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Victoria Garrido Moreno

ANTROPOLOGÍA SOCIAL Y CULTURAL

Genealogías

En el presente trabajo, en virtud de los datos empíricos obtenidos a partir de la investigación


llevada a cabo con arreglo al método etnográfico –tomando como espacio de análisis mi
propio grupo de parentesco–, abordo el estudio de las transformaciones que, en relación a la
división sexual del trabajo, ha experimentado el rol de la mujer.
Para ello, tomo como base la hipótesis de que, históricamente, la tareas domésticas quedaban
bajo responsabilidad femenina, pero que, sin embargo, conforme se avanza en generación,
más observable resulta el hecho que se está produciendo una reducción en el nivel de
compromiso que presenta la mujer en lo que a la realización de estas actividades se refiere, así
como también podemos observar su paulatina incorporación en los más variados ámbitos
sociales, económicos o culturales, alcanzando, con ello, cotas que, si no igualitarias, sí, al
menos, resultan indicativas de un avance muy significativo.

Es en las mujeres de más edad, quienes se corresponden con aquellas generaciones que
vivieron el franquismo en su vida adulta o que recibieron su educación bajo ese período,
donde encontramos un mayor grado de fijación al hogar y todo lo que éste engloba. Se trata
del caso de mi abuela, Victoria Sosa Bravo.

Sin embargo, antes de examinar sus circunstancias, conviene hacer mención de ciertos
avatares históricos, en el que se integra el régimen franquista, al cual nos acabamos de referir.
Dicho régimen venía caracterizado por una serie de ideales patriarcales y reaccionarios, que
definían a la mujer en relación a su esencia y destino natural. La mujer no era sino esposa,
madre y “reserva de valores espirituales”. El ideal femenino no era otro que el de sacrificio,
obediencia y subordinación, encontrando en la religión su fuente principal de legitimación.
Además de estar sujetas a normas patriarcales estrictas, carecían de derechos políticos y
económicos: se eliminaron todas las leyes igualitarias provenientes de la República. Por su
parte, el control ideológico correspondía a la Sección Femenina de la Falange, cuyo objetivo
principal controlar a la población femenina. Así, a criterio de los ideólogos falangistas, junto el
de las voces que se hacían oír dentro de la Iglesia, Dios había establecido, desde el principio, la
distinción entre los roles sexuales, creando al hombre como un ser activo y a la mujer, como
un ser pasivo.
Por su parte, las leyes republicanas del divorcio, el aborto y cualquier tipo de contravención,
pasaron a ser sancionadas con fuertes penas jurídicas y morales. Una vez que la mujer estaba
fuera de la casa paterna, se les obligó a pedir permiso al marido para ocupar un empleo
remunerado, hasta conseguir que sólo el 8% trabajase.
En el ámbito de las políticas sociales, los avances del franquismo hacia un naciente Estado del
Bienestar, de finales de los años 60, tenían a los hombres como sus destinatarios,
considerados como los “cabeza de familia”, mientras que las mujeres sólo disponían de
derechos derivados.
En materia de educación, la coeducación quedó prohibida en las escuelas primarias,
volviéndose a la educación separada por sexos, al mismo tiempo que se incluyeron en
los programas de las niñas asignaturas obligatorias sobre el hogar y el trabajo
doméstico.
Así, vemos cómo la doctrina franquista infundía la condición de inferioridad de las
mujeres con respecto al hombre, el cual tenía derecho a ejercer un poder casi total
sobre ella.

En este contexto estaba incrustada la vida de mi abuela, como es el caso de las muchas
mujeres que compartieron su generación.
Victoria Sosa es una mujer proveniente de un pueblo de Extremadura (Don Benito), y
es criada en el seno de una familia humilde, en un ambiente rural, donde el campo
suponía su medio de subsistencia.
Al preguntarle por sus funciones en el hogar, en su infancia y adolescencia, me
respondió lo siguiente:

Pues… de todo… hacía la comida, planchaba, lavaba… ¡pero sin lavadora, eh!, que
antes no había… (Victoria Sosa, 29 de Abril, 2012).

Y no sólo eso, sino que también desempeñaba el rol de cuidadora/enfermera que su


época y correspondiente sistema de pensamiento adjudicaban a la mujer como
característica natural:

Durante la guerra una tía mía se puso enferma, y tenía que cuidarla, con 11 años que
tenía yo entonces (Victoria Sosa, 13 de Mayo, 2012).

También me atreví a preguntarle por su opinión al respecto:

Hombre, no lo veía correcto, pero no tenía más remedio… (Victoria Sosa, 13 de Mayo,
2012).

