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Universidad Jorge Tadeo Lozano


Maestría en Gestión Cultural y Producción de medios audiovisuales
Nombre: Indira Moreno Gómez
Materia: Taller de proyectos culturales
Profesor: Jorge Melguizo
Fecha: 26 de Noviembre 2021

PROYECTO PREGONEROS
El proyecto fruto de un corazón tocado por el poder transformador de la música.

Artículo por: Indira Moreno

A veces solo basta con que los corazones sean tocados por algo: por un violín, por una bicicleta,
un lienzo, un poema, para que ese aparente destino que se presume ineludible para las personas
que de alguna u otra manera han nacido en condiciones de vida menos favorables, no sea más que
una visión errónea de la realidad.

Mucho se ha hablado, especialmente en las últimas décadas, del poder transformador de la


música, del arte para el desarrollo social, para la equidad, para la cohesión. En fin, de muchas
frases que se han convertido además en el slogan de distintos proyectos culturales emergentes. Y
la verdad es que estas palabras suenan muy bonitas y rimbombantes cuando las escribimos. Pero
cuando su presencia trasciende las líneas de un escrito para transfigurarse en los lamentos de un
violín, de una orquesta sinfónica, en los tejidos de las manos de una mujer, los versos de una
madre o en los gritos de victoria de un deportista que llega al podio, la situación es bastante más
diferente e impactante.

Los proyectos culturales que valen la pena, guardan bastante emoción en sus historias,
perviven a pesar de las circunstancias e inspiran a seguir ayudando. Esta es la historia de
pregoneros: el proyecto fruto de un corazón tocado por el poder transformador de la música.

Por allá en el año 2005, Indira Moreno, una mujer de piel negra y rostro sonriente, que ahora
tiene 22 años, iniciaba sus estudios musicales en el Centro musical Puente Aranda, proyecto
financiado por la alcaldía local de Puente Aranda y ejecutado por la Fundación Nacional Batuta.
Aunque ella no habla de su historia y de cómo cambiaría su vida después de entrar por primera
vez a Batuta, aquí contamos un poco de lo que sucedió y cómo su experiencia como miembro de
un proyecto cultural que vale la pena le ha servido de motor e inspiración para construir su
proyecto de vida y para ahora, poner en marcha su propia acción cultural.

Indira nació en una familia con bastantes necesidades económicas, con un padre violento y en
un barrio popular. Su madre, mujer trabajadora y echada pa´ lante se rebuscaba el día a día a
como diera lugar entre trabajos como vendedora de jugos, cuidadora, ayudante de servicios
generales y hasta vendedora de chance, así como muchas otras madres en Colombia que buscan
algo de dinero para brindarle mejores oportunidades a sus hijos.
De esta manera, caminando por las calles Bogotanas, recorriendo los barrios de la ciudad fue
que Amanda, madre de Indira, conoció la Fundación Batuta y fue así como empezó a cambiar todo
para su familia también. Amanda no dudó en inscribir a sus 3 hijos en el proyecto y pronto se daría
cuenta que los gritos en su casa iban a cambiar por canciones, que las horas de zozobra ante un
futuro incierto cambiarían por clases de música y que incluso los bolsillos vacíos cambiarían por
nuevas oportunidades de empleo, estudio y experiencias de vida para sus hijos.

Indira fue una de esas niñas que conectó con la música desde la primera clase en Batuta, una
de esas niñas que duraba noche y día en el centro orquestal que rápidamente se convertiría en su
hogar y su refugio para olvidar que al llegar a casa la esperaban unas calles destapadas, un
sentimiento de pobreza y mucha inequidad.

Indira fue creciendo y cada vez se hacían más notorias sus habilidades para la música, para el
violín e incluso para enseñar. Muy pronto empezó a ganarse sus primeros pesitos tocando en
algunos lugares y dictando clases de violín. Su agilidad con el arco y las cuatro cuerdas de ese
instrumento que ella solo veía en televisión pero que no pensaba llegar a tener en sus manos le
permitió salir del país para hacer vibrar las cuerdas de su violín, acceder a un preparatorio de
música, entrar a una universidad y finamente, ganarse y pensarse la vida a través de su
instrumento. Muchos niños del barrio en el que vivía Indira no contaron con las mismas
oportunidades, y ante una sociedad excluyente y olvidadiza, sus refugios fueron otros: las drogas,
las armas, la violencia y la desesperanza.

Pero ¿qué pasaría si en un barrio como Bosa San José, ubicado en el suroccidente de la ciudad,
un barrio con pobreza monetaria extrema, en el que viven muchos grupos excluidos por la
sociedad, como los recicladores, los inmigrantes ilegales, las analfabetas o los maltratados
existiera un proyecto como Batuta, un proyecto como Pregoneros?

Hay que decir también, que para muchos de los niños que pasaron por Batuta, la música no se
convirtió en su proyecto de vida. Sin embargo, esto no impidió que la música tocara sus corazones
también. Y es que cuando un corazón es tocado por la música, se refleja de muchas maneras:
mediante una sensibilidad mayor, más empatía, más oportunidades, inspiración. Los proyectos
exitosos trascienden aun cuando el proyecto dejara de existir y nunca son olvidados.

PREGONEROS nace bajo este contexto, como fruto de un corazón que fue tocado por el poder

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