada por el hermano de Hikaru, pero, a la
vez, recordó que él había sido el prometido de Tsuyako, y sintió que una nube de oscuridad
cubría su corazón.
(Ciertamente, Kazuaki-san posee una apariencia y personalidad ordinarias, y puede que
luzca poco confiable, pero es un adulto agradable y gentil. El haber sido traicionado de tal
manera es…)
Después de todo, no había manera en que a Aoi le agradase Tsuyako.
Y justo cuando pensaba en ello:
−¿Eh…? ¿Tsuyako? –murmuró Kazuaki, con la mirada en blanco, como si hubiese visto
a un fantasma.
La luna se ocultaba tras las nubles, y bajo aquella oscuridad, el cabello rojizo y radiante
ondeaba en medio de los pétalos rojos esparcidos.
Un cuerpo femenino de curvas voluptuosas estaba vestido con un kimono de mangas
largas, cubierto de flores rojas que resultaban maliciosas para el verano; con un encanto
atrayente imposible de contener.
El ceñidor estaba, parcialmente, desajustado, y su cabello ondeaba al compás del viento.
Tsuyako no estaba sola.
Abrazaba a alguien frente a los árboles Lagerstroemia.
Y Aoi se sintió impactada en cuanto se percató de que Tsuyako abrazaba con fuerza a
Koremitsu.
El cabello rojo de Koremitsu se solapaba con el de Tsuyako, y las manos tensas y tiernas
de Koremitsu estaban sobre su espalda y cintura.
Tsuyako estaba de espaldas a Aoi, y Koremitsu los veía de frente.
En cuanto se percató de la presencia de Aoi, estupefacta, Koremitsu abrió los ojos de par
en par.
(¿Por qué Akagi-kun… está abrazando a Tsuyako-san?)
Las extremidades de Aoi parecían petrificadas, incapaz de moverse.
La entidad que no deseaba ver, estaba justo frente a ella, pero parecía que hubiese
olvidado cómo parpadear.
¡Quería darse la vuelta y correr de inmediato!
(¡¿Por qué no puedo moverme?!)

(¡¿Qué hace Aoi aquí?! ¡¿Quién la acompaña?!)


Koremitsu sintió que le extraían la sangre del cuerpo.
Tsuyako seguía aferrada a él, y mientras éste se esforzaba en tranquilizarla, Aoi apareció
de pronto ante él.
¡Ella era, precisamente, la persona a quien no podía mostrarle tan terrible escena!
El hombre de anteojos que Aoi acompañaba estaba allí de pie, con el rostro tenso.
−Aoi-san… Kazuaki-san…

Hikaru murmuró, con los ojos abiertos de par en par, mientras se quedaba sin habla.
(¡En cualquier caso, tengo que decirle algo a Aoi! ¡Sin lugar a dudas, está
malinterpretando mi relación con senpai!)
Aoi se mantenía inmóvil, sus amplios ojos llenos de lágrimas mostraban una cantidad
infinita de angustia, una escena que rompería el corazón de cualquiera. Koremitsu también
entendía bien lo mucho que la había lastimado. Sentía que le rasgaban la carne.
¡Debo resolver este malentendido lo más pronto posible!
Koremitsu abrió la boca, queriendo decir algo.
En ese momento, Tsuyako posó sus manos sobre las mejillas de Koremitsu.
Durante la práctica de danza, siempre que lo tocaba, sus manos eran cálidas. Sin
embargo, en esta ocasión, las manos que sostenían su rostro eran heladas.
−¡Tsuyako! –exclamó Hikaru.

(Están frías).
Justo cando Koremitsu pensaba en ello, aquel frío presionó sus labios.
Los labios de Tsuyako cubrían los de Koremitsu.
Justo frente a Aoi−…

(¡Tiene que ser una broma! ¡¿Akagi?!)


Honoka, quien estaba escondida entre los arbustos, se llevó las manos al pecho, mientras
sentía un impacto penetrante a través de su corazón.
(¡Akagi acaba de besar a Tsuyako-senpai!)
Y en cuanto a Koremisu…
Él también lucía confundido, incapaz de comprender al instante lo que le ocurría.
Un objeto suave y helado estaba presionado contra sus labios, y la atrayente fragancia de
semillas de amapola se esparció, agitando su nariz y piel.
El rostro de Hikaru estaba contorsionado. El escenario mostrado en los ojos de
Koremitsu parecía tornarse tan brumoso como la tenue luna.
No podía ver otra cosa que a Aoi, con aspecto furioso, pero a punto de romper en
llanto… una expresión de ira.
(¡¿Qué pasa contigo, senpai?! ¡¿Por qué haces algo tan cruel?!)
Koremitsu gritó para sus adentros, pero su cuerpo era incapaz de moverse, como si
estuviese atado a una telaraña. Mientras los labios de Koremitsu temblaban, Tsuyako no
separó los suyos por un largo rato.
Capítulo 5: El nombre de aquella mujer es…

El lunes siguiente.
Shungo Tōjō, de tercer año, trajo su almuerzo hasta el aula de Koremitsu, durante el
descanso.
−Vamos afuera. Sabes el motivo.
Observando su ceño fruncido y su expresión severa, resultaba obvio que no buscaba a
Koremitsu sólo para almorzar.
Transcurría aquella época de la temporada donde el calor comienza a sentirse de verdad,
pero los arbustos del jardín escolar estaban tan frescos como siempre. Dos hombres estaban
sentados sobre las rocas que rodeaban las tablillas de piedra, comiendo de sus cajas de
almuerzo. Hikaru también estaba sentado sobre una de las rocas, observando a la pareja con
nervios.
Tōjō habló:
−¿Por qué Aoi no me pidió ayuda? Pedirte que actuases como su novio fue un grave
error, y al final terminó recibiendo ayuda de ese tonto amo Kazuaki. Argh, ¿por qué tuve
que estar en una reunión académica mientras Aoi tomaba decisiones a espaldas de Asai?
Tōjō acercó la caja del almuerzo a sus labios, cuyo contenido, delicadamente preparado,
era rico en color y balanceado en nutrientes. Tomó la comida habilidosamente con los
palillos, mientras murmuraba con arrepentimiento.
Y entonces, fulminó con la mirada a Koremitsu, y arremetió contra él:
−Fuiste demasiado descuidado, Akagi. Dado que aceptaste actuar como su novio, ¿cómo
pudiste permitirte ir por allí tonteando con Tsuyako? ¿Acaso no sabes lo que ocurrió con
Hikaru?
(¿Cómo demonios sabe tanto? Es como si lo hubiese presenciado él mismo).
Koremitsu reflexionó, y respondió:
−…Lo sé.
Respondió con frialdad, y el ceño fruncido de Tōjō se pronunció aún más en cuanto lo
escuchó.
−Debiste imaginar lo impactada que se sentiría Aoi, ¿me equivoco? Aquel prometido
suyo solía hacer estupideces con otras mujeres, y, tras su muerte, finalmente se las había
arreglado para estabilizarse. Y ahora, una de las amantes de esa escoria de prometido está
intentando seducir a la persona por la que Aoi tiene sentimie… no, sería más apropiado
decir que se trata acerca de confiar en esa persona, en lugar de tener sentimientos por ella,
no ocurre nada más… en cualquier caso, Aoi ha perdido la confianza en los hombres a
causa de ese prometido casanova e idiota. Y ahora, la persona en la que, milagrosamente,
logró confiar, anda por allí haciendo tonterías con la amante de su tonto prometido, y,
casualmente, resultó que Aoi presenció toda la escena.
Ante la despiadada paliza verbal de Tōjō, Hikaru se llevó las manos al pecho,
angustiado.
−Shungo-san siempre ha tenido una pésima opinión sobre mí. Si mal no recuerdo, se ha
comportado de forma distante conmigo desde que éramos pequeños, aunque, a decir
verdad, nunca he esperado agradarle…

Koremitsu también guardó silencio.


−Aoi estaba tan deprimida que daba lástima. Ayer, se pasó todo el día abrazando a aquel
gato gordo, escondida en su habitación, negándose a salir. Quizá, algún día, dirá que saldrá
a pasear al gato con síndrome metabólico, y se convertirá en monja.
−Shungo-san también odia al gato de Aoi-san… sin embargo, Aoi-san sí que podría
decir tales cosas, pues es excesivamente pura –señaló Hikaru, con preocupación.

Koremitsu sintió que se le retorcía el estómago.


Había llamado a Aoi por teléfono varias veces, e incluso le envió unos pocos mensajes,
aquella noche del sábado. Sin embargo, nunca contestó las llamadas, y nunca respondió a
los mensajes.
Hoy, en cuanto llegó a la escuela, se dirigió de inmediato al aula de Aoi. Sin embargo,
Asai estaba justo al lado de Aoi, con el brazo cubriendo el hombro de esta última,
previniendo que Koremitsu entrase.
A pesar de ello, Koremitsu le gritó:
−¡Aoi!
Aoi bajó la cabeza con expresión rígida, y Asai se acercó a él, hablándole con aspecto
condescendiente.
−Aoi no desea hablarte. No vuelvas a mostrar tu sucio rostro ante ella.
Durante ese tiempo, Aoi nunca se volvió para mirarle, manteniéndose inmóvil, mientras
se encogía de hombros.
(Maldición, sé que es mi culpa, pero no soporto ser ignorado por Aoi, mientras tiene un
aspecto tan doloroso…)
−¿Qué rayos estaba pensando esa Tsuyako? En aquel entonces, armó un escándalo con
Hikaru. Las mujeres Udate, incluyendo a “aquella”, son difíciles de manejar. Francamente,
¿por qué cometió un acto tan atrevido frente a todos los demás? ¿Es a causa de la sangre de
araña?
(¿Sangre de araña…?)
Koremitsu recordó que Tsuyako había mencionado algo acerca de una araña, y sintió
frío en su corazón.
−¿Qué tiene que ver senpai con la sangre de araña? –preguntó.
Tōjō lucía vacilante, aparentemente, eligiendo sus palabras con cuidado, antes de hablar.
−Se dice que todas las mujeres Udate son descendientes de una araña, y que poseen un
impulso posesivo muy fuerte, extremadamente obsesivo.
Involuntariamente, Koremitsu miró el brazo que Tsuyako había sujetado; aún podían
verse las marcas de arañazos, y Koremitsu sintió que le ardía la piel.
(Posesividad…)
−No –de pronto, Hikaru habló con insistencia.

Koremitsu se volvió, y se percató de que Hikaru miraba a Tōjō con severidad.


−Tsuyako nunca mostró signo alguno de posesividad hacia mí, y jamás mostro obsesión
alguna.

Hikaru entrecerró los ojos, dedicándole a Tōjō el tono y expresión más rudos que había
mostrado nunca, dejando atónito a Koremitsu.
Tōjō, incapaz de escuchar las palabras de Hikaru, prosiguió, mientras fruncía el ceño:
−Supongo que este incidente fue planeado para frustrar a Aoi. Tsuyako siempre ha sido
así.
−¡No entiendes a Tsuyako en lo absoluto! ¡Sin duda, ella no es la clase de persona que
molestaría a los demás de esa forma!

−Desde que regresó a Japón, se ha comportado de manera ostentosa.


−¡Pero Tsuyako siempre atrae atención porque es hermosa! ¿Qué tiene de malo presumir
de su belleza?

−Incluso si ignorase lo que ocurrió con Aoi, te recomendaría que no te acerques mucho a
Tsuyako. Todas las mujeres Udate son como una bomba de tiempo; incluso si intenta
seducirte, no debes enamorarte de ella. Es descendiente de una araña que destruye a los
hombres.
−Aquellos hombres fueron los que se rindieron ante los encantos de Tsuyako. ¡No es
culpa de Tsuyako! Además, ¿acaso todo el asunto acerca de ser descendiente de una araña
no es más que un mito antiguo y obsoleto de hace mil años?
Hikaru siguió liberando ola tras ola de protestas vehementes.
(¡Por favor, dejen de discutir a mí alrededor!)
−Debes ser cuidadoso al elegir a la chica con la que saldrás, ¿o acaso eres un idiota que
acepta a cualquiera, como Hikaru?
−¿Y ahora qué sucede? ¿No estás siendo demasiado exigente, a pesar de que sigues
siendo virgen, Shungo-san?

(¡Cálmate, Hikaru! ¡No reveles la información privada de los demás así como así! ¡Eso
no tiene nada que ver con ser virgen o no!)
Koremitsu suplicó en su corazón, pero, por supuesto, Hikaru no podía escucharlo.
Incluso si Koremitsu quisiese sujetar a Hikaru por el hombro y detenerlo, su brazo no haría
más que atravesarlo.
Del lado derecho, se encontraba Tōjō, quien insistía en que se alejase de Tsuyako, y en
la izquierda se encontraba Hikaru, gritando: “¡Sin lugar a dudas, Tsuyako tiene un motivo
para hacer eso! ¡No es para hacer infeliz a Aoi-san! ¡Tsuyako es como las Pendula Roseas,
orgullosa y majestuosa!”

(¡Ah, vamos!)
Koremitsu apretó los dientes, y exclamó:
−¡No me importa lo que digas sobre Hikaru o sobre mí, pero deja de culpar a senpai!
Las cejas de Tōjō se retorcieron un poco.
−Me culpo a mí mismo por ser tan descuidado y permitir que semejante cosa ocurriese
frente a Aoi, y me siento muy arrepentido por ello. Sin embargo, tal como dijo Hikaru,
senpai no es la clase de mujer que haría cosas tan fastidiosas de forma deliberada.
Tōjō frunció el entrecejo aún más, con una ruda mirada. Sin embargo, Koremitsu
también le fulminó con la mirada, y concluyó:
−Le preguntaré a senpai por qué hizo tal cosa, y no volveré a permitir que suceda.
¿Basta con eso, Hikaru?
−Al menos di algo para defenderme, ¿sí?

Hikaru siguió inflando las mejillas, pero Koremitsu le ignoró.


Tōjō le dedicó una mirada de disgusto, y dijo:
−Qué deprimente… pensé que serías un hombre más razonable que Hikaru.
Suspiró, exhibió una mirada estoica y libre de emociones, y declaró:
−Si seguirás siendo amigable con Tsuyako, no vuelvas a acercarte a Aoi.
Tomó el envoltorio de su caja de almuerzo y se marchó hacia el edificio de la escuela.
Koremitsu le dedicó una mirada amarga, y refunfuñó:
−Argh, ahora, aparte de Saiga, incluso Tōjō me tiene en la mira. Así no podré acercarme
a Aoi.
−Shungo-san es demasiado inflexible. Pero tengo que agradecértelo, Koremitsu, por
refutar lo que dijo sobre Tsuyako.

−No tuve alternativa. No parabas de parlotear a mi lado. Además… ella sigue siendo mi
senpai.
Koremitsu creía que Tsuyako no era la clase de mujer que besaría a alguien sólo para
molestar a Aoi; sentía lo mismo que Hikaru.
Le preocupaba Aoi, pero primero tenía que resolver la situación concerniente a Tsuyako.
−¿Y bien? ¿Qué es lo que pasa con la araña?
−Lo siento. No estoy seguro.

−¿Eh?
Koremitsu le devolvió la mirada.
¿Acaso no discutiste con Tōjō porque se trataba de un mito de hace 1000 años o algo
por el estilo?
Hikaru curvó los labios con disgusto:
−En la casa principal de los Udate, existe un templo para venerar a la araña. Se decía
que, durante el Período Heian, una mujer fallecida de los Udate se convirtió en araña, pero,
en aquel entonces, era un tabú revelarlo abiertamente. Sin embargo, hasta donde sé, los
Udate odian a la araña. Siento que Tsuyako, en cuanto a la araña… parece temerle, en lugar
de despreciarla. Comienza a temblar, con el rostro pálido, cuando una simple araña
diminuta pasa a su lado.

−Si la araña cubre la luna… aquella mujer aparecerá…

Tsuyako había murmurado aquello, angustiada, mientras sus ojos mostraban una
expresión brumosa, similar a la de la luna.
En aquel entonces, parecía que Tsuyako era una persona completamente distinta…
−Maldición. Hora de regresar a clase. Hablaremos luego sobre esto.
Koremitsu se marchó con ansiedad, y en ese momento…
Encontró a Honoka frente a los bambúes altos y verdes.
−Ack, Shikibu−…
Honoka hizo un pequeño puchero, con los ojos llenos de firmeza y debilidad, mientras le
devolvía la mirada.
(Maldición, ¿cuándo llegó? ¿Me escuchó hablando con Hikaru? En ese caso, ¿pensará
que soy un sujeto peligroso que habla solo?)
Koremitsu entró en pánico, y Honoka dijo algo que lo impactó aún más:
−Estuve ahí, el sábado en la noche.
−¿Ahí…?
−En la fiesta del jardín.
−!
−Trabajando como mesera a medio tiempo.
La mente de Koremitsu quedó en blanco.
Hikaru también abrió los ojos de par en par, sorprendido.
Honoka siguió haciendo pucheros, mientras murmuraba con tono seco y monótono:
−Tsuyako-senpai y tú…
−¡Oye!
−Se abrazaron.
−¡Espera!
−Y se besaron.
−~~~~~~~~~~!!
Honoka levantó las cejas con rudeza.
(¡Ahora viene lo de siempre!)
Por instinto, Koremitsu acumuló fuerza en su pecho.
Pero sin importar cuánto esperó, la patada asesina nunca llegó.
En lugar de ello, lo que llegó fue un débil puño que tocaba su pecho, sin fuerza alguna.

−…Idiota.
Una voz completamente desprovista de vida resonó en sus oídos.
Y otro puño tocó su pecho…
−Idiota, idiota… idiota.
Por cada “idiota” que decía Honoka, un débil puño golpeaba a Koremitsu. Honoka
estaba cabizbaja, y el cabello rubio claro cubría su rostro, cubriendo su expresión, mientras
lo seguía golpeando.
Los toques de puño eran más débiles que cuando Shioriko lo golpeó en el pecho. Sin
embargo, Koremitsu sentía que los impactos le golpeaban directo al corazón.
Los hombros de Honoka temblaban.
Koremitsu, vacilante, sujetó la delgada muñeca, y ella levantó la cabeza.
−!
Koremitsu, prácticamente, dejó de respirar en cuanto vio su rostro lleno de lágrimas.
Aquellos ojos vivaces estaban llenos con agua clara, dejando marcas en sus mejillas con
forma de las lágrimas.
Honoka siguió apretando los dientes, observando fijamente a Koremitsu, furiosa.
Movió los labios, queriendo decir algo. Sin embargo, parecía incapaz de proferir un solo
sonido, mientras se ahogaba y sollozaba un par de veces. Cada vez que aquello ocurría,
bajaba las cejas, con los ojos llenos de lágrimas. Al final, se sacudió de encima la mano de
Koremitsu, al parecer siendo incapaz de soportar más la situación, y volvió a decir:
−Idiota.
Y se marchó corriendo.
Koremitsu abrió los ojos de par en par, observando cómo las esbeltas piernas y espalda
se alejaban gradualmente.
Exhaló ligeramente.
Realizó una inhalación corta, y volvió a exhalar.
Pero, al final, su respiración no regresó a la normalidad.
Su corazón latía como loco.
−E-Eso me impactó.
Koremitsu seguía con los ojos abiertos de par en par, mientras murmuraba desde lo más
profundo de su corazón.
¡Estaba muy, muy, muy impactado por ello!
(Realmente mostró semejante expresión).
Koremitsu era un verdadero inepto en cuanto a tratar con mujeres que lloraban.
Cuando estaba en primaria, su madre le abandonó y huyó de casa, sollozando y diciendo
“Lo siento”, una y otra vez.
Cada vez que veía a una mujer llorando, Koremitsu sentía que su pecho se oprimía,
sofocándole.
Pero cuando vio el rostro sollozante de Honoka, a causa del impacto, su corazón latió
con locura antes de que pudiese sentir angustia.
−Hikaru, dijiste que las mujeres…
Koremitsu estaba a punto de hablar, pero, poco después, se detuvo.
−¿Koremitsu?

−…No es nada.
La campana, que indicaba el final de la hora de almuerzo, sonó en medio del viento
veraniego, que resultaba refrescantemente caliente. Koremitsu se apresuró hacia su aula de
clases.
(Así que las mujeres… pueden mostrar expresiones completamente distintas a las
anteriores).

−¿OLVIDASTE QUE DIJE QUE ME GUSTABAS?


Había gritado Honoka en medio del aula, con las mejillas infladas.
(…Sí, claro).
Koremitsu apretó los dientes, murmurando en su corazón.
(¿Cómo podría olvidarlo, idiota?)
Y, a su lado, Hikaru mostraba una expresión tierna y angustiada, propia de un adulto.


Durante todo el quinto período, Honoka no miró ni una vez a Koremitsu. Se mantenía
cabizbaja, mientras sostenía su teléfono con fuerza por debajo de la mesa. Aun así, cada vez
que Koremitsu se movía con nerviosismo o tiraba un poco de su silla, sus hombros se
estremecían un poco.
Koremitsu también estaba al tanto de las reacciones de Honoka, causando que su espalda
y cuello se endureciesen.
(Si logro resolver el problema de senpai, le preguntaré a Shikibu si quiere ir a la
piscina).
Es posible que sea rechazado… pero, al menos, tengo que preguntarle.
(Pero primero necesito saber por qué senpai hizo eso. Necesito estar seguro).
Koremitsu pretendía dirigirse a la azotea y planear sus acciones junto a Hikaru, y se
dirigió hacia la salida del aula. En ese momento:

−¡Akagi-kun! ¡Esto es malo!

Hiina Oumi, del club de noticias, llegó corriendo, mientras sus grandes pechos
rebotaban.
−¡Su Alteza Aoi está herida! ¡La enviaron a la enfermería!
−¿Qué has dicho?


Para cuando Koremitsu y Hikaru llegaron a la enfermería, a toda prisa, Aoi ya no estaba
por ninguna parte.
−Oiga, ¿qué le pasó a Aoi?
−¿Dónde está Aoi-san?

Koremitsu levantó las cejas, mientras jadeaba, y tras preguntarle al profesor de


enfermería, se enteró de que Aoi sólo había sufrido una abrasión en su pie, haciéndolos
sentir estupefactos.
El joven profesor de enfermería, vacilante, les informó que Aoi había tenido clases de
Educación Física durante el quinto período, y tras regresar a la sala de deportes, se cambió
los tenis por los zapatos de uso interior. Se lastimó a causa de un fragmento de cerámica
que había dentro de los zapatos.
−Maldición. ¡¿Por qué Oumi exageró tanto las cosas?! –maldijo Koremitsu en el pasillo.
−Pero es muy ruin insertar un fragmento de cerámica en el interior de un zapato. ¿Quién
lo hizo? En el pasado, Aoi-san ha sido molestada de esa forma… aunque intenta actuar de
forma ruda, debe haberse sentido muy lastimada en su interior.

Hikaru lucía furioso, mientras hablaba con preocupación.


−Sí. Es imperdonable hacer algo así con el zapato de alguien más.
Koremitsu se dirigió al aula de Aoi para echar un vistazo, y se enteró de que se había
marchado por el resto del día. Al parecer, Asai había hecho lo mismo, probablemente para
enviar a Aoi al hospital, por precaución.
(¿No está siendo demasiado sobreprotectora con Aoi?)
Tanto Asai como Tōjō se tornaban sobreprotectores cuando se trataba de Aoi. Hikaru era
igual en ese aspecto.
−Koremitsu, ¿te importaría dirigirte a la entrada? Es probable que llamen un auto; puede
que Aoi-san aún no se haya marchado –rogó Hikaru, probablemente incapaz de relajarse
hasta comprobar que Aoi estuviese a salvo.
Aoi lucía frágil, blanca, y poseía una personalidad pura e inocente. Sin lugar a dudas,
cualquiera se preocuparía por su bienestar, esperando que no se lastimase. El propio
Koremitsu entendía ese sentimiento.
Se apresuró a cambiarse los zapatos en la entrada, y encontró a Aoi y Asai frente a la
puerta principal.
Se escondió detrás de un árbol para evitar ser detectado por Asai, y se acercó a ellas
lentamente. Aoi se encontraba cabizbaja, deprimida, y Asai estaba a su lado con rostro
estoico.
La expresión de Hikaru también se tornó sombría, probablemente a causa de la tristeza
de Aoi.
En ese momento, llegó un vehículo, deteniéndose frente a ellas.
Koremitsu había asumido que se trataría de un Benz negro, pero, inesperadamente, se
trataba de un refrescante auto de color azul. Koremitsu no sabía de qué marca era, pero
lucía casualmente lindo.
Un joven delgado y de anteojos estaba sentado en el asiento de conductor, con aspecto
feliz, mientras charlaba alegremente con Aoi y Asai.
−Ese sujeto…
Koremitsu entrecerró los ojos con agudeza.
Era la persona que acompañaba a Aoi en la fiesta del jardín.
−Kazuaki-san… −murmuró Hikaru, impactado.

−¿Conoces a ese sujeto? Recuerdo que también mencionaste su nombre en la fiesta del
jardín. ¿Quién es? ¿Por qué vino a buscar a Aoi?
Hikaru respondió con una expresión brumosa y vacía.
−Es mi hermano mayor. Es el hijo de la verdadera esposa de mi padre, y yo soy el hijo
de la amante.

−¿Qué? –gritó, involuntariamente.


Probablemente, Aoi no logró escuchar la voz con claridad, pero justo cuando estaba a
punto de abordar el auto, se detuvo de pronto, y miró hacia atrás.
Miró en la dirección de Koremitsu con expresión débil y deprimida, como si buscase a
alguien.
Tras observarla en aquel estado, Koremitsu se sintió deprimido, como si su corazón
fuese pinchado.
De no ser por la presencia de Asai, se hubiese acercado de inmediato y disculpado por lo
que había ocurrido en la fiesta del jardín.
Aoi abordó el auto, mientras se volvía con un aspecto sombrío.
(…Lo siento, Aoi).
Koremitsu la observó marcharse, sintiendo agonía.
En ese momento, olfateó una esencia.
Era un aroma exuberante, sofocante, y dulce. El aroma producido al colocar los
sacrificios al fuego, cuando se reza en un monasterio…
Koremitsu sintió una fría presencia en su espalda, y se volvió abruptamente.
Justo como en la noche de la fiesta en el jardín, Tsuyako estaba allí de pie.
Sintió que sus cabellos se erizaban.
Hikaru también resopló, sorprendido.
Tsuyako no estaba mirando a Koremitsu.
Miraba con intensidad en la dirección en la que Aoi y compañía se habían marchado,
con ojos tan brumosos como la nube cubierta por las nubes.
El dobladillo de su falta estaba desarreglado, su blusa de mangas cortas estaba arrugada,
y tres de sus botones estaban desabotonados.
Además, sus pechos estaban completamente empapados, su ropa interior lograba verse
vagamente, y las áreas mojadas de su falta mostraban un color negro.
Su cabello rojo estaba despeinado, cubriendo su pálido rostro, como si de rastros de
sangre se tratase.
Grabada en los ojos de Koremitsu, se encontraba un demonio viviente, con belleza
sobrenatural y un encanto seductor que aturdía su corazón.
El cabello rojo ondeaba con el aire viciado.
Dándole la espalda, Tsuyako se alejó.
Se tambaleaba, esforzándose en caminar, como si sus piernas estuviesen atadas. A
diferencia de su recurrencia a dar pasos ligeros, bailando con un abanico en la mano.
−¡Senpai!
Koremitsu la llamó, pero nunca miró hacia atrás.
−¡Koremitsu, vamos tras ella!

−¡Claro!
Sonó la campana que indicaba el inicio del sexto período, pero Tsuyako seguía
avanzando hacia el patio, en lugar de dirigirse al aula.
Con el abrasador sol veraniego sobre él, el cabello rojo crujía secamente.
−¡Espera, senpai!
(Maldición, está ocurriendo lo mismo de la fiesta en el jardín. ¿Qué te sucede, senpai?)
Koremitsu recordaba claramente la anormal frialdad de las manos de Tsuyako cuando
atrajo su rostro hacia ella, y la frialdad de los labios que se acercaron a él. Ambos causaron
un escalofrío en su espalda.

−No vayas con Aoi-san.

−De lo contrario, “podaré” flores como ella.

Justo como bajo aquella atrayente luna brumosa, el cabello rojo de Tsuyako ondeaba
bajo el abrasador calor veraniego, mientras su expresión sombría miraba a Koremitsu.
(No me digas que quien colocó el fragmento de cerámica en los zapatos de Aoi…)
Hikaru lo había repetido una y otra vez, que Tsuyako no era esa clase de persona.
Koremitsu también lo creía.
Pero si se tratase de esta Tsuyako−…
−Si no estás cerca, aquella mujer me atrapará.

−Seré atrapada por la telaraña, incapaz de respirar y bailar.

Las puntas de sus dedos se clavaban profundamente en su carne, como si fuesen a


desgarrar su brazo.
Aquella voz estaba llena miedo.
(¿Quién es esa mujer? ¿Es ella quien controla a senpai? ¿Dónde está esa mujer,
exactamente?)
Hikaru, siguiéndola con la mirada, observaba con solemnidad la espalda de Tsuyako.
Las palmas de Koremitsu estaban sudando.
Tsuyako no se detuvo hasta haber atravesado el campus de la escuela, llegando al patio.
De pronto, Hikaru quedó inmóvil, como si hubiese sido sacudido por un gran impacto.
En cuanto observó el patio, Koremitsu también se quedó sin aliento.
Y entonces, escuchó la voz estupefacta de Hikaru:

−Las flores… han caído…

Había campanillas de trompeta china color naranja, adelfas rojas y delgadas, e hibiscos
blancos con tintes rojos en el medio.
Las flores que Hikaru había elogiado con exuberancia, habían sido desgarradas de
manera que causaba lástima, y sus restos estaban esparcidos entre la tierra y el césped.
Algunos flores estaban aplastadas, otras pisoteadas en la tierra, y estaban esparcidas por
todos lados.
Aún había flores en las copas de los árboles, pero en la parte inferior no quedaban más
que ramas. Las verdes vides de la trompeta china se mecían al viento en un estado arrasado,
como un columpio destrozado.
Prácticamente, era una escena de restos de flores caídas.
La pelirroja Tsuyako se encontraba en medio de tales restos, dándole la espalda al grupo
de Koremitsu.
Su cabello despeinado resultaba atrayentemente hermoso. Su recta espalda mostraba
dignidad incomparable. Sin embargo, sus puños, apretados con fuerza, temblaban, y tras
percatarse de ello, Koremitsu la llamó con vacilación:
−Senpai…

Tsuyako se volvió, exhibiendo una mirada relativamente normal, una chica indefensa
con poca vitalidad. Tras observar aquello, Koremitsu se relajó un poco, y preguntó con
torpeza:

−Ya comenzaron las clases. ¿Te las saltarás?


