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Hablando de sexualidad

¿A qué llamamos sexualidad?

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la sexualidad es un aspecto


central del ser humano, presente a lo largo de su vida.

Abarca al sexo, las identidades y los roles de género, el erotismo, el


placer, la intimidad, la reproducción y la orientación sexual.

Se vivencia y se expresa a través de pensamientos, fantasías, deseos, creen-


cias, actitudes, valores, conductas, papeles y relaciones interpersonales.

Está influida por muchos factores: biológicos, psicológicos, sociales,


económicos, políticos, culturales, éticos, legales, históricos, religiosos y
espirituales.

EL ABC de la sexualidad

1 La sexualidad es parte de nuestra vida y nos marca desde antes de nacer

Lo primero que tenemos que saber es que la sexualidad es parte de nuestra vida
y nos marca desde antes de nacer. Durante mucho tiempo creímos que la sexua-
lidad aparece recién en la pubertad, cuando chicos y chicas crecen y el cuerpo
grita que algo está cambiando. ¡Es que a esa altura ya no quedaba otra! El cuerpo
aumenta de tamaño, cambia la voz, aparecen visiblemente las mamas o las
erecciones.

Sin embargo, hoy sabemos que esa sexualidad está presente desde el
minuto cero. Incluso antes de nacer ya existen pensamientos y deseos
sobre nosotros: nos compran ropa, juguetes de diferentes colores
apenas se enteran de cuál será nuestro sexo biologico, nos eligen nom-
bres. Son otras personas quienes desde un principio van marcando
nuestra sexualidad y nuestra manera de relacionarnos con nuestro
propio cuerpo.

Al nacer, la cultura y el lenguaje nos siguen marcando. Las caricias, cómo


nos nombran, los cuidados, la teta, la mamadera, los baños. Todo eso va

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haciendo de ese cuerpo un cuerpo sexuado y socializado, inserto en una
cultura específica que tiene conductas y modos de comportarse que se presen-
tan como “normales”, mientras que prohíbe otros. Por eso es importante cuestio-
nar estás normas y transformarlas para poder vivir con mayor libertad quienes
somos.

2 La sexualidad no es una cuestión íntima ni individual

Si bien hay prácticas y situaciones que deseamos que se den en la intimidad, los
modos de vivir la sexualidad y de pensarnos, por ejemplo, como varones o
mujeres o las ideas que construyamos sobre el género y sobre el amor, son
construcciones sociales.

Pensar que el rosa es de nena y el celeste de varón, que al futbol solo pueden
jugar ellos, que el amor es siempre heterosexual o que las mujeres son más
románticas que los varones, son todas concepciones que se transmiten social-
mente y que vamos aprendiendo desde la infancia como una manera de relacio-
narnos con nuestro propio cuerpo y con las demás personas.

3 Ser varón o ser mujer no está determinado biológicamente

Ser varón o ser mujer no está determinado biológicamente por el aparato genital
con el que nacemos. En realidad, ser varón o ser mujer son categorías sociales.
Son binarias (sólo dos) y son opresivas para varones y para mujeres, porque nos
cargan con mandatos (por ejemplo que las mujeres deben ser tiernas,
débiles, pasivas, emocionales, etc. y los varones fuertes, valientes,
racionales, proveedores) que dificultan nuestra libre expresión.

En este sentido, las personas intersex y las identidades trans ponen de


manifiesto que tanto las corporalidades como las vivencias del género
y de la sexualidad son de por sí diversas.

La perspectiva de género permite:

repensar estas categorías y esos mandatos asignados

vivir la construcción de nuestras identidades de género con mayor libertad

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valorar y experimentar la diversidad,

generar las mismas oportunidades para varones, mujeres e identidades no


binarias

promover relaciones de equidad y reducir la discriminación.

