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Qué es el teatro, su historia y

origen

El teatro es un tipo de espectáculo que ha acompañado a la


civilización humana desde tiempos muy antiguos. Un tipo de
representación artística que siempre ha sido del gusto de todos
en sus diferentes variedades. En este artículo
de CurioSfera.com queremos explicarte qué es el teatro:
su definición, significado y concepto. Del mismo modo, te
mostramos como ha sido su historia y evolución, todos
los tipos de teatro que existen y también cómo es
el edificio en el que se realiza.

También te puede interesar la historia de la música.

Índice de contenidos
 1 Qué es el teatro
 2 Origen del teatro
 3 Historia del teatro y su evolución
 4 Qué es un teatro (edificio)
 5 Partes de un teatro

Qué es el teatro
Si te preguntas ¿qué es teatro? debes saber que
el significado de teatro es un término procedente de la
palabra griega theatrón (θέατρον). Una traducción válida en
español sería “lugar o sitio para la contemplación”.

La definición de teatro es que es uno de los componentes de


las Artes escénicas y vinculado con la actuación. En su
desarrollo intervienen actores que reproducen una historia ante
el público mediante la palabra, el canto, gestualidad, música,
escenografía y sonidos.

Del mismo modo, también se utiliza la denominación


o concepto de teatro para referirse al género literario que
abarca a las obras y textos escritos para ser representados ante
unos espectadores en vivo o mediante una grabación o
retransmisión televisiva.
También se conoce como teatro al edificio o instalación donde
se representan tradicionalmente las obras de teatro. También
se incluyen en este ámbito espectáculos como el ballet, la
ópera, monólogos o la pantomima.

Origen del teatro


Casi todos los estudios coinciden en que los primeros indicios
del origen del teatro, o algo parecido, se encuentran en las
primitivas ceremonias y rituales relacionados con la caza. Del
mismo modo, tras la recolecta de la cosecha, se realizaban ritos
de agradecimiento con música, cantos y danza.

Gran parte de estos rituales, se convirtieron en verdaderos


espectáculos en los que se expresaban espiritualidad y se rendía
devoción y culto a los dioses. Este tipo de manifestaciones
litúrgicas o sagradas son un elemento fundamental para
el nacimiento del teatro en todas la civilizaciones.

Hace miles de años, en Mesopotamia y en África, existían


poblados y tribus que tenían un gran sentido de la mímica, los
sonidos y el ritmo. Contaban con gran facilidad para imitar a los
animales y contar grandes historias sobre sus cacerías.
En las noches, alrededor de un fuego, se explicaban increíbles
historias que poco a poco fueron acompañadas de cierta
música con tambores, canciones y disfraces. También sucedía
algo similar con celebraciones y ritos religiosos, que se
convirtieron en verdaderos espectáculos.

Pero los historiadores se preguntan si realmente se puede


considerar a estas prácticas como teatro, ya que por lo general
tenían una gran carga religiosa. Otros, en cambio, consideran
que como mínimo, son lo más parecido a los orígenes del
teatro de los que se tiene constancia.
Por tanto, si bien no se puede considerar estas prácticas como
teatro, si se puede considerar que son los primeros indicios
del origen del teatro.

Una vez dicho esto, a las preguntas ¿dónde nació el


teatro? y ¿quién inventó el teatro? La respuesta es que el
teatro nació en la antigua Grecia entre los siglos V y VI a.C.
Concretamente en su capital, Atenas.

Los ciudadanos atenienses realizaban ceremonias en honor al


dios de la vegetación y del vino Dionisio. Estos ritos
evolucionaron poco a poco hasta convertirse en teatro.
Siendo así en uno de los mayores avances culturales de la
civilización griega. Tanto que en cada nueva ciudad o colonia,
era imperativo la construcción de un edificio para el teatro.

12 grandes personajes masculinos del teatro


universal

Teatros Canal
Escrito en Actores y actrices, En profundidad

 
Fecha publicación
12 de enero de 2017

‘No hay papeles pequeños, solo actores mediocres’. La frase se atribuye al maestro de la
interpretación Konstantin Stanislavsky. Y aunque no pretendemos ir en contra de este
mandamiento actoral, parece que hay roles que están destinados a los grandes
intérpretes. Entre la tragedia griega y el siglo XXI hemos seleccionado los 12 grandes
personajes masculinos del teatro universal que probablemente estén entre los más
codiciados por un buen actor.

1. Edipo (Edipo Rey, Sófocles, 430 a.C)

Es tal la fama de Edipo que incluso en psicología hay un síndrome específico para
él. La tragedia de este rey que, sin saberlo, asesinó a su padre y se casó con su madre,
está considerada como la obra maestra del teatro de todos los tiempos.

Sófocles describió en este personaje a un político comprometido y compasivo, que sufre


por el pueblo que gobierna. Pero el dramaturgo nos lleva también al interior de la
conciencia de Edipo, a su culpabilidad y a su ansia de conocer la verdad. Si les gusta un
buen conflicto interno, ¡este es un buen papel!

