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E​LECCIÓN​ ​DEL​ ​GÉNERO​ ​Y​ ​ELECCIÓN​ ​DEL​ ​SEXO

La lógica del fantasma en 2014

Gabriel Lombardi

“Es solamente en lo sexual que la síntesis se plantea


como contradicción”. S​ØREN K​IERKEGAARD​, ​Begrebet
Angest (​Tratado de la angustia​, 1844). Así
Kierkegaard radicaliza su crítica a la ficción del
todo-saber hegeliano, en la cual todas las mediaciones
serían posibles.

La religión, la filosofía, la ciencia y la teoría sociológica de los géneros muestran una


sorprendente convergencia en un punto preciso: el rechazo del abordaje lógico del sexo.
La ​religión monoteísta suprimió al sexo de las consideraciones teológicas, el lazo entre el
hijo y el padre no concierne a la mujer. Ésta ha sido reemplazada por un Espíritu
denominado “Santo”, como es posible constatar a partir del tratado agustiniano acerca del
lazo hijo-padre, ​De Trinitate​.
La ​filosofía no toma en cuenta la diferencia de los sexos, e incluso los filósofos de
formación lacaniana la escamotean reduciendo el abordaje lógico de Freud y de Lacan a
una ontología precaria, compatible con la fantasía en el varón. Zizek por ejemplo, reduce a
la mujer a un parecer que envuelve un vacío, y que quiere ser amada por lo que ella no es,
en oposición con el hombre que sería alguien que quiere ser amado por lo que es (“​La voix
dans la différence sexuelle​”, ​R.E.C., vol. 31​).
Tenemos también a las ​teorías de género ​de Judith Butler y Eve Kosofsky, cuyo
extraordinario auge en las últimas décadas sintetiza, propiamente hablando, la respuesta de
los otros discursos a la conclusión lacaniana de que no hay relación sexual que pueda ser
inscripta en la estructura. En efecto, todo lo que han producido otros discursos en las
últimas décadas –el de la sociología, el universitario, el discurso médico e incluso el
discurso histérico contestatario de fin de siglo o del nuevo milenio– va en el sentido de
taponar ese descubrimiento mediante consideraciones lexicales, morales y políticas, que
camuflan el impasse sexual donde Freud y Lacan sitúan tanto el malestar de la civilización,
como también las posibilidades sublimatorias que el lenguaje abre al ser hablante. Esta
reacción masiva se produce obviamente en el marco de la escalada del discurso del
capitalismo neoliberal, que rechaza la castración ofreciendo la solución para todos los
problemas – al menos para quien tenga suficiente dinero para pagarlas, según decía Turing.
Esas soluciones no son analíticas, claro está, sino identificatorias, ideológicas, morales,
legislativas, quirúrgicas, farmacológicas, etcétera.
El discurso sobre el género también se ha puesto al servicio del empuje-a-gozar del
capitalismo, que incita tanto a lo que Colette Soler denominó ​narcinismo​, como a lo que
Freud y Lacan llamaron ​perversión,​ ahora globalmente permitida. En efecto, casi todas las
conductas que en otros tiempos se consideraron perversiones han sido desmedicalizadas y
admitidas en el marco legal de los estados occidentales.
Por eso el malestar referente al sexo toma la forma de síntoma social que, en defensa
paradójica de los derechos a una nueva normatividad, nutre a modo de ​feed-back al
discurso del capitalismo (sus cirugías, sus tratamientos hormonales, farmacológicos y
“cosméticos”, tanto como sus políticas de venta que reagrupan a los consumidores en redes
sociales virtuales, compatibles con el anonimato). Por ejemplo, Facebook acaba de anunciar
que ahora permitirá elegir el género a sus usuarios en los Estados Unidos, Inglaterra,
España y también en Argentina. Desde ahora, si se desea personalizar el perfil ya no habrá
dos opciones como antes (hombre/mujer), sino 54, entre las cuales, en español, “trava”,
“torta”, “puto”, “transgénero”, “poliamoroso”, “gay”, “andrógino”, “cysexual”, “pansexual
hombre” y “pansexual mujer”. Estas expresiones, otrora injuriosas, hoy en día son los
términos elegidos como particulares identitarios. Esta lista ha surgido de un consenso entre
Facebook-Argentina y los dos organismos principales que trabajan por la “diversidad
