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Geopolítica: la grieta global se ensancha

La retirada norteamericana de Afganistán tiene diversas implicancias. Una de ellas es el


anuncio del abandono por parte de EEUU de sus cruzadas intervencionistas basadas en la
ideología del destino manifiesto; otra, el ruido que ha introducido su accionar -inconsulto las
más de las veces- que es resistido por algunos de sus socios. No menor, es la forma en que la
retirada –equiparada por algunos analistas a la derrota en Vietnam- ha repercutido en Asia. Se
pone en evidencia el mayor protagonismo de la Organización de Solidaridad de Shanghái, que
actuaría de contraparte a la revitalización del G7. Todas movidas que pueden ser encuadradas
en las modificaciones geopolíticas que van ocurriendo en este 2021, un año atípico en el que se
verifica una notoria aceleración del proceso globalizador.

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El ingreso de Irán a la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), al día siguiente
de la retirada de EEUU de Afganistán, es un hecho de enorme relevancia en la
geopolítica mundial. La OCS es una organización intergubernamental fundada el 15 de
junio de 2001. Está constituida por: China, India, Kazajistán, Kirguistán, Pakistán, Rusia,
Tayikistán, Uzbekistán y ahora Irán (Afganistán es observadora pero se espera su
pronto ingreso al igual que Turquía que tiene la categoría de “socia de diálogo”). La
sede se encuentra en Pekín y su presidente es un ruso, una dualidad que también se da
en los idiomas oficiales. En la OCS están representados alrededor de 3.350 millones de
habitantes, o sea un 43% (¡) del total de la población mundial.

La países que integran la OCS están pintados de color verde (Irán aún mantiene el azul de observador)

Si bien sus autoridades han afirmado que no existe la intención de convertirla en un


bloque militar, la OCS está, según esas mismas declaraciones, enfocada hacia la
seguridad regional, señalando como principales amenazas el terrorismo, el
separatismo y el extremismo; asimismo, en su seno, fue creada una institución
dedicada a la lucha contra el tráfico internacional de estupefacientes. Sin embargo, a

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pesar de los preanuncios, los ejércitos de los países miembros han llevado a cabo
maniobras conjuntas tanto en el marco de la alianza como, en el caso de Rusia y China,
en forma bilateral.
¿Por qué es importante el paso dado por Irán? Su ingreso a la OCS facilita nada menos
que el traslado por Afganistán de toda la riqueza petrolera del medio oriente. La
construcción de enormes gasoductos será la expresión palmaria de la nueva
configuración regional. No es que faltase petróleo en el oriente y sur de Asia -el
ingreso creciente del fluido proveniente de Siberia o del Mar Caspio lo certifica- pero lo
cierto es que, en forma sustentable, y a costa de Occidente según algunos cálculos de
suma cero, los países de la OCS empiezan a mostrar una supremacía energética
preocupante.
La retirada de EEUU de Afganistán marca el inicio de otra era. No por lo que pueda
pasar en Afganistán –bastante previsible como veremos enseguida- sino por los
reconocimientos de Biden en cuanto a los errores de la política norteamericana y la
intención de enmendarlos. Es un cambio trascendente. Ocurre luego de un largo
periplo de fracasos, provocados por la interpretación tajante de un mandato
autoimpuesto conocido como destino manifiesto, una vieja concepción de la
idiosincrasia política americana consistente en que
“determinados aspectos de la doctrina del Destino Manifiesto, particularmente la creencia en una
«misión» estadounidense para promover y defender la democracia a lo largo del mundo, continúa
teniendo una influencia en la ideología política estadounidense…Uno de los ejemplos más claros de la
influencia del concepto de Destino Manifiesto se puede apreciar en la declaración del presidente
Theodore Roosevelt en su mensaje anual de 1904…Si una nación demuestra que sabe actuar con una
eficacia razonable y con el sentido de las conveniencias en materia social y política, si mantiene el orden y
respeta sus obligaciones, no tiene por qué temer una intervención de los Estados Unidos (por el contrario)
la injusticia crónica o la impotencia que resultan de un relajamiento general de las reglas de una sociedad
civilizada pueden exigir que, en consecuencia, en América o fuera de ella, la intervención de una nación
civilizada y, en el hemisferio occidental, la adhesión de los Estados Unidos a la Doctrina Monroe (basada
en la frase «América para los americanos») puede obligar a los Estados Unidos, aunque en contra de sus
deseos, en casos flagrantes de injusticia o de impotencia, a ejercer un poder de policía internacional” i

