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NEOIMPRESIONISMO

El término fue creado por el crítico francés Félix Fénéon en 1887 para
caracterizar el movimiento artístico de finales del siglo XIX liderado por
Georges Seurat y Paul Signac, quienes primero exhibieron sus trabajos en
1884 en la muestra de la Société des artistes Indépendants en París. El
término de Fénéon indicaba que las raíces de estos pintores se situaban en
las artes visuales del Impresionismo, pero sus obras ofrecían, a su vez, una
nueva lectura del color y de la línea, impulsada por las nuevas relaciones
entre el arte y la ciencia que teorizaron escritores como Chevreul y Blanc.
La técnica empleada por los neoimpresionistas se diferenciaba
notablemente de la de los impresionistas, ya que mientras la de éstos es
instintiva e instantánea, la de los neoimpresionistas es deliberada y
constante.

El Neoimpresionismo es conocido también con el nombre de divisionismo


o puntillismo. Como si de un impresionismo radical se tratase, en cierta
manera disidente, que lleva a las últimas consecuencias las teorías
científicas sobre la luz y el color de M. Chevreul. El dibujo, que se había
abandonado a favor de las manchas de color, vuelve a cobrar importancia.
Las figuras se hacen más geométricas.

No se mezclan los colores ni en la paleta ni en el cuadro, sino que se


aplican unos junto a otros con pinceladas muy cortas: puntos. Solo se
utilizan colores primarios y es el ojo del espectador quién debe realizar la
mezcla. Es como si el impresionismo se hiciese consciente de su técnica.

Los neoimpresionistas vuelven al estudio, ya que sus cuadros requieren una


larga elaboración, en ocasiones muy compleja, que no se puede hacer en un
momento. La obra resultante suele pecar de rigidez y artificialidad.

Los temas continúan siendo los típicos del Impresionismo, incluso se hace
mayor hincapié en el tiempo de ocio burgués.

Como la técnica no permite la espontaneidad, el divisionismo lo


practicaron muy pocos pintores, aunque muchos se interesaron por él.

Los pintores más destacados de este movimiento fueron Georges Seurat y


Paul Signac.
Seurat, pintor parisino, rechazó el efecto borroso de las pinturas
impresionistas, realizadas con irregulares pinceladas e inventó la técnica
más científica del puntillismo, en el que las formas sólidas se construyen a
partir de la aplicación de muchos pequeños puntos de colores puros sobre
un fondo blanco. Era la aplicación a la pintura del estudio que Seurat
realizaba de los tratados contemporáneos de óptica. Su tendencia científica
se refleja también en sus hábitos de trabajar, que incluían horarios fijos y
una meticulosa sistematización de su técnica. En 1884 Seurat acabó Los
bañistas, una escena donde unos jóvenes se bañan en el Sena. Este fue el
primero de seis grandes lienzos que conforman la mayor parte de su trabajo
artístico. El más famoso de ellos es Tarde de domingo en la isla de la
Grande Jatte (1884-1886). Representa a los paseantes del domingo en una
isla del Sena. La pintura muestra una atmósfera de dignidad monumental a
través de un orden equilibrado de sus elementos y los contornos de sus
figuras. Basado en la teoría óptica del color, contrastó puntos minúsculos
de color, que a través de la unificación óptica, forman una figura coherente
en el ojo del observador. Para hacer la experiencia aún más realista, rodeó
el cuadro de una trama de puntos que a su vez limitó con un simple marco
de madera clara. Como curiosidad, Seurat empleó el nuevo pigmento
“amarillo de zinc”, más visible en las zonas amarillas iluminadas.
Completada la pintura, el amarillo de zinc se oscureció paulatinamente
derivando en tonos marronáceos. Este defecto ya se apreció en vida del
pintor.

Signac, comenzó su labor como pintor dentro del Impresionismo. Sin


embargo, en cuanto conoció la obra de Seurat, se adscribió rápidamente al
movimiento puntillista. Al principio lo hizo siguiendo desde un punto de
vista muy estricto las pautas del divisionismo, pero poco a poco fue
abandonando las pinceladas en forma de pequeño puntos y ampliando su
pincelada, sobre todo teniendo en cuenta el tamaño de los lienzos, ya que si
la obra iba a ser de grandes dimensiones, haberla realizado a partir de miles
de puntos de color hubiera supuesto un ingente trabajo.

Además de su obra pictórica, El Palacio de los Papas, La entrada al puerto


de La Rochelle,etc., también dejó un análisis del puntillismo en su escrito
De Delacroix al Neoimpresionismo.

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