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Psicología y Educación:

Presente y Futuro

Coordinador: Juan Luis Castejón Costa


ACIPE- Asociación Científica de Psicología y Educación
© CIPE2016. Juan Luís Castejón Costa

Ediciones : ACIPE- Asociación Científica de Psicología y Educación

ISBN: 978-84-608-8714-0

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literaria, artística o cien
Divorcio y planes de crianza para niños pequeños de 0 a 3 años: una revisión
actualizada

Justicia, M. D., Justicia-Arráez, A., Alba, G., y Fernández, M.

Departamento de Psicología Evolutiva y Educación, Universidad de Granada, España

mdjustic@ugr.es, anajus@ugr.es, guadalupe@ugr.es, mariafc@ugr.es

Resumen
Con el divorcio de los padres, los jueces han de determinar cómo proteger y velar por el superior interés
de los menores, contando cuando lo estiman conveniente con el asesoramiento de psicólogos que emiten
informes periciales. Las legislaciones, los planteamientos teóricos y los resultados de las investigaciones
no se ponen de acuerdo acerca de si la edad, en el caso de los hijos pequeños de 0 a 3 años, debería ser
una variable relevante en el diseño de los planes de crianza cuando los padres se divorcian. Se realiza
una revisión de la literatura científica sobre esta cuestión, analizando su evolución y las conclusiones
más significativas, con el fin de contribuir a la clarificación de criterios, basados en las necesidades evo-
lutivas, que pudieran guiar la adopción de medidas relativas a los menores, no solo para las decisiones
judiciales en los procesos contenciosos sino también para los propios progenitores en los procesos de
mutuo acuerdo.
Palabras clave: Divorcio; primera infancia; custodia; planes de crianza

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Divorce and parenting plans for young children: a review

Justicia, M. D., Justicia-Arráez, A., Alba, G., y Fernández, M.

Department of Developmental Psychology and Education, University of Granada, Spain

mdjustic@ugr.es, anajus@ugr.es, guadalupe@ugr.es, mariafc@ugr.es

Abstract
With divorce, judges have to determine how to protect and ensure the best interests of children, counting
sometimes with psychologists expert reports. The laws, theoretical approaches and research not agree on
if the age, in case of young children (0-3 year old) should be a relevant variable in the design of parenting
plans when parents divorce. A review of the scientific literature on this subject is carried out, analyzing
its evolution and the most significant conclusions, in order to contribute to the clarification of criteria,
based on developmental needs, which could guide the adoption of measures related to children, not only
for judicial decisions in contentious proceedings but also for the parents in the agreement process.
Key words: divorce; infants; custody; parenting plans

1. Introducción
El Código Civil español establece que cuando se produce el divorcio entre los padres el progenitor que no resida
de manera habitual con los hijos tiene derecho a visitarlos, comunicar con ellos y tenerlos en su compañía, teniéndose
que determinar el “tiempo, modo y lugar” del ejercicio de este derecho. Los padres si se ponen de acuerdo, tienen que
plantearse, junto con los jueces y los psicólogos forenses en procesos contenciosos, cuestiones difíciles en torno a
cómo proteger el interés de los menores cuando hay que diseñar regímenes de visitas o planes de crianza para niños
muy pequeños.
Uno de los temas que más interés y controversia ha suscitado en el derecho de familia y en la psicología del de-
sarrollo aplicada al divorcio es el relativo a si con niños de 0 a 3 años resultan convenientes, y en qué extensión, las
pernoctas con el progenitor no residente. Además, en las últimas décadas los investigadores han tratado de definir los
criterios que deben guiar este tipo de decisiones. Hay que tener en cuenta que pese a que los resultados de los estudios
no son consistentes a la hora de establecer la relación entre estatus evolutivo y adaptación de los hijos al divorcio, el
nivel de desarrollo cognitivo, social y emocional afectará a su comprensión de la separación entre los padres y a su
capacidad para afrontar los factores estresantes que a menudo la acompañan (Cantón, Cortés y Justicia, 2007).
En el diseño del modelo de estancias o de visitas, específico para cada familia, se deberían considerar las bases
evolutivas sustentadas en el conocimiento empírico. Igualmente, partiendo de este principio, se habrá de ir ajustando
la estructura de los calendarios en función de la edad; conforme el niño vaya creciendo ir modificando la frecuencia y
duración de las estancias, el número de transiciones entre el contexto materno y paterno. Pese a ello, la utilización del
criterio edad no debería realizarse de manera estricta, ya que los niños pueden presentar diferencias individuales en
su desarrollo, en la adquisición de los conceptos temporales. De igual forma, para su aplicación diferencial resultará
clave los antecedentes de la naturaleza y la calidad de las relaciones materno/paterno-filial antes de la separación
(Justicia, 2013).
En los últimos veinte años dos han sido las principales perspectivas teóricas que se han posicionado tratando de
dar respuesta al tema de las pernoctas con los niños en la primera infancia. No pocas veces el debate se ha realiza-