Esa concepción ha fracasado, por lo menos cuando las intervenciones han sido
armadas. Sin embargo, no siempre les fue mal a los estadounidenses al utilizar otro
tipo de medios. El éxito a partir de los setenta del proyecto Trilateral con respecto a
China contó, sin lugar a dudas, con un rol protagónico de los EEUU. Kissinger fue el
artífice. Uno de los secretos de ese procedimiento fue dejar afuera de la convocatoria,
en forma ostensible, a cualquier elemento que pudiera asociarse al Complejo militar
industrial. Dispuso, en contraposición, tres armas poderosas: tecnología, inversiones y
cuotas de comercio. En ese menester, EEUU es imbatible. La lección será aprendida
ante una eventual intervención en el futuro inmediato. Y ya no será en cualquier lugar
del mundo.

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En este punto comienza a cobrar entidad la cuestión de la geopolítica. Para
contextualizar los cambios que despuntan con claridad en este año -abruptos como

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corresponde a una fase de aceleración de la globalización- conviene refrescar su
significado.
La geopolítica es el estudio de los efectos de la geografía humana y la geografía física sobre la
política y las relaciones internacionales. La geopolítica es un método de estudio de la política
exterior para entender, explicar y predecir el comportamiento político internacional a través de
variables geográficas. Es una ciencia que se ocupa del estudio de la causalidad espacial de los
sucesos políticos y de los próximos o futuros efectos de los mismos. Se nutre especialmente de
otras disciplinas tales como la historia, las relaciones internacionales, la geografía política, la
ciencia política, sociología y antropología. Realiza el estudio del medio ambiente, de acuerdo a
sus características económicas, culturales y recursos de un estado. La geopolítica se centra en el
poder político en relación con el espacio geográfico. En particular, las aguas territoriales y el
territorio terrestre en correlación con la historia diplomática. Académicamente, la geopolítica
analiza la historia y las ciencias sociales con referencia a la geografía y la política. ii

Rastreando en los orígenes de la noción, se llega al geógrafo inglés Halford John


Mackinder, quien, en 1904, termina su ensayo más provocativo, El pivote geográfico
de la Historia, en el que usa la historia para ilustrar la importancia estratégica de la
geografía. En ese texto clásico, elaborado en el marco de la consolidación de la
expansión victoriana, y atendiendo a la preocupación del imperio por el conocimiento
pormenorizado de la geografía mundial, se dice:
«Quién controle Europa del Este dominará el Pivote del Mundo, quien controle el Pivote del
Mundo dominará la Isla Mundo, quien domine la Isla Mundo dominará el mundo»…la “región
pivote” (pivot area) de la política mundial es esa extensa zona de Eurasia que es inaccesible a
los buques, pero que antiguamente estaba abierta a los jinetes nómadas, y está hoy a punto de
ser cubierta por una red de ferrocarrilesiii

Es como si Mackinder hubiera previsto que China iba a recuperar la tradición de la


vieja Ruta de la Seda dotándola con los recursos constructivos que hoy provee la
Revolución C&T, no solo en materia de ferrocarriles sino también de puentes,
autopistas, puertos, redes informáticas,, etc. Para Mackinder existe un gran continente
«la Isla Mundo» dividida en 6 regiones:
 Europa Costera (Oeste y Centro Europa),
 Asia Costera (India, China, Sudeste Asiático, Corea y Este de Siberia),
 Arabia (Península Arábica),
 Sáhara (Norte de África/MAGREB)
 Sud-Centro del Mundo (Sudáfrica/SAHEL) y el más importante el
 Centro del Mundo o «Heartland» (Eurasia) lo que denominó el Pivote del Mundo en su ensayo
de 1904

La tesis fue escrita hace más de un siglo. Guerras, revoluciones, derrotas y fracasos,
diversos intereses han modificado los mapas… pero los territorios no se han movido.
Tampoco se moverán como consecuencia de los sucesos de estos días
Una serie de factores nos dicen que en Afganistán no se van a cumplir los pronósticos
sombríos que le auguran. Obrarán por lo menos: 1) el eficaz rol “componedor” de
Putin (recuperación de Crimea, frizado del separatismo en el este de Ucrania, punto
final de la guerra en Siria, arreglo salomónico en Nagorno-Karabaj, acercamiento India
con China, etc.), 2) la determinante presencia de tres países-satélites rusos en la parte

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norte de la frontera afgana, 3) los intereses petroleros iraníes que necesitan de
territorio afgano para el paso de sus oleoductos a China, 4) la necesaria tranquilidad de
China en relación al problema üigur, 5) la influencia china sobre Pakistán y el papel que
esta pueda jugar con los Talibán y en el mundo musulmán. Esos condicionantes más
una fuerte presión diplomática de Occidente, anticipan que los Talibán irán atenuando
o disimulando sus prácticas fundamentalistas al interior del territorio y, sobre todo,
impedirán la exportación de acciones terroristas que afecten a cualquiera de sus
vecinos.