2. Hamlet (Hamlet, William Shakespeare, 1601)


Foto promocional del montaje de ‘Hamlet’ con Israel Elejalde.

Con un dilema similar al de Edipo, el héroe de Shakespeare es todo un mito dramático,


que ha sido interpretado por los más grandes actores británicos.

Irónico y reflexivo, el personaje de Hamlet no encaja dentro de los personajes masculinos


del teatro que típicamente son héroes: no es un guerrero (aunque es bueno con la espada)
ni es un amante romántico como pudiera serlo Romeo(aunque conquista a Ofelia). Es un
hombre de auténtico porte renacentista, que tiene que seguir su deber (vengar a su padre)
por encima de sus deseos.

Los monólogos que muestran los atormentados pensamientos íntimos de Hamlet son una
prueba de la complejidad de este personaje, que tiene casi infinitas maneras de
interpretarlo.

3. Segismundo (La vida es sueño, Pedro Calderón de la Barca, 1635)

Segismundo es un personaje complejo y contradictorio. Sin saber quiénes son sus padres,
ni cuál es el motivo por el que está encarcelado, llega a pensar que su único delito es
‘haber nacido’.

Mediante este personaje, Calderón de la Barca trataba un tema muy de la época: ¿Existe


un futuro determinado escrito para cada uno de nosotros? ¿Puede triunfar la libertad sobre
el destino.

4. Tartufo (Tartufo o el impostor, Jean-Baptiste Poquelin, Molière, 1664)

Llegamos, por fin a los personajes masculinos del teatro cómico. Molière describió


con tanta precisión el personaje de Tartufo, que está incluido en la Real Academia
de la Lengua para definir a un hipócrita.
En Tartufo se ataca a los devotos, un grupo muy influyente de la sociedad francesa del
Rey Sol (Luis XIV); no a los sinceramente religiosos, sino a aquellos que se aprovechaban
de su posición para manipular a los hombres.

Lo más divertido para un actor que interprete a Tartufo es la libertad expresiva que
Molière le concede. Del propio dramaturgo y actor decían en su época que en el
escenario “echaba espuma, hacía muecas, se contorsionaba, movía con furia todos los
burlescos resortes de su cuerpo y hacía temblar sus párpados y sus ojos redondos”. En
definitiva, una caricatura.

5. Mefistófeles (Fausto, Johann Wolfgang von Goethe, 1808)

Si bien el protagonista de la obra es el propio Fausto, que vende su alma al diablo a


cambio de que sea este quien le sirva en vida, el personaje de Mefistófeles resulta a
menudo más atrayente para los actores. ¿Por qué? Suponemos que, en primer lugar, por
el morbo de interpretar al diablo… Pero también porque el Mefistófeles de Goethe aparece
representado como un caballero elegante, orgulloso, desconfiado pero seductor… Un
auténtico Don Juan de los infiernos.

6. Don Juan (Don Juan Tenorio, José Zorrilla, 1844)

El que se libra del infierno es Don Juan Tenorio. Aunque Zorrilla acabó renegando de su


obra, es posiblemente la más representada del teatro español, especialmente cada 1 de
noviembre, desafiando la invasión de Halloween.

Tenorio es el héroe del romanticismo por excelencia, un burlador que consigue redimir sus
pecados gracias al amor de Doña Inés.
En la Plaza de Doña Elvira, en Sevilla, luce esta placa en homenaje a Don Juan Tenorio.

7. Thomas Stockmann (Un enemigo del pueblo, Henrik Ibsen, 1883)

El doctor Thomas Stockmann vive con su familia en una ciudad que obtiene sus riquezas
de un balneario. Cuando descubre un foco de infección en las aguas, entra en conflicto
con el alcalde (su propio hermano), que no quiere gastar dinero en la reparación y prefiere
mentir al pueblo y ocultarlo.

A partir de este argumento Ibsen volvió a adelantarse a su tiempo con una obra que
no ha perdido un ápice de vigencia en el siglo y medio que ha pasado. El
Dr. Stockmann es un hombre de ciencia, honrado, que lucha por lo que cree justo y por
sus ideales, pero que tiene que enfrentarse a la hipocresía de la sociedad en la que vive.

8. Trigorin (La gaviota, Anton Chéjov, 1895)

La gaviota presenta un elenco de roles diversos y complejos, dentro del cual el de


Trigorin se considera uno de los más importantes personajes masculinos del teatro.

Escritor de un relativo éxito, Trigorin no llega a la excelencia de Tolstoi (con quien se


compara casi de forma obsesiva) y no consigue ser feliz, destruyendo a su paso la
candidez de Nina. Pero como ocurre en todas las obras de Chéjov, lo importante no es lo
que Trigorin hace, sino su subtexto. En palabras del propio Chéjov, cuando le acusaban de
que en  sus escenas ‘no ocurría nada’: “los hombres comen, duermen, fuman y dicen
banalidades, y sin embargo se destruyen”.

