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Bases Doctrinales de La Educacion Catolica en Mexico
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preserve and extend access to La educación privada en México (1903-1976)
1 Velaz, p. 15.
37
pena de falta grave. A la vez, los fieles estaban obligados a cooperar para
la fundación y el sostenimiento de escuelas católicas. En estas normas se
patentizaba una preocupación especial por la educación media y supe-
rior; se hacía hincapié en que la enseñanza de la religión se impartiera a
la juventud de la manera más completa, y que los sacerdotes encargados
de ella fueran los mejor preparados. 2
El 31 de diciembre de 1929, el papa Pío XI dió a conocer la encíclica
Divini illius magistri en la que se puntualizaron todos los conceptos relacio-
nados con la educación católica, ftjando claramente sus objetivos:
6 Cf. Divini illius magistri. La Acción Católica Mexicana se fundó en México en 1929
y tuvo como objetivo promover y orientar, a través del laicado, las prácticas piadosas y el
apostolado.
Los colegios católicos fueron muy criticados por esta asamblea, pues
consideraba que los maestros no eran competentes ni estaban dispuestos
a colaborar con la nueva posición de la Iglesia. Se decía que los sistemas eran
anacrónicos y que no fomentaban la responsabilidad en un ambiente de
libertad, sino que oprimían la personalidad de los alumnos con paterna-
lismo y autoritarismo. Muchas de las escuelas se encontraban en situacio-
nes económicas deplorables y existía una falta total de planificación. 34 Por
otra parte, se dijo que la pastoral de la Iglesia había descuidado en la prác-
tica el aspecto educativo, relegándolo a planos secundarios, sin dar la im-
portancia debida a la promoción humana. En general se consideró que en
las escuelas sólo se catequizaba, sin preocuparse porque fueran "fermento
en la sociedad donde se encuentran insertadas". Se criticó que la jerarquía
hubiera apoyado únicamente a grupos de religiosos, negando su ayuda
a los laicos que deseaban participar en las escuelas. La falta de una ade-
cuada planificación provocó la ausencia de personal capacitado, de estímu-
los a las escuelas que pasaban por momentos difíciles, de promoción del
desarrollo integral de los educandos, el debilitamiento y la inmadurez de la
fe en México y, quizá la crítica más dura, una presencia débil de la Iglesia
entre los grupos más necesitados. 35
Los obispos mexicanos decidieron que era necesario: a) buscar pers-
pectivas y enfoques nuevos que hicieran concebir a la educación como la
formación para la vida, partiendo de las realidades concretas, y no mera-
mente transmitir información sobre valores y conocimientos; b) hacer una
revaloración de la capacidad formativa de las actividades extraescolares, y
e) aceptar la necesidad de colaborar con las fuerzas educativas oficiales.
A estas conclusiones se sumaba una línea de acción concreta en la que
se hablaba de restructurar y actualizar las escuelas mediante una mejor for-
mación de sus docentes, una mejor retribución a los mismos, y la supresión
de establecimientos donde no tuvieran razón de existir. En cuanto a la pla-
nificación había que contribuir al cambio estructural y social alentando la
participación de los laicos, y comprometerse seriamente con la educación de
base, esto es, con los marginados. 36 Sin duda, la Iglesia estaba dispuesta a
una apertura hacia el cambio. El colegio católico tradicional, heredado de
los jesuitas coloniales, dejaba de ser su preocupación fundamental. Se habló
de educación, no de escuelas; el interés por la formación de líderes dejaba
el paso a una educación en la que se procuraría la libertad y el crecimiento