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El origen de las especies

En 1859 Charles Darwin publicó su obra culmen El origen de las especies, que
inmediatamente suscitó diversas objeciones y críticas provenientes de muy diversos
ámbitos, desde el campo científico al religioso, pasando por la política y la sociología,
entre otros. Para responder a esas objeciones, Darwin reeditó hasta en cinco ocasiones
su obra -la sexta y última en 1872- en las que fue retocando determinadas partes y
conceptos que habían sido puestos en entredicho. ¿Siguen siendo válidas en la
actualidad las respuestas que dio a las críticas?

LA CUESTIÓN RELIGIOSA
En la primera edición de El origen de las especies Darwin explica cómo las diferentes
especies de seres vivos se han originado mediante la actuación de la selección natural, a
partir de un ancestral común a todos ellos (1). Y por ende, también se posicionó
claramente en contra de la posibilidad de que las especies se hayan creado de forma
independiente. Esto fue motivo de enormes críticas por parte de diferentes sectores
religiosos por cuanto eliminaba la idea de la actuación de un creador en tal proceso. La
polémica se centraba en que en la frase final resumen de la obra no incluyó a dicho
creador por ningún lado:

“hay grandeza en esta concepción de que la vida […] mientras este planeta ha ido girando
[…] ha desarrollado infinidad de formas […] a partir de un principio tan sencillo” (se refiere
al origen de la vida en una “charca de agua templada” a partir de sus componentes
químicos elementales).

En la segunda edición de 1860 -pasados tan sólo unos pocos meses de la primera-
Darwin inserta dos retoques con respecto a la religión. En primer lugar, incluye en la
anterior frase la mención al creador, algo que se mantendría en las siguientes ediciones,
lo que se puede interpretar como un intento de calmar los ánimos.

Y sobre todo, en las últimas páginas inserta unas frases en las que defiende que “no ve
razón válida para que su teoría ofenda los sentimientos religiosos de nadie”. Y para
justificarlo se apoya en que un famoso autor y teólogo (Charles Kingsley) “[…]
gradualmente ha ido viendo que es una concepción igualmente noble de la Divinidad
creer que Ella ha creado un corto número de formas primitivas capaces de transformarse
por sí mismas en otras formas[…]”.

LAS VARIACIONES GENÉTICA Y LA HERENCIA: UNA CRÍTICA ENRIQUECEDORA


En la tercera edición de 1861, Darwin incluye un prefacio sobre los antecedentes
históricos de su teoría, y en la cuarta (1866) solo efectuó correcciones menores. En
cambio, en la quinta (1869) realizó varios añadidos tratando de responder a una
importante controversia de su teoría planteada en un artículo publicado en 1867 por el
ingeniero escocés Fleeming Jenkin en la revista North British Review (2).

Y es que en las 4 primeras ediciones Darwin había supuesto que había dos tipos de
variaciones sobre las que actúa la selección natural: las pequeñas y frecuentes, y las
grandes y raras. Lo que defendía Jenkin es que si las variantes favorecidas por la
selección natural son de gran alcance, tienen muy poca probabilidad de persistir en las
siguientes generaciones. Para ello utilizaba el siguiente razonamiento:

Tales individuos “raros” portadores de la variación favorable se tendrían que reproducir


con otros individuos sin tal variación, que son los más abundantes.
En la descendencia de estos cruces la mayoría de los descendientes ya no tendrían la
variación favorable, porque tanto Jenkin como Darwin aceptaban la idea que prevalecía
en esa época de que en los hijos se mezclan las herencias de los padres.
En consecuencia, la probabilidad de que persistiese la variación favorable en la siguiente
generación sería baja, y además iría decreciendo en generaciones sucesivas.
Ante esta controversia, Darwin (en el capítulo IV de la quinta edición) le quita importancia
a tales variaciones “grandes y raras”, y se queda sobre todo con las variaciones
“pequeñas y frecuentes” en las que la herencia de mezcla no plantea problemas. Estas
últimas sí se podrían establecer en las poblaciones, pues serían recurrentes, y los
individuos que las portan se pueden reconocer para reproducirse. En definitiva, esta
dificultad le permitió a Darwin reafirmarse en su idea de que la evolución sucede sobre
todo de forma gradual y no a “saltos”, algo que continúa siendo aceptado en la actualidad,
pero ya con una idea diferente de la herencia de las variaciones -de las pequeñas y
también de las grandes- proporcionada por el mendelismo.

SELECCIÓN NATURAL Y EVOLUCIÓN


El cambio más importante lo efectuó Darwin en la sexta edición (1872) con la inclusión de
un capítulo nuevo -el VII- en el que trataba de responder a las objeciones planteadas por
el zoólogo St. George Jackson Mivart sobre el papel de la selección natural en la
evolución.

Darwin (en las 5 primeras ediciones de su obra) había defendido que el origen de las
estructuras funcionales complejas -como las alas o los ojos- había tenido lugar por la
actuación de la selección a partir de estructuras sencillas y hasta rudimentarias. Mivart
publicó un texto réplica en 1871, “Sobre la génesis de las especies” (3), en el que, pese a
aceptar la idea de la evolución, estaba en contra de la selección natural como su
mecanismo más importante.