Sus ojos estaban llenos de inquietud, mientras observaba a Koremitsu.
−…Akagi-kun... ¿tú tampoco irás a clases…? –murmuró Tsuyako, en respuesta.
−Lo haré si regresas tú.
−…Qué atrevido.
Tsuyako curvó los labios, pero fue incapaz de sonreír, a pesar de que quería hacerlo. La
voz estaba atorada en su garganta, mientras respondía con voz ronca, de forma que causaba
lástima.
−Lo que hice… aquella noche… me disculpo por ello. ¿Fue tu primera vez, Akagi-kun?
−…No.
Koremitsu respondió con el ceño fruncido, y Tsuyako bajó las cejas, como si se sintiese
aliviada.
−¿En serio? Qué bueno –murmuró.
−Si hubiese sido tu primer beso, habrías tenido un mal recuerdo. Sería una lástima…
El tono y expresión de dolor de Tsuyako parecía indicar que lo sentía de verdad.
−No importa lo que ocurrió conmigo. Soy un chico… me limitaré a pensar que fue un
accidente, y me olvidaré de ello. En cualquier caso, en lugar de eso, deberías disculparte
con Aoi.
Tsuyako bajó sus pestañas.
−…
−Senpai, ¿por qué hiciste algo así?
−…
Tsuyako curvó los labios con melancolía, sin responder.
Preocupado, Hikaru posó su mano sobre el hombro de Tsuyako, y acercó su rostro a la
mejilla de ella.
Tras un poco de silencio, Tsuyako le dio la espalda a Koremitsu, como si quisiese
escapar de él, mientras se acercaban a las adelfas. La mano blanca y suave acarició los
pétalos. Sus hombros temblaban.
−Las flores… han caído…
La angustiada voz sonaba como si tuviese el corazón roto.
Las flores, caídas a los pies de Tsuyako, crujían contra el césped.
−A Hikaru… le encantan las flores. No, era más que eso: amaba con todo su corazón a
todas y cada una de las flores… lo mismo ocurría con las flores de este patio… las había
cuidado con tanto amor, con tanta felicidad… “Los primeros hibiscos son flores en
capullo”, “las verdolagas están un poco faltas de entusiasmo, proporcionémosle algo de
sombra”, “finalmente, las flores „oso de peluche‟ están floreciendo. Son una especie de
girasoles, y sus pétalos son esponjosos, como la piel de un oso”…
Koremitsu no podía ver la expresión de Tsuyako.
Pero sus palabras estaban llenas de un tinte de tristeza, causando que, tras escucharla, su
corazón se oprimiese involuntariamente.
Hikaru también observaba los delgados hombros de Tsuyako con melancolía en sus
hermosos ojos.
Si Hikaru siguiese con vida, habría abrazado a Tsuyako en este instante. Sin embargo,
ahora era un fantasma, y ya no podía regar las flores, construir un refugio, o consolar a una
amante.
−…Hikaru me cuidó de mí, tal como lo hizo de las flores. Antes de conocer a Hikaru,
detestaba mi cabello… me lo cortaba por encima de los hombros, intentando llamar la
menor atención posible… No me atrevía a expresar mis opiniones, y siempre estaba
cabizbaja… en realidad, no quería estudiar en un internado en Inglaterra cuando mi familia
me lo ordenó, pero no me atreví a negarme…
La voz débil e intermitente sonó de forma muy vacía a oídos de Koremitsu.
La melancolía en los ojos de Hikaru comenzó a empeorar.
−…Tras permanecer en el internado, me seguía sintiendo auto-humillada… todas las
chicas que me rodeaban eran deslumbrantes, lindas, y lucían muy felices, pero yo no soy ni
linda, ni tierna... Me sentía pesimista, pensando que era distinta a todas las demás… cuando
las escuchaba hablando sobre amor, me encogía de la pena, pues sabía que una cosa tan
fantástica jamás me sucedería a mí…
Koremitsu no entendía por qué Tsuyako tenía baja autoestima cuando estaba en
Inglaterra.
La Tsuyako actual era tan hermosa y atractiva que incluso Honoka sentía envidia de su
aspecto. Incluso, era aclamada por todos como la “princesa roja de la danza”.
¿Realmente tenía semejante complejo de inferioridad?
Koremitsu no podía creerlo en lo más mínimo.
−En aquel entonces, siempre me sentía como una mocosa con cabello color óxido… que
nadie se interesaría por mí. Sin embargo, conocí a Hikaru.
La voz lúgubre de Tsuyako se mezcló con un ligero tono de felicidad.
Probablemente, Hikaru también estaba recordando el pasado, con los ojos llenos de
ternura y angustia.
−Llegó la primavera, cuando tenía 14, y regresé a Japón. Casualmente, había una fiesta
de jardín… estaba oscuro… no quería sentirme abandonada entre las nubes, así que me
dirigí a un lugar con poca gente. Vi un árbol de cerezo que aún no había florecido, y sentí
que era igual a mí… y así de simple, alcé la vista, y Hikaru salió de detrás del árbol, bañado
por la suave luz de la luna…
Cuando vio a aquel lindo chico, parecido a un espíritu lunar, estaba tan impactada que su
corazón casi dejó de latir. “¿Qué estabas haciendo” –preguntó. “Viendo flores” –
respondió Hikaru.
−Aquí no hay flores.
−Pronto florecerán. Esta rama dará lugar al florecer de las flores de cerezo más
hermosas. Ah, qué hermosas son. Lo espero con ansias.

Y entonces, Hikaru apuntó con su dedo índice al poco impresionante cabello corto de
Tsuyako, diciendo con inocencia:

−Tu cabello es de un rojo hermoso. Sin lugar a dudas, si lo dejas crecer, se parecerá a
las Pendula Roseas rojas. Lo espero con ansias.

Hikaru entrecerró los ojos de manera embriagada, como si adorase un objeto exquisito.
Nunca nadie había mirado a Tsuyako con aquella expresión.
Nadie había alagado el cabello color óxido por el que tenía un complejo de inferioridad,
ni le habían dicho que se parecían a las Pendula Roseas.

−Gracias a las palabras de Hikaru, me convertí en la princesa roja de la danza.


La noche antes de que regresase a Inglaterra.
Repentinamente, Hikaru visitó a los Udate, para sorpresa de Tsuyako. Se escabulló a
mitad de la noche, sin que nadie lo supiese.
Frenéticamente, Tsuyako tiró de Hikaru hacia su habitación.
¿Qué harás si te encuentra mi padre o alguien más? –Tsuyako estaba muy ansiosa, y
Hikaru le dedicó una sonrisa con gentileza, y dijo: “Está bien”.

−¿Cómo puedes estar tan calmado? Acabas de hacer algo increíble. ¿No tienes miedo?

−No. Soy alguien que será perdonado sin importar lo que haga.

Dijo Hikaru con serenidad.


La duda y el miedo en el corazón de Tsuyako parecieron desintegrarse.
Podía atreverse a entregarle todo su ser a Hikaru.
Sin duda, puedo cambiar.
Tsuyako tuvo aquel pensamiento, y lo creyó.
−Me enamoré de Hikaru de forma soñadora, y él incluso me visitó en Inglaterra. Cuando
lo encontré escabulléndose en los dormitorios, mi corazón se aceleró, pensando que yo
podía hacer algo tan atrevido. Me dejé crecer el cabello, mi profesor elogió mis habilidades
de baile, y me sentía feliz cada día de mi vida… después de ser transferida de regreso a
Japón, podría ver a Hikaru cuando así lo quisiese, así que sin importar cuánto me criticasen
o despreciasen, nunca me importó. Básicamente, me estaban ahogando en una fiesta
eterna… sin embargo, cuando me encontré con Hikaru en la villa, durante la Golden Week,
lucía muy frágil…
La voz de Tsuyako se rompió.
Los pétalos hechos jirones se estremecían en el suelo.
La espalda de Tsuyako nunca mostró movimiento alguno.

−Probablemente, Hikaru se suicidó.


De pronto, susurró aquellas palabras, y Koremitsu soltó una bocanada de aire,
impactado. Mientras tanto, el rostro de Hikaru no exhibía emoción alguna.

−Porque tenía marcas de cortes en sus muñecas.

Aquellas palabras causaron que el corazón de Koremitsu latiese de forma salvaje, e,


involuntariamente, se volvió a mirar las manos de Hikaru.
Los blancos y delgados brazos sobresalían de la camisa del uniforme de verano.
La piel cristalina nunca mostró marcas o lunares, y ninguna de las muñecas mostraba
cicatriz alguna.
(Pero Hikaru es un fantasma… Es imposible ver el mismo cuerpo que tenía cuando
estaba vivo…)
Koremitsu tuvo aquella duda mientras Hikaru exhibía una expresión vacía, luciendo
extremadamente tranquilo.
Generalmente, Hikaru actuaba de forma inocente y optimista, pero, llegado a este punto,
lucía como una persona completamente distinta.
Cada vez que Koremitsu veía su rostro, sentía miedo, pensando que no sabía nada sobre
Hikaru, preocupado que no viese más que la apariencia que Hikaru mostraba.
Hikaru se había ahogado en un río.
Aquello era un hecho.
Pero, ¿aquella muerte realmente había sido a un accidente?
¿O aquello que estaba escrito en los mensajes en cadena de la vez pasada, acerca de que
se trataba de un asesinato, era verdad?
Tsuyako había dicho que se trataba de un suicidio.
Koremitsu tenía todo tipo de hipótesis, dudas y puntos de vista, pero no estaba seguro de
cuál era la correcta.
El único que sabía la respuesta, Hikaru, no decía nada.
¿Qué pensaba Hikaru exactamente tras escuchar las palabras de Tsuyako?
¿En qué pensaba?
Probablemente, Tsuyako nunca se hubiese imaginado que Hikaru estaba a su lado
escuchando.
Tsuyako se peinó el desaliñado cabello, y se lamentó con expresión ansiosa, hablándole
a Hikaru.
−Tenía miedo. No me atreví a preguntarle de dónde habían salido aquellas cicatrices,
pero no pude evitar preocuparme. Por eso le besé.
Tōjō, furioso, había declarado que Tsuyako había besado a Hikaru con descaro, en la
pista de caballos, durante la Golden Week.
Aoi también había dicho que no podía perdonar a Tsuyako cuando pensaba en que había
robado el último beso de Hikaru.
Sin embargo, el beso en la pista de caballos contenía la preocupación de Tsuyako.
Se mordió los labios, y bajó la vista.
−Tras besar a Hikaru, me dijo, con aspecto tranquilo, que no podíamos volver a hacer
algo así, y rompió conmigo.
Habló llena de aflicción.
Hikaru se mantenía estoico, pero sus ojos mostraban angustia.
Sí, Hikaru había decidido alejarse de todas las chicas con las que salía, de manera que
pudiese concentrarse en estar con Aoi.
Ya no podemos salir como antes.
Ya no puedo ser tu amante.
Para aquellas mujeres, esas palabras debieron resultar muy crueles.
Pero Tsuyako levantó la cabeza de forma abrupta, hablando con tono rígido:
−Nada de eso importa. Aunque Hikaru rompió conmigo, sólo necesitaba que cumpliese
la promesa más importante, siempre y cuando siguiese en mi mundo.
Su rostro pálido se enrojeció un poco, y enderezó el cuello.
Sólo en ese momento regresó a ser la misma de siempre: orgullosa y elegante.
Ante el poderío que mostraba, Koremitsu podía, prácticamente, sentir una bofetada en su
rostro.
La Pendula Rosea más hermosa e imponente del jardín…
Sin embargo, sus ojos mostraban un ligero tono deprimido, y en medio de su miseria,
habló con voz ronca:
−Pero Hikaru está muerto…
Su rostro se contorsionó, se esforzó en recobrar el aliento, y se sujetó de Koremitsu,
como si fuese incapaz de sostenerse a sí misma.
En medio del pánico, Koremitsu sujetó el cuerpo cálido y suave. Y el bulto de cabello
rojo cubría sus brazos.
−¿Por qué? ¿Por qué murió Hikaru? ¡¿Puedes responder a eso, Akagi-kun?!
Tsuyako entrecerró los ojos, como si soportase la enorme cantidad de dolor, mientras le
gritaba a Koremitsu.
La voz estaba llena de completa tristeza.
Los dedos blancos y delgados, que sujetaban los hombros de Koremitsu, temblaban.
−Yo…
Koremitsu sentía que atravesaban su pecho.
La seductora Tsuyako, la Tsuyako que amaba sonreír, la Tsuyako que permanecía
conmovedoramente imperturbable ante todas las miradas y chismorreos, mientras mantenía
la cabeza en alto, la primera “senpai” de Koremitsu…
Le habló sin temor a Koremitsu en el pasillo, bailó con elegancia en la sala del club,
sujetó su codo mientras caminaban por la escuela, siguió riendo junto a Koremitsu; todas
aquellas imágenes en sus recuerdos eran completamente distintas a cómo lucía Tsuyako en
este momento, causando que su estómago se retorciese.
Realmente deseaba hacer algo por ella.
Realmente esperaba poder ayudarla, poder salvarla.
Pero él tampoco sabía la respuesta a la pregunta de Tsuyako.
Hikaru nunca le había contado a Koremitsu nada acerca de sus sentimientos,
pensamientos, muerte, y la larga historia que lo mezclaba todo.
Koremitsu dijo que esperaría el día en el que Hikaru explicase todo.
No podía decirle a Tsuyako si Hikaru lo había hecho por su propia voluntad, si había
sido asesinado, o si había sido un accidente.
−Lo siento…
Mientras respondía, Koremitsu apretó los dientes.
En ese momento, una voz severa respondió a su lado:

−Si obtienes la respuesta, ¿volverás a ser la misma de antes? Si te cuento lo que me


ocurrió… si te cuento todos los pecados que cometí, ¿volverás a ser la de antes?

Koremitsu soltó una bocanada, mientras miraba a Hikaru.


Y Hikaru siguió observando, con expresión rígida y solemne.
Sus ojos estaban llenos de firmeza, diciendo que si Tsuyako lo deseaba, lo explicaría
todo, si eso realmente podía ayudarla. Sin importar si era un tabú, sin importar si era
desesperante, lo diría todo.
Koremitsu se sintió mareado, mientras tragaba con nerviosismo, y dijo:
−Si… si supieses la forma en que murió Hikaru… ¿volverías a la normalidad, senpai?
Tsuyako miró hacia arriba, en dirección a Koremitsu, y sus ojos exhibieron un gran
estremecimiento.
Quería saber, pero, a la vez, tenía miedo de hacerlo. Aquellos sentimientos causaron que
su rostro se paralizase, y entonces, con debilidad, soltó las manos que sujetaban el hombro
de Koremitsu.
Entonces, Tsuyako murmuró de forma aletargada:
−Así… es como soy ahora. Con cabello color óxido, una mujer llena de venganza.
Realmente sentía celos de la chica que era amada por su prometido, y mimada por todos a
su alrededor. Me quejaba cada uno de mis días, preguntándome por qué mi cabello es del
color del óxido, y no negro…
Los secos labios mostraban una sonrisa trágica.
Los ojos de Hikaru también estaban llenos de aflicción, mientras el resplandeciente sol
veraniego brillaba sobre todos.
Los pétalos, que dejaban escapar líquidos rojizos, estaban esparcidos por el suelo, y las
sombras producidas por Koremitsu y Tsuyako los cubrían. Definitivamente, Hikaru estaba
presente, pero su sombra no.
Tsuyako sacudió la cabeza.
−Bueno, supongo que eso no resuelve nada. Hikaru ya no está, y la nube sigue oculta.
Habló con terquedad, y su mirada, cabizbaja, temblaba ligeramente.
−En cuanto la luz de la luna desaparezca, la araña aparecerá para atarlos a todos. Las
flores también se marchitarán.
−¿Qué sucede con esa araña, senpai? Escuché que hay un temple de adoración en tu
casa. ¿Está relacionado con eso? Además, la “mujer” que mencionaste la vez pasada…
En ese momento, las nubes cubrieron el cielo.
Los ojos de Tsuyako perdieron todo brillo, y fueron cubiertos por niebla.
Su expresión era ambigua, sus labios, nariz, cejas… su silueta se tornaba borrosa.
−Encerrada en aquel templo… se encuentra una mujer que se convirtió en araña a causa
de su excesivo amor y envidia, devorando a su esposa y a la amante… para prevenir que
siguiese cometiendo tales actos, comenzó a ser adorada como una diosa. Aquello ocurrió
hace mucho tiempo, probablemente en el período Heian… yo soy su descendiente.
Comenzaron a soplar vendavales cálidos, y el cabello rojo comenzó a ondear, como
sangre fresca.
Hikaru, de pie junto a Koremitsu, se quedó sin aliento, impactado.
La chica con la apariencia de Tsuyako estaba en medio de los restos de flores, con una
expresión borrosa, diciendo:

−La mujer que devoró a su esposo y a la amante… se llama Rokujō.


Capítulo 6: La descendiente de la araña.

Unos días después de que Tsuyako dijese aquellas ominosas palabras en el jardín,
asuntos triviales comenzaron a ocurrirle a Aoi, uno tras otro.
De camino a la escuela, su falda plisada fue rasgada por una pequeña cuchilla;
aparecieron malvarrosas arrancadas sobre su escritorio y alacena. Perdió sus libros, estuche
de lápices, uniforme de gimnasia, y la paleta y pinceles que dejaba en la sala del club.
Cada vez que aquello ocurría:
−¡Esto es malo, Akagi-kun!
Hiina, del club de noticias, venía a notificarle.

Esta mañana, Hiina estaba frente a la mesa de Koremitsu, posando su redondo rostro
sobre la mesa, mientras parloteaba:
−¿Quién podría ser el culpable? Al parecer, Su Alteza Aoi era víctima de tales actos tan
fastidiosos cuando era la prometida de Hikaru-sama, pero es primera vez que el culpable
actúa de forma tan abierta. Aunque la Matriarca Asa se está volviendo aterradora. Si
atrapan al culpable, estoy segura de que lo enrollará dentro de un rollo de Sushi sumaki y lo
deportará en barco a las heladas tierras de Siberia.
Incluso fingió temblar un poco, y entonces exhibió una sonrisa infantil.
−Busquemos al culpable juntos, Akagi-kun. Si lo haces, puede que Su Alteza Aoi
mejore su opinión sobre ti. Puede que incluso la Matriarca Asa apruebe tu relación con ella.
−Para mí… no importa. En primer lugar, no estábamos saliendo.
Honoka estaba sentada en su asiento, jugando con su teléfono. Se estaba esforzando en
evitar mirar a Koremitsu a los ojos, y el propio Koremitsu no encontraba oportunidad de
hablar con ella. Uno de estos días, quería tener una charla apropiada con ella, pero, ahora
mismo, no tenía tiempo.
−De acuerdo a la información que recolecté, parece que alguien vio a una chica de
cabello negro y largo alrededor de la hora en la que ocurrieron los eventos. Busquemos a
esta mujer.
−De acuerdo, por ahora, apresúrate en regresar a tu aula.
−Ah, ¿a dónde vas, Akagi-kun?
−Al baño.
−En ese caso, te acompañaré.
−¡No me sigas!
Logró deshacerse de Hiina, entró al cubículo del baño, y se sentó con una mirada amarga
en el rostro.
−Parece que Oumi-san ya sospecha de alguien, y se acercó a ti como mera formalidad.
Supongo que incluso Asa-chan lo sabe ya, pero no puede armar un escándalo a causa del
estatus de esa persona, y debe sentirse muy ansiosa al respecto.

Hikaru fruncía el ceño, mientras hablaba desde el techo.


−¿Después de todo… senpai lo hizo?
−Tsuyako no haría tal cosa, pero…

Hikaru habló con rudeza y tono serio.


−Sería posible si se tratase de Rokujō.

−Soy la descendiente de la araña. La mujer que devoró a su esposo y a la amante… se


llama Rokujō.

−¿Eres capaz de detener a Rokujō, Akagi-kun?

La voz de Tsuyako apareció en su mente, junto a una fragancia atrayente, y sintió peso
en su corazón, en su pecho, como si estuviese lleno de piedras.
(¿Realmente es posible que una mujer se convierta en otra completamente distinta?)
Sin embargo, Tsuyako estaba evidentemente asustada de la sombra de Rokujō, y se
sentía contrariada por ella.
−Mm, en cualquier caso, no hay dudas de que está relacionado con senpai.
Koremitsu apretó los dientes.
¿Cómo podrían detener la locura de Rokujō? Ni siquiera Aoi sería capaz de soportar las
cosas que le sucedían todos los días.
Hikaru se sumergió en profundas cavilaciones, con expresión seria, y no tardó en hablar:
−Primero, tenemos que alejar a Tsuyako de Aoi-san. En cuanto eso suceda, Aoi-san
estará a salvo, y Tsuyako podrá calmarse. En cualquier caso, Tsuyako necesita un cambio
de humor.

−En otras palabras, ¿a qué te refieres?


−Por favor, ¿podrías invitar a Tsuyako a una cita?


−¿Akagi-kun?
Tras percatarse de la presencia de Koremitsu en el aula de segundo año, antes de la
reunión matutina de tutoría, Tsuyako exhibió una expresión escéptica.
−Acompáñame por un rato, senpai.
−¿Acompañarte? La tutoría está a punto de comenzar, ¿sabías? ¡Eh! Akagi-kun−...
Koremitsu, sin piedad alguna, tomó a Tsuyako por la mano y se marchó del aula, así
como así.
“¡El rey de los delincuentes acaba de secuestrar a la Matriarca de la Luna!”, “Después
de todo, ¿esos dos sí que están teniendo una aventura?” –Koremitsu podía escuchar tales
voces a su espalda.
Tsuyako entornó los ojos, impactada, mientras Koremitsu la guiaba tomándola de la
mano. En aquel entonces, había sido Tsuyako quien había arrastrado a Koremitsu alrededor
de la escuela, en una cita. Pero la situación se había sido revertida.
Ambos se cambiaron los zapatos en los casilleros, atravesaron las puertas de la escuela,
y procedieron a caminar a través de los pasos peatonales.
−Akagi-kun, si vuelves a hacer algo así, surgirán nuevos rumores. Será mejor que no te
involucres conmigo. Ya te dije que no debes asistir a las actividades del club.
−Te escuché, pero no estoy de acuerdo. Después de todo, eres mi senpai.
Koremitsu sujetó a Tsuyako por la mano, mientras le hablaba con firmeza. Tsuyako
lucía sorprendida, y sus hombros temblaban.
−Pero…
−Senpai, sigues contrariada por el asunto de Rokujō, ¿no? Tan solo disfruta y libera tu
frustración, te sentirás mejor. Hikaru lo dijo antes, ¿me equivoco?
En cuanto Koremitsu mencionó el nombre de Hikaru, los ojos de Tsuyako se
humedecieron, con toda clase de sentimientos girando en su interior.
−Así que, por hoy, intentemos una ruta que recomendó Hikaru.
(Te dejaré guiarnos, Hikaru).
Koremitsu lanzó una mirada furtiva en dirección diagonal y hacia arriba, y Hikaru le
dedicó una sonrisa confiada en respuesta.
−Primero, dirijámonos a los jardines tropicales. A Tsuyako le gustan los árboles de
bayán y bananas.

−¡Primero, vamos a los jardines tropicales! ¡Los árboles de bayán y bananas esperan por
nosotros!


Tomaron el tren, y llegaron al jardín, que se encontraba junto al mar.
Atravesaron las puertas principales, maravillándose, mientras paseaban, de las ramas
suaves e inclinadas, los árboles sureños con hojas parecidas a la cresta de un gallo y las
cannas amarillas. Atravesaron los bosques tenuemente iluminados, y había un coliseo con
forma de tazón rodeado por grandes árboles de cerezo. Incluso había un gato tomando una
siesta en el banco; el lugar era muy sereno. Si avanzaban un poco más, llegarían al gran
domo similar a una jaula de pájaros.
En medio de ellos, lo que les daba la bienvenida era la deslumbrante luz del sol, que
brillaba a través de la ventana, y el sonido de las olas y caídas de agua, producidas por la
cascada artificial, que resonaban por el lugar. Al igual que las exuberantes copas verdes de
los árboles de coco y helecho, los hibiscos rojos, las flores que estaban reunidas como aves
carmesí, y el aire húmedo.
−El nombre español de la Heliconia Rostrata sería “Garra de langosta colgante”. Mira,
si observas esta flor carmesí, luce como los camarones que sirven junto al arroz del sushi,
¿no?

De inmediato, Hikaru presumió del vasto conocimiento que poseía.


Todos los árboles se elevaban hacia el cielo, mostrando la vitalidad que poseían. Muchas
de las hojas producían sonidos al ondear. Las flores también estaban teñidas de colores
como el rojo, naranja y amarillo, capturando los ojos de muchos, estando llenas de vida.
Tsuyako, quien lucía avergonzada mientras iban en el tren, se ruborizó ligeramente
cuando el tren se movía, y sus ojos recobraron la vida.
−Hikaru y yo vinimos muchas veces a este jardín. Hikaru me dijo que, cada vez que
quería animarse, venía hasta aquí, y obtenía poder de los árboles y flores del lugar. ¿Ves los
árboles que crecen cerca de la cascada? Aquellas flores con diseños lucen como un kirin7,
¿no es así? Se llaman Cyathea Mertensiana. Ah, y este árbol de bananas, me encanta.
Había un alto árbol que se esforzaba en abrir sus grandes hojas como si se tratasen de un
abanico verde; Tsuyako se detuvo frente a él, y sonrió mientras miraba hacia arriba.
−Una vez, le dije a Hikaru que quería bailar mientras sostenía un abanico así de
hermoso.
Tsuyako caminaba alrededor del parque, y su expresión brillaba, a medida que,
aparentemente, recordaba a Hikaru. Hikaru también le dedicaba una mirada alegre y gentil
mientras presenciaba aquello.
(Senpai luce mucho más enérgica ahora, Hikaru).
Siempre y cuando Tsuyako se mantenga estable, es probable que Rokujō se desvanezca.
No era más que un pensamiento optimista, pero el corazón de Koremitsu finalmente se
calmó.
Después de eso, caminaron un buen rato alrededor del domo, comieron un poco de arroz
picante indonesio, ensalada de langostas y fideos en el restaurante, fueron a echar un
vistazo a las tiendas, vieron un barco que estaba de exhibición en el pabellón, pasearon por
la plaza, hicieron un poco de ejercicio en el gimnasio, descansaron en un banco junto al mar
mientras tomaban jugo, y, para aquel momento, ya casi anochecía.
Tsuyako se rio en voz alta un par de veces, junto a Koremitsu.
Iban de regreso, y, de pronto, Tsuyako se detuvo frente a un árbol de Pendula Rosea que
comenzaba a teñirse de dorado.
Observó con calma las flores, con una mirada llena de recuerdos:
−Cuando las floreces florecen… es el comienzo de todo… después, viene el verano, y en
cuanto acaba el otoño… es hora del invierno… −murmuró, de forma solitaria.
Koremitsu sabía que Hikaru y Tsuyako se habían conocido durante una noche
primaveral, bajo el árbol de Pendula Roseas, cuando la luna estaba cubierta. En este
momento, no era extraño preguntarse si Tsuyako deseaba que Hikaru apareciese detrás del
árbol, sonriendo.
Su expresión era similar a la de alguien que espera un milagro que no sucederá, mientras
observaba las duras ramas envueltas por luz dorada.
El pecho de Koremitsu comenzó a doler.

7
El nombre en japonés del Qilin, un ser mitológico con cuerpo de león, piel de pez y cuernos de ciervo
En ese momento, Hikaru habló con calidez:
−Oye, Tsuyako, cuando aún salíamos, una vez te dije: “Si mi prometida no fuese Aoi-
san, sino tú, ¿qué habría pasado”. Los hijos de los Mikado deben casarse con mujeres Udate
o Saotome. El hijo legítimo se casa con Tsuyako, de los Udate, y yo me casaré con Aoi-san,
de los Saotome. Por otro lado, podría ocurrir lo contrario.

(¿En serio? En ese caso, existía la posibilidad de que senpai hubiese sido la prometida
de Hikaru).
Hikaru observó a Tsuyako con claridad.
Y Tsuyako bajó la vista, frente al árbol de Pendula Roseas.
−En aquel entonces, Tsuyako sonrió y respondió: “En ese caso, no estaría bailando ahora
mismo, no sería capaz de conocer un amor tan intenso, y no sería capaz de amarte. No
necesito una cita distinta a esta…”

Aquellas palabras no serían capaces de alcanzar los oídos de Tsuyako.


Pero las emociones que Tsuyako albergó en aquel entonces, hacían eco claramente en
las palabras de Hikaru.
−“No quiero intercambiar de destino con Aoi-san. Incluso si Dios lo permitiese, me
negaría”. Eso fue lo que dijo.

Hikaru entrecerró los ojos con amor.


Estaba tan orgulloso de esta firme y elegante Tsuyako, de lo deslumbrante que era.
Las emociones de Hikaru conmovieron el corazón de Koremitsu.
−Oye, senpai, Hikaru mencionó que eras la Pendula Rosea más hermosa que se
mantenía de pie en medio del jardín. Es cierto.
Koremitsu realmente quería expresar los sentimientos de Hikaru a Tsuyako, quien se
encontraba cabizbaja y con la espalda encogida.
Realmente quería hacerle saber del amor y felicidad que Hikaru le había mostrado.
Los hombros de Tsuyako comenzaron a temblar, mientras juntaba las manos con fuerza,
murmurando con culpabilidad:
−N-No soy así…
Hikaru habló con expresión honesta:
−Tsuyako, ¿qué quiere Rokujō que hagas? ¿Hay algo que pueda hacer por ti?

Koremitsu también preguntó, con aspecto serio:


−Senpai, debes sentirte en problemas, ¿no es así? Dime, ¿hay algo que pueda hacer?
−…Akagi-kun.
Tsuyako levantó la cabeza hacia Koremitsu, temblando. Dejó entrever un aspecto débil,
indefenso, y su mirada deambulaba; probablemente, se sentía vacilante al respecto. Tras
morder ligeramente su labio inferior, respondió con voz ronca, jadeando:

−...Rokujō.
Koremitsu también contuvo el aliento, mientras escuchaba con atención.
−Rokujō… quiere que yo…
De pronto, Tsuyako hizo un gesto de dolor.
−!
−¡¿Qué sucede, senpai?!
Tsuyako observó la rama del árbol de Pendula Rosea con rostro pálido. Un hilo colgaba
de la misma, y, en la punta, se balanceaba una araña, tan minúscula que había que
concentrarse para verla.
Los ojos de Tsuyako perdieron todo rastro de vida, y volvieron a tornarse brumosos.
−No… no. No… l-lo siento, me siento un poco… N-Necesito ir al baño. Por favor, ve a
casa, Akagi-kun.
−Oye, senpai.
Tsuyako se marchó a toda prisa, sin esperar la respuesta de Koremitsu.
−Maldición.
Koremitsu fulminó a la araña con la mirada, y salió tras Tsuyako.
Sin embargo, en cuanto llegó al baño ubicado fuera de la estructura con forma de domo,
no encontró a Tsuyako, sin importar cuánto esperó.
−¿No está en el baño?
Sacó su teléfono, y marcó el número de Tsuyako.
−Ugh, me envió al buzón de voz.
Sin importar cuántas veces lo intentó, el resulto fue el mismo.
−Tengo un mal presentimiento, Koremitsu. Echemos un vistazo en la escuela.

−Oh, sí, puede que senpai haya regresado a buscar su bolso.


Sin más ideas que esa, Koremitsu no pudo hacer más que regresar a toda prisa a la
escuela, empleando la misma cantidad de tiempo que le había tomado venir hasta aquí.

Para cuando Koremitsu llegó, ya el sol se había ocultado, pero el campus de la escuela
seguía iluminado.
En cuanto entró, Koremitsu comprobó el casillero de zapatos de Tsuyako. Sólo había un
par de zapatos de uso interior, pero no de uso exterior.
−¿No vino…?
Hikaru se detuvo a su lado, suspirando.
Sin importar cuántas veces Koremitsu intentase llamar, no recibía respuesta. Si tan solo
hubiese regresado a casa a salvo…
Por precaución, Koremitsu decidió revisar el aula. Así, intentó buscar la entrada en el
pasillo, y justo cuando comenzaba a moverse:
−¡Mira eso, Koremitsu! –Hikaru exclamó de forma rígida.

Koremitsu también estaba impactado.


Había una mujer, vestida con uniforme, bajo la luna cubierta de niebla, frente al árbol de
adelfas en el jardín.
La mujer poseía un cabello negro y brillante, que iba de sus hombros a la cintura,
balanceándose de forma encantadora en el aire.
Había flores desgarradas esparcidas alrededor de aquella mujer, y justo cuando el grupo
de Koremitsu observaba, con dificultad para respirar, la mujer peló las flores, las aplastó, y
las desechó con sus delgados brazos.
Oumi había mencionado que, después de lo ocurrido a Aoi, alguien había visto a una
mujer con cabello largo y negro.
(Es ella…)
−¡Oye!
Koremitsu corrió hacia el jardín.
La otra persona también comenzó a correr, y el cabello brillante se balanceaba de lado a
lado. En ese instante, una fragancia atrayente alcanzó sus fosas nasales; ¡era el aroma de
semillas de amapola siendo añadidas al fuego! ¡El dulce y atrayente…!
−Espera, ¡¿tú eres Rokujō?!
Las nubes cubrían la luna, y su visión estaba limitada. La mujer corrió a toda prisa,
habilidosamente, a través del bosque. Su cabello negro y exuberante apenas podía verse.
El corazón de Koremitsu latía con fuerza, como si fuese a romperse, y sentía ardor en lo
más profundo de su cabeza. En medio de la oscuridad, Koremitsu observó a su objetivo,
quedándose sin aliento, pero pronto lo perdió de vista.
−¡Vaya!
(¿Qué sucede con esa mujer?)
−Hikaru, ¿viste su rostro?
Koremitsu giró su cuello, y Hikaru, flotando en el aire, sacudió la cabeza con amargura:
−Estaba demasiado oscuro; es difícil de decir.