Al respecto, creo poder afirmar que, en lo que refiere a la situación expuesta, esa
valoración de “incorrección” ha adquirido en ella más fuerza con los años y las
transformaciones sociales que trajeron consigo. Pero también podemos confirmar que
esta actitud se da en ya que muchos grupos y colectivos de mujeres de esas
generaciones ha avanzado hacia posiciones más actuales en lo que se refiere a la
igualdad de los sexos.

Por otro lado, también constituye un hecho comprobado, en relación a lo que


anteriormente mencionamos, que se le concedía mayor importancia a la formación del
hijo que a la de la hija:
Yo no fui al colegio, y mi hermana tampoco. Ella trabajaba de sirvienta en una casa.
Pero mi hermano sí que fue (Victoria Sosa, 13 Mayo, 2012).

Aunque si bien es cierto que a las niñas se les permitía acceder a la educación, lo hacían
bajo parámetros y modelos diferentes. Su formación estaba orientada única y
exclusivamente hacia los valores espirituales, así como en saber coser, aprender a
educar a los futuros hijos, saber consolar al marido, etc. (Se potenciaban los valores
supuestamente femeninos). Los hombres por el contrario, eran instruidos mediante
una educación, podría llamarse militar, en el desarrollo de las capacidades
intelectuales y físicas. Por medio de este sistema educativo sexista, se desarrollarían
sistemas de valores y sentimientos que condicionarían el comportamiento tanto de los
hombres como de las mujeres de aquellos tiempos.

Sin embargo, es a partir de los años 60 cuando se producen los cambios sociales y
económicos del segundo periodo del régimen, junto con la irrupción del turismo
revolucionó las ideas y las costumbres. Además, con la muerte de Franco y el inicio de
la etapa democrática, se producen una serie de movimientos sociales que posibilitan la
expansión de las reivindicaciones de colectivos que hasta antes de este período se
encontraban en la sombra, entre los que se encuentra la mujer, siguiendo ésta una
ruta paralela al lo que constituiría el preámbulo de ciertas libertades que hoy
consideramos imprescindibles.

Así, a raíz de la entrevista a mi tía María del Mar Sánchez, nacida en el año 1969, se
pueden inferir toda esta suerte de reivindicaciones, que comienzan a dar sus frutos:

En casa trabajamos los dos, y la verdad es que tenemos una jornada bastante más bien
intensa, así que nosotros nos repartimos las tareas: por ejemplo, cuando yo llego sobre
las ocho u ocho y cuarto de la tarde, baño a Javi, el pequeño, y mientras tanto su padre
hace la cena (María del Mar Sánchez, 18 de Mayo, 2012).

Sin embargo, aún hay situaciones que son reflejo del pasado, y que por tanto tienen
que cambiar:

El mío (su marido) ya te digo que hace lo justo y necesario para que yo no me mosquee
mucho con él, pero la verdad es que debería hacer muchas más cosas de las pocas que
hace (Sonia Sánchez, 19 de Mayo, 2012).

Aunque experiencias como estas, aun así, no detienen el avance en términos


generales, y más si examinamos opiniones de generaciones más recientes, como la de
mi prima Patricia Garrido, de 24 años:

Y tengo clarísimo que no seré la chacha de nadie, como tampoco voy a dejar que me
hagan todo. En mi futura casa, o tareas divididas al 50% - 50% o nada… (…)Yo creo que
los hombres son diferentes a cómo eran en otros tiempos. Antes los hombres no hacían
nada… pero porque consideraban que lo debería hacer la mujer. Y ahora si un hombre
no hace nada, pienso que es porque es un vago o está mal acostumbrado, pero no es
que piense que, como hombre, no tiene que hacer las tareas del hogar.

Así, observamos cómo, de acuerdo a lo dicho, el cambio mayor viene de la mano de


las mujeres más jóvenes y está teniendo un alto grado de incidencia en la sociedad
española, aunque a pesar de ello aún queda mucho por recorrer, pues el camino a la
total integración de la mujer no ha podido satisfacer todavía las pretensiones de la
completa igualdad con el hombre.

Bibliografía:

http://www.vallenajerilla.com/berceo/garciacarcel/
lamujerduranteelfranquismo.htm#FRANQUISMO

http://mayores.uji.es/proyectos/proyectos/lamujerbajofranquismo.pdf

http://www.ahistcon.org/docs/murcia/contenido/pdf/13/
mari_paz_diaz_dominguez_taller13.pdf

http://www.filo.unt.edu.ar/rev/temas/t2/
t2_web_art_bergesio_mujeres_visiblemente.pdf

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