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Hikaru,
Tu pecado…
Tu gran “amor”...
Capítulo 1: ¿Te gusta la hermosa senpai?
−La trompeta china trepadora es, en definitiva, una flor voluble… Bajo el claro cielo
azul del verano, sus vides crecen con salvajismo a través de los árboles, muros, ¡y brillantes
flores naranja florecen! Originalmente, las vides de la trompeta china eran plantas que
crecían en el suelo, pero, algunas veces, para mostrar su afecto a un pino, torcía sus vides
sobre las ramas, crecía en dirección al cielo, y florecía. Sin embargo, dicha volubilidad
implica que, en ocasiones, trepará sobre algún cedro o ciprés, causando celos por parte de
los pinos.
Mientras la clase avanzaba, Koremitsu fruncía el ceño ante su teléfono. Hikaru, como
siempre, se encontraba sobre él, hablando acerca de plantas, con la voz dulce y afeminada
que lo caracterizaba.
El profesor, ya entrado en años, se encontraba en el podio, dando la lección de inglés,
pero su voz lenta y monótona era suficiente para adormilar a cualquiera. Sin embargo, los
ojos de Koremitsu no estaban cerrados; ardían en llamas, y sus cejas estaban levantadas,
mientras fruncía el ceño.
Y antes de ese:
“No estabas aquí durante el descanso".
E incluso antes de ese:
♢
−¡Cielos! ¡Todas las mujeres son iguales! ¿Por qué demonios debo soportar su
interrogatorio?
Koremitsu gruñía en el pasillo.
Originalmente, Koremitsu era considerado como un líder delictivo, a causa de su cabello
rojo y su aspecto salvaje. Como resultado, había sido marginado. En este momento, sus
venas palpitaban, su espalda estaba encorvada, y su postura al caminar era similar a la de un
perro salvaje que respira con dificultad. Los estudiantes normales le abrían paso de forma
apresurada.
A su lado, Hikaru intervenía con gentileza:
−Pero estás siendo injusto con Shikibu-san al decir tales cosas. De por sí, fue bastante
extraño que ambos acordasen ir a la piscina, y justo cuando la atmósfera alcanzaba su mejor
punto, Aoi-san apareció y dijo: “Por favor, sé mi novio”. ¿Cómo podría Shikibu-san
quedarse de brazos cruzados tras escuchar aquellas palabras?
“Vamos a la piscina”.
Cuando dijo aquello, el rostro de Honoka estaba completamente sonrojado.
Koremitsu estaba tan nervioso que no sabía qué hacer, pero respondió “sí”, mientras le
invadía un sentimiento dolorosamente dulce.
Y entonces, Aoi corrió en su dirección con el rostro pálido, haciéndole una petición
impactante… no, ella tenía sus motivos.
La razón contrariaba a Koremitsu.
−Ah… y… ¿Qué opinas de eso?
Koremitsu estaba paralizado, extremadamente tenso, mientras miraba de reojo a Hikaru.
Y Hikaru habló con aspecto maduro:
−Es maravilloso que una chica tan linda, honesta, y de piernas tan hermosas como
Shikibu-san sienta celos por ti. No deberías ignorarla.
La luz brillaba a través de las ventanas del pasillo, tiñendo el rostro blanco y tierno de
Hikaru. Su cabello castaño brillaba con un color dorado, y no había rastros de tristeza en su
amable rostro de perfil. Su tono y expresión lucían muy gentiles…
−E-Estás… muy calmado, a diferencia de Shikibu –murmuró Koremitsu, evidentemente,
poniéndolo a prueba.
Después de lo ocurrido en la mañana, Koremitsu estaba enfadado ante el disgusto de
Honoka, y se sentía inquieto ante la reacción de Hikaru.
¿Cómo podía lucir tan despreocupado?
−¿Hay algo que quieras decirme?
−¿Eh?
−Hikaru murió hace poco, y, en realidad, no quiero buscar una pareja de inmediato, pero mi
padre y el resto dijeron que era mejor tomar una decisión lo más pronto posible, de manera
que pueda olvidar pronto a Hikaru… así que, de forma descuidada, les dije…
Meció las piernas, se ruborizó, y después de un tiempo, bajó la cabeza y habló con una
voz diminuta:
−…Dije que tenía novio.
−¿Eh?
−Les dije que un amigo de Hikaru solía venir a consolarme tras su muerte, que era una
persona muy amable y que me hablaba sobre Hikaru, así que, naturalmente, desarrollamos
sentimientos el uno por el otro… ¡L-Lo siento mucho!
−¡O-Oye!
Aoi estaba completamente avergonzada; su cabeza y cuello estaban completamente
rojos.
−No se me ocurrió nadie más, así que sólo pude hablar acerca de ti, Akagi-kun. Pero mi
padre y el resto dijeron que querían conocerte. Les dije que estarías contrariado si Asa-chan
se enteraba sobre nuestra relación, así que sólo podíamos salir en secreto. Intenté darles
toda clase de excusas, como que nos veíamos en la escuela, y que no nos dirigíamos la
palabra frente a los demás, pero no me escucharon… e incluso dijeron que me ayudarían a
ocultarlo de Asa-chan, que debo llevarte y presentarte ante ellos.
El suave y suelto cabello negro de Aoi se mecía con debilidad.
Tras ver a Aoi tan vacilante, incluso Koremitsu sintió pena por ella.
Pero la situación, por sí misma, era bastante ridícula.
¿Cómo podría Aoi, una princesa refinada, salir con un sabueso salvaje como él?
Además, Aoi era una chica que Hikaru atesoraba a sobremanera.
Sería despreciable de su parte el tener un romance con la mujer de un amigo,
especialmente cuando dicho amigo estaba siempre a su lado.
(Pero Aoi está siendo obligada a comprometerse por haberme ayudado a buscar a
Shiiko).
Koremitsu podía entender cómo se sentía Aoi. Siempre había amado a Hikaru, incluso
desde niña, y, naturalmente, no podría comprometerse con alguien más tan pronto.
Koremitsu se había enamorado por primera vez de una chica llamada Yū, y tuvo que
separarse de ella. En este momento, aún no se sentía listo para salir con otra chica.
Y entonces:
−Por favor, sólo una vez, ¿sí? Durante la fiesta de jardín de esta semana, ¿t-te importaría
actuar como mi novio? Es una fiesta de jardín, una simple fiesta donde las personas van de
aquí para allá y comen. Sólo tendrías que acompañarme y comer lo que quieras. ¡Por favor!
Aoi le rogó con una mirada al borde de las lágrimas.
−De acuerdo.
Koremitsu no tuvo otra opción más que aceptar.
Hikaru no se opuso, ni tampoco lucía sorprendido en lo más mínimo, mientras se
limitaba a observarlos con una expresión silenciosa y reticente.
−¿Por qué no dijiste nada? No tengo mucha experiencia en el amor, pero creo que
cualquier persona en tu situación no se sentiría muy feliz. O sea, ¿quién querría ver a su
prometida con otro hombre? Incluso si hay una buena razón, incluso si es temporal,
resultará imperdonable. Querrías maldecir y matar al chico, ¿me equivoco?
Koremitsu fulminó a Hikaru con la mirada, en un rincón del vacío pasillo, expresando
sus frustraciones internas.
−No hay problema. Aoi-san está bastante contrariada en este momento, y siento que eres
la persona más apropiada para ser su novio.
−I-Idiota, ¡¿qué estás diciendo?! ¡No me importa! ¡A ella es a quien le gusta enfadarse!
¿Por qué debería ser yo quien tome la iniciativa en llevarme bien con ella?
−Tanto tú, como Shikibu-san, son muy tercos.
Hikaru exhibió una gran sonrisa, encantado de poder ver las flores.
Tras comenzar a ser acechado por el fantasma de Hikaru, Koremitsu, a menudo, se veía
obligado a acompañar a Hikaru a ver las flores. Estaba sorprendido de cómo Hikaru podía
verlas sin cansarse.
Hikaru decía que cada flor tenía un aspecto distinto, pero Koremitsu, una persona
completamente brusca, no era lo suficientemente delicado para comprenderlo, y no hacía
más que preguntarse: “¿acaso no son simples flores?”
Llegaron al corredor. El escenario del patio podía verse claramente frente a él.
Este era el lugar donde Koremitsu había conocido a Hikaru.
Mientras buscaba con ansiedad el salón del personal, se encontró a un bello y afeminado
estudiante apoyándose contra el pilar.
El chico era tan lindo que Koremitsu había asumido que se trataba de una chica, y era el
único que no le tenía miedo a Koremitsu, quien era evitado por los demás a causa de ello, e
incluso le dedicó una sonrisa honesta…
−En ese caso, iré a tu aula a tomar prestado tu libro, Akagi-kun. También hay algo que
quisiera pedirte.
De pronto, la dulce voz que había escuchado en aquel entonces despertó entre el
reconfortante viento veraniego, y a Koremitsu le invadió la sensación de que un chico
afeminado, con mirada de cristal, estaba detrás del pilar.
Hikaru miró fijamente hacia lo más alto de los estantes de flores, con aspecto
confundido.
De pronto, sopló una fuerte ráfaga de viento.
Koremitsu levantó la mano para proteger sus ojos.
El aire, repleto de luz intensa y calor sofocante, agitó el cabello rojo de Koremitsu.
Mientras abría los ojos…
Se percató de que su visión se teñía de rojo.
Pensó que se trataba de pétalos.
Pero se trataba de cabello rojo y suelto, con la capacidad de flotar propia de pétalos.
Una estudiante salió de detrás del pilar, justo como Hikaru lo había hecho aquella vez.
Aquella persona usaba falda. Sin duda, se trataba de una mujer.
Al mirar los senos voluptuosos, la cintura esbelta, y la figura desarrollada, se hacía
evidente que se trataba de una chica.
El reluciente y suelto cabello rojo cubría con sutileza sus grandes pechos, y las puntas
rizadas de su cabello ondeaban de forma sublime en su cintura.
El rostro noble y elegante de la chica no era inferior a su cabello. Sus largas pestañas
ascendían con opulencia, y los labios carnosos mostraban una sonrisa llena de
determinación.
En cuanto apareció, el entorno pareció iluminarse, como si se hubiese llenado de
fascinantes flores rojas.
La frase característica de Hikaru era “las chicas son como flores”, y esta estudiante, sin
duda alguna, estaba en la cima de todas ellas.
Al igual que Hikaru, la chica miró a Koremitsu sin temor, con una mirada honesta, pero
decidida.
−¿Eres Koremitsu Akagi?
−¡N-No lo estaba!
¡Simplemente, no escuché el timbre, eso es todo…!
Tras ver cómo Koremitsu hacía pucheros con disgusto, Hikaru lucía encantado.
−No hay necesidad de ocultarlo. No existe hombre capaz de resistirse a los encantos de
Tsuyako.
♢
Koremitsu llegó al aula de clases justo antes de que el profesor lo hiciese, y jadeaba,
mientras se sentaba en su lugar.
Observó el libro de literatura en su mano, y se percató de que era de segundo año.
(¿Así que es un año mayor que yo? ¿Es mi senpai? No podría usar este libro de segundo
año, incluso si lo pidiese prestado).
¿Qué se traía la chica entre manos?
En ese momento, Koremitsu sintió una mirada fija sobre él, se volvió, y encontró a
Honoka observándolo con las mejillas infladas.
(¿Sigue molesta?)
Koremitsu, en respuesta, la fulminó con la mirada, desafiante.
Y Honoka hizo un puchero, volteando hacia otra dirección.
(¡¡Argh!! ¡¡Después de todo, las chicas sí que son problemáticas!!)
Aquel duelo entre Honoka y él duró hasta el final de las clases.
Y así…
Koremitsu le susurraba a Hikaru, con el ceño fruncido, mientras avanzaba por el pasillo
hacia el cuarto piso.
−Mientras estabas hospitalizado, solía hablarle a Tsuyako sobre ti. Siempre me
lamentaba, anhelando que regresases pronto a la escuela, y en cuanto eso ocurriese, podría
hacerme tu amigo al intercambiar libros.
En cuanto Hikaru habló sobre ello con su voz dulce y aromática, Koremitsu sintió que su
rostro ardía un poco.
Y entonces, Koremitsu, con cautela, intentó cambiar el tema:
−E-En fin, el club de danza japonesa que mencionaste, está relacionado con bailar
usando kimonos, ¿cierto?
−Sí. Tsuyako pertenece al estilo de baile de la escuela “Tu sombra”, uno de los estilos
más nuevos y a la moda, que suele aparecer en televisión. Tsuyako obtuvo el derecho para
heredar el nombre del estilo a los 15 años.
−¿Eso es impresionante?
−Sí que lo es. Aunque existen quienes alcanzaron dicho privilegio siendo más jóvenes,
el baile de Tsuyako es muy especial. La forma en la que baile es elegante, como las flores
rojas que caen del cielo.
Poco después, llegó a la sala que exhibía el cartel que rezaba “Club de danza japonesa”.
Tocó la puerta.
−Adelante.
Se escuchó una voz clara e impresionable.
Koremitsu abrió la puerta.
El interior era más ancho de lo que esperaba, lo suficientemente grande como para posar
8 tatamis.
Sin embargo…
−¡Vaya!
Quedó atónito al verla vestida con un Juban1 blanco, cubierto con un kimono de un
refrescante color azul claro.
La tierna y blanca nuca, y la ligera prenda que usaba por debajo del kimono, revelaban
las atractivas protuberancias producidas por sus pechos voluptuosos.
−Me estoy cambiando de ropa. De momento, soy el único miembro del club, así que no
te preocupes.
Koremitsu se ruborizaba de la vergüenza, esforzándose en apartar la vista. Sin embargo,
Tsuyako se mantenía tranquila, mientras se peinaba el cabello de forma refinada.
Ató el glamoroso Obi2 de color rojo claro y, con sutileza, movió su cabello hacia un
lado, atándolo. Durante ese tiempo, Koremitsu se mantuvo en un rincón de la sala, mirando
la pared, inmóvil, apretando los puños.
Luciendo como si se divirtiese, Tsuyako dejó escapar una risita.
1
Una prenda ligera que se utiliza por debajo del kimono.
2
El obi es una faja ancha de tela fuerte que se lleva sobre el kimono, y se ata a la espalda de distintas formas.
−No podrás ver nada mientras tenga el Juban puesto, así que no tienes de qué
preocuparte, Akagi-kun. Tu apariencia es incongruente con el caballero en tu interior.
(¿Insinúas que luzco como un violador pervertido o algo por el estilo?)
Mientras Koremitsu fruncía el entrecejo, Tsuyako dijo:
−Por favor, toma asiento.
Ella se arrodilló sobre el tatami, con las manos blancas y tiernas posadas de forma
elegante sobre sus rodillas.
Sus acciones eran elegantes, sutiles, femeninas. ¿Quizá se debía a su entrenamiento de
baile?
Koremitsu mantenía la guardia alta, pero incluso él estaba fascinado.
Tsuyako estaba sentada en posición Seiza, y Koremitsu se sentía reticente a sentarse con
las piernas dobladas. Con la espalda encorvada, se arrodilló con cautela sobre el tatami,
sacó el libro de literatura de su bolso, lo posó sobre el tatami, y lo entregó.
−Aquí tienes… te lo regreso.
−¿Oh? Gracias.
Tsuyako se llevó el libro hasta su pecho, sonriendo con inocencia, como una niña que
había tenido éxito al realizar una broma.
De pronto, aquella belleza madura lucía extremadamente tierna, y, de inmediato, el
corazón de Koremitsu se aceleró.
(¿Qué estoy haciendo? ¡Idiota! ¡Sólo está siendo educada conmigo! ¿Por qué estoy tan
nervioso? ¡Hikaru volverá a burlarse de mí!)
En ese momento, sin duda, Hikaru debía estar observando la reacción de Koremitsu,
sonriendo.
Ante la intensa mirada de Tsuyako, incluso Koremitsu, quien nunca se había interesado
en las mujeres, sentía un escozor por todo su cuerpo.
No era la sensación de ansiedad que había sentido cuando estaba en casa de Yū; era una
mucho más agresiva, una que causaba que su rostro y cuerpo ardiese.
−La flor más grandiosa y elegante del jardín: la Pendula Rosea roja
Koremitsu había asumido que todas las flores eran iguales, pero ésta, sin duda, era
diferente al resto.
Para ocultar su nerviosismo, Koremitsu frunció el ceño, intentando lucir desinteresado,
mientras preguntaba:
−…¿Qué quieres de mí?
Tsuyako sonrió, y respondió:
−Me gustaría que fueses mi novio.
−¡¿Qué?!
Atónito ante aquella respuesta, Koremitsu enderezó la espalda, y estuvo a punto de
caerse hacia atrás.
¿Quiere que sea su novio?
−Oh, conque así son las cosas.
(¡CÁLLATE!)
−Hikaru me apoyará, sin importar quién sea mi novio. Siempre he sido así; después de
todo, el amor es libre.
−¡Tú también deja de decir tonterías!
−Después de todo, soy hermosa, y libero feromonas que atraen al sexo apuesto.
−¡¿Y qué?!
De verdad, se había jactado de ser hermosa. Bueno, ciertamente lo era, y, ciertamente, sí
que liberaba montones de feromonas.
−En cuanto Hikaru murió, quedé soltera, así que, día tras día, soy asediada por otros
hombres, lo cual resulta molesto. Para una mujer, ser demasiado atractiva es peligroso y
problemático; si tuviese a alguien como tú, con esa expresión salvaje, propia de un
delincuente… no, alguien con tanto carácter, sería mucho más sencillo repeler dichas
pestes.
−¡¿Eso es lo que buscas?!
Ciertamente, esa clase de hombre no podría considerarse un “novio”, sino un perro
guardián… no, un pesticida.
−Bueno, con Koremitsu haciendo guardia de cerca, es poco probable que algún
estudiante se le acerque.
−¡Bienvenido, Onii-chan!
En cuanto Koremitsu abrió la puerta y dijo “estoy de regreso”, escuchó pasos, y fue
recibido por una chica de cabello negro atado en coletas, y una gata blanca de aspecto
inteligente.
Una de ellas era Shioriko, quien hace poco se había unido a los Akagi, y Lapis, quien se
había unido a ellos antes de la primera.
La dueña original de Lapis, Yū, había mencionado que la gata no podía oír muy bien,
pero cada vez que Koremitsu regresaba a casa, aparecía de la nada; quizá, sentía los
movimientos del aire. Sin embargo, se limitaba a aparecer, y nunca intentaba saltar sobre
las personas, cosa que hace Shioriko en su lugar.
−Bienvenido, bienvenido, bienvenido.
−Oye, con una vez es suficiente, Shiiko.
Koremitsu no podía moverse, e intentó apartarla, pero ella se aferraba a él.
−Te he estado esperando por mucho tiempo~. De hecho, la cena de hoy la preparamos la
tía Koharu y yo, ¿sabías?~ Será pollo súper picante con salsa picante, mapo tofu y
pepinillos. ¡Escuché que te gustan las coas picantes, así que le agregué muchos chiles, Onii-
chan!
Shioriko levantó la cabeza en dirección a Koremitsu, hablando con una sonrisa traviesa.
Poco antes:
−Estúpido perro.
Shioriko le llamaba así, lo que resultaba un marcado contraste en comparación a la
actualidad.
Hasta ahora, Koremitsu seguía confundido, pero Shioriko se había adaptado por
completo a los Akagi y a los miembros de su familia.
−Bueno, eso me alegra, pero será inútil si tú no puedes comerlo, Shiiko. Si lo preparas
demasiado picante, estarás sollozando y gimoteando todo el rato, como la última vez que
comimos curry.
Unos días antes, Shioriko se había quejado acerca de querer comer el mismo curry que
comían Koremitsu y el resto, armando un gran alboroto. “¡Quiero comer el mismo curry
que comen los adultos!”
En cuanto Koremitsu le recordó aquel incidente, el rostro de Shioriko se ruborizó, y
comenzó a golpearle el pecho.
−N-No estaba sollozando. No estaba preparada, eso es todo. Lo probé mientras se lo
agregaba, así que estaré bien. ¡No me trates como a una niña, idiota!
Desvió el rostro hacia otro lado, furiosa.
−En fin, está muy delicioso. ¡Date prisa y báñate! ¡Después de eso, ve a comer!
En cuanto dijo eso, regresó trotando hacia la cocina.
Y los ojos índigo de Lapis miraban fijamente aquella interacción, con frialdad.
−Parece que Shiiko está mucho más alegre que antes.
Hikaru rio por lo bajo, y Koremitsu guardó silencio, mientras iba hecho una furia hacia
el baño, frunciendo el ceño.
−¿Y bien?
Se quitó la camisa en la sala para cambiarse, la tiró sobre la lavadora, y preguntó con
frialdad:
−Tu próximo “asunto pendiente” está relacionado con Tsuyako, ¿no es así?
El ceño fruncido de Koremitsu era lo único que se reflejaba en el espejo del lavamanos.
−Sí.
−Si te haces miembro, tendrá el efecto de ahuyentar a otros hombres. Ya mencioné que,
recientemente, he sido asediada por un acosador. Es un fastidio, para ser honesta.
−Sólo puedo pedírtelo a ti. Por favor, ayúdame al unirte al club de danza japonesa.
Sucumbiré ante el estrés si sigo preocupándome acerca de la falta de miembros y el
acosador, y puede que termine haciendo algo. Hoy mismo arranqué varias flores del patio,
aquellas flores que Hikaru tanto atesoraba…
Ciertamente, Hikaru había mencionado que las flores se estaban marchitando de forma
extraña. Aquello, por supuesto, no se había tratado simplemente de que Hikaru se
preocupase demasiado por las flores.
−Tsuyako siempre ha sido buena para lidiar con sus admiradores; fundó el club de danza
japonesa en cuanto ingresó al programa afiliado de Preparatoria, y se las arregló para
manejarlo todo a la perfección. No es la clase de persona que depende de los demás.
Koremitsu se sumergió en la bañera, y Hikaru, flotando sobre él, estaba rodeado por
vapor blanco, mientras murmuraba en silencio:
−Tsuyako Udate es una dama orgullosa y elegante, que se mantiene con la frente en alto,
como las Pendula Roseas que se mecen bajo la brumosa luna.
Sonaba serio, orgulloso. Sus ojos estaban llenos de ternura.
−La tenue y borrosa luna de las noches primaverales es llamada “luna brumosa”. No
brilla con fuerza, por lo que su luz no genera sombra alguna. Aquella tenue luz es como una
fantasía efímera, una luna de belleza incomparable…
La cantante del período Heian, Chisato Ohno, se maravillaba ante ella, diciendo que no
existía nada que superase la visión de una noche de luna brumosa a mitad de primavera, y
debo decir que es una descripción muy acertada. Intenta imaginarlo, Koremitsu, cuán
atractivas resultan las Pendula Roseas mientras cuelgan bajo la tenue luz de luna.
A medida que los pétalos rojos absorben la luz de la luna, emiten una luz tenue, y los
tallos ondean en el viento, como si presumiesen de su belleza, jactándose de ser las reinas
del jardín. El tronco está arraigado con firmeza al suelo, sin titubear, pero las ramas están
curvadas de forma tan tímida, manteniendo su presencia majestuosa… esa es la clase de
flor que es Tsuyako.
Pero Koremitsu había presenciado claramente el afecto que Hikaru había dirigido a
todas las chicas; atesoraba sus promesas con ellas, y haría lo necesario para cumplirlas, se
tratase de Aoi, Yū o Shioriko.
Por lo tanto, sin duda, debía estar preocupado por aquella elegante y sonriente senpai.
−Supongo que no tengo elección.
Koremitsu refunfuñó en medio del vapor.
−Para empezar, no tengo actividades de club. Tengo mucho tiempo libre después de
clases.
El rostro de Hikaru se iluminó de inmediato.
−¡Gracias, Koremitsu! ¡Ahora que estarás con Tsuyako, me siento aliviado!
−¡No presumas de esa forma! ¡¿Acaso lo único que haces no es hablar sobre flores?!
Koremitsu se levantó de la bañera, y replicó ante las palabras de Hikaru, justo cuando la
puerta del baño se abrió de repente.