−Maldición.
Koremitsu se sentó en el suelo, y gruñó, mientras miraba hacia el cielo.
¿Aquella mujer era Rokujō?
(Su silueta… luce bastante alta para una mujer. Probablemente, sea de la misma altura
de senpai… supongo. Pero su cabello es completamente distinto. La mujer tiene cabello
negro, pero senpai… sí que odiaba su cabello antes de conocer a Hikaru; se sentía infeliz
al respecto, llegando a quejarse por no tener cabello negro).
Esta persona lucía similar a Tsuyako, pero, a la vez, parecía una persona completamente
distinta.
(¡Ugh, no lo sé!)
En ese momento, sonó el teléfono en su bolso.
¡Era Tsuyako!
−¡Senpai!
Koremitsu habló con rudeza, y Hikaru también acercó su rostro, con aspecto tenso.
Se pudo escuchar una voz ronca.
−…Akagi-kun, déjame sola.
Las siluetas de Tsuyako y la chica de cabello negro –que había arrancado las flores− se
solaparon, causando que Koremitsu sintiese un escalofrío en la espalda.
Con voz ruda y temblorosa, Tsuyako prosiguió:
−Es por tu bien… no hay manera de detener a Rokujō. La mancha nunca podrá ser
eliminada. Se sigue adhiriendo a mí, sin importar cuánto intente lavarla. No puedo eliminar
el olor… aquel hedor nauseabundo…
−Senpai, ¿dónde estás ahora?
Cayó el silencio, junto al sonido de agua en el fondo.
−…No vuelvas a llamarme senpai.
Murmuró ella, con un tono completamente aletargado, y colgó el teléfono.
Junto a Koremitsu, Hikaru lucía como si su corazón hubiera sido desgarrado.


−Tiene que ser una broma. ¿De qué otra forma se supone que me dirija a ella?
A la mañana siguiente.
Con las cejas levantadas, Koremitsu transitaba el camino de tierra en dirección a la
escuela.
−¡Si la tengo en frente, la llamaré senpai cien veces!
A su lado, Hikaru hablaba con calma:
−Tsuyako no quiere que te involucres, Koremitsu.

−¿Vamos a limitarnos a dejarla sola? Tus preocupaciones acerca de senpai no han


desaparecido, ¿o sí?
−No es así. Estoy muy preocupado, pero he estado pensando, ¿por qué Rokujō−…?

Justo cuando los ojos de Hikaru estaban a punto de hundirse en el abismo de los
pensamientos…
Sonó el teléfono de Koremitsu, que estaba en su bolso.
¿Sería Tsuyako?
Sacó el teléfono para confirmar, y entonces, sus labios se curvaron con disgusto.
(Un mensaje anónimo… ¿un anuncio de un sitio porno o algo así?)
Estaba a punto de eliminarlo, pero se detuvo en cuanto leyó el título.

Las mujeres que estuvieron con Hikaru-sama. Segundo acto: “Tsuyako Udate”.

En ese momento, sintió que su garganta se secaba.


(¿Este mensaje es igual al que le enviaron a la chica de las trenzas?)
En aquel entonces, el nombre mencionado en el título del mensaje era el de Yū.
Hikaru, mirando furtivamente desde un lado, también frunció el entrecejo.
En cuanto abrió el mensaje, leyó términos sucios tales como “prostituta”, “lujuriosa”, y
también había contenido relacionado con la “sangre de araña”.
Durante el período Heian, uno de los ancestros femeninos de los Udate se convirtió en
araña, devorando a su esposo y a la amante.
También estaba escrito que, al comienzo del período Showa, una mujer de la familia
Udate arrancó los ojos de la amante del esposo en su casa de doncella, le cortó el cabello,
asesinó a la amante, y arrastró al esposo al mar, para cometer suicidio.
Incluso en la actualidad, seguía existiendo sangre demoníaca de la araña dentro del
cuerpo de las mujeres Udate, y reaccionaba en base a los celos. Probablemente, Hikaru-
sama fue devorado por una mujer Udate− Tsuyako. Eso era lo que decía el mensaje.
−!!
Koremitsu eliminó el mensaje, y guardó el teléfono en su bolso.
−Es igual que aquella vez con Yū. ¡Esto es asqueroso! Para empezar, ¿quién envía
semejantes mensajes?
−Pero he de decir, si no es más que una persona tratando de armar un escándalo, siento
que esa persona sabe mucho sobre los Udate.

Hikaru también leyó el mensaje de forma sombría.


−En ese caso, ¿el remitente es alguien que conoces? ¿Por qué haría algo así?
−No lo sé.

Hikaru respondió con rigidez, y mantuvo la boca cerrada, sumergiéndose en profunda


reflexión.
A su alrededor, más estudiantes comenzaron a dirigirse a la escuela, y Koremitsu
también guardó silencio. Sin embargo, su cabeza ardía a causa de la rabia.
(Maldición. Si semejantes mensajes comienzan a rondar por allí, todos pensarán que fue
senpai quien le hizo todas aquellas cosas fastidiosas a Aoi. No sé quién envió esto, pero no
perdonaré a esa persona).
Estaba fulminando con la mirada, causando miedo en los demás estudiantes; se cambió
los zapatos en el casillero, y mientras caminaba por el pasillo, en dirección a su aula…
Una voz llena de nerviosismo sonó a su espalda.

−¡Akagi!

Corriendo hacia él, a una velocidad alarmante, se acercaba Honoka, quien veía hacia
arriba en dirección a él.
−¡Es grandioso que estés en la escuela, Akagi! ¡Ven conmigo!
Honoka jadeaba, mientras tomaba a Koremitsu por el codo, y lo arrastró junto a ella.
Hikaru abrió los ojos de par en par, y Koremitsu también lucía ansioso.
−¡O-Oye, Shikibu! ¿De qué se trata todo esto?
Aunque Honoka no había querido mirarlo durante los últimos días.
(¿Ya no está molesta conmigo? ¿Acaso no dijo algo como “ya no me importa este
sujeto”? ¿No pensaba que era una causa perdida?)
Honoka levantó los labios, y dijo:
−El retrato de Hikaru-sama que Su Alteza Aoi había dibujado, desapareció de la sala de
arte.
−¡¿Qué?!
Koremitsu también sabía que Aoi había estado dibujando un retrato de Hikaru desde
aquella cita de cumpleaños en el parque temático.
Le había confesado a Koremitsu, avergonzada, que no era buena para dibujar perfiles
humanos, pues no tenía mucha experiencia, así que se sentía muy ansiosa al respecto. Sin
embargo, se lo mostraría en cuanto lo terminase.
¿Y ahora el retrato estaba desaparecido?
(No me digas que ayer…)
El estómago de Koremitsu se retorció en cuanto recordó a la Rokujō que arrancó las
flores.
Hikaru también mostró un aspecto serio.
Honoka siguió arrastrando a Koremitsu, diciendo:
−Dicen que fue esta mañana cuando descubrieron la desaparición de la pintura, y todos
se están preguntando si fue robada. Incluso la Matriarca Asa arremetió contra Tsuyako-
senpai, interrogándola con respecto a si había robado la pintura.
−¿Hablas en serio?
¿Asai Saiga realmente fue a buscar a senpai?
−¡Esto es malo, Koremitsu! Si Asa-chan está haciendo algo así, significa que su
paciencia llegó al límite. Los Udate tienen lazos profundos con los Mikado, así que Asa-
chan no quería armar un escándalo. ¡Pero si está buscando a Tsuyako de inmediato…!

Era anormal que Hikaru estuviese tan ansioso.


−¡De prisa, Koremitsu! ¡Detén a Asa-chan antes de que sumerja a Tsuyako en concreto y
la lance a la Bahía de Tokio!

−Oh, de acuerdo.
Incluso Hikaru, su primo y amigo de la infancia, veía a Asai como semejante personaje.
Involuntariamente, Koremitsu comenzó a sudar, mientras aceleraba el paso.
Honoka soltó la mano de Koremitsu, y ambos bajaron las escaleras de prisa, dando pasos
largos.
−La Matriarca Asa luce aterradora con esa aura asesina que la rodea. ¡Tsuyako-senpai
podría ser asesinada si no nos damos prisa!
Honoka era lo suficientemente valiente como para no aterrarse ante el aspecto salvaje de
Koremitsu cuando se conocieron, pero, ahora mismo, temblaba de miedo.
Koremitsu sabía que no debería pensar en tales cosas, pero tras percatarse de lo peligrosa
que lucía Asai, en muchos sentidos, sintió simpatía hacia ella, involuntariamente.
El propio Koremitsu siempre había sido víctima de tales rumores, como haberle
propinado una paliza casi mortal a una docena −o más− de rufianes de otras escuelas, o que
el presidente del club de boxeo de cierta escuela desapareció sin dejar rastro tras mirar a
Koremitsu, o cómo se enfrentó a un miembro de los yakuza con una daga, e hizo que su
oponente pidiese perdón.
Ambos corrían por el pasillo, y llegaron a una sala con el letrero que rezaba “Club de
Danza Japonesa”.
Desde dentro, podía escucharse la voz de Asai.
−Qué mujer tan desvergonzada.
(¡Ack!)
La fría y aguda voz era tan fuerte que podría haber cortado por la mitad el corazón de su
interlocutor.
−Es un alivio que una persona como tú no esté casada con un Mikado. Los Mikado no
necesitan lidiar con una ladrona, una sucia prostituta, y una persona imperfecta.
En cuanto Koremitsu abrió la puerta, encontró que Asai y Tsuyako –quien estaba vestida
con un kimono de mangas largas−, se fulminaban con la mirada la una a la otra.
La mirada de Asai era tan fría como el invierno siberiano, pero lo más inquietante era
que Tsuyako no se contenía. Le devolvía a Asai una mirada feroz con todas las de la ley,
haciendo que cualquiera se cuestionase si era la misma persona que había llamado el día
anterior con voz tan débil.
−¿Prostituta? Me sorprende que conozcas tan bien términos tan sucios, Asai-san. ¿Es
porque los escribiste en los libros que tanto te gustan? ¿Acaso no te estás comportando
como una también, irrumpiendo aquí sin saludar y armando un escándalo?
−¿Tienes derecho a decir tales cosas? Has hecho cosas molestas desde pequeña, como
arrancar todos los tulipanes del jardín de Aoi, o colocar el cadáver de una rata en el alféizar
de la ventana de la habitación de Aoi. ¿De verdad odias tanto a Aoi?
−¿Y qué hay de ti, Asai-san? Te encanta aparecer cuando le ocurre algo a Aoi-san, pero
siempre has sido muy negligente para protegerla. ¿O es que, mientras más confundida estás,
menos eres capaz de proteger a Aoi-san? Además, ¿dónde están las pruebas de que yo lo
hice?
−Sigues siendo igual, fingiendo no saber nada, culpando a los demás, actuando
despreocupadamente incluso cuando tienes una aventura con el prometido de alguien más.
−¿Supongo que eso ocurrió porque la persona siendo engañada no tenía suficiente
encanto?
−¿Dónde está el retrato de Hikaru?
−No lo sé. ¿Dónde estará?
Prácticamente, las dos chicas tenían espadas desenfundadas, mientras una sensación
helada invadía la sala. Vergonzosamente para Koremitsu, él seguía de pie en la puerta,
incapaz de entrar.
(Una discusión entre mujeres… es aterradora. Siento comezón en la espalda a causa del
miedo).
Honoka fulminó con la mirada a Koremitsu, como si le preguntase por qué no había
entrado aún.
Pero Koremitsu sentía que si entraba, sería perseguido por la avalancha que parecía
inundar el aire.
Al igual que Koremitsu, Hikaru espiaba la sala desde la puerta, con preocupación.
Por cierto, era primera vez que escuchaba acerca de Tsuyako haciéndole bromas a Aoi…
no, parecía que Aoi había mencionado algo parecido antes.

−Tsuyako-san también me odia. Me ha molestado desde niñas, y vino deliberadamente


hasta mi jardín…

(Cierto, Aoi mencionó algo así, aunque se detuvo a mitad del relato. ¿Hikaru lo sabe?)
Koremitsu miró por el rabillo del ojo hacia un lado, y se percató de que su amigo
observaba la contienda verbal, con aspecto vacilante.
(Cielos… si eres el príncipe del harén, al menos deberías saber cómo solucionar una
disputa entre chicas, ¿no? ¿Qué sucederá si ocurre una guerra en tu harén?)
Justo cuando Koremitsu estaba a punto de bajar los hombros…
De pronto, Tsuyako bajó el tono.
El tono feroz que había utilizado antes, ahora se había convertido en uno calmado y
serio.
−Oye, Asai-san, ¿no crees que la premisa detrás de todo este asunto está mal? El retrato
de Hikaru desapareció, ¿pero por qué estás tú aquí, en lugar de Aoi-san? ¿Acaso el retrato
no es suyo? ¿De Aoi-san, la prometida de Hikaru?
−…Aoi no ha llegado a la escuela. No tiene intenciones de decirte que el retrato
desapareció.
Asai respondió con disgusto, dedicándole una mirada que parecía decir: “¿por qué tengo
que responder esa pregunta?”
Entonces, Tsuyako preguntó con expresión madura:
−Todo este tiempo, has estado protegiendo a Aoi-san, Asai-san. Pero, en el fondo, ¿qué
es lo que piensas en realidad?
−¿A qué te refieres?
Los ojos de Asai revelaron una mirada furiosa y aguda.
−Asai-san, cuando proteges a Aoi-san, no lo haces por su bien, sino por el tuyo, ¿me
equivoco? Dado que eres tan inteligente, deberías ser capaz de comprender los sentimientos
que albergas respecto a ella, ¿no? Para seguir protegiéndola, evitando que salga lastimada,
evitando que sea mancillada, tú…
El rostro de Asai pareció haberse congelado.
En lo más profundo de sus ojos, pareció percibirse angustia, pena y ansiedad.
−No, Tsuyako. ¡No digas tales cosas!

Tras escuchar el tenso grito de Hikaru, Koremitsu entró en pánico.


En ese momento, Asai levantó su mano derecha hacia lo alto, lista para abofetear a
Tsuyako.
Un sonido agudo hizo eco, y Tsuyako quedó estupefacta, su brillante y exuberante
cabello se esparció en un instante.
Era una bofetada sin piedad, con todas las de la ley.
Koremitsu entró de prisa a la sala, y sujetó el brazo de Asai.
−¡Ya fue suficiente, Asai! ¡Suficiente!
−…!
El rostro de Asai se contorsionó en cuanto vio a Koremitsu, y entrecerró los ojos de
forma feroz.
Tsuyako estaba cabizbaja, y posó su mano en la mejilla que Asai había abofeteado.
Honoka estaba en la puerta, observando a Koremitsu y al resto, sin aliento.
Hikaru abrazaba a Tsuyako por los hombros, consolándola. Sin embargo, Tsuyako no se
percató de que las manos de Hikaru estaban insertadas dentro de sus hombros.
−¿Abofetear a alguien con tanta fuerza como para que tu mano se hinche? Eso no es
apropiado para una chica, Asa-chan.
Koremitsu acercó la mano roja e hinchada de Asai hacia ella, causando que el rostro de
ésta se sonrojase, y, de inmediato, se sacudió la mano de Koremitsu.
−Te dije que no me llamases de esa forma.
Entonces, Asai se mordió los labios, la rabia y la vergüenza asomaron brevemente, antes
de regresar a su aspecto estoico de siempre. Habló con severidad:
−…Tsuyako-san, si vuelve a ocurrir algo, ni siquiera tu identidad como parte de los
Udate te ayudará. Por favor, recuérdalo bien.
Asai se marchó, y Honoka entró con frenesí.

−Asai-san.

Tsuyako habló, con la mano aún en su mejilla.


−Es hora de que digas la verdad… Hikaru ya no está.
Su voz silenciosa estaba llena de angustia; parecía estar preocupada por Asai, incluso
dándole un consejo…
Detrás de Tsuyako, Hikaru bajó las cejas un poco.
Los hombros de Asai se estremecieron, mientras se detenía en el acto, antes de volver a
caminar.
En cuanto Asai pasó a su lado, Honoka se apresuró a intervenir:
−¡Tsuyako-senpai! ¿Estás bien? Ahh, tu rostro está completamente rojo. Buscaré un
pañuelo húmedo.
En cuanto confirmó la condición del rostro de Tsuyako, Honoka regresó corriendo al
pasillo.
Koremitsu perdió la oportunidad de hablar, y Tsuyako no lo miraba, mientras seguía
murmurando para sus adentros:
−Creo que le dije… demasiadas cosas innecesarias a Asai-san. Pero estoy preocupada
por ella. Nuestras actitudes hacia Hikaru… son tan contrastantes, y a la vez tan similares.
(¿A qué se refiere…?)
Tan contrastantes… tan similares…
Probablemente, Hikaru había entendido, pero se limitó a bajar la mirada y a escuchar las
palabras de Tsuyako, exhibiendo un aspecto débil.
Tsuyako también comenzó a sonreír con debilidad.
Aquella sonrisa era igual a la que Hikaru mostraba cuando no sabía qué hacer, y esto
causó que Koremitsu sintiese un dolor palpitante.
−Si tan solo pudiese seguir mis propios consejos, nadie tendría que sufrir… después de
todo, no soy más que la chica con el cabello rojizo como el óxido.
Hikaru alzó la cabeza y miró a Tsuyako con dolor. Parecía querer disculparse por no
poder aliviar el dolor de Tsuyako− por morir y dejarla atrás, y ser incapaz de cumplir
aquella promesa.
Koremitsu también sentía un conflicto en su interior.
¿Morir y dejar atrás a aquellos que nos importan, era tan trágico?
Honoka se apresuró a regresar con un pañuelo mojado, y lo colocó en la mejilla de
Tsuyako, haciéndose cargo de ella con cariño y preocupación.
Parecía que Tsuyako se había calmado un poco al ser atendida con tanta atención por
parte de Honoka.
−Gracias, Shikibu-san. Fuiste tú quien trajo a Akagi-kun, ¿no es así?
−Eh, ah, bueno… Akagi es un bruto, mal hablado, y luce como un delincuente, pero
puede llegar a ser confiable cuando el momento lo amerita. Por eso…
A medida que hablaba, la voz de Honoka se hacía más suave.
Tsuyako sonrió, como si mirase a una tierna kohai8, y entonces le sonrió a Koremitsu.
−Oh, sí, gracias por venir a detener a Asai-san, Akagi-kun.
−No, no hice mucho. No hice más que quedarme al margen.
La voz de Koremitsu también se tornó más suave.
Los ojos de Tsuyako se entrecerraron de forma amigable, mientras veía a Honoka y
Koremitsu moverse nerviosamente, y entonces habló con tono gentil y solitario:
−Por ahora, quiero detener todas las actividades del club. Ya no tienen que venir.


−Yo… estaba molesta con Tsuyako-senpai.
Era la hora de descanso.
Koremitsu y Honoka estaban frente a la cerca que rodeaba la azotea, y Hikaru flotaba
con suavidad detrás de Koremitsu.
Honoka miraba la cerca, mientras seguía murmurando:

8
En contraste al término “senpai”, un “kohai” es aquel que posee menos experiencia o jerarquía dentro de un
ámbito social, laboral o académico.
−Te hizo semejante cosa… Sé que, en realidad, no tengo derecho a estar molesta, pero
aun así, no lograba sentirme bien al pensar en ello… no podía evitar pensar que ya no
podría hablarle con normalidad. Ni siquiera podría asistir a las actividades del club…
Una brisa refrescante sopló, y Honoka, con torpeza, se llevó el cabello que descansaba
sobre sus mejillas a la parte trasera de sus orejas.
−Pero, después de clases… estaba un poco preocupada, así que me escabullí para echar
un vistazo a la sala del club. Tsuyako-senpai había estado practicando sola… y dejó caer el
abanico unas cuantas veces al piso.
−…¿El abanico?
−Unas cuantas veces… y lo dejaba caer tras levantarlo… lucía triste mientras lo recogía,
pero volvía a dejarlo caer en cuanto volvía a bailar. Luce extremadamente pálida, y sus
labios estaban sangrando a causa de lo fuerte que se los había mordido… está sufriendo
mucho.
A través de la amargura en el tono de Honoka, Koremitsu se imaginó la escena de
Tsuyako dejando caer el abanico unas cuantas veces, y sintió que su pecho se oprimía.
A su lado, Hikaru también debió sentirse deprimido.
−…Desde entonces, me he estado escabullendo para mirar, y esta mañana también…
Honoka vaciló, y se sumergió en una profunda reflexión.
−…
Bajó la cabeza, miró a lo largo de la cerca, y volvió a hablar:
−¿Le hizo algo a Su Alteza Aoi?
−No lo sé.
Quizá Tsuyako había hecho algo irritante en contra de Aoi tras convertirse en Rokujō.
Sin embargo, Tsuyako no lo negaba, y a causa de ello, podía estarse sintiendo temerosa e
indignada ante la otra persona que habitaba dentro de su cuerpo, siendo incapaz de bailar a
causa de la conmoción emocional.
¿Pero realmente se trataba de eso?
¿La encarnación de la araña Rokujō realmente existía dentro de senpai?
¿La mujer de cabello negro, que había visto el día anterior, era ella?
Koremitsu sintió un dolor palpitante en su cabeza, y sus sienes se endurecieron.
Honoka levantó la cabeza y miró a Koremitsu. Sus ojos parpadeaban con tristeza, y
habló con voz ronca:
−Creo que… entiendo los motivos de Tsuyako-senpai para hacer esto… si estuviese en
su situación, aún sabiendo que soy la tercera en la relación, seguiría sintiendo celos de la
otra persona… a decir verdad, ya lo hago.
El tono aterrado de Honoka impresionó el interior de Koremitsu.
En el interior de Honoka, existía el sentimiento de querer invocar a Rokujō...
¿Todas las mujeres albergaban sentimientos tan conflictivos y complicados en su
interior? Koremitsu no tenía la más mínima idea.
El secreto que Honoka reveló, dejó a Koremitsu un tanto impactado.
(Sin duda, las mujeres no son los seres débiles y gentiles que aparentan).
Incluso Honoka, quien era despreocupada y de voluntad fuerte, podía albergar
sentimientos de querer lastimar a los demás a causa de celos.
Aquella idea giraba dentro del corazón de Koremitsu.
Honoka mostraba una expresión muy trágica, mientras murmuraba con suavidad:
−…Pero… ¿por qué ahora? Hikaru-sama ya está muerto… incluso si sigue sintiendo
celos de Su Alteza Aoi, es inútil. ¿O acaso… hizo todas esas cosas porque… se siente sola
a causa de su ausencia?
¿Por qué ahora?
Koremitsu también reflexionó acerca de las palabras que Honoka acababa de decir.
(Sí, ¿por qué “ahora”?)
¿Por qué Rokujō aparecería ahora, a pesar de que Hikaru estaba muerto?

−No sé… qué hacer… tengo miedo, estoy preocupada… no puedo dormir durante la
noche… A este paso, puede que termine destruyendo las flores que Hikaru tanto atesora.

Koremitsu recordó las palabras que Tsuyako había dicho cuando lo invitó a unirse al
club de danza japonesa.
Llegado a este punto, sabía que lo que decía no había sido falso, sino que había
provenido de lo más profundo de su corazón.
¿De qué se trataba, exactamente, la “ansiedad” de Tsuyako?
El hecho crucial que causaba la aparición de Rokujō.
Siempre y cuando lo descubriese.
Siempre y cuando lo eliminase.
El dolor que palpitaba en su mente se intensificó. Koremitsu sentía que, justo como él,
Hikaru también debía sentirse ansioso.
−Erm, Akagi…
De pronto, Honoka levantó la voz.
Siguió mirando a Koremitsu con una mirada apremiante.
−En cuanto a Tsuyako-senpai, por ahora, me esforzaré en consolarla. No asumas toda la
carga tú solo.
(Ah, ¿en serio…?)
Honoka había dicho tales palabras con preocupación tras percatarse de que Koremitsu
fruncía el ceño y apretaba los dientes.
Fue un poco forzado, pero aun así le mostró una sonrisa a Koremitsu.
Aquella sonrisa, forzada con toda su voluntad, causó que el corazón de Koremitsu se
tensase.
Sintió que Honoka era una buena mujer, pues se esforzaba por él, por voluntad propia, a
pesar de que ella misma se sentía en conflicto. Hikaru sí que la había elogiado diciendo que
era un Heliotropo púrpura que florecía en dirección al sol, de voluntad fuerte y lleno de
amor; claramente, tenía razón.
−Se supone que estás molesta conmigo, y ahora me estás ayudando. Gracias, Shikibu.
Koremitsu miró fijamente a los ojos de Honoka mientras decía aquello.
De ser posible, él también quería mostrar una sonrisa alegre, sin embargo, cada vez que
levantaba los labios, su rostro se tensaba, y mostraba un aspecto salvaje y amenazante.
Honoka se estremeció en cuanto vio semejante rostro…
Y entonces, su expresión se relajó un poco.

−Bien.

Respondió con gentileza y timidez.


Koremitsu también se sintió avergonzado, y una sensación dulce llenó su interior.

−De acuerdo.

Koremitsu asintió ligeramente con la cabeza.


−Es hora de regresar al aula.
−Ah, puedes adelantarte.
−¿Eh?
−Iré primero al baño.
Honoka mostró una expresión sorprendida, pero luego respondió:
−De acuerdo, entendido.
Honoka pareció entender que Koremitsu quería arreglar asuntos privados por sí solo, y
le dedicó una mirada ligeramente preocupada, mientras volvía la cabeza frente a la puerta,
antes de sonreír y abandonar la azotea.
Tras observar aquella escena, Koremitsu sintió dolor en su corazón.
Y entonces murmuró:
−…¿Qué opinas de las palabras de Shikibu, Hikaru?
Hikaru, flotando detrás de Koremitsu, se movió frente a él, y le respondió con aspecto
serio.
−Yo también me he estado preguntando lo mismo. ¿Por qué Rokujō aparecería en
semejante momento? Si sus celos hacia Aoi fuesen la causa, hubiese aparecido cuando yo
seguía con vida. Además, ya mencioné que Tsuyako no se sentía celosa al verme con otras
chicas.
−Eso es un poco extraño, ¿no? En realidad no entiendo a las mujeres, pero,
normalmente, sienten celos, ¿me equivoco?

−A decir verdad, ya lo hago.

Koremitsu recordó las palabras que había murmurado Honoka, y dijo:


−Saiga también mencionó que, en una ocasión, cuando eran niñas, senpai había
arrancado las flores de casa de Aoi, y colocó una rata muerta en el alféizar de su ventana.
También mencionó que senpai había sentido celos de Aoi en el pasado.

−Sentía celos de la chica que era amada por su prometido, y mimada por todos a su
alrededor.

Había murmurado aquellas palabras con aspecto sombrío. “Si tan solo tuviese cabello
negro…”
¿Acaso no se refería a Aoi?
Las cejas de Hikaru se estremecieron un poco.
−Aquello ocurrió antes de que Tsuyako me conociese, cuando se comportaba como un
cuerpo marchito en las fuertes ramas del árbol; antes de que floreciese, antes de que
crecieran siquiera los capullos.

La expresión de Hikaru era vacía, pero, aun así, su tono estaba lleno de firmeza, casi
cercano a la fe.
(Hm… bueno, Hikaru conoce a senpai desde mucho antes que yo…)
Tsuyako le había dicho a Hikaru que no quería intercambiar vidas con Aoi, que no
quería saber de Hikaru a través de ninguna otra forma. Al decir aquello, se comportó como
una mujer firme y majestuosa.
Nunca expresó arrepentimiento en su voz.
Y nunca se compararía con alguien más.
(¿Pero qué hay de “ahora”?)
Los ojos optimistas y honestos estaban cubiertos de niebla, tornándose tan tenues como
la luna brumosa.
¿Había regresado a ser como antes a causa de la muerte de Hikaru?
Para ventilar la tristeza y soledad que no podían tolerar, los humanos ejercían emociones
más fuertes sobre ellos, justo como Aoi arremetió verbalmente contra la foto funeraria de
Hikaru en el funeral del mismo, para mantener su equilibrio emocional…
¿Tsuyako intentaba reemplazar el vacío en su corazón al odiar a Aoi?
Koremitsu reflexionó en silencio, frustrado, y Hikaru murmuró, como si suplicase:
−Sería grandioso si Tsuyako pudiese regresar a la normalidad y comenzar a bailar una
vez más.

Koremitsu volvió a sentir un pinchazo en su corazón.


(…Ha de sentirse muy ansioso, al ser incapaz de animar a senpai por sí mismo).
Hikaru bajó la mirada, y murmuró en silencio:
−Oye, Koremitsu… cumplir una “promesa” es realmente duro. Puede que haya sido un
tonto que no pensaba bien las cosas cuando seguía con vida. Sólo tras mi muerte me he
dado cuenta…
−Cuando bailes, estaré entre la audiencia, sin duda. Te aplaudiré más que nadie.

Aquella era la promesa que Hikaru había hecho con Tsuyako.


En aquella ocasión, Hikaru debió haber dicho esas palabras con toda sinceridad, claridad
y alegría en su voz y mirada. En aquel entonces, debió pensar que sí cumpliría la promesa.
−…Realmente soy un tonto que no piensa bien las cosas.

Pero, llegado a este punto, aquello era, básicamente, imposible…


Si Hikaru pudiese llorar, incluso derramaría unas pocas lágrimas.
El rostro de perfil, que se mantenía cabizbajo, no exhibía más que una completa y
dolorosa tristeza.
−…Un tonto sólo encuentra la cura cuando muere.

Koremitsu murmuró:
−En ese caso… después de morir, deberías ser un poco menos tonto.
Hikaru levantó la cabeza, y sonrió.
Él, quien era incapaz de llorar, sonreía de esa manera cuando se sentía triste. Koremitsu
también entendía que aquella sonrisa mostraba la voluntad y resistencia con la que había
estado soportando el sufrimiento.
Llegado a este punto, Hikaru se sentía frustrado, pero, a la vez, angustiado en su interior.
Aun así, quería sonreír todo lo que pudiese.
−En ese caso, debo ser un poco más listo.

−Sólo un poco, del tamaño de una grieta.


−No creo que debas hacer hincapié en ello.

−De no ser así, te volverás presumido.


−No hay nadie más humilde que yo frente a una chica.

−¿A qué viene eso? ¿Es una broma? Eso sonó patético, viniendo de ti.
Ambos discutieron mientras regresaban al aula.


Durante el siguiente descanso, un visitante inesperado se acercó.
−Acompáñame, Akagi.
Shungo Tōjō llamó a Koremitsu con el ceño fruncido, y lo arrastró a un aula vacía.
Koremitsu había asumido que su interlocutor le reñiría por el asunto de Tsuyako, pero,
inesperadamente, Tōjō le entregó dos tickets, con el ceño fruncido:
−Tómalos.
Normalmente, Tōjō se dirigía de forma cortés a Koremitsu, pero esta vez estaba siendo
rudo. Dejando eso de lado, Koremitsu miró los objetos en la mano de Tōjō, y frunció el
ceño.
Había dos tickets de entrada a una galería de arte.
−Hay una exhibición de arte renacentista el próximo sábado.
−¿Me estás invitando a salir? ¿Tampoco tienes amigos?
La venas se salieron de las sienes de Tōjō.
−¿Quién dijo que iría contigo? ¿Cuál es el punto en que dos hombres vayan juntos a una
exhibición de arte?
−…¿No es así?
−Invita a Aoi a salir.
Tōjō resopló, con aspecto irritado, y cualquiera podía percatarse de que no deseaba decir
aquellas palabras.
−¿Aoi-san?

A su lado, Hikaru había estado diciendo algo como: “Opino que sería refrescante que
dos hombres vayan juntos a una exhibición de arte”, y, esta vez, murmuró sorprendido.
Koremitsu también abrió los ojos de par en par.
−¿Aoi, dices?
¿Acaso no dijo que no me acercase a Aoi nunca más?
El ceño fruncido se intensificó, mientras arrugas de frustración aparecieron en la frente
de Tōjō.
−…Desde aquella noche, cuando tuviste aquella aventura con Tsuyako en la fiesta del
jardín, Kazuaki, el hermano mayor de Hikaru, ha estado buscando a Aoi. Escuché que ha
estado sirviéndole de chofer a todos lados, porque estaba preocupado. Bueno, mientras Asai
esté cerca, no creo que ocurra ningún incidente grave, y no creo que el tonto e incompetente
Kazuaki tenga las agallas para provocar algo. Sin embargo, sería un grave problema si el
hijo de la esposa legal de los Mikado estuviese con Aoi, la hija de los Saotome.
(¿Problema?)
−El compromiso entre Kazuaki y Tsuyako se ha disuelto, y como todos saben, el
prometido de Aoi, Hikaru, cayó al río durante una noche lluviosa, muriendo de forma tonta.
−…Tonta, dice… Shungo-san sí que me detesta.

Hikaru también comenzó a perder la calma.


