Está en la página 1de 11

Souvenir

de nayara
Obra en un acto breve
SONORA está frente a la pantalla esperando. Usa lentes, prueba quitándoselos. Tiene
una copa de vino, es la tercera. Hay una galería de fotos de fondo. Oculta uno de ellos
cuando lo ve por la pantalla. Su espacio está poco iluminado. Quieta entra a sala de
espera. La admite a la sesión.

QUIETA: Mírate. No sabía que teníamos que vernos tan bien.

SONORA: ¿Ya viste mi cabello? Lo tengo que cortar, se me ha pasado.

QUIETA: Ya veo.

SONORA: ¿Y tú? Tengo que confesar que cuando me escribiste me demoré un


poco en recordarte. Luego recién hice memoria. Dejaste pasar la Navidad como
si nada. Feliz año nuevo, por cierto.

QUIETA: Me reclamas como si te importara. Feliz año.

SONORA: Ahora celebro las fiestas.

QUIETA: Sí, se nota tu entusiasmo.

SONORA: Trabajo en eso.

Sonora bebe toda la copa.

SONORA: Me quiero escapar.

QUIETA: ¿Por qué?

SONORA: Aquí últimamente no corre aire, ¿sabes? No sé, quizás sea yo quien
lo evita. No puedo concentrarme. El jueves bajé a caminar al estacionamiento,
me subí al tajador, no hice nada: solo me senté y esperé no sé qué, volví a subir,
me fui al último piso, bajé y se me habían olvidado las llaves, así que volví por
ellas, subí, pero otra vez: nada. Qué.

QUIETA: Tu casa.

SONORA: Sabes que puedes venir cuando quieras.

QUIETA: Quisiera.

SONORA: Cuándo.
QUIETA: “Cuándo” dices tú, ¿no?

SONORA: Dime cuándo puedes, yo estoy casi libre.

Quieta ya conoce esta conversación. Se arma de valor.

QUIETA: Voy.

SONORA: ¿Ahora mismo? Mejor otro día con más calma. Tengo que ir a la
peluquería urgente, más o menos.

Quieta sopesa.

SONORA: ¿Y cómo estás?

QUIETA: Sonora. ¿Estás durmiendo?

SONORA: Sí. Últimamente mejor, creo. Nada más no voy al baño. ¿Por qué?

QUIETA: Yo no.

SONORA: ¿Pasó algo?

QUIETA: No estoy segura.

SONORA: Cómo. ¿Estás tomando agua?

QUIETA: Sí.

SONORA: Prueba té de tila con miel.

QUIETA: Qué pereza.

SONORA: Pereza el té de tila, dices. Puedes conseguirte un infusor, es fácil. Yo


me compré uno rojo.

QUIETA: Rojo.

SONORA: También una tostadora. No sabes, ya hay colores por acá; tengo un
sobretodo hermoso color naranja que me va de maravilla. Ya te mostraré algún
día.

QUIETA: Solo falta que me digas que tienes un gato.

SONORA: No, no me gustan.

QUIETA: Eso lo sé, lo demás es realmente nuevo.


SONORA: Necesitaba renovar. No me mires con esa cara.

QUIETA: Soñé contigo.

SONORA: ¿Qué?

QUIETA: ¿Tú sueñas conmigo?

Sonora se peina con las manos. Una risa entreabierta.

QUIETA: Creo que me llevas a dormir y por eso yo acá no puedo.

SONORA: Tonterías.

QUIETA: No, de verdad.

Quieta va a decir algo, pero parece haber perdido la conexión. En su pantalla se ha


congelado la llamada. Sonora la observa inmóvil, aunque vemos sus pupilas seguir cada
movimiento. En simultáneo, Quieta va buscar otro espacio en donde establecer
conexión sin problemas. No parece mejorar. Empieza a inquietarse. Vuelve a conectar.

QUIETA: ¿Me escuchas?

SONORA: Sí.

QUIETA: La señal es una mierda.

Quieta se acomoda accidentadamente.

SONORA: Entonces. Me hablas porque por alguna sinrazón soy motivo de tu


insomnio.

Quieta busca replicar.

SONORA: ¿Qué hacemos? Te mando el sueño en taxi.

QUIETA: Es que no puedo explicármelo de otra manera.

SONORA: Es una locura, Quieta.

QUIETA: ¿Verdad?

SONORA: (desdeñante) ¿Por qué estás tan convencida de esto?

QUIETA: Porque creo que aún vivo en ti.


SONORA: ¿Perdón? No. Aquí no vive nadie. Por favor, vida aquí.