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do en términos de “a favor/en contra”, si bien más recientemente algunos de los planteamientos están tratando de
definir puntos de consenso. Por un lado se sitúan los autores que tienen como principal marco de referencia el de
la teoría del apego y la necesidad de preservar el vínculo primario materno-filial. Su influencia se fue incardinando
en el derecho de familia en regulaciones específicas que establecían presunciones a favor de la custodia materna
cuando los niños eran pequeños. Un ejemplo de ello fue la Ley 30/1981, de 7 de julio, por la que se modifica la
regulación del matrimonio, que estableció el denominado principio de “corta edad”, según el cual a las madres ob-
tenían directamente la custodia de los hijos menores de 7 años, artículo que no fue derogado hasta el año 1990, tras
una sentencia de Tribunal Constitucional. Por otro lado, la segunda perspectiva pone el énfasis en la implicación
parental compartida, en los efectos beneficiosos del establecimiento y mantenimiento de relaciones significativas
con ambos progenitores. En este sentido, se destaca que con la excusa de preservar el apego madre-niño no se han
establecido o se han limitado las pernoctas en la infancia temprana, cuando con ellas el progenitor no residente ten-
dría la posibilidad de llevar a cabo actividades que promueven y mantienen la confianza, al tiempo que se profundi-
zan y fortalecen los apegos con ambos. Además, se afirma que los resultados de las investigaciones no demuestran
que las pernoctas tengan consecuencias negativas en la adaptación psicológica de los hijos o en las relaciones con
sus padres.
Sea desde una perspectiva o desde la otra y tal y como señalan Pruett, McIntosh, y Kelly (2014), las preguntas
fundamentales que en cada caso concreto hay que formularse cuando se están considerando las pernoctas con niños
en la primera infancia serían: ¿qué duración y frecuencia deberían tener las estancias en el contexto materno y paterno
de cara a proteger la adaptación positiva de los hijos y su desarrollo en general?, ¿qué tiempo es necesario para que
cada progenitor siga consolidando su relación e implicación temprana con el menor?, ¿cuánto tiempo necesita un
niño en sus tres primeros años de vida para establecer bases de apego seguras con sus padres?, ¿cuánto tiempo puede
permanecer alejado de un progenitor, según qué momento de su infancia temprana, sin que le resulte perjudicial para
las metas de desarrollo relacionadas con el vínculo afectivo?
En el trabajo que se presenta se realiza una revisión de la literatura científica más reciente sobre esta cuestión,
con el objetivo de delimitar las corrientes teóricas predominantes y los principales resultados de las investigaciones.
Finalmente, se pretende contribuir a la identificación de criterios fundamentados en las necesidades de los menores,
que desde el punto de vista evolutivo pudieran guiar la toma de decisiones.

2. Etapas en la infancia temprana y factores necesarios en el cuidado de los menores


Al considerar las pernoctas en la infancia hay que tener en cuenta las diferentes características que posee un niño
desde su nacimiento hasta los tres años, momento en el que empieza la educación infantil. Partiendo de esta premisa y
considerando su desarrollo social, emocional y cognitivo, diferentes autores distinguen tres etapas bien diferenciadas.
La primera de ellas es hasta los primeros 18 meses de vida, la segunda de los 18 a los 36 meses y la tercera, a partir de
los 3 años. Es evidente que cuanto menor sea la edad de los hijos, éstos necesitarán una mayor supervisión y atención
a sus necesidades, por parte de sus padres (Pruett, McIntosh y Kelly, 2014).
Algunos autores como Piñero y Peinado (2016) afirman que en un régimen de visitas ordinario con niños de 0-3
años la elección de la pernocta dependerá de cada caso, de sus circunstancias concretas, considerando que entre otras
son importantes las siguientes: la alimentación del bebé (por la lactancia materna), el trabajo de los progenitores (para
su cuidado y atención), y las condiciones del hogar (para su bienestar y seguridad).
Teniendo esto presente, que es decisión para cada familia, considerando las condiciones y necesidades específicas,
a menudo es a partir de los 18 meses cuando se suelen establecer las pernoctas, no siendo éste un criterio general.
Diferentes estudios realizados en Estados Unidos, corroboran que un 93-97% de los niños que se encuentran en este

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rango de edad, pasan menos de un 35% de noches con el progenitor no custodio (Tornello, Emery, Rowen, Potter,
Ocker, y Xu, 2013).
Porque la sociedad está cambiando y porque estos cambios afectan a los roles que tienen las familias hoy en día,
también están adaptándose las medidas que se toman en los regímenes de visitas, hacia una cada vez mayor duración
y frecuencia de la misma, más allá del sistema de fines de semana alternos y mitad de vacaciones.
En el debate sobre si son adecuadas y necesarias o no las pernoctas en los niños pequeños, y dado que, como se
ha señalado anteriormente, hay argumentos en contra y a favor, es necesario analizar qué elementos se consideran
indispensables para satisfacer las necesidades de los niños desde su nacimiento.
El primero de ellos es el apego, ampliamente estudiado. Éste se promueve mediante las relaciones positivas entre
padres e hijos, fortaleciendo el bienestar de estos últimos y su seguridad (McIntosh, Pruett y Kelly, 2014), a la vez
que facilitándole el aprendizaje, la autonomía y la estimulación. Los padres que le ofrecen a sus hijos protección,
ayudan a que éste desarrolle un apego seguro y organizado, teniendo presente la capacidad de exploración y adecuado
desarrollo emocional, evitando así que tenga lugar la ansiedad ante la separación, especialmente cuando son muy
pequeños. Tradicionalmente este rol de cuidadora principal era atribuido a la madre, hasta hace poco cuidadora prin-
cipal. Pero diferentes estudios, como el de Main, Hesse y Hesse (2011) han revelado que cuando el apego es hacia
los dos progenitores, sus consecuencias positivas se generalizan y se fortalecen. La sociedad actual está cambiando
promoviendo que ambos, padre y madre, repartan su tiempo entre el cuidado de los hijos y su trabajo. Son ya pocas
las familias en las que la madre es la encargada del hogar y de los niños y el padre el que lleva el dinero a casa.
Otra variable son las prácticas de crianza. Los padres deben implicarse en el cuidado del menor, en su educación,
deben llevar a cabo de forma adecuada sus roles como padres, atendiendo a las necesidades básicas de los hijos. Se
debe abordar este punto desde el trabajo conjunto, desde la coparentalidad, ya que es en la infancia donde se estable-
cen las bases de un adecuado ajuste posterior. Deben implicarse ambos padres, existir una adecuada comunicación
entre ellos, deben llevar a cabo unas rutinas y horarios consistentes (Whiteside y Becker, 2000), tomando decisiones
conjuntas y estando presentes por igual en la vida de sus hijos tanto escolar, como social y familiar, debe ser un tra-
bajo compartido, ni siquiera repartido.
La lactancia es otro aspecto fundamental, eje central del debate que nos ocupa. Muchos piensan que es mejor que
no se interrumpa y por tanto, este argumento es contrario a que los menores pernocten en diferentes casas. Es cierto
que es algo que no pueden llevar a cabo los padres, pero al margen de que hoy en día hay medios para que el niño
pueda seguir con la leche materna sin necesidad de que la madre esté presente, la cuestión aquí es la importancia del
contacto psicológico y físico con ambos progenitores (Llorente, 2006) y no tanto el mantener la lactancia en sí misma.
Cada uno de estos elementos se pueden adquirir mediante el aprendizaje, en la relación continuada de padres e
hijos, gracias a la experiencia que van adquiriendo en el día a día. Por tanto, con el suficiente interés y la adecuada
dedicación, a priori y a no ser por circunstancias ajenas y específicas (trastornos, dependencia a sustancias, alta con-
flictividad de los padres) ambos están preparados para cuidar a sus hijos.
No obstante, bien es cierto que aunque no es un factor en sí mismo, es necesario tener en cuenta en este debate de
posiciones tan dispares, la perspectiva más tradicional de la sociedad, que aunque en menor medida, sigue existiendo.
Luengo y Román (2006) llevaron a cabo un estudio cuyo objetivo era hacer una valoración sobre la personalidad de
varios niños de diez años, ofreciéndoles a los participantes diferentes informaciones previas. Un grupo pensaba que
los niños a los que tenían que valorar provenían de familias intactas, otro que se encontraban al cuidado de su padre
una vez separados, y a un tercer grupo se le comunicó que tras el divorcio, dichos niños estaban al cuidado de su ma-
dre. Como resultado, los que pensaban que los niños eran más felices y estaban mejor adaptados eran los que creían
que sus padres estaban juntos, por el contrario los que creían que eran menos felices eran aquellos que pensaban que

