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El acoso callejero es un fenómeno que cada vez acapara más atención de los medios de
comunicación, de la ciudadanía y sobre todo de nuestros legisladores. Fruto de esta
situación se ha plasmado dentro de nuestro ordenamiento la “Ley para prevenir y sancionar
el acoso sexual en espacios públicos”. Cuyo objeto es prevenir y sancionar el acoso sexual
producido en espacios públicos que afectan los derechos de las personas, en especial, los
derechos de las mujeres.
Pero conviene precisar que se entiende por el acoso sexual, de acuerdo al Artículo 4 de la
referida ley; el acoso sexual en espacios públicos es la conducta física o verbal de
naturaleza o connotación sexual realizada por una o más personas en contra de otra u
otras, quienes no desean o rechazan estas conductas por considerar que afectan su
dignidad, sus derechos fundamentales como la libertad, la integridad y el libre tránsito,
creando en ellas intimidación, hostilidad, degradación, humillación o un ambiente ofensivo
en los espacios públicos.
No obstante, casi a diario podemos escuchar los tan populares “piropos” de las bocas de los
hombres por la calle, que la mayoría consideran inofensivos e incluso afirman que las
mujeres disfrutan. Esta práctica se ha naturalizado tanto que la ONG Stop Street
Harassment estima que el 80% de las mujeres de entre 12 y 30 años ha recibido alguna vez
un comentario fuera de tono yendo por la calle.
Así, son varias las mujeres peruanas que se han mostrado decididamente en contra de esta
práctica, pues se trata de “divertirse con la incomodidad que le genera” a una mujer. Lo que
implica que se debe tener claramente una adecuada y eficaz atención frente a esta
problemática social.
Para Holly Kearl, fundadora del grupo Stop Street Harassment, el acoso callejero es la
norma cultural, algo con lo que los niños crecen. “Se aconseja ignorarlo y no hablar de ello.
Por tanto, estos hombres continúan acosando y yendo cada vez más lejos”, asegura.
“Muchas veces ni siquiera se relaciona con la mujer, sino con los hombres realizando actos
masculinos para mostrarse frente a los otros y estableciendo su dominio entre sí”, sostiene
la profesora adjunta de Sociología de Northwestern, Kathrin Zippel.
Algunos países han tomado medidas para combatir esto, como Bélgica, que en 2014
estableció penas elevadas para los piropos ofensivas, desde una multa de 1.000€ hasta 1
año de prisión, dependiendo de la gravedad del acto; en nuestro país y exactamente en
nuestra localidad, el distrito de Alto Selva Alegre la ordenanza cuyo tenor es: