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Storylink: https://www.fanfiction.net/s/12172788/1/
Category: Bleach
Genre: Friendship
Author: 777thHeaven
Authorlink: https://www.fanfiction.net/u/1676281/
Words: 7002
Rating: K+
Status: Complete
Source: FanFiction.net
Summary: "Tú, el final del verano, los sueños futuros… Nuestras grandes
esperanzas, no los olvidaré. Creo que nos encontraremos de nuevo. En Agosto, 10
años después. Los mejores recuerdos…" "Aunque estamos uno al lado del otro,
nuevamente me encuentro rezando para que nos volvamos a encontrar" Advertencia: AU.
No Ichi-hime
Hola….
Afff… tengo mi corazón roto (creo que así comienzan todos mis fics últimamente).
Acabo de terminar un anime que se llama Ano Hi Mita Hana no Namae o Bokutachi wa
Mada Shiranai mejor conocido como Ano Hana. Es supremamente hermoso y lleno de
melancolía. Se los recomiendo altamente.
La historia se sitúa en un Universo Alterno… ¿Qué raro, no? Creo que así tengo
mayor libertad creativa.
La canción de este capítulo se llama Secret Base - Kimi ga Kureta Mono de las
chicas Zone. Está en Youtube y realmente los invito a escucharla mientras leen la
historia.
Advertencias: Tanto bleach como la canción Secret Base - Kimi ga Kureta Mono le
pertenecen a sus respectivos autores. La historia tiene algo de OoC.
Abrió los ojos observando su habitación con detenimiento. En aquel sitio parecía
que el tiempo se había detenido. Agradecía a sus padres de que lo hubieran
mantenido tal y como lo había dejado el día que se fue. Paredes color lila,
carteles de dibujos por todos lados, peluches, sus fotografías con sus amigos… su
estante con mangas y videojuegos… todo estaba exactamente igual. Todo… salvo ella.
Se levantó con cuidado para no despertar a la persona que dormía junto a ella. Se
dirigió hasta el baño, abrió el grifo del lavamanos y mojó su cara para librarse un
poco del calor que invadía su cuerpo. Había olvidado lo caliente que era el verano
en Karakura. Observó su demacrado rostro en el espejo y casi no se reconoció. La
jovencita sonriente que soñaba con ser un robot de guerra se había perdido hace
años atrás en el camino de perseguir sus sueños o mejor dicho, a esa persona.
Miró el rostro del pequeño Kurosaki Kazui aún envuelto en las sábanas rosas de su
cama. Se reprendió a sí misma, habían pasado muchas cosas buenas en su matrimonio
con Kurosaki Ichigo… Solo porque estaban a punto de divorciarse no quería decir que
todo había sido malo. De hecho, su precioso hijo era lo más maravilloso que la vida
le pudo haber dado…
Luego de batallar un rato para que el niño se levantara, logró que finalmente
fueran a desayunar. Sus padres estaban realmente encantados de tener a su nieto en
casa, sin embargo, en secreto no dejaban de preguntarse ¿Qué había pasado entre su
hija y Kurosaki Ichigo para tomar la decisión tan definitiva de divorciarse?
…..
Sus pies vagaron por la ciudad con inercia. Kazui sujeto de su mano derecha. La
madre de Orihime le había ordenado ir a hacer las compras. Pasó por el
supermercado, y tras adquirir las cosas que le habían indicado, salió de la tienda
con las bolsas en la mano. Siguió vagando en silencio. No supo por dónde caminaba
hasta que llego allí…
Una piedra cayó a los pies de los atacantes de la niña llamando la atención de
todos. Allí estaba ese niño extranjero que hablaba raro. Nadie le hablaba porque
les asustaba. Con su brazo izquierdo sostenía varias rocas, mientras en su mano ya
se encontraba una dispuesto a lanzarla de nuevo. Así lo hizo. Logró darle en la
pierna a uno de los niños ahuyentándolos.
- "Vamos a casa, Orihime…" fue lo que dijiste ese día ¿verdad? - dijo ella en voz
alta mientras lágrimas nostálgicas recorrían su rostro, sin embargo también
sonreía.
- ¿Mami, por qué lloras? ¿Te duele algo?- preguntó Kazui preocupado a su lado. Ella
limpió las lágrimas con su brazo
- Mmm… ¡No! Es solo que… recordaba algo que me hizo muy feliz.
- ¿Él que?
Para llegar hasta aquel lugar especial había que pasar por el puente de Karakura.
