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habilitar a cualquier otra persona para recibir el pago. En este caso se suele hablar de
adiectus solutionis causa o persona designada con ocasión del cumplimiento.
a) Pago al acreedor aparente.
El Código Civil contempla los supuesto de pago al acreedor aparente en el
artículo 1.164, estableciendo que “el pago hecho de buena fe al que estuviere en
posesión del crédito, liberará al deudor”. Esto es, incluso en el caso de que el acreedor
aparente, el cumplimiento tendrá eficacia liberatoria, quedando el deudor libre de la
obligación.
Para que se produzca tal efecto se requiere exclusivamente:
Que el deudor lleve a cabo el cumplimiento de buena fe.
Que el accipiens actúe objetivamente como un verdadero acreedor.
Aunque el verdadero acreedor no llegue a recibir nunca la prestación y, por
tanto, no vea satisfecho su interés propio, el de cobrar, el deudor queda en todo caso
liberado de la obligación; consecuencia legal que se justifica con la necesaria protección
del tráfico económico.
b) Pago al tercero.
A tal hipótesis se refiere el artículo 1.163.2: “También será válido el pago hecho
a un tercero en cuanto se hubiere convertido en utilidad del acreedor”. Esto es, en
principio, el pago al tercero no es un verdadero cumplimiento y, por tanto, no tiene
eficacia liberatoria para el deudor. No obstante, si a través del tercero el acreedor llega a
recibir la prestación, el pago habrá sido útil y, en consecuencia, válido.
La exactitud de la prestación
Cumplir equivale a hacer cuanto se promete. En términos jurídicos, el
cumplimiento consiste en la exacta realización de la prestación o conducta debida. Con
ella el deudor puede dar por concluida la relación obligatoria y desentenderse o liberarse
de la misma.
Para que el cumplimiento extinga la obligación, el acreedor ha de verse
satisfecho mediante la realización exacta de la prestación.
Identidad, integridad e indivisibilidad de la prestación
La identidad de la prestación se encuentra regulada, como regla general, en el
artículo 1.166: “El deudor de una cosa no puede obligar a su acreedor a que reciba otra
diferente, aun cuando fuere de igual o mayor valor que la debida. Tampoco en las
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obligaciones de hacer podrá ser sustituido un hecho por otro contra la voluntad del
acreedor”.
La identidad de la prestación, en principio, favorece tanto al deudor como al
acreedor, al permitirles conocer cuál ha de ser la desembocadura normal de la relación
obligatoria.
Más, de no mediar la voluntad favorable del acreedor, el deudor no puede llevar
a cabo prestaciones distintas a la establecida, pues la entrega de aliud pro alio genera el
incumplimiento de la obligación y el acreedor puede resistirse legítimamente a la
recepción de la prestación distinta sin que sea constituido en mora creditoris, ni por
consiguiente quepa el pago mediante consignación.
La identidad de la prestación no alcanza sólo a los aspectos principales de la
prestación, sino que comprende incluso las cuestiones de orden secundario o accesorio.
La completa y total ejecución de la prestación viene requerida por el artículo
1.157: “No se entenderá pagada una deuda sino cuando completamente se hubiese
entregado la cosa o hecho la prestación en que la obligación consistía”.
De alguna forma, la identidad y la integridad de la prestación se encuentran
profundamente relacionadas, pues es evidente que si la prestación ofrecida por el deudor
(por ser incompleta) no es exactamente la misma contemplada en el título constitutivo
de la obligación, se estaría conculcando el requisito de la integridad.
La integridad de la prestación supone lo siguiente:
En las obligaciones de dar, la entrega se encuentra referida tanto a la cosa
adecuada como a sus frutos y accesorios.
En el caso de obligaciones pecuniarias que generan intereses la prestación
debe alcanzar el principal adecuado y a los intereses vencidos.
La integridad de la prestación excluye, en principio, que el cumplimiento o pago
de la misma pueda realizarse pro partes o de forma fraccionada aunque el objeto de la
prestación sea por naturaleza divisible. Por tanto, cuando el deudor tenga pretensiones
de realizar el pago parcialmente, el acreedor podrá legítimamente rehusar (o rechazar) el
pago.