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El formato del poder global se está reconfigurado levemente sin que los progresivos
reajustes modifiquen la filosofía y el sentido de su accionar. Así, su núcleo más
exclusivo, el del consenso, no se verá afectado. Lo prueba la sustentabilidad de ese
espacio que ha venido funcionando regularmente desde 2008, constituido por los
líderes de los 20 países que aportan el 85% del PBI global. El G20, por ahora, seguirá
fiel a sus fundamentos. De ahí para abajo, se verán activadas las contradicciones. Es en
el nivel subsiguiente a aquella zona de consenso donde habrá una batalla como para
alquilar balcones: los países desarrollados, agrupados en el G7, harán valer su poder
real -a pesar de sus persistentes desatinos- en contra de los emergentes de la OCS,
sustentados en una abrumadora presencia territorial tal como se muestra ut supra. Es
de esperar que en su puja ambos bandos nos brinden una clase magistral de
geopolítica, ingeniosa y refinada.

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De hecho el know how del poder global es de Occidente; sus contenidos salen de
institutos como el Chathan House, Atlantic Council y otros think tanks. El hecho puede
ser posible a partir del potencial de los países desarrollados, sin duda mayor que
cualquier otro conjunto si se mira el poder desde un punto de vista integral. La
concreción de esos estudios y recomendaciones, han obrado de hilo conductor
inapelable de la globalización, sobre todo desde los hitos fundacionales que se pueden
distinguir en los setenta con el establecimiento colectivo de la Comisión Trilateral; sus
catorce informes iniciales son sin duda la biblia de la globalización. El G20 es un clon,
engendrado tres décadas después, con una representación más formal -no obstante la
informalidad del agrupamiento- y, sobre todo, ostensiblemente pública. Sin embargo,
la reciente cumbre del Grupo de los Siete (G7) -formado por los países desarrollados
que integran el G20- aporta un matiz diferencial: por el hecho mismo de su realización
resalta la presencia del otro, el que queda afuera o del lado de allá, o sea, China y
Rusia, que también forman parte del G20. La cumbre, que tuvo lugar en Carbis Bay,
Cornwall, la península del sudoeste de Inglaterra que apunta hacia América, contó con
la presencia física de la Reina Isabel lo que le dio a la convocatoria un contenido
simbólico a tener en cuenta.

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Es explicable la necesidad de los países desarrollados de tener una herramienta
operativa más exclusiva que no esté supeditada al difícil proceso (o en algunos casos la
imposibilidad) de alcanzar acuerdos en todos los temas y procedimientos de la agenda
global. En el G20, aunque las recomendaciones se adoptan por consenso y se firman
documentos alusivos que de inmediato se hacen públicos (lo que implica un inevitable
compromiso por la manera abierta en que se exponen), no todos sus integrantes
ponen el mismo celo en el cumplimiento de lo establecido, sobre todo los países
emergentes. En todo caso la tasa de eficacia en promedio es aceptable y creciente,
siendo que el proceso del G20 es fuertemente autopoiético, pero, como se ve, no
suficiente para todos.
Un recorrido por la declaración salida de la cumbre de Carbis Bay muestra cuáles son
los temas y la forma de abordarlos que constituyen el fundamento del proceder de
quienes ocupan el lado de acá de la grieta. De esa manera, y por la fuerza de los
hechos, el G7 se transforma en una especie no explicitada pero fáctica de buró político
del G20.
Pero el hecho más significativo, el que define de cuerpo entero la nueva configuración
del poder global, se produjo al día siguiente de la finalización de la Cumbre de Carbis
Bay. Fue en Ginebra (¡Suiza!), donde el presidente Joe Biden se reunió durante dos
horas no con el líder chino Xi Jinping sino con el presidente de Rusia, Vladimir Putin. De
esa manera la grieta quedó establecida, lo mismo que sus administradores, y el futuro
rol de EEUU como desarrollador para nada resulta desmerecido por la debilidad de su
política exterior demostrada cuando se inspira en el “destino manifiesto” (la pelota no
se mancha).iv