Con una sonrisa, observó la pradera justo debajo de ellos. Recordaba que durante el
Tanabata ella solía mojar los pies en el río mientras veían la explosión de los
fuegos artificiales. Luego él la reprendería porque se enfermaría por mojarse a
altas horas de la noche. Siempre tenía esa expresión indescifrable, pero con ella
era distinto. Era un buen amigo… Se preguntaba: ¿Cómo se vería ahora con casi 30
años?
Al final del puente, se debía tomar por un camino dentro de pequeña colina cubierta
de árboles y flores. Era un lugar perfectamente oculto de los adultos… O al menos
eso pensaban al ser unos chiquillos de 7 años. Rio al recordarse a sí misma
arrastrando tablones de madera desde su casa hasta el bosque para construirlo.
Estaba tan bien hecho que probablemente su querido amigo había pedido ayuda a su
padre cuando no estaban juntos. Se preguntaba si su base secreta aún se mantenía en
pie.
Las lágrimas caían por su rostro, al recordar que segundos antes la había abrazado
y susurrado en su oído un cálido "gracias"… cuando logró articular un débil "¿por
qué? Él solo respondió "Por darme los mejores recuerdos"
Entró dentro de la casita. El olor de la madera inundó sus fosas nasales. Estaba
casi tal como la recordaba. Una pared pintada de rosa y otra de verde… Recordó las
peleas que tenían con respecto a la decoración de la base… El punto medio fue
dividir la base. La derecha era de él, la izquierda de ella.
Pudo ver los dibujos que había hecho pegados con chinches en la madera. Miró en un
estante de una esquina y reconoció su esmalte de uñas favorito: morado con escarcha
muy brillante. La había dejado en el refugio después de todo…
Justo en ese instante recordó ese día… lo había bloqueado en su memoria. Pero sabía
que había sido real. Fue justo el día antes de su partida a Tokyo. Todos sus amigos
habían planeado una fiesta para ella. Tatsuki, Keigo, Chizuru y por supuesto, él.
Fue hermoso, tenerlos a todos juntos por una última vez. Tras terminar la velada,
Orihime continuó empacando sus cosas entre su mochila y la maleta, sin embargo
había algo que faltaba, aquel esmalte. Si no estaba en su casa, probablemente
estaría en la base. Corrió todo lo que sus piernas le permitieron desde su hogar
hasta su lugar secreto. Debía darse prisa en regresar a casa o su madre le reñiría
por salir a altas horas de la noche. Grande fue su sorpresa al descubrir que tras
las cortinas que servía como puerta de la base, se escurría un leve rayo de luz.
Había alguien dentro. Un alguien que tocaba guitarra.
Tanto la Orihime del pasado como la del presente sonrieron… esa melodía abrazaba su
corazón de la forma más cálida.
- Estás aquí - recordó que le dijo mirándolo con una sonrisa y los ojos un poco
acuosos.
La melodía que salía de los dedos del pelinegro lograba que la ansiedad por su
partida al día siguiente se disipara. Aunque también sentía cierta nostalgia al
pensar en lo mucho que lo iba a extrañar. Súbitamente el sonido de la música se
detuvo y Orihime se encontró con los increíblemente verdes orbes del muchacho.
- Yo…. Siempre he querido decirte… – comenzó el muchacho mirándola fijamente y
luego bajando un poco la cabeza, logrando que unos mechones de cabello azabache
ocultaran sus ojos - Tu…. Yo…. Tu…
- ¿Eh? ¿Tu? ¿Yo?_ preguntó Orihime ladeando un poco la cabeza sin entender a qué se
refería su amigo.
- ¡¿Ehhhhh?! – fue lo único que atinó a decir la joven, sin dejar de sorprenderse.
Él estaba actuando muy fuera de sí. Como un autoreflejo bajó la cabeza, observando
la tierra del suelo como si fuera la cosa más interesante del mundo.
"No hay nada que pueda hacer acerca del inesperado cambio de escuela
Por siempre, dentro de la base secreta que nos pertenecía a los dos"
Estaba apenada con él. No sabía que responderle. Tenía razón. Había sido tonta y
descuidada. Orihime nunca escribió una respuesta a esa carta.
Kazui revisaba toda la base con ojos expectantes, ella también lo hacía. Pudo ver
en su lado de la pared su lista de deseos.