−Cielos, Onii-chan, ¿por cuánto tiempo piensas seguir bañándote? ¡La cena estuvo lista
hace mucho!
Una impaciente Shioriko inflaba las mejillas, mientras decía aquello.
−¡Woah! ¡No entres así como así!
Koremitsu retrocedió de prisa hacia la bañera.
−Humph, ya te he visto desnudo. Aún tengo aquella vergonzosa foto tuya en mi
teléfono.
−¡¿QUÉ?! ¡¿Aún no has borrado esa foto que tomaste cuando nos conocimos?! ¡Oye,
Shiiko! ¡Entrégame el teléfono y la tarjeta de memoria!
−No quiero. Deja de parlotear y date prisa, o se la mostraré a Lapis.
Que se la enseñase a Lapis no era problema. Sin embargo, el problema yacía en que una
niña de tercer grado tuviese semejante foto en su teléfono.
−¡Espera, Shiiko! ¡Maldición! ¡Después de todo, todas las mujeres son iguales! ¡Incluso
las mocosas!
Koremitsu salió a toda prisa de la bañera, cubierto con una toalla alrededor de su cintura,
y persiguió a Shioriko, sólo para ser atrapado por Koharu poco después.
−¡Koremitsu! ¡No corras en esas fachas! ¡Tenemos a una chica en casa!
Inclusó lo golpeó con un periódico enrollado.
¡¿Por qué me golpean sólo a mí…?! –Koremitsu apretó los dientes, furioso, y Hikaru no
hizo más que sonreír con elegancia, mientras observaba la situación desde arriba.
−Mmm… parece que tus habilidades para manejar a las chicas necesitan un poco más de
práctica.
♢
Al día siguiente, después de clases:
−Argh, ¡me retrasé por las labores de limpieza!
Koremitsu corría a toda prisa por el pasillo, mientras cargaba su bolso en el hombro.
−Y todo porque aquellos que debían trabajar contigo estaban asustados de ti, y salieron
huyendo. Sin embargo, terminaste el trabajo con mucha obediencia.
(¡Cállate, idiota!)
−Estás volviendo a hacer la “mirada a la luna”. ¿Por qué te interesa tanto el techo?
−N-No es nada. Había una mosca…
Murmuró Koremitsu con incomodidad, apartando la mirada de Hikaru.
−Estás perdiendo la concentración. ¿Qué tal si tomamos un descanso?
−Ah, claro.
−Espera un momento, prepararé un poco de té verde frío.
Koremitsu se arrodilló en el tatami, como un perro al que su amo le ordenaba esperar.
Tsuyako hirvió agua usando una tetera eléctrica, sacó un poco de hielo de la hielera,
preparó de prisa un poco de té verde frío, y lo vertió en una jarra de cristal. También sacó
un poco de Yōkan3 con nueces, cortado en finos trozos.
El té verde desprendía un aroma refrescante que humedeció la seca garganta de
Koremitsu. El Yōkan no era demasiado dulce, e incluso a Koremitsu, quien aborrecía la
comida dulce, le pareció deliciosa.
Hikaru seguía flotando ociosamente por el aire, y Tsuyako consumía su té con elegancia
frente a Koremitsu.
−Oh, sí, ¿cómo se hicieron amigos Hikaru y tú? ¿Hikaru te pidió prestado un libro,
Akagi-kun? –preguntó Tsuyako, luciendo evidentemente interesada.
−No, bueno, me preguntó si podía prestarle mi libro de Literatura Clásica, pero no había
lección de Literatura ese día.
3
Yokan es un postre de gelatina espesa hecha de pasta de alubias rojas, agar y azúcar.
−¿Eh? ¿Por qué no investigó las cosas de forma más minuciosa? Dado que esperaba
tanto ser tu amigo, debió haber investigado más a fondo. Supongo que estaba tan
emocionado por conocerte después de tanto tiempo, que lo olvidó.
Tanto Koremitsu como Hikaru se ruborizaron.
−Y entonces, ¿qué hizo Hikaru?
−Dijo que quería pedirme algo, y que quería venir a mi aula, pero nunca lo hizo. Me
estuvo acosando todo el día, incluso cuando estaba en el baño. No podía quitármelo de
encima.
−Koremitsu, puede que sea cierto, pero la forma en que lo cuentas me hace ver como un
acosador o algo por el estilo.
4
Dulce hecho de arroz glutinoso.
5
Chikuzenni es un plato hecho de pollo estofado y verduras.
(Así que esta es la clase de persona a la que le gusta sonreír…)
En cuanto pensó en ello, Koremitsu sintió comezón en su pecho. Hikaru siempre le
recriminaba el ser demasiado serio, y que debía salir con alguien a quien le gustase reír.
Incluso mencionó que le encontraría a una chica así.
Ciertamente, cualquier persona se animaría al estar junto a otra persona jovial. Y en ese
caso, no le importaría incluso si todos los demás guardasen distancias de él.
−Le dije a Hikaru: “Es duro ser el príncipe de todas”, pero él sonrió mientras se llenaba
la nariz de servilletas, y respondió: “Amo a todas las flores del mundo, eso es todo”.
Entonces, escribió los nombres de las chicas, la clase a la que pertenecían, y sus
características únicas en letreros, esforzándose al máximo para memorizarlo.
−Ahh~ ¡por favor, no recuerdes nada más, Tsuyako!
−¿Qué tal si vamos por helado después de clases, Hono? Hoy están a mitad de precio.
Entonces, lo golpeó con la bolsa que contenía su caja de almuerzo, y se dio la vuelta,
corriendo a toda prisa.
−¡Ho-Hono! ¡Espérame!
La representante de la clase observó a Honoka y Koremitsu con vacilación, antes de
correr tras ella.
Tsuyako abrió los ojos de par en par, sorprendida, y preguntó: “¿Eh? ¿Ella es tu novia?
Imposible. ¿De verdad tienes una?
Hikaru no pudo hacer más que murmurar con simpatía: “Shikibu-san… sí que eligió un
momento inoportuno”.
Durante la noche.
Honoka se sentía completamente deprimida, mientras se recostaba sobre su escritorio.
Incluso el teléfono, de color rojo púrpura, estaba hecho a un lado.
Intentó enviarle mensajes a Koremitsu un par de veces, para luego borrarlos, y volver a
escribirlos.
(No soy su novia, y me siento celosa de otras chicas, montando un alboroto en pleno
pasillo. Michiru y esa Matriarca de la Luna también estaban ahí. Incluso tiré mi caja del
almuerzo sobre Akagi, y escapé... Argh, ¡menuda idiota!)
Inclinó el rostro sobre la mesa, mientras sacudía sus extremidades.
En cuanto vio a la senpai, la Matriarca de la Luna, entrelazando su brazo –blanco como
la nieve− con el de Koremitsu, de forma encantadora, Honoka sintió que su cabeza ardía.
Sintió que perdía la compostura.
(Estaba entrelazando su brazo con aquella famosa Matriarca de la Luna; ¡por sí solo,
eso fue demasiado repentino!)
La Matriarca de la Luna, Tsuyako Udate, poseía un status de nobleza similar al de Aoi, y
era una persona famosa, quien había aparecido en una entrevista para una revista, donde la
presentaban como una brillante novata en el círculo de Danza Japonesa.
Poseía un sedoso cabello rojo, un rostro elegante, y un cuerpo atractivo. Su sola
presencia era suficiente para atraer las miradas de aquellos que le rodeaban.
Si se encuestase a 100 personas, al menos 99 de ellas dirían que era una belleza absoluta.
Existían todo tipo de “chicas lindas” entre las estudiantes normales de preparatoria,
como Honoka. Algunas de ellas eran un poco lindas, a algunas apenas podía llamársele
lindas, y algunas sólo se veían lindas tras maquillarse. Sin embargo, no era el caso para
Tsuyako: ella poseía un nivel de belleza certificado y propio de una superestrella.
(¿Qué hace semejante belleza con Akagi?)
Antes de que ocurriese esto, Honoka había estado preocupada sobre Koremitsu y Aoi, e
incluso había publicado un comentario en un foro de consultas amorosas:
“Me siento un poco atraída hacia un chico de mi clase, pero una princesa súper
linda le pidió que fuese su novio. ¿Qué hago?
De Hono Hono”.
Normalmente, Honoka publicaba sus dulces novelas telefónicas usando su avatar de
internet, la “Princesa Púrpura”, e incluso solucionaba los líos amorosos de algunas chicas.
−C-Claro, volvamos a preguntar en el foro.
De inmediato, se levantó, y presionó el teléfono con prisa, y mientras su corazón,
prácticamente, se aferraba a la más mínima oportunidad.
“Hay una chica súper hermosa que se comporta de forma muy íntima con un chico
que me gusta.
Cuando los vi caminando con los brazos entrelazados, no pude evitar reñirle por
ser un infiel… (p>□<q*)
¿Pensará que soy molesta? 。+( °´Д`°)+。
¿Qué hago con él en el futuro?
Por Hono Hono”.
Poco después de enviar el mensaje, el rostro de Honoka se tornó rojo.
(En serio… En serio…)
Continuó girando en su silla.
−¡¿QUÉ ESTOY HACIENDO?!
Y gritó:
−¡No se supone que me comporte como una niñita tan fastidiosa! ¡Se supone que soy la
experta en el amor, la Princesa Púrpura! ¡La hermana mayor, confiable y amigable! ¡¿Qué
le pasa a esa tal Hono Hono?!
−¡AAHHHHHHHHHHHHHHHH! ¡ESTO ES VERGONZOSO! ¡YA NO ME
ATREVO A MIRAR MI TELÉFONO!
(Eh, Akagi luce muy feroz, pero es muy ingenuo y no posee inmunidad alguna hacia las
chicas. ¡Caerá fácilmente en la trampa de seducción, sin duda…!)
−Oye.
Koremitsu, quien se suponía estaba sentado a su lado, estaba de pie junto a ella,
sorprendiéndola.
Colocó la caja de almuerzo, que ella le había arrojado el día anterior, sobre la mesa.
−Se te olvidó algo.
Sonaba y lucía muy disgustado.
Por supuesto, era natural que estuviese molesto.
−Ah, ¿l-lo recogiste por mí…?
(¡¿Por qué me estoy haciendo la tonta?! Al menos debería agradecerle, ¿no? No,
debería estarme disculpando por lo de ayer, en lugar de eso…)
−T-Te lo digo…
Sin embargo, las palabras de Honoka estaban llenas de rencor.
−Quiero advertirte, como compañera de clases. No tienes amigos, así que,
probablemente, nunca has escuchado los rumores. Te vi actuando de forma amistosa con
Tsuyako Udate.
Las cejas de Koremitsu se levantaron.
Sin embargo, Honoka no se detuvo.
Conteniendo el impulso de esconderse bajo la mesa, prosiguió:
−Es muy conocida en la escuela como la Matriarca de la Luna, pero circulan malos
rumores con respecto a ella, como que es buena manipulando a los hombres, y que se
deshace de ellos en cuanto se cansa…
Honoka sintió amargura en su boca.
Su garganta agonizaba, como si la estrangulasen.
(No, esto no era lo que quería decirle).
No quería decir cosas tan irritantes.
No quería que Koremitsu la viese en un estado tan tóxico.
−¿Te están engañando, Akagi?
Se esforzó en hacer salir la voz de su garganta.
En ese momento, Koremitsu la fulminó con la mirada, levantó la voz, y dijo:
−No digas algo sin pruebas. No eres esa clase de persona, ¿o sí?
Honoka sintió que su corazón se congelaba.
(¡Ahora Akagi me odia!)
Ella sabía que Koremitsu nunca la trataba como una chica, pero esperaba, al menos, ser
alguien en quien pudiese confiar y con quien pudiese hablar, una compañera de clases.
Sintió que las piernas le fallaban, y le invadió el impulso de llorar, furiosa ante este
cabeza hueca que no entendía sus sentimientos en lo más mínimo.
−P-Pero es culpa tuya… Habíamos acordado ir a la piscina… Yo lo hice primero…
(Así es, yo organicé una cita con Akagi antes de que Su Alteza Aoi lo hiciese. ¡Él lo
olvidó todo! Aunque Akagi sólo aceptó porque, de cierta forma, lo invité a la fuerza. Quizá
él no quiera ir en lo absoluto, pero yo lo he estado esperando con tantas ansias…)
−¿Qué estás murmurando? Si estás molesta, dilo y ya.
Koremitsu frunció el ceño.
Todas las emociones se acumularon en la garganta de Honoka, y lo atacó:
−¡¿OLVIDASTE QUE DIJE QUE ME GUSTABAS?!
En cuanto pronunció aquellas palabras, se quedó estupefacta.
¿Q-Qué estoy haciendo…?
Koremitsu tenía la boca abierta, sin habla.
Y además,
Los compañeros de clase, que se saludaban unos a otros, guardaron silencio. La buena
amiga de Honoka, la chica de anteojos y cabello trenzado, se cubría la boca con ambas
manos, atónita.
La clase quedó en completo silencio.
(¡WAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHH! ¡SOY UNA COMPLETA IDIOTA!)
Honoka estaba tan avergonzada que su rostro ardía.
−¡N-No es eso! ¡No quise decir “gustar”! ¡Para nada! ¡Quise decir “pulsar”! ¡No puedo
pulsar bien las teclas de mi teléfono!
(No me importaría si muero ahora mismo…)
Siempre había actuado como la “genial y confiable Shikibu-san”.
Pero la imagen que se había esforzado tanto en cultivar, se derrumbaba poco a poco.
En ese momento:
Una risilla pudo escucharse en las cercanías.
Tsuyako estaba de pie ante la puerta trasera.
Su rojo y brillante cabello caía sobre sus senos voluptuosos, y las puntas del mismo se
mecían con sutileza sobre su cintura.
Parecía una actriz, parada en medio de los focos, caminando con elegancia en dirección
a Koremitsu, mientras todos la observaban. Entrecerró los ojos de forma encantadora,
mientras decía:
−Gracias por defenderme, Akagi-kun.
−¿A qué te refieres?
Koremitsu frunció el ceño, probablemente sintiéndose incómodo ante la situación.
Tras presenciar esto, el corazón de Honoka se sintió aún más apenado.
Tsuyako sonrió, y dijo:
−He venido a invitarte. ¿Te gustaría venir a nuestra práctica del club durante el
almuerzo?
(¿Práctica del club? ¿Qué significa eso? ¿Acaso Akagi se unió al club de Danza
Japonesa? ¿Por la Matriarca de la Luna?)
Honoka observó a Tsuyako con atención, y le pareció increíblemente hermosa. Sus
pechos estaban fuera del alcance de Honoka.
(¡N-No estoy haciendo más que comportarme como una compañera de clases de mal
corazón!)
Se mordió los labios con ansiedad, preguntándose si debía encerrarse en el baño…
Entonces, Tsuyako se volvió en dirección a Honoka.
Mostró una sonrisa honesta, y le habló a Honoka, quien mostraba una mirada maliciosa.
−¿Te gustaría venir a visitarnos?
♢
(¿Este desarrollo no es demasiado extraño? ¿Cómo fue que las cosas terminaron así?)
−La próxima vez que Tsuyako baile, estaré entre el público, aplaudiendo más fuerte que
nadie más.
Los delgados cabellos, que caían sobre las pálidas mejillas, ondeaban con debilidad, y su
cuello y hombros descendieron con debilidad.
La hierba, que yacía junto al camino, ondeaba con tristeza, como si reflejase los
sentimientos de Hikaru.
La voz de Koremitsu también se tornó ronca.
−Sí…
−¿Qué hacemos?
(¡SÍ, CLARO!)
−¿Te estás burlando de mí o algo por el estilo?
−Para nada. Estoy diciendo la verdad.
−¡¿Eso no es peor?!
−¡Deja de gritarme al oído!
−¡¿Acaso no es culpa tuya?!
Mientras seguían discutiendo, Tsuyako intervino de repente:
−Oh ho, menuda relación la que tienen ahí.
Ambos se volvieron, y se percataron de que tanto Tsuyako como Michiru ya estaban
frente a ellos, observando.
Tsuyako se inclinó hacia adelante, dedicándoles una sonrisa burlona, como una hermana
mayor. Los ojos de Michiru se abrieron de par en par detrás de los anteojos, luciendo en
completo pánico.
−¡H-Ho-Ho-Ho-Ho-Hono! Akagi-kun y tú son…
−¡¿Qué estás diciendo, Michiru?! ¡Ya dije que no es así! ¡¿Cómo podría tener algo con
este delincuente?!
(¿Eh…? ¿Aoi?)
La pareja comenzó a caminar hacia la parada de autobús que estaba a tres paradas de
distancia de la que Aoi solía abordar.
Aoi caminaba despacio, y Koremitsu tuvo que ser cuidadoso para desacelerar el paso y
coincidir con el de ella.
Hikaru lucía tan aletargado como siempre, mientras les seguía, con los hombros caídos.
Lucía tan sombrío como un fantasma (aunque lo era), y ocasionalmente decía: “me
odian”. Era suficiente para perturbar incluso a Koremitsu.
−Erm, Asa-chan asistirá mañana a una reunión de administración de empresas, así que
no podrá asistir a la fiesta del jardín… Puedo hablar más allí.
−Oh, eso es grandioso. Sería problemático si Saiga estuviese allí.
−A decir verdad, Asa-chan no es una persona de mal corazón.
−¿En serio?
Koremitsu preguntó, escéptico.
−Le gusta coleccionar fotos de animales, y sueles ir a ver películas conmovedoras.
Cuando le pregunto, no me permite que la acompañe; supongo que se debe a que no quiere
que la vea llorando.
(¡¿Esa Asai Saiga, con su rostro inexpresivo, llorando como un bebé al ver una
película?!)
¡IMPOSIBLE! –Koremitsu replicó en silencio.
(Aunque sí que ayudó cuando Shiiko estaba en problemas, y Hikaru suele defenderla.
Quizá, si tenga sus virtudes).
Entonces, abordó el bus junto a Aoi, y la acompañó a casa.
Aoi se detuvo frente a su casa, sonriendo, mientras decía:
−Por favor, cuídame mañana.
Y Hikaru…
−Koremitsu, sí que tienes química con Aoi-san. ¿Les molesta mi presencia? ¿Debería
ascender más rápido al otro mundo?
♢
(¡¡¡AKAGI ES UN IDIOTA!!!)
El sol se ocultaba, y Honoka presionaba las teclas de su teléfono, furiosa, mientras
caminaba por la calle.
Honoka se apresuró a presionar las teclas, respondiendo las preguntas que inundaban su
tablón de mensajes.
(Así es, será difícil obtener a una chica inalcanzable. Resulta más sencillo llevarse bien
con una chica a la que es fácil acercarse, y que también gusta de ti).
En cuanto envió el mensaje, Honoka sintió que le dolía el pecho.
(Akagi no entiende nada…)
Se sintió tan impactada cuando vio a Aoi en el club de danza japonesa, que olvidó
respirar.
Aoi miraba dentro de la sala con inquietud, y la forma en que sonrió cuando lo encontró
fue muy adorable.
Era la prometida de Hikaru-sama, apodada como “Su Alteza”, y era una verdadera
princesa entre todos los nobles de la escuela. Poseía un aspecto puro y adorable, pero era
debido a su pureza que a otros les resultaba difícil acercársele.
Nunca esperó que Aoi mostrase una expresión tan aliviada y gentil.
(Cualquier chico caería rendido a los pies de una chica que los mira con tanta
confianza. Sin duda, Akagi también…)
Fue muy inesperado escucharla decir semejantes cosas sobre Tsuyako, pero pensándolo
bien, era razonable. Aoi había sido la prometida de Hikaru, y Tsuyako se declaraba, sin
vergüenza alguna, como la amante de Hikaru. Era natural que Aoi no se llevase bien con
ella.
Después de que Aoi saliese hecha una furia de la sala, Koremitsu se apresuró a
perseguirla, sin mirar a Honoka.
−…Después de todo, a Akagi sí le gusta Su Alteza Aoi… incluso tras haber sido
rechazado por ella… debió gustarle mucho…
Los pensamientos de Honoka se hacían más pesimistas, y se abofeteó ella misma.
−Suficiente. ¡Me estoy comportando de forma molesta otra vez! ¡No pienses en Akagi!
Tengo que dejar de pensar en él.
Se reprendió a sí misma al decir aquello, pero, de inmediato, pensó:
(Akagi y Su Alteza Aoi… ¿a dónde irán mañana?)
El dolor en su pecho aumentó.
En ese momento, su teléfono sonó.
−Argh, ¿ahora quién llama?
En cuanto vio quién llamaba, se sintió más furiosa.
−¿Qué?
El tono de Honoka no era agradable en lo más mínimo, pero a la persona que la
molestaba con su llamada no le importó.
−Ah, ¿habla Shikibu-san~? Soy Hiina Oumi, del club de noticias, y estoy aquí para
ayudar a las chicas en problemas~. Tengo información que Shikibu-san, quien está
perdidamente enamorada, querrá~.
En realidad, en cuanto Honoka escuchó aquellas rápidas burlas, tuvo intenciones de
colgar la llamada.
Pero antes de poder hacerlo, Hiina habló primero:
−¿Estás interesada en un trabajo a medio tiempo, Shikibu-san?
Capítulo 4: La doncella de pie entre las flores que caen.
−Oye, ¿estoy mal vestido o algo así? ¿Debí tomar prestado el haori6 del abuelo?
Aquella noche, durante la fiesta en el jardín.
Koremitsu encorvaba la espalda, mientras deambulaba por el jardín del conocido de Aoi,
luciendo evidentemente perdido.
−Un haori lo haría ver como una reunión formal; dado que eres un estudiante, con el
uniforme bastará. Además, el uniforme de la Academia Heian también es bonito –le animó
Hikaru.
Pero aunque Hikaru dijese eso, Koremitsu no veía más que adultos vestidos con trajes
costosos o kimonos; no veía a nadie más vestido con el uniforme escolar.
Este jardín de estilo inglés era amplio, tanto que era difícil pensar que era parte de la
casa de una persona. La iluminación era tan buena como si fuese mediodía, y habían unas
cuantas mesas con manteles blancos, con platos de pato rostizado y carne de res dispuestos
sobre bandejas de plata, con chefs profesionales para cortarlos.
Aoi había dicho que se trataba de una fiesta casual donde todos estaban de pie y comían,
así que Koremitsu imaginó que sería como una barbacoa junto al mar o al puesto de
comida, pero no era así.
Las meseras vestían camisas blancas, chalecos negros, y faldas apretadas, mientras iban
de aquí para allá con bandejas de plata encima, sirviendo copas de champaña.
(No pertenezco a este mundo. Quiero irme a casa~).
−Koremitsu, no entres en pánico. Tan solo actúa como siempre y levanta tus cejas,
muestra esa expresión rígida, y esa mirada de “te mataré si te atreves a menospreciarme”.
6
El Haori es una chaqueta tradicional japonesa que cae a la altura de la cadera o los muslos, de forma similar
a un kimono.
Koremitsu estaba tan preocupado que no podría soportar el tener que hacerse cargo de su
“hermana menor”.
−¿Dónde está Aoi?
Miró alrededor, y se dirigió, inconscientemente, a un lugar con menos gente.
−Akagi-kun.
Koremitsu desvió la mirada, y se percató de que Hikaru observaba los pies de Tsuyako,
con una mirada paralizada, horrorizada.
Koremitsu también se sintió impactado al ver las flores rojas esparcidas por los
alrededores, causando lástima. Había flores enteras y pétalos cortados, asemejándose a un
rastro de sangre cuando se mostraba bajo la tenue luz lunar.
Sintió que su cuello y hombros se endurecían, aumentando el peso sobre él, sintiendo un
escalofrío que le alcanzaba el corazón.
Su mirada, poco a poco, comenzó a subir desde los pies de Tsuyako hasta su cintura, y
de sus rodillas a su pecho. En ese momento, se percató de que los árboles Lagerstroemia
que crecían a espaldas de Tsuyako, habían perdido todas sus flores.
(¿Ella lo hizo? Las flores a sus pies son…)
Un nuevo escalofrío recorrió la columna de Koremitsu.
