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Religión del Imperio Romano

La religión oficial de Roma era la adoración de un gran grupo de dioses grecorromanos como
Júpiter, Juno, Minerva y Marte, lo que significa que la gente reconocía y adoraba a múltiples
dioses, pues su religión se basaba en ser politeístas. Concerniente al tema, una cosa que podemos
deducir de esta evidencia es que los romanos no se consideraban obligados a servir a los dioses.
Más bien, su relación con lo invisible era más una de quid pro quo, que es una expresión latina que
significa ‘una cosa por otra’.

Características:

Los dioses eran antropomórficos porque eran semejantes a los hombres, no sólo en su apariencia
física sino también en sus sentimientos, positivos o negativos; los dioses aman, se irritan, tienen
celos o deseos de venganza.

La religión romana no era revelada, por lo tanto, no poseía un libro sagrado como el cristianismo
(la Biblia), el islam (el Corán) o el judaísmo (la Toráh o Tora) donde se recogían los preceptos y
dogmas a seguir. La mayoría de los relatos de la Mitología romana nos han sido transmitidos por
los poetas en sus obras. Por tanto, éstos pueden ser modificados y retocados como cualquier
composición literaria. La religión romana no presenta normas fijas que el creyente tenga que
seguir. En el mundo romano la religión poseía una estrecha relación con el Estado, que controlaba
los cultos públicos. Los sacerdotes eran elegidos como cualquier otro magistrado para el
desempeño de su cargo. El cargo de sacerdote era temporal y no necesitaba preparación previa.

La religión romana se caracterizó también por su capacidad de sincretismo y asimilación. Las ideas
religiosas del pueblo romano no fueron siempre las mismas, sino que recibieron numerosas
influencias de los pueblos con los que entró en contacto y supo asimilarlas e integrarlas en sus
creencias.

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