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estaban al cuidado de su padre tras el divorcio. Por desgracia, aunque los estudios sobre el apego, los estilos educa-
tivos y la lactancia avanzan, a veces lo que más cuenta cambiar son los estereotipos negativos que algunos sectores
de la sociedad mantienen.

3. Diferentes posicionamientos
Como se ha señalado anteriormente, hay diferentes posiciones al respecto de incluir o no las pernoctas en los regí-
menes de visita cuando los niños son muy pequeños. Warshak (2014) considera que el que en las visitas se introduz-
can pernoctas desde edades muy tempranas puede reducir las tensiones asociadas a la separación. Además también
reducen las limitaciones que pueden darse al pasar el hijo solamente unas horas con el progenitor no custodio, ya
que pasando con él la noche puede llevar a cabo una rutina de cuidados más amplia (incluyendo baños, cenas). Tanto
el niño como el progenitor sentirán que no están de visita, que todos esos cuidados y atenciones forman parte de la
convivencia, y es esto lo que les ayudará a los niños a normalizar la situación y a integrar tanto a su padre como a su
madre en su día a día y en sus cuidados, desarrollando, en mayor medida, su autoestima.
En esta línea favorable, se afirma que no hay evidencias que señalen que las pernoctas desde temprana edad in-
fluyan en el desarrollo de un apego desorganizado. El que un niño tenga más problemas cuando pasa algunas noches
con el progenitor no custodio puede ser debido en mayor medida a otros factores como por ejemplo el que en casa
se tenga una disciplina inconsistente o inadecuada, o a dificultades en los propios hijos, entre otros (Nielsen, 2014).
Millar y Kruk (2014) consideran que al igual que un padre está totalmente cualificado para cuidar de su hijos cuando
está casado, una vez que se separa lo sigue estando, nadie se plantea que no pueda quedarse solo con su hijo una
noche mientras la madre está fuera, ¿por qué entonces se ha de poner en duda su capacidad cuando ya no están juntos
como pareja?.
Contrarios a estos planteamientos existen otros como el de Tornello, Emery, Rowen, Potter y Xu (2013), quienes
señalan que un 43% de los niños que pasan al menos una noche a la semana con su padre presentan un apego inse-
guro, descendiendo a un 25% cuando lo ven solamente durante el día. Los mismos autores clasifican la frecuencia
de las pernoctas y su relación con el apego inseguro, indicando que un 37% de los menores tienen apego inseguro
cuando las pernoctas son frecuentes, un 33% cuando son ocasionales, un 22% cuando ocurren muy pocas veces y un
18% cuando no pasan con él ninguna noche.
Este planteamiento aparecía en el estudio pionero de Solomon y George (1999) quienes indican que los niños que
en su primera infancia tuvieron pernoctas semanales presentan posteriormente comportamientos más ansiosos y más
irritables (McIntosh, Smith y Kelaher, 2010) ya que influía a su vez la conflictividad que mantienen sus padres, as-
pecto que defienden en su estudio Sandler, Wheeler y Braver (2013) quienes indican que en familias con un elevado
índice de conflictividad no es adecuado llevar a cabo un régimen de visitas con pernocta.
En línea con los anteriores, McIntosh, Smyth y Kelaher (2013) señalan diferencias en cuanto a la edad, siendo
para ellos los niños más mayores, a partir de 5 o 6 años, los que menos consecuencias negativas tienen cuando rea-
lizan pernoctas en casa del progenitor no custodio. Indican que cuando son más pequeños pueden presentar (como
consecuencia de la inseguridad al no estar con la madre) falta de control emocional e incluso quejas somáticas.