QUIETA: Claro que hubo vida, ¿no te acuerdas? No me malinterpretes, ya me


liberé de esa necedad primaria en donde te exigía devolverme tus piernas como
si fueran mías, tus brazos, tus ojos, tu lengua. No te cito para pedirte un
souvenir, yo tampoco tengo un corazón extra para regalarte. Solo creo que aún
estoy un poco más allá que acá y quiero dormir.

Silencio, vemos a Sonora procesarlo. Algo ha resonado en ella, aunque no lo


comprende.

SONORA: (finge) Está bien.

Llena nuevamente su copa, la bebe.

SONORA: Estoy comiendo mucho. Y bebiendo, lo cual me da culpa.

QUIETA: Por qué será.

SONORA: Ay, si preguntas es complicado, ya te contaré. Voy a dejar el vino un


rato, lo prometo.

QUIETA: Promesas vacías le dicen.

SONORA: Lo dejé. Lo he retomado recién.

QUIETA: Es verdad, había olvidado lo buena que eres dejando.

SONORA: Sigues distorsionando el recuerdo.

QUIETA: Te fuiste, Sonora.

SONORA: ¿De qué querías hablar?

QUIETA: Mi sueño-no sueño.

SONORA: Te acuerdas.

QUIETA: Casi lo heredé.

SONORA: Lo dudo, lo cargué conmigo todavía casi medio año después.

QUIETA: Yo, la verdad, no cronometré, pero si tuviera que apostar por alguna
fecha diría que apenas tú te deshiciste de ello.
SONORA: Muy conveniente, ni siquiera sabías de mí.

QUIETA: No hay que ser hipócritas, yo sí te buscaba y sabía lo que querías que
se supiera. Además, dormía muy bien y luego esto. Nada tiene sentido.

Sonora se reconoce en ella.

QUIETA: Y ahora tú más silenciosa que nunca.

SONORA: Todo quieres reclamarme.

QUIETA: No hay nada de malo en querer solucionar.

SONORA: Yo creo que estás buscando por el lado equivocado.

QUIETA: Gracias.

SONORA: ¿Cómo vas con los dibujos?

QUIETA: No voy.

SONORA: ¿Ya no? A mí me gustaba. ¿Qué pasó?

QUIETA: Me obsesioné.

SONORA: Esa era tu forma, ¿no?

QUIETA: Pero era un círculo viejo. Al principio lo acepté, pero estar mareada
todo el tiempo y el olor a guardado, me agotó.

SONORA: ¿Hace cuánto?

QUIETA: No sé, no cuento.

SONORA: Al menos sabemos que volverás.

QUIETA: Sí, yo siempre vuelvo.

SONORA: Quisiera saber por qué nunca tomas al toro por los cuernos.

QUIETA: Yo que sé.

SONORA: Siempre has esperado a que te empujen. Tú podrías hacer lo que


quisieras, inténtalo.

QUIETA: ¿A dónde te vas?


SONORA: Supongo que te has acostumbrado, desde que te conozco no eres de
tomar decisiones. Entiendo el miedo a equivocarse.

QUIETA: No es miedo, le doy tiempo a todo. A veces me cuesta salir, es el


problema.

SONORA: Me voy a respirar lejos unos días. ¿Tú no lo has pensado?

QUIETA: ¿Puedo ir contigo?

SONORA: No.

QUIETA: ¿Puedo verte antes? Para despedirnos bien.

SONORA: ¿Esto no cuenta?

QUIETA: Es que no es lo mismo, a estas alturas deberías saber. Así no se hacen


las cosas.

SONORA: Las cosas solo se hacen, Quieta.

QUIETA: No. Yo tengo preguntas.

SONORA: Bueno, pregúntalas.

QUIETA: Así no. ¿Y si no te escribía?

SONORA: Habría sido más fácil.

QUIETA: No.

SONORA: Sí.

QUIETA: No.

SONORA: Pero, ¿qué quieres?

QUIETA: Conversar.

SONORA: Lo estamos haciendo.

QUIETA: No, hablar de verdad.

SONORA: ¿Y qué es esto?

QUIETA: Yo no duermo; tienes que ser tú. Dime que me guardas.


SONORA: Yo no guardo nada, eso es ridículo.

QUIETA: ¿Y por qué no puedo dormir?

SONORA: Yo no sé.

QUIETA: Sí sabes.

SONORA: Te estarás excediendo con el café.

QUIETA: Sí sabes, sí sabes, sí sabes, sí sabes, sí sabes, sí sabes, sí sabes, sí


sabes.

SONORA: Lo que tengo tú me lo obsequiaste, es parte de mí, yo no busqué


extirparte, construí encima, ya no es tuyo.

QUIETA: Lo reconociste por fin.

SONORA: ¿Reconocer qué?

QUIETA: Que te lo has quedado.

SONORA: De eso se trataba.

QUIETA: Pero es mío.