sexual[-¿-” en el país, la CHA (Comunidad Homosexual Argentina) y la FALGBT
(Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans), los que se presentan a su
vez en estos términos: “es una red de organizaciones que trabajamos en todo el país por la
igualdad plena para el colectivo de la diversidad sexual”. Se pasa así, precisamente, de la
tercera persona (es una red) a la primera persona de un plural bastante particular
(trabajamos).
El CEO de Facebook, cuyo stock accionario ha alcanzado un nivel récord que llevó a la
Sociedad al valor de casi 200 mil millones de dólares, niega categóricamente que esa nueva
herramienta sea una mejor plataforma de publicidad selectiva. Dice que más bien está
ligada a su compromiso de “conectar a las personas con sus verdaderas identidades”
–identidades digitalizadas. ¡El sueño de Turing realizado!
No obstante, hay dos conductas en cuanto al sexo que permanecen aún prohibidas para la
mayoría de los discursos, dos casos acerca de los cuales el psicoanálisis también tiene algo
para decir: la ​pedofilia en tanto que ataque a las condiciones mínimas de una subjetivación
digna, y ​la no-coincidencia entre los datos identitarios concernientes al sexo y el juicio
íntimo de quien los porta,​ de quien los porta y no los soporta. Incluso el ​DSM 5 dedica un
capítulo entero a los ​Gender dysphoria en los niños, los adolescentes y los adultos, disforia
considerada patológica si y solamente si persiste al menos por seis meses.
El dictum lacaniano ​no hay relación sexual ​produce reacciones adversas y también
malentendidos entre los propios analistas lacanianos. Por ejemplo, se cree poder reducir la
elección del sexo a tres etapas “lógicas, no cronológicas”. Cuando los ​psicoanalistas hablan
de este modo, es para mí el índice cierto de que están en vías de introducir una
temporalidad reversible y, por lo tanto, imaginaria. Lo que caracteriza al tiempo real, lo real
del tiempo, es por lo contrario su irreversibilidad.
Geneviève Morel por ejemplo ordena la sexuación en los tiempos siguientes: 1) La
constatación del sexo anatómico, 2) el discurso sexual del Otro que opone el sexo
anatómico a lo que es percibido, incluso determinado por el entorno, y 3) el verdadero
proceso de la sexuación que daría esperanzas a los analizantes hombres que quieren
beneficiarse del ​no-todo​ como efecto del análisis.
No solamente hay en ese tipo de elaboración concesiones a Cronos que no dependen de la
lógica, sino también desconocimiento de coordenadas freudianas insuperables, las de la
entrada de una niña en las cuestiones del sexo. La anatomía es determinante y la diferencia
no es pequeña: en un solo acto, ella ha visto, comprendido, juzgado y decidido. “Lo ha
visto, sabe que no lo tiene, y quiere tenerlo”, resume Freud en su texto “Algunas
consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos”. Y eso no se reduce a
una cuestión de anatomía imaginaria o natural. El corte en cuestión es otro, es el de una
captura precoz de la posición en relación al falo como consecuencia (más que el de la
ex-sistencia del padre) de la castración lenguajera. Esta posición diferencial en cuanto al
órgano devenido ​órganon por los efectos del discurso ya presente en la infancia, tiene por
consecuencia que el acceso al Edipo y a la castración coincidan en el caso de una niña. No
hay entonces para ella el tiempo intermediario de la perversión (o père-version) que
caracteriza el desfasaje entre la entrada y la salida del Edipo en el varón –salida que, si la
hay, caso neurosis, se produce por identificación a rasgos ideales o imperfectos,
sintomáticos, lo que haya, del padre.
El “no tener”, apuesta anatómica del lenguaje (​l’engage en francés), protege a la niña de
otro corte, denominado ​fisio-lógico​, es decir el corte de la lógica de lo que “se manifiesta”,
que es lo simbólicamente real en el humano. Hablo del ​orgasmo del varón ​en tanto que, “de
todas las angustias es la única que realmente se termina” (según explica Lacan en su
seminario ​La Angustia,​ clase del 15/5/63); se termina al realizar la castración simbólica,
dejando fuera de juego el instrumento del goce en el momento preciso del acceso al goce.