Tsuyako sí había dicho que había sido ella quien había cortado las flores en el jardín de
la escuela.
Y que lo había hecho en un momento de impulso, a causa de la soledad y ansiedad.
En ese momento, su tono era alegre y despreocupado, sonando como una broma.
¿Pero acaso lo que había dicho era cierto?
−No puedes marcharte.
Un par de manos heladas sujetaron el brazo de Koremitsu.
Sus ojos lucían sin vida, rodeados de niebla, como una luna sombría. Koremitsu
observaba la escena, sintiendo miedo.
Sus ojos tenían el mismo aspecto borroso cuando detuvo a Koremitsu en la sala del club.
–A este paso, puede que termine destruyendo las flores que Hikaru tanto atesora.
Bajó la cabeza, con el cabello rojo esparcido sobre su rostro, sus labios temblaban
mientras abrazaba sus hombros.
¿Acaso aquello no había sido sólo un acto?
Koremitsu frunció el ceño, con el corazón acelerado. Hikaru observaba, respirando con
dificultad, mientras la luz de la luna brillaba sobre su espalda.
Tsuyako ocultó su rostro en el cuello de Koremitsu. La fragancia del kimono desprendía
una esencia atrayente, y las sombras llovían sobre las flores esparcidas. El viento soplaba
las nubes, las cuales, poco a poco, cubrieron la luz de la luna.
Su cuerpo temblaba, sus ojos se ensanchaban ligeramente, exhibiendo una demencia
frenética, evidentemente aterrada de aquel paisaje.
−No… si la araña cubre la luna… aquella mujer aparecerá…
♢
(¿Dónde está Akagi?)
Honoka, vestida con atuendo de mesera, servía las copas de champaña de la bandeja.
Hiina, vestida con atuendo similar, mostraba una sonrisa apasionada, mientras hacía lo
mismo.
♢
(¿Por qué Akagi-kun no contesta?)
Marcaba mediante el teléfono, pero simplemente era dirigida al buzón de voz.
Como resultado, se sentía más ansiosa de lo normal.
Generalmente, cada vez que tenían una fiesta, Asai estaba a su lado. Hoy día, Aoi había
elegido invitar a Koremitsu, pues Asai no podía asistir.
Sin embargo, no encontraba a Koremitsu por ningún lado.
El día anterior, en el camino casa, Aoi le había pedido a Koremitsu: “Si no logro
encontrarte, te llamaré. Por favor, asegúrate de que tu teléfono tenga suficiente batería”. Y
su interlocutor no pudo hacer más que responder de forma tímida: “Entendido”.
(Pero creo que está por aquí cerca. Si no, me hubiese contactado. ¿Ocurriría algo?)
El cabello rojo de Koremitsu debería ser extremadamente llamativo entre la multitud.
Sentía muchas ganas de encontrarlo lo más pronto posible, o se sentiría extremadamente
inquieta.
Se quedó con su teléfono, y volvió a caminar, buscando a Koremitsu. Sus tíos se
acercaron a ella con sonrisas en el rostro.
−¿Oh? ¿Estás sola, Aoi? Hoy será el día en el que nos presentes a tu novio. Lo espero
con ansias.
−Yo también quiero saber. ¿Dónde está? Te las arreglaste para mantener su identidad
oculta de Asai. Bueno, eso también lo entendemos. Si es un hombre que está a tu altura, los
apoyaré de todo corazón.
Aoi se sentía contrariada.
Incluso desde su infancia, todos han sido amables con ella, y la han mimado. Sin
embargo, si no encontraba a Koremitsu, sería incapaz de presentárselos. Y si tuviese que
explicarles el problema, se preocuparían, preguntándose si la relación de Aoi con su novio
era exitosa. Como resultado, sus tíos tendrían una mala imagen de Koremitsu. Al final,
podrían opinar: “Después de todo, Aoi debería estar con la persona que yo decida”.
(¿Qué hago?)
Aoi no sabía cómo tratar con ellos en semejante situación, pues era Asai quien se
encargaba de todo desde el principio.
Sin embargo, Asai no estaba presente, y, ciertamente, no sería de ayuda, pues su
desprecio hacia Koremitsu era evidente.
−Erm… él… llegará un poco… tarde…
Aoi explicó con una voz que se hacía cada vez más suave, y sus tutores, quienes la
rodeaban, fruncieron el ceño de inmediato.
−¿Está retrasado? No puede ser. Es inadmisible que te haga esperar, Aoi.
−No puedo aprobar a un hombre que deja sola a Aoi. Opino que, al menos, deberías
conocer al hombre del que te hablé acerca de cortejarte, Aoi.
−Bueno, de ser así, el sobrino de mi esposa es un buen muchacho.
−No, no, hay un hombre entre mis subordinados que sería el indicado para ella.
Continuaron hablándole a Aoi con tonos amables, y la chica se sintió casi derrotada ante
tales palabras y sonrisas tan gentiles.
Sintió que sus piernas se debilitaban, y sus manas sudaban.
No sabía qué respuesta aceptable podría darles.
(Pero si esto sigue así, terminaré en un noviazgo arreglado).
En tal caso, Aoi esperaba que el tema terminase tratándose acerca de comprometerse, a
pesar de que ya había expresado su desaprobación al respecto.
(No quiero eso. Aún me gusta Hikaru. No quiero que nadie tome el lugar que Hikaru
ocupó un día).
No debería ser algo que pudiese ser tomado tan a la ligera.
Aún podía recordar su brillante sonrisa, al igual que su voz rica y dulce. Nunca podría
olvidar el último obsequio de Hikaru.
Las hermosas estrellas que caían mientras brillaban.
Hikaru había dicho: “Amo a Aoi-san desde el fondo de mi corazón”.
Y Aoi amaba a Hikaru por haber expresado sus verdaderos sentimientos hacia ella.
Y si –sólo si− existiese alguien que pudiese remplazarlo, tendría que ser el amigo de
Hikaru, quien se esforzó al máximo en entregar los obsequios de Hikaru. Aquel amigo de
Hikaru, de aspecto salvaje, quien era amable en el corazón−…
−Y-Yo no…
No quiero un compromiso arreglado. Justo cuando Aoi hacía acopio de toda su valentía
e intentaba pronunciar aquellas palabras:
Hikaru murmuró, con los ojos abiertos de par en par, mientras se quedaba sin habla.
(¡En cualquier caso, tengo que decirle algo a Aoi! ¡Sin lugar a dudas, está
malinterpretando mi relación con senpai!)
Aoi se mantenía inmóvil, sus amplios ojos llenos de lágrimas mostraban una cantidad
infinita de angustia, una escena que rompería el corazón de cualquiera. Koremitsu también
entendía bien lo mucho que la había lastimado. Sentía que le rasgaban la carne.
¡Debo resolver este malentendido lo más pronto posible!
Koremitsu abrió la boca, queriendo decir algo.
En ese momento, Tsuyako posó sus manos sobre las mejillas de Koremitsu.
Durante la práctica de danza, siempre que lo tocaba, sus manos eran cálidas. Sin
embargo, en esta ocasión, las manos que sostenían su rostro eran heladas.
−¡Tsuyako! –exclamó Hikaru.
(Están frías).
Justo cando Koremitsu pensaba en ello, aquel frío presionó sus labios.
Los labios de Tsuyako cubrían los de Koremitsu.
Justo frente a Aoi−…
El lunes siguiente.
Shungo Tōjō, de tercer año, trajo su almuerzo hasta el aula de Koremitsu, durante el
descanso.
−Vamos afuera. Sabes el motivo.
Observando su ceño fruncido y su expresión severa, resultaba obvio que no buscaba a
Koremitsu sólo para almorzar.
Transcurría aquella época de la temporada donde el calor comienza a sentirse de verdad,
pero los arbustos del jardín escolar estaban tan frescos como siempre. Dos hombres estaban
sentados sobre las rocas que rodeaban las tablillas de piedra, comiendo de sus cajas de
almuerzo. Hikaru también estaba sentado sobre una de las rocas, observando a la pareja con
nervios.
Tōjō habló:
−¿Por qué Aoi no me pidió ayuda? Pedirte que actuases como su novio fue un grave
error, y al final terminó recibiendo ayuda de ese tonto amo Kazuaki. Argh, ¿por qué tuve
que estar en una reunión académica mientras Aoi tomaba decisiones a espaldas de Asai?
Tōjō acercó la caja del almuerzo a sus labios, cuyo contenido, delicadamente preparado,
era rico en color y balanceado en nutrientes. Tomó la comida habilidosamente con los
palillos, mientras murmuraba con arrepentimiento.
Y entonces, fulminó con la mirada a Koremitsu, y arremetió contra él:
−Fuiste demasiado descuidado, Akagi. Dado que aceptaste actuar como su novio, ¿cómo
pudiste permitirte ir por allí tonteando con Tsuyako? ¿Acaso no sabes lo que ocurrió con
Hikaru?
(¿Cómo demonios sabe tanto? Es como si lo hubiese presenciado él mismo).
Koremitsu reflexionó, y respondió:
−…Lo sé.
Respondió con frialdad, y el ceño fruncido de Tōjō se pronunció aún más en cuanto lo
escuchó.
−Debiste imaginar lo impactada que se sentiría Aoi, ¿me equivoco? Aquel prometido
suyo solía hacer estupideces con otras mujeres, y, tras su muerte, finalmente se las había
arreglado para estabilizarse. Y ahora, una de las amantes de esa escoria de prometido está
intentando seducir a la persona por la que Aoi tiene sentimie… no, sería más apropiado
decir que se trata acerca de confiar en esa persona, en lugar de tener sentimientos por ella,
no ocurre nada más… en cualquier caso, Aoi ha perdido la confianza en los hombres a
causa de ese prometido casanova e idiota. Y ahora, la persona en la que, milagrosamente,
logró confiar, anda por allí haciendo tonterías con la amante de su tonto prometido, y,
casualmente, resultó que Aoi presenció toda la escena.
Ante la despiadada paliza verbal de Tōjō, Hikaru se llevó las manos al pecho,
angustiado.
−Shungo-san siempre ha tenido una pésima opinión sobre mí. Si mal no recuerdo, se ha
comportado de forma distante conmigo desde que éramos pequeños, aunque, a decir
verdad, nunca he esperado agradarle…
Hikaru entrecerró los ojos, dedicándole a Tōjō el tono y expresión más rudos que había
mostrado nunca, dejando atónito a Koremitsu.
Tōjō, incapaz de escuchar las palabras de Hikaru, prosiguió, mientras fruncía el ceño:
−Supongo que este incidente fue planeado para frustrar a Aoi. Tsuyako siempre ha sido
así.
−¡No entiendes a Tsuyako en lo absoluto! ¡Sin duda, ella no es la clase de persona que
molestaría a los demás de esa forma!
−Incluso si ignorase lo que ocurrió con Aoi, te recomendaría que no te acerques mucho a
Tsuyako. Todas las mujeres Udate son como una bomba de tiempo; incluso si intenta
seducirte, no debes enamorarte de ella. Es descendiente de una araña que destruye a los
hombres.
−Aquellos hombres fueron los que se rindieron ante los encantos de Tsuyako. ¡No es
culpa de Tsuyako! Además, ¿acaso todo el asunto acerca de ser descendiente de una araña
no es más que un mito antiguo y obsoleto de hace mil años?
Hikaru siguió liberando ola tras ola de protestas vehementes.
(¡Por favor, dejen de discutir a mí alrededor!)
−Debes ser cuidadoso al elegir a la chica con la que saldrás, ¿o acaso eres un idiota que
acepta a cualquiera, como Hikaru?
−¿Y ahora qué sucede? ¿No estás siendo demasiado exigente, a pesar de que sigues
siendo virgen, Shungo-san?
(¡Cálmate, Hikaru! ¡No reveles la información privada de los demás así como así! ¡Eso
no tiene nada que ver con ser virgen o no!)
Koremitsu suplicó en su corazón, pero, por supuesto, Hikaru no podía escucharlo.
Incluso si Koremitsu quisiese sujetar a Hikaru por el hombro y detenerlo, su brazo no haría
más que atravesarlo.
Del lado derecho, se encontraba Tōjō, quien insistía en que se alejase de Tsuyako, y en
la izquierda se encontraba Hikaru, gritando: “¡Sin lugar a dudas, Tsuyako tiene un motivo
para hacer eso! ¡No es para hacer infeliz a Aoi-san! ¡Tsuyako es como las Pendula Roseas,
orgullosa y majestuosa!”
(¡Ah, vamos!)
Koremitsu apretó los dientes, y exclamó:
−¡No me importa lo que digas sobre Hikaru o sobre mí, pero deja de culpar a senpai!
Las cejas de Tōjō se retorcieron un poco.
−Me culpo a mí mismo por ser tan descuidado y permitir que semejante cosa ocurriese
frente a Aoi, y me siento muy arrepentido por ello. Sin embargo, tal como dijo Hikaru,
senpai no es la clase de mujer que haría cosas tan fastidiosas de forma deliberada.
Tōjō frunció el entrecejo aún más, con una ruda mirada. Sin embargo, Koremitsu
también le fulminó con la mirada, y concluyó:
−Le preguntaré a senpai por qué hizo tal cosa, y no volveré a permitir que suceda.
¿Basta con eso, Hikaru?
−Al menos di algo para defenderme, ¿sí?
−No tuve alternativa. No parabas de parlotear a mi lado. Además… ella sigue siendo mi
senpai.
Koremitsu creía que Tsuyako no era la clase de mujer que besaría a alguien sólo para
molestar a Aoi; sentía lo mismo que Hikaru.
Le preocupaba Aoi, pero primero tenía que resolver la situación concerniente a Tsuyako.
−¿Y bien? ¿Qué es lo que pasa con la araña?
−Lo siento. No estoy seguro.
−¿Eh?
Koremitsu le devolvió la mirada.
¿Acaso no discutiste con Tōjō porque se trataba de un mito de hace 1000 años o algo
por el estilo?
Hikaru curvó los labios con disgusto:
−En la casa principal de los Udate, existe un templo para venerar a la araña. Se decía
que, durante el Período Heian, una mujer fallecida de los Udate se convirtió en araña, pero,
en aquel entonces, era un tabú revelarlo abiertamente. Sin embargo, hasta donde sé, los
Udate odian a la araña. Siento que Tsuyako, en cuanto a la araña… parece temerle, en lugar
de despreciarla. Comienza a temblar, con el rostro pálido, cuando una simple araña
diminuta pasa a su lado.
Tsuyako había murmurado aquello, angustiada, mientras sus ojos mostraban una
expresión brumosa, similar a la de la luna.
En aquel entonces, parecía que Tsuyako era una persona completamente distinta…
−Maldición. Hora de regresar a clase. Hablaremos luego sobre esto.
Koremitsu se marchó con ansiedad, y en ese momento…
Encontró a Honoka frente a los bambúes altos y verdes.
−Ack, Shikibu−…
Honoka hizo un pequeño puchero, con los ojos llenos de firmeza y debilidad, mientras le
devolvía la mirada.
(Maldición, ¿cuándo llegó? ¿Me escuchó hablando con Hikaru? En ese caso, ¿pensará
que soy un sujeto peligroso que habla solo?)
Koremitsu entró en pánico, y Honoka dijo algo que lo impactó aún más:
−Estuve ahí, el sábado en la noche.
−¿Ahí…?
−En la fiesta del jardín.
−!
−Trabajando como mesera a medio tiempo.
La mente de Koremitsu quedó en blanco.
Hikaru también abrió los ojos de par en par, sorprendido.
Honoka siguió haciendo pucheros, mientras murmuraba con tono seco y monótono:
−Tsuyako-senpai y tú…
−¡Oye!
−Se abrazaron.
−¡Espera!
−Y se besaron.
−~~~~~~~~~~!!
Honoka levantó las cejas con rudeza.
(¡Ahora viene lo de siempre!)
Por instinto, Koremitsu acumuló fuerza en su pecho.
Pero sin importar cuánto esperó, la patada asesina nunca llegó.
En lugar de ello, lo que llegó fue un débil puño que tocaba su pecho, sin fuerza alguna.
−…Idiota.
Una voz completamente desprovista de vida resonó en sus oídos.
Y otro puño tocó su pecho…
−Idiota, idiota… idiota.
Por cada “idiota” que decía Honoka, un débil puño golpeaba a Koremitsu. Honoka
estaba cabizbaja, y el cabello rubio claro cubría su rostro, cubriendo su expresión, mientras
lo seguía golpeando.
Los toques de puño eran más débiles que cuando Shioriko lo golpeó en el pecho. Sin
embargo, Koremitsu sentía que los impactos le golpeaban directo al corazón.
Los hombros de Honoka temblaban.
Koremitsu, vacilante, sujetó la delgada muñeca, y ella levantó la cabeza.
−!
Koremitsu, prácticamente, dejó de respirar en cuanto vio su rostro lleno de lágrimas.
Aquellos ojos vivaces estaban llenos con agua clara, dejando marcas en sus mejillas con
forma de las lágrimas.
Honoka siguió apretando los dientes, observando fijamente a Koremitsu, furiosa.
Movió los labios, queriendo decir algo. Sin embargo, parecía incapaz de proferir un solo
sonido, mientras se ahogaba y sollozaba un par de veces. Cada vez que aquello ocurría,
bajaba las cejas, con los ojos llenos de lágrimas. Al final, se sacudió de encima la mano de
Koremitsu, al parecer siendo incapaz de soportar más la situación, y volvió a decir:
−Idiota.
Y se marchó corriendo.
Koremitsu abrió los ojos de par en par, observando cómo las esbeltas piernas y espalda
se alejaban gradualmente.
Exhaló ligeramente.
Realizó una inhalación corta, y volvió a exhalar.
Pero, al final, su respiración no regresó a la normalidad.
Su corazón latía como loco.
−E-Eso me impactó.
Koremitsu seguía con los ojos abiertos de par en par, mientras murmuraba desde lo más
profundo de su corazón.
¡Estaba muy, muy, muy impactado por ello!
(Realmente mostró semejante expresión).
Koremitsu era un verdadero inepto en cuanto a tratar con mujeres que lloraban.
Cuando estaba en primaria, su madre le abandonó y huyó de casa, sollozando y diciendo
“Lo siento”, una y otra vez.
Cada vez que veía a una mujer llorando, Koremitsu sentía que su pecho se oprimía,
sofocándole.
Pero cuando vio el rostro sollozante de Honoka, a causa del impacto, su corazón latió
con locura antes de que pudiese sentir angustia.
−Hikaru, dijiste que las mujeres…
Koremitsu estaba a punto de hablar, pero, poco después, se detuvo.
−¿Koremitsu?
−…No es nada.
La campana, que indicaba el final de la hora de almuerzo, sonó en medio del viento
veraniego, que resultaba refrescantemente caliente. Koremitsu se apresuró hacia su aula de
clases.
(Así que las mujeres… pueden mostrar expresiones completamente distintas a las
anteriores).
♢
Durante todo el quinto período, Honoka no miró ni una vez a Koremitsu. Se mantenía
cabizbaja, mientras sostenía su teléfono con fuerza por debajo de la mesa. Aun así, cada vez
que Koremitsu se movía con nerviosismo o tiraba un poco de su silla, sus hombros se
estremecían un poco.
Koremitsu también estaba al tanto de las reacciones de Honoka, causando que su espalda
y cuello se endureciesen.
(Si logro resolver el problema de senpai, le preguntaré a Shikibu si quiere ir a la
piscina).
Es posible que sea rechazado… pero, al menos, tengo que preguntarle.
(Pero primero necesito saber por qué senpai hizo eso. Necesito estar seguro).
Koremitsu pretendía dirigirse a la azotea y planear sus acciones junto a Hikaru, y se
dirigió hacia la salida del aula. En ese momento:
Hiina Oumi, del club de noticias, llegó corriendo, mientras sus grandes pechos
rebotaban.
−¡Su Alteza Aoi está herida! ¡La enviaron a la enfermería!
−¿Qué has dicho?
♢
Para cuando Koremitsu y Hikaru llegaron a la enfermería, a toda prisa, Aoi ya no estaba
por ninguna parte.
−Oiga, ¿qué le pasó a Aoi?
−¿Dónde está Aoi-san?
−¿Conoces a ese sujeto? Recuerdo que también mencionaste su nombre en la fiesta del
jardín. ¿Quién es? ¿Por qué vino a buscar a Aoi?
Hikaru respondió con una expresión brumosa y vacía.
−Es mi hermano mayor. Es el hijo de la verdadera esposa de mi padre, y yo soy el hijo
de la amante.
−¡Claro!
Sonó la campana que indicaba el inicio del sexto período, pero Tsuyako seguía
avanzando hacia el patio, en lugar de dirigirse al aula.
Con el abrasador sol veraniego sobre él, el cabello rojo crujía secamente.
−¡Espera, senpai!
(Maldición, está ocurriendo lo mismo de la fiesta en el jardín. ¿Qué te sucede, senpai?)
Koremitsu recordaba claramente la anormal frialdad de las manos de Tsuyako cuando
atrajo su rostro hacia ella, y la frialdad de los labios que se acercaron a él. Ambos causaron
un escalofrío en su espalda.
Justo como bajo aquella atrayente luna brumosa, el cabello rojo de Tsuyako ondeaba
bajo el abrasador calor veraniego, mientras su expresión sombría miraba a Koremitsu.
(No me digas que quien colocó el fragmento de cerámica en los zapatos de Aoi…)
Hikaru lo había repetido una y otra vez, que Tsuyako no era esa clase de persona.
Koremitsu también lo creía.
Pero si se tratase de esta Tsuyako−…
−Si no estás cerca, aquella mujer me atrapará.
Había campanillas de trompeta china color naranja, adelfas rojas y delgadas, e hibiscos
blancos con tintes rojos en el medio.
Las flores que Hikaru había elogiado con exuberancia, habían sido desgarradas de
manera que causaba lástima, y sus restos estaban esparcidos entre la tierra y el césped.
Algunos flores estaban aplastadas, otras pisoteadas en la tierra, y estaban esparcidas por
todos lados.
Aún había flores en las copas de los árboles, pero en la parte inferior no quedaban más
que ramas. Las verdes vides de la trompeta china se mecían al viento en un estado arrasado,
como un columpio destrozado.
Prácticamente, era una escena de restos de flores caídas.
La pelirroja Tsuyako se encontraba en medio de tales restos, dándole la espalda al grupo
de Koremitsu.
Su cabello despeinado resultaba atrayentemente hermoso. Su recta espalda mostraba
dignidad incomparable. Sin embargo, sus puños, apretados con fuerza, temblaban, y tras
percatarse de ello, Koremitsu la llamó con vacilación:
−Senpai…
Tsuyako se volvió, exhibiendo una mirada relativamente normal, una chica indefensa
con poca vitalidad. Tras observar aquello, Koremitsu se relajó un poco, y preguntó con
torpeza:
Y entonces, Hikaru apuntó con su dedo índice al poco impresionante cabello corto de
Tsuyako, diciendo con inocencia:
−Tu cabello es de un rojo hermoso. Sin lugar a dudas, si lo dejas crecer, se parecerá a
las Pendula Roseas rojas. Lo espero con ansias.
Hikaru entrecerró los ojos de manera embriagada, como si adorase un objeto exquisito.
Nunca nadie había mirado a Tsuyako con aquella expresión.
Nadie había alagado el cabello color óxido por el que tenía un complejo de inferioridad,
ni le habían dicho que se parecían a las Pendula Roseas.
−¿Cómo puedes estar tan calmado? Acabas de hacer algo increíble. ¿No tienes miedo?
−No. Soy alguien que será perdonado sin importar lo que haga.
Unos días después de que Tsuyako dijese aquellas ominosas palabras en el jardín,
asuntos triviales comenzaron a ocurrirle a Aoi, uno tras otro.
De camino a la escuela, su falda plisada fue rasgada por una pequeña cuchilla;
aparecieron malvarrosas arrancadas sobre su escritorio y alacena. Perdió sus libros, estuche
de lápices, uniforme de gimnasia, y la paleta y pinceles que dejaba en la sala del club.
Cada vez que aquello ocurría:
−¡Esto es malo, Akagi-kun!