−Si Kazuaki comienza a intimar con Aoi, las personas que nos rodean considerarán que
Kazuaki y Aoi se casarán a futuro. En términos de emparejamiento, no habrá problemas.
Mejor dicho, si consideramos el linaje familiar, sería la pareja más apropiada.
(¡¿Aoi se casará con el hermano mayor de Hikaru…?!)
Recordó lo que Aoi había dicho, acerca de que Hikaru acababa de fallecer, y que no
estaba dispuesta a casarse con nadie más. El corazón de Koremitsu comenzó a ser invadido
por amargura.
Sin saberlo, la situación actual había tomado una dirección indeseable para Aoi.
Hikaru también reflexionaba, con aspecto serio.
−Kazuaki es simple, pero no es una mala persona. Es demasiado formal, se tropieza muy
a menudo, y suele estrellarse contra las cosas.

Koremitsu no sabía si la descripción de Hikaru buscaba elogiar o criticar a la persona.


−Sin embargo…
Las venas en la frente de Tōjō palpitaron, y sus ojos fulminaban con la mirada a
Koremitsu.
−Existe un gran, gran, gran problema con la madre de Kazuaki. Mis tres hermanas
mayores son un verdadero dolor de cabeza, pero esa madre es más aterradora que ellas. Es
arrogante, propensa a la envidia y rabia, actúa por impulso en lugar de razón, y arrastra
todo hacia ella. Siempre insiste en tener la razón, y si las cosas no salen bien, arma un
escándalo hasta salirse con la suya, aunque le cueste el orgullo. La madre de Kazuaki
también tiene la sangre de los Udate, e incluso entre los Udate, es la más fuerte, y la peor de
todas. En una ocasión, descargó un camión de excremento de caballo sobre la casa de la
amante de su esposo. ¿Cómo puedo permitir que Aoi se case y pertenezca a la casa de una
bruja tan aterradora? Es fácil ver que Aoi sufrirá.
Tōjō comenzó a parlotear con las cejas levantadas.
(Este sujeto… se altera mucho cuando se trata de Aoi… oh, sí, la amante que recibió el
excremento de caballo encima, ¿era la madre de Hikaru?)
Koremitsu no lograba seguirle el paso a lo que decía su interlocutor, y, como resultado,
se calmó. Probablemente, debido a que él era un plebeyo, no podía entender los asuntos
relacionados con las dos grandes familias, Udates, Saotomes, y su relación complicada con
la familia de Hikaru.
Para él, el mero concepto de estar comprometido antes de ser de mayor de edad,
resultaba incomprensible.
−Desde que te vio dándote aquel descarado beso con Tsuyako, Aoi ha estado luciendo
aletargada, y ahora, a causa de los recientes y despreciables casos de acoso, bajó la guardia.
Normalmente, Aoi rechazaría las invitaciones de Kazuaki para ir a buscarla, pero a causa de
tu traición, puede que piense que volvió a ser traicionada por Hikaru. Al parecer, sigue
triste por aquel asunto, y puede que haya cerrado su corazón y comience a escuchar, sin
prestar atención, a quienes le rodean.
Tras escuchar semejante reprimenda, Koremitsu también se sintió entrelazado en su
propia culpa, pues él también la tenía.
Tōjō volvió a fruncir el ceño, mostró un aspecto sombrío, y colocó los tickets en la mano
de Koremitsu.
−Para ser honesto, no quiero que te reconcilies con Aoi. Te jactaste de que no permitirías
que Tsuyako lastimase a Aoi, pero a pesar de ello, sigues siendo incapaz de hacer algo,
incluso ahora. Menudo hombre tan inútil.
−Ugh.
−Sin embargo, a este paso, el compromiso entre Kazuaki y Aoi será inevitable. Puede
que Aoi incluso acepte, dándose por vencida, y eso es peor que convertirse en monja.
Además, me preocupa que tras ver a aquel tonto príncipe deslumbrante del harén, quien no
tenía más que su apariencia, Aoi no tenga una mejor impresión acerca de los hombres, y
viva para siempre a la sombra de Hikaru. Dejando de lado el cerebro y personalidad de
Hikaru, que buscaba coquetear en todos lados, supongo que no hay otro hombre que posea
las condiciones que toda mujer desea cuando se trata de amor. No sé qué métodos utilizaste
para ganarte su corazón, cuando eres tan distinto a Hikaru; aunque siento que debo
detenerte, también creo que, dado que Kazuaki es el asunto a tratar, dejarte pasar sería lo
mejor. Tras interactuar con un bastardo como tú, la habilidad de Aoi para juzgar la
personalidad de las personas debe haber caído en picada; puede que, la próxima vez, sea
capaz de casarse con un hombre decente.
−Oye, ¡¿a qué te refieres con “caer en picada”?!
Koremitsu gritó, mientras apretaba los tickets en su mano, y a su lado, Hikaru habló con
aspecto reflexivo.
−…De alguna manera, eso tiene sentido.
Involuntariamente, Koremitsu tuvo la idea de querer propinarle un puñetazo a Hikaru,
pero incluso si lo hiciese, su puño no haría más que atravesar el cuerpo de este último.
Sin esperar por la respuesta de Koremitsu, Tōjō apuntó a la nariz del mismo, con
arrogancia, y dijo:
−Escucha. Lo que debes hacer ahora, bastardo, es llevar a Aoi a la exhibición de arte y
alejarla de Kazuaki. Después, asegúrate de no lastimarla mientras desapareces poco a poco
de su vista. Sería mejor si ella misma te abandona a causa del cansancio, vergüenza o
fastidio.
−¡¿No estás siendo demasiado cruel?! ¡Esas son palabras inhumanas!
−Qué mal. Las clases están por comenzar. También deberías darte prisa en regresar a tu
clase, bastardo. No vendas los tickets. ¡Debes invitar a Aoi! ¿Me escuchaste? Debes
invitarla. Es una promesa entre hombres.
Tōjō gritó, mientras ignoraba al furioso Koremitsu, y se marchó con frenesí. En cuanto
comenzó la clase, Tōjō debió haber peinado pulcramente su cabello desarreglado, arreglado
los dobleces de su camisa, levantado la cabeza, manteniendo la barbilla baja, y se sentó en
su asiento con la espalda recta.
−¿Desde cuándo tenemos una promesa?
Koremitsu refunfuñó, mientras observaba los tickets para la galería de arte en su mano.
A su lado, Hikaru murmuró:
−Después de todo, Shungo-san… se vuelve irracional siempre que Aoi esté involucrada.
Capítulo 7: Todos se sienten solos bajo la luna.

Al día siguiente, los tickets seguían dentro de la billetera de Koremitsu.


−Cielos, ¿ahora qué hago?
Era la hora de almuerzo, en la escuela, y Koremitsu paseaba con la espalda encorvada,
mientras refunfuñaba.
Aunque le habían dicho que invitase a salir a Aoi, no podía acercarse a ella a causa de
Asai. Y desde la fiesta en el jardín, Aoi no había respondido sus mensajes. No sabía si, en
primer lugar, Aoi había leído los mensajes. Aoi tenía una personalidad pura, pero
obstinada; quizá eliminaba los mensajes sin siquiera mirarlos.
(Y no puedo simplemente dejar sola a senpai).
¿Por qué apareció Rokujō? Aún se tenía que descubrir la razón detrás de aquello.
Honoka y Michiru acabaron sus cajas de almuerzo, y se dirigieron al club de danza
japonesa.
−Tsuyako-senpai dijo que, de momento, quería suspender las actividades del club, pero
creo que se sentiría un poco aliviada si tuviese a alguien con quien charlar. Oh, sí, no me
malinterpretes. Esto no es por ti. Lo hago sólo porque estoy preocupada por ella. Soy fan de
Tsuyako-senpai. Tengo que animarla antes de su presentación.
Habló con tono alegre.
(Shikibu sí que es una buena mujer…)
Se supone que el recital se celebraría dos días después, la noche del sábado.
Tanto Koremitsu como Hikaru esperaban que Tsuyako volviese a la normalidad.
−Oye, ¿qué crees que debería hacer con estos tickets? –preguntó Koremitsu.
Hikaru también mostró un aspecto poco entusiasta, mientras decía:
−También me preocupa Aoi-san… pero pienso que, por ahora, no podemos dejar sola a
Tsuyako.

−Es cierto.
Será mejor que se los devuelva a Tōjō… justo cuando Koremitsu se planteaba aquello:

−Eh, ¿y tú eres…?

Una voz exuberante podía escucharse frente a él.


(¿Eh? Hikaru… un momento, él está a mi lado).
La voz tan similar causó que Koremitsu se sintiese confundido de inmediato.
Levantó la cabeza, y se encontró con un joven delgado y con anteojos.
(Este sujeto es el hermano mayor de Hikaru…)
¡Kazuaki Mikado!
Junto a Koremitsu, Hikaru abrió los ojos de par en par, impactado.
Kazuaki, vacilante, examinó con la mirada a Koremitsu, mientras este le devolvía la
mirada, y evidentemente tomó una decisión, al decir:
−Erm… eres la persona que acompañaba a Tsuyako en la fiesta del jardín de los
Shikitani… ¿cierto? E incluso… la besaste.
La calidad de la voz era exacta a la de Hikaru, pero el tono era, en cierta forma, cortés, y
su espalda estaba encorvada. Actuaba bastante refinado, y parecía pertenecer a un buen
linaje, pero tal como Tōjō había resaltado tantas veces, parecía un poco cabeza hueca,
ordinario en apariencia, y no parecía dejar impresión alguna aparte de los anteojos…
Koremitsu no tenía la intención de fulminarlo con la mirada, pero en cuanto entrecerró
los ojos, Kazuaki retrocedió, y comenzó a disculparse.
−Ah, me disculpo. Puede que no lo recuerdes, pero, aquella vez, yo estaba allí con Aoi.
Soy un ex alumno de esta academia, y estoy buscando a Aoi... y, pues, resulta que te vi en
el jardín, y me acerqué a hablar contigo, por curiosidad. ¿E-Estás molesto…?
−No…
−¿D-De verdad? Q-Qué bueno… ah, mi nombre es Kazuaki Mikado, soy estudiante
universitario. ¿Tú eres…?
−…Koremitsu Akagi. De primer año de preparatoria.
Koremitsu respondió con rigidez, incapaz de definir las intenciones del hermano de
Hikaru al hablarle. Kazuaki prosiguió, con educación:
−¿Estás… saliendo con Tsuyako? Ahh, perdona por hacerte una pregunta tan grosera de
la nada. Es sólo que… yo solía ser su…
Koremitsu vio que Kazuaki murmuraba, incapaz de decir lo que quería, y terminó la
frase por su interlocutor:
−Quieres decir que solía ser tu prometida, ¿no?
−¿Tsuyako te lo dijo?
Kazuaki abrió los ojos de par en par, por detrás de los anteojos.
−Algo así… supongo.
No lo había escuchado de la propia Tsuyako, pero Koremitsu murmuró de forma vaga.
Por algún motivo, Kazuaki mostró un aspecto aliviado.
−Además, no soy más que su kohai.
−¿En serio…? Pero se besaron.
−Ugh.
Koremitsu se quedó sin habla, y Kazuaki volvió a entrar en pánico.
−Ah, ¿volví a hablar más de la cuenta? Tsuyako… es un poco despreocupada, así que
pasé por ciertas dificultades cuando estábamos comprometidos… ¡Ah! ¡Ella no me ve
como pareja, así que no te preocupes! Me parece increíble que una persona tan glamorosa y
alegre como ella estuviese comprometida con alguien tan ordinario como yo. Tsuyako es un
tanto similar a mi madre, así que no estoy acostumbrado a tratar con ella. Por el contrario,
me parece que Aoi…
Había un tono rojizo por debajo de los anteojos. Tras percatarse de ello, Koremitsu
quedó atónito.
(¿Este sujeto realmente se ha enamorado de Aoi?)
Hikaru también frunció el ceño, probablemente, sintiéndose contrariado.
Parecía que Kazuaki era incapaz de leer el ambiente, y siguió moviéndose de forma
nerviosa, como una chica.
−Sí que me parece que una chica pequeña y tranquila como Aoi me sentaría mejor. Aoi
solía ser una prometida en potencia para mí. Tsuyako es pariente de mi madre, y a causa de
nuestro parentesco tan cercano, se había planeado que Aoi fuese mi prometida. Sin
embargo, Aoi ya había sido prometida a mi hermano menor, así que fui elegido para
comprometerme con Tsuyako. Sin embargo, hoy en día, Aoi y yo seguimos solteros… ese
cabello negro de Aoi es muy bonito. Pienso que el cabello negro les sienta mejor a las
chicas; les brinda una sensación refrescante y tradicional, al estilo Yamato Nadeshiko9.
Kazuaki entrecerró los ojos, deleitado.
(Estás hablando demasiado, delgaducho cuatro ojos).
En ese aspecto, este sujeto sí que es hermano de Hikaru. Koremitsu frunció el ceño
mientras pensaba aquello, pues se sorprendió al ver lo locamente enamorado que lucía
Kazuaki al elogiar el cabello de Aoi.

−Pensaba que sería grandioso si tuviese el cabello negro.

Tsuyako se sentía acomplejada por su cabello.

−Sentía celos de la chica que era amada por su prometido, y mimada por todos a su
alrededor.
También había mencionado aquello.

9
Término que hace referencia a la “personificación de la mujer japonesa ideal”:
Uno de los compañeros de Aoi había visto a una estudiante de cabello largo y negro.
Aquel cabello negro arrancaba las adelfas rojas del jardín…

−Pero, ¿por qué… “ahora”?

−Hikaru-sama ya está muerto… incluso si sigue sintiendo celos de Su Alteza Aoi, es


inútil.

Aquellas eran las preguntas que Honoka se hacía.


Aquellas dudas deambulaban en la mente de Koremitsu, causando que su corazón latiese
con fuerza.
(No, un momento. Senpai salió antes con Hikaru, ¿no es así? Este sujeto sólo se
comprometió por razones familiares…)
Pero, en ese caso, todo tenía sentido.
La razón por la que Tsuyako tenía a Aoi como objetivo, la razón por la que había besado
a Koremitsu frente a Aoi.
En aquella ocasión, Kazuaki estaba con Aoi…
(No me digas que aquello no iba dirigido a Aoi, sino a este sujeto…)
Koremitsu sentía que se estaba acercando a la respuesta del acertijo al que había estado
dando tantas vueltas, y, como resultado, su corazón se aceleró.
¿Por qué Tsuyako tenía que mostrar aquel beso frente a los demás?
(A causa de este cuatro ojos, senpai…)
Koremitsu fruncía el ceño, en silencio, y Kazuaki volvió a entrar en pánico.
−Ah, lo siento, lo siento. He estado hablando demasiado sobre mí. Bueno, aunque soy el
ex prometido de Tsuyako, mi presencia es muy débil a causa de ello, y creo que ella ya
olvidó todo lo relacionado al compromiso. Actualmente no nos comunicamos de forma
alguna, así que, por favor, no te preocupes y llévate bien con ella. Creo que, erm, me
esforzaré con Aoi. Si tan solo pudiese expresarle mejor el mensaje a mi madre… uuh, sin
duda, mi madre es una mujer impredecible y volátil, así que Aoi podría estar en
problemas…
Al final, murmuró aquellas palabras mientras se marchaba, tropezándose en el camino y
acomodando sus inclinados anteojos.
Parecía que Hikaru estaba preocupado por su hermano, mientras observaba su silueta.
−Ya lo tengo, Hikaru.
Koremitsu dejó escapar un bufido vulgar, mientras hablaba.
−¿Eh?

De inmediato, Hikaru se volvió hacia Koremitsu, abriendo los ojos de par en par.
−Senpai sigue celosa de Aoi, pero no está celosa de Aoi y tú, sino de que Aoi esté con el
delgaducho cuatro ojos: tu hermano mayor, Kazuaki.
−Erm… en otras palabras, a Tsuyako le gusta Kazuaki-san… ¿eh?

Hikaru murmuró, como si no comprendiese.


−Oh, así son las cosas. ¿Por qué Rokujō apareció “ahora”? Porque tras tu muerte, Aoi
quedó soltera; senpai está preocupada de que Kazuaki, a quien le ha gustado Aoi desde
entonces, intentase cortejarla. De hecho, si tomamos en cuenta lo que dijo Tōjō, senpai es
incapaz de contener sus celos. La razón por la que Rokujō tiene el cabello negro, puede que
se deba a que ella quería tener el cabello como Aoi, dado que a Kazuaki le gusta Aoi, quien
tiene el cabello negro. Y este deseo se manifestó. Si lo consideramos de esa forma, todo
tiene sentido.
Mientras hablaba, Koremitsu lucía más confiado, pero Hikaru seguía luciendo escéptico.
−¡E-Espera un momento, Koremitsu! Si a Tsuyako le gusta Kazuaki-san, ¿por qué salió
conmigo en su lugar?

−Eso es lo que llaman el “corazón complicado de una mujer”. Ella espera que Kazuaki,
quien no se fija en ella, lo haga, e intentó fingir que estaba con otro hombre. ¡Es el mismo
motivo por el que me besó frente a Aoi!
−El corazón de una mujer… ¿tú diciendo algo así?

−Esto demuestra que mi habilidad para tratar con mujeres ha incrementado, gracias a tu
compañía 24/7.
−Koremitsu, ¿estás seguro de que no comiste algo en mal estado? ¿Alguna clase de
hongo que creció en tu casa, o una amapola roja? ¡Es muy extraño que hables de forma tan
apasionada sobre chicas!

En ese momento, Koremitsu mostró una expresión empática.


−Hikaru… aunque estuviste saliendo con otras mujeres, senpai nunca mostró signo
alguno de celos, ¿cierto?
−Hm, sí.
−¿Acaso no significa eso que no eras el verdadero amor de senpai, y que sólo estaba
teniendo una aventura contigo?
−¡¿Eh?!

−Si es amor verdadero, debería existir un sentimiento similar a la envidia, ¿no?


−P-Pero…

−Entiendo que no quieras admitirlo. Eres conocido como el príncipe del harén, y crees
ser amado por todas las mujeres del mundo, ¡pero en realidad estabas siendo usado!
−¿E-En serio?

Hikaru seguía pareciendo un poco en desacuerdo.


−Bueno, después de ser un mujeriego por 16 años, era hora de que recibieses una
cucharada de tu propia medicina.
−En primer lugar, no nací siendo el príncipe del harén.

Koremitsu ignoró aquella protesta.


Hoy, su mente estaba muy despierta. La situación por la que se sentía tan contrariado,
acechado por una pregunta tras otra, se desvaneció como una mentira, y se sintió
extremadamente despejado.
−Ya fuese en el pasado o ahora, el verdadero amor de senpai siempre ha sido Kazuaki.
Sus celos hacia Aoi han estado ardiendo, causando la aparición de Rokujō. En otras
palabras, si podemos alejar a Aoi de Kazuaki, todo se arreglará.
¡En las manos de Koremitsu, estabas los tickets a la galería de arte que Tōjō le había
entregado! Para Aoi, quien sentía pasión por el arte, ese sería un lugar que le gustaría, sin
duda.
−¡De acuerdo, Hikaru! Invitaré a Aoi a salir.
La voz de Hikaru se tornó rígida.
A su lado, balbuceaba cosas como: “No logré ver más allá de mis narices”, “¿El
verdadero amor de Tsuyako realmente es Kazuaki-san?”. Sin embargo, Koremitsu no le
prestó la más mínima atención.
Aún quedaba un poco de tiempo antes de que terminase la hora de almuerzo. Koremitsu
regresó del pasillo al corredor que conectaba el campus escolar, avanzando hacia el aula de
Aoi. Los estudiantes normales quedaron estupefactos, y, de inmediato, se alejaron de él.
Koremitsu estaba a punto de llegar al aula de Aoi, y la encontró caminando frente a él.
Probablemente, el quinto período iba a ser dictado en un aula distinta, pues ella tenía un
libro en las manos, mientras caminaba cabizbaja.
Koremitsu se apresuró a agacharse en una esquina, pues quien estaba al lado de Aoi era
Asai, exhibiendo un aspecto severo.
(Maldición. Encontré la solución perfecta, y me olvidé de esa “máscara de hierro”).
Con Asai alrededor, era imposible que Koremitsu se acercase a Aoi.
La vigilancia de Asai era mayor a lo usual, a causa de los recientes actos de mal gusto
que le habían estado ocurriendo a Aoi.
En ese momento…
Una pequeña chica de cabello corto y grandes pechos, se agachó por debajo de
Koremitsu.

−Por favor, soluciona todo en 5 minutos.

Murmuró ella, con tono travieso e infantil, mientras corría hacia Asai y compañía.
(¡Oumi…!)
−¡Ah!
Koremitsu observó a Hiina, sorprendido. Hiina comenzó a gritar mientras corría hacia el
grupo de Asai.
−¡Hay problemas, Matriarca Asa! ¡Un delincuente de otra escuela se infiltró para luchar
contra Akagi-kun por el título del mayor delincuente!
(¡Oye!)
Las uñas de Koremitsu se clavaban en el muro del rincón. De no hacerlo, hubiese saltado
de su escondite para protestar.
−Incluso está girando unos nunchackus de aquí para allá, gritando: “¡¿Dónde está
Akagi?!”. Se ve peligroso.
Asai frunció el ceño, con expresión fría.
−…Aoi, adelántate.
Sin embargo, dijo eso, y se marchó con Hiina.
−¡Rápido! ¡Matriarca Asa! ¡Por aquí!
Hiina y Asai se marcharon poco a poco.
Aoi, con preocupación, miró hacia donde Asai se había marchado. Apretaba los libros
con fuerza hacia su pecho; evidentemente, también quería ir, pues movió sus esbeltas
piernas un par de veces. Sin embargo, bajó la cabeza, incapaz de avanzar más allá.
−Aoi.
−!
Koremitsu se acercó a Aoi por la espalda y le habló. De inmediato, Aoi se sorprendió, y
lo miró con ojos abiertos de par en par. Lucía atónita, mientras guardaba silencio.
−¿Estás saliendo con Kazuaki? ¿Te gusta? ¡Es importante! ¡Dime la verdad!
Koremitsu siguió observando a Aoi con firmeza, diciendo lo que quería decir sin
siquiera saludar. No tenía tiempo; no sabía cuándo regresaría Asai.
−N-No estamos saliendo. Tampoco tengo tales sentimientos.
Mientras respondía, Aoi estaba abrumada ante la presión de Koremitsu, y sus ojos
divagaban.
Koremitsu bajó los hombros, y dejó escapar un largo suspiro.
−Genial.
De inmediato, el rostro de Aoi se enjoreció; incluso las puntas de los dedos, que
sostenían el libro, estaban rojas. Abrió los ojos de par en par, sorprendida, mirando de
frente a Koremitsu, sin vacilar.
−Dame una oportunidad. Es terrible que me odies. ¡Lamento lo que he hecho los últimos
días! Por favor, déjame disculparme por lo que ocurrió aquella vez.
Koremitsu entregó el ticket que Tōjō le había dado.
Ya que lo había sujetado con fuerza, el ticket estaba completamente arrugado; apenas
logró aplanarlo después de mucho esfuerzo.
−Este sábado hay una exhibición de arte renacentista. Vayamos juntos.
Aoi miró el ticket, con el rostro completamente rojo. Era como una repetición de la
escena en la que le entregó el ticket al parque temático para celebrar su cumpleaños…
Probablemente, Aoi también recordó lo mismo. Sus ojos parecían flaquear, mientras
observaba el ticket.
Con tono contrariado, Koremitsu dijo:
−Lo siento, no hay tiempo. Dime que irás, antes de que Asai regrese.
Aoi murmuró, y movió los labios ligeramente:
−Tengo algo que hacer… para el sábado…
Justo cuando Koremitsu estaba asumiendo que Aoi no podría asistir…
Los dedos, ahora teñidos de rosa, sujetaron el ticket.
−No, iré.
Respondió de prisa, y colocó el ticket frente al libro, como si lo atesorase. Bajó la
cabeza, y de forma avergonzada, mostró una sonrisa en sus labios.
−Me encanta el arte renacentista.
−¿En serio? Lo sabía.
A decir verdad, era Tōjō quien había elegido los tickets. Sin embargo, estaba bien que a
Aoi le hubiese gustado.
Aoi sonreía con felicidad, y también vergüenza.
Tras haber decidido la hora y lugar de encuentro, Koremitsu se marchó, escapando poco
antes de que Asai regresara.
−¿Aoi? ¿Por qué sigues aquí? Te dije que te adelantaras. Tu rostro está rojo. ¿Tienes
fiebre?
−Tal… vez.
−En ese caso, ve a la enfermería.
Koremitsu incluso se las arregló para escuchar aquella conversación.
(Phew… eso fue peligroso).
Koremitsu apoyó su espalda contra el muro, dejando escapar un suspiro de alivio. Tras
haber observado toda la escena desde arriba, Hikaru dejó escapar un suspiro contrariado,
mientras murmuraba:
−Sí que creo que tiene talento… pero es aterrador que el mismo Koremitsu no se percate
de ello. Sólo puedo rogar que su talento no florezca aún más.

Koremitsu no sabía de qué se preocupaba tanto Hikaru, pero aun así se dirigió a toda
prisa hacia el club de danza japonesa.
Al parecer, Honoka y Michiru habían regresado al aula de clases, y Tsuyako era la única
que quedaba allí. Estaba sentada en medio de los tatamis, mirando hacia el vacío, con
aspecto angustiado y herido. Sus labios se movieron a la vez:
(¿Mm? ¿Qué está diciendo?)
Podían escucharse mantras tales como: “Ondea, dispersa”.
−Ryōjin Hishō.

(¿Eh?)
Hikaru murmuró, y Koremitsu se volvió de lado hacia él, para encontrarlo observando a
Tsuyako de forma preocupada.
−Es una antología de canciones de finales del período Heian…
(Ya veo. Así que senpai está recitando una canción, ¿eh? Qué elegante).
−¡Senpai!
Koremitsu la llamó. De inmediato, los hombros de Tsuyako se estremecieron, y su
mirada se dirigió a Koremitsu.
Entonces, Koremitsu caminó con torpeza hacia Tsuyako, y dijo:
−¡Ya arreglé las cosas con Aoi!
−¿Eh?
Tsuyako abrió un poco la boca.
−Además, en cuanto a ese tal Kazuaki, quien acompañaba a Aoi aquel día, ¡parece que
no tiene nada que ver con Aoi! Si estabas preocupada por ello, ¿por qué mejor no llamas a
Kazuaki? En ese caso, puede que tengas oportunidad de hablarle.
Tsuyako lucía estupefacta. Volvió a sentarse sobre los tatamis, observando a Koremitsu
sin pestañear.
Para Koremitsu, aquella expresión parecía la de alguien impactado al haber sido
descubierto.
−¡Sé honesta con tus sentimientos, senpai! Si has acumulado algo en tu corazón, déjalo
salir. Si te resulta difícil invitarlo a salir, yo lo haré en tu lugar.
Koremitsu posó sus manos y rodillas sobre los tatamis, y levantó los ojos a la misma
altura de Tsuyako, declarando aquello con claridad, mientras se acercaba a ella.
Con una expresión conflictiva en el rostro, Hikaru parecía haberse dado por vencido,
probablemente porque había asumido que sería inútil decirle algo a Koremitsu.
La boca de Tsuyako seguía abierta de par en par, y sus ojos estaban fijos en Koremitsu.
−¿Mm? Senpai, ¿estás despierta?
Koremitsu preguntó con inquietud. De pronto, Tsuyako entrelazó los brazos alrededor
del cuello de Koremitsu, y lo abrazó.
−¡¿Woah?!
−…No, ¿por qué… dices cosas así…?
El cuerpo de Koremitsu retrocedió, y una voz ronca y sollozante alcanzó sus oídos.
Aquel cuerpo, de definida masa y cálida ternura, temblaba ligeramente.
(¿E-Está llorando?)
El corazón de Koremitsu se encogió, y su cabeza se enfrió al instante.
No se le daba bien el tratar con las lágrimas de las mujeres, y se sentía incómodo al
respecto; sus pensamientos se detuvieron, sin saber cómo manejar la situación.
−Se-senpai…
−Tú… vaya que eres directo… Te dije que ya no me llamases senpai…
Volvió a escucharse una voz ronca. Sintió un aliento húmedo que merodeaba en su
pecho, y una fragancia dulce y agria causaba comezón en sus fosas nasales.
−¿Por… por qué no me hiciste caso? Si te comportas así… yo…
(S-S-S-S-S-Sigue llorando).
Koremitsu tenía las manos en alto, como si celebrase, pero no sabía dónde colocarlas.
No sabía si abrazarla con fuerza, seguir así, o apartarla de forma caballerosa y mantener la
distancia de ella.
(H-Hikaru, ayúdame).
No escuchaba ninguna voz detrás de él.
Giró el cuello, y se percató de que Hikaru observaba a Tsuyako con un rostro
completamente trágico. Las manos de Hikaru estaban bajas, y su espalda estaba recta,
mientras se paraba de forma erguida; sus ojos profundos estaban vacíos, tan llenos de
tristeza… y melancolía.
−…
Justo cuando Koremitsu comenzaba a sentir angustia en su corazón, a causa de esa
expresión…
Tsuyako apartó sus brazos de Koremitsu.
−¿Y ahora qué hago? Me gustas mucho, Akagi-kun.
−Gustar−…
Koremitsu no podía decir nada. Luciendo lista para reír o romper en llanto, Tsuyako le
dijo:
−Realmente desearía haberte conocido de forma distinta.
(Dijo que quisiera haberme conocido de forma distinta… ¿a qué se refiere?)
Con los ojos llenos de lágrimas, Tsuyako le dedicó una sonrisa débil:
−Sí… supongo que… podría ser bueno escuchar tu consejo. En ese caso, invitaré a
Kazuaki-san al recital. Sin embargo, puede que su madre me maldiga a muerte.
Habló de forma bromista, y se levantó.
−Siento mucho haberte preocupado. Al parecer, les he causado muchos problemas tanto
a ti, como a Shikibu-san, Akagi-kun.
Era difícil decir qué clase de transformación tomaba forma en su corazón.
O quizá, a causa de las palabras de Koremitsu, ocurría algo con la frase que había dicho:
“realmente desearía haberte conocido de forma distinta”.
Sin embargo:
−Ahora todo está bien –dijo, con voz solemne.


Transcurría el mismo día, después de clases. Tsuyako bailaba de forma hermosa frente a
Koremitsu y el resto, sin dejar caer su abanico ni una sola vez.
−¡Increíble, Tsuyako-senpai! ¿Ese es el baile que presentarás en el recital?
Honoka, evidentemente, estaba encantada, mientras aplaudía.
−Sí.
Tsuyako le mostró una sonrisa resplandeciente.
−La historia original en nuestro estilo tradicional gira en torno a la historia de amor entre
Ariwara no Narihara y el espíritu del árbol de cerezo.
−Ariwara no Narihara es la base original del protagonista de “Ise Monogatari”, ¿no es
así? Se decía que era un noble del período Heian, y también un increíble mujeriego.
−Sí. Sin embargo, era un poeta con muchos talentos, un príncipe elegante que sabía tocar
instrumentos. Como resultado, todas las mujeres se sentían atraídas hacia él.
La representante de la clase –que usa trenzas− habló en éxtasis:
−Ah, eso lo sabía~. Las canciones de Narihara son tan desgarradoras y sensuales~. Uno
puede sentir las exuberantes emociones subyacentes, además de la historia.
−Tsuyako-senpai, actuarás como el espíritu del árbol de cerezo, ¿no es así? ¿El espíritu
del árbol se enamora de Narihara?
Honoka preguntó, emocionada.
−Por favor, mira la presentación. Hemos hecho excelentes preparaciones, ¿sabes?
−Vaya, lo espero con ansias.
−Y-Yo también.
La ansiedad que había aparecido en el rostro de Tsuyako, se había desvanecido por
completo, y le hablaba a Honoka y Michiru con expresión clara. Koremitsu las observaba
con alivio.
−Fue grandioso haberle hecho saber sobre la relación de Kazuaki con Aoi.
Koremitsu susurró con suavidad.
−¿Eso crees?

Hikaru le devolvió una pregunta, escéptico.


−Bueno, supongo que no estás feliz. Ese flacucho cuatro ojos es el verdadero amor de
senpai, ¿eh?
−Sin lugar a dudas, hoy estás hablando más de la cuenta, Koremitsu.
Hikaru frunció el ceño, molesto.
−Sin embargo, es grandioso que Tsuyako haya regresado a la normalidad.

Y entonces, recuperó su expresión gentil:


−…Será grandioso si el recital termina sin complicaciones.

−Si se trata de la senpai de siempre, definitivamente no habrá problemas.


−…Sí.

Parecía que Hikaru seguía un poco preocupado.


