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¿Me amas?

La obra salvífica de Cristo en la cruz, ha sido una sola vez y para siempre
(hebreos 7:27), de hecho ¿cuál es la primera imagen que se nos viene a la mente
cuando escuchamos esta palabra?
De hecho, éste es uno de los términos más conocidos del nuevo testamento y con
el que las personas sienten más afinidad. La salvación es asociada a la liberación
de una situación que se esperaba como adversa, en el sentido estricto de la
palabra de la condenación eterna y una vida de oscuridad a merced de las
tinieblas no solo en el mundo venidero sino también en este tiempo. Otro término
asociado ha sido la redención; que a su vez encamina al hombre a una vida de
libertad. Éste término es también conocido en las guerras y sistema esclavista
donde quien paga por alguien un precio convenido es poseedor del tal y
considerado como libre. Podríamos unir estos conceptos y decir que la redención
es la opción de Dios en pago para la salvación de la humanidad. Ef 2:10 dice que
somos salvos por gracia por medio de la fe. Ro 5:1 expresa que sólo por medio de
la justificación tenemos esa paz para con Dios, por medio de nuestro Señor Jesús
como mesías. La muerte de nuestro Señor Jesús en la cruz es el recurso de Dios
para pagar nuestro rescate en el cual estábamos a merced de la muerte. Ro. 3:
24-26; pone en evidencia no es que no merezcamos el castigo, sino que Dios nos
justificó por gracia y nos ha comprado para sí.
Dios nos ha mostrado su amor para ser libres en él; ha pagado para que ya no
estemos bajo el yugo de pecado; sin embargo, tiende a convertir esta libertad en
una ocasión para la carne o un libertinaje (Gá 5:13) Esto pone en evidencia que
siempre hemos sido libres de elegir (Gá 5:19). Alguien dijo en cierta ocasión. Lo
que puedes hacer y no lo haces se llama libertad; sin embargo, lo que no haces y
quieres es esclavitud. Lo anterior se explica con las declaraciones del apóstol
Pablo en Ro 7:19-25 “el mal que no quiero eso hago”. Soy libre de hacer muchas
cosas, sin embargo, someto constantemente mi voluntad a Dios y aunque puedo
en mi corazón es más importante honrar a Dios. ¿Si tuviéramos una licencia para
pecar aún nos mantendríamos en santidad? Y es justamente lo que Dios quiere de
nosotros (1 Pedro 1:15) La santidad en su sentido estricto es alguien que se ha
separado a sí mismo para honrar a Dios; en palabras más entendibles, es la
cualidad de alguien que, aunque tiene las opciones, herramientas y mecanismos;
se mantiene siendo libre y no en su efecto esclavo.
La palabra santidad nos hace entender y conocer el carácter de Dios y a imitar su
conducta.
Otro concepto clave en la obra salvífica de Jesús ha sido sin lugar a dudas la
santificación; y este, aunque relacionado con la salvación (porque sin santidad
nadie verá al Señor) distinto a la salvación que es una obra completa y terminada
y continua al tiempo, la santificación por su parte es una obra continua y constante
que cada día debe ser realizada. Fil 1:6 nos dice que el que comenzó la buena
obra la va a terminar; esta declaración hace referencia a que Dios es quien está
puliendo, limando y quitando de nuestras vidas cosas con el único fin de que
seamos salvos. Ro 6:22 declara que el fruto de la santificación tiene como fin
último la vida eterna; en otras palabras, no se desliga la salvación de la
santificación.
La obra que Dios ha comenzado planea terminarla. 1 Tsl 5:23. Dice que el deseo
de Pablo es que Dios siga perfeccionando a los Tesalonicenses (y hoy también a
nosotros) y que de hecho lo hará; y que así mismo aprendan a guardar su ser de
un modo irreprensible para la venida de Cristo que serán una novia ataviada y lista
para el esposo. Esto implica que Dios nos ayuda a que cada día nos guardemos
para él mediante su Espíritu Santo que nos guía a toda luz y toda verdad. Por lo
anterior decimos, no podemos esperar santificación sin la obra absoluta del
Espíritu Santo. Por consiguiente, si Dios nos limpia y depura nuestro ser será
guardado de forma irreprensible. “Que el Dios de la paz les conceda vivir
totalmente consagrados a él, de modo que todo su ser —espíritu, alma y cuerpo—
permanezca sin tacha para el día en que se manifieste nuestro Señor Jesucristo” 1
Tsl 5:23. De la misma forma 2 Co 7:1 nos ilustra a carta cabal que tenemos una
promesa incorruptible; procuremos vivir de forma agradable a Dios procurando ser
perfectos mediante el guardarse para Dios.
Finalmente, y el objetivo fundamental del evangelio siempre ha sido mostrar el
carácter de Dios en la expresión reconciliación. Dios siempre ha estado interesado
en la restauración de la relación con el ser humano. Por ésta razón envió a su Hijo
a morir; aunque el ser humano ha hecho la forma para disociar esta relación Dios
siempre está interesado en volver a restaurar, llamar, perdonar.
Un ejemplo magno de esta expresión (restauración) lo veo en Pedro. Juan 21: 15-
19
Pedro está desecho porque en su corazón hay un gran peso por negado a Jesús,
aunque trataran de explicarle que estaba escrito y se cumpliría, para él acercarse
a Jesús de la misma manera era algo inconcebible por su “pecado” por lo cual
había determinado seguir con su vida pescando, sin embargo, Jesús tenía otro
plan. Aunque Pedro se sentía tan mal Jesús arregló un encuentro con Pedro con
el propósito de restaurar no solo su moral –la cual estaba caída- sino también su
alma.
En esta parte la expresión “¿Me amas?” me parece algo maravilloso y
sobrenatural. Lo especial de esto es que estas dos palabras restaurarían en
corazón de pedro que languidecía de dolor y frustración. Esto sería un recordatorio
de que 1. Dios no le dejó de amar por haberle fallado, 2. El amor de Pedro hacia
Jesús es más fuerte que la frustración que produce el pecado y esto debía ser
suficiente razón para acercarse a la mesa.
¿Han estado tan avergonzado con alguien que temes estar en el mismo lugar que
él? Pareciera que esto sucede con frecuencia con Dios nuestro pecado frustra,
avergüenza, duele y lastima a sí mismo y en ocasiones a otros, pero Dios quiere
que recordemos que no nos ha dejado de amar, y que nuestro amor por él debe
ser mayor a nuestra frustración, rabia y dolor.
Una de las estrategias del enemigo ha sido hacer creer que tu pecado es
demasiado grande como para no llevarlo a la cruz o demasiado “chico” que no
necesitas confesarlo. De ésta manera infravalorando la cruz de Cristo. Porque
expresa que tu pecado es muy grande que Jesús no alcanzó.
A quien poco se le perdona poco ama, a quien mucho se le perdona ama en gran
cantidad. (Lucas 7:47)
Ec.12:13

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