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DELINCUENCIA SEXUAL
15.1. DELITOS CONTRA LA LIBERTAD SEXUAL 689
15.1.1. Delincuencia sexual y sociedad 689
15.1.2. Magnitud y evolución de los delitos sexuales 692
15.2. ABUSO SEXUAL INFANTIL 697
15.2.1. Frecuencia y topografía 697
15.2.2. Víctimas 701
15.2.3. Daños 703
15.3. AGRESIÓN SEXUAL Y VIOLACIÓN 708
15.3.1. Víctimas y agresores 708
15.3.2. Tipologías y motivos de la violación 711
15.4. ETIOLOGÍA Y DESARROLLO DE LA DELINCUENCIA
SEXUAL 714
15.4.1. Factores y experiencias de riesgo 715
A) Socialización sexual 715
B) Inicio en la agresión sexual 716
C) Infractores sexuales juveniles 718
D) Correlatos etiológicos y de mantenimiento de la agresión
sexual 719
15.4.2. Análisis funcional del caso concreto 724
15.4.3. ¿Especialización o versatilidad delictiva de los agresores
sexuales? 725
15.5. PREVENCIÓN Y DESISTIMIENTO DELICTIVO 727
15.6. REINCIDENCIA Y PREDICCIÓN 730
PRINCIPIOS CRIMINOLÓGICOS Y POLÍTICA CRIMINAL 733
CUESTIONES DE ESTUDIO 733
15.2.2. Víctimas
A partir de encuestas y entrevistas de victimización
pueden conocerse también las experiencias de abuso
sexual sufridas por las víctimas y, asimismo, las
reacciones y circunstancias naturales en que, en algunos
casos, lograron evitar los delitos (lo que puede tener
implicaciones relevantes para la prevención).
A continuación se presentan algunos ejemplos de abusos
sexuales, extraídos de las encuestas de victimización de
Málaga:
“La encuestada estaba pasando el día en el campo con la familia.
Bajó al río a tomar el sol y al poco rato, un hermano de su tío fue
donde ella estaba y empezó a tocarla. Logró escaparse. No ha
denunciado el delito porque su familia no la cree”.
“Se disponía a cruzar la carretera cuando llegó un individuo que no
la dejaba pasar y, a su vez, no dejaba de tocarla”.
“Cuando volvía de trabajar, en la escalera de su casa, un sujeto
empezó a forcejear con ella. La tiró al suelo pero, ante los gritos de
ésta, huyó. La encuestada piensa que los fines del individuo eran
sexuales. Además, ello pareció confirmarse cuando, esa misma
semana, le ocurrió algo semejante a otra chica del mismo bloque pero,
esta vez, el agresor manifestó su intención de violarla. Ambas señoras
denunciaron el caso y la descripción del individuo coincidía”.
“Un borracho, socio de la discoteca donde trabajaba, se introdujo
detrás de la barra, donde ésta se encontraba, y empezó a tocarla de
manera ofensiva e, incluso, le dio un beso forzado en la boca”.
Fuente: material inédito de la encuesta de victimización de Málaga
(Stangeland, 1995b; Díez Ripollés et al., 1996).
15.2.3. Daños
La mayor parte de la investigación suele concluir que
las víctimas experimentarían importantes efectos
patológicos posteriores, como consecuencia de haber
sufrido abusos sexuales en la infancia. Entre estos efectos,
consumo de drogas, depresión, ansiedad, trastornos de
personalidad (en particular trastorno de personalidad
límite), promiscuidad sexual, disfunción sexual y una
mayor probabilidad, cuando la víctima es adulta, de ser
autora de abusos sexuales con otros niños (Avery,
Hutchinson y Whitaker, 2002; véase también el estudio
que se acaba de comentar de Calle, 1995).
Una de las consecuencias más graves y estudiadas del
abuso sexual infantil es la manifestación de un conjunto
de síntomas que recibe el nombre de trastorno de estrés
postraumático (en adelante, TEP), diagnosticado a partir
de la presencia de sentimientos de miedo, pensamientos y
sensaciones recurrentes vinculados al abuso, y activación
fisiológica intensa (dificultad para dormir, concentrarse,
etc.). Sin embargo, actualmente los investigadores están
en desacuerdo acerca de si verdaderamente existe una
asociación relevante entre el trastorno de estrés
postraumático y el abuso sexual infantil. Aunque los
estudios varían de modo muy notable a la hora de
establecer la tasa de prevalencia, muchos investigadores
creen que los síntomas del TEP ocurren con una alta
frecuencia, y constituyen el núcleo del trauma del abuso
sexual en los niños. La disparidad de los resultados
hallados podría explicarse por diferencias en las muestras
evaluadas, la diversidad de los instrumentos empleados, o
la inexactitud de los diagnósticos de abuso. Por otra parte,
existen igualmente resultados contradictorios en relación
a si el TEP está vinculado con la intensidad (gravedad) y
la duración del abuso.
Con objeto de clarificar esta cuestión, Dubner y Motta
(1999), evaluaron a 50 niños que habían sufrido abuso
sexual, a 50 que habían sufrido maltrato físico, y a 50 que
no habían sido abusados ni maltratados, pero todos los
cuales tenían el común denominador de que estaban
acogidos temporalmente en hogares distintos del suyo
propio. De ellos, 40 niños eran preadolescentes (8-12
años), 72 adolescentes (de 13 a 15 años), y 38
adolescentes-adultos (16-19 años). El abuso, en todos los
casos, se había producido, como máximo, con una
antelación de dos años a la realización del estudio. Los
niños fueron evaluados mediante diferentes pruebas, entre
ellas una entrevista semiestructurada y una escala tipo
Likert de 20 ítems, para diagnosticar un posible TEP.