Los mismos eventos acontecieron al día siguiente, después de clases.
Tsuyako lucía preciosa mientras bailaba; Honoka y Michiru la dedicaban numerosos
elogios.
−Ah, no puedo esperar a la presentación de mañana en el escenario. Irás mañana, ¿cierto,
Akagi?
Koremitsu estaba sentado con las piernas cruzadas en un rincón de la sala del club, y a su
lado, Honoka le hizo aquella pregunta, mientras se sentaba abrazándose las rodillas.
−Sí.
−Ya que la apertura es en la noche, ¿por qué no nos encontramos en algún lugar y tomamos
algo de té?
Honoka lo invitó de forma animada, con ojos llenos de anticipación, y un ligero tono de
ansiedad en sus labios.
−Lo siento, tengo algo que hacer al mediodía.
Honoka estaba, evidentemente, decepcionada, y Koremitsu sintió que su corazón se
oprimía, mientras el sudor corría por sus axilas.
−¿Qué tienes que hacer?
−No es asunto tuyo, ¿o sí?
−A-Aun así, me da mala espina escucharte decir eso.
−Es normal.
−Bueno, da igual si tienes algo que hacer.
Honoka dijo aquello, mientras curvaba los labios en un puchero.
Koremitsu se preguntaba si debía decirle que iría a una exhibición de arte con Aoi antes del
recital de Tsuyako.
(No creo que sea algo que deba explicar, Shikibu fruncirá aún más el ceño si esto se
revela, ¿no?)
Koremitsu miró furtivamente a Hikaru, como si esperase su opinión.
Hikaru flotaba en el aire, haciendo una cruz con los brazos. Probablemente, le indicaba a
Koremitsu que no debía responder.
−¿Pero es algo que no puedes revelar?
−No es nada de ese estilo.
(Maldición, está siendo muy persistente).
Justo cuando Koremitsu estaba en aprietos, Tsuyako se acercó para hablar.
−Akagi-kun, hoy quisiera que me acompañaras a casa.
−¿EH?
Fue Honoka, y no Koremitsu, quien espetó aquello.
Con aspecto de querer pedir disculpas, Tsuyako juntó las manos, y le dijo a Honoka:
−Te pido disculpas, Shikibu-san. Permíteme tomar prestado a Akagi-kun por hoy.
−N-No-no-no-no hay problema. ¡No es necesario pedirme permiso! ¡Akagi y yo no somos
más que compañeros de clase! ¡Adelante! ¡Úsalo como quieras, ya sea para cargar tus cosas
o como guardaespaldas!
Comenzó a parlotear, con el rostro completamente rojo.
Tsuyako dejó escapar una risilla, y se rio por lo bajo:
−Gracias.
(¿Acaso a nadie le importa lo que yo quiero?)
Koremitsu estaba disgustado, pero guardó silencio, pues sentía que el asunto estaba
relacionado con la tristeza de Tsuyako.
Tsuyako le dijo a Koremitsu que quería cambiarse de ropa, así que él salió al pasillo y se
quedó allí; Honoka se acercó a él desde el frente, haciendo un puchero, con la mirada fija
en él, y le susurró:
−…N-No debes besar a Tsuyako-senpai, ¿de acuerdo?
Después de decir aquello, se marchó dando tumbos, con las mejillas rojas.
−¿Q-Qué tonterías dices? Por supuesto que no lo haré.
Koremitsu también murmuró, con el rostro enrojecido.
Esperó que Tsuyako regresase, apoyando la espalda en la pared del pasillo, con el rostro
ardiendo. La puesta de sol, fuera de la ventana, estaba teñida de un negro rojizo.
(¿Cómo se supone que soporte esto por segunda vez…? Esa Shikibu sí que se preocupa
más de la cuenta…)
Hikaru, de forma animada, intervino:
−Koremitsu, considerando lo rojo que está tu rostro, Tsuyako podría pensar que estás
enamorado de ella.

−E-Es por el atardecer.


−Tu voz se está volviendo más aguda.

−¡Le estás dando demasiadas vueltas al asunto!


Koremitsu giró la cabeza hacia un lado, mientras declaraba con voz suave. Hikaru se rio
por lo bajo, divirtiéndose, y exhibió una dulce mirada de melancolía.
−Tsuyako solía invitarme a salir en la noche previa a sus recitales… un hechizo que le
permitiría hacer una buena presentación.

−¿Un hechizo…?
¿A qué se refería?
Y entonces, apareció Tsuyako.
−Perdona por hacerte esperar, Akagi-kun.
−Está bien.
El cabello de Tsuyako, recogido durante la práctica, se había dejado suelto. El cabello seco
y brillante que se alargaba hasta los hombros era ligeramente rizado, ondeando de forma
atrayente al compás de sus movimientos.
Entrecerró los ojos, que estaban rodeados por pestañas largas y delgadas, y abrió un poco
sus suaves y femeninos labios, sonriéndole a Koremitsu.
Probablemente, Koremitsu se sentía ansioso a causa de lo que Honoka había dicho.
Tsuyako lucía más tranquila y madura de lo usual, causando que el corazón de Koremitsu
se acelerase.

−No debes besar−

El recuerdo de Honoka haciendo pucheros hizo eco en su mente.


(¡No lo haré!)
−¿Qué sucede?
−…No es nada.
−En ese caso, marchémonos.
−Bien.

Koremitsu y Tsuyako caminaron uno junto al otro a través del campus escolar, que se
encontraba adornado por la imperiosa luz.
Sentía que Tsuyako no inspiraba la vibra de amor tierno de Yū, ni inspiraba la urgencia de
querer protegerla, como a Aoi.
Aun así, el corazón de Koremitsu estaba acelerado y sus palmas sudaban, mientras miraba
ondear el cabello rojo de Tsuyako, su cuello blanco y delgado, y sus ojos brillantes;
probablemente se debía a lo atractiva que era.
Antes de conocer a Hikaru, nunca había experimentado los encantos de una mujer. Incluso
tras ver a una flor floreciendo, sus sentimientos eran bastante sencillos, limitándose a
pensar: “Ah, es una flor”.
Pero desde que estaba con Hikaru, cada día escuchaba sobre flores. Y tras interactuar con el
sexo denominado “femenino”, su comprensión comenzaba a desarrollarse poco a poco.
¿Aquello era algo bueno, o algo malo?
−Akagi-kun, estuviste en aprietos cuando Shikibu-san te preguntó a dónde irías mañana,
¿no es así?
−Ugh… un poco.
−Tendrás una cita con Aoi-san, ¿cierto?
Fue directo al grano con voz clara y gentil, dejando sin habla a Koremitsu.
Bajó las escaleras con elegancia, y se rio por lo bajo:
−¿Me equivoco?
−…
−Relájate. No se lo contaré a Shikibu-san.
−Ugh.
−¿A dónde irás con Aoi-san?
−A-A la exhibición de arte.
−¿En serio? A Aoi-san le encantan las pinturas.
El rostro de Koremitsu estaba rojo y verde por todas partes, su voz se había tornado aguda y
se escuchaba muy extraña. Con una sonrisa, Tsuyako continuó con el tema de la cita.
¿Dónde se encontrarían? Hay muchas personas en la estación: una cafetería o una librería
de ilustraciones en un centro de libros le sentaría mejor a sus gustos, ¿no? ¿Podrías intentar
ir a sitios como esos la próxima vez? Si se encontrarán a esa hora, ¿qué harán luego? ¿Ya
decidieron en que restaurant se encontrarán?
Koremitsu se estremeció, sudando a mares mientras respondía las preguntas de Tsuyako.
(¿Acaso senpai me pidió que la acompañase a casa sólo para burlarse de mí…?)
Tenía aquella duda.
Tsuyako inclinó su rostro hacia un lado, y miró el rostro de Koremitsu.
−Sólo bromeaba. ¿Estoy siendo demasiado entrometida? Akagi-kun, parece que estás
acostumbrado a tener citas.
−¡¿EH?!
−Fuiste un excelente acompañante cuando me llevaste al parque tropical. Estaba tan atónita
que pensaba: “menuda sorpresa”.
−P-Pues…
Justo cuando Koremitsu entraba en pánico, Tsuyako murmuró con voz gentil:
−Se sintió como si fuese el propio Hikaru…
En cuanto sintió la fricción en su corazón, Koremitsu murmuró:
−Es porque Hikaru se entrometió en mi vida y me enseñó muchas cosas.
−…¿En serio?
Una cálida sensación de soledad apareció en los ojos de Tsuyako.
Hikaru también mostró la misma expresión.
−Qué buen maestro fue Hikaru.
Habló con alegría, causando que Koremitsu dejase escapar un suspiro de alivio:
−Bueno, supongo.
Caminaban a través de un camino de tierra cercano al río, en dirección opuesta a la usual.
El color del aire se tornó de un tinte azulado, señalando el inicio de la noche.
Ambos giraron, y se dirigieron a un callejón angosto en el área residencial.
(Este camino… conduce al departamento de Yū).
El viejo y andrajoso edificio que seguía sin ser reparado.
Allí vivía a una chica de ensueño, cubierta por una manta, viviendo sus días de forma
pacífica, como una blanca flor lunar.
Pero Yū ya no estaba en aquella habitación.
Los recuerdos de la dulzura producida por los caramelos en la boca de Koremitsu se
reavivaron en su interior, junto con el dolor punzante, y exhibió un aspecto serio.
(¿Le irá bien a Yū?)
Koremitsu nunca le había enviado mensajes ni la había llamado, y Yū tampoco le había
escrito.
Pues esto significaba que tanto Koremitsu como Yū estaban dando lo mejor de sí en sus
respectivas vidas.

−La próxima vez que nos veamos, te mostraré que me he convertido en una chica a la que
le gusta sonreír.

Era un pequeño deseo, ni siquiera una promesa.


Había sido un juramento fantástico.
Algún día, aquellas palabras se cumplirían.
Poco después, llegaron al inolvidable parque.
La última vez que había venido, las Hydrageas e Irises estaban a pleno florecer, en medio
de la lluvia. En esta ocasión, la tierra pura estaba cubierta en azul y púrpura, con algunas
flores tropicales de colores brillantes, como las tiernas Anomathecas de un color naranja
rojizo, lindas flores naranja con forma de trompeta que crecían de las vides, y las cannas
rojas que abrazaban la luz del exterior y la luna.
−¿Qué tal si charlamos un poco?
Con la invitación de Tsuyako, ambos se sentaron en el banco, uno junto al otro.
Koremitsu recordó el hecho de haberse despedido de Yū en este banco, y su corazón volvió
a encogerse.
Probablemente, Tsuyako también tenía recuerdos de Hikaru en este parque.
Parecía ver la sombra de Hikaru, y escaneó más allá de la cerca cubierta con las vides
trompeta, las Typha latifolia y la Lisimaquia alada que crecían en el lago, los bancos de
flores de Irises japonesas amarillas y portulacas naranja, mientras sus ojos se humedecían.
Hikaru también−…
Observaba con gentileza las flores y los capullos cerrados con fuerza, exhibiendo una
expresión de soledad y melancolía.
−…
−…
−…
La zona residencial estaba tan tranquila que no podían escucharse vehículos; no había
viento, y el aire cálido envolvía al trío.
Tsuyako fue la primera en hablar:
−Akagi-kun… ¿te sentiste solo cuando Hikaru murió?
La voz ronca hizo eco en lo más profundo de los oídos de Koremitsu.
−Yo…
Apenas se había hecho amigo de Hikaru después de que muriese y se convirtiese en
fantasma.
Por lo tanto, no sintió tristeza alguna cuando escuchó la conmoción y agitación que
atravesaron sus compañeros tras escuchar acerca de la muerte accidental de Hikaru.
Incluso en el funeral, donde las mujeres sollozaban, se sintió entumecido en su interior.
−No lo sé… fue tan repentino… estaba impactado.
No pudo mentir para esconder sus sentimientos, y no pudo hacer más que murmurar los
sentimientos que había tenido en aquel entonces.
En respuesta, Tsuyako habló:
−…¿Ah, sí?
Bajó sus largas pestañas.
−Yo no me sentí impactada. Ah… por supuesto… eso fue lo que sentí.
Murmuró aquellas palabras poco a poco, mientras su voz mostraba una impotente angustia.
En este punto, probablemente, Tsuyako asumía que Hikaru se había suicidado.
−Todo está en blanco… ya sea en mi mente, o en mi corazón… me siento sola.
El blanco rostro de Hikaru estaba lleno de tristeza, impotente angustia y miseria.
Su cabello estaba teñido de dorado, a causa de absorber la luz de la luna, y cubría su rostro
pálido, ondeando en el limbo.
Tsuyako estaba cabizbaja, apretando los puños con fuerza sobre sus rodillas.
−Después de que Hikaru muriese, me sentí tan sola… tan sola… que era insoportable.
Siempre y cuando estuviese con vida.
Siempre y cuando existiese en algún lugar de la tierra.
Eso era lo que Tsuyako había dicho.
Incluso ahora, Hikaru seguía en este planeta, junto a Tsuyako, dedicándole una mirada
angustiada y transparente.
Pero Tsuyako no lograba ver aquella figura.
Hikaru no podía erradicar la soledad de Tsuyako.
Y Koremitsu sintió que su corazón se retorcía en angustia.
−Sigo asustada… ¿realmente seré capaz de bailar mañana en el escenario? ¿Dejaré caer el
abanico? ¿Me quedaré de pie a mitad del escenario, con la mente en blanco?
Sus hombros temblaban.
Quizá estaba manteniendo una fachada animada en la sala del club, y, en realidad, se sentía
ansiosa en su interior.
A Tsuyako le gustaba Kazuaki, y Hikaru sólo era alguien con el que había tenido una
aventura. Aun así, Hikaru era su apoyo emocional.
(Maldición. ¿Qué puedo hacer para cumplir la promesa de Hikaru?)
Incluso si Hikaru –ahora fallecido− observase el escenario desde la audiencia, no tendría
sentido si Tsuyako no podía sentirlo. Sin importar lo mucho que Koremitsu gritase
“¡Hikaru sigue aquí!” ¡Sigue preocupado y cuidando de ti, senpai”, aquellas palabras
parecerían simples condolencias.
(¿No hay nada que pueda hacer?)
−Antes de que subiese al escenario, Hikaru… solía conjurarme un hechizo. Sostenía mi
mano con suavidad, dibujaba un círculo en mi palma, y murmuraba unas pocas palabras:
“la luz siempre brillará sobre ti. Atraerás a la audiencia como las Pendula Roseas que
disfrutan de la luz de la luna−”…
Apretó los puños que descansaban sobre sus rodillas, y las uñas entraban en su carne.
Koremitsu tomó una de las manos de Tsuyako, y abrió el puño de la misma, sacando cada
uno de los dedos.
Por instinto, Tsuyako levantó la cabeza, y observó las acciones de Koremitsu en silencio.
Los dedos rosa eran largos y bonitos; Koremitsu fruncía el ceño con fuerza, esforzándose
en sacar los dedos de Tsuyako con los suyos, que eran gruesos y torpes.
Tras sacar los cinco dedos y revelar una suave palma, Koremitsu dibujó un pequeño círculo
sobre ella, con su dedo índice.
Hikaru observaba la escena con una expresión tranquila y solitaria. Después de que
Koremitsu terminase de dibujar el círculo, cerró los ojos con fuerza, para soportar las
emociones que se desbordaban.
−Sin duda, puedes hacerlo.
Siguió sujetando la mano de Tsuyako, y su rostro –que ardía− se hacía más tenso mientras
levantaba las cejas, ensanchaba los ojos y se esforzaba en expresar su deseo.
−Senpai, mañana serás la persona que conmoverá más a la audiencia. Yo observaré entre el
público, con los ojos bien abiertos, en lugar de Hikaru.
Tsuyako podría seguir bailando.
Aquel era el deseo de Hikaru.
Por eso, cueste lo que cueste…
Con los ojos llorosos, Tsuyako miró fijamente a Koremitsu, casi rompiendo en llanto
mientras murmuraba con labios temblorosos:
−…Tú… sí que eres impredecible.
Y le dedicó una tenue sonrisa.
−Gracias.
Tsuyako apretó ligeramente el puño donde le habían dibujado la luna llena, y lo colocó en
sus amplios pechos.
−Hikaru debió haber sentido que era grandioso tenerte como amigo, Akagi-kun. Tu
existencia debió haber sido un poderoso apoyo para él. Incluso si fue por un corto tiempo,
es grandioso que Hikaru tuviese tal amigo…
Tanto Tsuyako como Hikaru eran amantes que el mundo jamás permitiría estar juntos, y
ambos sonrieron a la vez, como si hubiesen tomado una foto instantánea.
−De pronto, me siento hambrienta. Hay una tienda que vende chili dogs en la entrada
opuesta al parque. Hikaru y yo comimos ahí… la salsa es un poco dulce, pero aun así es
deliciosa. ¿Podrías comprarme uno?
Parecía que Tsuyako quería llorar en privado.
Koremitsu pensó eso, mientras la veía esforzarse en ensanchar sus húmedos ojos.
−...Entendido. ¿Algún sabor en especial?
−Tú decides.
Tsuyako era apenas capaz de mantener una sonrisa en los labios.
Koremitsu se giró y se marchó corriendo.

Para cuando Koremitsu regresó con una bolsa de chili dogs, cerdo con judías y refresco de
cola en sus manos, los ojos de Tsuyako estaban completamente rojos, y las marcas de
lágrimas seguían sobre su rostro.
Koremitsu fingió no percatarse de ello, se sentó en el banco, y comenzó a comerse un chili
dog.
Había pedido el sabor más picante para su ración, y tras comerlo, lo encontró tan picante
que sus fosas nasales se agitaron, y estuvo a punto de romper en llanto.
−Está… delicioso.
Tsuyako lucía bastante animada mientras comía su chili dog, pero, de cierta forma, se
seguía viendo triste.
−Akagi-kun… ¿realmente vendrás?
−Sin duda. Es una promesa.
−En ese caso… debo bailar bien…
Tsuyako habló con voz gentil, y Hikaru, de pie cerca del banco, la observó con tristeza,
mientras su expresión vacilaba.
De pronto, Hikaru exclamó:
−¡Tsuyako! ¡Estaré observando! ¡Estaré entre la audiencia, viéndote bailar!
Tsuyako no escuchó la voz.
Las palabras no podían ser transmitidas.
Pero, incluso así, Hikaru gritaba con fuerza, evidentemente incapaz de contener sus
emociones.
Los ojos de Tsuyako volvían a mirar a la distancia.
Aquellos ojos miraban fijamente a la luna, la cual no podía ser alcanzada con las manos.
Con una sensación picante, Koremitsu escuchó cómo la voz de Hikaru se desvanecía
gradualmente entre el aire veraniego.
Hikaru cerró los labios con fuerza, quedándose a un lado, con tristeza.
La luna estaba parcialmente cubierta por las nubes, brillando tenue y tranquilamente sobre
el parque durante la noche; era muy probable que el trío se sintiese invadido por la soledad.
Capítulo 8: Las flores dispersas están llamando, ¿no?

El día siguiente era sábado.


Koremitsu estaba atando los cordones de sus tenis, y Shioriko, quien sostenía a Lapis en
los brazos, lucía devastada mientras se acercaba a él.
−¿Volverás a salir, Onii-chan? Pensé que podría pasar el día contigo.
Últimamente, Koremitsu había estado muy ocupado con los asuntos relacionados a
Tsuyako y Aoi, y no pasaba tiempo con Shioriko, ni siquiera en casa. Sintió un dolor
punzante en su corazón, probablemente sintiendo que la había hecho sentirse sola.
−Jugaré contigo mañana.
Koremitsu se apresuró a responder. Entonces, Shioriko cubrió la blanca piel de Lapis
con la mitad de su rostro, y dijo, de forma lastimera:
−Pero… podemos estar juntos hoy. ¿No puedo ir contigo…? Seré obediente.
−E-Eso no puede ser. Mañana pasaré todo el día contigo, Shiiko. Por hoy, juega con
Lapis. El abuelo estará feliz si juegas cinco en raya con él.
−…Hm.
Shioriko bajó la vista, luciendo completamente devastada, y esto causó que el dolor que
sentía Koremitsu se pronunciase aún más. Con una sensación vacilante, Koremitsu abrió las
puertas que llevaban al pasillo.
−Koremitsu, voltea un momento.

Hikaru susurró con suavidad en los oídos de Koremitsu, divirtiéndose.


Koremitsu giró la cabeza hacia atrás, y encontró a Shioriko, quien momentos atrás se
encontraba cabizbaja, haciendo una mueca graciosa, como una niña traviesa, apretando los
dientes y haciendo un sonido como “iii−“.
Probablemente, Shioriko no esperaba que Koremitsu se voltease.
En cuanto sus ojos se encontraron, el rostro de Shioriko se sonrojó al instante.
−¡Idiota! –gritó, y se adentró en la casa de forma titubeante.
Koremitsu estaba atónito.
Hikaru se reía por lo bajo, probablemente pensando que aquella acción había sido
increíblemente tierna.
−Sin importar lo joven que sea una chica, probablemente alberga toda clase de
pensamientos sobre chicos. Pero la expresión traviesa que mostró Shioriko al final fue muy
tierna.

−El aspecto devastado que mostró antes fue una actuación… las mujeres sí que son…
Tras pensar en el futuro, Koremitsu sintió un escalofrío en la espalda.
−Aunque sí creo que Shiiko se siente sola porque la has ignorado, Onii-chan.

−No me llames “Onii-chan”… de acuerdo, mañana la acompañaré.


Koremitsu refunfuñó, frunciendo el ceño para ocultar su vergüenza.

Había acordado encontrarse con Aoi a las 11 am, en la estación de trenes más cercana al
museo de arte.
“Aoi-san llegará 10 minutos antes”, había dicho Hikaru, y Koremitsu llegó 15 minutos
antes.
Pero incluso después de la hora acordada, Aoi no apareció.
−Esto es extraño. Koremitsu, intenta llamar a Aoi-san.

−Oye, si la llamo a la hora exacta a la que debíamos encontrarnos, voy a parecer un


psicópata, ¿no? Además, ¿no te enorgulleces de haber esperado a una chica por seis horas?
−Esa era otra chica. Aoi-san es una persona muy seria, y, sin lugar a dudas, jamás
llegaría tarde. Hazlo por precaución, ¿por favor?

−Qué sobreprotectores son con ella.


Koremitsu refunfuñó, pero él también estaba un poco preocupado. Intentó llamarla a su
teléfono.
El mensaje que recibió fue que el teléfono se encontraba fuera del área de servicio, o que
el número no podía ser contactado.
−Probablemente está en el tren.
−Sería grandioso si así fuese…

La expresión de Hikaru se hacía cada vez más ansiosa.


Pasaron 15 minutos, y Aoi aún no llegaba.
Y entonces, pasaron 20, 30 minutos.
Durante ese tiempo, Koremitsu la llamó 7 veces, y cada vez, el teléfono le anunciaba
que la llamada no se podía conectar.
Incluso el rostro de Koremitsu comenzaba a tensarse.
(¿Realmente le ocurrió algo a Aoi?)
¿Qué hago? ¿Voy a echar un vistazo en su casa? Pero esto es distinto a la cita en el
parque temático. No nos encontraremos si ya viene en camino.
−Maldición. Tengo que contactarla una vez más.
Justo cuando Koremitsu quería volver a llamar al número de Aoi, el teléfono en su mano
vibró.
(¿Será Aoi?)
Era un número privado, pero Koremitsu se apresuró a atender la llamada.
Sin embargo, la voz que alcanzó su oído era tan fría como el hielo.

−¿Dónde estás?

Aquella repentina pregunta llegó sin presentación.


Sintiéndose enfurecido, Koremitsu dejó escapar una voz irritada:

−¿Cómo sabes mi número, Asai Saiga?

Tras escuchar las palabras de Koremitsu, Asai Saiga respondió con más ansiedad:
−No hay necesidad de que responda esa pregunta, creo. ¿En qué acuario estás? ¿Aoi está
contigo?
−¿Eh? ¿Acuario? ¿De qué hablas?
−Escuché que Aoi le dijo a sus sirvientes que iría al acuario, que el museo de arte está
cerrado temporalmente por remodelación, así que cambiaron la ubicación de la cita.
También me enteré de que le enviaste un mensaje el día anterior.
−¡¿Un mensaje?!
Koremitsu le colgó a Asai, y se apresuró a revisar su buzón.
Hikaru también observaba de forma sombría, desde un lado.
Ambos observaron la pequeña pantalla, y sus rostros casi se tocaban. Parecía que
Koremitsu no tenía a quien enviarle mensajes.
Y por lo tanto, divisó un mensaje que no recordaba haber enviado.
El título era “Un cambio en el lugar de encuentro”…
Y la destinataria era Aoi.
(¿Qué está pasando…?)
Contuvo el aliento, y leyó el contenido del mensaje.
La señal de mensajes parpadeaba de vez en cuando; parecía que Asai, furiosamente,
intentaba llamar otra vez, pero Koremitsu no estaba de humor para ser molestado por ella.

“Parece que el museo de arte está cerrado por motivos de remodelación.


¿Qué tal si, en lugar de eso, vamos al acuario?”

Después de aquel párrafo, también estaba la ubicación y hora de encuentro.


(No recuerdo haber enviado semejante mensaje).
Koremitsu revisó el buzón de entrada, pero no encontró la respuesta de Aoi.
−Koremitsu, es probable que Aoi-san haya ido a ese lugar.

−Maldición. Tomará casi una hora llegar ahí en tren.


Koremitsu corrió a través del pórtico, y apenas logró subirse al tren que estaba a punto
de partir.
Quería llegar lo más rápido posible a la ubicación escrita.
Sentía que sus entrañas se hacían pedazos mientras iba en el tren. Los otros pasajeros se
habían apartado a causa de este joven de aspecto salvaje, que apretaba los dientes y sus
sienes palpitaban, y un amplio espacio se abrió a su alrededor.
Sus ojos secos ardían de furia, y no veía más que la hora en la que se había enviado el
mensaje: las 7 pm del día anterior.
¿Qué hacía él en ese momento?
¿Con quién estaba?
En cuanto Koremitsu lo recordó, apretó el teléfono con fuerza, casi haciéndolo pedazos.
−…
Finalmente llegó al pórtico de la estación.
Ya que había muchas personas en la estación, le resultaba difícil moverse sin chocar
contra alguien. Hikaru y él se dividieron para buscar a Aoi, pero no dio resultado.
Koremitsu sacó su teléfono, y volvió a marcar el número de Aoi.
¡Contesta!
Invadido por tal sentimiento suplicante, Koremitsu esperó, sólo para ser recibido por el
buzón de voz una vez más.
Durante este tiempo, probablemente, los mensajes de Asai seguían aumentando.
El teléfono volvió a vibrar.
Y Koremitsu contestó, diciendo:
−¡Aoi está desaparecida! Es probable que senpai sepa algo. Iré a verla ahora mismo.
¡Ven conmigo!


Tsuyako ya se encontraba en la sala de descanso del local del recital.
Cuando Koremitsu llegó, Tsuyako estaba vestida sólo con la ropa que va por debajo del
kimono, lo que resultaba atrayente, y esta lo miró con ojos brumosos.
−Senpai… le enviaste un mensaje a Aoi desde mi teléfono, ¿no es así? Cuando fui a
comprar el chili dog, sacaste el teléfono de mi bolso.
Koremitsu preguntó, apretando los dientes.
A su lado, el rostro de Hikaru estaba paralizado de aflicción.
De ser posible, esperaban que no fuese así.
Pero a la hora en que se le envió el mensaje a Aoi, Tsuyako era la única que estaba en el
parque con Koremitsu, y era la única persona que pudo haber enviado aquel mensaje.
Tsuyako respondió de forma despreocupada:
−Si… Aoi-san respondió de inmediato, y lo eliminé al instante.
Las delgadas vestimentas que van por debajo del kimono y que envolvían a Tsuyako
eran idénticas a un vestido de luto, y esta se quedó mirando a Koremitsu con aquel par de
ojos sin vida.
Entonces, Koremitsu apretó los puños.
−¿Por qué hiciste algo así?
−…Tras la muerte de Hikaru, me sentí muy sola, y dirigí mi frustración hacia Aoi-san.
Al final, Hikaru la eligió a ella, y me abandonó.
La firme y atractiva Tsuyako comenzaba a desvanecerse gradualmente frente a los ojos
de Koremitsu.
La silueta que tomó la forma de Tsuyako comenzaba, gradualmente, a tornarse borrosa,
desintegrándose en una línea débil y ambigua.
(¿Así que a senpai le gusta Hikaru y no Kazuaki? ¿Es incapaz de perdonar a Hikaru por
haber roto con ella a causa de Aoi?)
Koremitsu sintió que su mente era acribillada. Un montón de cosas, palabras y voces,
estaban revueltas y haciendo eco en su interior.
Sin embargo…

−No es así.

En medio del caos, una voz singular resonó con claridad.

−No es así, Tsuyako.

Los honestos ojos miraban directamente a Tsuyako.


Los ojos de Hikaru miraban a Tsuyako.
Los ojos, la voz… gracias a ello, Koremitsu también se percató de ello…
La mentira de Tsuyako. Los verdaderos pensamientos de Tsuyako.
Koremitsu también exclamó:
−¡No es así! Si estás actuando por tus celos hacia Aoi, ¿por qué no eliminaste también
este mensaje tras enviarlo a mi nombre? ¡Dime!
En ese instante, la expresión vacía de Tsuyako mostró un atisbo de emoción.
Se trataba de un profundo terror.
Era un sentimiento desgarrador.
(Ahh, ¿conque así son las cosas, senpai?)
−No quieres que los demás lo descubran, ¿me equivoco? −Preguntó Hikaru con tono
trágico.
−No quieres que lo descubra, ¿no es así, senpai?
Sintiendo un dolor sofocante, Koremitsu gritó:
−DE NO SER ASÌ, ¡¿POR QUÉ TOMAS TANTOS RODEOS PARA HACER LAS
COSAS?!
Tras enviar el mensaje, pudo haberlo eliminado con un simple movimiento de dedo.
Sin embargo, no lo hizo.
Lo dejó ahí.
¡Sabía que si Koremitsu lo descubría, ella sería la principal sospechosa!
Hikaru miró fijamente a Tsuyako, con expresión de compasión, y su voz alcanzó los
oídos de Koremitsu, mientras le guiaba a la verdad:
−Estaba equivocado. Parecía que estabas aterrada de la sangre de Rokujō que corría en
por tus venas. Tampoco lo negaste. Sin embargo, ¡no era así! No le temes a la encarnación
de la araña que habita en tu interior, no le temes a esa Rokujō. ¡Porque no eres tú!
−Senpai, siempre le has temido a Rokujō, ¿no es así? Temes convertirte en alguien como
ella, lastimando a los demás por motivos de celos. Temes arruinar las preciadas flores de
Hikaru. Sin embargo, ¡tú nunca fuiste la responsable de esos actos!
Poco a poco, los ojos de Tsuyako comenzaban a mostrar emociones. Dolor, amargura,
angustia−…
Se arrodilló con debilidad sobre los tatamis, y su cuerpo se encogió de miedo en cuanto
levantó la cabeza, mirando a Koremitsu.
−Después de que las flores fuesen arrancadas, tus palmas y dedos seguían inmaculados.
No había rastro alguno de néctar o marcas.

Tsuyako estaba de pie entre las flores desagarradas, pero las manos que sujetaron el
rostro de Koremitsu y lo atrajeron hacia ella eran blancas, tiernas, hermosas, inmaculadas, y
transmitían una sensación fría al tacto.
Cuando le mencionó el nombre de Rokujō a Koremitsu, su cabello y ropa estaban
desarreglados, sus ojos tenían un aspecto peligroso, y aunque había montones de flores
rojas esparcidas por todas partes, las manos de Tsuyako seguían viéndose puras y
hermosas.
Koremitsu sujetó la mano de Tsuyako y la levantó.
Tsuyako tembló.

−¡Senpai, tus manos siempre han estado limpias! ¡No veo signo alguno de que hayas
arrancado las flores!

−La Rokujō de cabello negro a la que tanto temes es alguien más. ¡Esa Rokujō es quien
te da órdenes! ¡Eres prisionera de Rokujō, utilizada para cazar a las presas! ¡Tsuyako, tú no
eres Rokujō!

−¡Tú no eres Rokujō, senpai!


El rostro de Tsuyako se había vuelto completamente pálido. Los ojos, tan brumosos
como la luna cubierta por las nubes, comenzaban a mostrar, gradualmente, signos de vida
una vez más.
Al mismo tiempo, todo el miedo que había sido sellado cuando Tsuyako cerró su
corazón volvió a afectarla.
Se abrazó a sí misma con fuerza, comenzando a temblar.
Hikaru se arrodilló frente a ella.
Levantó la cabeza con cortesía, como un caballero que salva a una princesa, y comenzó
a hablar, con aspecto serio:
−Ahora que lo pienso, has estado enviando señales de alarma, ¿no es asì? “Rokujō” te ha
estado controlando, pero intentaste resistir desde tu interior, intentando enviarnos un
mensaje.