Como consecuencia, el goce queda para el hombre fuera-del-cuerpo.
Y aquí también, como siempre, la confusión viene al lugar de la relación sexual que no hay.
La clínica nos dice, ya desde Freud, que un orgasmo demasiado prolongado puede ser
angustiante para el hombre, que un orgasmo prematuro también, y que un orgasmo justo,
que satisface en el tiempo preciso del varón, produce ese corte que da una resolución
transitoria para él, pero… el tiempo de una mujer no necesariamente coincide con el de su
partenaire. Ya sea porque los tiempos requeridos para la satisfacción no son los mismos que
para ella, ya sea porque su temporalidad “coiterativa” obligan al varón en promedio a una
frecuencia mayor que a su partenaire femenino. No hay relación sexual temporalmente
garantizada, compasada, rítmica, como lo ha sugerido tan bien Martin Amis en su texto
“¿Cuántas veces?” (​Agua pesada y otros relatos​, Emecé, 1999).
Es decir que la anatomía en cuestión no es solamente imaginaria ni de autopsia, sino que
supone una irreversibilidad de las elecciones y una fisiología tales, que implican una
heteridad definitiva. Es por eso que:
-en el varón hay otra lógica del corte que se constata a más tardar en la juventud,
cuando el empleo del órgano le castra el acceso al goce del cuerpo-Otro,
- el ​notodo supuesto en el macho es siempre sospechoso de perversión/père-version,
es decir de una forma de desdoblamiento más bien ficticia y enmarcada en la lógica
fálica,
- por lo contrario, en una mujer lo sospechoso es la frigidez.
- Todo esto deja pocas esperanzas para el giro ​trans analíticamente orientado, salvo
que el analista no desconozca que la libertad de elegir un cambio de sexo está
reservado a algunas formas de psicosis.
- Las elucubraciones divididas sobre el ​notodo eliden entonces la vocación
prematura que cada cual experimenta por su sexo (Lacan,...​O peor,​ clase del
8/12/71).
El sentido común ha sido alterado desde el descubrimiento freudiano, ha tenido
consecuencias resonantes en el campo lacaniano en tanto que campo del goce. El abordaje
denominado lógico de Lacan y sus conclusiones sobre la sexuación no se alejan de las
intuiciones de Freud sino que, por lo contrario, se apoyan en ellas.
Es cierto que el discurso capitalista ha cambiado las cosas, que la forclusión de la
castración atrae respuestas en las que la singularidad se resuelve en agrupamientos
anónimos de auto-convocados que encuentran una defensa en su “lucha por la igualdad
plena” en “el colectivo de la diversidad sexual”, es decir en la tercera de siempre, la tercera
imaginaria del sexo, hoy en día asistida por la medicina, la psicología, la sociología, el
análisis de discurso, etcétera, y que reemplaza a la tercera lacaniana de lo real. Pero si el
analista quiere recibir a quien se denomina a sí mismo ​queer​, o ​gay,​ o ​trans​, ​lesbiano o
lesbiana o simplemente heterosexual no debería olvidar las coordenadas en que su discurso
analítico se asegura.
La elección del género es un derecho del ciudadano; la elección del sexo en cambio, tiene
limitaciones impuestas por elecciones ya realizadas, en las que el hablante se ha autorizado
de sí mismo, ciertamente, pero con mucha frecuencia no totalmente solo, no sin el
requerimiento de amor o de respeto hacia quien le ha transmitido algo referido a la función
falo/castración: ya sea por haber encarnado la excepción para su hijo, ya sea por haber
admitido que su hija pueda no tomarlo por completo como excepción. Es decir que la
distinción neurosis-perversión-psicosis se mantiene actualmente para el hombre, y que la
distinción neurosis-psicosis en una mujer se sostiene firmemente en la clínica de las
consecuencias de la no-relación sexual. La perversión/père-version en una mujer la inclina
más bien a la maternidad, y no tanto a prácticas en las que ella no hace sino inscribir su
heterosexualidad, por amar a mujeres por ejemplo, ya sea para desafiar a su padre (caso
histérico), ya sea para actualizar la forclusión de su Nombre en otros tipos de reacciones a
las coordenadas de la estructura.