- Ser trapecista del escenario Kaleido. Convertirme en Sailor Moon. Ser un robot
militar. Encontrar un tesoro. Salir del país. Publicar mis bocetos en un museo
famoso - a medida que iba leyendo la lista podía ver que su caligrafía mejoraba,
así como sus sueños se volvían un poco más realistas. Era la transición entre la
niñez y la adolescencia.
Orihime notó que la puesta de sol estaba llegando. Por lo que le indicó a Kazui que
ya era hora de irse. Muy a su pesar, el pequeño tomó la mano de su madre para
retirarse con rumbo a casa de su querida abuela. Sin embargo, tras cruzar la puerta
sintió que su mano fue apretada con fuerza.
Se vieron durante unos segundos. Las estrellas alumbraban en el cielo de una forma
que jamás pasarían en Tokyo. La luna alumbraba aquel encuentro. Kazui miró el
rostro de su madre, tenía una mezcla de tristeza, alegría, emoción, vergüenza ¿Cómo
podía sentir tantas cosas al mismo tiempo? Dirigió su mirada al extraño frente a
ellos. Cabello negro, un poco largo y alborotado, ojos verde esmeralda intenso,
piel extremadamente pálida. En su mano derecha llevaba un coca-cola… su ojos
también mostraban la misma sorpresa que los de su madre… el pequeño pelinaranja no
entendía nada.
Así que déjame estar dentro de este sueño por toda la eternidad"
- Ulquiorra…. – susurró ella mientras las lágrimas bajaban en cascada por sus ojos
castaños. Él seguía viéndola con esa mirada indescifrable, pero por un momento,
pudo jurar que una lágrima también recorrió su pálida mejilla
- Te ves bien, Orihime – respondió él. Su voz sonaba mucho más profunda y masculina
que la última vez que la escuchó.
Kazui haló la mano de su madre para llamar su atención, como para indicarle que no
se olvidara de él… que él aún estaba ahí.
- ¿Eh? ¡Ah! Kazui… - dijo ella mirando a su pequeño hijo – Este es Ulquiorra, mi… -
no supo cómo completar esa frase
- Su amigo – terminó la frase Ulquiorra. Los ojos de ella se abrieron como platos.
Le sorprendió mucho que aún después de todo la considerara su amiga.
- ¡Kazui! Estás molestando a Ulquiorra - reprendió Orihime al niño algo apenada por
las reacciones de su hijo.
Ulquiorra uso su mano libre para hurgar dentro de su ojo derecho y voltear su
párpado, mostrándole a Kazui.
- ¡Genial! Mamá…. ¡Es grotesco!- exclamó Kazui con mucha emoción - ¡Enséñame, por
favor! – imploró el pequeño pelinaranja.
Sintió como el hombre tras ella dio unos pasos en dirección a la pequeña cabaña. No
podía pretender que las cosas fueran igual que antes entre ellos. Ella lo había
arruinado. Había arruinado su vida y su amistad con Ulquiorra. No supo en que
momento comenzó a llorar de nuevo. La voz de Ulquiorra la sacó de sus pensamientos.
- ¿Q-Quieres pasar a tomar una café? – preguntó con esa misma cara indescifrable de
siempre.
Ella dio media vuelta para encararlo. Por su ojos salían gruesas lágrimas al igual
que de su nariz corrían los mocos libremente. Esa imagen parecía a la pequeña
Orihime que defendió de los bravucones aquella vez.
- Hime-tan, eres una tonta – respondió él dándole una reprimenda como cuando eran
niños. El oírle llamarla de esa forma logró hacerla llorar aún más fuerte.
Kazui veía la escena sorprendido. Nunca había visto llorar a su mamá de esa forma.
- Entonces trata de arreglarlo. Tienes la oportunidad mientras vivas- respondió el
tendiéndole una mano que ella no se negó a tomar.
Tenía razón. Siempre podía arreglar las cosas en tanto estuviera viva. Ahora las
cosas no iban tan bien para ella, pero si se lo proponía seguro podría sobrepasar
cualquier situación turbia que se enfrentara. Con su mano libre, atrajo a Kazui en
un semiabrazo mientras entraban en la base secreta.
Al ver directamente a Ulquiorra a los ojos supo que sus mejores recuerdos no
estaban arruinados. No. Esas memorias le había recordado lo que ella era: una
soñadora incansable… Estaba muy feliz, no solo por encontrarse con aquel preciado
amigo nuevamente, sino porque a la vez se encontró a sí misma.