Le había dicho a Koremitsu: “¿Puedes vigilarme, de manera que no las destruya?”


Indicó que estaba celosa de Aoi, esperando que Koremitsu y el resto centrase su atención
en ella, de manera que pudiesen protegerla.
Lo provocó: “¿Eres capaz de detener a Rokujō?”, mientras sollozaba: “No hay manera
de detener a Rokujō. Ya no te involucres conmigo”. Aquello era todo lo que Tsuyako podía
hacer para oponer resistencia.
−¡Lo siento por darme cuenta tan tarde! ¡He abierto los ojos! ¡Puedo ser tu fuerza!

Koremitsu tomó la mano de Tsuyako, solapándose con la mano blanca y delgada de


Hikaru.
Así que Koremitsu tomó su lugar, y tomó la mano de Tsuyako.
Pues era la única persona presente que podía seguir expresando la voluntad de Hikaru.
−Querías advertirme, ¿cierto, senpai? ¡Dime! ¡¿Quién es Rokujō?! ¿Dónde está Aoi?
Tsuyako bajó la cabeza, inquieta. Quería levantar la cabeza, pero volvió a sacudir la
cabeza con intensidad, y cerró los labios que deseaba abrir.
Estaba tan atada al miedo a Rokujō, que era incapaz de proferir un simple sonido.
−Tsuyako, tienes que actuar como una persona de voluntad fuerte, una persona
majestuosa y valiente. Recuerdas cuando te expulsaron del internado Británico, ¿no? En
aquella ocasión, ¿acaso no anunciaste de forma audaz ante los profesores que yo era tu
amante? ¡Aquello fue asombroso!

−¡Senpai, eres alguien de quien incluso Hikaru se enamoró! ¡La Pendula Rosea más
hermosa y majestuosa! ¡No deberías actuar con timidez! ¡Hikaru dijo que eras una mujer
atrevida! ¡Que fuiste asombrosa cuando te expulsaron del internado Británico!
Desde lo más profundo de su garganta, Tsuyako logró dejar escapar una voz:
−Pero Hikaru ya no está… así que−…
−¡Como representante de Hikaru, te prometo que la venganza de Rokujō puede ser
detenida! ¡Yo la destruiré por ti!
Koremitsu tomó la mano de Tsuyako con fuerza, y juró aquello con toda su fuerza,
causando que su cuerpo se calentase. Hikaru también miraba a Tsuyako, con aspecto
honesto y suplicante.
−¡Te protegeré, senpai!
Los hombros de Tsuyako volvieron a estremecerse.
Con expresión contrariada, levantó el rostro en dirección a Koremitsu una vez más.
Y Koremitsu la miró de vuelta, como si absorbiese sus ojos.
−¡Confía en mí!
Tsuyako bajó la vista, volvió a abrir los labios un par de veces… sus cejas temblaban
mientras hablaba sobre la verdadera identidad de Rokujō y la ubicación de Aoi, con una
voz tan débil que parecía poder desvanecerse.
Como resultado, la voz de Hikaru se tornó sombría.
−Entendido.
Koremitsu, con suavidad, posó la mano de Tsuyako en la rodilla de la chica.
Y entonces:
−¡Regresaré antes de que salgas al escenario, senpai! ¡Déjalo en mis manos!
Salió a toda prisa de la sala de descanso.
Hikaru también se movió junto a él, con aspecto serio.
En la entrada, casi colisionan contra Asai.
Al parecer, Asai acababa de oír la conversación por casualidad, y fruncía el ceño con
fuerza. Koremitsu no le dio tiempo de decir nada, al gritar:
−¡Ven conmigo! ¡Asai Saiga!


−¿Dónde está Akagi-kun?
Preguntó Aoi con cautela.
La habitación contenía una mesa de color brillante, un sofá, pinturas exóticas y vasijas.
La alfombra –que llegaba a la altura del tobillo− era pulcra y brillante, y no había una
simple mota de polvo.
No parecía un lugar al que enviarían a una persona herida.

−Akagi-kun ha tenido un accidente. Está siendo atendido en este momento.

Aoi escuchó aquellas palabras repentinas mientras esperaba a Koremitsu, e, impactada,


abordó en el auto.
Sin embargo, tras un largo trayecto en auto, no llegó al hospital sino a lo que parecía un
resort rural.

−De acuerdo, entra. Por ciertos motivos, no podemos enviarlo al hospital. Hemos
llamado a un doctor para que lo atienda aquí, así que, por favor, relájate.

Aquella persona hablaba con una voz dulce y exuberante. Con un sentimiento sombrío,
Aoi atravesó la puerta.
Sin embargo, seguía siendo demasiado extraño.
El edificio estaba demasiado tranquilo, y no se sentía presencia humana. Había algo de
olor ligeramente dulce siendo quemado y flotando en el aire, causándole una sensación
nauseabunda.
−Por favor, déjame ver a Akagi-kun.
Esta vez, Aoi habló con un tono más brusco que el anterior.
−No te pongas ansiosa, Aoi. Akagi-kun acaba de ser atendido por el médico, y ahora
mismo se encuentra dormido por la anestesia, así que déjale descansar un rato. Prepararé un
poco de té. Por favor, toma asiento.
Su interlocutor le dio aquella excusa, y solo quedó una persona en la habitación.
Aoi no pretendía sentarse en el sofá; la ansiedad y duda comenzaron a intensificarse, y
también sintió comezón en la piel.
(¿Akagi-kun realmente está aquí?)
El hecho de no poder enviarlo al hospital ya era bastante anormal.
(Además, ¿cómo sabía el lugar de encuentro entre Akagi-kun y yo?)
Dijo que había ido a transmitirle el mensaje de Akagi-kun, pero al reflexionar sobre ello
resultaba poco natural.
Aoi intentó llamar a Koremitsu por teléfono, pero tras hurgar en el bolso, no logró
encontrar su teléfono.
(Cuando salí de casa, lo traía conmigo).
De pronto, Aoi sintió que se le erizaba la piel del cuello.
(¿Me lo quitó? ¿Cuando me habló en la estación y metió mis pertenencias en el
auto…?)
Aunque ella le había dicho que no necesitaba ayuda para cargar sus cosas, y que las
quería de regreso al instante, en ese momento…
El corazón de Aoi latía con fuerza, como si fuese a romperse, incapaz de tomar una
decisión. La ligera fragancia que envolvía sus fosas nasales causaba que sintiese comezón
en la garganta, y sus pensamientos parecían borrosos en aquel momento.
(¿Qué es esta fragancia…?)
Provenía de la puerta de al lado.
Aoi colocó la mano sobre la manilla, abrió la puerta de par en par, y el duce humo salió
de inmediato, provocando que tosiese con suavidad.
Sus ojos comenzaron a lagrimear, y su cabeza se sentía mareada.
Sin embargo, cuando divisó una pintura –de marco extravagante− al otro lado, se sintió
impactada, como si le hubiesen arrojado un cubo de agua fría.
(¡Esa pintura…!)
Era una pintura de Hikaru, de pie en la escalera de la escuela, mientras el sol radiante
entraba por la ventana, y Hikaru miraba hacia atrás con una sonrisa.
Aoi se había decidido por aquella imagen mientras intentaba dibujarlo, pero no logró
hacerlo bien, pues raramente dibujaba retratos.
La nariz de Hikaru no era así.
Sus ojos deberían ser más claros.
Su sonrisa debería ser más dulce, más gentil.
Dibujaba un poco, y se sentía contrariada; repitió el proceso una y otra vez, y
finalmente, pensó: “si es esta pintura, puede que sea capaz de mostrársela a Akagi-kun”.
(¡Se suponía que la pintura se había perdido!)
Asai le dio muchas explicaciones sobre la desaparición de la pintura, pero Aoi se percató
de que estaba mintiendo. Probablemente, el ladrón era la misma persona que había robado
su uniforme de gimnasia y su libro, y había colocado la flor marchita en el casillero de
zapatos.
Se tambaleó mientras entraba en la habitación.
Estaba rodeada por humo blanco, y la tenue y amenazante fragancia la hacía sentir
mareada, por lo que se cubrió la boca con la mano.
Había un gran espejo a la derecha, y una jaula transparente en el estante contiguo.
Dentro, había un camaleón de escamas verdes, sacando la lengua con un siseo.
En el suelo, había una estufa de cerámica carmesí, y el humo provenía de allí.
La funda de la cama era de un rojo brillante, tan rojo como las amapolas, y la pintura
estaba en el muro contiguo, cubierta por un marco dorado.
Aoi se sentía incómoda y vacilante con respecto a subirse a la cama, o tocarla; por lo
tanto, se paró a un lado, levantando la cabeza para mirar la pintura.
(Después de todo… sí es mi pintura).
Y eso no era todo.
La paleta, pinceles, uniforme de gimnasia y libros que le resultaban tan familiares
estabas tirados en la basura. Tras verlo, Aoi sintió un escalofrío.
(¿Acaso no fue Tsuyako-san quién cometió aquellos actos tan molestos? Pero me odia
desde pequeñas; arrancó los capullos de tulipanes que Hikaru y yo habíamos plantado
juntos, y colocó una rata muerta en mi ventana).
Aoi también recordaba que Tsuyako había tenido una aventura con Hikaru, aún sabiendo
que Hikaru era el prometido de Aoi.
Era odiada por Tsuyako hasta tal extremo.
En un principio, los Udate y los Saotome eran familias rivales que rodeaban a los
Mikado, apoyándose como parientes, pero oponiéndose los unos a los otros de forma
discreta, desde las sombras. Esa era la relación tan peculiar de aquellas dos familias.
Por lo tanto, Aoi había asumido que incluso si Tsuyako le guardaba rencor, era algo que
no tenía remedio.
Cuando Hikaru seguía con vida, había otras chicas aparte de Tsuyako, chicas cuyos
nombres Aoi no conocía, que habían cometido esa clase de actos en su contra.
Para ellas, daba igual si Aoi se molestaba o salía lastimada a causa de sus acciones.
Aoi no podía hacer más que despreciarlas.
Era un mecanismo de defensa que había aprendido al crecer un ambiente de élite donde
siempre era el objeto de la envidia de los demás.
(Pero no fue Tsuyako-san quien lo hizo).
Quien había robado la pintura de Hikaru había sido−…

−Esa pintura está muy bien hecha…

−!
La dulce y exuberante voz causó que el corazón de Aoi se congelase.
Se volvió, y encontró allí a un joven delgado y con anteojos, sosteniendo una bandeja
con tazas rojas de té. El hermano mayor de Hikaru, Kazuaki Mikado, estaba allí de pie.
Sus delgados labios mostraban una sonrisa gentil.
El joven de aspecto ordinario –o al menos así era descrito− parecía haberse convertido
en una criatura completamente distinta, en medio del vapor blanquecino que ondeaba en el
aire.
−Has estado observando a Hikaru todo este tiempo, Aoi. Vaya que te encantaba.
Aquella criatura se acercaba lentamente hacia ella.
El camaleón movió su lengua de forma serpenteante dentro de la jaula.

−Sin embargo, parece estar incompleta. Me encantaría si pudieses seguir trabajando en


ella, Aoi.

Aunque la voz sonaba dulce y gentil como la de Hikaru, el rostro era todo lo contrario;
era como una serpiente, un rostro ominoso y labios que dejaban escapar esa clase de voz.
(¿Quién es esta persona?)
Sin lugar a dudas, no era el Kazuaki Mikado cortés, torpe, bonachón y ordinario que Aoi
conocía.

−Oye, Aoi, ¿por qué tiemblas? Te ves pálida.

Dio un pequeño paso hacia adelante.


Aoi se encogió de miedo, y lo fulminó con la mirada.
−Por favor, no te acerques. Fuiste tú quien robó la pintura, ¿no es así, Kazuaki-san? No
solo la pintura; también todo lo demás. Además, lo que dijiste acerca de que Akagi-kun se
había lastimado, y que había sido traído a esta casa, fue una completa mentira, ¿no? Me
mentiste, y me trajiste a este lugar. ¿Qué planeas? ¡Devuélveme mi teléfono ahora mismo!
Llamaré un auto para que me busque.
Kazuaki volvió a mostrar una sonrisa por detrás del humo.
Sus ojos pequeños y brillantes exhibían un aspecto condescendiente.
Inclinó su cuerpo ligeramente, mientras sostenía la bandeja, y le habló con suavidad al
camaleón que sacaba la lengua dentro de la jaula:
−Eh, Tercera Princesa, Aoi está molesta. ¿No es extraño? ¿Por qué deberìa ser
sermoneado por ella?
−Por favor, deja de bromear. Piensa en lo que hiciste y reflexiona al respecto.
El humo comenzaba a infiltrarse en su garganta, y su cabeza estaba mareada, mientras
sus piernas perdían toda fuerza. Probablemente, sus rodillas hubiesen cedido si no estuviese
tan molesta.
(No puedo seguir inhalando esta fragancia).
Sintiendo peligro, Aoi intentó abandonar la habitación, pero Kazuaki dejó la bandeja, y
bloqueó la puerta.
−Sigues sin entender, Aoi.
Sonriendo con superioridad, Kazuaki habló con suavidad.
Sus ojos, que miraban a Aoi, también se tornaban gradualmente fríos.
−Fuiste tú quien se portó mal conmigo, Aoi. Cancelando a último minuto la promesa que
habías hecho conmigo, y queriendo ir a una exhibición de arte con Akagi-kun.
−E-Eso…
Kazuaki miró fijamente a Aoi con aspecto frío, acercándose a ella poco a poco.
Aoi retrocedió.
El humo se esparcía de forma cautivadora, y la fría inquietud y miedo comenzaban a
afectar a Aoi en medio de todo ello.
Tras ser invitada a la exhibición de arte por Koremitsu, canceló la cita con Kazuaki a un
concierto de música clásica, diciendo: “No puedo asistir, pues tengo algo qué hacer en la
escuela… lo siento”. Aquello era cierto.
Se sintió culpable, pero quería reconciliarse con Koremitsu sin importar qué.
En aquel momento, Kazuaki sonrió con cortesía, y dijo: “Si es un asunto escolar,
supongo que no hay alternativa”.
Sin embargo, este Kazuaki que estaba frente a Aoi inspiraba miedo e inquietud; la
sonrisa demoníaca se acercaba a ella.
−Oye, Tercera Princesa, Aoi ha estado actuando como si fuese una chica pura e
inocente, de rostro tierno, pero se las arregló para lastimar a alguien más con tanta
facilidad. Es aterrador. Fastidioso-
Aoi retrocedía poco a poco.
En cuanto su talón tocó el muro, sintió un escalofrío en su corazón.
Había una cama de fundas rojas y brillantes a su lado. Junto a la cama, estaba el retrato
de Hikaru, con marco dorado, sonriendo con amabilidad.
Para evitar que Aoi retrocediese, Kazuaki presionó las manos contra el muro. Su rostro
simplón estaba justo frente a ella.
La inquietud y miedo causaron que el pequeño cuerpo de Aoi temblase.
−Esta no es la primera vez, ¿sabes? En aquel entonces, me rechazaste, Aoi.
La calidez en los ojos de Kazuaki comenzaba a diluirse. Para Aoi, el aire glacial
comenzaba a filtrarse desde el cuerpo de Kazuaki.
−En aquel entonces, fuiste mi primera opción para prometida, Aoi. Sin embargo, dijeron
que Hikaru sería una mejor elección, y tu padre, quien te mimaba, rechazó la propuesta de
mi madre diciendo que querías casarte con Hikaru.

−Aoi, si la madre de Kazuaki-kun quisiera que fueses su nuera, ¿qué harías?

Aquello había ocurrido cuando Aoi había comenzado su vida en la escuela primaria.
Su padre la posó sobre su regazo, haciéndole aquella pregunta.

−Parece que el padre del pequeño Hikaru quiere que seas la esposa de Hikaru. ¿Con
quién quisieras casarte, con Kazuaki-kun, o Hikaru?

En aquel entonces, Aoi aún era una niña, y no sabía el gran poder de los Milkado, la
relación que su familia tenía con los mismos, y cómo intentaban relacionarse en el futuro.
Pero a pesar de ello, podía notar, mediante el tono de voz de su padre, que su respuesta
afectaría la posición de Hikaru en el futuro.
Hikaru era el hijo de una amante.
Había escuchado unas cuantas veces a los adultos murmurando, diciendo que Hikaru era
“un niño que no debió haber nacido”, que normalmente, Hikaru era una entidad que ni
siquiera podría poner un pie en la casa Mikado.
Pero si Aoi se casase con Hikaru, Hikaru tendría el respaldo de los Saotome.
Con tales expectativas, el padre de Hikaru, extraoficialmente, intentó buscar la
posibilidad de que Hikaru se casara con Aoi.
Se supone que la hija de los Udate y la hija de los Saotome deben casarse con los
herederos de los Mikado.
De acuerdo a las condiciones del matrimonio de Aoi, todos tendrían que reconocer a
Hikaru como hijo de los Mikado, y Hikaru podría ser protegido bajo el nombre de los
Mikado.
Aoi no entendía todo aquello.
Pero aun así, si se compromete conmigo, Hikaru podría dejar de ser considerado como
un niño “que no debió haber nacido”.
Aquello fue lo que Aoi había pensado.
Quiero proteger a Hikaru.
Por lo tanto, con las mejillas sonrojadas, hizo un puchero, como si estuviese molesta,
susurrando sigilosamente su respuesta, con determinación:

−Si me caso con Hikaru, podré seguir jugando con Asa-chan… En ese caso, elegiré a
Hikaru.

El compromiso había sido decidido por ambos padres.


Eso era lo que todos decían.
De hecho, para ella, como la hija mayor de la familia principal de los Saotome, era un
destino inevitable el casarse con Hikaru o Kazuaki.
Sin embargo, la propia Aoi había sido quien había elegido a Hikaru entre ambas
opciones.
Habían transcurrido 10 años desde aquel incidente, y ser reprendida por Kazuaki a causa
de ello causó que Aoi se sintiese confundida.
Hasta ahora, Kazuaki había interactuado con Aoi como un hermano mayor, aunque
siempre le había resultado poco confiable. Nunca habían mantenido una conversación como
la de hoy.
Sin embargo, probablemente sentía deseos de vengarse por el rechazo de Aoi a
comprometerse con él.
¡Por 10 años!
¡Detrás de aquella sonrisa!
Con una fría mirada de repugnancia y condescendencia, Kazuaki fulminó a Aoi con la
mirada, curvando los labios de forma diabólica, mientras sonreía.
Con una voz dulce y exuberante, dijo:
−Desde entonces, Aoi, has sido la persona a la que más he odiado en el mundo.
En ese momento, parecía que incluso el aliento que liberaba Kazuaki estaba congelado.
Aquel miedo paralizante atravesó la espalda de Aoi, causando que sus extremidades se
entumeciesen, su garganta se secase, y su respiración se detuviese. Sintió que su corazón
era sujetado por una garra venenosa, casi provocando que soltase un chillido.
Hasta ahora, siempre había sido envidiada por los demás.
Había chicas a las que le gustaba Hikaru, y en el pasado había recibido abusos verbales a
causa de ello.
Sin embargo, aquello palidecía en comparación. Kazuaki mostraba una maldad y odio
profundo, retorcido, haciéndola temblar.
−Sin embargo, eres la chica más preciada de Hikaru. Debo atesorarte bien.
La mano de Kazuaki acarició con suavidad el rostro de Aoi.
La mano, tan húmeda como la aleta de un pez, provocó una sensación que causó la piel
de Aoi se erizase una vez más.
(N-No me toques. Se siente asqueroso).
Sólo sentía asco en su interior, pero era incapaz de proferir un sonido.
−Yo lo sé. Tu cuerpo sigue siendo inmaculado. No eres como la lujuriosa compañera de
Hikaru: Tsuyako, repugnante y carente de virginidad. Aunque eras su más grande amor,
Hikaru nunca te besó, manteniéndolo como algo sagrado. Sin embargo, cometió un error;
ya está muerto, incapaz de obtener a la hermosa y pura Aoi.
(¿Qué está diciendo? ¡N-No, no me toques!)
La mano húmeda acarició el mentón y orejas de Aoi, levantó su cabello negro, seco,
largo y sedoso, y lo dejó caer.
−Ah, sin lugar a dudas, una chica de cabello negro es lo mejor. Tu cabello es tan suave y
liso como hilos, Aoi; tan diferente del cabello de Tsuyako, con un color similar al óxido.
Cuán irritante fue que me impusieran un compromiso con Tsuyako, a quien no quería. Sin
embargo, ya que seré capaz de obtener al más grande amor de Hikaru, a ti, podré
perdonarla.
−N-No me casaré co-contigo.
Finalmente, Aoi se las arregló para decir aquello.
Pero Kazuaki no hizo más que divertirse, soltando una carcajada:
−¿De verdad tienes pensado salir con aquel horrible perro pelirrojo? Tu posición es muy
diferente a la suya. ¿Aquel perro dijo ser amigo de Hikaru o algo así, y le abriste tu corazón
solo por recordarte a Hikaru? Qué tontería. Una escoria como esa no puede estar con una
princesa como tú, Aoi. Ahahahaha, ¡qué gracioso~, Tercera Princesa! ¿Un perro así de
greñudo saliendo con Aoi?
Akagi-kun no es un perro greñudo.
Estaban tan aterrada que sus piernas temblaban, pero en cuanto lo escuchó insultar a
Koremitsu, Aoi estaba tan furiosa que su cabeza comenzó a arder.
Usando las manos, empujó a Kazuaki con fuerza.
−¡Akagi-kun es mucho mejor que tú! ¡No te permitiré que lo menosprecies!
No tenía nada que ver con linaje.
No tenía nada que ver con identidad.
El chico llamado Koremitsu Akagi era directo, honesto y una persona amable. ¡Aoi sabía
todo eso!
Kazuaki se tropezó, pero de inmediato sujetó el hombro de Aoi, volviendo a empujarla
contra el muro.
Produciendo un golpe sordo en el muro, los dedos de Kazuaki se clavaron en sus
hombros.
Cuando su cabeza golpeó el muro, comenzó a sentirse mareada.
−¿Por qué lo proteges? ¿Eh? ¿Por qué lo defiendes? Hah, ¿entiendes la posición en la
que estás? ¿Eh, eh, eh, eh, Aoi?
El camaleón, dentro de la jaula, dejó escapar un siseo monótono desde su garganta.
−Permíteme decirte quien es el indicado para ser tu pareja, Aoi. Te detesto al punto de
querer sacudir ese hermoso cabello tuyo, pero te perdonaré. Te mantendré a mi lado,
peinaré tu cabello con un peine de madera, perfumaré tu ropa y cabello, y te cuidaré como a
una muñeca. Ven, Hikaru también lo aprobará cuando me una con su gran amor, Aoi.
Hikaru miraba fijamente a Aoi a través de aquel marco dorado de mal gusto. Mientras
Kazuaki entrecerraba los ojos en éxtasis, una brusca voz resonó:
−¡Hikaru nunca te dará su aprobación!
Capítulo 9: La luna desciende con suavidad.

Dentro de esta habitación de gusto vulgar, había una cama de fundas rojas, una jaula con
un camaleón y un enorme espejo desastrosamente decorado; la habitación desprendía
humo, esparciendo una tenue fragancia. Era una escena terrible.
Sobre el muro, se encontraba el retrato de Hikaru en un elegante marco dorado.
Aoi temblaba, mientras se paraba erguida, con la espalda presionada contra el muro;
Kazuaki tenía una mano en el mentón de Aoi, mientras se giraba en dirección a Koremitsu.
−Akagi...kun.
Aoi le habló a Koremitsu con lágrimas en los ojos.
En ese momento, Koremitsu ya estaba frente a Kazuaki; apartó a Kazuaki de Aoi,
causando que este cayese de espaldas al suelo.
Entonces, pateó la estufa que desprendía el humo, y abrió las ventanas de par en par.
Asai, observando de forma sombría, siguió a Koremitsu, y atrajo a Aoi hacia ella.
−¡Asa-chan…!
−Ya todo está bien, Aoi.
Asai habló con tono reconfortante, abrazando a Aoi con fuerza.
Finalmente, el rostro tenso de Hikaru mostró alivio.
−Gracias al cielo, Aoi-san.

Koremitsu se mantuvo erguido, como si protegiese a Aoi y Asai a sus espaldas. Sus ojos
desprendían llamas, mientras fulminaba a Kazuaki con la mirada.
Kazuaki, sentado en el suelo, frunció el ceño:
−Se suponía que estaba cerrado… ¿cómo entraron?
−Le dije al gerente que había un secuestrador aquí, y le hice abrir.
Asai habló con rudeza, mientras abrazaba a Aoi.
−Eligió escucharte a ti, Asai, en lugar de a su amo. Lo despediré.
Kazuaki habló con desdén, como si no se percatase de la gravedad de sus acciones. A
causa de ello, la ira de Koremitsu aumentó.
(¡Este maldito doble cara!)
−Tú planeaste todo esto, ¡¿no?! Usaste a senpai para alejar a Aoi de mí, fingiste tener
una charla honesta conmigo, queriendo que Aoi confiase en ti. ¡Kazuaki! Tú eres Rokujō,
¡¿no es así?!
Tōjō había mencionado que Kazuaki era un miembro de los Udate.
Que los Udate tenían un templo para venerar a la araña. Probablemente, Kazuaki había
escuchado de la maldición de la araña relacionada con todas las mujeres Udate.
Y así, se convirtió en “Rokujō”.
¿Por qué Rokujō había aparecido precisamente ahora?
Ello se debía a que, a causa de la muerte de Hikaru, existía una vacante para ser el
prometido de Aoi.
Y porque Aoi estaba comenzando a abrir su corazón al amigo de Hikaru, Koremitsu.
Para Kazuaki, quien estaba obsesionado con Aoi, Koremitsu era una aberración. Por ello
intentó atraer a Koremitsu hacia otra mujer, y conseguir que Aoi odiase a Koremitsu.
En la fiesta del jardín, también planeó una elaborada trampa para hacer caer a
Koremitsu.
La reencarnación moderna de la araña, la Rokujō que Tsuyako tanto temía, era Kazuaki,
aquel sujeto de aspecto ordinario.
(Y yo pensaba que a senpai le gustaba este sujeto. Qué idiota soy).
Realmente había considerado emparejar a Tsuyako con Kazuaki.
Recordó cómo se había jactado con arrogancia delante de Hikaru, diciendo que su
habilidad para el amor había mejorado un poco, y que Hikaru no debía hacer más que
apartarse y observar; tras recordarlo, se sintió tan avergonzado que quería rodar por el
suelo.
−¿De qué hablas? No comprendo.
Kazuaki siguió insistiendo, de forma descarada.
Era imposible saber lo que estaba pensando con exactitud.
Estaba el retrato de Hikaru en el muro, las pertenencias de Aoi en la basura, y además,
un montón de lo que parecía ser pelaje negro de animal. De hecho, aquello era una peluca.
Koremitsu tomó la peluca, y se la lanzó a Kazuaki.
El cabello –completamente negro−, voló por los aires, aterrizando justo en la cabeza de
Kazuaki. El cabello largo y negro cubrió vagamente el rostro de Kazuaki.
−¡Aquí está la prueba irrefutable! ¡Deja de hacerte el tonto, travesti pervertido!
Con una dulce voz, Kazuaki soltó una carcajada, causando que Koremitsu quedase
impactado.
Aoi, quien era abrazada por Asai, tembló. Asai también frunció el ceño de forma
aterradora.
Hikaru observaba −a su medio hermano, quien casualmente poseía su misma voz− con
aspecto tenso y severo.
Kazuaki no se quitó la peluca, que le cubría torpemente el rostro, y siguió riéndose a
carcajadas, mientras seguía en el suelo. No se reía porque fuese gracioso; sonaba más como
si se burlase de aquellos que creía eran más despreciables que él.
El rostro seguía cubierto por la peluca, mientras hablaba con voz clara y exuberante,
sonando como un fantasma que se ocultaba en la oscuridad.
−Pensar que fui traicionado por Tsuyako~. Esa niña siempre me escuchaba con
obediencia, como si fuese mi sirviente. Después de que comenzara a salir con Hikaru y
perdiese su virginidad, pareció haberse confundido y se volvió arrogante, convirtiéndose en
una delincuente. Se supone que es una “basura” de cabello horrible.
Con el rostro paralizado, Hikaru gritó:
−¡El cabello de Tsuyako no es como el óxido! ¡Es de un color tan hermoso como las
flores Pendula Rosea!

La rabia crecía dentro de la garganta de Koremitsu.


−¡CÁLLATE, PERVERTIDO! ¡NO TE ATREVAS A DIFAMAR A SENPAI CON
ESA ASQUEROSA BOCA TUYA! ¡SENPAI NO ES BASURA! ¡ES UNA MUJER DE
HERMOSO CABELLO, QUIEN ERA IMPORTANTE PARA EL MISMÍSIMO
HIKARU! ¡ELLA NO ES TU SIRVIENTE!
Kazuaki curvó los labios.
−Menudo bárbaro más incivilizado. ¿No lo sabías? Permíteme decirlo.
Con sus dedos afeminados, se quitó la peluca negra que cubría su rostro.
Sus estrechos ojos miraban fijamente a Koremitsu, de forma atrayente.

−Sin importar lo que haga, seré perdonado.

Y al siguiente instante, Koremitsu rompió la nariz de Kazuaki de un cabezazo.


La peluca cayó, y Kazuaki rodó por el piso, hasta que su cabeza golpeó el muro,
provocando un fuerte golpe sordo. Se cubrió el rostro con ambas manos, quejándose.
Parecía que la nariz estaba rota. Sangre roja y fresca se filtraba por las aberturas entre los
dedos. Kazuaki revisó su rostro en el espejo, y en cuanto vio que la parte debajo de sus ojos
estaba teñida de rojo, chilló de inmediato:
−¡M-MI ROSTRO! ¡MI ROSTRO! ¡¡¡WAAAAAAAAAAAAAAHHHHH!!!
Probablemente estaba extremadamente afectado por ello, pues se cubría el rostro con
ambas manos, rodando por el piso.
Koremitsu no sentía lástima alguna por él.
−Sea Aoi o senpai, ¡te daré una paliza las veces que quiera si te atreves a hacerles algo!
¡Soy un bárbaro a quien no se le puede hablar con altanería! –declaró Koremitsu, y dijo:
−También nos llevaremos esto. Es asqueroso tener el retrato de un amigo en tu
habitación, miserable.
Koremitsu quitó el retrato de Hikaru –junto al marco dorado− del muro, se lo puso bajo
la axila, y abandonó el edificio junto a Aoi y Asai.
El vehículo de los Asai estaba estacionado frente a la puerta.
Probablemente, Aoi sentía miedo. Su pálido rostro se mantenía bajo, mientras Asai le
servía de apoyo, y cerraba los ojos de vez en cuando, temblando.
Hikaru también parecía preocupado.
Koremitsu sintió dolor en el pecho. Sin embargo, era un alivio que hubiese logrado
salvar a Aoi sin problemas.
Y entonces, en cuanto abordaron el vehículo, Asai, de pronto, le dedicó a Koremitsu una
mirada fría y disgustada:
−Estoy molesta.
Habló con tono monótono.
¿Aún quiere fastidiarme, en semejante momento? Koremitsu comenzaba a enfurecerse
en su interior, y el ceño fruncido de Asai se pronunció más, mientras le decía:
−Yo quería darle una paliza. Te adelantaste.
(¿Eh?)
Una paliza… ¿quería darle una paliza a Kazuaki?
Mientras Koremitsu se sentía atónito, Asai y Aoi abordaron el auto.
Tras arrebatarle con rapidez el retrato a Koremitsu, Asai cerró las puertas, y el auto se
marchó.
−¡Oigan! ¡Déjenme subir al auto también!
Koremitsu gritó en medio de aquel tranquilo lugar, donde crecía una exuberante
vegetación.