Hiina, del club de noticias, venía a notificarle.
Esta mañana, Hiina estaba frente a la mesa de Koremitsu, posando su redondo rostro
sobre la mesa, mientras parloteaba:
−¿Quién podría ser el culpable? Al parecer, Su Alteza Aoi era víctima de tales actos tan
fastidiosos cuando era la prometida de Hikaru-sama, pero es primera vez que el culpable
actúa de forma tan abierta. Aunque la Matriarca Asa se está volviendo aterradora. Si
atrapan al culpable, estoy segura de que lo enrollará dentro de un rollo de Sushi sumaki y lo
deportará en barco a las heladas tierras de Siberia.
Incluso fingió temblar un poco, y entonces exhibió una sonrisa infantil.
−Busquemos al culpable juntos, Akagi-kun. Si lo haces, puede que Su Alteza Aoi
mejore su opinión sobre ti. Puede que incluso la Matriarca Asa apruebe tu relación con ella.
−Para mí… no importa. En primer lugar, no estábamos saliendo.
Honoka estaba sentada en su asiento, jugando con su teléfono. Se estaba esforzando en
evitar mirar a Koremitsu a los ojos, y el propio Koremitsu no encontraba oportunidad de
hablar con ella. Uno de estos días, quería tener una charla apropiada con ella, pero, ahora
mismo, no tenía tiempo.
−De acuerdo a la información que recolecté, parece que alguien vio a una chica de
cabello negro y largo alrededor de la hora en la que ocurrieron los eventos. Busquemos a
esta mujer.
−De acuerdo, por ahora, apresúrate en regresar a tu aula.
−Ah, ¿a dónde vas, Akagi-kun?
−Al baño.
−En ese caso, te acompañaré.
−¡No me sigas!
Logró deshacerse de Hiina, entró al cubículo del baño, y se sentó con una mirada amarga
en el rostro.
−Parece que Oumi-san ya sospecha de alguien, y se acercó a ti como mera formalidad.
Supongo que incluso Asa-chan lo sabe ya, pero no puede armar un escándalo a causa del
estatus de esa persona, y debe sentirse muy ansiosa al respecto.
La voz de Tsuyako apareció en su mente, junto a una fragancia atrayente, y sintió peso
en su corazón, en su pecho, como si estuviese lleno de piedras.
(¿Realmente es posible que una mujer se convierta en otra completamente distinta?)
Sin embargo, Tsuyako estaba evidentemente asustada de la sombra de Rokujō, y se
sentía contrariada por ella.
−Mm, en cualquier caso, no hay dudas de que está relacionado con senpai.
Koremitsu apretó los dientes.
¿Cómo podrían detener la locura de Rokujō? Ni siquiera Aoi sería capaz de soportar las
cosas que le sucedían todos los días.
Hikaru se sumergió en profundas cavilaciones, con expresión seria, y no tardó en hablar:
−Primero, tenemos que alejar a Tsuyako de Aoi-san. En cuanto eso suceda, Aoi-san
estará a salvo, y Tsuyako podrá calmarse. En cualquier caso, Tsuyako necesita un cambio
de humor.
♢
−¿Akagi-kun?
Tras percatarse de la presencia de Koremitsu en el aula de segundo año, antes de la
reunión matutina de tutoría, Tsuyako exhibió una expresión escéptica.
−Acompáñame por un rato, senpai.
−¿Acompañarte? La tutoría está a punto de comenzar, ¿sabías? ¡Eh! Akagi-kun−...
Koremitsu, sin piedad alguna, tomó a Tsuyako por la mano y se marchó del aula, así
como así.
“¡El rey de los delincuentes acaba de secuestrar a la Matriarca de la Luna!”, “Después
de todo, ¿esos dos sí que están teniendo una aventura?” –Koremitsu podía escuchar tales
voces a su espalda.
Tsuyako entornó los ojos, impactada, mientras Koremitsu la guiaba tomándola de la
mano. En aquel entonces, había sido Tsuyako quien había arrastrado a Koremitsu alrededor
de la escuela, en una cita. Pero la situación se había sido revertida.
Ambos se cambiaron los zapatos en los casilleros, atravesaron las puertas de la escuela,
y procedieron a caminar a través de los pasos peatonales.
−Akagi-kun, si vuelves a hacer algo así, surgirán nuevos rumores. Será mejor que no te
involucres conmigo. Ya te dije que no debes asistir a las actividades del club.
−Te escuché, pero no estoy de acuerdo. Después de todo, eres mi senpai.
Koremitsu sujetó a Tsuyako por la mano, mientras le hablaba con firmeza. Tsuyako
lucía sorprendida, y sus hombros temblaban.
−Pero…
−Senpai, sigues contrariada por el asunto de Rokujō, ¿no? Tan solo disfruta y libera tu
frustración, te sentirás mejor. Hikaru lo dijo antes, ¿me equivoco?
En cuanto Koremitsu mencionó el nombre de Hikaru, los ojos de Tsuyako se
humedecieron, con toda clase de sentimientos girando en su interior.
−Así que, por hoy, intentemos una ruta que recomendó Hikaru.
(Te dejaré guiarnos, Hikaru).
Koremitsu lanzó una mirada furtiva en dirección diagonal y hacia arriba, y Hikaru le
dedicó una sonrisa confiada en respuesta.
−Primero, dirijámonos a los jardines tropicales. A Tsuyako le gustan los árboles de
bayán y bananas.
−¡Primero, vamos a los jardines tropicales! ¡Los árboles de bayán y bananas esperan por
nosotros!
♢
Tomaron el tren, y llegaron al jardín, que se encontraba junto al mar.
Atravesaron las puertas principales, maravillándose, mientras paseaban, de las ramas
suaves e inclinadas, los árboles sureños con hojas parecidas a la cresta de un gallo y las
cannas amarillas. Atravesaron los bosques tenuemente iluminados, y había un coliseo con
forma de tazón rodeado por grandes árboles de cerezo. Incluso había un gato tomando una
siesta en el banco; el lugar era muy sereno. Si avanzaban un poco más, llegarían al gran
domo similar a una jaula de pájaros.
En medio de ellos, lo que les daba la bienvenida era la deslumbrante luz del sol, que
brillaba a través de la ventana, y el sonido de las olas y caídas de agua, producidas por la
cascada artificial, que resonaban por el lugar. Al igual que las exuberantes copas verdes de
los árboles de coco y helecho, los hibiscos rojos, las flores que estaban reunidas como aves
carmesí, y el aire húmedo.
−El nombre español de la Heliconia Rostrata sería “Garra de langosta colgante”. Mira,
si observas esta flor carmesí, luce como los camarones que sirven junto al arroz del sushi,
¿no?
7
El nombre en japonés del Qilin, un ser mitológico con cuerpo de león, piel de pez y cuernos de ciervo
En ese momento, Hikaru habló con calidez:
−Oye, Tsuyako, cuando aún salíamos, una vez te dije: “Si mi prometida no fuese Aoi-
san, sino tú, ¿qué habría pasado”. Los hijos de los Mikado deben casarse con mujeres Udate
o Saotome. El hijo legítimo se casa con Tsuyako, de los Udate, y yo me casaré con Aoi-san,
de los Saotome. Por otro lado, podría ocurrir lo contrario.
(¿En serio? En ese caso, existía la posibilidad de que senpai hubiese sido la prometida
de Hikaru).
Hikaru observó a Tsuyako con claridad.
Y Tsuyako bajó la vista, frente al árbol de Pendula Roseas.
−En aquel entonces, Tsuyako sonrió y respondió: “En ese caso, no estaría bailando ahora
mismo, no sería capaz de conocer un amor tan intenso, y no sería capaz de amarte. No
necesito una cita distinta a esta…”
−...Rokujō.
Koremitsu también contuvo el aliento, mientras escuchaba con atención.
−Rokujō… quiere que yo…
De pronto, Tsuyako hizo un gesto de dolor.
−!
−¡¿Qué sucede, senpai?!
Tsuyako observó la rama del árbol de Pendula Rosea con rostro pálido. Un hilo colgaba
de la misma, y, en la punta, se balanceaba una araña, tan minúscula que había que
concentrarse para verla.
Los ojos de Tsuyako perdieron todo rastro de vida, y volvieron a tornarse brumosos.
−No… no. No… l-lo siento, me siento un poco… N-Necesito ir al baño. Por favor, ve a
casa, Akagi-kun.
−Oye, senpai.
Tsuyako se marchó a toda prisa, sin esperar la respuesta de Koremitsu.
−Maldición.
Koremitsu fulminó a la araña con la mirada, y salió tras Tsuyako.
Sin embargo, en cuanto llegó al baño ubicado fuera de la estructura con forma de domo,
no encontró a Tsuyako, sin importar cuánto esperó.
−¿No está en el baño?
Sacó su teléfono, y marcó el número de Tsuyako.
−Ugh, me envió al buzón de voz.
Sin importar cuántas veces lo intentó, el resulto fue el mismo.
−Tengo un mal presentimiento, Koremitsu. Echemos un vistazo en la escuela.
Para cuando Koremitsu llegó, ya el sol se había ocultado, pero el campus de la escuela
seguía iluminado.
En cuanto entró, Koremitsu comprobó el casillero de zapatos de Tsuyako. Sólo había un
par de zapatos de uso interior, pero no de uso exterior.
−¿No vino…?
Hikaru se detuvo a su lado, suspirando.
Sin importar cuántas veces Koremitsu intentase llamar, no recibía respuesta. Si tan solo
hubiese regresado a casa a salvo…
Por precaución, Koremitsu decidió revisar el aula. Así, intentó buscar la entrada en el
pasillo, y justo cuando comenzaba a moverse:
−¡Mira eso, Koremitsu! –Hikaru exclamó de forma rígida.
−Maldición.
Koremitsu se sentó en el suelo, y gruñó, mientras miraba hacia el cielo.
¿Aquella mujer era Rokujō?
(Su silueta… luce bastante alta para una mujer. Probablemente, sea de la misma altura
de senpai… supongo. Pero su cabello es completamente distinto. La mujer tiene cabello
negro, pero senpai… sí que odiaba su cabello antes de conocer a Hikaru; se sentía infeliz
al respecto, llegando a quejarse por no tener cabello negro).
Esta persona lucía similar a Tsuyako, pero, a la vez, parecía una persona completamente
distinta.
(¡Ugh, no lo sé!)
En ese momento, sonó el teléfono en su bolso.
¡Era Tsuyako!
−¡Senpai!
Koremitsu habló con rudeza, y Hikaru también acercó su rostro, con aspecto tenso.
Se pudo escuchar una voz ronca.
−…Akagi-kun, déjame sola.
Las siluetas de Tsuyako y la chica de cabello negro –que había arrancado las flores− se
solaparon, causando que Koremitsu sintiese un escalofrío en la espalda.
Con voz ruda y temblorosa, Tsuyako prosiguió:
−Es por tu bien… no hay manera de detener a Rokujō. La mancha nunca podrá ser
eliminada. Se sigue adhiriendo a mí, sin importar cuánto intente lavarla. No puedo eliminar
el olor… aquel hedor nauseabundo…
−Senpai, ¿dónde estás ahora?
Cayó el silencio, junto al sonido de agua en el fondo.
−…No vuelvas a llamarme senpai.
Murmuró ella, con un tono completamente aletargado, y colgó el teléfono.
Junto a Koremitsu, Hikaru lucía como si su corazón hubiera sido desgarrado.
♢
−Tiene que ser una broma. ¿De qué otra forma se supone que me dirija a ella?
A la mañana siguiente.
Con las cejas levantadas, Koremitsu transitaba el camino de tierra en dirección a la
escuela.
−¡Si la tengo en frente, la llamaré senpai cien veces!
A su lado, Hikaru hablaba con calma:
−Tsuyako no quiere que te involucres, Koremitsu.
Justo cuando los ojos de Hikaru estaban a punto de hundirse en el abismo de los
pensamientos…
Sonó el teléfono de Koremitsu, que estaba en su bolso.
¿Sería Tsuyako?
Sacó el teléfono para confirmar, y entonces, sus labios se curvaron con disgusto.
(Un mensaje anónimo… ¿un anuncio de un sitio porno o algo así?)
Estaba a punto de eliminarlo, pero se detuvo en cuanto leyó el título.
Las mujeres que estuvieron con Hikaru-sama. Segundo acto: “Tsuyako Udate”.
−¡Akagi!
Corriendo hacia él, a una velocidad alarmante, se acercaba Honoka, quien veía hacia
arriba en dirección a él.
−¡Es grandioso que estés en la escuela, Akagi! ¡Ven conmigo!
Honoka jadeaba, mientras tomaba a Koremitsu por el codo, y lo arrastró junto a ella.
Hikaru abrió los ojos de par en par, y Koremitsu también lucía ansioso.
−¡O-Oye, Shikibu! ¿De qué se trata todo esto?
Aunque Honoka no había querido mirarlo durante los últimos días.
(¿Ya no está molesta conmigo? ¿Acaso no dijo algo como “ya no me importa este
sujeto”? ¿No pensaba que era una causa perdida?)
Honoka levantó los labios, y dijo:
−El retrato de Hikaru-sama que Su Alteza Aoi había dibujado, desapareció de la sala de
arte.
−¡¿Qué?!
Koremitsu también sabía que Aoi había estado dibujando un retrato de Hikaru desde
aquella cita de cumpleaños en el parque temático.
Le había confesado a Koremitsu, avergonzada, que no era buena para dibujar perfiles
humanos, pues no tenía mucha experiencia, así que se sentía muy ansiosa al respecto. Sin
embargo, se lo mostraría en cuanto lo terminase.
¿Y ahora el retrato estaba desaparecido?
(No me digas que ayer…)
El estómago de Koremitsu se retorció en cuanto recordó a la Rokujō que arrancó las
flores.
Hikaru también mostró un aspecto serio.
Honoka siguió arrastrando a Koremitsu, diciendo:
−Dicen que fue esta mañana cuando descubrieron la desaparición de la pintura, y todos
se están preguntando si fue robada. Incluso la Matriarca Asa arremetió contra Tsuyako-
senpai, interrogándola con respecto a si había robado la pintura.
−¿Hablas en serio?
¿Asai Saiga realmente fue a buscar a senpai?
−¡Esto es malo, Koremitsu! Si Asa-chan está haciendo algo así, significa que su
paciencia llegó al límite. Los Udate tienen lazos profundos con los Mikado, así que Asa-
chan no quería armar un escándalo. ¡Pero si está buscando a Tsuyako de inmediato…!
−Oh, de acuerdo.
Incluso Hikaru, su primo y amigo de la infancia, veía a Asai como semejante personaje.
Involuntariamente, Koremitsu comenzó a sudar, mientras aceleraba el paso.
Honoka soltó la mano de Koremitsu, y ambos bajaron las escaleras de prisa, dando pasos
largos.
−La Matriarca Asa luce aterradora con esa aura asesina que la rodea. ¡Tsuyako-senpai
podría ser asesinada si no nos damos prisa!
Honoka era lo suficientemente valiente como para no aterrarse ante el aspecto salvaje de
Koremitsu cuando se conocieron, pero, ahora mismo, temblaba de miedo.
Koremitsu sabía que no debería pensar en tales cosas, pero tras percatarse de lo peligrosa
que lucía Asai, en muchos sentidos, sintió simpatía hacia ella, involuntariamente.
El propio Koremitsu siempre había sido víctima de tales rumores, como haberle
propinado una paliza casi mortal a una docena −o más− de rufianes de otras escuelas, o que
el presidente del club de boxeo de cierta escuela desapareció sin dejar rastro tras mirar a
Koremitsu, o cómo se enfrentó a un miembro de los yakuza con una daga, e hizo que su
oponente pidiese perdón.
Ambos corrían por el pasillo, y llegaron a una sala con el letrero que rezaba “Club de
Danza Japonesa”.
Desde dentro, podía escucharse la voz de Asai.
−Qué mujer tan desvergonzada.
(¡Ack!)
La fría y aguda voz era tan fuerte que podría haber cortado por la mitad el corazón de su
interlocutor.
−Es un alivio que una persona como tú no esté casada con un Mikado. Los Mikado no
necesitan lidiar con una ladrona, una sucia prostituta, y una persona imperfecta.
En cuanto Koremitsu abrió la puerta, encontró que Asai y Tsuyako –quien estaba vestida
con un kimono de mangas largas−, se fulminaban con la mirada la una a la otra.
La mirada de Asai era tan fría como el invierno siberiano, pero lo más inquietante era
que Tsuyako no se contenía. Le devolvía a Asai una mirada feroz con todas las de la ley,
haciendo que cualquiera se cuestionase si era la misma persona que había llamado el día
anterior con voz tan débil.
−¿Prostituta? Me sorprende que conozcas tan bien términos tan sucios, Asai-san. ¿Es
porque los escribiste en los libros que tanto te gustan? ¿Acaso no te estás comportando
como una también, irrumpiendo aquí sin saludar y armando un escándalo?
−¿Tienes derecho a decir tales cosas? Has hecho cosas molestas desde pequeña, como
arrancar todos los tulipanes del jardín de Aoi, o colocar el cadáver de una rata en el alféizar
de la ventana de la habitación de Aoi. ¿De verdad odias tanto a Aoi?
−¿Y qué hay de ti, Asai-san? Te encanta aparecer cuando le ocurre algo a Aoi-san, pero
siempre has sido muy negligente para protegerla. ¿O es que, mientras más confundida estás,
menos eres capaz de proteger a Aoi-san? Además, ¿dónde están las pruebas de que yo lo
hice?
−Sigues siendo igual, fingiendo no saber nada, culpando a los demás, actuando
despreocupadamente incluso cuando tienes una aventura con el prometido de alguien más.
−¿Supongo que eso ocurrió porque la persona siendo engañada no tenía suficiente
encanto?
−¿Dónde está el retrato de Hikaru?
−No lo sé. ¿Dónde estará?
Prácticamente, las dos chicas tenían espadas desenfundadas, mientras una sensación
helada invadía la sala. Vergonzosamente para Koremitsu, él seguía de pie en la puerta,
incapaz de entrar.
(Una discusión entre mujeres… es aterradora. Siento comezón en la espalda a causa del
miedo).
Honoka fulminó con la mirada a Koremitsu, como si le preguntase por qué no había
entrado aún.
Pero Koremitsu sentía que si entraba, sería perseguido por la avalancha que parecía
inundar el aire.
Al igual que Koremitsu, Hikaru espiaba la sala desde la puerta, con preocupación.
Por cierto, era primera vez que escuchaba acerca de Tsuyako haciéndole bromas a Aoi…
no, parecía que Aoi había mencionado algo parecido antes.
(Cierto, Aoi mencionó algo así, aunque se detuvo a mitad del relato. ¿Hikaru lo sabe?)
Koremitsu miró por el rabillo del ojo hacia un lado, y se percató de que su amigo
observaba la contienda verbal, con aspecto vacilante.
(Cielos… si eres el príncipe del harén, al menos deberías saber cómo solucionar una
disputa entre chicas, ¿no? ¿Qué sucederá si ocurre una guerra en tu harén?)
Justo cuando Koremitsu estaba a punto de bajar los hombros…
De pronto, Tsuyako bajó el tono.
El tono feroz que había utilizado antes, ahora se había convertido en uno calmado y
serio.
−Oye, Asai-san, ¿no crees que la premisa detrás de todo este asunto está mal? El retrato
de Hikaru desapareció, ¿pero por qué estás tú aquí, en lugar de Aoi-san? ¿Acaso el retrato
no es suyo? ¿De Aoi-san, la prometida de Hikaru?
−…Aoi no ha llegado a la escuela. No tiene intenciones de decirte que el retrato
desapareció.
Asai respondió con disgusto, dedicándole una mirada que parecía decir: “¿por qué tengo
que responder esa pregunta?”
Entonces, Tsuyako preguntó con expresión madura:
−Todo este tiempo, has estado protegiendo a Aoi-san, Asai-san. Pero, en el fondo, ¿qué
es lo que piensas en realidad?
−¿A qué te refieres?
Los ojos de Asai revelaron una mirada furiosa y aguda.
−Asai-san, cuando proteges a Aoi-san, no lo haces por su bien, sino por el tuyo, ¿me
equivoco? Dado que eres tan inteligente, deberías ser capaz de comprender los sentimientos
que albergas respecto a ella, ¿no? Para seguir protegiéndola, evitando que salga lastimada,
evitando que sea mancillada, tú…
El rostro de Asai pareció haberse congelado.
En lo más profundo de sus ojos, pareció percibirse angustia, pena y ansiedad.
−No, Tsuyako. ¡No digas tales cosas!
−Asai-san.
♢
−Yo… estaba molesta con Tsuyako-senpai.
Era la hora de descanso.
Koremitsu y Honoka estaban frente a la cerca que rodeaba la azotea, y Hikaru flotaba
con suavidad detrás de Koremitsu.
Honoka miraba la cerca, mientras seguía murmurando:
8
En contraste al término “senpai”, un “kohai” es aquel que posee menos experiencia o jerarquía dentro de un
ámbito social, laboral o académico.
−Te hizo semejante cosa… Sé que, en realidad, no tengo derecho a estar molesta, pero
aun así, no lograba sentirme bien al pensar en ello… no podía evitar pensar que ya no
podría hablarle con normalidad. Ni siquiera podría asistir a las actividades del club…
Una brisa refrescante sopló, y Honoka, con torpeza, se llevó el cabello que descansaba
sobre sus mejillas a la parte trasera de sus orejas.
−Pero, después de clases… estaba un poco preocupada, así que me escabullí para echar
un vistazo a la sala del club. Tsuyako-senpai había estado practicando sola… y dejó caer el
abanico unas cuantas veces al piso.
−…¿El abanico?
−Unas cuantas veces… y lo dejaba caer tras levantarlo… lucía triste mientras lo recogía,
pero volvía a dejarlo caer en cuanto volvía a bailar. Luce extremadamente pálida, y sus
labios estaban sangrando a causa de lo fuerte que se los había mordido… está sufriendo
mucho.
A través de la amargura en el tono de Honoka, Koremitsu se imaginó la escena de
Tsuyako dejando caer el abanico unas cuantas veces, y sintió que su pecho se oprimía.
A su lado, Hikaru también debió sentirse deprimido.
−…Desde entonces, me he estado escabullendo para mirar, y esta mañana también…
Honoka vaciló, y se sumergió en una profunda reflexión.
−…
Bajó la cabeza, miró a lo largo de la cerca, y volvió a hablar:
−¿Le hizo algo a Su Alteza Aoi?
−No lo sé.
Quizá Tsuyako había hecho algo irritante en contra de Aoi tras convertirse en Rokujō.
Sin embargo, Tsuyako no lo negaba, y a causa de ello, podía estarse sintiendo temerosa e
indignada ante la otra persona que habitaba dentro de su cuerpo, siendo incapaz de bailar a
causa de la conmoción emocional.
¿Pero realmente se trataba de eso?
¿La encarnación de la araña Rokujō realmente existía dentro de senpai?
¿La mujer de cabello negro, que había visto el día anterior, era ella?
Koremitsu sintió un dolor palpitante en su cabeza, y sus sienes se endurecieron.
Honoka levantó la cabeza y miró a Koremitsu. Sus ojos parpadeaban con tristeza, y
habló con voz ronca:
−Creo que… entiendo los motivos de Tsuyako-senpai para hacer esto… si estuviese en
su situación, aún sabiendo que soy la tercera en la relación, seguiría sintiendo celos de la
otra persona… a decir verdad, ya lo hago.
El tono aterrado de Honoka impresionó el interior de Koremitsu.
En el interior de Honoka, existía el sentimiento de querer invocar a Rokujō...
¿Todas las mujeres albergaban sentimientos tan conflictivos y complicados en su
interior? Koremitsu no tenía la más mínima idea.
El secreto que Honoka reveló, dejó a Koremitsu un tanto impactado.
(Sin duda, las mujeres no son los seres débiles y gentiles que aparentan).
Incluso Honoka, quien era despreocupada y de voluntad fuerte, podía albergar
sentimientos de querer lastimar a los demás a causa de celos.