Fin
1996: Orihime se va a Tokyo. Tiene 17 (Es por eso que Ulquiorra y Orihime se
escriben, porque no había Facebook ni nada de eso… además, tener celulares no era
tan común en esa época)
Sinceramente, amé escribir esto. Siento que Ulquiorra me quedó un poco OoC, pero no
me importa jum _
Siento que este fic habla más que todo de lo que es amistad incondicional y más que
eso, nunca es tarde para empezar de nuevo, o para intentar arreglar algo que
arruinamos.
Recuerden que sus opiniones son muy importantes para mí por lo que los insto a
dejarme un review con todas sus dudas!
Viva el ULQUIHIME
Tengan en cuenta las notas que dejé al inicio y final del capítulo anterior
La canción de este capítulo se llama Aoi Shiori de Galileo Galilei. Está en Youtube
y realmente los invito a escucharla mientras leen la historia.
Pero por alguna razón, no puedo rellenar este único espacio en blanco"
Frunció el ceño con cierto grado de molestia, logrando que una arruga entre sus dos
cejas se formara. Borró nuevamente lo que estaba escribiendo. Realmente le costaba
plasmar sus pensamientos en el papel. Al borrar sin cuidado la hoja se arrugó,
quedando prácticamente inutilizable. Arrancó la página, la hizo bola y la tiró con
fuerza directo a la papelera.
- Un tiro de tres puntos – se dijo a si mismo girando la silla para seguir con sus
obligaciones.
Abrió la ventana para dejar que la casi inexistente brisa matutina bailara por la
habitación. Se sentó en el alfeizar de la ventana disfrutando de la pacífica vista.
El cielo era tan azul y sin nubes, que parecía sacado de una película. Contra todo
pronóstico, el viento sopló levantando algunas hojas y flores caídas en su patio.
Cerró los ojos para evitar que alguna basurilla le lastimara la córnea.
Algo en el suelo llamó su atención. Por la ventana se escurrió una de esas pequeñas
flores salvajes… aquellas que solían recoger juntos.
"Me puse una flor como si fuera un marcador y rodamos juntos en la bicicleta que
encontramos tirada
Por un momento se permitió volver al pasado. Era agosto, pleno verano. En verano
tenían una rutina. Ella lo llamaría, tirando pequeñas piedritas en la ventana. Él
sacaría la cabeza y con un gruñido inentendible le diría que se fuera porque era
muy temprano. Orihime haría un puchero y Ulquiorra terminaría por ceder.
Probablemente, la niña habría recogido algunas flores en el camino que lleva desde
su casa hasta la de su amigo y cuando estuvieran frente a frente, ella colocaría
una de esas coloridas flores en el bolsillo de la camisa del niño o tras su oreja.
Seguido de esto, tomarían la bicicleta del joven y saldrían a toda velocidad en
busca de aventuras por toda Karakura.
"Estamos al mismo nivel, somos iguales. Muy cansados luego de tener diversión
Estoy seguro que no recordaremos lo impresionante que podía ser el cielo azul"
Ellos eran iguales. Ambos habían sido niños molestados. Ella por su inusual color
de cabello naranja, y él por no hablar bien el idioma. A él no le importaba.
Igualmente en Alemania no tenía muchos amigos… para ser sinceros no tenía ninguno.
Hasta en su propio país era un bicho raro. Sin embargo, ese día de agosto en el
camino a casa la vio tan asustada que no dudó ni un momento en tenderle la mano.
Desde ese día se habían vuelto amigos… inseparables.
- No nos asustaba nada, ¿verdad? – se preguntó recordando todas las aventuras que
tuvieron. Desde el asalto a la perrera de Karakura en pro de liberar a los perros y
gatos oprimidos por la mano de los humanos, hasta la misión escapara de la escuela
temprano para leer el último capítulo del manga de Sailor Moon o Dragon Ball Z.
El teléfono sonó sacándolo de sus pensamientos. Era su jefe. Contestó de mala gana,
evidentemente quería los planos de la construcción y obviamente el reporte con las
especificaciones del mismo… esto último era lo que le estaba dando problemas.
Decidió dar una vuelta por la ciudad, con el objetivo de aclarar sus ideas. Aunque
secretamente sabía que en el fondo terminaría yendo a aquel sitio. Era el único
lugar donde podía escribir fluidamente sin ningún problema solo que no le gustaba
admitirlo. Ni siquiera a el mismo.
