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Referencias clínicas:
- Problemas de pareja en situaciones de ambivalencia (amor y odio) en los que ella siempre
está reclamando, demandando o quejándose de algo que le deben. En general expresan
mucho sufrimiento y padecer en torno a esto: “Si de verdad me quisiera….” “No me da
bola…”; “Yo le di todo y él nunca nada…. Siempre le tengo que pedir”; a veces en
situaciones de rivalidad y competencia: “Yo compito con él”. Estas demandas y reclamos
repetidamente se ponen en juego además en la escena transferencial.
- Freud destaca una dosis mayor de participación de los “celos femeninos” en la vida de
pareja (“Es verdad que los celos no son exclusivos de uno solo de los sexos, y se asientan
en una base más amplia; pero yo creo, no obstante, que desempeñan un papel mucho
mayor en la vida anímica de la mujer” (AE, XIX, p. 272). También sobresale la exposición a
una angustia que parece sin límites frente a la pérdida del amor por parte del objeto.
Abandonos que culminan a veces en una sensación de devastación irremontable.
- La tesis del “segundo matrimonio”. Freud menciona una serie de casos en los que para
una mujer el primer matrimonio resulta un infierno. Un campo de batallas en el que la
hostilidad, el reclamo y la rivalidad acaparan el vínculo con su pareja. Cuando esto se
agota, un segundo matrimonio puede finalmente resultar más dichoso.
- Solterías prolongadas en el tiempo, “la espera eterna del príncipe azul”, o “este me da bola
pero le falta, no tiene lo que yo espero ….”, o “ninguno está a la altura de mi padre”. Con
esos dichos sostienen la creencia en un hombre de excepción que garantizaría el acceso a
una plenitud de satisfacción. En ocasiones esto es más extremo, y conduce a una
“inhibición sexual” (AE, XXII, p. 117) más marcada, hasta el extrañamiento completo de la
sexualidad.
- En algunas oportunidades se constata cierto rechazo de los semblantes femeninos de la
época, junto a la emergencia de recuerdos infantiles (querer hacer pis parada, pedir que no
le pusieran vestidos ni polleras, preferencia por juegos “de nenes”). “Cuando estoy con mis
amigos varones soy uno más de los pibes”; “Siempre me costó que me vean como mujer”;
“No le dedico tiempo a producirme”; “No necesito andar pintada, prefiero al natural”.
Posición poco pudorosa que parece no necesitar ningún camuflaje o velo. No se filtra
ninguna falta o defecto que haya que camuflar.
- El tratamiento del caso de la “joven homosexual” (“Sobre la psicogénesis de un caso de
homosexualidad femenina” - 1920), le mostró a Freud que algunas formas de
homosexualidad femenina surgen por una “desilusión” en relación al padre. En otros casos
es más bien un “ella me da lo que ningún hombre nunca me dio”. Este ensayo sobre la
homosexualidad femenina resulta interesante para ver cómo articula Freud la elección de
objeto homosexual con la respuesta ante la castración, la historia libidinal del sujeto y el
influjo de los otros con significaciones de peso en su historia.
- Relaciones estragantes con la madre, llenas de rivalidad, demandas de amor, celos,
hostilidad, culpa y reclamos de todo tipo. “Se cree que no me doy cuenta”, “me vive
boludeando”, “a mi viejo lo maneja, pero a mí esa ya no me engaña”, “No me deja hacer mi
vida”, “Me saca la energía mi vieja”, “por ella no puedo hacer nada”. Un caso de paranoia
femenina le sirvió en esos años también para situar algunas particularidades extremas del
vínculo invasivo, persecutorio y angustioso de la niña con la madre. («Un caso de paranoia
que contradice la teoría psicoanalítica» - 1915)
- Una participación marcada de la maternidad como eje en la vida (más allá de todo
mandato social), que rivaliza con cualquier otro interés deseante. A veces excede la
cuestión de “tener hijos” directamente para constituirse en un “ser madre”: “nunca me sentí
más feliz y más completa”. No poder pasarlos de cuarto cuando son pequeños, no poder
“soltarlos” a medida que crecen, o fuerte angustia ante la partida de alguno de ellos del
hogar. Freud destaca además, algunos cambios que sobrevienen después de la llegada
del primer hijo. Puede suceder que con el recién nacido se establezca el vínculo más
perfecto y que con su pareja, que hasta allí estaba bien, comiencen las desavenencias.
- Ciertas posiciones reivindicativas, con un elevado sentido de la justicia igualitaria.