(¡Akagi! ¡Qué lento! ¿Qué estás haciendo?)
Honoka estaba en el pasillo, esperando la llegada de Koremitsu con ansiedad.
(¡El recital está a punto de comenzar!)
Había estado marcando el número de Koremitsu desde hace un rato, pero la llamada se
cortaba o era dirigida al buzón de voz; era incapaz de comunicarse con él.
(¿Olvidó cargar su teléfono?)
Esperaba que Koremitsu pudiese animar a Tsuyako antes de que esta subiese al escenario.
En la sala de descanso, vio a Tsuyako vestida con ropa de campesina, una peluca negra en
la cabeza y con el rostro tan blanco como la nieve. Estaba cabizbaja en aquel estado.
Lucía extremadamente frágil, moviéndose con nerviosismo, con los brazos cruzados frente
a su pecho. Cambió la posición de los brazos un par de veces, dejó escapar un suspiro
angustiado, se mordió los labios y bajó la vista.
Los días anteriores, Tsuyako sonaba y lucía muy animada cuando se separaban después de
clases; en aquel entonces, parecía haberse animado por completo.
¿Qué había ocurrido exactamente con Akagi?
Parecía ocurrir algo extraño cuando regresó… ¿le había dicho algo a Akagi?
Honoka se sentía extremadamente ansiosa, y recordó la conversación que habían tenido en
la sala de descanso.
−Sin lugar a dudas, bailarás muy bien, Tsuyako-senpai. La presentación de ayer fue
hipnotizante. Ah, te traje algo de Kuzumochi10. ¿Qué tal si comes un poco? Te sentirás más
tranquila cuando comas algo dulce.
Honoka se esforzó –a su manera− en animar a Tsuyako, pero…
−Gracias… pero no hay necesidad.
Tsuyako se limitó a responder aquello, con tono rígido.
−Shikibu-san. ¿Ya regresó Akagi-kun?
−No, aún no lo he visto.
−¿Ah, sí?

10
El kuzumochi, es un postre tradicional de Japón, que están hechos de kuzuko (polvo de kuzu), que es una
vid cuya raíz produce un almidón de mucha calidad.
Como resultado, su rostro se tornó sombrío.
Honoka no sabía lo que ocurría, pero parecía que Tsuyako esperaba el regreso de
Koremitsu.
Y, por lo tanto, Honoka esperaba que si Koremitsu lograba llegar a tiempo, ella podría
llevarlo de inmediato a la sala de descanso, y por eso esperaba en el lobby. Sin embargo, el
recital estaba a punto de comenzar.
−Hono, es hora de que ocupemos nuestros asientos. Llamarás demasiado la atención si
entras después que comience el recital.
Michiru se acercó a llamarla.
−Uuh… sí.
Honoka miró hacia atrás, a la entrada, caminando fatigosamente, con pasos pesados.
(Akagi, llegarás a tiempo… ¿vendrás, no es así?)


(Es aterrador subirse al escenario).
Las manos de Tsuyako temblaban en la sala de descanso, donde no había nadie más.
(Con manos así, volveré a dejar caer el abanico).
Unos minutos atrás, Asai había llamado a Tsuyako por teléfono, hablándole con voz fría.
Le dijo que habían rescatado a Aoi sin problemas.
−Tu ex prometido es un degenerado sin remedio. Opino que has desperdiciado tu vida,
obedeciendo a semejante hombre.
Y añadió algo de rencor al final:
−¿Por qué denigrarse ante semejante hombre? ¿Por qué no te deshiciste antes de él?
Mediante la voz, Tsuyako podía sentir los azotes tan propios de Asai.
Sin embargo, el miedo que Tsuyako sentía hacia Kazuaki no era algo que pudiese
eliminarse con tanta facilidad. Incluso tras contarle a Koremitsu la ubicación de Aoi,
Tsuyako no había parado de temblar. Le embargaba la sensación de una araña moviéndose
de prisa por todo su cuerpo en cuanto pensaba en el castigo que Kazuaki le infligiría.
Todos asumían que Kazuaki era una persona ordinaria y refinada, pero ese no era el
verdadero Kazuaki.
La verdadera naturaleza de Kazuaki era la de una araña extremadamente persistente.
La madre de Kazuaki y el padre de Tsuyako eran primos, así que cuando los Udate
tenían un banquete, Kazuaki acompañaba a su madre.
Para los adultos, el débil joven (mayor que ella) parecía ser un niño bien educado,
honesto y tranquilo.
Pero cuando estaba solo con Tsuyako, tiraba del cabello de esta última, lo
inspeccionaba, y decía:
−Qué color tan sucio, tan inmundo. Como el del óxido rojizo.
Y mostraba una sonrisa.
Tsuyako estaba tan impactada que no podía pronunciar una sola palabra.

−Mi cabello es de un color rojizo, como el óxido.

Dentro de sus oídos, las palabras de Kazuaki hicieron eco unas cuantas veces, instándola
a cubrirse con la manta, llorando.
Desde entonces, se sentía avergonzada de que otros viesen su cabello rojo como el
óxido, convirtiéndose en una chica introvertida que solía esconderse, silenciosamente, en
un rincón.
Se esforzaba en evitar encontrarse con Kazuaki.
Pero en el año en que Tsuyako ingresó a la escuela primaria afiliada de la Academia
Heian, fue comprometida con Kazuaki.
Desde entonces, su vida fue un infierno.
Cada vez que Kazuaki veía a Tsuyako, le echaba un vistazo a su cabello, con aspecto
abatido, murmurando:
−Aoi, de los Saotome, está comprometida con Hikaru, y tiene un cabello tan hermoso.
¿Por qué tu cabello es de un color tan horrible, Tsuyako?
Cada vez, el pecho de Tsuyako se oprimía con fuerza.
Y eso no era todo.
En una ocasión, Tsuyako llevaba un vestido de una pieza con holanes que su padre le
había traído de Francia, junto a un sombrero y un lazo. Kazuaki le dedicó una sonrisa,
diciendo:
−Quítate la ropa, Tsuyako. Ese vestido y sombrero no te sientan nada bien. Sin duda,
me sentarán mejor a mí.
Tsuyako no pudo negarse.
Bajó la cabeza, y se quitó la ropa, quedándose con una delgada y suelta ropa interior.
Kazuaki se puso el vestido y sombrero de Tsuyako, se miró en el espejo, levantó
ligeramente los dobladillos del vestido, y giró, luciendo extremadamente satisfecho.
−¿Lo ves? Me veo mucho más hermoso~ vistiendo esto.
Dijo aquellas palabras, y se marchó de la casa en tal estado.
Y así, la destrucción de los tulipanes de casa de Aoi fue atribuida a una broma de
Tsuyako. Aquella noche, Tsuyako recibió una reprimenda de sus padres.
Parecía que la chica que había arrancado los tulipanes llevaba un vestido de una pieza y
un sombrero, igual que Tsuyako.
−Ese era Kazuaki-kun.
Tsuyako hizo acopio de toda su valentía para decir aquello. Sin embargo, su padre dijo:
“No digas semejantes tonterías”, y se molestó más a causa de ello. Su madre también
suspiró, diciendo: “es vergonzoso que culpes a alguien más”. Incluso el propio Kazuaki
suspiró, y dijo:
−No pensé que fueras la clase de chica que haría algo así, Tsuyako. Incluso mentiste
para evitar la reprimenda. Estoy muy decepcionado.
Sin importar lo que diga, nadie me creerá.
−Mi prometida es una chica con cabello rojizo, como el óxido, que no posee encanto
alguno, ni inteligencia, ni etiqueta básica. Si alguien más se entera de ello, serás tú quien
quedará avergonzada, Tsuyako. Es por tu bien que te irás a estudiar en Inglaterra, ¿eh?
Se sentía muy sola al estar separada de su familia, viviendo sola en el internado
Británico. ¿Por qué las cosas malas solo le ocurrían a ella? Tsuyako solía llorar en la cama
de su hostal.
¿Me rechazan porque mi cabello es del color del óxido?
¿Si tuviese el cabello negro, suave y seco, todos me aceptarían?
Fue capaz de regresar a casa durante las vacaciones de verano y el período navideño,
pero en cuanto Kazuaki vio que había crecido en estatura y proporciones, le dijo, con
aspecto devastado:
−¿Sabías que a los hombres les gustan las chicas más pequeñas? Aoi es delgada y
diminuta, pero tú pareces estar creciendo, Tsuyako. Tus pechos son tan grandes que luce
lascivo. Opino que deberías controlarlos con algo de ropa interior. Los pechos de Aoi sí
que son lindos y tiernos.
Y desde aquel día, Tsuyako solía ser ordenada por Kazuaki a entregarle su ropa.
−Porque esa ropa me luce mejor que a ti, Tsuyako.
Siempre decía aquello.
Con aquella apariencia, Kazuaki colocó la rata muerta en la casa de Aoi, y siguió
arrancando flores ajenas, de personas que no guardaban relación con ellos.
−¿Por qué arrancas las flores?
Un día, Tsuyako le hizo aquella pregunta con vacilación. Kazuaki levantó los labios,
respondiendo con dulzura:
−Me siento feliz haciéndolo. Son tan fáciles de arrancar, y cuando caen, lucen horribles
–respondió, con voz dulce.
Kazuaki entrecerraba los ojos, feliz, mostrando una fría sonrisa en los labios. Aquella
expresión causaba que Tsuyako se estremeciese.
Los Udate veneran a una araña.
Tsuyako sentía que la encarnación de Rokujō habitaba dentro de Kazuaki, y sentía que la
telaraña de la araña apretaba su cuello, ahorcándola.
Incluso en Inglaterra, fue incapaz de escapar de Kazuaki.
Los hilos que Kazuaki liberaba solían atraparla.
Eso sentía.
Cuando creció, sus compañeras comenzaron a hablar de amor.
Pero cuando las escuchaba hablar con tanto entusiasmo y rostros ruborizados, la mente
de Tsuyako estaba repleta con nada más que la fría sonrisa de Kazuaki.
No tengo permitido amar como los demás.
Cuando regrese a Japón, no puedo hacer más que casarme con Kazuaki-kun.
Nunca podré amar.
Desde ese momento, comenzó a aprender el estilo de danza “tu sombra” de un profesor
asistente que llegó a Inglaterra.
Lo estudió para aprender un poco de etiqueta, pero, poco a poco, comenzó a amar el
baile en sí.
Pero, aun así, cuando el baile giraba en torno al tema del romance, sentía que su pecho
era pisoteado, su rostro se tornaba sombrío, y los movimientos de sus extremidades se
volvían rígidos.
−Tu baile no tiene “color”, Tsuyako. Si tuvieses algo de romance en tu vida, puede que
tu estilo de baile cambie.
Su instructor solía decir aquello, de forma tan casual.
Sin embargo, Tsuyako sentía como si su corazón fuese desgarrado.
Nunca me he enamorado.
Para ella, el futuro era tan desolador, tan oscuro, y cada vez que realizaba un baile
romántico, se sentía angustiada.
Y así, cuando Tsuyako regresó a Japón durante las vacaciones de primavera, se encontró
con Aoi durante una noche, en una fiesta de jardín.
Apenas la había visto una o dos veces, desde lejos, cuando eran niñas, pero era primera
vez que la veía tras haber crecido.
Kazuaki siempre había elogiado el cabello negro y elegante de Aoi, que rodeaba aquel
rostro blanco y tierno suyo, y cada vez que Aoi se movía, el cabello –que cubría sus
pequeños pechos y su esbelta cintura− se balanceaba.
Sus ojos, nariz y labios eran adorables, como los de una muñeca. Los adultos que
rodeaban a Aoi la observaban con una gentileza embriagante.
−A nuestra Aoi le ha gustado Hikaru desde pequeña. No me dejaba en paz, diciendo que
quería a Hikaru sin importar qué, y que yo no tenía elección.
Y a causa de las palabras de su padre, Aoi levantó las cejas.
−N-Nunca dije semejantes cosas. Hikaru es infiel y deshonesto, siempre va tras mujeres
hermosas. ¡Lo odio! –dijo, y entonces comenzó a discutir, con las mejillas ruborizadas.
−Sin embargo, si cancelo el compromiso, Hikaru tendrá más aventuras. No tengo otra
alternativa que seguir comprometida con él.
Observar a Aoi de esa manera, era suficiente para que Tsuyako se diese cuenta de que
Aoi realmente amaba a su prometido. Como resultado, Tsuyako no fue capaz de seguir
observando.
¡Estoy tan celosa de Aoi!
¡Estoy tan celosa de que ella pueda enamorarse de su prometido! ¡Tan celosa de ella
porque es amada por todos los que la rodean!
Siendo invadida por un dolor punzante en todo su cuerpo, las lágrimas comenzaron a
brotar del interior de Tsuyako, y su garganta estaba a punto de romperse.
Su corazón se retorcía de dolor, como si estuviese siendo torturada, y corrió hasta un
lugar tenuemente iluminado, donde no había nadie más. Vio un árbol de cerezo que no
tenía flores, disfrutando del resplandor de la luna, y las emociones que se arremolinaban en
su interior salieron a flote.
Soy igual a este árbol.
Un árbol que a nadie le importa, olvidado, sin florecer.
P-Pero, realmente deseo enamorarme.
Sus lágrimas estuvieron a punto de caer, mientras levantaba la cabeza, observando la luz
de la luna que aparecía entre las pequeñas ramas. La luna, cubierta por las nubes, estaba
demasiado alta; demasiado lejana; las toscas ramas del árbol –que aún no habían
florecido−, lucían tan frías, tan solitarias. Mientras se movía alrededor, vagamente, las
lágrimas siguieron brotando de sus ojos.

Quiero enamorarme.

Quiero vivir algo de romance, al menos una vez.

Deseo ser importante para alguien.

Si tan solo la luna pudiese tomar la forma de un joven hermoso, y descendiese sobre mí.
Si tan solo pudiese abrazarme. Si tan solo ocurriese eso, podría entregar mi vida entera al
instante.
Con lágrimas en los ojos, Tsuyako comenzó a tararear la canción que había aprendido
durante la clase de baile.
−Si Dios está ahí afuera… por favor, desciende despacio… desciende… ¿Qué clase de
Dios es…? ¿Eres tímido?
¿Por qué el dios del cielo no desciende sobre mí?
¿Es porque soy una chica fea con cabello rojizo como el óxido?
¡Sin importar cuánto implore, esa historia de cuentos de hadas no me ocurrirá! En ese
momento, las ramas del árbol sakura sonaron ligeramente, y, del otro lado, apareció un
chico lindo y delgado, abrigado por la luz de la luna.
−Eso que acabas de recitar era parte de “Ryōjin Hishō”, ¿me equivoco? Esa es la
oración de una sacerdotisa nueva que le dice a dios: “por favor, no seas tímido y
desciende”. ¿Estás llamando a esa clase de dios?
Hablaba con voz dulce y exuberante.
La voz sonaba similar a la de Kazuaki, causando que Tsuyako temblase.
A la vez, recordó al medio hermano de Kazuaki del que todos hablaban.
Tenía la misma voz que Kazuaki, pero era mucho más lindo que el anterior, tenía ojos
claros, un encanto que causaría que cualquier mujer se enamorase locamente, un chico que
iba de aquí para allá teniendo amoríos.

¿Es este chico? ¿Hikaru Mikado…?

Aquel fue un encuentro.


Hikaru dijo que estaba observando las flores. Tsuyako le dijo que no habían florecido, y
Hikaru respondió que lo harían a partir de hoy, elogiando el cabello de Tsuyako por ser tan
lindo como el de las Pendula Roseas.
Desde entonces, Tsuyako sintió que todo había cambiado.
Para cuando su cabello había crecido por debajo de los pechos, ya no le parecía que era
de un color rojo como el óxido, y, como resultado, ya no se ocultaba de los demás.
Sentía como si los hilos que la ataban se hubiesen cortado, y sus extremidades podían
moverse con libertad, mejorando su baile al punto en el que incluso el instructor estaba
sorprendido. Las miradas que los demás le dedicaban a Tsuyako también habían cambiado.

Hikaru había cambiado a Tsuyako.

Hikaru permitió que Tsuyako floreciese.

Siempre y cuando Hikaru estuviese cerca, no había nada a lo que Tsuyako temiese. No
temía hacer algo atrevido.
Sin embargo, Hikaru murió.
Como la luna siendo cubierta por las nubes, la luz que deslumbraba los ojos de Tsuyako
se desvaneció.
Y entonces, la araña, Rokujō, le habló con suavidad a la perpleja Tsuyako:

−Fue madre quien dijo que abandonase el compromiso, pero no recuerdo haber
aceptado. Si logro obtener a Aoi, no necesitaré ese cabello color óxido tuyo, Tsuyako.
Tienes que ayudarme. Atrae a ese greñudo perro llamado Akagi, y aléjalo de Aoi. Deberías
ser capaz de hacerlo, Tsuyako. Después de todo, ya no eres virgen.
Tsuyako sintió que toda la sangre de su cuerpo se congelaba, y sintió que este no podía
moverse.
La noción que había tenido antes –de que era capaz de escapar de las garras de Rokujō−,
estaba completamente errada. Incluso ahora, seguía atrapada en los hilos de la araña. Era
incapaz de mover las puntas de sus dedos, su garganta era incapaz de gritar, y sus ojos eran
incapaces de apartar la mirada; estos fueron los hechos que le hicieron percatarse de la
verdad. Tsuyako había vuelto a ser empujada al abismo.
Se acercó a Koremitsu, y lo besó deliberadamente frente a Aoi, en la fiesta del jardín.
Bajo órdenes de Kazuaki, se quitó el uniforme y se lo entregó. El tenue aroma
permanecía en el uniforme que le había sido devuelto, y sintiéndose asqueada, lo restregó
con agua varias veces.
El día que fue a los jardines botánicos tropicales con Koremitsu, observar a la araña le
recordó a Kazuaki ordenándole que se quitase el uniforme en la sala del club.
Después de que Kazuaki robase el retrato de Hikaru y le devolviese el uniforme, de
forma engreída, un tenue olor permaneció en él. Tsuyako siguió llorando mientras vestía el
uniforme, y se empapó con agua fría en el baño de la piscina. Después de ello, Tsuyako se
disculpó con Koremitsu unas pocas veces, pues este mostraba preocupación por ella.
Lo siento, Akagi-kun, lo siento.
La obsesión de Kazuaki con Aoi era anormal.

−Deseo al más grande amor de Hikaru.

Kazuaki habló con una mirada diabólica, con una apariencia que lucía –como mucho−
remotamente humana, una encarnación de la araña. Tras pensar en qué clase de desgracia le
ocurriría a Aoi, Tsuyako sintió que su corazón casi se detenía.
¡No podía permitir que Aoi cayera en manos de Kazuaki!
Sin embargo, Kazuaki era aterrador.
No podía oponerse a él.
Esperaba que alguien se percatase de las intenciones de Kazuaki.
Cuando le envió aquel mensaje a Aoi, usando el teléfono de Koremitsu, se limitó a
eliminar la respuesta de Aoi en cuanto llegó, dejando intacto el mensaje original. Fue una
apuesta de su parte.
El hecho de que Aoi rechazara la previa cita con Kazuaki, y eligiese salir con Koremitsu
en su lugar, causó que Kazuaki se enfureciese por completo, como nunca antes.
−¡Esto es imperdonable, Tercera Princesa! ¡El perro salvaje y pelirrojo está saliendo
con Aoi!

−Aoi está siendo demasiado frívola. Hikaru acaba de morir, y ahora quiere acercarse a
otro hombre.

−Y me desprecia, justo como cuando éramos pequeños.

−La traté con amabilidad por el simple hecho de ser el gran amor de Hikaru, linda,
pequeña y tener ese cabello negro tan único. Esto es irritante, Tercera Princesa.

−Tal vez Aoi necesite un poco de reeducación−…

−Está bien, no haré nada excesivo. Aoi es el gran amor de Hikaru. Me limitaré a
colocarla en una linda caja y cuidar de ella. No puedo esperar a mi graduación, debo
convertirla en mi esposa cuanto antes. Lo espero con tantas ansias, Tercera Princesa.

Mostró una gran sonrisa diabólica, acariciando sórdidamente la jaula que contenía a su
camaleón mascota. Ante aquella escena desconcertante, Tsuyako apenas pudo contener sus
gritos un par de veces.
¿Podría Aoi, protegida por sus padres y Asai, criada en un ambiente delicado, soportar
semejante terror?
Quizá sería manipulada por él, aplastada. La flor más querida de Hikaru sería desgarrada
por Kazuaki.
−Por favor, Akagi-kun, date cuenta.
Tsuyako se dijo a sí misma que ya no podía seguir involucrando a Koremitsu en esto.
Sin embargo, cuando Koremitsu la llamó “senpai” con aspecto honesto, ella deseó,
involuntariamente, suplicarle ayuda, y oró con sinceridad.
Koremitsu llegó.
Se las arregló para descifrar las palabras de Tsuyako, quien estaba atada por el terror
hacia Rokujō, y salvó a Aoi.
Era grandioso.
La chica que Hikaru había elegido al final, no sería el sacrificio de Rokujō.
De verdad, gracias al cielo.
Esperaba que, al menos, Aoi pudiese seguir siendo la flor blanca y pura que Hikaru
atesoraba.
(Pero yo sigo siendo prisionera de Rokujō):
Incluso cuando intentaba detenerlo, sus dedos seguían temblando.
Su cuerpo se sentía pesado, como si estuviese atado al suelo por cuerdas.
Involuntariamente, pensó en Kazuaki… Rokujō.
“Ese cabello, rojizo como el óxido, es horrible”: La dulce voz hacía eco en lo más
profundo de sus oídos, sin desvanecerse nunca.
(¿Por qué… moriste, Hikaru? Si estuvieses aquí, podría seguir adelante. Volveré a ser
la chica débil del cabello rojizo como el óxido).
Antes de que bailase en el escenario, Hikaru lanzaba un hechizo sobre ella.
Con suavidad, levantaba la mano de Tsuyako, y dibujaba un círculo en su palma, usando
su dedo blanco y delgado.

−Ahora todo estará bien. La luna no será cubierta por la niebla. Seguirá brillando
sobre ti.

Mostraba una sonrisa amable.


Y una voz dulce y gentil, que entraba a los oídos con suavidad.
Y tal como siempre decía, Hikaru solía aparecer entre la audiencia, brillando sobre
Tsuyako cada vez que esta bailaba.
Elogiándola más que nadie.
(Si tan solo siguieses con vida… Hikaru. Si tan solo eso ocurriese… incluso si realmente
amases a otra persona).
El mundo sin Hikaru era tan oscuro, solitario, y ella no podía bailar.
Una chica, compañera de clases, se acercó a apresurarla: “Es tu turno. Date prisa”.
Tsuyako se levantó despacio, y caminó al escenario.
Las luces, vistas desde un costado del escenario, eran muy brillantes. Las jóvenes
estabas vestidas con kimonos amarillos, luciendo como mostazas de campo, mientras
bailaban de forma tierna.
Pero, a ojos de Tsuyako, todo lucía tan oscuro como una noche sin luna, causando que
sus extremidades se encogiesen de miedo.
(Es aterrador).
Las arañas reptaban desde la oscuridad.
No una, sino muchas.
Se precipitaron sobre el escenario como una manada.
(Hikaru, ven a salvarme. Hikaru).
No puedo bailar.
No puedo bailar en lo más mínimo.
−¡Tsuyako-san, por favor, sal!
Tras escuchar aquella voz, quedó atónita.
Debería haber comenzado a bailar y aparecido sobre el escenario en cuanto terminase el
verso, pero había perdido el momento justo.
Tsuyako se apresuró al escenario.
(¿Qué hago? Mis piernas no me escuchan, mis manos no se sienten ágiles. No logro
escuchar las voces).
Mientras más ansiosa se sentía, más pesado se tornaba su cuerpo.
El temblor en sus dedos no se detuvo.
Los dos pisos de asientos para la audiencia estaban llenos.
Pero Hikaru no estaba ahí.
La luna gentil que brillaba sobre el escenario ya no se alzaba sobre los cielos.
En ese momento, se abrió la puerta en el segundo piso de la audiencia, y un chico se
coló.
Probablemente, estaba muy ansioso.
Curvó los hombros ligeramente, mientras temblaba de dolor.
Las afiladas puntas de su cabello rojo se ondulaban con salvajismo.

(Ese es…)

La mirada de Tsuyako se dirigió hacia el chico.


El chico caminó a lo largo del pasillo, llegó frente al balcón, y sacudió la mano en lo
alto, en dirección a Tsuyako, mientras esta se mantenía de pie, con la mente en blanco,
sobre el escenario.

(Akagi-kun…)

El rígido rostro, y el ceño fruncido con disgusto, aparecieron como una imagen fresca en
la mente de Tsuyako.
El joven de cabello rojo y desarreglado, de expresión salvaje, era el amigo rudo, honesto
y directo de Hikaru.

−Estaré aquí antes de que comience tu presentación.

Había dicho aquello, y se marchó a toda prisa.

−Sin lugar a dudas, vendré a ver tu presentación.

Le dijo, con tono torpe.


Aquel chico levantó su mano, hizo el gesto de alguien que sostiene un bolígrafo, y,
lentamente, dibujó un gran círculo.
Dibujó una luna redonda sobre la audiencia.

−Senpai, mañana serás la persona que más conmueva a la audiencia.

−Te observaré desde la audiencia con los ojos bien abiertos, en lugar de Hikaru.

La clara luz de la luna brilló entre las nubes, descendiendo silenciosamente, iluminando
tenuemente aquel oscuro lugar.
Una débil luz también brilló dentro del corazón de Tsuyako.
El amigo de Hikaru, tan diferente a él en términos de apariencia y personalidad, dibujó
una luna en lugar de Hikaru.
¡Era una luna brumosa, proyectando una tenue luz, que flotaba en el cielo nocturno!
De pronto, su cuerpo se volvió ligero, y, de forma natural, comenzó a bailar.

(Ahh… estoy bailando ahora mismo).


(Akagi-kun).
(Ya puedo bailar).

La luna fue atraída por los pétalos de cerezo hacia una chica de la aldea, que se
encontraba en la zona silvestre.
La chica, con felicidad, recibió en sus manos los pétalos de cerezo, que descendían
mientras ondeaban.
La inocente chica aún no había aprendido sobre el amor.
Narihira, quien había llegado de la capital, apareció frente a la chica.
De inmediato, la chica se enamoró de aquel príncipe moderno, quien poseía una
expresión gentil.
La chica siguió bailando con elegancia, evidentemente embriagada ante su primer amor.
Moviendo los dedos de sus pies como si se estuviese deslizando sobre el suelo.
Girando sus brazos con suavidad.
Inclinando con timidez su cuello, su hombro.
Las puntas de los dedos sujetaban con suavidad el cuello de su kimono, mostrando una
suave y tranquila luz de luna.
La chica, tras haber aprendido sobre el amor, estaba completamente eufórica.
Estaba realmente encantada de haberse enamorado de un hombre tan hermoso y noble.
Estaba feliz.
Albergando aquella clase de sentimiento maravilloso, Tsuyako le sonrió a la audiencia.

Sus ojos miraban hacia la luna−…

El chico ante ella era quien había venido a cumplir la promesa de Hikaru.
Sobre aquel chico, serio y honesto, había una vaga imagen de Hikaru, sonriéndole con
gentileza, y en lo profundos de sus oídos, podía escuchar una voz dulce y exuberante:

−Oye, Tsuyako. Sin lugar a dudas, habrá montones de personas que han venido desde
muy lejos para verte. Quedarán encantados ante tus acciones, como cuando las flores se
balancean, como cuando las ramas se mueven, y suspirarán de sorpresa. Eres la flor más
hermosa del jardín.

(Hikaru, me sentí muy feliz cuando viniste a mi casa).

(Dijiste que no tenía nada que temer, e incluso me tomaste de la mano con gentileza.
Estaba muy feliz).
(Me sentía encantada, conmovida al borde de las lágrimas, cada vez que dibujabas la
luna en la palma de mi mano. Soy capaz de ser valiente, de bailar con más belleza que
nadie más).

La clara luz de luna brillaba con suavidad sobre el solitario árbol sin flores, murmurando
con voz radiante: “Algún día, florecerán”. En ese momento, la luna brillaba sobre Tsuyako.
Bendiciéndola con su clara luz, que descendía justo sobre ella.
Eso era lo que el amigo de Hikaru le había dicho.
Que su promesa con Hikaru aún continuaba.


Koremitsu estaba en el balcón, observando a la “flor” de Hikaru.
Esta giraba los brazos, movía las manos con ternura y mostraba una sonrisa en los
labios, revelando timidez. Lucía justo como una chica inocente de 14 o 15 años, cautivando
a las personas al extremo de ser incapaces de apartar la mirada.
(Qué hermosa es senpai).
Hikaru estaba de pie junto a Koremitsu, observando bailar a Tsuyako, entrecerrando sus
extasiados ojos claros.
Y entonces, dijo con orgullo:
−Mira, Koremitsu, esa es la Pendula Rosea más hermosa de mi jardín.


(Sí, siempre y cuando recuerde mi promesa con Hikaru, la luna no dejará de brillar
sobre mí).
Cada vez que levantase los brazos, inclinase el cuello o diese un paso, siempre pensaría
en Hikaru.
Pensaría en la felicidad que le otorgó.
Pensaría en el amor que le otorgó.

−Aún no han florecido.

−Florecerán esta noche. Las Pendula Rosea más hermosas que florecerán en esta rama.
Ya puedo verlas. Ah, qué hermosas son. Las espero con ansias.

−Tu cabello es rojísimo, y hermoso. Si lo dejas crecer, será como las flores Pendula
Rosea. Lo espero con ansias.

Tsuyako no era el amor de la vida de Hikaru.


Pero a ella no le importaba.
De lo que podía estar segura era de que Hikaru la había amado.
Durante la noche de su encuentro, Tsuyako deseaba de corazón encontrar amor, al punto
en el que, prácticamente, sentía un agujero en su pecho, y el mismísimo Hikaru fue quien
cumplió aquel deseo suyo.
(Sí, estoy enamorada de la luna que flota en el cielo).
¿Cuántas chicas han experimentado un amor así?
¿Quiénes se han permitido experimentar aquellos latidos de corazón acelerados, mareos
y felicidad?
(Y justo ahora, mientras bailo… Oh, luna, por favor, vuelve a brillar sobre mí).
Tsuyako levantó la cabeza y miró hacia la luna brumosa, que aparecía entre la audiencia,
pero esta vez no suplicó de forma débil, sino que la llamó con una atractiva sonrisa.
Abrió su abanico de color rojo claro, el cual ondeaba frente a los rostros de la audiencia.
Las hadas de la primavera danzaban de un lado a otro, vistiendo a Tsuyako con ropa
nueva desde atrás, y quitando su peluca.
El ordinario traje de aldeana fue reemplazado por un lujoso vestido rojo y dorado, de
mangas largas, y adornado con patrones de Pendula Rosea. El cabello, peinado hacia atrás,
se soltó, adoptando un color rojo como el de las Pendula Rosea, esparciéndose sobre los
pechos y espalda de Tsuyako, deslumbrando a la audiencia.
La ordinaria chica de la aldea se convirtió en el espíritu del árbol de cerezo, la reina de la
primavera.
La audiencia dejó escapar un gran alarido de sorpresa, miradas llenas de elogio llovían
sobre Tsuyako.
En ese instante, la luz de la luna brilló con fuerza sobre el corazón de Tsuyako.
Hikaru había descendido sobre el corazón de Tsuyako.
Él sonreía dentro del corazón de Tsuyako, susurrándole en su corazón, respirando en su
corazón.

−El lenguaje floral de la Pendula Rosea significa “una persona extraordinaria”.

−Te va como anillo al dedo, Tsuyako.

Tsuyako fue invadida en todo su cuerpo por aquella dulce y agónica sensación que
produce la felicidad, y la aceptó por completo.
(Incluso si Dios preparase un destino más gentil y ordinario para mí, lo rechazaría).
(Incluso si se tratase de la mismísima Aoi-san; no quisiera intercambiar mi destino con
el suyo).
Pues habría momentos desgarradores en el futuro, llenos de soledad y agonía.
Pues habría momentos en los que vería hacia la luna, sola, llorando mientras piensaba en
Hikaru.
Sin embargo, tenía que eliminar sus lágrimas frente a los demás, mostrando una hermosa
sonrisa.
Pues soy la flor más hermosa y elegante del jardín.
Y debo seguir siendo aquella flor.
La belleza era algo con lo que todos los demás se sentían maravillados. Tal elegancia y
atractivo podían alcanzar incluso el lugar más distante. El nombre del dueño, quien había
causado que floreciese semejante flor, sería grandemente elogiado. Quería ser una flor así
de hermosa− una flor que no pudiese ser violada.
La presentación de Tsuyako estaba a punto de terminar.
La luz de la luna se tornó tenue, y Hikaru se desvaneció del corazón de Tsuyako.
Se sintió sola, muy sola. Sentía como si su pecho fuese torturado.
Pero, a pesar de ello, ya no tenía miedo de las nubes y oscuridad que cubrían la luna.
Pues sabía que al otro lado de las espesas nubes, la luna brillaría sin importar qué.