Lo femenino: las cuatro vías de investigación en Lacan


Quiero volver sobre las vías intentadas por Lacan para responder a las preguntas que lo
femenino plantea al psicoanalista.
1. La primera es muy conocida, es la ​pregunta histérica​, y su exploración ha sido ya
esbozada por Freud en los inicios del psicoanálisis. ¿Qué es una mujer?, es la pregunta que
Dora se hace, que le plantea a la pareja formada por su padre y la Sra. K, y también a Freud
según Lacan; y la respuesta es buscada por el lado del deseo, más precisamente en lo que
ocurre entre el partenaire hombre y otra mujer en esa vertiente, la del deseo. En esta
pregunta acerca del deseo femenino, Freud se dejó guiar por sus analizantes histéricas, pero
sin llegar a una respuesta “satisfactoria”. ​Was will d​ as Weib?​, habría preguntado Freud a
Marie Bonaparte1, pregunta que Jones, su biógrafo, tradujo piadosamente al inglés bajo la
forma: “​What does a ​woman want​?”, ¿Qué es lo que quiere ​una mujer? Lacan vuelve sobre
esta pregunta muchas veces en su Seminario, hasta concluir que era necesario tomarla tal
como había sido traducida por Jones, porque nada indica que se pueda hacer de La mujer,
das Weib​, un universal.
2. La segunda vía es la del ​abordaje perverso del goce femenino​. Esta ha sido explorada por
Lacan particularmente en su seminario ​La lógica de la fantasía,​ donde enuncia
categóricamente que ​plantearse la pregunta por el goce femenino, es ya abrir la puerta de
todos los actos perversos.​ Este acto, en tanto que divergente del genital, tiene no obstante
algo que ver con el acto sexual. Lo que caracteriza este abordaje es “la negativización de la
función de un órgano, ese órgano por donde la naturaleza, por ofrecerlo a un placer, asegura
la función copulativa” (Lacan, ​La lógica de la fantasía​, clase del 7/6/67). Es por esta vía
que el “valor”, lo ficticio, el plus-de-gozar, se introduce en el lugar del goce femenino. Es
en este mismo plano, el del valor donde este goce entra en juego bajo la forma de pregunta.
Si esta interrogación, “legítimamente llamada perversa” para Lacan, concierne al acto
sexual es solamente porque el modelo que ella nos da es el de las tentativas de solución que
suplen lo que puede pasar en el nivel inalcanzable del cuerpo de la mujer: mediante la
instauración de un valor de goce. Y esta instauración se apoya obviamente en la puesta en
valor de otros órganos extraídos del cuerpo (​a $​
El ​órganon de la copulación, así valorado, es negativizado; el falo equivale a la castración.
Además, se confunde por equivocación del discurso común con la cópula gramatical por la
cual el hablante varón resulta interesado no solamente en el tener, sino también en el ser.
Este abordaje del goce femenino finalmente no es sino un ​a-​ bordaje, mantenerse con el
apoyo de los ​a f​ uera del cuerpo en un borde sin mezclarse con el cuerpo-Otro. Esto permite
situar la ​hetero​fobia radical que caracteriza a toda perversión, no solamente la
homosexualidad masculina, sino también a todas las perversiones en que el objeto ​a erige al
falo como función negativizante, castradora, fetiche que barra el acceso al sexo-Otro, el
sexo temible de un cuerpo cuyo goce no se reduce al valor.