Finalmente salió de la casa con paso apático. Tenía bastante calor a pesar de
llevar puesta una ropa bastante ligera. Miró el vecindario a su alrededor, tan
aburrido como siempre, en Karakura todo era exactamente igual. Fue entonces cuando
se quedó mudo… allí estaba ella. Estaba de espaldas, pero ese hermoso color de
cabello lo reconocería en cualquier parte del mundo. Un rayo de luz cegó su visión
por unos segundos. Cuando se recuperó de su fotosensibilidad… no había nadie.
Aunque estamos uno al lado del otro, nuevamente me encuentro rezando para que nos
volvamos a encontrar
Parecía tonto seguir enamorado de una mujer de la cual tienes años sin saber nada,
pero él no podía evitarlo. A veces, solo que dejaba llevar por sus memoria espacial
hasta los lugares importantes para ellos. Así fue como se encontró en el templo
Shinto que solían visitar en año nuevo.
Recordó la primera vez que dejó de verla solo como una amiga. Fue en el inicio del
año 1992, habían quedado en pedir los deseos de año nuevo todos juntos. Hacía un
tiempo que su grupo de amigos se había expandido un poco, por lo que Keigo y él
esperaban a las niñas del grupo. Estaba algo mosqueado por tener alrededor de 30
minutos esperándolas, pero al ver a Orihime llegar con un kimono rosado con
exquisitas flores bordadas, la molestia acumulada se disipó
Caminaron todos juntos hasta el templo. Pidieron sus deseos, hablaron un rato y
luego cada quién tomó rumbo en dirección a su propio hogar. Ulquiorra tenía la
costumbre de acompañar a Orihime hasta su casa y luego regresar a la suya. Justo
cuando el chico se estaba despidiendo de ella, la pelinaranja lo detuvo.
- Espera, Quiorra-tan… yo quería darte esto – de su pequeño bolso sacó una misanga
y se la extendió con un sonrisa muy brillante, lo que provocó un leve sonrojo en el
chico – ¡Ten!
- ¿Hn? ¿Qué es esto? – preguntó curioso tomando el pequeño objeto entre sus dedos
¡Hey! El hoy es hoy y eso no cambiará; si llueve, aún podemos hablar por teléfono
Se levantó del banco del templo estirando sus brazos, alejando un poco el
entumecimiento que había inundado sus articulaciones durante los últimos minutos.
Observó en dirección al cielo viendo los colores anaranjados que se había formado.
Era tarde… lo mejor sería encaminarse hasta la base secreta para descansar como
Dios manda, tener energía al día siguiente y terminar el bendito informe ese.
…..
En ocasiones, su patética confesión venía a su mente. ¿Cómo rayos había hecho eso?
O mejor dicho… ¿Por qué se había tardado tanto tiempo en decírselo? Como resultado,
ese tipejo con cara de delincuente (lo sabía porque lo había buscado en Facebook
hace un año para martirizarse de la feliz vida que llevaban los tres: Orihime,
Ichigo y su hijo Kazui) se había ganado su corazón y había roto su amistad… Bueno
no es que supiera exactamente que pasó para que Orihime no volviera a contactarlo,
pero para ser sinceros, él tampoco había vuelto a buscarla.
Corriendo por la colina que se asoma por encima del mar, bajo ese cielo
terriblemente azul
Mi mano derecha sostiene una soda, y mi mano izquierda siempre está buscándote"
…..
Por unos segundos, sintió una emoción inundar su corazón al estar frente al
refugio. Sin saber por qué, e ignorando la fuerza de su palpitar, se acercó a la
casita solo para ver como una crecida Inoue Orihime salía del interior de la cabaña
tomada de la mano del que reconocía como Kazui… su hijo.
Se vieron durante unos segundos. Las estrellas alumbraban en el cielo de una forma
que jamás pasarían en Tokyo. La luna alumbraba aquel encuentro. El pequeño niño lo
miraba a él y luego a ella.
- Ulquiorra…. – susurró ella mientras las lágrimas bajaban en cascada por sus ojos
castaños. La sorpresa inundó su cuerpo, mientras la sensación cosquilleante de una
lágrima traviesa deslizándose por su propia mejilla le causó escalofríos.
- Te ves bien, Orihime – respondió él, tratando de ocultar un poco sus emociones,
engañarla a ella con respecto a lo que él sentía nunca había sido tarea fácil.
El contacto visual fue roto por ella, al prestarle atención a su pequeño hijo.
- ¿Eh? ¡Ah! Kazui… - Este es Ulquiorra, mi… - parecía no tener idea de cómo
terminar la frase…
- ¡Kazui! Estás molestando a Ulquiorra - reprendió Orihime al niño algo apenada por
las reacciones de su hijo.
