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EL PELO EN LA MANO

El título de la presente anécdota podrá parecerle familiar por lo del refrán aquel,
que dice, “cuando digo que la mula es parda, es porque tengo los pelos en la
mano”.
Y es que el tío Antonio hermano mayor de mi papá, siempre tuvo manifiesto ese
don que lo caracterizó siempre, platicador, jocoso, risueño, con un gran sentido del
humor, comedor de dulces, siempre sobrio y cuando la ocasión lo ameritaba
irascible, nunca violento y de mirada congelante.
Las ocasiones que disfrutamos de su compañía cuando éramos niños, nos dejó
siempre un agradable recuerdo de su espontaneidad para encontrarle el sentido
humorístico a lo cotidiano de los momentos, ya fueran palabras mal dichas por
nosotros, o simplemente porque tuviste un mal día, eran situaciones que él
aprovechaba y transformaba en su ágil mente en un chiste o anécdota, que aún al
pasar el tiempo seguíamos riéndonos al recontarlo por la gracia natural con que lo
decía, para estallar en hilarantes risotadas todos los que atentos lo
escuchábamos.
De él viven en mi mente más de una docena de momentos inolvidables, que en su
momento les iré contando, pero hoy por lo chusco y la forma salomónica en que
encontró al responsable, motivo de la anécdota, me parece oportuno por las
fechas de esta época del año compartírselas.
Corría ya la mitad de los años de la década de los 60´s del siglo pasado y recién
salíamos de las fiestas de fin de año, y el primero de enero continuamos con la
celebración del cumpleaños de la abuelita Zenaida mamá de mi padre y tíos, así
nos alcanzó la víspera del día de Reyes donde apreciamos la parsimonia y
misterio con la que se conducían mis padres y tíos en ese día cinco de enero por
la tarde noche, mamá y papá nos pidieron que nos bañáramos temprano porque
iríamos de visita a la casa del tío Antonio y tía Bolivia dándonos de cenar un poco
más temprano que de costumbre para dirigirnos posteriormente a la casa de los
tíos, que de igual forma supongo, habían hecho lo mismo con nuestros primos y
primas, que luego de entretenernos con adivinanzas y algunos juegos de ingenio
cómo el de ¿quién le hace un nudo al pañuelo sin soltarles las puntas? Y otros
más, nos fue agarrando el sueño sin que nos diéramos cuenta, para que ellos
tuvieran la oportunidad de unas horas para poder ir a comprar los juguetes de
Reyes Magos al comercio de la ciudad.
Así, todos acomodados en batería nos dejaron durmiendo a mis hermanos y a mí
en dos camas juntamente con los primos, he de suponer que se ausentaron unas
tres horas desde que nos dejaron a todos bien dormidos, algo tomé o comí en
demasía que me despertó, abrí mis ojos y vi a todos bien dormidos por la tenue
luz que entraba por el cristal de la ventana, intenté despertar a mi hermano mayor,
pero se encontraba sumergido en un profundo sueño pues aprecié que sus labios
dibujaban una tenue sonrisa como disfrutando con anticipación la sorpresa del
nuevo amanecer, me senté en la cama pues un leve cólico hacía ruido en mis
intestinos recorrí con la mirada a todos del mayor al menor como deseando pedir
ayuda, pero Morfeo los mantenía en lo más profundo de sus sueños. Me puse de
pie y caminé por la habitación tratando de que lo que estaba sintiendo
desapareciera, mamá y papá no estaban, el baño se encontraba en otra
habitación, las puertas bien cerradas por lo que no había salida a ningún lado.
Sentí que sudaba frío, de pronto una gran necesidad de ir al baño para evacuar,
¡ahora que haré! Exclamé en mi mente, mientras tanto la necesidad de ir al baño
aumentaba, hasta que llegó el momento que se hizo insoportable y busqué un
lugar que escondiera mi necesidad fisiológica, las camas estaban separadas
aproximadamente cuarenta centímetros una de otra de donde dormían mis
hermanos y mis primos, por lo que opté por evacuar en ese pequeño espacio para
poder mitigar mi desesperación y aliviar el cólico que me estaba provocando tan
tremendo malestar, así que sin pensarlo dos veces cuando llegó el momento,
vacié mis intestinos en aquel lugar que consideré prudente por lo discreto y oculto
del sitio.
Me limpié y volví a la cama a continuar durmiendo, pero no bien conciliaba el
sueño cuando escuché los ruidos que hacía la puerta al abrirse y las voces de mis
padres y mis tíos que ya de regreso habían puesto los regalos en cada una de las
habitaciones correspondientes para la sorpresa del amanecer. Mis padres nos
llevarían a continuar durmiendo a la casa, y mis tíos llevarían a sus hijos a sus
camas y procurando hacer el menor ruido posible para no despertarnos
procedieron a levantarnos uno por uno en sus brazos para abandonar la
habitación en la que habíamos quedado a buen resguardo, tal era el sigilo de la
acción que mi tío se introdujo en el pequeño espacio que separaba a las dos
camas y fue retirando uno a uno a mis primos a su nuevo lecho de dormir, y al
levantar al menor de mis primos llegó hasta donde yo había hecho mis
necesidades fisiológicas para aplastar con su pie aquello que aún se encontraba a
temperatura corporal, me imagino que su cara se ha de haber congelado un
instante en el tiempo, para reaccionar segundos después con mi primo ya en el
aire, a quien bajo lentamente de nuevo para mirar que era aquello que la suela de
su zapato estaba pisando.
Grande fue su sorpresa al ver que era una evacuación humana, en ese momento
se terminó el sigilo, misterio y parsimonia de los preparativos del día de los Reyes
Magos, a todos se nos despertó y puestos en pie en semicírculo como ante un
jurado mi tío espectó a todos sobre quien era el responsable de tan grotesco
momento, yo aterrorizado por ser descubierto pedía a Dios que no supieran ya
que nadie había notado que estuve despierto un buen rato. Mi tío volvió a
preguntar por segunda ocasión de que quien era el responsable y toda la
respuesta fue un prolongado silencio que duró casi un minuto. Ante la negativa de
los cuestionados increpó por tercera vez ¿quién es el responsable de esto? Volví
a sudar frío. Entonces mi tío exclamó ¡ya se quien fue! Y todos abrieron sus ojos
más allá de sus órbitas esperando el veredicto. Para pasar a escuchar la voz de
mi tío con la sentencia, que marcaría el hecho por lo cual les comparto la presente
anécdota, y que desde entonces pongo en práctica con los infantes y otras veces
no tan infantes para poder descubrir o saber quien fue el responsable de la
travesura ante una hermética negativa.
Atentos, con los ojos así expectantes y todo oído se escuchó el veredicto ¡EL QUE
TENGA UN PELO EN LA MANO ÉSE FUE! Grande fue mi sorpresa al verme
descubierto ya que yo fui el único que miró la palma de su mano.
Esta es la inocencia de la infancia, que al despertar nos hacen descubrir la
realidad de la vida, donde únicamente con la radio y la imaginación vivimos esos
tiempos.

FELICES FIESTAS Y NO OLVIDEN SEGUIR PROCURANDO LAS MEDIDAS DE


SEGURIDAD, PROTECCIÓN E HIGIENE Y SEGUIRNOS AMANDO EL AÑO
VENIDERO.
UN FUERTE Y FRATERNAL ABRAZO A TODOS, Y QUE LA BENDICIÓN DE
DIOS SEA ABUNDANTE PARA TODOS.

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