Dubner y Motta hallaron que los niños sexualmente
abusados presentaban el TEP en el 64% de los casos, por
un 42% para los niños con experiencias de maltrato físico,
y un 18% para supuestos de aquellos niños que no habían
sufrido ni abuso y maltrato. En todas las comparaciones
las diferencias fueron significativas.
La relativa alta tasa de TEP en los niños sin ningún tipo
de abuso pudo deberse, según los autores, a que podrían
haber existido casos de abusos/malos tratos ocultos, o
bien que hubieran sido testigos de otros hechos inductores
del trastorno de estrés postraumático, tales como actos de
violencia conyugal o delitos violentos.
Por otra parte, los resultados de este estudio no
evidenciaron relación entre la duración y gravedad del
abuso y la presencia de TEP, lo que coincide con lo
también hallado por otros autores. Aunque quizás el relato
de los episodios de abuso por parte de los niños, en cuanto
a su duración e intensidad, pudo ser distorsionado —
señalan los autores del estudio—, lo que podría haber
encubierto tal asociación.
En tercer lugar, los datos señalaron que los niños
preadolescentes (8-12 años) presentaban más casos de
TEP que los adolescentes (13-15 años), lo cual sorprendió
dado que distintos autores habían considerado que la
adolescencia constituiría un periodo especialmente
proclive a experimentar este trastorno. Finalmente, como
se esperaba, las chicas evidenciaron más TEP que los
chicos.
Ahora bien, ¿son siempre devastadores en la vida de las
víctimas los efectos del abuso sexual infantil? Para
responder a esta cuestión, Rind, Bauserman y Tromovitch
(1998) evaluaron específicamente el impacto a largo plazo
del abuso sexual infantil (en adelante, ASI). Para ello
realizaron un meta-análisis de 59 estudios publicados
sobre ASI que habían tenido como objeto de evaluación la
población de estudiantes de college (equivalente a tres
años de estudios universitarios). Estos análisis
correspondían a 70 muestras independientes (grupos
experimentales y controles), que en conjunto incluían a
35.703 sujetos (13.704 hombres y 21.999 mujeres),
aunque no en todas las muestras pudieron evaluarse todos
los efectos y resultados que se presentan a continuación
(cuadro 15.5).
Los efectos autopercibidos del abuso se dividieron en
dos categorías: los recuerdos que tenían los sujetos
acerca del periodo pasado de su vida en que sufrieron el
abuso (posibles recuerdos negativos, neutros o positivos);
y la percepción o valoración actual del abuso. También
se incluía una apreciación global de los individuos en
cuanto a si ellos creían que el abuso experimentado había
afectado a sus vidas, y en qué forma.
CUADRO 15.5. Correlatos psicológicos evaluados en las muestras de los
estudios meta-analizados
1. Abuso de alcohol 10. Paranoia
2. Ansiedad 11. Fobias
3. Depresión 12. Síntomas psicóticos
4. Disociación 13. Auto-estima
5. Trastornos alimenticios 14. Ajuste sexual
6. Hostilidad 15. Ajuste social
7. Sensibilidad interpersonal 16. Somatización
8. Locus de control 17. Ideas y conductas de suicidio
9. Sintomatología obsesivo-compulsiva 18. Ajuste (bienestar) general
CUESTIONES DE ESTUDIO
1. ¿Qué significa que la delincuencia sexual constituye un fenómeno criminal
particularmente complejo?
2. ¿Cuáles son y en qué consisten los delitos sexuales más frecuentes y graves?
1 Ambos datos resultarían bastante coherentes entre ellos, en cuanto que una
victimización anual del 1% equivaldría a una victimización acumulada del
22,5% a o largo de 22,5 años, periodo temporal aproximado al que harían
referencia las respuestas de muchas de las mujeres encuestadas, cuyas
edades mayoritariamente oscilarían entre los 25 y 35 años.
16. VIOLENCIA EN LA
FAMILIA
16.1. EL CONTEXTO SOCIO-HISTÓRICO 736
16.2. TEORÍAS DE LA VIOLENCIA HACIA LA MUJER 737
16.2.1. Perspectivas psicológicas 738
16.2.2. La perspectiva sociológica 741
A) La teoría general de sistemas 741
B) Teoría del intercambio social 742
C) Explicaciones estructurales (feministas) sobre la violencia a
la mujer 742
16.3. LA RELACIÓN ENTRE VIOLENCIA FAMILIAR Y LA
VIOLENCIA COMUNITARIA 742
16.3.1. El desamparo aprendido 743
16.3.2. Otras perspectivas alternativas 743
16.4. EL MALTRATO A LA MUJER 745
16.4.1. La investigación en España 745
A) La investigación del IAC de Sevilla 745
B) La investigación del grupo de Echeburúa 750
C) La investigación de la Universidad de Valencia 751
16.5. PREVENCIÓN DE LA VIOLENCIA DOMÉSTICA EN EL
SISTEMA DE JUSTICIA Y EN LA SOCIEDAD 754
16.5.1. El sistema de justicia 754
16.5.2. El homicidio en la pareja y su prevención 758
16.5.3. La prevención en la sociedad 763
16.6. MALTRATO INFANTIL 767
16.6.1. Maltrato infantil: definiciones 768
16.6.2. La familia y el maltrato: una relación oscura 769
16.6.3. Características de las familias según los modelos explicativos
del maltrato 772
16.6.4. Líneas para la prevención 775
16.7. MALTRATO A LOS ANCIANOS 778
PRINCIPIOS CRIMINOLÓGICOS Y POLÍTICA CRIMINAL 781