1
“The great question that has never been answered, and which I have not yet been
able to answer, despite my thirty years of research into the feminine soul, is "What does a
woman want?"” - ​Sigmund Freud: Life and Work​ (Hogarth Press, 1953) by Ernest Jones,
Vol. 2, Pt. 3, Ch. 16. En nota a pie de página, Jones escribe la frase original en alemán:
"Was will das Weib?"
La pregunta perversa sobre el goce femenino se apoya entonces en respuestas en
cortocircuito, que remplazan al goce-Otro por un valor de goce. Es en este marco que el
hablante varón alcanza el ser, incluso el ser-macho [​mâlêtre​]: por estar afectado de una
función castración que nos conduce [​noumène​] a ser la pura metonimia del verbo que hace
función de cópula en la gramática.
3. ​La vía mística​. En su seminario ​Aún,​ Lacan señala en primer lugar que gozar del cuerpo
participa de la ambigüedad significante que es inherente al mismo, en tanto sustancia cuya
corporeidad está fundada en el significante. En efecto, el sintagma “gozar del cuerpo”, que
puede ser leído como un genitivo objetivo en una lectura sadiana (gozar del cuerpo como
un objeto), puede al contrario despertar una nota extática, de genitivo subjetivo, donde sería
el cuerpo-Otro aquel que goce. En el primer caso se trata de un goce gramaticalmente
restringido a un valor de goce (gozar de...); en el otro se trata de un goce que se separa del
objeto, es el goce de un cuerpo que goza intransitivamente. Ese gozar extático, en verdad
no es subjetivo sino por atribución lingüística.
El goce femenino tiene ese elemento en común con el goce ​místico,​ etimológica y
prácticamente cerrado al reconocimiento del sujeto: se lo puede experimentar sin admitirlo.
Sobre este punto podemos incluso leer en el seminario algunos párrafos memorables: “Hay
un goce de ella, de esa ​ella que no existe y nada significa. Hay un goce suyo del cual quizá
nada sabe ella misma, pero que lo siente: eso sí lo sabe. Lo sabe, desde luego, cuando
ocurre. No les ocurre a todas.”2
“El Señor sea loado, porque me ha librado de mí misma”, escribe Teresa de Ávila. Ese
desdoblamiento entre goce místico y ​mí-mismo,​ no tiene nada que ver con el tratamiento de
la división subjetiva en el pasaje al acto perverso, que resuelve esa división transfiriéndola
al partenaire (​a $)​ .
4. La cuarta vía es el ​abordaje lógico.​ Quisiera aquí solamente indicar que la lectura lógica
de Lacan permite una referencia no idealizada de la sexualidad femenina, no reducida a un
valor, es decir que no pretende captarla como objeto de un conocimiento del que ella se
sustraería fácilmente, por acomodación clásica a la fantasía del varón o del teórico. El estilo
de la apertura del seminario ​Aún es coherente con esto y no está desprovisto de método.
“Pienso en ustedes, dice Lacan, lo que no quiere decir que los piense”. Invitación a los
analistas a deshacerse de las anteojeras del objeto ​a​: para que su deseo esté advertido de
que una mujer, en el enigma del goce y del deseo que ella plantea, no puede captarse desde
el punto de vista del discurso del inconsciente en tanto que variante actual del discurso del
amo –lazo social que induce y determina la castración-.
Me parece decisivo entonces, en tanto que analista, saber respetar la ​heteridad en juego en
el goce femenino, que difiere radicalmente de lo que se maquina en la polimorfia aparente
de los valores perversos de goce, que esconden y mantinen siempre sus límites estrictos y
su fijeza monolítica. El lado freudiano, no castrable de las mujeres, les permite otra libertad
respecto del goce. Es lo que justifica que la satisfacción de apariencia mística, cerrada, de la
que una mujer puede gozar, sea elaborada por Lacan a partir de una intersección de

2
Lacan, J. ​El seminario, Libro 20, Aún.​ Paidós, Buenos Aires, varias ediciones,
primera página del curso.
conjuntos abiertos. Esta lógica no es menos válida por las posibilidades epistémicas de una
mujer, que en tanto que tal es “Otra para sí misma”. Es el caso donde más radicalmente que
en cualquier otro, la diferencia en juego en el análisis no es relativa, sino absoluta.

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