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Para entender la constitución del poder, a partir del núcleo de consenso, es pertinente
visualizar espacios de acción escalonados en degradé que interactúen pero sin
mezclarse, por lo que mantienen su autonomía. En cada nivel los elementos que los
recorren (factores políticos) sostiene entre sí relaciones de
confrontación/complementariedad que se caracterizan por ejercer su accionar en esa
particular dimensión. Pero se da una curiosa ambigüedad cuando un misma factor
(persona o institución) puede ocupar dos andariveles distintos, y actuar en función de
ello; depende de qué sombrero tenga puesto en cada momento. La paradoja fue
analizado por Robert Putnam (1988) en su genial trabajo (de reminiscencias cuánticas)
Diplomacia y políticas domésticas: la lógica del juego de los dos niveles. En el G20 los
líderes asumen y actúan en su condición de tales pero no representan a sus países; sin
embargo, no por ello dejan de ser presidentes o primeros ministros, lo que también
conlleva obligaciones específicas que hasta pueden contraponerse con las que
asumieron en el nivel superior.
El poder global mantiene con el poder económico una relación de bucle, expresada en
relaciones de causalidad circular; se influencian recíprocamente. Lo que hoy se
presenta como una guerra económica/comercial, en realidad encubre otro tipo de

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contenciosos. Sin embargo, a fuerza de redundar, está instalado que la contradicción
principal de la época sería el contencioso comercial entre EEUU y China. Desde la
teoría de la información, la redundancia es ruido y el ruido desinforma. Veamos.

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La publicitada guerra comercial entre EEUU y China afecta a una parte minoritaria del
comercio internacional, apenas llega a una cuarta parte, que son los bienes y servicios
de consumo final. El 75% del comercio restante son las cadenas globales de valor
(GVC), que están constituidas por las partes necesarias para ensamblar productos
finales. Sobre las GVC existe, aparte de un gran desconocimiento y descontrol v, el
acuerdo tácito de que no se tocan, por lo menos por ahora (se pararían los proceso de
fabricación a nivel mundial como pasa ahora parcialmente con los chips y los
automóviles).
Un dato importante de la interpretación geopolítica en los inicios del siglo XXI es el
supuesto rol de China en el concierto global: se le suele atribuir pretensiones
hegemónicas. En realidad, más allá de la especulación, no hay razones objetivas que
justifiquen tal presunción. Salvo en vetustas bibliotecas marxistas, no se interpreta que
el potencial económico pueda fatalmente generar poder político. La visión
economicista –unidireccional, compartimentada, no compleja- de los procesos
históricos trae confusión por la fuerza de la costumbre. Por supuesto, China tiene sus
ambiciones; justificados o no, los recuerdos imperiales se mantienen vivos. Pero su
interés más nítido, posible y deseable, es el de incrementar las facilidades para el
comercio. Y tienen lo necesario para realizar la pretensión: la Ruta de la Seda es la
infraestructura que la potenciará. Por lo demás, China no tiene ascendiente ni siquiera
en su Hinterland. De los 20 países con los cuales comparte fronteras (14 terrestres y
seis marítimas) solo mantiene relaciones de confianza con Pakistán y de vasallaje con
Corea del Norte. Con los demás tiene o ha tenido conflictos. Pero nunca invadió ni
ocupó territorios, más allá de alguna escaramuza fronteriza de poca duración con
Vietnam o la India (el Tíbet aunque discutible es una reivindicación nacional). En suma,
la influencia no es del país chino propiamente dicho sino de la fenomenal experiencia
que está desarrollando, pensada como modelo a emular. Son dos cosas bien distintas
desde el punto de vista de la geopolítica. Con los chinos hay resquemores pero en la
zona nadie les tiene miedo ni esperan una intervención militar de sus poderosas
fuerzas armadas, una posibilidad remota que a veces se deja traslucir en análisis poco
consistentes.
Con respecto al conflicto üigur. Tiene una fuerte repercusión en Occidente a partir de
algunas exageraciones que lo desvirtúan. Así, los encierros coactivos de miembros de
la etnia en Sinkiang son vistos como un genocidio aunque no se haya registrada una
sola muerte. Dicho sea de paso, el procedimiento no se diferencia, salvo en la eficacia,
de lo que fue en nuestro país el reclutamiento obligatorio del servicio militar hasta la
muerte del soldado Carrasco. El estado chino, además de exigir fidelidad al partido
comunista y fortalecer la conciencia nacional, prepara a los üigur para el trabajo por