La principal dificultad que veía Mivart en la teoría de Darwin la resumía el título del primer
capítulo de su libro: “La incompetencia de la selección natural para explicar los estadios
incipientes de las estructuras útiles”. Concretamente, lo que defiende Mivart es que es
muy difícil explicar mediante selección natural el inicio de estructuras como las alas, ya
que en las etapas iniciales de su desarrollo difícilmente pueden servir para volar, y lo
mismo sucedería con otras estructuras como los ojos y la capacidad de visión. Mivart
propone que tales estructuras habrían aparecido ya desarrolladas por modificaciones
importantes en los patrones de desarrollo presentes en los ancestrales de los organismos.

Darwin siguió manteniendo su posición (en la sexta edición) de que los ojos se han
originado a partir de estructuras muy sencillas mediante la actuación de la selección,
mejorando la capacidad de visión. Pero para el caso de las alas, (en el mencionado
capítulo VII, y también en el V que reescribió para la sexta edición) hace énfasis en una
idea no suficientemente desarrollada en anteriores ediciones: tales estructuras que ahora
las vemos con una determinada función pudieron haber surgido y haberse seleccionado
en sus etapas iniciales para otra función diferente para que la que no era necesario
tenerlas muy desarrolladas. Así, las proto-alas de los insectos o las aves inicialmente
pudieron tener una función termorreguladora, y ya cuando alcanzaron un cierto tamaño,
pasaron a tener una función destinada a permitir el acto de volar.}

Con el tiempo, diversos hallazgos y experimentos han demostrado que las ideas de
Darwin en este punto son más acertadas que las de Mivart. Por ejemplo, estudios
experimentales llevados a cabo ya avanzado el siglo XX han puesto de manifiesto cómo
se pudo producir la transición en las alas de la termorregulación al vuelo. En concreto,
esto es algo que pudo estar relacionado con el aumento del tamaño general del cuerpo y
de las alas de los organismos: cuanto más grandes se hicieron los organismos y las proto-
alas, más rápidamente se pudo producir tal cambio (4). E incluso para otras estructuras
tan complejas como los ojos de los pulpos, las águilas o los humanos, ante las que hasta
el propio Darwin mostraba sus dudas sobre que se hubieran podido formar por selección
natural a partir de ojos sencillos como las manchas oculares de protistas como Euglena,
también puede tener una explicación “darwiniana”.

También más recientemente se ha podido demostrar que debajo de los diversos tipos de
ojos existentes en la naturaleza, unos 40 desde los más sencillos a los más complejos,
subyace una maquinaria genética común a todos ellos sobre la que ha actuado la
selección natural. Esta red genética común está constituida por genes como Pax6 que,
actuando sobre otros genes, condiciona la formación del ojo en una determinada zona
cefálica, así como otros genes comunes a todos los organismos que controlan la síntesis
de los pigmentos y las estructuras que intervienen en la visión (5).
CONCLUSIÓN
Por lo expuesto en este artículo queda claro que en las sucesivas ediciones de El origen
de las especies fue respondiendo a las críticas y objeciones más importantes que se le
hacían, enriqueciendo con ello su teoría, por lo que en la actualidad se considera que es
la sexta edición de 1872, y no la primera de 1859, la más importante y definitiva -la
canónica- para analizar su obra. Además, también queda claro que, si bien no llegó a
modificar su teoría en respuesta a las críticas científicas, sí la retocó, acertando en
aspectos como el tipo de variaciones importantes para la evolución. Además, el propio
Darwin tuvo que “evolucionar” su teoría encontrando soluciones, también acertadas, para
problemas como el de las etapas iniciales de ciertas estructuras funcionales de los seres
vivos (las alas).

Posteriormente se han seguido produciendo objeciones a la teoría de Darwin, siendo


otros profesionales -genetistas, paleontólogos, biólogos moleculares, ecólogos etc.- los
que las han tratado de solucionar, pulir y completar su obra, pero manteniendo incólume
su esencia.

BIBLIOGRAFÍA
La sexta edición de “El Origen de las Especies” se puede encontrar en castellano en
diversas editoriales, pero destaca sobre todo la efectuada por Austral –Espasa Libros en
2009 para conmemorar el 150 aniversario de la publicación de la primera. Y en inglés se
pueden consultar las seis ediciones de la obra en la página web DARWIN ON LINE.
Jenkin, F. 1867.The Origin of Species.North British Review.46:277-318.
Mivart,St.G.J. 1871. The Genesis of Species. Se puede consultar en wikipedia sources.
Kingsolver,J.C. , Koehl, MAR, 1985. Aerodynamics, thermoregulation and the evolution of
insect wings. Evolution, 39(3):488-504.
Gehring, W.J. 2004.New Perspectives on Eye Development and the evolution of eyes and
photoreceptors. Journal of Heredity. 96(3): 175-184.

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