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Introducción:
Aunque sus orígenes exactos no han sido validados científicamente, el estiramiento es uno de los movimientos
relacionados con la salud y el deporte más antiguos de la humanidad. Excavaciones arqueológicas han expuesto sellos
milenarios que representan posiciones de yoga que elongan sustancialmente los tejidos blandos del cuerpo (Lardner,
2001). Además, los antiguos griegos realizaban ejercicios de flexibilidad como parte vital de sus programas de
acondicionamiento físico para prepararse para las grandes cargas de los prestigiosos Juegos Olímpicos. Hasta la fecha, el
estiramiento sigue siendo una de las maniobras más utilizadas pero, al mismo tiempo, más controvertidas para calentar o
recuperarse de la actividad física.
En su forma más básica, el estiramiento es un movimiento natural e instintivo. Después de tomar una siesta o
descansar durante un período prolongado, los gatos y los perros suelen realizar estiramientos de todo el cuerpo antes de
dar sus primeros pasos (Figura 10.1). De manera similar, la mayoría de las personas bostezan y extienden sus
articulaciones antes de levantarse de la cama por la mañana. Los objetivos típicos del estiramiento en el deporte son la
prevención de lesiones, el mejoramiento del rendimiento y la aceleración de la recuperación. Este capítulo describirá la
fisiología básica, los efectos comprobados y las limitaciones de las técnicas relacionadas en este contexto.
Efectos en el tendón
Además del músculo, el tendón también puede experimentar cambios significativos en su longitud. Al realizar
estiramientos pasivos del músculo tibial anterior, Herbert y Gabriel (2002) encontraron que los elementos contráctiles
representaban solo alrededor del 50% de la elongación de la unidad miotendinosa (MTU, por sus siglas en inglés). En el
gastrocnemio, esta proporción incluso disminuyó al 27%, lo que sugiere que el tendón se elongó considerablemente más
que el músculo en sí. Estos hallazgos fueron confirmados por Morse et al. (2008), quienes informaron una proporción del
53% para el tendón de Aquiles. Si bien tanto el tendón como el músculo están involucrados en la elongación de la MTU,
la duración del estiramiento parece modificar la proporción de su contribución. Kato et al. (2010) examinaron el efecto de
un estiramiento estático de 20 minutos en la pantorrilla sobre la longitud del músculo y el tendón. Inicialmente, ambas
estructuras contribuyeron colectivamente a la elongación observada de la unidad miotendinosa. Sin embargo, solo el
tendón continuó elongándose después de 10 minutos, mientras que el músculo no experimentó cambios a partir de ese
momento en adelante.
A diferencia del músculo, cuya rigidez se ha demostrado que disminuye después o durante una única sesión de
estiramientos, hasta la fecha los efectos inmediatos sobre las propiedades mecánicas del tendón no están claros. Mientras
que Kubo et al. (2001) informaron una disminución del 10% después de estiramientos estáticos, Nakamura et al. (2011)
detectaron un aumento en el mismo resultado, y Kay y Blazevich (2009) no encontraron ningún cambio en absoluto.
Posiblemente, la respuesta aguda dependa del tiempo, ya que Kubo et al., con 10 minutos, utilizaron la duración de
estiramiento más larga en comparación con los 5 minutos (Nakamura et al., 2011) y 3 minutos (Kay and Blazevich, 2009)
en los otros estudios, respectivamente.
Si se consideran las intervenciones de estiramiento crónico, al igual que la reacción del tejido muscular, no hay
cambios morfológicos en las propiedades mecánicas del tendón después de intervenciones de estiramiento crónico de
hasta 2 meses (Freitas et al., 2017). Si los efectos estructurales son posibles, los ejercicios deberían realizarse durante un
período de tiempo más largo.
Efectos en la fascia
Hasta la fecha, no se ha examinado el efecto del estiramiento en el tejido conectivo que rodea el músculo esquelético en
condiciones humanas in vivo. No obstante, los hallazgos de la investigación fundamental apuntan hacia una respuesta
mecánica de la fascia. Cuando se someten a estiramientos isométricos repetidos, las muestras de cadáveres de la fascia
lumbar inicialmente reducen su rigidez. Después de un tiempo, los valores regresan al nivel inicial y posteriormente
incluso aumentan por encima del estado previo al estiramiento (Yahia et al., 1993). Inicialmente se especuló que la
actividad de las células contráctiles podría haber causado este efecto. De hecho, los fibroblastos y/o miofibroblastos se
pueden encontrar en la fascia crural, plantar y lumbar (Staubesand and Li, 1997; Schleip et al., 2019; Bhattacharya et al.,
2010). Sin embargo, dos razones sugieren que los factores distintos de la contractilidad representan el factor impulsor en
los aumentos de rigidez agudos inducidos por el estiramiento. Los miofibroblastos ubicados en la fascia lumbar de las
ratas alcanzan su máxima fuerza contráctil solo aproximadamente 60 minutos después de la estimulación con mepiramina,
un antihistamínico de primera generación (Hoppe et al., 2014). Además, otros experimentos con animales demuestran que
la respuesta de endurecimiento por deformación del tejido también ocurre si las células contráctiles se vuelven inviables
antes de la intervención de estiramiento (Schleip et al., 2012). Por lo tanto, es poco probable que la contractilidad
represente el mecanismo dominante del cambio rápido de rigidez. En cambio, las alteraciones del contenido de agua
parecen ser un moderador más importante: al estirarse, se elimina el agua del tejido y posteriormente, al igual que una
esponja que absorbe nuevo líquido, la hidratación aumenta durante el período de descanso (Schleip et al., 2012).
En otras palabras, si el rango de movimiento es tan importante como la fuerza explosiva, las modificaciones descritas
podrían obstaculizar los beneficios potenciales. Como muchos deportes requieren ambas cualidades, las soluciones de
reducir la intensidad y la duración no son óptimas. Además del estiramiento estático, se ha dedicado una amplia
investigación a su forma dinámica, que no reduce sustancialmente y en algunos casos incluso mejora ligeramente el
rendimiento funcional (McHugh y Cosgrave, 2010; Behm y Chaouachi, 2011). En deportes que implican acciones rápidas
y poderosas basadas en ciclos de estiramiento-acortamiento, como el fútbol, el baloncesto o algunas disciplinas atléticas,
esta forma de estiramiento parece ser preferible.
Los aspectos positivos y negativos de utilizar el estiramiento PNF en clientes y pacientes deben ser cuidadosamente
evaluados entre sí. Debido a su complejidad, las técnicas son más difíciles de aplicar en algunas poblaciones
(especialmente en personas mayores o individuos con experiencia limitada en deportes) y pueden requerir más tiempo.
Sin embargo, a pesar de estas desventajas, también pueden ofrecer variedad, refrescar una rutina de entrenamiento antigua
o ayudar a un atleta de alto nivel a aumentar su rendimiento en unos pocos pero decisivos porcentajes (Tabla 10.3).
Resumen
El estiramiento es un componente vital de los programas de fitness general y de rutinas de fuerza y acondicionamiento.
Sin embargo, su valor es altamente ambivalente y depende del contexto: si bien el estiramiento mejora sustancialmente la
amplitud de movimiento de las articulaciones, no previene lesiones deportivas o solo lo hace en menor medida, y no
puede reducir permanentemente el desequilibrio muscular. Al calentar para movimientos explosivos y poderosos, los
atletas deben utilizar ejercicios dinámicos en lugar de estáticos, ya que estos últimos pueden tener efectos perjudiciales. A
pesar de los esfuerzos extensos, los mecanismos detrás del estiramiento no han sido completamente elucidados. A corto
plazo, se manifiestan cambios en las propiedades mecánicas del músculo, tendón y fascia, pero es posible que no se
mantengan a largo plazo. Además de las adaptaciones morfológicas de los tejidos estirados, el papel del sistema nervioso
central (por ejemplo, al reducir la tolerancia al estiramiento) sigue siendo importante en la génesis de los efectos.