−Adiós, Hikaru. Te amaré por siempre.

El chico había causado que este árbol, que antes no poseía capullo alguno, diese lugar al
nacimiento de flores rojas. Los ojos de Tsuyako se tornaban borrosos, a causa de las
lágrimas, mientras le susurraba aquellas palabras al chico.

−Lo mismo digo, Tsuyako.

La chica creyó haber escuchado un suave adiós antes de que el telón cayese.


Qué difícil es mantener una promesa, Koremitsu.
Al hacerlas, mis sentimientos eran sinceros, y realmente creí poder cumplirlas.
En el momento en el que hacía una promesa, sentía como si me hubiese conectado con el
corazón de la chica. Y entonces, ella se sentía avergonzada, dedicándome una sonrisa
llena de felicidad. Cuánto me gusta ese sentimiento sagrado y felizmente dulce.
Pero había momentos en los que me resultaba imposible cumplir las promesas que hacía.
¿Eh? ¿Que hago demasiadas promesas?
¿Dices que “no haga promesas a diestra y siniestra, e intente pensar en ti cuando debas ir
de aquí para allá cumpliendo mis promesas”?
Sí, te he hecho sufrir todo este tiempo.
Sobre todo esta vez.
No solo con respecto a Tsuyako; tanto los problemas con Aoi-san como los de mi hermano
mayor superaron mis expectativas, al extremo en el que mi corazón estuvo a punto de
desgarrarse un par de veces. Y esto es particularmente sorprendente si tenemos en cuenta
que mi corazón ni siquiera debería poder moverse. Si le hubiese ocurrido algo a Aoi-san,
probablemente me hubiese arrepentido tanto que jamás iría al más allá. Me alegra mucho
que Aoi-san esté bien.
Después de eso, corriste hacia Tsuyako tan rápido como te fue posible. Fuiste abandonado
en un lugar donde ni siquiera transitaban trenes o buses, e incluso al intentar que alguien
te llevase, tu rostro lucía tan aterrador –como el de alguien que acabase de cometer un
homicidio– que ningún auto estuvo dispuesto a detenerse. Entonces, te paraste frente a un
auto y lo obligaste a detenerse. En ese momento, recordé el momento en el que te conocí.
Justo como en aquel entonces, no piensas para nada en ti, siempre arriesgándote por el
bien de otros.

Koremitsu.
¿Seré capaz de cumplir mi promesa con Tsuyako?

Siento que la respuesta está en aquel escenario.


La expresión seria que exhibiste, la enorme luna que dibujaste en el balcón; después de
todo lo ocurrido, Tsuyako, repentinamente, se sintió llena de vida, y comenzó a bailar de
forma radiante.
Aquello sucedió porque le diste la luna a Tsuyako, en mi lugar.
Es una luna más grande que la mía, una que seguirá brillando por toda la eternidad.
Una vez, Tsuyako fue mi “orgullo”.
Siempre me sentía hipnotizado ante aquella radiante sonrisa, ojos alegres y deslumbrantes,
ante aquellos elegantes movimientos de sus brazos, y el cabello rojizo que la cubría.
El simple hecho de observar su baile es suficiente para que cualquiera coloque la espalda
erguida, como si sus almas flotasen en el aire.
¿Cómo puede existir una chica tan hermosa?
La chica que anhelaba amor cuando nos conocimos, se ha convertido en una flor así de
maravillosa.
De Tsuyako, quien sonrió y afirmó que nunca intercambiaría su destino con el de Aoi-san,
estoy realmente orgulloso.
Tsuyako nunca se ha comparado con los demás.
Y nunca ha sentido envidia de las posesiones de otros.
Aceptó los riesgos y angustia que implican la libertad, mirando hacia el futuro de forma
positiva.
Hubo ocasiones donde sentí deseos de maldecir mi destino, y cada vez que lo hacía, me
sentía desesperado ante lo pequeño e impotente que soy, vagando en un oscuro laberinto.
¿Realmente debí haber nacido? ¿Realmente fue un error desde el principio? Me sentía
embargado por tales pensamientos pesimistas.
Pero cada vez que veía a Tsuyako, tan elegante como la Pendula Rosea, sentía que yo
también debía seguir adelante.
Me sentí muy feliz cuando compartí secretos con Tsuyako en la sala del club de danza
japonesa, cuando nos abrazamos, cuando nos besamos. Hicimos muchas cosas juntos,
aunque algunas fuesen malas.
Ella es la mejor amante.
Es una cómplice.
Tsuyako dijo que nuestro encuentro la había cambiado, pero su firmeza es algo que obtuvo
con su propio esfuerzo.
Por lo tanto, no se desvaneció con mi muerte.
Siempre y cuando siga bailando, Tsuyako, sin duda, se dará cuenta de ello, incluso si es
cuestión de tiempo.
Y entonces, multitudes vendrán de lugares distantes a ver a Tsuyako. Mostrarán asombro
ante la Pendula Rosea roja que se balancea, ante la escena de las flores esparciéndose, y
haciendo acopio de todo su valor. La belleza de Tsuyako será elogiada y reconocida.

De haber sido posible, me hubiese gustado seguir con vida y presentarte a Tsuyako
personalmente, Koremitsu.
Presentar al amigo del que estoy tan orgulloso, a la amante de la que estoy tan orgulloso.
Pienso que Tsuyako tiene mucho en común contigo, en términos de valentía, la firmeza de
mostrarse impertérritos ante lo que dicen los demás, y la devoción que sienten hacia
aquellos que les importan.
A Tsuyako le gusta sonreír a menudo, así que si ambos están juntos, puede que seas
influenciado por ella, y también seas capaz de sonreír.
Eso sería grandioso.
De acuerdo, si puedes hablar acerca de mí con Tsuyako, tras mi partida, y recordarme,
estaré encantado.
Yo también seguiré observando el baile de Tsuyako; sin importar dónde o cuál sea el
lugar, le aplaudiré de principio a fin.

Sigo en esta tierra.

Un día, estaré en el cielo distante.

Si ustedes dos, a quienes amo de verdad, son capaces de reír cada día, mi corazón estará
lleno de alivio y felicidad, incluso cuando flote, solo, en el espacio.
Quizá, seré capaz de soportar mi soledad.
Epílogo: Cuando ya no estés aquí.

Transcurría el último día del primer semestre, y Koremitsu le entró a Tsuyako su


solicitud para entrar al Club de Danza Japonesa.

Para ser más precisos, fue obligado a hacerlo.

−Por favor, enséñanos todo lo que sabes, Tsuyako-senpai.


Honoka estaba a su lado, saludando con alegría.

Generalmente, Honoka mostraba una mirada severa, frunciendo el ceño, pero ahora
mismo su rostro estaba radiante; sus mejillas y boca mostraban una expresión gentil.
Sonreía durante la ceremonia de fin de semestre.
−Oye, Akagi, salúdala como se debe. ¡De ahora en adelante serás un miembro oficial
bajo el cuidado de Tsuyako-senpai!
Honoka dijo esto mientras presionaba la cabeza de Koremitsu hacia abajo, haciéndolo
inclinarse.
−¿Por qué tengo que unirme yo también?
−Cielos, ya deja de resistirte. Michiru y yo ya presentamos nuestros formularios de
solicitud, así que tú también vendrás.
−Y-Yo debo seguir atendiendo mis deberes como representante de la clase y del comité
estudiantil, así que en realidad no podré venir, pero Hono dijo que ella también se uniría...
eh, bueno... Akagi-kun, si participas en las actividades del club, tus puntos escolares
aumentarán −dijo con timidez la representante de la clase con trenzas
−No existe otro club tan extraordinario que te acepte aún con tu condición de
delincuente, Akagi-kun... esta es tu última oportunidad para cambiar de vida.
−¡NO SOY UN DELINCUENTE! ¡ESTÁS EXAGERANDO LAS COSAS!
Koremitsu gritó, y Michiru se escondió de inmediato detrás de Honoka, impactada.
−Vamos, no asustes a Michiru. ¿Acaso no está bien, Akagi? Siempre estás aburrido, y
este salón es bastante cómodo. Tú mismo dijiste que era agradable reunirse aquí y charlar
un poco después de clases, ¿no es así?
Tras escuchar las palabras de Honoka, el rostro de Koremitsu enrojeció.
Sí que lo había dicho.
Tras la resolución de aquel incidente, se sentía un poco lento para reaccionar.
Se enfurecía cada vez que pensaba en el hermano de Hikaru, Kazuaki, y le preocupaba
que Aoi siguiese deprimida.
Sin embargo, logró cumplir uno de los deseos de Hikaru.
Y después de clases, mientras estaba distraído en su escritorio...
−¿No irás al salón del club? −le preguntó Honoka.
−Bueno, me uní al club de forma temporal hasta que se resolvieran los problemas de
senpai... pero no se siente tan mal estar allí. Por cierto, me siento un poco solo cuando no
tengo nada que hacer.
Realmente no debió haber murmurado aquellas palabras sin pensárselo.
−En ese caso, ¿por qué no te haces un miembro oficial? Estoy considerando presentar mi
solicitud; ¡te conseguiré una copia! −dijo Honoka, con un entusiasmo repentino.
−No lo necesito. ¡Solo entrega el tuyo!
Entró en pánico.
−Nop. N-No tiene sentido si no vienes... Akagi.
Honoka curvó los labios y miró a Koremitsu, completamente sonrojada, causando que él
se sintiese cautivado e incapaz de proferir palabra. Al final, Koremitsu no pudo hacer más
que rellenar el formulario de solicitud para entrar al club con su puño y letra.
(¿De verdad voy a mejorar mi imagen escribiendo “pertenezco al club de danza en
japonesa” en este formulario a pesar de ser un chico? Siento que voy a arruinar las
presentaciones...)
Koremitsu murmuró mientras fruncía los labios. A su lado, Hikaru intervino con alegría:
−Ahora sí que parece un harén, con tres mujeres y un Koremitsu.
−¡Tch! ¡¿Quién tiene un harén?!
Exclamó Koremitsu involuntariamente.
Honoka arqueó las cejas, con el rostro sonrojado.
−¡¿U-un harén?! ¡¿Aún no te has sacado semejante idea de la cabeza, Akagi?! ¡Idiota!
¡Pervertido!
Honoka comenzó a parlotear mientras le pateaba trasero. Michiru también se vio
afectada:
−¡Yo-yo-yo-yo-yo-yo-yo tampoco acepto! Mi tipo de hombre es el príncipe azul; el tipo
monstruo, el tipo bestia no es…
−¡Un momento! Yo…
Koremitsu trató de refutar la acusación con rapidez, pero en ese momento sonó una voz
alegre.
−¿No es genial estar en el harén del Akagi-kun?
Tsuyako mostraba una sonrisa relajada, escuchando con detenimiento la conversación,
mientras decía aquellas palabras tan atrevidas e insólitas.
Mientras Honoka la miraba, Tsuyako le dedicó un guiño y soltó otra línea problemática:
−En el amor hace falta un poco de competencia para hacerlo interesante. Yo también
quiero unirme.
−¡No, espera! ¿Tú con A-A-A-A-Akagi, senpai?
−Sí, ¿qué estás diciendo, senpai?
−Vaya, ¿en qué momento se volvió tan popular Akagi-kun?
Tsuyako miró con deleite a sus ansiosos kouhai y soltó otra bomba.
−Oh, cielos, Akagi-kun se convertirá en un excelente hombre a futuro. Creo que será
mejor si tomas la iniciativa desde ya.
Estaba disfrutando por completo de la situación.
−Yo también estoy de acuerdo con Tsuyako. Pero Koremitsu, creo que ya eres un buen
hombre, un héroe.
Hikaru también se unió a la conversación con una sonrisa.
Él ya había mencionado que Tsuyako y Koremitsu tenían muchas cosas en común, ¡pero
era evidente que no!
(¡Senpai se parece es a ti, Hikaru!)

Al unirse a un club con semejante presidenta, Koremitsu estaba empezando a sentirse


incómodo. Honoka arrastró su brazo con fuerza, se acercó a su oído, y susurró:
−U-un harén es imposible para ti, Akagi... este es un consejo de tu Heliotropo-…
Honoka le advirtió aquello con aspecto serio. Después de ver tal escena, Koremitsu
sintió algo de respeto hacia ella...
(Esta chica siempre está preocupada por mí, incluso me ayuda).
Era algo que no podía permitirse dar por sentado.
Y entonces:
−No lo he olvidado, Shikibu −susurró Koremitsu.
−¿Eh?
−El que hayas dicho que te gustaba.
Koremitsu todavía estaba perplejo ante los sentimientos de Honoka hacia él.
Sin embargo, sintió que para evitar que fuese en vano lo que Honoka había dicho con
torpeza aquel día en la azotea, tenía que responderle con sinceridad a su manera.
Honoka se quedó sin palabras. Su rostro estaba rojo como un tomate, y comenzó a
alejarse de Koremitsu con pasos largos.
−¡N-NOOOOOO! ¡OLVÍDALO!
Se sentó en cuclillas y se llevó las manos a la cabeza, casi rompiendo en llanto.
−Oh, cielos, mira cómo has hecho sonrojar a una chica, Akagi-kun. ¿Qué clase de
palabras dulces y delicadas le has dicho?
−¡No lo hice!
−Koremitsu, vaya que has mejorado tus habilidades. Estoy muy preocupado por lo que
pasará a futuro.

Tsuyako y Hikaru se burlaban de él, Michiru observaba con los ojos abiertos de par en
par, y Honoka agitaba sus brazos y se decía a sí misma: "Idiota, idiota, idiota, no volveré a
creerte". A Koremitsu le intrigaba el hecho de estar en medio de aquel alboroto; sentía un
cosquilleo en el pecho, pero no era una mala sensación.
¿Podría seguir compartiendo momentos así con ellos después de clases? Justo cuando se
estaba preguntando al respecto, vio a Hikaru mostrar una sonrisa gentil, y de repente sintió
un escalofrío en su corazón.

–¿Te sentiste solo cuando murió Hikaru?

En aquel momento, no pudo responder.


Si Hikaru se desvaneciese frente a sus ojos…
Mientras se cuestionaba aquello, el cuerpo de Koremitsu comenzó a sumirse en el
silencio.
Ah, si llegase aquel momento, me sentiría muy solo.
Mi corazón se llenaría de angustia. Al punto en el que no habría palabras para
describirlo, como si me arrancasen por completo una parte de mí.
Pero… a pesar de ello, sin duda habrá algo que compensará nuestro encuentro.
Por ahora, seguirá acompañando a aquel chico.
Para disfrutar de las conversaciones cotidianas, y de divertirse juntos.
Mientras este príncipe del harén que le brindó tantos encuentros y emociones a
Koremitsu, el príncipe que le brindó tantos problemas, siguiese en la Tierra…

−Escuché que Akagi-kun fue muy proactivo en esta ocasión.
−...
Asai ignoró a Hiina, quien había venido a interrumpirla, mientras caminaba por el vacío
pasillo.
−¿No crees que es hora de que reconozcas la existencia de Akagi-kun, presidenta?
−Imposible.
Sí, era imposible.
Al igual que el hecho de que se uniese oficialmente al Club de Danza Japonesa que
Tsuyako había creado de forma tan aleatoria.
Sin importar el motivo, Asai no tenía intención alguna de mostrar lástima hacia
Tsuyako, quien había obedecido a Kazuaki y había empujado a Aoi al borde de la
desesperación.
Incluso en la actualidad, cada vez que Aoi pensaba en lo ocurrido, comenzaba a temblar.
Parecía que lo que más le afectaba era lo débil que era. Se sentía frustrada.
Por algún motivo, Tōjō, quien adoraba a Aoi, se enteró del incidente y se enfureció con
Kazuaki.
Y entonces, le dijo a Asai:

–Ya tenía el presentimiento de que Kazuaki no estaba hecho para asumir el liderazgo;
no solo es la marioneta de su madre, sino un monstruo de naturaleza mucho más
espantosa. La familia Tōjō comenzará a apoyar a la “Wisteria”, y no a la “Rosa”.

–¿No te aliarás conmigo, Asai? Probablemente no haya mucha diferencia entre tu


objetivo y el mío.

Asai reflexionaba sobre aquello mientras lidiaba con Hiina.


Como resultado, su expresión se volvió tensa.
Para Asai, una alianza con los Tōjō tendría sus ventajas.
Puede que Kazuaki volviese a atacar a Aoi, y era necesario aplastarlo por completo.
Sin embargo…
Kazuaki estaba equivocado sobre algo.
Y esta era una cruel verdad para Aoi.
La verdad era que Aoi no era el “amor de la vida” de Hikaru…


−Menudo bárbaro, Tercera Princesa.
Kazuaki le hablaba al camaleón de la jaula con una voz dulce y melodiosa.
El reptil tenía una expresión estoica y escamas verdes, mientras devoraba con su larga
lengua la mosca que Kazuaki le había traído. El propio Kazuaki se sentía extasiado
mientras observaba aquella escena, con los ojos entrecerrados.
−Realmente se atrevió a golpear mi rostro. Imperdonable.
Aún se notaba un moretón debajo de sus ojos y alrededor de su nariz. La parte interna de
su labio superior estaba rota, y le dolía cada vez que intentaba comer o beber algo.
Cada vez que eso ocurría, el odio hacia aquel joven de cabello rojizo y mirada salvaje se
intensificaba.
−Un día de estos lo haré arrodillarse ante mí.
Kazuaki dejó atrás la jaula, y encendió la estufa de la fragancia.
−Espero ese día con ansias.
Salió humo blanco, y un sutil aroma flotó por la habitación.
Era el comienzo del ritual para invocar a “Rokujō”.
Se paró frente al espejo de tamaño completo, se cambió la camisa y pantalones por un
vestido rojo de verano, se colocó la peluca de un negro brillante, se aplicó algo de
antiojeras y base sobre el moretón, esparció un poco de polvo, se dibujó las cejas, se rizó
las pestañas y se aplicó pintalabios, convirtiéndose poco a poco en una “mujer”.
El espejo mostraba una figura esbelta con cabello negro, la encarnación de la araña.
Con una sonrisa desconcertante, Kazuaki murmuró:
−Oye, Hikaru, quiero ser más bonita que cualquiera de las flores en tu jardín.
Nota el pie de página

Yo debería ser “el amor de tu vida”.


Porque soy la más cercana a ti, la que salió lastimada por ti, la que sufrió por ti, la que
cambió su destino por ti.
Por eso… “el amor de tu vida” debería ser yo.
Capítulo especial: La ambición de Shiiko – ¡De ahora en adelante, quiero llamarte
“Onii-chan”!

Le sorprendió ver que Koremitsu volteaba a verla justo como Hikaru.

–Eh, ¡¿va a volver a salir?!


Shioriko levantó la voz mientras secaba los platos que Koharu lavaba.
–¿A dónde? ¿A dónde va? ¿Dijo algo Koremitsu-onii-chan?
–No estoy segura. Quizá tenga una salida con amigos de la escuela. Anoche también
salió con el uniforme.
Si ese chico por fin logró hacer amigos, hay que celebrar. La tía de Koremitsu, Koharu,
dijo aquellas palabras fríamente con los labios fruncidos, con una mirada severa idéntica a
la de su sobrino.
Shioriko, sin embargo, no se sentía feliz al respecto.
(Uu, qué clima tan bueno hace. Quería pedirle que me llevara a algún lugar. Si tan solo
lo hubiese acordado con Koremitsu. Ya que no tiene amigos y siempre está libre, no creí
que fuera necesario).
¿Cuáles amigos? ¿Se trataría de una chica?
(No, Koremitsu-onii-chan no es popular con las chicas. Parece un rufián, es
malhablado, arrogante, y no le importa decir cosas que cualquier otra persona se cohibiría
de decir).
Al principio, la propia Shioriko pensó que Koremitsu era una persona frustrante y
fastidiosa.
Era increíble que realmente fuese amigo de Hikaru.
Pero cuando Shioriko se sintió completamente sola y angustiada, Koremitsu dio todo
para ayudarla.
Cuando murió el único pariente de Shioriko, su abuelo, este la acogió como su “hermana
menor”.
Nunca olvidaría el momento en el que Koremitsu fue a buscarla después de que Kuze la
adoptase.
Los Akagi eran de aspecto aterrador, bien fuese el abuelo Masakaze o la tía Koharu, y
no medían sus palabras al hablar, pero mostraban preocupación genuina hacia Shioriko.
También se llevaba bien con la distante gata blanca, Lapis, que vivía con los Akagi.
Aunque no había vivido con los Akagi por mucho tiempo, le gustaba mucho esta casa y
quienes vivían en ella.
Y sobre todo Koremitsu.
–Cuando crezca, tomarás mi virginidad en lugar de Hikaru.

Había susurrado aquello en su oído con la espalda erguida. Los ojos de Koremitsu se
abrieron de par en par, y entró en pánico.

–Shiiko, no digas semejantes cosas.


Y así, fue sermoneada por un Koremitsu de cara larga.

–¿Semejantes cosas? ¿Como qué?

Se hizo la tonta, causando que Koremitsu se sonrojase y gruñese.

Si lo presionase con el tema, el serio Koremitsu subiría la guardia con ella. Por lo tanto,
decidió mantener la “promesa” en su corazón por el momento.
“Koremitsu-onii-chan”, Shioriko tenía sus propias razones para llamarlo así.
Sin lugar a dudas, habría quienes lo llamarían “Akagi” o “Koremitsu”, pero
probablemente nadie más lo llamaría “Onii-chan”. Por ello, al llamarlo así, Shioriko sería
una chica especial para Koremitsu.
Y además, la invadía una sensación cálida, confusa y agradable cada vez que lo llamaba
de esa forma…
Pensó que sería bueno para él si lo llamaba de esa forma.

Claro, incluso si más adelante se convertía en su amante, en su esposa, por ahora quería
disfrutar de la emoción de ser su “hermana pequeña”. En ese caso, su relación con
Koremitsu mejoraría.
Pero Koremitsu había hecho a un lado a una hermanita así de adorable, y recientemente
se le veía muy ocupado.
Siempre que estaba solo en la habitación, murmuraba para sus adentros, a veces incluso
se llevaba las manos a la cabeza, refunfuñando, murmurando y sonrojándose. Incluso
cuando Shioriko tenía muchas ganas de jugar con él y se le acercaba con inocencia, él la
ahuyentaba diciendo; “Ah, ahora mismo estoy ocupado. Espera”.
Pero esta vez, resultaba evidente que Shioriko tenía una actitud de “¡Tengo que hacerlo a
toda costa!”
(Si-si va a tener una cita con otra chica, no lo perdonaré).
Tras ayudar a Koharu, Shioriko observó furtivamente a Koremitsu.
Justo cuando Koremitsu estaba en la puerta atando los cordones de sus zapatillas,
Shioriko se acercó por detrás con Lapis en los brazos, tocó su hombro y exhibió un aspecto
devastado, diciendo:
–¿Vas a salir de nuevo, Onii-chan? Pensé que hoy podría pasar tiempo contigo.
Tenía los ojos llorosos.
Era muy buena derramando lágrimas de cocodrilo.
Koremitsu, por su parte, lucía avergonzado mientras decía: “Jugaré contigo mañana”.
–Pero… podemos estar juntos hoy. ¿No puedo ir contigo…? Seré obediente.
–E-Eso no funcionará. Mañana pasaré todo el día contigo, Shiiko. Por ahora juega con
Lapis. El abuelo estará feliz si juegas cinco en raya con él.
–…Hm.
“Tch”, pensó para sus adentros, pero asintió con aspecto solitario y honesto. En un
sentido táctico, había sido un error de su parte intentar convencerlo mediante adulaciones.
Sería más fácil si lograba hacer que Koremitsu se sintiese culpable.
Pero aun así…
(¿Por qué tienes que dejarme atrás y salir solo? ¡Koremitsu-onii-chan, grandísimo
tonto!)
Shioriko no pudo contener su ira, hizo una mueca divertida a espaldas de Koremitsu,
apretando los dientes, y haciendo el sonido “ii–“.
Y Koremitsu se volvió.

–!

Shioriko quedó atónita, casi incapaz de respirar.


Cuando Hikaru estaba vivo, solía mirar hacia atrás en el momento oportuno cada vez
que ella hacía una mueca graciosa, le mostraba el dedo del medio o levantaba los labios, y
él la miraba con una sonrisa mientras la invadían los nervios.
En este momento, Koremitsu se parecía mucho a Hikaru.
La visión del cabello dorado y transparente se meció con libertad, y, por un instante, el
sonriente Hikaru se superpuso con el cuerpo de Koremitsu.
En cuanto se desvaneció la escena, Shioriko se percató de que se estaba mirando
fijamente con un atónito Koremitsu, y su rostro se sonrojó por completo.
¿Por qué? ¿Por qué giró la cabeza como Hikaru? ¡Onii-chan es tontísimo, y no sabe
nada sobre el corazón de una chica!
¡¿Por qué me miró de repente?! ¡Esto es me es muy inconveniente!
Incluso sintió un calor intenso en lo más profundo de sus ojos.
–¡idiota!
Posteriormente, Shioriko se dio la vuelta y corrió a su habitación.
–¡Ahhh ~~~~~!
Shioriko se escondió en un rincón de la habitación con Lapis en los brazos, agitando las
piernas.
No es más que Koremitsu-onii-chan, pero miró hacia atrás, miró hacia atrás, miró
hacia atrás.
Debido al exceso de fuerza que estaba aplicando en sus brazos, Lapis no lo soportó más
y escapó.
–Humph. N-No perderé.
Así es, el verano estaba a la vuelta de la esquina.
En ese caso, tenía que hacer que Koremitsu le pagase todo lo que le debía.
Su humor cambió. Se colocó su libreta favorita, de color verde césped, sobre las rodillas,
la abrió y escribió sus planes veraniegos con un lápiz azul cielo.
Lanzar fuegos artificiales con Onii-chan, comer granizado hawaiano con Onii-chan,
comer nagashi somen con Onii-chan, observar cómo florecen las campanillas con Onii-
chan, atrapar un escarabajo con Onii-chan, hacer ejercicios matutinos con Onii-chan.
–Y la siguiente actividad es…
Cierto, era algo que no podía omitir.
Mostró una sonrisa inocente, propia de una niña, y escribió grandes palabras en medio
de la libreta.

–Ir a la piscina con Onii-chan.


FIN DEL VOLUMEN 04
Notas de la autora

Hola, les habla Mizuki Nomura.


El cuarto volumen de “Hikaru ga Chikyuu ni Itakoro…” gira en torno a la cuñada, ¡Lady
Oborodukiyo! El encuentro durante el “Festival de las Flores” fue muy dulce y elegante,
causando que mi corazón se acelerase.
Supongo que las lectoras de aquella época, las nobles princesas, se sintieron
emocionadas ante el peligroso amor entre Hikaru Genji y Oborodukiyo. La princesa estaba
a punto de convertirse en concubina del hermano mayor de Hikaru Genji, y también era la
princesa del clan rival: los Udate. Shikibu Murasaki tenía mucho talento para crear
escenarios anhelados por cualquier chica, y, personalmente, cada vez que lo leo me sigo
maravillando ante este detalle.
En cuanto a Oborodukiyo, noto opiniones discrepantes entre las personas cada vez que
leo la obra traducida o las obras basadas en “Genji Monogatari”, y esto es interesante.
Algunos dicen que era una mujer despreocupada y enérgica. Otros dicen que era una
princesa que se enamoró; en mi opinión, todas las explicaciones son brillantes.
En esta serie, Tsuyako-san es una senpai. El diseño de Takeoka-san es espléndido, y no
pude hacer más que sentirme fascinada ante lo atractiva que se veía cuando recibí el
borrador de la portada (a color). Las flores de cerezo de montaña eran las más populares del
período Heian, pero sentí que Tsuyako era distinta, así que las cambié por las Pendula
Rosea. En mi pueblo natal, hay un árbol de Pendula Rosea que tiene más de mil años de
antigüedad; al llegar la primavera, subía al tren con mis amigos de la escuela o senpais del
club e íbamos de picnic, observando los árboles durante el trayecto. Siempre nos
maravillábamos ante aquella belleza tan majestuosa.
En el lugar donde vivo actualmente, los árboles de cerezo cercanos al río florecen al
unísono en primavera, y disfruto hasta más no poder en aquel mar de pétalos. Durante el
día, los árboles de cerezo proporcionan un buen contraste con el cielo, pero resulta
fascinante ver las flores de cerezo nocturnas brillando de forma tenue en la oscuridad.
Supongo que los árboles de cerezo son tan especiales para los japoneses porque se
encuentran relacionados de forma íntima con nuestros recuerdos personales.

Los pétalos de cerezo nunca paran de ondear y caer al suelo, bien sea cuando damos un
paseo nocturno junto al río pensando “¡Este es el mejor día de mi vida”, o cuando
caminamos entre una muchedumbre al mediodía, a punto de romper en llanto pensando que
es el fin del mundo.
“Oborodukiyo” se encuentra ambientado en verano. Comencé a trabajar en este volumen
durante el otoño anterior, y la fecha de publicación es al final de primavera. Para aquellos
que viven en provincias septentrionales, las flores de cerezo están a punto de florecer,
supongo. Si este volumen es capaz de deleitarlos y consolarlos como al maravillarse ante
las flores de cerezo, me sentiré muy afortunada.
El drama CD de “Hikaru” se encuentra en producción. Se supone que el contenido sea
original, y con ello en mente, pensé que sería mejor si iba relacionado al próximo volumen,
“Suetsumuhana”, en lugar de que sea una historia completamente independiente, así que
comencé a trabajar a ese ritmo. En esta historia, Koremitsu finalmente asumirá el reto de
cortejar chicas en la calle. Espero que el contenido de esta historia haga a todos pensar “Ah,
así que eso es lo que está pasando” cuando lean “Suetsumuhana”.
Los actores de voz han sido elegidos con mucho cuidado, ¡pero las voces de Koremitsu
y Hikaru son muy complicadas de hacer! ¡Sobre todo Koremitsu! Si suena demasiado
aguda, parecerá muy pícaro. Pero si suena demasiado grave, ¡parecerá una persona mayor!
Sin embargo, creo ser capaz de obtener a los mejores actores para todos mis lectores.
Aparecerán cinco personajes. En cuanto a su identidad, dejaré que ustedes conjeturen y
anticipen. La fecha de publicación debería ser aproximada a la de “Suetsumuhana”, al final
del verano. Por favor, estén atentos a la página oficial de Famitsu. Puede que ya exista una
fecha oficial para el momento en que este volumen sea publicado.
Y hablando de Suetsumuhana, ese es el nombre en clave para la chica cuya apariencia se
asemeja a la flor en cuestión, ¿pero cómo será la portada? Espero con muchas ansias la
ilustración de Takeoka-san.
De acuerdo, nos leeremos una vez más en el quinto volumen de “Hikaru ga Chikyuu ni
Itakoro…”: Suetsumuhana.

10 de marzo de 2011
Mizuki Nomura.

Referencias:
Hanayagi, Chiyo, 1981. Practical Japanese Dance Basics. Primera Edición. Tokio :
Tokyo Shoseki Ptd Ltd.
Shinichi, Shinma, Natsuko, Tonomura, 1988. Classic Japanese - complete translation
<34> Ryojin secret Extract. Primera Edición. Tokio : Shogakukan.
El rincón botánico de
Odysseus.

¡Cuánto tiempo! Realmente hacía mucho que no actualizaba el blog en lo absoluto. Han
ocurrido muchas cosas en mi vida (algunas buenas, otras no tan buenas) que me hicieron
alejarme del proyecto por un tiempo. Sin embargo, siempre tuve muchas ganas de seguir
con el proyecto, ya que “Hikaru…” es una historia a la que le tengo mucho cariño. He
recibido mensajes de ustedes que me han motivado mucho a retomar, y de hecho este
volumen solo necesitaba de una corrección para ser publicado. Renuevo mi compromiso
con el proyecto y esta vez me aseguraré de llegar hasta el final. Quizás no a una velocidad
vertiginosa, ya que entre mi trabajo y mi vida personal no tengo demasiado tiempo libre,
pero trataré de traer nuevos capítulos con mayor frecuencia.
Ahora, sin más dilación, una pequeña información sobre la flor de turno.

Nombre científico: Prunus Pendula

Nombres comunes: Pendula Rosea,


Weeping Cherry

El nombre de este volumen,


“Oborodukiyo” (también romanizado
“Oborozukiyo”) podría traducirse como
“Luna nebulosa”, y tal como ha ocurrido
en los volúmenes anteriores, hace
referencia a un personaje de “Genji
Monogatari” del mismo nombre: Lady
Oborodukiyo.

¡Nos leemos en el próximo


volumen! Por cierto, se viene una sorpresilla por ahí. Estén atentos.

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