Reclamos marcados por una justicia distributiva a nivel de la satisfacción. Freud señala un
“plus” (AE XXII, p. 116) del lado de las mujeres. La satisfacción nunca es plena para ella:
“a mí siempre me cagan….”, o “yo doy todo y a mí nunca me dan nada” Sensación de que
le deben algo, o de que el otro en diversas situaciones “hace diferencias…”, o “es injusto”,
viéndose perjudicada ella o sus hijos. Como si la satisfacción plena existiera, solo que a
ella siempre les es arrebatada por un acto injusto y eso la convirtiera en acreedora de por
vida.
- A veces, por el contrario, se escucha en las pacientes una dificultad para tolerar que un
poco de satisfacción caiga de su lado, aun cuando esto sí resulta posible. En ocasiones se
presentan cuadros marcados por el síntoma de la frigidez o anestesia sexual. A veces, es
algo más sutil, por ej., cuando otra persona es la que está pasando por alguna dificultad
siempre surge algún comentario del tipo “Ah, pero yo peor….”. Como si no fuera admisible
estar pasándola bien o mejor que otros. Sus dichos transmiten la sensación de estar
afectada por un “no tener” fundamental, una insatisfacción que impide por ejemplo poder
soportar un halago. “- Qué lindo te queda ese pantalón! – Ah, pero es viejo….”. Hasta la
caricatura de estar parada frente a un guardarropa repleto de vestidos y accesorios y sin
embargo sentir “No tengo qué ponerme”. Dificultades con la imagen (siempre hay un
defecto, un rollito, algo que no va) que conduce a sobreinvestir elementos que permitan
armar la mascarada femenina (maquillaje, peluquería, medicina estética, etc.). “Si no me
maquillo no puedo salir ni al almacén de la esquina”.
¿Cómo intenta dar cuenta Freud de estas particularidades acerca de los diversos modos en que
pueden presentarse clínicamente los arreglos y desarreglos en torno a la satisfacción en la
sexualidad femenina?
En “El Sepultamiento del complejo de Edipo” (1924), Freud nos dice que también el sexo
femenino desarrolla un complejo de Edipo, y posteriormente ingresa al período de latencia. Pero
plantea la pregunta. ¿Puede atribuírsele también una organización fálica y un complejo de
castración? Contesta que “La respuesta es afirmativa, pero las cosas no pueden suceder de igual
manera que en el varón” (AE, XIX, p. 185). Hará jugar aquí las consecuencias psíquicas de la
diferencia anatómica.
Sus síntomas dan espesor y encarnan ese sufrimiento, ese menos de satisfacción. A pesar de
todas las movilizaciones libidinales y de todos los cambios operados a lo largo de la cura Freud
no deja de constatar que tanto del lado masculino como del lado femenino, la satisfacción está
estructuralmente arruinada. El falo - tal como lo hemos ido trabajando en las dos partes de esta
clase - es el término elegido por Freud para sintetizar, nombrar y dar sentido al hecho de que para
el individuo la satisfacción sexual, por el solo hecho de estar sometida a un régimen pulsional y
no instintivo, ya no será plena ni armónica. La complementariedad entre los sexos está perdida
por el solo hecho de haber perdido su naturaleza animal y haber ingresado a la cultura.
Ya sea porque “me la prohíben”, ya sea porque “me la sacaron”, el mito edípico articulado al
complejo de castración cuenta para cada quien una versión novelada, según la historia individual,
de cómo esa satisfacción plena se perdió. Pero al mismo tiempo, y paradójicamente, ese relato
permite seguir sosteniendo neuróticamente la creencia en ella. Si no obtengo suficiente
satisfacción “es por culpa de mi padre”, “es por culpa de mi madre”. Revisar su posición frente a
la castración y poder dar un paso más que imputarle a un otro, en particular al lugar del Padre,
ese menos de satisfacción es una alternativa que el psicoanálisis le oferta al sujeto, pero que no
puede hacer por él. Por eso Freud concluye esos párrafos con el siguiente comentario: “Difícil es
decir si en una cura analítica hemos logrado dominar este factor, y cuándo lo hemos logrado. Nos
consolamos con la seguridad de haber ofrecido al analizado toda la incitación posible para
reexaminar y variar su actitud frente a él” (AE, XXIII, p.254). Queda abierta la posibilidad entonces
para un sujeto de mirar de frente la pura carencia de estructura, sin connotación subjetiva y más
allá de las contingencias históricas de su vida, para vivir de otra manera la pulsión.