Ulquiorra aprovechó para examinar al niño. Tenía la misma cara risueña de su madre
a su edad. Sonrió con nostalgia mientras usaba su mano libre para mostrarle al niño
aquello por lo que imploraba. Párpados volteados.
- ¡Genial! Mamá…. ¡Es grotesco!- exclamó Kazui con mucha emoción - ¡Enséñame, por
favor! – imploró el pequeño pelinaranja.
Al verla, no vio a Kurosaki Orihime, una mujer de casi 30 años. Vio a la mocosa
niña de 7 años que lloraba por cualquier cosa. Su cara estaba roja y estaba bañada
en lágrimas y mocos. Era sencillamente una imagen que le estrujaba el corazón.
- Hime-tan, eres una tonta – respondió él tomando valor para llamarla por su apodo
mientras le extendía su mano libre. Ella solo lloró con más fuerza. Ulquiorra se
permitió ver al Kazui que estaba claramente confundido por la escena que estaba
presenciado. El pelinegro le brindo una sonrisa tranquilizadora.
Él solo apretó su mano con más fuerza… ella también le había brindado sus más
preciados recuerdos.
…...
"De esta forma, con mis dos brazos ocupados, abrazo la primavera
…...
Supongo que estamos uno al lado del otro. Oh, cierto, las palabras para esa línea
en blanco son…
- ¿Hn? ¿Qué?
- Hola, Loly… No, estoy cerca de casa… Si…- de vez en cuando brindaba un mirada
hacia Orihime que le miraba expectante – Esta bien… Yo también te amo.
El primer tren del día y un poco de escasa felicidad… Hey, hoy es hoy, y eso no
cambiará"
- Ehm... decía que si querías pasar. Mis padres estarán encantados de verte –
mintió ella. Ulquiorra lo supo. Sabía que quería preguntar por aquella confesión de
la cabaña. La imagen de Loly vino a su mente. No era justo para ella.
Él se preguntó si realmente sería posible que ella estuviera sufriendo al saber eso
de él.
- Adiós Orihime…
- Adiós Ulquiorra…
Ulquiorra metió sus manos en los bolsillos a medida que caminaba rumbo a su hogar.
El misanga seguía en uno de ellos. Lo acarició con una mano. No importaba que ahora
ella estuviera aquí, ambos habían tomado caminos muy distintos. Cada uno debía
cargar con las decisiones, malas o buenas, que habían tomado. Y aún así sonrió
sinceramente pensando: ¿Qué habría pasado si hubiéramos seguido en contacto?"
"Debe haber algo que está mal conmigo"
- Definitivamente, hay algo que está mal conmigo- pensó Ulquiorra deteniendo su
caminata, para ver como un "Ulquiorra más joven" conducía a toda velocidad por una
empinada bajada, mientras en el asiento secundario de la bicicleta una "Orihime más
joven" lanzando flores de todos colores a su alrededor, liberaba una dulce risa
infantil.
Por un momento creyó sentir el pétalo de una flor rozando su mejilla, viendo a a
los infantes perderse a la lejanía. Cerró los ojos y metió nuevamente las manos en
su bolsillo. El misanga seguía allí.
- Bueno… Así son las cosas – dijo en voz alta mientras caminaba con rumbo a su
hogar recordando que aún tenía un informe que redactar.
Fin
Si antes estaba sorprendida por haber escrito un Ichi-hime implícito, ahora estoy
impactada por escribir un Ulqui-Loly… Insisto, no me odien.
Respuesta de 777th para ella misma: ¡NO! Tú insistes en hacer cosas tétricas o
brutalmente tristes ¿Qué no puedes escribir un final normal y bonito para ellos?
Afff… esa es una pelea eterna que tengo conmigo misma… ¿Qué puedo hacer? EL fic me
volvió a salir triste… y me sentí felizmente miserable escribiéndolo, a pesar de
que ahora si Ulquiorra es un total OoC! Perdón por eso.
A diferencia de la primera parte, este fic habla de aprender a vivir con las
decisiones que tomamos y sus propias consecuencias.
Ulquiorra podría haber decidido quedarse con Orihime (a cenar) pero sabía
perfectamente que eso podría traer otras consecuencias, las cuales no serían buenas
para terceras personas (Loly, Kazui y el propio Ichigo)
Recuerden que sus opiniones son muy importantes para mí por lo que los insto a
dejarme un review con todas sus dudas!
Viva el ULQUIHIME