Aquella idea giraba dentro del corazón de Koremitsu.
Honoka mostraba una expresión muy trágica, mientras murmuraba con suavidad:
−…Pero… ¿por qué ahora? Hikaru-sama ya está muerto… incluso si sigue sintiendo
celos de Su Alteza Aoi, es inútil. ¿O acaso… hizo todas esas cosas porque… se siente sola
a causa de su ausencia?
¿Por qué ahora?
Koremitsu también reflexionó acerca de las palabras que Honoka acababa de decir.
(Sí, ¿por qué “ahora”?)
¿Por qué Rokujō aparecería ahora, a pesar de que Hikaru estaba muerto?
−No sé… qué hacer… tengo miedo, estoy preocupada… no puedo dormir durante la
noche… A este paso, puede que termine destruyendo las flores que Hikaru tanto atesora.
Koremitsu recordó las palabras que Tsuyako había dicho cuando lo invitó a unirse al
club de danza japonesa.
Llegado a este punto, sabía que lo que decía no había sido falso, sino que había
provenido de lo más profundo de su corazón.
¿De qué se trataba, exactamente, la “ansiedad” de Tsuyako?
El hecho crucial que causaba la aparición de Rokujō.
Siempre y cuando lo descubriese.
Siempre y cuando lo eliminase.
El dolor que palpitaba en su mente se intensificó. Koremitsu sentía que, justo como él,
Hikaru también debía sentirse ansioso.
−Erm, Akagi…
De pronto, Honoka levantó la voz.
Siguió mirando a Koremitsu con una mirada apremiante.
−En cuanto a Tsuyako-senpai, por ahora, me esforzaré en consolarla. No asumas toda la
carga tú solo.
(Ah, ¿en serio…?)
Honoka había dicho tales palabras con preocupación tras percatarse de que Koremitsu
fruncía el ceño y apretaba los dientes.
Fue un poco forzado, pero aun así le mostró una sonrisa a Koremitsu.
Aquella sonrisa, forzada con toda su voluntad, causó que el corazón de Koremitsu se
tensase.
Sintió que Honoka era una buena mujer, pues se esforzaba por él, por voluntad propia, a
pesar de que ella misma se sentía en conflicto. Hikaru sí que la había elogiado diciendo que
era un Heliotropo púrpura que florecía en dirección al sol, de voluntad fuerte y lleno de
amor; claramente, tenía razón.
−Se supone que estás molesta conmigo, y ahora me estás ayudando. Gracias, Shikibu.
Koremitsu miró fijamente a los ojos de Honoka mientras decía aquello.
De ser posible, él también quería mostrar una sonrisa alegre, sin embargo, cada vez que
levantaba los labios, su rostro se tensaba, y mostraba un aspecto salvaje y amenazante.
Honoka se estremeció en cuanto vio semejante rostro…
Y entonces, su expresión se relajó un poco.
−Bien.
−De acuerdo.
−Sentía celos de la chica que era amada por su prometido, y mimada por todos a su
alrededor.
Había murmurado aquellas palabras con aspecto sombrío. “Si tan solo tuviese cabello
negro…”
¿Acaso no se refería a Aoi?
Las cejas de Hikaru se estremecieron un poco.
−Aquello ocurrió antes de que Tsuyako me conociese, cuando se comportaba como un
cuerpo marchito en las fuertes ramas del árbol; antes de que floreciese, antes de que
crecieran siquiera los capullos.
La expresión de Hikaru era vacía, pero, aun así, su tono estaba lleno de firmeza, casi
cercano a la fe.
(Hm… bueno, Hikaru conoce a senpai desde mucho antes que yo…)
Tsuyako le había dicho a Hikaru que no quería intercambiar vidas con Aoi, que no
quería saber de Hikaru a través de ninguna otra forma. Al decir aquello, se comportó como
una mujer firme y majestuosa.
Nunca expresó arrepentimiento en su voz.
Y nunca se compararía con alguien más.
(¿Pero qué hay de “ahora”?)
Los ojos optimistas y honestos estaban cubiertos de niebla, tornándose tan tenues como
la luna brumosa.
¿Había regresado a ser como antes a causa de la muerte de Hikaru?
Para ventilar la tristeza y soledad que no podían tolerar, los humanos ejercían emociones
más fuertes sobre ellos, justo como Aoi arremetió verbalmente contra la foto funeraria de
Hikaru en el funeral del mismo, para mantener su equilibrio emocional…
¿Tsuyako intentaba reemplazar el vacío en su corazón al odiar a Aoi?
Koremitsu reflexionó en silencio, frustrado, y Hikaru murmuró, como si suplicase:
−Sería grandioso si Tsuyako pudiese regresar a la normalidad y comenzar a bailar una
vez más.
Koremitsu murmuró:
−En ese caso… después de morir, deberías ser un poco menos tonto.
Hikaru levantó la cabeza, y sonrió.
Él, quien era incapaz de llorar, sonreía de esa manera cuando se sentía triste. Koremitsu
también entendía que aquella sonrisa mostraba la voluntad y resistencia con la que había
estado soportando el sufrimiento.
Llegado a este punto, Hikaru se sentía frustrado, pero, a la vez, angustiado en su interior.
Aun así, quería sonreír todo lo que pudiese.
−En ese caso, debo ser un poco más listo.
−¿A qué viene eso? ¿Es una broma? Eso sonó patético, viniendo de ti.
Ambos discutieron mientras regresaban al aula.
♢
Durante el siguiente descanso, un visitante inesperado se acercó.
−Acompáñame, Akagi.
Shungo Tōjō llamó a Koremitsu con el ceño fruncido, y lo arrastró a un aula vacía.
Koremitsu había asumido que su interlocutor le reñiría por el asunto de Tsuyako, pero,
inesperadamente, Tōjō le entregó dos tickets, con el ceño fruncido:
−Tómalos.
Normalmente, Tōjō se dirigía de forma cortés a Koremitsu, pero esta vez estaba siendo
rudo. Dejando eso de lado, Koremitsu miró los objetos en la mano de Tōjō, y frunció el
ceño.
Había dos tickets de entrada a una galería de arte.
−Hay una exhibición de arte renacentista el próximo sábado.
−¿Me estás invitando a salir? ¿Tampoco tienes amigos?
La venas se salieron de las sienes de Tōjō.
−¿Quién dijo que iría contigo? ¿Cuál es el punto en que dos hombres vayan juntos a una
exhibición de arte?
−…¿No es así?
−Invita a Aoi a salir.
Tōjō resopló, con aspecto irritado, y cualquiera podía percatarse de que no deseaba decir
aquellas palabras.
−¿Aoi-san?
A su lado, Hikaru había estado diciendo algo como: “Opino que sería refrescante que
dos hombres vayan juntos a una exhibición de arte”, y, esta vez, murmuró sorprendido.
Koremitsu también abrió los ojos de par en par.
−¿Aoi, dices?
¿Acaso no dijo que no me acercase a Aoi nunca más?
El ceño fruncido se intensificó, mientras arrugas de frustración aparecieron en la frente
de Tōjō.
−…Desde aquella noche, cuando tuviste aquella aventura con Tsuyako en la fiesta del
jardín, Kazuaki, el hermano mayor de Hikaru, ha estado buscando a Aoi. Escuché que ha
estado sirviéndole de chofer a todos lados, porque estaba preocupado. Bueno, mientras Asai
esté cerca, no creo que ocurra ningún incidente grave, y no creo que el tonto e incompetente
Kazuaki tenga las agallas para provocar algo. Sin embargo, sería un grave problema si el
hijo de la esposa legal de los Mikado estuviese con Aoi, la hija de los Saotome.
(¿Problema?)
−El compromiso entre Kazuaki y Tsuyako se ha disuelto, y como todos saben, el
prometido de Aoi, Hikaru, cayó al río durante una noche lluviosa, muriendo de forma tonta.
−…Tonta, dice… Shungo-san sí que me detesta.
−Es cierto.
Será mejor que se los devuelva a Tōjō… justo cuando Koremitsu se planteaba aquello:
−Eh, ¿y tú eres…?
−Sentía celos de la chica que era amada por su prometido, y mimada por todos a su
alrededor.
También había mencionado aquello.
9
Término que hace referencia a la “personificación de la mujer japonesa ideal”:
Uno de los compañeros de Aoi había visto a una estudiante de cabello largo y negro.
Aquel cabello negro arrancaba las adelfas rojas del jardín…
De inmediato, Hikaru se volvió hacia Koremitsu, abriendo los ojos de par en par.
−Senpai sigue celosa de Aoi, pero no está celosa de Aoi y tú, sino de que Aoi esté con el
delgaducho cuatro ojos: tu hermano mayor, Kazuaki.
−Erm… en otras palabras, a Tsuyako le gusta Kazuaki-san… ¿eh?
−Eso es lo que llaman el “corazón complicado de una mujer”. Ella espera que Kazuaki,
quien no se fija en ella, lo haga, e intentó fingir que estaba con otro hombre. ¡Es el mismo
motivo por el que me besó frente a Aoi!
−El corazón de una mujer… ¿tú diciendo algo así?
−Esto demuestra que mi habilidad para tratar con mujeres ha incrementado, gracias a tu
compañía 24/7.
−Koremitsu, ¿estás seguro de que no comiste algo en mal estado? ¿Alguna clase de
hongo que creció en tu casa, o una amapola roja? ¡Es muy extraño que hables de forma tan
apasionada sobre chicas!
−Entiendo que no quieras admitirlo. Eres conocido como el príncipe del harén, y crees
ser amado por todas las mujeres del mundo, ¡pero en realidad estabas siendo usado!
−¿E-En serio?
Murmuró ella, con tono travieso e infantil, mientras corría hacia Asai y compañía.
(¡Oumi…!)
−¡Ah!
Koremitsu observó a Hiina, sorprendido. Hiina comenzó a gritar mientras corría hacia el
grupo de Asai.
−¡Hay problemas, Matriarca Asa! ¡Un delincuente de otra escuela se infiltró para luchar
contra Akagi-kun por el título del mayor delincuente!
(¡Oye!)
Las uñas de Koremitsu se clavaban en el muro del rincón. De no hacerlo, hubiese saltado
de su escondite para protestar.
−Incluso está girando unos nunchackus de aquí para allá, gritando: “¡¿Dónde está
Akagi?!”. Se ve peligroso.
Asai frunció el ceño, con expresión fría.
−…Aoi, adelántate.
Sin embargo, dijo eso, y se marchó con Hiina.
−¡Rápido! ¡Matriarca Asa! ¡Por aquí!
Hiina y Asai se marcharon poco a poco.
Aoi, con preocupación, miró hacia donde Asai se había marchado. Apretaba los libros
con fuerza hacia su pecho; evidentemente, también quería ir, pues movió sus esbeltas
piernas un par de veces. Sin embargo, bajó la cabeza, incapaz de avanzar más allá.
−Aoi.
−!
Koremitsu se acercó a Aoi por la espalda y le habló. De inmediato, Aoi se sorprendió, y
lo miró con ojos abiertos de par en par. Lucía atónita, mientras guardaba silencio.
−¿Estás saliendo con Kazuaki? ¿Te gusta? ¡Es importante! ¡Dime la verdad!
Koremitsu siguió observando a Aoi con firmeza, diciendo lo que quería decir sin
siquiera saludar. No tenía tiempo; no sabía cuándo regresaría Asai.
−N-No estamos saliendo. Tampoco tengo tales sentimientos.
Mientras respondía, Aoi estaba abrumada ante la presión de Koremitsu, y sus ojos
divagaban.
Koremitsu bajó los hombros, y dejó escapar un largo suspiro.
−Genial.
De inmediato, el rostro de Aoi se enjoreció; incluso las puntas de los dedos, que
sostenían el libro, estaban rojas. Abrió los ojos de par en par, sorprendida, mirando de
frente a Koremitsu, sin vacilar.
−Dame una oportunidad. Es terrible que me odies. ¡Lamento lo que he hecho los últimos
días! Por favor, déjame disculparme por lo que ocurrió aquella vez.
Koremitsu entregó el ticket que Tōjō le había dado.
Ya que lo había sujetado con fuerza, el ticket estaba completamente arrugado; apenas
logró aplanarlo después de mucho esfuerzo.
−Este sábado hay una exhibición de arte renacentista. Vayamos juntos.
Aoi miró el ticket, con el rostro completamente rojo. Era como una repetición de la
escena en la que le entregó el ticket al parque temático para celebrar su cumpleaños…
Probablemente, Aoi también recordó lo mismo. Sus ojos parecían flaquear, mientras
observaba el ticket.
Con tono contrariado, Koremitsu dijo:
−Lo siento, no hay tiempo. Dime que irás, antes de que Asai regrese.
Aoi murmuró, y movió los labios ligeramente:
−Tengo algo que hacer… para el sábado…
Justo cuando Koremitsu estaba asumiendo que Aoi no podría asistir…
Los dedos, ahora teñidos de rosa, sujetaron el ticket.
−No, iré.
Respondió de prisa, y colocó el ticket frente al libro, como si lo atesorase. Bajó la
cabeza, y de forma avergonzada, mostró una sonrisa en sus labios.
−Me encanta el arte renacentista.
−¿En serio? Lo sabía.
A decir verdad, era Tōjō quien había elegido los tickets. Sin embargo, estaba bien que a
Aoi le hubiese gustado.
Aoi sonreía con felicidad, y también vergüenza.
Tras haber decidido la hora y lugar de encuentro, Koremitsu se marchó, escapando poco
antes de que Asai regresara.
−¿Aoi? ¿Por qué sigues aquí? Te dije que te adelantaras. Tu rostro está rojo. ¿Tienes
fiebre?
−Tal… vez.
−En ese caso, ve a la enfermería.
Koremitsu incluso se las arregló para escuchar aquella conversación.
(Phew… eso fue peligroso).
Koremitsu apoyó su espalda contra el muro, dejando escapar un suspiro de alivio. Tras
haber observado toda la escena desde arriba, Hikaru dejó escapar un suspiro contrariado,
mientras murmuraba:
−Sí que creo que tiene talento… pero es aterrador que el mismo Koremitsu no se percate
de ello. Sólo puedo rogar que su talento no florezca aún más.
Koremitsu no sabía de qué se preocupaba tanto Hikaru, pero aun así se dirigió a toda
prisa hacia el club de danza japonesa.
Al parecer, Honoka y Michiru habían regresado al aula de clases, y Tsuyako era la única
que quedaba allí. Estaba sentada en medio de los tatamis, mirando hacia el vacío, con
aspecto angustiado y herido. Sus labios se movieron a la vez:
(¿Mm? ¿Qué está diciendo?)
Podían escucharse mantras tales como: “Ondea, dispersa”.
−Ryōjin Hishō.
(¿Eh?)
Hikaru murmuró, y Koremitsu se volvió de lado hacia él, para encontrarlo observando a
Tsuyako de forma preocupada.
−Es una antología de canciones de finales del período Heian…
(Ya veo. Así que senpai está recitando una canción, ¿eh? Qué elegante).
−¡Senpai!
Koremitsu la llamó. De inmediato, los hombros de Tsuyako se estremecieron, y su
mirada se dirigió a Koremitsu.
Entonces, Koremitsu caminó con torpeza hacia Tsuyako, y dijo:
−¡Ya arreglé las cosas con Aoi!
−¿Eh?
Tsuyako abrió un poco la boca.
−Además, en cuanto a ese tal Kazuaki, quien acompañaba a Aoi aquel día, ¡parece que
no tiene nada que ver con Aoi! Si estabas preocupada por ello, ¿por qué mejor no llamas a
Kazuaki? En ese caso, puede que tengas oportunidad de hablarle.
Tsuyako lucía estupefacta. Volvió a sentarse sobre los tatamis, observando a Koremitsu
sin pestañear.
Para Koremitsu, aquella expresión parecía la de alguien impactado al haber sido
descubierto.
−¡Sé honesta con tus sentimientos, senpai! Si has acumulado algo en tu corazón, déjalo
salir. Si te resulta difícil invitarlo a salir, yo lo haré en tu lugar.
Koremitsu posó sus manos y rodillas sobre los tatamis, y levantó los ojos a la misma
altura de Tsuyako, declarando aquello con claridad, mientras se acercaba a ella.
Con una expresión conflictiva en el rostro, Hikaru parecía haberse dado por vencido,
probablemente porque había asumido que sería inútil decirle algo a Koremitsu.
La boca de Tsuyako seguía abierta de par en par, y sus ojos estaban fijos en Koremitsu.
−¿Mm? Senpai, ¿estás despierta?
Koremitsu preguntó con inquietud. De pronto, Tsuyako entrelazó los brazos alrededor
del cuello de Koremitsu, y lo abrazó.
−¡¿Woah?!
−…No, ¿por qué… dices cosas así…?
El cuerpo de Koremitsu retrocedió, y una voz ronca y sollozante alcanzó sus oídos.
Aquel cuerpo, de definida masa y cálida ternura, temblaba ligeramente.
(¿E-Está llorando?)
El corazón de Koremitsu se encogió, y su cabeza se enfrió al instante.
No se le daba bien el tratar con las lágrimas de las mujeres, y se sentía incómodo al
respecto; sus pensamientos se detuvieron, sin saber cómo manejar la situación.
−Se-senpai…
−Tú… vaya que eres directo… Te dije que ya no me llamases senpai…
Volvió a escucharse una voz ronca. Sintió un aliento húmedo que merodeaba en su
pecho, y una fragancia dulce y agria causaba comezón en sus fosas nasales.
−¿Por… por qué no me hiciste caso? Si te comportas así… yo…
(S-S-S-S-S-Sigue llorando).
Koremitsu tenía las manos en alto, como si celebrase, pero no sabía dónde colocarlas.
No sabía si abrazarla con fuerza, seguir así, o apartarla de forma caballerosa y mantener la
distancia de ella.
(H-Hikaru, ayúdame).
No escuchaba ninguna voz detrás de él.
Giró el cuello, y se percató de que Hikaru observaba a Tsuyako con un rostro
completamente trágico. Las manos de Hikaru estaban bajas, y su espalda estaba recta,
mientras se paraba de forma erguida; sus ojos profundos estaban vacíos, tan llenos de
tristeza… y melancolía.
−…
Justo cuando Koremitsu comenzaba a sentir angustia en su corazón, a causa de esa
expresión…
Tsuyako apartó sus brazos de Koremitsu.
−¿Y ahora qué hago? Me gustas mucho, Akagi-kun.
−Gustar−…
Koremitsu no podía decir nada. Luciendo lista para reír o romper en llanto, Tsuyako le
dijo:
−Realmente desearía haberte conocido de forma distinta.
(Dijo que quisiera haberme conocido de forma distinta… ¿a qué se refiere?)
Con los ojos llenos de lágrimas, Tsuyako le dedicó una sonrisa débil:
−Sí… supongo que… podría ser bueno escuchar tu consejo. En ese caso, invitaré a
Kazuaki-san al recital. Sin embargo, puede que su madre me maldiga a muerte.
Habló de forma bromista, y se levantó.
−Siento mucho haberte preocupado. Al parecer, les he causado muchos problemas tanto
a ti, como a Shikibu-san, Akagi-kun.
Era difícil decir qué clase de transformación tomaba forma en su corazón.
O quizá, a causa de las palabras de Koremitsu, ocurría algo con la frase que había dicho:
“realmente desearía haberte conocido de forma distinta”.
Sin embargo:
−Ahora todo está bien –dijo, con voz solemne.
♢
Transcurría el mismo día, después de clases. Tsuyako bailaba de forma hermosa frente a
Koremitsu y el resto, sin dejar caer su abanico ni una sola vez.
−¡Increíble, Tsuyako-senpai! ¿Ese es el baile que presentarás en el recital?
Honoka, evidentemente, estaba encantada, mientras aplaudía.
−Sí.
Tsuyako le mostró una sonrisa resplandeciente.
−La historia original en nuestro estilo tradicional gira en torno a la historia de amor entre
Ariwara no Narihara y el espíritu del árbol de cerezo.
−Ariwara no Narihara es la base original del protagonista de “Ise Monogatari”, ¿no es
así? Se decía que era un noble del período Heian, y también un increíble mujeriego.
−Sí. Sin embargo, era un poeta con muchos talentos, un príncipe elegante que sabía tocar
instrumentos. Como resultado, todas las mujeres se sentían atraídas hacia él.
La representante de la clase –que usa trenzas− habló en éxtasis:
−Ah, eso lo sabía~. Las canciones de Narihara son tan desgarradoras y sensuales~. Uno
puede sentir las exuberantes emociones subyacentes, además de la historia.
−Tsuyako-senpai, actuarás como el espíritu del árbol de cerezo, ¿no es así? ¿El espíritu
del árbol se enamora de Narihara?
Honoka preguntó, emocionada.
−Por favor, mira la presentación. Hemos hecho excelentes preparaciones, ¿sabes?
−Vaya, lo espero con ansias.
−Y-Yo también.
La ansiedad que había aparecido en el rostro de Tsuyako, se había desvanecido por
completo, y le hablaba a Honoka y Michiru con expresión clara. Koremitsu las observaba
con alivio.
−Fue grandioso haberle hecho saber sobre la relación de Kazuaki con Aoi.
Koremitsu susurró con suavidad.
−¿Eso crees?
♢
Los mismos eventos acontecieron al día siguiente, después de clases.
Tsuyako lucía preciosa mientras bailaba; Honoka y Michiru la dedicaban numerosos
elogios.
−Ah, no puedo esperar a la presentación de mañana en el escenario. Irás mañana, ¿cierto,
Akagi?
Koremitsu estaba sentado con las piernas cruzadas en un rincón de la sala del club, y a su
lado, Honoka le hizo aquella pregunta, mientras se sentaba abrazándose las rodillas.
−Sí.
−Ya que la apertura es en la noche, ¿por qué no nos encontramos en algún lugar y tomamos
algo de té?
Honoka lo invitó de forma animada, con ojos llenos de anticipación, y un ligero tono de
ansiedad en sus labios.
−Lo siento, tengo algo que hacer al mediodía.
Honoka estaba, evidentemente, decepcionada, y Koremitsu sintió que su corazón se
oprimía, mientras el sudor corría por sus axilas.
−¿Qué tienes que hacer?
−No es asunto tuyo, ¿o sí?
−A-Aun así, me da mala espina escucharte decir eso.
−Es normal.
−Bueno, da igual si tienes algo que hacer.
Honoka dijo aquello, mientras curvaba los labios en un puchero.
Koremitsu se preguntaba si debía decirle que iría a una exhibición de arte con Aoi antes del
recital de Tsuyako.
(No creo que sea algo que deba explicar, Shikibu fruncirá aún más el ceño si esto se
revela, ¿no?)
Koremitsu miró furtivamente a Hikaru, como si esperase su opinión.
Hikaru flotaba en el aire, haciendo una cruz con los brazos. Probablemente, le indicaba a
Koremitsu que no debía responder.
−¿Pero es algo que no puedes revelar?
−No es nada de ese estilo.
(Maldición, está siendo muy persistente).
Justo cuando Koremitsu estaba en aprietos, Tsuyako se acercó para hablar.
−Akagi-kun, hoy quisiera que me acompañaras a casa.
−¿EH?
Fue Honoka, y no Koremitsu, quien espetó aquello.
Con aspecto de querer pedir disculpas, Tsuyako juntó las manos, y le dijo a Honoka:
−Te pido disculpas, Shikibu-san. Permíteme tomar prestado a Akagi-kun por hoy.
−N-No-no-no-no hay problema. ¡No es necesario pedirme permiso! ¡Akagi y yo no somos
más que compañeros de clase! ¡Adelante! ¡Úsalo como quieras, ya sea para cargar tus cosas
o como guardaespaldas!
Comenzó a parlotear, con el rostro completamente rojo.
Tsuyako dejó escapar una risilla, y se rio por lo bajo:
−Gracias.
(¿Acaso a nadie le importa lo que yo quiero?)
Koremitsu estaba disgustado, pero guardó silencio, pues sentía que el asunto estaba
relacionado con la tristeza de Tsuyako.