4 La diversidad debe respetarse

La diversidad no solo refiere a las múltiples identidades y expresiones de género


(la forma en que cada persona siente su género y cómo lo muestra al mundo),
sino también a los distintos orígenes étnicos, las diferentes familias, la
diversidad corporal y el modo en que cada quien piensa, siente, actúa
y vive su sexualidad.

Por ejemplo, la mayoría de las personas dan por sentado que todas
las personas son heterosexuales o que todos los chicos y chicas
viven en una familia biparental heterosexual, cuando esa no es la
única realidad. A su vez, nuestros cuerpos también son diversos, no solo
por las distintas características físicas, sino porque muchas veces elegimos
modificarlo para sentirnos más cómodos.

Respetar la diversidad implica, entonces, que no hay “normales” y “distintos”,


sino que todos somos diversos e iguales en derechos. Por ello, buscamos
profundizar el respeto a la diversidad corporal, sexual y de género.

5 Siempre estamos hablando y educando sobre sexualidad

Podemos no hacerlo explícitamente o no querer hacerlo, pero no podemos no


hacerlo. En algunos casos lo hacemos respetando derechos y en otros simple-
mente lo hacemos por omisión, al no hablar de algunos temas, al “hacer oídos
sordos” frente a chistes, frases e incluso ante insultos que escuchamos en los
grupos con los que compartimos espacios.

Cuando no intervenimos frente a esas situaciones estamos enseñando que no es


bueno hablar sobre sexualidad, que es mejor no hacer preguntas o que la diver-
sidad puede ser objeto de burla y acoso. Esas acciones vulneran los derechos de
las personas y generan mucho dolor y sufrimiento.

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Por eso, es importante que siempre tengamos en cuenta que todo,
absolutamente todo lo que hagamos educa a las infancias y adoles-
cencias y les define lo que está “bien” y lo que está “mal”.

Entonces, ¿tiene sentido trabajar temas de sexualidad en nuestros espa-


cios? ¿Aparece la sexualidad en el club, en el comedor, en la canchita, en el
campamento?

¡Sí a todo! La sexualidad SIEMPRE aparece. No solo es parte nuestra, de nues-


tra existencia, de nuestra subjetividad o de nuestra corporalidad sino que integra
y trasciende todos estos aspectos porque está atravesada por nuestros vínculos
con otras personas.

Aprendemos sobre sexualidad en todos los espacios que transitamos: en nues-


tras casas, en la escuela, en club, en la vereda del barrio. Aprendemos de lo que
hablamos y de lo que callamos sobre sexualidad, de lo que vemos, escuchamos
y de los espacios que transitamos.

Por eso, en las interacciones que tenemos con niños, niñas y adolescentes esta-
mos participando de su educación sexual. Desde la manera en que organiza-
mos las actividades, las propuestas que hacemos, los modos de relacionarse que
fomentamos o prohibimos, los modos de saludar y organizar las propuesta del
día: en todas nuestras interacciones cotidianas con grupos se pone en juego
nuestra concepción de sexualidad y educamos en base a ella.

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“La gente anda diciendo...”

Muchas veces, en nuestros espacios y/o a través de las familias, escuchamos


frases que suelen decirse cuando se habla de sexualidad y que pueden condicio-
nar nuestras tareas. Muchas de ellas pueden condicionar las prácticas que se
dan en las organizaciones.

Tomar distancia y escuchar habilita una oportunidad pedagógica para reflexionar


sobre los sentidos que circulan sobre la sexualidad entre la propia comunidad
educativa. ¡Reflexionemos sobre esos sentidos que circulan sobre la sexualidad!

“Si toco temas de sexualidad puedo tener problemas con las familias”

Primero lo primero: los temas de sexualidad de por sí ya están presentes todo el


tiempo en todo lo que hacemos y decimos.

Para poder generar acuerdos con las familias, es recomendable encontrarse


y dialogar en conjunto: escuchar temores, prejuicios y la historia de cada grupo
familiar.

Así, podremos tratar temas de sexualidad de forma consensuada y adapta-


da al contexto de cada grupo.