9. Max Estrella (Luces de Bohemia, Ramón María del Valle-Inclán, 1920)

La noche de Max Estrella se sigue celebrando cada año en Madrid, para recorrer las calles
que el poeta y su acompañante, Don Latino de Híspalis, visitan en Luces de Bohemia.
En Villanova de Arousa una estatua conmemora a Max Estrella y Latino de Híspalis.

Sirva esto como demostración de la importancia de Max Estrella dentro de los


personajes masculinos del teatro universal, aunque tenemos que reconocer que Valle-
Inclán no lo puso fácil a las compañías que quisieran representar esta obra: ¡hacen falta
nueve localizaciones distintas!

Héroe y antihéroe al mismo tiempo, Max Estrella está basado en la figura del poeta
sevillano Alejandro Sawa, que murió, ciego y loco, en Madrid en 1909, dentro de la más
escalofriante pobreza. Sin embargo, sus pensamientos e ideales reflejan los del propio
Valle-Inclán, convirtiéndose así en el alter ego del dramaturgo. Y ¿qué actor español
rechazaría interpretar a un personaje de Valle-Inclán?

10. Leonardo (Bodas de sangre, Federico García Lorca, 1931)

Insconciente y apasionado, profundamente enamorado de una mujer que no le conviene,


Leonardo es el único personaje de Bodas de sangre que tiene nombre propio.

Podríamos decir que esta es la primera seña de la importancia del personaje, no solo por
su papel en la trama –es por él por lo que las bodas acaban de manera trágica– sino
también porque Lorca pudo salirse de los límites de un rol estereotipado y darle un
desarrollo al personaje mucho más amplio.

11. John Proctor (Las brujas de Salem, Arthur Miller, 1952)

De nuevo nos enfrentamos a un personaje recto, con unos principios e ideales muy
claros… Y de nuevo su final no es el más alegre. La obra que le valió a Miller un Premio
Tony en 1953 se centra en los hechos históricos de la ‘caza de brujas’ de 1692 en
Salem, una aldea de religiosos protestantes venidos de Centroeuropa.
John Proctor es un granjero acusado de brujería por Abigail, una chica con la que ha
mantenido una relación fuera de su matrimonio. Proctor se siente terriblemente culpable
por ello, y aunque tanto él como el público saben que se trata de una venganza personal
de la chica, los jueces le presionan para que confiese públicamente que ve al demonio.
Pero John Proctor decide no faltar ni a la verdad ni a su honor, lo que acaba con su
ahorcamiento y el de su esposa.

Sin duda se trata de un personaje difícil de interpretar, que supuso un reto para un
jovencísimo Sean Connery.

12. Richard Roma (Glengarry Glen Ross, David Mamet, 1983)

Al Pacino también participó en la versión teatral de 2012 de ‘Glengarry Glen Ross’,


interpretando a Shelly Levene.

El listón de personajes masculinos del teatro contemporáneo también está


quedando bien alto. Un ejemplo de ello es el rol de Richard Roma (Ricky, para los
amigos), el agente inmobiliario sin escrúpulos que David Mametincluyó en Glengarry Glen
Ross, obra por la que ganó el Premio Pulitzer en 1984.

El principal interés de Roma es cerrar ventas, por encima de la moral o los principios, y ve
estos éxitos como una muestra de su hombría. Sin embargo, incluso el despiadado Ricky
tiene su corazoncito…

El personaje ha sido interpretado por actores como Jack Shepherd (en el estreno de la


obra en Reino Unido), Joe Mantegna en EEUU, o Al Pacino en la versión cinematográfica
de la obra. El papel les valió un premio Tony a Mantegna; el Laurence Olivier a mejor actor
para Jack Shepherd; y una nominación al Globo de Oro, que se le escapó de las manos a
Al Pacino.

Estructura de una obra de teatro


INTRODUCCIÓNLos géneros literarios son los distintos grupos o
categorías en que podemosclasificar las obras literarias atendiendo
a su contenido. La retórica clásica los haclasificados en tres grupos
importantes: Lírico, Épico y DramáticoGENERO LIRICO: Expresa
sentimientos y pensamientos, en este predomina lasubjetividad del
escritor. Suele escribirse en versos pero también existen en
prosa.GENERO ÉPICO: Relata sucesos reales o imaginarios que le
han ocurrido alpoeta o a otra persona. Es de carácter sumamente
objetivo. Su forma deexpresión fue siempre el verso.GENERO
DRAMÁTICO: Es el tipo de género que se usa en el teatro, en el
quepor medio del dialogo y algunos personajes, el autor plantea
conflictos diversos.Puede estar escrito en verso o en prosa. Su
finalidad esencial es la representaciónante el
público.ESTRUCTURA DE UNA OBRA DRAMÁTICAUna obra de
teatro está formada por dos tipos de textos: texto principal o
primarioy texto secundario.

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