Tsuyako le dijo a Koremitsu que quería cambiarse de ropa, así que él salió al pasillo y se
quedó allí; Honoka se acercó a él desde el frente, haciendo un puchero, con la mirada fija
en él, y le susurró:
−…N-No debes besar a Tsuyako-senpai, ¿de acuerdo?
Después de decir aquello, se marchó dando tumbos, con las mejillas rojas.
−¿Q-Qué tonterías dices? Por supuesto que no lo haré.
Koremitsu también murmuró, con el rostro enrojecido.
Esperó que Tsuyako regresase, apoyando la espalda en la pared del pasillo, con el rostro
ardiendo. La puesta de sol, fuera de la ventana, estaba teñida de un negro rojizo.
(¿Cómo se supone que soporte esto por segunda vez…? Esa Shikibu sí que se preocupa
más de la cuenta…)
Hikaru, de forma animada, intervino:
−Koremitsu, considerando lo rojo que está tu rostro, Tsuyako podría pensar que estás
enamorado de ella.
−¿Un hechizo…?
¿A qué se refería?
Y entonces, apareció Tsuyako.
−Perdona por hacerte esperar, Akagi-kun.
−Está bien.
El cabello de Tsuyako, recogido durante la práctica, se había dejado suelto. El cabello seco
y brillante que se alargaba hasta los hombros era ligeramente rizado, ondeando de forma
atrayente al compás de sus movimientos.
Entrecerró los ojos, que estaban rodeados por pestañas largas y delgadas, y abrió un poco
sus suaves y femeninos labios, sonriéndole a Koremitsu.
Probablemente, Koremitsu se sentía ansioso a causa de lo que Honoka había dicho.
Tsuyako lucía más tranquila y madura de lo usual, causando que el corazón de Koremitsu
se acelerase.
Koremitsu y Tsuyako caminaron uno junto al otro a través del campus escolar, que se
encontraba adornado por la imperiosa luz.
Sentía que Tsuyako no inspiraba la vibra de amor tierno de Yū, ni inspiraba la urgencia de
querer protegerla, como a Aoi.
Aun así, el corazón de Koremitsu estaba acelerado y sus palmas sudaban, mientras miraba
ondear el cabello rojo de Tsuyako, su cuello blanco y delgado, y sus ojos brillantes;
probablemente se debía a lo atractiva que era.
Antes de conocer a Hikaru, nunca había experimentado los encantos de una mujer. Incluso
tras ver a una flor floreciendo, sus sentimientos eran bastante sencillos, limitándose a
pensar: “Ah, es una flor”.
Pero desde que estaba con Hikaru, cada día escuchaba sobre flores. Y tras interactuar con el
sexo denominado “femenino”, su comprensión comenzaba a desarrollarse poco a poco.
¿Aquello era algo bueno, o algo malo?
−Akagi-kun, estuviste en aprietos cuando Shikibu-san te preguntó a dónde irías mañana,
¿no es así?
−Ugh… un poco.
−Tendrás una cita con Aoi-san, ¿cierto?
Fue directo al grano con voz clara y gentil, dejando sin habla a Koremitsu.
Bajó las escaleras con elegancia, y se rio por lo bajo:
−¿Me equivoco?
−…
−Relájate. No se lo contaré a Shikibu-san.
−Ugh.
−¿A dónde irás con Aoi-san?
−A-A la exhibición de arte.
−¿En serio? A Aoi-san le encantan las pinturas.
El rostro de Koremitsu estaba rojo y verde por todas partes, su voz se había tornado aguda y
se escuchaba muy extraña. Con una sonrisa, Tsuyako continuó con el tema de la cita.
¿Dónde se encontrarían? Hay muchas personas en la estación: una cafetería o una librería
de ilustraciones en un centro de libros le sentaría mejor a sus gustos, ¿no? ¿Podrías intentar
ir a sitios como esos la próxima vez? Si se encontrarán a esa hora, ¿qué harán luego? ¿Ya
decidieron en que restaurant se encontrarán?
Koremitsu se estremeció, sudando a mares mientras respondía las preguntas de Tsuyako.
(¿Acaso senpai me pidió que la acompañase a casa sólo para burlarse de mí…?)
Tenía aquella duda.
Tsuyako inclinó su rostro hacia un lado, y miró el rostro de Koremitsu.
−Sólo bromeaba. ¿Estoy siendo demasiado entrometida? Akagi-kun, parece que estás
acostumbrado a tener citas.
−¡¿EH?!
−Fuiste un excelente acompañante cuando me llevaste al parque tropical. Estaba tan atónita
que pensaba: “menuda sorpresa”.
−P-Pues…
Justo cuando Koremitsu entraba en pánico, Tsuyako murmuró con voz gentil:
−Se sintió como si fuese el propio Hikaru…
En cuanto sintió la fricción en su corazón, Koremitsu murmuró:
−Es porque Hikaru se entrometió en mi vida y me enseñó muchas cosas.
−…¿En serio?
Una cálida sensación de soledad apareció en los ojos de Tsuyako.
Hikaru también mostró la misma expresión.
−Qué buen maestro fue Hikaru.
Habló con alegría, causando que Koremitsu dejase escapar un suspiro de alivio:
−Bueno, supongo.
Caminaban a través de un camino de tierra cercano al río, en dirección opuesta a la usual.
El color del aire se tornó de un tinte azulado, señalando el inicio de la noche.
Ambos giraron, y se dirigieron a un callejón angosto en el área residencial.
(Este camino… conduce al departamento de Yū).
El viejo y andrajoso edificio que seguía sin ser reparado.
Allí vivía a una chica de ensueño, cubierta por una manta, viviendo sus días de forma
pacífica, como una blanca flor lunar.
Pero Yū ya no estaba en aquella habitación.
Los recuerdos de la dulzura producida por los caramelos en la boca de Koremitsu se
reavivaron en su interior, junto con el dolor punzante, y exhibió un aspecto serio.
(¿Le irá bien a Yū?)
Koremitsu nunca le había enviado mensajes ni la había llamado, y Yū tampoco le había
escrito.
Pues esto significaba que tanto Koremitsu como Yū estaban dando lo mejor de sí en sus
respectivas vidas.
−La próxima vez que nos veamos, te mostraré que me he convertido en una chica a la que
le gusta sonreír.
Para cuando Koremitsu regresó con una bolsa de chili dogs, cerdo con judías y refresco de
cola en sus manos, los ojos de Tsuyako estaban completamente rojos, y las marcas de
lágrimas seguían sobre su rostro.
Koremitsu fingió no percatarse de ello, se sentó en el banco, y comenzó a comerse un chili
dog.
Había pedido el sabor más picante para su ración, y tras comerlo, lo encontró tan picante
que sus fosas nasales se agitaron, y estuvo a punto de romper en llanto.
−Está… delicioso.
Tsuyako lucía bastante animada mientras comía su chili dog, pero, de cierta forma, se
seguía viendo triste.
−Akagi-kun… ¿realmente vendrás?
−Sin duda. Es una promesa.
−En ese caso… debo bailar bien…
Tsuyako habló con voz gentil, y Hikaru, de pie cerca del banco, la observó con tristeza,
mientras su expresión vacilaba.
De pronto, Hikaru exclamó:
−¡Tsuyako! ¡Estaré observando! ¡Estaré entre la audiencia, viéndote bailar!
Tsuyako no escuchó la voz.
Las palabras no podían ser transmitidas.
Pero, incluso así, Hikaru gritaba con fuerza, evidentemente incapaz de contener sus
emociones.
Los ojos de Tsuyako volvían a mirar a la distancia.
Aquellos ojos miraban fijamente a la luna, la cual no podía ser alcanzada con las manos.
Con una sensación picante, Koremitsu escuchó cómo la voz de Hikaru se desvanecía
gradualmente entre el aire veraniego.
Hikaru cerró los labios con fuerza, quedándose a un lado, con tristeza.
La luna estaba parcialmente cubierta por las nubes, brillando tenue y tranquilamente sobre
el parque durante la noche; era muy probable que el trío se sintiese invadido por la soledad.
Capítulo 8: Las flores dispersas están llamando, ¿no?
−El aspecto devastado que mostró antes fue una actuación… las mujeres sí que son…
Tras pensar en el futuro, Koremitsu sintió un escalofrío en la espalda.
−Aunque sí creo que Shiiko se siente sola porque la has ignorado, Onii-chan.
Había acordado encontrarse con Aoi a las 11 am, en la estación de trenes más cercana al
museo de arte.
“Aoi-san llegará 10 minutos antes”, había dicho Hikaru, y Koremitsu llegó 15 minutos
antes.
Pero incluso después de la hora acordada, Aoi no apareció.
−Esto es extraño. Koremitsu, intenta llamar a Aoi-san.
−¿Dónde estás?
Tras escuchar las palabras de Koremitsu, Asai Saiga respondió con más ansiedad:
−No hay necesidad de que responda esa pregunta, creo. ¿En qué acuario estás? ¿Aoi está
contigo?
−¿Eh? ¿Acuario? ¿De qué hablas?
−Escuché que Aoi le dijo a sus sirvientes que iría al acuario, que el museo de arte está
cerrado temporalmente por remodelación, así que cambiaron la ubicación de la cita.
También me enteré de que le enviaste un mensaje el día anterior.
−¡¿Un mensaje?!
Koremitsu le colgó a Asai, y se apresuró a revisar su buzón.
Hikaru también observaba de forma sombría, desde un lado.
Ambos observaron la pequeña pantalla, y sus rostros casi se tocaban. Parecía que
Koremitsu no tenía a quien enviarle mensajes.
Y por lo tanto, divisó un mensaje que no recordaba haber enviado.
El título era “Un cambio en el lugar de encuentro”…
Y la destinataria era Aoi.
(¿Qué está pasando…?)
Contuvo el aliento, y leyó el contenido del mensaje.
La señal de mensajes parpadeaba de vez en cuando; parecía que Asai, furiosamente,
intentaba llamar otra vez, pero Koremitsu no estaba de humor para ser molestado por ella.
♢
Tsuyako ya se encontraba en la sala de descanso del local del recital.
Cuando Koremitsu llegó, Tsuyako estaba vestida sólo con la ropa que va por debajo del
kimono, lo que resultaba atrayente, y esta lo miró con ojos brumosos.
−Senpai… le enviaste un mensaje a Aoi desde mi teléfono, ¿no es así? Cuando fui a
comprar el chili dog, sacaste el teléfono de mi bolso.
Koremitsu preguntó, apretando los dientes.
A su lado, el rostro de Hikaru estaba paralizado de aflicción.
De ser posible, esperaban que no fuese así.
Pero a la hora en que se le envió el mensaje a Aoi, Tsuyako era la única que estaba en el
parque con Koremitsu, y era la única persona que pudo haber enviado aquel mensaje.
Tsuyako respondió de forma despreocupada:
−Si… Aoi-san respondió de inmediato, y lo eliminé al instante.
Las delgadas vestimentas que van por debajo del kimono y que envolvían a Tsuyako
eran idénticas a un vestido de luto, y esta se quedó mirando a Koremitsu con aquel par de
ojos sin vida.
Entonces, Koremitsu apretó los puños.
−¿Por qué hiciste algo así?
−…Tras la muerte de Hikaru, me sentí muy sola, y dirigí mi frustración hacia Aoi-san.
Al final, Hikaru la eligió a ella, y me abandonó.
La firme y atractiva Tsuyako comenzaba a desvanecerse gradualmente frente a los ojos
de Koremitsu.
La silueta que tomó la forma de Tsuyako comenzaba, gradualmente, a tornarse borrosa,
desintegrándose en una línea débil y ambigua.
(¿Así que a senpai le gusta Hikaru y no Kazuaki? ¿Es incapaz de perdonar a Hikaru por
haber roto con ella a causa de Aoi?)
Koremitsu sintió que su mente era acribillada. Un montón de cosas, palabras y voces,
estaban revueltas y haciendo eco en su interior.
Sin embargo…
−No es así.
Tsuyako estaba de pie entre las flores desagarradas, pero las manos que sujetaron el
rostro de Koremitsu y lo atrajeron hacia ella eran blancas, tiernas, hermosas, inmaculadas, y
transmitían una sensación fría al tacto.
Cuando le mencionó el nombre de Rokujō a Koremitsu, su cabello y ropa estaban
desarreglados, sus ojos tenían un aspecto peligroso, y aunque había montones de flores
rojas esparcidas por todas partes, las manos de Tsuyako seguían viéndose puras y
hermosas.
Koremitsu sujetó la mano de Tsuyako y la levantó.
Tsuyako tembló.
−¡Senpai, tus manos siempre han estado limpias! ¡No veo signo alguno de que hayas
arrancado las flores!
−La Rokujō de cabello negro a la que tanto temes es alguien más. ¡Esa Rokujō es quien
te da órdenes! ¡Eres prisionera de Rokujō, utilizada para cazar a las presas! ¡Tsuyako, tú no
eres Rokujō!
−¡Senpai, eres alguien de quien incluso Hikaru se enamoró! ¡La Pendula Rosea más
hermosa y majestuosa! ¡No deberías actuar con timidez! ¡Hikaru dijo que eras una mujer
atrevida! ¡Que fuiste asombrosa cuando te expulsaron del internado Británico!
Desde lo más profundo de su garganta, Tsuyako logró dejar escapar una voz:
−Pero Hikaru ya no está… así que−…
−¡Como representante de Hikaru, te prometo que la venganza de Rokujō puede ser
detenida! ¡Yo la destruiré por ti!
Koremitsu tomó la mano de Tsuyako con fuerza, y juró aquello con toda su fuerza,
causando que su cuerpo se calentase. Hikaru también miraba a Tsuyako, con aspecto
honesto y suplicante.
−¡Te protegeré, senpai!
Los hombros de Tsuyako volvieron a estremecerse.
Con expresión contrariada, levantó el rostro en dirección a Koremitsu una vez más.
Y Koremitsu la miró de vuelta, como si absorbiese sus ojos.
−¡Confía en mí!
Tsuyako bajó la vista, volvió a abrir los labios un par de veces… sus cejas temblaban
mientras hablaba sobre la verdadera identidad de Rokujō y la ubicación de Aoi, con una
voz tan débil que parecía poder desvanecerse.
Como resultado, la voz de Hikaru se tornó sombría.
−Entendido.
Koremitsu, con suavidad, posó la mano de Tsuyako en la rodilla de la chica.
Y entonces:
−¡Regresaré antes de que salgas al escenario, senpai! ¡Déjalo en mis manos!
Salió a toda prisa de la sala de descanso.
Hikaru también se movió junto a él, con aspecto serio.
En la entrada, casi colisionan contra Asai.
Al parecer, Asai acababa de oír la conversación por casualidad, y fruncía el ceño con
fuerza. Koremitsu no le dio tiempo de decir nada, al gritar:
−¡Ven conmigo! ¡Asai Saiga!
♢
−¿Dónde está Akagi-kun?
Preguntó Aoi con cautela.
La habitación contenía una mesa de color brillante, un sofá, pinturas exóticas y vasijas.
La alfombra –que llegaba a la altura del tobillo− era pulcra y brillante, y no había una
simple mota de polvo.
No parecía un lugar al que enviarían a una persona herida.
−De acuerdo, entra. Por ciertos motivos, no podemos enviarlo al hospital. Hemos
llamado a un doctor para que lo atienda aquí, así que, por favor, relájate.
Aquella persona hablaba con una voz dulce y exuberante. Con un sentimiento sombrío,
Aoi atravesó la puerta.
Sin embargo, seguía siendo demasiado extraño.
El edificio estaba demasiado tranquilo, y no se sentía presencia humana. Había algo de
olor ligeramente dulce siendo quemado y flotando en el aire, causándole una sensación
nauseabunda.
−Por favor, déjame ver a Akagi-kun.
Esta vez, Aoi habló con un tono más brusco que el anterior.
−No te pongas ansiosa, Aoi. Akagi-kun acaba de ser atendido por el médico, y ahora
mismo se encuentra dormido por la anestesia, así que déjale descansar un rato. Prepararé un
poco de té. Por favor, toma asiento.
Su interlocutor le dio aquella excusa, y solo quedó una persona en la habitación.
Aoi no pretendía sentarse en el sofá; la ansiedad y duda comenzaron a intensificarse, y
también sintió comezón en la piel.
(¿Akagi-kun realmente está aquí?)
El hecho de no poder enviarlo al hospital ya era bastante anormal.
(Además, ¿cómo sabía el lugar de encuentro entre Akagi-kun y yo?)
Dijo que había ido a transmitirle el mensaje de Akagi-kun, pero al reflexionar sobre ello
resultaba poco natural.
Aoi intentó llamar a Koremitsu por teléfono, pero tras hurgar en el bolso, no logró
encontrar su teléfono.
(Cuando salí de casa, lo traía conmigo).
De pronto, Aoi sintió que se le erizaba la piel del cuello.
(¿Me lo quitó? ¿Cuando me habló en la estación y metió mis pertenencias en el
auto…?)
Aunque ella le había dicho que no necesitaba ayuda para cargar sus cosas, y que las
quería de regreso al instante, en ese momento…
El corazón de Aoi latía con fuerza, como si fuese a romperse, incapaz de tomar una
decisión. La ligera fragancia que envolvía sus fosas nasales causaba que sintiese comezón
en la garganta, y sus pensamientos parecían borrosos en aquel momento.
(¿Qué es esta fragancia…?)
Provenía de la puerta de al lado.
Aoi colocó la mano sobre la manilla, abrió la puerta de par en par, y el duce humo salió
de inmediato, provocando que tosiese con suavidad.
Sus ojos comenzaron a lagrimear, y su cabeza se sentía mareada.
Sin embargo, cuando divisó una pintura –de marco extravagante− al otro lado, se sintió
impactada, como si le hubiesen arrojado un cubo de agua fría.
(¡Esa pintura…!)
Era una pintura de Hikaru, de pie en la escalera de la escuela, mientras el sol radiante
entraba por la ventana, y Hikaru miraba hacia atrás con una sonrisa.
Aoi se había decidido por aquella imagen mientras intentaba dibujarlo, pero no logró
hacerlo bien, pues raramente dibujaba retratos.
La nariz de Hikaru no era así.
Sus ojos deberían ser más claros.
Su sonrisa debería ser más dulce, más gentil.
Dibujaba un poco, y se sentía contrariada; repitió el proceso una y otra vez, y
finalmente, pensó: “si es esta pintura, puede que sea capaz de mostrársela a Akagi-kun”.
(¡Se suponía que la pintura se había perdido!)
Asai le dio muchas explicaciones sobre la desaparición de la pintura, pero Aoi se percató
de que estaba mintiendo. Probablemente, el ladrón era la misma persona que había robado
su uniforme de gimnasia y su libro, y había colocado la flor marchita en el casillero de
zapatos.
Se tambaleó mientras entraba en la habitación.
Estaba rodeada por humo blanco, y la tenue y amenazante fragancia la hacía sentir
mareada, por lo que se cubrió la boca con la mano.
Había un gran espejo a la derecha, y una jaula transparente en el estante contiguo.
Dentro, había un camaleón de escamas verdes, sacando la lengua con un siseo.
En el suelo, había una estufa de cerámica carmesí, y el humo provenía de allí.
La funda de la cama era de un rojo brillante, tan rojo como las amapolas, y la pintura
estaba en el muro contiguo, cubierta por un marco dorado.
Aoi se sentía incómoda y vacilante con respecto a subirse a la cama, o tocarla; por lo
tanto, se paró a un lado, levantando la cabeza para mirar la pintura.
(Después de todo… sí es mi pintura).
Y eso no era todo.
La paleta, pinceles, uniforme de gimnasia y libros que le resultaban tan familiares
estabas tirados en la basura. Tras verlo, Aoi sintió un escalofrío.
(¿Acaso no fue Tsuyako-san quién cometió aquellos actos tan molestos? Pero me odia
desde pequeñas; arrancó los capullos de tulipanes que Hikaru y yo habíamos plantado
juntos, y colocó una rata muerta en mi ventana).
Aoi también recordaba que Tsuyako había tenido una aventura con Hikaru, aún sabiendo
que Hikaru era el prometido de Aoi.
Era odiada por Tsuyako hasta tal extremo.
En un principio, los Udate y los Saotome eran familias rivales que rodeaban a los
Mikado, apoyándose como parientes, pero oponiéndose los unos a los otros de forma
discreta, desde las sombras. Esa era la relación tan peculiar de aquellas dos familias.
Por lo tanto, Aoi había asumido que incluso si Tsuyako le guardaba rencor, era algo que
no tenía remedio.
Cuando Hikaru seguía con vida, había otras chicas aparte de Tsuyako, chicas cuyos
nombres Aoi no conocía, que habían cometido esa clase de actos en su contra.
Para ellas, daba igual si Aoi se molestaba o salía lastimada a causa de sus acciones.
Aoi no podía hacer más que despreciarlas.
Era un mecanismo de defensa que había aprendido al crecer un ambiente de élite donde
siempre era el objeto de la envidia de los demás.
(Pero no fue Tsuyako-san quien lo hizo).
Quien había robado la pintura de Hikaru había sido−…
−!
La dulce y exuberante voz causó que el corazón de Aoi se congelase.
Se volvió, y encontró allí a un joven delgado y con anteojos, sosteniendo una bandeja
con tazas rojas de té. El hermano mayor de Hikaru, Kazuaki Mikado, estaba allí de pie.
Sus delgados labios mostraban una sonrisa gentil.
El joven de aspecto ordinario –o al menos así era descrito− parecía haberse convertido
en una criatura completamente distinta, en medio del vapor blanquecino que ondeaba en el
aire.
−Has estado observando a Hikaru todo este tiempo, Aoi. Vaya que te encantaba.
Aquella criatura se acercaba lentamente hacia ella.
El camaleón movió su lengua de forma serpenteante dentro de la jaula.
Aunque la voz sonaba dulce y gentil como la de Hikaru, el rostro era todo lo contrario;
era como una serpiente, un rostro ominoso y labios que dejaban escapar esa clase de voz.
(¿Quién es esta persona?)
Sin lugar a dudas, no era el Kazuaki Mikado cortés, torpe, bonachón y ordinario que Aoi
conocía.
Aquello había ocurrido cuando Aoi había comenzado su vida en la escuela primaria.
Su padre la posó sobre su regazo, haciéndole aquella pregunta.
−Parece que el padre del pequeño Hikaru quiere que seas la esposa de Hikaru. ¿Con
quién quisieras casarte, con Kazuaki-kun, o Hikaru?
En aquel entonces, Aoi aún era una niña, y no sabía el gran poder de los Milkado, la
relación que su familia tenía con los mismos, y cómo intentaban relacionarse en el futuro.
Pero a pesar de ello, podía notar, mediante el tono de voz de su padre, que su respuesta
afectaría la posición de Hikaru en el futuro.
Hikaru era el hijo de una amante.
Había escuchado unas cuantas veces a los adultos murmurando, diciendo que Hikaru era
“un niño que no debió haber nacido”, que normalmente, Hikaru era una entidad que ni
siquiera podría poner un pie en la casa Mikado.
Pero si Aoi se casase con Hikaru, Hikaru tendría el respaldo de los Saotome.
Con tales expectativas, el padre de Hikaru, extraoficialmente, intentó buscar la
posibilidad de que Hikaru se casara con Aoi.
Se supone que la hija de los Udate y la hija de los Saotome deben casarse con los
herederos de los Mikado.
De acuerdo a las condiciones del matrimonio de Aoi, todos tendrían que reconocer a
Hikaru como hijo de los Mikado, y Hikaru podría ser protegido bajo el nombre de los
Mikado.
Aoi no entendía todo aquello.
Pero aun así, si se compromete conmigo, Hikaru podría dejar de ser considerado como
un niño “que no debió haber nacido”.
Aquello fue lo que Aoi había pensado.
Quiero proteger a Hikaru.
Por lo tanto, con las mejillas sonrojadas, hizo un puchero, como si estuviese molesta,
susurrando sigilosamente su respuesta, con determinación:
−Si me caso con Hikaru, podré seguir jugando con Asa-chan… En ese caso, elegiré a
Hikaru.
Dentro de esta habitación de gusto vulgar, había una cama de fundas rojas, una jaula con
un camaleón y un enorme espejo desastrosamente decorado; la habitación desprendía
humo, esparciendo una tenue fragancia. Era una escena terrible.