4. Conclusiones
El objetivo del presente análisis teórico sobre la idoneidad o no de incluir las pernoctas en el régimen de visitas
cuando los niños son muy pequeños, incluso desde el nacimiento, persigue ayudar a quienes tienen que definir el
interés superior del menor tal y como lo declara la Convención de los Derechos del Niño. Más concretamente cuando

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se trata de definirlo en relación a la conveniencia o no de establecer pernoctas con niños muy pequeños. Por este
motivo se comienza diferenciando entre las diferentes etapas evolutivas en las que se clasifica un menor de 0 a 3 años
cuando se analiza la adecuación del régimen de visitas que mantendrá con el progenitor no custodio. Posteriormente
se tienen en cuenta los factores esenciales en el cuidado de los menores, para finalizar haciendo una revisión de las
investigaciones más destacadas en este campo, considerando sus diferentes posicionamientos.
La primera conclusión que se debe extraer es que es necesario evaluar cada situación en particular, analizar cuáles
son las necesidades que presenta el menor y en qué medida sus padres pueden satisfacerlas (Llorente, 2006), siempre
teniendo presente que la mejor forma de llevarlo a cabo es la coparentalidad, manteniendo la unión con ambos pro-
genitores, tanto emocional como física.
Otra de las conclusiones del presente trabajo es que tras analizar los resultados obtenidos por los diferentes estu-
dios existentes, ninguno de ellos indica claramente que las pernoctas sean perjudiciales para los menores. Los que se
inclinan por este punto de vista presentan limitaciones que hacen pensar que sus conclusiones pueden ser cuestiona-
bles, bien por las características de la muestra, o bien por la teoría que les subyace.
Por último se tiene que considerar la importancia de estar con ambos progenitores, pudiendo pasar un largo tiempo
con ellos, incluyendo pernoctas, siempre que no haya ninguna circunstancia especia que lo impida, como malos tra-
tos, violencia o sufrir algún tipo de trastorno. Es más importante la relación que mantenía el niño con cada progenitor
(previa a la separación) que la edad que tenga. Si con uno de ellos no mantenía una relación adecuada se debe fomen-
tar ésta de forma paulatina, haciendo cada vez las visitas más largas y frecuentes. Un divorcio en sí mismo fomenta
el sentimiento de inseguridad de los hijos, aspecto que puede amortiguarse si mantienen el contacto por igual con sus
padres, no desarrollando problemas futuros, más bien disminuyéndolos (Nielsen, 2016).

Referencias
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