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medio de una reeducación en sus hábitos (Sinkiang es una de las dos cabeceras
territoriales de la Ruta de la Seda; la otra es Xi'an donde está el ejército de terracota).
En suma, dentro de lo esperable, se puede decir que es un conflicto moderadamente
bien manejado siendo que es una situación de gran sensibilidad. Con algunas
características: se busca modificar la correlación demográfico por la introducción
progresiva de la etnia han en el contexto de una fuerte acción regional antiterrorista.
Estratégicamente, con las décadas, el Asia Central irá tendiendo a ser una
mesorregión, y por su ubicación estratégica con respecto a la Ruta de la Seda puede
alcanzar masa crítica para su desarrollo. A China le conviene ese desenlace teniendo en
cuenta los problemas que le acarrea la ubicación marginal del territorio üigur y las
tentaciones yihadistas latentes en la etnia. Es parte de una solución win-win que se
puede comenzar a vislumbrar con la evolución monitoreada por la OCS del conflicto
afgano.
La semana próxima se celebrará en Dushanbé, capital de Tayikistán, una cumbre
regional sobre seguridad en la que se abordará la situación afgana y a la que podría
asistir el propio presidente chino, Xi Jinping. Estarán China, Irán, Pakistán, Uzbekistán,
Turkmenistán y el dueño de casa que son los países fronterizos con Afganistán. La
convocatoria actúa de contraparte a la reunión que con el mismo fin mantuvo esta
semana el secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, con sus aliados occidentales,
desde una base americana en Alemania. La grieta en escena.

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Argentina desembarca en Cuba con “proyectos llave en mano para el desarrollo
agropecuario y la producción de alimentos” como se informa un suplemento sectorial.
Por su parte, la Fuerza Aérea llevó la semana pasada una importación donación de
elementos médicos para la pandemia del COVID-19. Los dos datos pueden ser tomados
como acciones corriente de cooperación o asistencia humanitaria. En mi caso prefiero
contextualizar los hechos en el marco de los movimientos geopolíticos que se
empiezan a esbozar en la región.
La grieta está llegando al hemisferio americano. Tendrá una expresión más bien tenue
–algún amague de conflictos de poca monta- en el plano de la política y en relaciones
oscilantes entre los países. Todo en el contexto de las tareas de crecimiento y
desarrollo acelerado que se están instrumentando en los países emergentes y de bajos
ingresos.

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El mundo se sublima. Más allá de los ruidos -si son de características catastróficas
mejor- que inundan los mass media, en la marcha hacia su cénit, la globalización irá
dando paso a la civilización cósmica. Es la que ahora están alumbrando Elon Musk,
Branson, Bezos, chinos y rusos, europeos, indios, EAU y el Japón. Imaginando que este
momento puede ser equiparado al que se vivía cuando se estaban inventando las
computadoras, cabe preguntar, ¿alguien tenía idea o estaba informado de lo que
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estaba naciendo? Y en ese supuesto, ¿existía un marco conceptual capaz de prever las
consecuencias de un fenómeno de tal magnitud?
El 30 de octubre es la cumbre del G20 en Roma. Entre los velos de sus deliberaciones y
la lectura de los documentos emanados se podrá ver la importancia epocal del año que
estamos viviendo.

Ing. Alberto Ford


albertoford42@yahoo.com.ar
Buenos Aires, setiembre de 2021

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https://es.wikipedia.org/wiki/Doctrina_del_destino_manifiesto
ii
https://es.wikipedia.org/wiki/Geopol%C3%ADtica
iii
http://www.uned-historia.es/sites/default/files/Apuntes/Geopolitica%20total.pdf
iv
Ayer los presidentes Joe Biden y Xi Jinping estuvieron hablando por teléfono durante una hora y media. Los comunicados, tanto en Washington
como en Beijing, dejan traslucen que la conversación tuvo un carácter formal con relación a la guerra comercial que sostienen ambas
administraciones; podría haber ocurrido en cualquier otro momento. Significativamente no tocaron la situación de Afganistán siendo que el tema
arde a ambos lados de la grieta
v
El G20 se da hasta 2030 para elaborar un sistema de algoritmos que permitan una tributación equitativa de las partes que componen los
productos terminados, sin que sean solo los países donde están las ensambladoras los que se queden con la frutilla del postre. En síntesis, la
tributación de la producción de bienes y servicios terminados no llega a un cuarto de lo que podría ser. Es la parte del comercio global que está
afectada por la “guerra comercial”; la consideración del resto permanece en modo espera.

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