Sobre el muro, se encontraba el retrato de Hikaru en un elegante marco dorado.
Aoi temblaba, mientras se paraba erguida, con la espalda presionada contra el muro;
Kazuaki tenía una mano en el mentón de Aoi, mientras se giraba en dirección a Koremitsu.
−Akagi...kun.
Aoi le habló a Koremitsu con lágrimas en los ojos.
En ese momento, Koremitsu ya estaba frente a Kazuaki; apartó a Kazuaki de Aoi,
causando que este cayese de espaldas al suelo.
Entonces, pateó la estufa que desprendía el humo, y abrió las ventanas de par en par.
Asai, observando de forma sombría, siguió a Koremitsu, y atrajo a Aoi hacia ella.
−¡Asa-chan…!
−Ya todo está bien, Aoi.
Asai habló con tono reconfortante, abrazando a Aoi con fuerza.
Finalmente, el rostro tenso de Hikaru mostró alivio.
−Gracias al cielo, Aoi-san.
Koremitsu se mantuvo erguido, como si protegiese a Aoi y Asai a sus espaldas. Sus ojos
desprendían llamas, mientras fulminaba a Kazuaki con la mirada.
Kazuaki, sentado en el suelo, frunció el ceño:
−Se suponía que estaba cerrado… ¿cómo entraron?
−Le dije al gerente que había un secuestrador aquí, y le hice abrir.
Asai habló con rudeza, mientras abrazaba a Aoi.
−Eligió escucharte a ti, Asai, en lugar de a su amo. Lo despediré.
Kazuaki habló con desdén, como si no se percatase de la gravedad de sus acciones. A
causa de ello, la ira de Koremitsu aumentó.
(¡Este maldito doble cara!)
−Tú planeaste todo esto, ¡¿no?! Usaste a senpai para alejar a Aoi de mí, fingiste tener
una charla honesta conmigo, queriendo que Aoi confiase en ti. ¡Kazuaki! Tú eres Rokujō,
¡¿no es así?!
Tōjō había mencionado que Kazuaki era un miembro de los Udate.
Que los Udate tenían un templo para venerar a la araña. Probablemente, Kazuaki había
escuchado de la maldición de la araña relacionada con todas las mujeres Udate.
Y así, se convirtió en “Rokujō”.
¿Por qué Rokujō había aparecido precisamente ahora?
Ello se debía a que, a causa de la muerte de Hikaru, existía una vacante para ser el
prometido de Aoi.
Y porque Aoi estaba comenzando a abrir su corazón al amigo de Hikaru, Koremitsu.
Para Kazuaki, quien estaba obsesionado con Aoi, Koremitsu era una aberración. Por ello
intentó atraer a Koremitsu hacia otra mujer, y conseguir que Aoi odiase a Koremitsu.
En la fiesta del jardín, también planeó una elaborada trampa para hacer caer a
Koremitsu.
La reencarnación moderna de la araña, la Rokujō que Tsuyako tanto temía, era Kazuaki,
aquel sujeto de aspecto ordinario.
(Y yo pensaba que a senpai le gustaba este sujeto. Qué idiota soy).
Realmente había considerado emparejar a Tsuyako con Kazuaki.
Recordó cómo se había jactado con arrogancia delante de Hikaru, diciendo que su
habilidad para el amor había mejorado un poco, y que Hikaru no debía hacer más que
apartarse y observar; tras recordarlo, se sintió tan avergonzado que quería rodar por el
suelo.
−¿De qué hablas? No comprendo.
Kazuaki siguió insistiendo, de forma descarada.
Era imposible saber lo que estaba pensando con exactitud.
Estaba el retrato de Hikaru en el muro, las pertenencias de Aoi en la basura, y además,
un montón de lo que parecía ser pelaje negro de animal. De hecho, aquello era una peluca.
Koremitsu tomó la peluca, y se la lanzó a Kazuaki.
El cabello –completamente negro−, voló por los aires, aterrizando justo en la cabeza de
Kazuaki. El cabello largo y negro cubrió vagamente el rostro de Kazuaki.
−¡Aquí está la prueba irrefutable! ¡Deja de hacerte el tonto, travesti pervertido!
Con una dulce voz, Kazuaki soltó una carcajada, causando que Koremitsu quedase
impactado.
Aoi, quien era abrazada por Asai, tembló. Asai también frunció el ceño de forma
aterradora.
Hikaru observaba −a su medio hermano, quien casualmente poseía su misma voz− con
aspecto tenso y severo.
Kazuaki no se quitó la peluca, que le cubría torpemente el rostro, y siguió riéndose a
carcajadas, mientras seguía en el suelo. No se reía porque fuese gracioso; sonaba más como
si se burlase de aquellos que creía eran más despreciables que él.
El rostro seguía cubierto por la peluca, mientras hablaba con voz clara y exuberante,
sonando como un fantasma que se ocultaba en la oscuridad.
−Pensar que fui traicionado por Tsuyako~. Esa niña siempre me escuchaba con
obediencia, como si fuese mi sirviente. Después de que comenzara a salir con Hikaru y
perdiese su virginidad, pareció haberse confundido y se volvió arrogante, convirtiéndose en
una delincuente. Se supone que es una “basura” de cabello horrible.
Con el rostro paralizado, Hikaru gritó:
−¡El cabello de Tsuyako no es como el óxido! ¡Es de un color tan hermoso como las
flores Pendula Rosea!
10
El kuzumochi, es un postre tradicional de Japón, que están hechos de kuzuko (polvo de kuzu), que es una
vid cuya raíz produce un almidón de mucha calidad.
Como resultado, su rostro se tornó sombrío.
Honoka no sabía lo que ocurría, pero parecía que Tsuyako esperaba el regreso de
Koremitsu.
Y, por lo tanto, Honoka esperaba que si Koremitsu lograba llegar a tiempo, ella podría
llevarlo de inmediato a la sala de descanso, y por eso esperaba en el lobby. Sin embargo, el
recital estaba a punto de comenzar.
−Hono, es hora de que ocupemos nuestros asientos. Llamarás demasiado la atención si
entras después que comience el recital.
Michiru se acercó a llamarla.
−Uuh… sí.
Honoka miró hacia atrás, a la entrada, caminando fatigosamente, con pasos pesados.
(Akagi, llegarás a tiempo… ¿vendrás, no es así?)
♢
(Es aterrador subirse al escenario).
Las manos de Tsuyako temblaban en la sala de descanso, donde no había nadie más.
(Con manos así, volveré a dejar caer el abanico).
Unos minutos atrás, Asai había llamado a Tsuyako por teléfono, hablándole con voz fría.
Le dijo que habían rescatado a Aoi sin problemas.
−Tu ex prometido es un degenerado sin remedio. Opino que has desperdiciado tu vida,
obedeciendo a semejante hombre.
Y añadió algo de rencor al final:
−¿Por qué denigrarse ante semejante hombre? ¿Por qué no te deshiciste antes de él?
Mediante la voz, Tsuyako podía sentir los azotes tan propios de Asai.
Sin embargo, el miedo que Tsuyako sentía hacia Kazuaki no era algo que pudiese
eliminarse con tanta facilidad. Incluso tras contarle a Koremitsu la ubicación de Aoi,
Tsuyako no había parado de temblar. Le embargaba la sensación de una araña moviéndose
de prisa por todo su cuerpo en cuanto pensaba en el castigo que Kazuaki le infligiría.
Todos asumían que Kazuaki era una persona ordinaria y refinada, pero ese no era el
verdadero Kazuaki.
La verdadera naturaleza de Kazuaki era la de una araña extremadamente persistente.
La madre de Kazuaki y el padre de Tsuyako eran primos, así que cuando los Udate
tenían un banquete, Kazuaki acompañaba a su madre.
Para los adultos, el débil joven (mayor que ella) parecía ser un niño bien educado,
honesto y tranquilo.
Pero cuando estaba solo con Tsuyako, tiraba del cabello de esta última, lo
inspeccionaba, y decía:
−Qué color tan sucio, tan inmundo. Como el del óxido rojizo.
Y mostraba una sonrisa.
Tsuyako estaba tan impactada que no podía pronunciar una sola palabra.
Dentro de sus oídos, las palabras de Kazuaki hicieron eco unas cuantas veces, instándola
a cubrirse con la manta, llorando.
Desde entonces, se sentía avergonzada de que otros viesen su cabello rojo como el
óxido, convirtiéndose en una chica introvertida que solía esconderse, silenciosamente, en
un rincón.
Se esforzaba en evitar encontrarse con Kazuaki.
Pero en el año en que Tsuyako ingresó a la escuela primaria afiliada de la Academia
Heian, fue comprometida con Kazuaki.
Desde entonces, su vida fue un infierno.
Cada vez que Kazuaki veía a Tsuyako, le echaba un vistazo a su cabello, con aspecto
abatido, murmurando:
−Aoi, de los Saotome, está comprometida con Hikaru, y tiene un cabello tan hermoso.
¿Por qué tu cabello es de un color tan horrible, Tsuyako?
Cada vez, el pecho de Tsuyako se oprimía con fuerza.
Y eso no era todo.
En una ocasión, Tsuyako llevaba un vestido de una pieza con holanes que su padre le
había traído de Francia, junto a un sombrero y un lazo. Kazuaki le dedicó una sonrisa,
diciendo:
−Quítate la ropa, Tsuyako. Ese vestido y sombrero no te sientan nada bien. Sin duda,
me sentarán mejor a mí.
Tsuyako no pudo negarse.
Bajó la cabeza, y se quitó la ropa, quedándose con una delgada y suelta ropa interior.
Kazuaki se puso el vestido y sombrero de Tsuyako, se miró en el espejo, levantó
ligeramente los dobladillos del vestido, y giró, luciendo extremadamente satisfecho.
−¿Lo ves? Me veo mucho más hermoso~ vistiendo esto.
Dijo aquellas palabras, y se marchó de la casa en tal estado.
Y así, la destrucción de los tulipanes de casa de Aoi fue atribuida a una broma de
Tsuyako. Aquella noche, Tsuyako recibió una reprimenda de sus padres.
Parecía que la chica que había arrancado los tulipanes llevaba un vestido de una pieza y
un sombrero, igual que Tsuyako.
−Ese era Kazuaki-kun.
Tsuyako hizo acopio de toda su valentía para decir aquello. Sin embargo, su padre dijo:
“No digas semejantes tonterías”, y se molestó más a causa de ello. Su madre también
suspiró, diciendo: “es vergonzoso que culpes a alguien más”. Incluso el propio Kazuaki
suspiró, y dijo:
−No pensé que fueras la clase de chica que haría algo así, Tsuyako. Incluso mentiste
para evitar la reprimenda. Estoy muy decepcionado.
Sin importar lo que diga, nadie me creerá.
−Mi prometida es una chica con cabello rojizo, como el óxido, que no posee encanto
alguno, ni inteligencia, ni etiqueta básica. Si alguien más se entera de ello, serás tú quien
quedará avergonzada, Tsuyako. Es por tu bien que te irás a estudiar en Inglaterra, ¿eh?
Se sentía muy sola al estar separada de su familia, viviendo sola en el internado
Británico. ¿Por qué las cosas malas solo le ocurrían a ella? Tsuyako solía llorar en la cama
de su hostal.
¿Me rechazan porque mi cabello es del color del óxido?
¿Si tuviese el cabello negro, suave y seco, todos me aceptarían?
Fue capaz de regresar a casa durante las vacaciones de verano y el período navideño,
pero en cuanto Kazuaki vio que había crecido en estatura y proporciones, le dijo, con
aspecto devastado:
−¿Sabías que a los hombres les gustan las chicas más pequeñas? Aoi es delgada y
diminuta, pero tú pareces estar creciendo, Tsuyako. Tus pechos son tan grandes que luce
lascivo. Opino que deberías controlarlos con algo de ropa interior. Los pechos de Aoi sí
que son lindos y tiernos.
Y desde aquel día, Tsuyako solía ser ordenada por Kazuaki a entregarle su ropa.
−Porque esa ropa me luce mejor que a ti, Tsuyako.
Siempre decía aquello.
Con aquella apariencia, Kazuaki colocó la rata muerta en la casa de Aoi, y siguió
arrancando flores ajenas, de personas que no guardaban relación con ellos.
−¿Por qué arrancas las flores?
Un día, Tsuyako le hizo aquella pregunta con vacilación. Kazuaki levantó los labios,
respondiendo con dulzura:
−Me siento feliz haciéndolo. Son tan fáciles de arrancar, y cuando caen, lucen horribles
–respondió, con voz dulce.
Kazuaki entrecerraba los ojos, feliz, mostrando una fría sonrisa en los labios. Aquella
expresión causaba que Tsuyako se estremeciese.
Los Udate veneran a una araña.
Tsuyako sentía que la encarnación de Rokujō habitaba dentro de Kazuaki, y sentía que la
telaraña de la araña apretaba su cuello, ahorcándola.
Incluso en Inglaterra, fue incapaz de escapar de Kazuaki.
Los hilos que Kazuaki liberaba solían atraparla.
Eso sentía.
Cuando creció, sus compañeras comenzaron a hablar de amor.
Pero cuando las escuchaba hablar con tanto entusiasmo y rostros ruborizados, la mente
de Tsuyako estaba repleta con nada más que la fría sonrisa de Kazuaki.
No tengo permitido amar como los demás.
Cuando regrese a Japón, no puedo hacer más que casarme con Kazuaki-kun.
Nunca podré amar.
Desde ese momento, comenzó a aprender el estilo de danza “tu sombra” de un profesor
asistente que llegó a Inglaterra.
Lo estudió para aprender un poco de etiqueta, pero, poco a poco, comenzó a amar el
baile en sí.
Pero, aun así, cuando el baile giraba en torno al tema del romance, sentía que su pecho
era pisoteado, su rostro se tornaba sombrío, y los movimientos de sus extremidades se
volvían rígidos.
−Tu baile no tiene “color”, Tsuyako. Si tuvieses algo de romance en tu vida, puede que
tu estilo de baile cambie.
Su instructor solía decir aquello, de forma tan casual.
Sin embargo, Tsuyako sentía como si su corazón fuese desgarrado.
Nunca me he enamorado.
Para ella, el futuro era tan desolador, tan oscuro, y cada vez que realizaba un baile
romántico, se sentía angustiada.
Y así, cuando Tsuyako regresó a Japón durante las vacaciones de primavera, se encontró
con Aoi durante una noche, en una fiesta de jardín.
Apenas la había visto una o dos veces, desde lejos, cuando eran niñas, pero era primera
vez que la veía tras haber crecido.
Kazuaki siempre había elogiado el cabello negro y elegante de Aoi, que rodeaba aquel
rostro blanco y tierno suyo, y cada vez que Aoi se movía, el cabello –que cubría sus
pequeños pechos y su esbelta cintura− se balanceaba.
Sus ojos, nariz y labios eran adorables, como los de una muñeca. Los adultos que
rodeaban a Aoi la observaban con una gentileza embriagante.
−A nuestra Aoi le ha gustado Hikaru desde pequeña. No me dejaba en paz, diciendo que
quería a Hikaru sin importar qué, y que yo no tenía elección.
Y a causa de las palabras de su padre, Aoi levantó las cejas.
−N-Nunca dije semejantes cosas. Hikaru es infiel y deshonesto, siempre va tras mujeres
hermosas. ¡Lo odio! –dijo, y entonces comenzó a discutir, con las mejillas ruborizadas.
−Sin embargo, si cancelo el compromiso, Hikaru tendrá más aventuras. No tengo otra
alternativa que seguir comprometida con él.
Observar a Aoi de esa manera, era suficiente para que Tsuyako se diese cuenta de que
Aoi realmente amaba a su prometido. Como resultado, Tsuyako no fue capaz de seguir
observando.
¡Estoy tan celosa de Aoi!
¡Estoy tan celosa de que ella pueda enamorarse de su prometido! ¡Tan celosa de ella
porque es amada por todos los que la rodean!
Siendo invadida por un dolor punzante en todo su cuerpo, las lágrimas comenzaron a
brotar del interior de Tsuyako, y su garganta estaba a punto de romperse.
Su corazón se retorcía de dolor, como si estuviese siendo torturada, y corrió hasta un
lugar tenuemente iluminado, donde no había nadie más. Vio un árbol de cerezo que no
tenía flores, disfrutando del resplandor de la luna, y las emociones que se arremolinaban en
su interior salieron a flote.
Soy igual a este árbol.
Un árbol que a nadie le importa, olvidado, sin florecer.
P-Pero, realmente deseo enamorarme.
Sus lágrimas estuvieron a punto de caer, mientras levantaba la cabeza, observando la luz
de la luna que aparecía entre las pequeñas ramas. La luna, cubierta por las nubes, estaba
demasiado alta; demasiado lejana; las toscas ramas del árbol –que aún no habían
florecido−, lucían tan frías, tan solitarias. Mientras se movía alrededor, vagamente, las
lágrimas siguieron brotando de sus ojos.
Quiero enamorarme.
Si tan solo la luna pudiese tomar la forma de un joven hermoso, y descendiese sobre mí.
Si tan solo pudiese abrazarme. Si tan solo ocurriese eso, podría entregar mi vida entera al
instante.
Con lágrimas en los ojos, Tsuyako comenzó a tararear la canción que había aprendido
durante la clase de baile.
−Si Dios está ahí afuera… por favor, desciende despacio… desciende… ¿Qué clase de
Dios es…? ¿Eres tímido?
¿Por qué el dios del cielo no desciende sobre mí?
¿Es porque soy una chica fea con cabello rojizo como el óxido?
¡Sin importar cuánto implore, esa historia de cuentos de hadas no me ocurrirá! En ese
momento, las ramas del árbol sakura sonaron ligeramente, y, del otro lado, apareció un
chico lindo y delgado, abrigado por la luz de la luna.
−Eso que acabas de recitar era parte de “Ryōjin Hishō”, ¿me equivoco? Esa es la
oración de una sacerdotisa nueva que le dice a dios: “por favor, no seas tímido y
desciende”. ¿Estás llamando a esa clase de dios?
Hablaba con voz dulce y exuberante.
La voz sonaba similar a la de Kazuaki, causando que Tsuyako temblase.
A la vez, recordó al medio hermano de Kazuaki del que todos hablaban.
Tenía la misma voz que Kazuaki, pero era mucho más lindo que el anterior, tenía ojos
claros, un encanto que causaría que cualquier mujer se enamorase locamente, un chico que
iba de aquí para allá teniendo amoríos.
Siempre y cuando Hikaru estuviese cerca, no había nada a lo que Tsuyako temiese. No
temía hacer algo atrevido.
Sin embargo, Hikaru murió.
Como la luna siendo cubierta por las nubes, la luz que deslumbraba los ojos de Tsuyako
se desvaneció.
Y entonces, la araña, Rokujō, le habló con suavidad a la perpleja Tsuyako:
−Fue madre quien dijo que abandonase el compromiso, pero no recuerdo haber
aceptado. Si logro obtener a Aoi, no necesitaré ese cabello color óxido tuyo, Tsuyako.
Tienes que ayudarme. Atrae a ese greñudo perro llamado Akagi, y aléjalo de Aoi. Deberías
ser capaz de hacerlo, Tsuyako. Después de todo, ya no eres virgen.
Tsuyako sintió que toda la sangre de su cuerpo se congelaba, y sintió que este no podía
moverse.
La noción que había tenido antes –de que era capaz de escapar de las garras de Rokujō−,
estaba completamente errada. Incluso ahora, seguía atrapada en los hilos de la araña. Era
incapaz de mover las puntas de sus dedos, su garganta era incapaz de gritar, y sus ojos eran
incapaces de apartar la mirada; estos fueron los hechos que le hicieron percatarse de la
verdad. Tsuyako había vuelto a ser empujada al abismo.
Se acercó a Koremitsu, y lo besó deliberadamente frente a Aoi, en la fiesta del jardín.
Bajo órdenes de Kazuaki, se quitó el uniforme y se lo entregó. El tenue aroma
permanecía en el uniforme que le había sido devuelto, y sintiéndose asqueada, lo restregó
con agua varias veces.
El día que fue a los jardines botánicos tropicales con Koremitsu, observar a la araña le
recordó a Kazuaki ordenándole que se quitase el uniforme en la sala del club.
Después de que Kazuaki robase el retrato de Hikaru y le devolviese el uniforme, de
forma engreída, un tenue olor permaneció en él. Tsuyako siguió llorando mientras vestía el
uniforme, y se empapó con agua fría en el baño de la piscina. Después de ello, Tsuyako se
disculpó con Koremitsu unas pocas veces, pues este mostraba preocupación por ella.
Lo siento, Akagi-kun, lo siento.
La obsesión de Kazuaki con Aoi era anormal.
Kazuaki habló con una mirada diabólica, con una apariencia que lucía –como mucho−
remotamente humana, una encarnación de la araña. Tras pensar en qué clase de desgracia le
ocurriría a Aoi, Tsuyako sintió que su corazón casi se detenía.
¡No podía permitir que Aoi cayera en manos de Kazuaki!
Sin embargo, Kazuaki era aterrador.
No podía oponerse a él.
Esperaba que alguien se percatase de las intenciones de Kazuaki.
Cuando le envió aquel mensaje a Aoi, usando el teléfono de Koremitsu, se limitó a
eliminar la respuesta de Aoi en cuanto llegó, dejando intacto el mensaje original. Fue una
apuesta de su parte.
El hecho de que Aoi rechazara la previa cita con Kazuaki, y eligiese salir con Koremitsu
en su lugar, causó que Kazuaki se enfureciese por completo, como nunca antes.
−¡Esto es imperdonable, Tercera Princesa! ¡El perro salvaje y pelirrojo está saliendo
con Aoi!
−Aoi está siendo demasiado frívola. Hikaru acaba de morir, y ahora quiere acercarse a
otro hombre.
−La traté con amabilidad por el simple hecho de ser el gran amor de Hikaru, linda,
pequeña y tener ese cabello negro tan único. Esto es irritante, Tercera Princesa.
−Está bien, no haré nada excesivo. Aoi es el gran amor de Hikaru. Me limitaré a
colocarla en una linda caja y cuidar de ella. No puedo esperar a mi graduación, debo
convertirla en mi esposa cuanto antes. Lo espero con tantas ansias, Tercera Princesa.
Mostró una gran sonrisa diabólica, acariciando sórdidamente la jaula que contenía a su
camaleón mascota. Ante aquella escena desconcertante, Tsuyako apenas pudo contener sus
gritos un par de veces.
¿Podría Aoi, protegida por sus padres y Asai, criada en un ambiente delicado, soportar
semejante terror?
Quizá sería manipulada por él, aplastada. La flor más querida de Hikaru sería desgarrada
por Kazuaki.
−Por favor, Akagi-kun, date cuenta.
Tsuyako se dijo a sí misma que ya no podía seguir involucrando a Koremitsu en esto.
Sin embargo, cuando Koremitsu la llamó “senpai” con aspecto honesto, ella deseó,
involuntariamente, suplicarle ayuda, y oró con sinceridad.
Koremitsu llegó.
Se las arregló para descifrar las palabras de Tsuyako, quien estaba atada por el terror
hacia Rokujō, y salvó a Aoi.
Era grandioso.
La chica que Hikaru había elegido al final, no sería el sacrificio de Rokujō.
De verdad, gracias al cielo.
Esperaba que, al menos, Aoi pudiese seguir siendo la flor blanca y pura que Hikaru
atesoraba.
(Pero yo sigo siendo prisionera de Rokujō):
Incluso cuando intentaba detenerlo, sus dedos seguían temblando.
Su cuerpo se sentía pesado, como si estuviese atado al suelo por cuerdas.
Involuntariamente, pensó en Kazuaki… Rokujō.
“Ese cabello, rojizo como el óxido, es horrible”: La dulce voz hacía eco en lo más
profundo de sus oídos, sin desvanecerse nunca.
(¿Por qué… moriste, Hikaru? Si estuvieses aquí, podría seguir adelante. Volveré a ser
la chica débil del cabello rojizo como el óxido).