“Hablar de sexualidad incita a los chicos a tener relaciones sexuales”

¡Al contrario! Los estudios sobre el inicio de las relaciones sexuales demuestran
que las personas que cuentan con mayor y mejor información suelen empe-
zar más tarde e incorporan mejores prácticas para cuidar su salud.

La iniciación sexual es algo que suele ocurrir en la adolescencia. Por eso, hablar
sobre sexualidad desde una mirada integral ayuda a que los chicos y las chicas
puedan tomar decisiones sobre su vida con información científicamente
comprobada.

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Entonces, ¿qué podemos hacer desde nuestro lugar?:

generar espacios de debate para promover vínculos y prácticas saludables

hablar sobre la importancia de tomar decisiones basadas en el respeto


mutuo.

“Hoy con Internet los chicos saben más que uno, no necesitan que
hablemos de esos temas”

Sí, internet está lleno de información. ¡Pero eso no implica necesariamente que
los niños y niñas accedan a buenos contenidos! Ni tampoco que hagan un
buen uso de esa información.

Además, distintos estudios con adolescentes muestran que, a pesar tener infor-
mación sobre cómo cuidarse en las relaciones sexuales, no se cuidan.

Por eso, no solo deben tener mayor acceso a la información, sino que se
debe trabajar con los chicos y chicas para que puedan incorporar prácti-
cas y hábitos de cuidado.

“Para hablar de este tema se necesita una persona especialista”

En realidad, las personas adultas que trabajan con infancias y adolescencias


pueden abordar temas de sexualidad.

Es importante que podamos aportar nuestra mirada cuando surgen temas sobre
sexualidad o que podamos proponerlos ante alguna situación determinada.
Aunque no seamos especialistas, somos quienes conocemos la realidad de cada
grupo y tenemos la confianza como para charlar de esos temas.

Es clave que, cuando no sepamos qué responder, podamos reconocerlo y


solicitar alguna capacitación o actualización con una persona especialista
sobre algún tema puntual.

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“Hablar de sexualidad promueve la homosexualidad”

Las personas gay, lesbianas, bisexuales y trans existen desde siempre, más allá
de las creencias de quienes las rodean. Pese a los esfuerzos de algunas familias,
religiones e instituciones educativas por ocultarlas o estigmatizarlas, cualquier
persona puede ser LGBT aunque nadie le hable del tema.

Enseñar que existen diversas orientaciones sexuales e identidades de


género y que todas merecen el mismo respeto ayuda a que todas las
personas tengan acceso a los mismos derechos. Además, construye
grupos más solidarios, con más libertad y menos prejuicios.

No enseñar el respeto por la diversidad sexual y de género fomenta la


estigmatización y discriminación contra las personas LGBT, y muchas
veces pueden facilitar que se den situaciones de violencia.

“Hablar de sexualidad es hablar de las relaciones sexuales”

La sexualidad es un aspecto central del ser humano y está presente a lo largo de


toda su vida. No solo abarca al sexo, sino también a las identidades y los roles
de género, el erotismo, el placer, la intimidad, la reproducción y la orientación
sexual.

Enseñar en sexualidad puede ser enseñar que tanto varones como mujeres
podemos hacer las mismas tareas, o que nadie debe callarse ante algún contacto
con su cuerpo que lo ponga incómodo.

Por lo tanto, hablar de temas de sexualidad promueve derechos que van más allá
de las relaciones sexuales en particular.

“No hablamos de sexualidad porque de eso se encarga la escuela y la familia”

Las familias tienen derecho a escoger el tipo de educación que quieren para sus
hijas e hijos, eso sí. Sin embargo, no pueden impedir que se trabaje sobre
sexualidad en los demás espacios que transitan por fuera de la escuela o la casa
(clubes, grupos scouts, sociedad de fomento, etc)

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¿Por qué? Porque la Ley de Protección Integral de niños, niñas y adolescentes
(26.061) establece que por encima de las creencias personales o religiosas de
cada familia está la dignidad y la autonomía de cada ser humano. Por lo tanto,
recibir información sobre sexualidad para que puedan tener una vida salu-
dable y placentera es su derecho y debe ser garantizado.