SONORA: Ya no.

QUIETA: Por eso no puedo dormir.

SONORA: ¿Qué esperas de mí?

QUIETA: Que por una sola vez no pienses solo en ti y me regreses.

SONORA: ¿Y yo qué?

QUIETA: Tú no me necesitas, tú estás perfectamente.

SONORA: “Yo, en cambio—”.

QUIETA: Deja la modestia, solo hace falta mirarte.

SONORA: Tú no sabes. Ni siquiera lo has preguntado.

QUIETA: ¿Qué tengo que saber?

SONORA: Nada.
QUIETA: ¿Qué tengo que saber?

SONORA: Nada.

QUIETA: ¿Cómo has estado?

SONORA: Quieta.

QUIETA: Dime.

SONORA: Sola.

QUIETA: Yo también.

SONORA: Pero aquí estoy contigo, ¿no? Olvídate, yo no te quito el sueño; me


culpas de algo sin dimensiones. Yo no sueño y eso que duermo todo el día, no
por eso pongo tu nombre en el paquete de las razones por las que ha de pasar.
Me ocupo de mí. Por eso no quería hablar contigo, quería irme en silencio, así te
acomodas más; lo aprendí de ti. Pero aquí estás. Mira, es normal que te sientas
fuera de lugar, va a seguir cambiando, no te acostumbres demasiado, nada más.
Con el insomnio puedes tomar una manzanilla, a mí no me relaja nada, pero es
lo que se dice.

Silencio.

QUIETA: Eres especialista en desapegos.

SONORA: Es puro instinto, trato de ayudarte.

QUIETA: Con los antecedentes lo dudo.

SONORA: No entiendo por qué te enojas conmigo. Si te ayuda con tus


preguntas; sí te guardo, de alguna manera, claro que te guardo, intacta, calladita
en los rincones, pero ya no eres tú, eres la forma que te di: los mensajes que
ojalá hubieras contestado, las llamadas que ojalá hubiésemos tenido, todo a mi
conveniencia. En las mañanas cuando me despierto mi primera sensación es tu
ausencia, por eso estoy tan segura de que no hay nadie además de mí, tú solo me
dejaste pistas, yo me armé la historia y no hay devoluciones. Cuando me doy
cuenta, tarde, estoy hablándole a una pared y me da vergüenza. Este cabello de
mierda.
Sonora se incorpora, va por unas tijeras, no dejamos de verla. En paralelo observamos a
Quieta buscar algo en la pantalla, analizarlo todo a su vista. Sonora busca la manera de
encontrarse cómoda en su cabello, se lo quita de la cara.

QUIETA: Te has mudado.

Sonora parece percatarse recién de que sigue en la videollamada.

QUIETA: Te has mudado. ¿Dónde estás? ¿Hace cuánto?

SONORA: Ya hace un año.

QUIETA: Pero me dijiste—

SONORA: Sí.

QUIETA: ¿Por qué?

SONORA: Me estaba costando, ni me reconocí. Empezar de nuevo me parecía


inapropiado así que me decidí y solo en caso te contactaras ya sabía que quería
mantenerte allí, alejada en el tiempo.

QUIETA: Lo sabía. Sabía que tu apatía tenía que ver con tus triunfos personales.
No sé por qué aún me ilusiono contigo.

SONORA: Porque te conformas con miserias.

QUIETA: Eso no se hace con las personas.

SONORA: Otra vez con lo mismo.

QUIETA: Eres muy cruel.

SONORA: Basta. Voy a cerrar esto. Si no hay más que decir podríamos
despedirnos.

Sonora mira su celular agotada.

QUIETA: Despedirnos bien.

Silencio.

SONORA: ¿Es todo?

Silencio.
QUIETA: Ni siquiera recordaba tu cara y ahora, hasta dudo si eres tú. Por un
momento creí que te necesitaba para no perderte, pero eres más real en mi
cabeza.

SONORA: No me necesitas.

QUIETA: No me había dado cuenta, gracias por ponerme al tanto.

Silencio.

SONORA: ¿Te acuerdas? Tú siempre llegando tarde a todo. Hasta que lo


invertimos por una temporada, me malacostumbré. Recién ahí entendí por qué la
preocupación en tu cara: el miedo a que te fueras.

QUIETA: Qué graciosa. Tú estabas acostumbrada a llevarme ventaja. Solo falta


que digas que todo fue un error.

SONORA: No me arrepiento de nada.

Silencio.

QUIETA: Ha pasado tiempo.

SONORA: Mucho.

Quieta se toma un momento.

QUIETA: Aquí iba mi monólogo final.

Hay un silencio prolongado en donde solo se miran haciendo las paces. Es la última vez.
Fin.

También podría gustarte