La regla de la indivisibilidad de la prestación conoce, no obstante, frecuentes
excepciones. Según el Código Civil: “A menos que el contrato expresamente lo
autorice, no podrá compelerse al acreedor a recibir parcialmente las prestaciones en que
consista la obligación. Sin embargo, cuando la deuda tuviera una parte líquida y otra
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ilíquida, podrá exigir el acreedor y hacer el deudor el pago de la primera sin esperar a
que se liquide la segunda” (artículo 1.169).
4.4 El momento del pago
La determinación del momento temporal del cumplimiento (esto es: cuándo ha
de ejecutarse la prestación) tiene una gran importancia: a partir del mismo el deudor
puede ser constituido en mora o conceptuado como moroso, con la agravación de
responsabilidad que ello conlleva. En particular, a partir de dicho momento, comienzan
a generarse en perjuicio del deudor los intereses (legales o pactados) por mora o retraso
en las obligaciones pecuniarias.
Desde la otra cara de la moneda, el momento temporal del cumplimiento
determina igualmente la posibilidad de constitución en mora del acreedor que,
injustificadamente o sin razón, rechace el cumplimiento idóneo ofrecido por el deudor.
dicha eventualidad aunque tal desaparición se hay visto originada de manera fortuita,
sin responsabilidad alguna del propio deudor. Es un mero recurso retórico de escasa
operatividad real.
El cumplimiento anticipado de las obligaciones aplazadas.
Aun habiéndose fijado el plazo, es factible que el cumplimiento tenga lugar
antes de que dicho plazo se agote o llegue a término, y puede darse, con carácter
general:
Pro iniciativa del acreedor.
Por iniciativa del deudor.
Mediante acuerdo entre el acreedor y deudor.
En cualquier caso, el pago o cumplimiento anticipado es perfectamente válido y
cumple sus efectos propios de extinción de la relación obligatoria.
La irrepetibilidad del cumplimiento anticipado (es decir, la imposibilidad de
reclamar la devolución del mismo) se mantiene aun en el caso de que el solvens, en el
momento de pagar, desconozca por error la existencia del plazo. sólo que en tal
supuesto “tendrá derecho a reclamara del acreedor los intereses o frutos que éste
hubiese percibido de la cosa”.
El artículo 1.126.2 contempla el supuesto en que el solvens yerra respecto del
plazo, bien de un modo absoluto (confía en la inexistencia de plazo para realizar el
pago) o bien de modo relativo sobre la base de los siguientes parámetros:
Contempla sólo el supuesto de error en el solvens, no en el accipiens.
Prescinde de la existencia de buena o mala fe en la conducta del solvens.
Establece un derecho a reclamar del acreedor los intereses o los frutos que éste hubiese
percibido por la cosa, pero no la devolución de lo anticipadamente pagado por error.
constituírsela obligación. En cualquier otro caso, el lugar del pago será el domicilio del
deudor”.
la deuda produce interés, no podrá estimarse hecho el pago por cuenta del capital
mientas no estén cubiertos los intereses”.
La dación en pago.
El deudor, con consentimiento del acreedor, realiza una prestación distinta a la
originaria que, no obstante, surte el efecto de extinguir la obligación constituida. Por
tanto, la dación en pago representa una quiebra o fractura del requisito de la identidad
del pago establecido en el artículo 1.166 “El deudor de una cosa no puede obligar a su
acreedor a que reciba otra diferente, aun cuando fuere de igual o mayor valor que la
debida. Tampoco en las obligaciones de hacer podrá ser sustituido un hecho por otro
contra la voluntad del acreedor.”, que sólo puede obviarse mediante el consentimiento
del acreedor.”
A dicho mecanismo se le conoce técnicamente con el nombre de dación en pago.
Nuestro Código Civil, aunque no llega a regular esta figura en forma expresa y
sistemática, utiliza dicha expresión, o los correspondientes giros verbales, en algunos de
sus artículos, acreditando que la figura no es desconocida para el sistema patrimonial
del propio Código.
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