“No queremos hablar de ideología de género”

La perspectiva de género es indispensable para generar relaciones sanas


entre las personas.

El género es el significado social que se le da a las diferencias biológicas. Y


distingue solo entre lo femenino y lo masculino. Sin embargo, los estudios de
género reconocen que existen cuerpos con biologías diferentes y más géneros
que solo varón/mujer.

Visibilizan las desigualdades y conflictos que existen en base a esas diferen-


ciaciones binarias, y tratan de transformarlos.

Decirles “ideología de género” invalida la búsqueda de eliminar las desigual-


dades sociales según el género. El problema es grave cuando quienes
utilizan esta expresión piensan que sus creencias son incuestionables y se
deben aplicar a todas las personas. Muchas veces se utiliza esa expresión
para, por ejemplo, buscar prohibir amor entre personas del mismo sexo o
la elección de algunas mujeres de no ser madres.

“Hablar de sexualidad con los más chiquitos corrompe su inocencia”

Muy por el contrario, la sexualidad está presente a lo largo de toda la vida y es


necesario acompañarla para garantizar el desarrollo de personas sexualmente
saludables y que puedan formar vínculos sanos con otras personas.

Ese acompañamiento se puede hacer de acuerdo a cada etapa de la vida, y no


solo con adolescentes o personas adultas.

Por ejemplo, a los más chicos les podemos dar ejemplos respetuosos de
contacto personal al sujetarlos, hablarles, llamarlos, corregirlos y jugar. Y

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respetarlos cuando manifiestan no querer saludar con un beso u otra
interacción física a alguna persona, aunque sean familiares o niños. Tam-
bién les podemos enseñar pautas de cuidado, para que aprendan a diferen-
ciar lo que lastima el propio cuerpo o el de los otros y lo que hace bien.

“Acá hablamos de valores, no de sexualidad”

Así como transmitimos valores y creencias, también trasmitimos ideas y con-


ceptos sobre sexualidad cuando hablamos y nos relacionamos con otras
personas.

Por ejemplo, si no decimos nada frente a chistes u ofensas que causen dolor,
transmitimos la idea de que está bien hacerlas. Por el contrario, si organizamos
actividades o espacios sin distinción de roles según el género, estamos transmi-
tiendo que todos tenemos las mismas posibilidades y las mismas responsabili-
dades sin importar nuestro género.

Nuestro rol adulto implica entonces revisar lo que decimos, lo que callamos, lo
que hablitamos, lo que no, y repensar si esas actitudes promueven o no los
derechos de niños, niñas y adolescentes.

Recordá que cada niño, niña y adolescente tiene derecho a recibir


información científicamente validada, más allá de nuestras creencias
políticas o religiosas.

“Si todos pueden elegir su género y mañana alguien me dice


que se siente perro, ¿hay que aceptarlo?”

La identidad de género es un proceso que suele darse en los seres humanos


entre los 3 y los 6 años, cuando comienzan a nombrarse como niños o niñas.
En la enorme mayoría de los casos, coincide con el sexo biológico. En algunos
otros, no.

No es que esos casos sean fáciles de afrontar ni están exentos de dudas o angus-
tia. Pero ante sus expresiones, como adultos referentes en sus vidas, podemos
elegir acompañarles dando crédito a lo que sienten, piensan y manifiestan, o
reprimir la libre expresión de su identidad.

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Utilizar como argumento una supuesta identificación con un perro u otro
animal invisibiliza a esos chicos y chicas que sí existen, que sí sufren
discriminación, aislamiento e insultos y cuyas vidas son testimonio de la
enorme vulnerabilidad que supone, aún hoy, tener una identidad trans o no
binaria, entre otras.

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