Antes de que bailase en el escenario, Hikaru lanzaba un hechizo sobre ella.
Con suavidad, levantaba la mano de Tsuyako, y dibujaba un círculo en su palma, usando
su dedo blanco y delgado.
−Ahora todo estará bien. La luna no será cubierta por la niebla. Seguirá brillando
sobre ti.
(Ese es…)
(Akagi-kun…)
El rígido rostro, y el ceño fruncido con disgusto, aparecieron como una imagen fresca en
la mente de Tsuyako.
El joven de cabello rojo y desarreglado, de expresión salvaje, era el amigo rudo, honesto
y directo de Hikaru.
−Te observaré desde la audiencia con los ojos bien abiertos, en lugar de Hikaru.
La clara luz de la luna brilló entre las nubes, descendiendo silenciosamente, iluminando
tenuemente aquel oscuro lugar.
Una débil luz también brilló dentro del corazón de Tsuyako.
El amigo de Hikaru, tan diferente a él en términos de apariencia y personalidad, dibujó
una luna en lugar de Hikaru.
¡Era una luna brumosa, proyectando una tenue luz, que flotaba en el cielo nocturno!
De pronto, su cuerpo se volvió ligero, y, de forma natural, comenzó a bailar.
La luna fue atraída por los pétalos de cerezo hacia una chica de la aldea, que se
encontraba en la zona silvestre.
La chica, con felicidad, recibió en sus manos los pétalos de cerezo, que descendían
mientras ondeaban.
La inocente chica aún no había aprendido sobre el amor.
Narihira, quien había llegado de la capital, apareció frente a la chica.
De inmediato, la chica se enamoró de aquel príncipe moderno, quien poseía una
expresión gentil.
La chica siguió bailando con elegancia, evidentemente embriagada ante su primer amor.
Moviendo los dedos de sus pies como si se estuviese deslizando sobre el suelo.
Girando sus brazos con suavidad.
Inclinando con timidez su cuello, su hombro.
Las puntas de los dedos sujetaban con suavidad el cuello de su kimono, mostrando una
suave y tranquila luz de luna.
La chica, tras haber aprendido sobre el amor, estaba completamente eufórica.
Estaba realmente encantada de haberse enamorado de un hombre tan hermoso y noble.
Estaba feliz.
Albergando aquella clase de sentimiento maravilloso, Tsuyako le sonrió a la audiencia.
El chico ante ella era quien había venido a cumplir la promesa de Hikaru.
Sobre aquel chico, serio y honesto, había una vaga imagen de Hikaru, sonriéndole con
gentileza, y en lo profundos de sus oídos, podía escuchar una voz dulce y exuberante:
−Oye, Tsuyako. Sin lugar a dudas, habrá montones de personas que han venido desde
muy lejos para verte. Quedarán encantados ante tus acciones, como cuando las flores se
balancean, como cuando las ramas se mueven, y suspirarán de sorpresa. Eres la flor más
hermosa del jardín.
(Dijiste que no tenía nada que temer, e incluso me tomaste de la mano con gentileza.
Estaba muy feliz).
(Me sentía encantada, conmovida al borde de las lágrimas, cada vez que dibujabas la
luna en la palma de mi mano. Soy capaz de ser valiente, de bailar con más belleza que
nadie más).
La clara luz de luna brillaba con suavidad sobre el solitario árbol sin flores, murmurando
con voz radiante: “Algún día, florecerán”. En ese momento, la luna brillaba sobre Tsuyako.
Bendiciéndola con su clara luz, que descendía justo sobre ella.
Eso era lo que el amigo de Hikaru le había dicho.
Que su promesa con Hikaru aún continuaba.
♢
Koremitsu estaba en el balcón, observando a la “flor” de Hikaru.
Esta giraba los brazos, movía las manos con ternura y mostraba una sonrisa en los
labios, revelando timidez. Lucía justo como una chica inocente de 14 o 15 años, cautivando
a las personas al extremo de ser incapaces de apartar la mirada.
(Qué hermosa es senpai).
Hikaru estaba de pie junto a Koremitsu, observando bailar a Tsuyako, entrecerrando sus
extasiados ojos claros.
Y entonces, dijo con orgullo:
−Mira, Koremitsu, esa es la Pendula Rosea más hermosa de mi jardín.
♢
(Sí, siempre y cuando recuerde mi promesa con Hikaru, la luna no dejará de brillar
sobre mí).
Cada vez que levantase los brazos, inclinase el cuello o diese un paso, siempre pensaría
en Hikaru.
Pensaría en la felicidad que le otorgó.
Pensaría en el amor que le otorgó.
−Florecerán esta noche. Las Pendula Rosea más hermosas que florecerán en esta rama.
Ya puedo verlas. Ah, qué hermosas son. Las espero con ansias.
−Tu cabello es rojísimo, y hermoso. Si lo dejas crecer, será como las flores Pendula
Rosea. Lo espero con ansias.
Tsuyako fue invadida en todo su cuerpo por aquella dulce y agónica sensación que
produce la felicidad, y la aceptó por completo.
(Incluso si Dios preparase un destino más gentil y ordinario para mí, lo rechazaría).
(Incluso si se tratase de la mismísima Aoi-san; no quisiera intercambiar mi destino con
el suyo).
Pues habría momentos desgarradores en el futuro, llenos de soledad y agonía.
Pues habría momentos en los que vería hacia la luna, sola, llorando mientras piensaba en
Hikaru.
Sin embargo, tenía que eliminar sus lágrimas frente a los demás, mostrando una hermosa
sonrisa.
Pues soy la flor más hermosa y elegante del jardín.
Y debo seguir siendo aquella flor.
La belleza era algo con lo que todos los demás se sentían maravillados. Tal elegancia y
atractivo podían alcanzar incluso el lugar más distante. El nombre del dueño, quien había
causado que floreciese semejante flor, sería grandemente elogiado. Quería ser una flor así
de hermosa− una flor que no pudiese ser violada.
La presentación de Tsuyako estaba a punto de terminar.
La luz de la luna se tornó tenue, y Hikaru se desvaneció del corazón de Tsuyako.
Se sintió sola, muy sola. Sentía como si su pecho fuese torturado.
Pero, a pesar de ello, ya no tenía miedo de las nubes y oscuridad que cubrían la luna.
Pues sabía que al otro lado de las espesas nubes, la luna brillaría sin importar qué.
El chico había causado que este árbol, que antes no poseía capullo alguno, diese lugar al
nacimiento de flores rojas. Los ojos de Tsuyako se tornaban borrosos, a causa de las
lágrimas, mientras le susurraba aquellas palabras al chico.
La chica creyó haber escuchado un suave adiós antes de que el telón cayese.
♢
Qué difícil es mantener una promesa, Koremitsu.
Al hacerlas, mis sentimientos eran sinceros, y realmente creí poder cumplirlas.
En el momento en el que hacía una promesa, sentía como si me hubiese conectado con el
corazón de la chica. Y entonces, ella se sentía avergonzada, dedicándome una sonrisa
llena de felicidad. Cuánto me gusta ese sentimiento sagrado y felizmente dulce.
Pero había momentos en los que me resultaba imposible cumplir las promesas que hacía.
¿Eh? ¿Que hago demasiadas promesas?
¿Dices que “no haga promesas a diestra y siniestra, e intente pensar en ti cuando debas ir
de aquí para allá cumpliendo mis promesas”?
Sí, te he hecho sufrir todo este tiempo.
Sobre todo esta vez.
No solo con respecto a Tsuyako; tanto los problemas con Aoi-san como los de mi hermano
mayor superaron mis expectativas, al extremo en el que mi corazón estuvo a punto de
desgarrarse un par de veces. Y esto es particularmente sorprendente si tenemos en cuenta
que mi corazón ni siquiera debería poder moverse. Si le hubiese ocurrido algo a Aoi-san,
probablemente me hubiese arrepentido tanto que jamás iría al más allá. Me alegra mucho
que Aoi-san esté bien.
Después de eso, corriste hacia Tsuyako tan rápido como te fue posible. Fuiste abandonado
en un lugar donde ni siquiera transitaban trenes o buses, e incluso al intentar que alguien
te llevase, tu rostro lucía tan aterrador –como el de alguien que acabase de cometer un
homicidio– que ningún auto estuvo dispuesto a detenerse. Entonces, te paraste frente a un
auto y lo obligaste a detenerse. En ese momento, recordé el momento en el que te conocí.
Justo como en aquel entonces, no piensas para nada en ti, siempre arriesgándote por el
bien de otros.
Koremitsu.
¿Seré capaz de cumplir mi promesa con Tsuyako?
De haber sido posible, me hubiese gustado seguir con vida y presentarte a Tsuyako
personalmente, Koremitsu.
Presentar al amigo del que estoy tan orgulloso, a la amante de la que estoy tan orgulloso.
Pienso que Tsuyako tiene mucho en común contigo, en términos de valentía, la firmeza de
mostrarse impertérritos ante lo que dicen los demás, y la devoción que sienten hacia
aquellos que les importan.
A Tsuyako le gusta sonreír a menudo, así que si ambos están juntos, puede que seas
influenciado por ella, y también seas capaz de sonreír.
Eso sería grandioso.
De acuerdo, si puedes hablar acerca de mí con Tsuyako, tras mi partida, y recordarme,
estaré encantado.
Yo también seguiré observando el baile de Tsuyako; sin importar dónde o cuál sea el
lugar, le aplaudiré de principio a fin.
Si ustedes dos, a quienes amo de verdad, son capaces de reír cada día, mi corazón estará
lleno de alivio y felicidad, incluso cuando flote, solo, en el espacio.
Quizá, seré capaz de soportar mi soledad.
Epílogo: Cuando ya no estés aquí.
Generalmente, Honoka mostraba una mirada severa, frunciendo el ceño, pero ahora
mismo su rostro estaba radiante; sus mejillas y boca mostraban una expresión gentil.
Sonreía durante la ceremonia de fin de semestre.
−Oye, Akagi, salúdala como se debe. ¡De ahora en adelante serás un miembro oficial
bajo el cuidado de Tsuyako-senpai!
Honoka dijo esto mientras presionaba la cabeza de Koremitsu hacia abajo, haciéndolo
inclinarse.
−¿Por qué tengo que unirme yo también?
−Cielos, ya deja de resistirte. Michiru y yo ya presentamos nuestros formularios de
solicitud, así que tú también vendrás.
−Y-Yo debo seguir atendiendo mis deberes como representante de la clase y del comité
estudiantil, así que en realidad no podré venir, pero Hono dijo que ella también se uniría...
eh, bueno... Akagi-kun, si participas en las actividades del club, tus puntos escolares
aumentarán −dijo con timidez la representante de la clase con trenzas
−No existe otro club tan extraordinario que te acepte aún con tu condición de
delincuente, Akagi-kun... esta es tu última oportunidad para cambiar de vida.
−¡NO SOY UN DELINCUENTE! ¡ESTÁS EXAGERANDO LAS COSAS!
Koremitsu gritó, y Michiru se escondió de inmediato detrás de Honoka, impactada.
−Vamos, no asustes a Michiru. ¿Acaso no está bien, Akagi? Siempre estás aburrido, y
este salón es bastante cómodo. Tú mismo dijiste que era agradable reunirse aquí y charlar
un poco después de clases, ¿no es así?
Tras escuchar las palabras de Honoka, el rostro de Koremitsu enrojeció.
Sí que lo había dicho.
Tras la resolución de aquel incidente, se sentía un poco lento para reaccionar.
Se enfurecía cada vez que pensaba en el hermano de Hikaru, Kazuaki, y le preocupaba
que Aoi siguiese deprimida.
Sin embargo, logró cumplir uno de los deseos de Hikaru.
Y después de clases, mientras estaba distraído en su escritorio...
−¿No irás al salón del club? −le preguntó Honoka.
−Bueno, me uní al club de forma temporal hasta que se resolvieran los problemas de
senpai... pero no se siente tan mal estar allí. Por cierto, me siento un poco solo cuando no
tengo nada que hacer.
Realmente no debió haber murmurado aquellas palabras sin pensárselo.
−En ese caso, ¿por qué no te haces un miembro oficial? Estoy considerando presentar mi
solicitud; ¡te conseguiré una copia! −dijo Honoka, con un entusiasmo repentino.
−No lo necesito. ¡Solo entrega el tuyo!
Entró en pánico.
−Nop. N-No tiene sentido si no vienes... Akagi.
Honoka curvó los labios y miró a Koremitsu, completamente sonrojada, causando que él
se sintiese cautivado e incapaz de proferir palabra. Al final, Koremitsu no pudo hacer más
que rellenar el formulario de solicitud para entrar al club con su puño y letra.
(¿De verdad voy a mejorar mi imagen escribiendo “pertenezco al club de danza en
japonesa” en este formulario a pesar de ser un chico? Siento que voy a arruinar las
presentaciones...)
Koremitsu murmuró mientras fruncía los labios. A su lado, Hikaru intervino con alegría:
−Ahora sí que parece un harén, con tres mujeres y un Koremitsu.
−¡Tch! ¡¿Quién tiene un harén?!
Exclamó Koremitsu involuntariamente.
Honoka arqueó las cejas, con el rostro sonrojado.
−¡¿U-un harén?! ¡¿Aún no te has sacado semejante idea de la cabeza, Akagi?! ¡Idiota!
¡Pervertido!
Honoka comenzó a parlotear mientras le pateaba trasero. Michiru también se vio
afectada:
−¡Yo-yo-yo-yo-yo-yo-yo tampoco acepto! Mi tipo de hombre es el príncipe azul; el tipo
monstruo, el tipo bestia no es…
−¡Un momento! Yo…
Koremitsu trató de refutar la acusación con rapidez, pero en ese momento sonó una voz
alegre.
−¿No es genial estar en el harén del Akagi-kun?
Tsuyako mostraba una sonrisa relajada, escuchando con detenimiento la conversación,
mientras decía aquellas palabras tan atrevidas e insólitas.
Mientras Honoka la miraba, Tsuyako le dedicó un guiño y soltó otra línea problemática:
−En el amor hace falta un poco de competencia para hacerlo interesante. Yo también
quiero unirme.
−¡No, espera! ¿Tú con A-A-A-A-Akagi, senpai?
−Sí, ¿qué estás diciendo, senpai?
−Vaya, ¿en qué momento se volvió tan popular Akagi-kun?
Tsuyako miró con deleite a sus ansiosos kouhai y soltó otra bomba.
−Oh, cielos, Akagi-kun se convertirá en un excelente hombre a futuro. Creo que será
mejor si tomas la iniciativa desde ya.
Estaba disfrutando por completo de la situación.
−Yo también estoy de acuerdo con Tsuyako. Pero Koremitsu, creo que ya eres un buen
hombre, un héroe.
Hikaru también se unió a la conversación con una sonrisa.
Él ya había mencionado que Tsuyako y Koremitsu tenían muchas cosas en común, ¡pero
era evidente que no!
(¡Senpai se parece es a ti, Hikaru!)
Tsuyako y Hikaru se burlaban de él, Michiru observaba con los ojos abiertos de par en
par, y Honoka agitaba sus brazos y se decía a sí misma: "Idiota, idiota, idiota, no volveré a
creerte". A Koremitsu le intrigaba el hecho de estar en medio de aquel alboroto; sentía un
cosquilleo en el pecho, pero no era una mala sensación.
¿Podría seguir compartiendo momentos así con ellos después de clases? Justo cuando se
estaba preguntando al respecto, vio a Hikaru mostrar una sonrisa gentil, y de repente sintió
un escalofrío en su corazón.
–Ya tenía el presentimiento de que Kazuaki no estaba hecho para asumir el liderazgo;
no solo es la marioneta de su madre, sino un monstruo de naturaleza mucho más
espantosa. La familia Tōjō comenzará a apoyar a la “Wisteria”, y no a la “Rosa”.
♢
−Menudo bárbaro, Tercera Princesa.
Kazuaki le hablaba al camaleón de la jaula con una voz dulce y melodiosa.
El reptil tenía una expresión estoica y escamas verdes, mientras devoraba con su larga
lengua la mosca que Kazuaki le había traído. El propio Kazuaki se sentía extasiado
mientras observaba aquella escena, con los ojos entrecerrados.
−Realmente se atrevió a golpear mi rostro. Imperdonable.
Aún se notaba un moretón debajo de sus ojos y alrededor de su nariz. La parte interna de
su labio superior estaba rota, y le dolía cada vez que intentaba comer o beber algo.
Cada vez que eso ocurría, el odio hacia aquel joven de cabello rojizo y mirada salvaje se
intensificaba.
−Un día de estos lo haré arrodillarse ante mí.
Kazuaki dejó atrás la jaula, y encendió la estufa de la fragancia.
−Espero ese día con ansias.
Salió humo blanco, y un sutil aroma flotó por la habitación.
Era el comienzo del ritual para invocar a “Rokujō”.
Se paró frente al espejo de tamaño completo, se cambió la camisa y pantalones por un
vestido rojo de verano, se colocó la peluca de un negro brillante, se aplicó algo de
antiojeras y base sobre el moretón, esparció un poco de polvo, se dibujó las cejas, se rizó
las pestañas y se aplicó pintalabios, convirtiéndose poco a poco en una “mujer”.
El espejo mostraba una figura esbelta con cabello negro, la encarnación de la araña.
Con una sonrisa desconcertante, Kazuaki murmuró:
−Oye, Hikaru, quiero ser más bonita que cualquiera de las flores en tu jardín.
Nota el pie de página
Había susurrado aquello en su oído con la espalda erguida. Los ojos de Koremitsu se
abrieron de par en par, y entró en pánico.
Si lo presionase con el tema, el serio Koremitsu subiría la guardia con ella. Por lo tanto,
decidió mantener la “promesa” en su corazón por el momento.
“Koremitsu-onii-chan”, Shioriko tenía sus propias razones para llamarlo así.
Sin lugar a dudas, habría quienes lo llamarían “Akagi” o “Koremitsu”, pero
probablemente nadie más lo llamaría “Onii-chan”. Por ello, al llamarlo así, Shioriko sería
una chica especial para Koremitsu.
Y además, la invadía una sensación cálida, confusa y agradable cada vez que lo llamaba
de esa forma…
Pensó que sería bueno para él si lo llamaba de esa forma.
Claro, incluso si más adelante se convertía en su amante, en su esposa, por ahora quería
disfrutar de la emoción de ser su “hermana pequeña”. En ese caso, su relación con
Koremitsu mejoraría.
Pero Koremitsu había hecho a un lado a una hermanita así de adorable, y recientemente
se le veía muy ocupado.
Siempre que estaba solo en la habitación, murmuraba para sus adentros, a veces incluso
se llevaba las manos a la cabeza, refunfuñando, murmurando y sonrojándose. Incluso
cuando Shioriko tenía muchas ganas de jugar con él y se le acercaba con inocencia, él la
ahuyentaba diciendo; “Ah, ahora mismo estoy ocupado. Espera”.
Pero esta vez, resultaba evidente que Shioriko tenía una actitud de “¡Tengo que hacerlo a
toda costa!”
(Si-si va a tener una cita con otra chica, no lo perdonaré).
Tras ayudar a Koharu, Shioriko observó furtivamente a Koremitsu.
Justo cuando Koremitsu estaba en la puerta atando los cordones de sus zapatillas,
Shioriko se acercó por detrás con Lapis en los brazos, tocó su hombro y exhibió un aspecto
devastado, diciendo:
–¿Vas a salir de nuevo, Onii-chan? Pensé que hoy podría pasar tiempo contigo.
Tenía los ojos llorosos.
Era muy buena derramando lágrimas de cocodrilo.
Koremitsu, por su parte, lucía avergonzado mientras decía: “Jugaré contigo mañana”.
–Pero… podemos estar juntos hoy. ¿No puedo ir contigo…? Seré obediente.
–E-Eso no funcionará. Mañana pasaré todo el día contigo, Shiiko. Por ahora juega con
Lapis. El abuelo estará feliz si juegas cinco en raya con él.
–…Hm.
“Tch”, pensó para sus adentros, pero asintió con aspecto solitario y honesto. En un
sentido táctico, había sido un error de su parte intentar convencerlo mediante adulaciones.
Sería más fácil si lograba hacer que Koremitsu se sintiese culpable.
Pero aun así…
(¿Por qué tienes que dejarme atrás y salir solo? ¡Koremitsu-onii-chan, grandísimo
tonto!)
Shioriko no pudo contener su ira, hizo una mueca divertida a espaldas de Koremitsu,
apretando los dientes, y haciendo el sonido “ii–“.
Y Koremitsu se volvió.
–!
Los pétalos de cerezo nunca paran de ondear y caer al suelo, bien sea cuando damos un
paseo nocturno junto al río pensando “¡Este es el mejor día de mi vida”, o cuando
caminamos entre una muchedumbre al mediodía, a punto de romper en llanto pensando que
es el fin del mundo.
“Oborodukiyo” se encuentra ambientado en verano. Comencé a trabajar en este volumen
durante el otoño anterior, y la fecha de publicación es al final de primavera. Para aquellos
que viven en provincias septentrionales, las flores de cerezo están a punto de florecer,
supongo. Si este volumen es capaz de deleitarlos y consolarlos como al maravillarse ante
las flores de cerezo, me sentiré muy afortunada.
El drama CD de “Hikaru” se encuentra en producción. Se supone que el contenido sea
original, y con ello en mente, pensé que sería mejor si iba relacionado al próximo volumen,
“Suetsumuhana”, en lugar de que sea una historia completamente independiente, así que
comencé a trabajar a ese ritmo. En esta historia, Koremitsu finalmente asumirá el reto de
cortejar chicas en la calle. Espero que el contenido de esta historia haga a todos pensar “Ah,
así que eso es lo que está pasando” cuando lean “Suetsumuhana”.
Los actores de voz han sido elegidos con mucho cuidado, ¡pero las voces de Koremitsu
y Hikaru son muy complicadas de hacer! ¡Sobre todo Koremitsu! Si suena demasiado
aguda, parecerá muy pícaro. Pero si suena demasiado grave, ¡parecerá una persona mayor!
Sin embargo, creo ser capaz de obtener a los mejores actores para todos mis lectores.
Aparecerán cinco personajes. En cuanto a su identidad, dejaré que ustedes conjeturen y
anticipen. La fecha de publicación debería ser aproximada a la de “Suetsumuhana”, al final
del verano. Por favor, estén atentos a la página oficial de Famitsu. Puede que ya exista una
fecha oficial para el momento en que este volumen sea publicado.
Y hablando de Suetsumuhana, ese es el nombre en clave para la chica cuya apariencia se
asemeja a la flor en cuestión, ¿pero cómo será la portada? Espero con muchas ansias la
ilustración de Takeoka-san.
De acuerdo, nos leeremos una vez más en el quinto volumen de “Hikaru ga Chikyuu ni
Itakoro…”: Suetsumuhana.
10 de marzo de 2011
Mizuki Nomura.
Referencias:
Hanayagi, Chiyo, 1981. Practical Japanese Dance Basics. Primera Edición. Tokio :
Tokyo Shoseki Ptd Ltd.
Shinichi, Shinma, Natsuko, Tonomura, 1988. Classic Japanese - complete translation
<34> Ryojin secret Extract. Primera Edición. Tokio : Shogakukan.
El rincón botánico de
Odysseus.
¡Cuánto tiempo! Realmente hacía mucho que no actualizaba el blog en lo absoluto. Han
ocurrido muchas cosas en mi vida (algunas buenas, otras no tan buenas) que me hicieron
alejarme del proyecto por un tiempo. Sin embargo, siempre tuve muchas ganas de seguir
con el proyecto, ya que “Hikaru…” es una historia a la que le tengo mucho cariño. He
recibido mensajes de ustedes que me han motivado mucho a retomar, y de hecho este
volumen solo necesitaba de una corrección para ser publicado. Renuevo mi compromiso
con el proyecto y esta vez me aseguraré de llegar hasta el final. Quizás no a una velocidad
vertiginosa, ya que entre mi trabajo y mi vida personal no tengo demasiado tiempo libre,
pero trataré de traer nuevos capítulos con mayor frecuencia.
Ahora, sin más dilación, una pequeña información sobre la flor de turno.