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Si no fuera por unas golosinas, otra seria mi historia

A finales del 2017, para celebrar año nuevo, es tradición que toda mi familia paterna se reúna en
una casa de playa que una tía tiene en Lurín. Días antes del 31 de diciembre, mi familia y yo
llegamos a la casa de playa. Nos instalamos, pasamos Año Nuevo y. hasta entonces todo
tranquilo. Hasta que llego la última noche. Casi toda mi familia, incluida yo, estaba en la playa
haciendo una fogata, en la casa solo se habían quedado mi mamá y mi tía. Llegó un punto de la
fogata en el cual nos habíamos acabado los malvaviscos, recuerdo muy bien que mi papá me
había indicado que en un cajón de su cuarto había dos bolsas de malvaviscos y me dijo que los
trajera. Ya en la casa subí las escaleras y cuando estaba a punto de llegar al segundo piso donde
estaba en cuarto de mis papás, oigo una voz decirme:

- Milene, bájame mi cargador. Esta en la salita del segundo piso…. ¡Rápido!

Yo claramente había oído la voz de mi mamá, es más, desde donde estaba a lo lejos veía el
cargador de mi mamá en la mesita de la sala de estar del segundo piso. Tomé el cargador y
estaba a punto de bajar, cuando recordé a lo que principalmente venía, traer los malvaviscos.
Rápidamente entre al cuarto de mis papás y al prender la luz me lleve una gran sorpresa…

- ¿Mamá? – dije confundida.

Estaba ahí, en la cama, echada. Se notaba que estuvo durmiendo.

- ¿Qué paso? ¿Ya volvieron todos? – me dijo mi mamá con una voz cansada.
- ¿Qué tu no estabas abajo? – le pregunté aún más confundida.

Justo antes de que mi mamá me respondiera a la última pregunta se volvió a escuchar esa voz:

- ¡Apúrate Milene que se me va a apagar el celular!

En ese momento las dos nos quedamos pálidas del miedo. Mire a mi mamá y ella, muy firme me
dijo que ya no baje. Agarro su celular y llamó a mi papá y le dijo que ya no iba a salir y que ya
regresaran a la casa, con la excusa de que ya era muy tarde. Esa noche ninguna de las dos pudo
dormir bien; en lo personal yo no cerré los ojos en toda la noche y bueno ya no sabía si era un
juego de mi mente o era enserio, pero oí a alguien llamarme por mi nombre como en tres
ocasiones durante esa noche. A la mañana siguiente volvimos a nuestra casa en Lima. No
hablamos de lo ocurrido hasta ya meses después, mi abuela nos dijo que era algún espíritu
tendiéndome una trampa, probablemente para hacerme daño. Hasta hoy en día recuerdo muy
claro lo que paso esa noche y mí papá entre bromas me recuerda que los malvaviscos me
salvaron, y por más que me parezca un chiste de mal gusto en parte tiene razón, si no fuera por
unas golosinas, otra seria mi historia. Por otro lado, lo bueno es que por unos problemas con el
banco la casa de playa fue hipotecada en el 2018, quizás para ustedes eso no tiene nada de
bueno, pero sinceramente yo ni loca volvía el siguiente año a esa casa.

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