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1. ACERCA DE LA TECNOLOGÍA
Las nuevas tecnologías han introducido cambios en la vida cotidiana con una velocidad
inédita en la historia del ser humano.
Se han modificado las maneras de tramitar lo pulsional, el modo de goce y las maneras de
vincularse; los lazos sociales y afectivos han ido cambiando.
Esto incide en la presentación de los “nuevos síntomas”.
Síntomas que, como sabemos desde el psicoanálisis, tienen un lado mórbido, un pathos, una
cara de padecimiento y a la vez cumplen una función en la subjetividad de una persona, en su
economía libidinal. Es aquello que le permite a un sujeto funcionar de un modo singular.
2. BORRAMIENTO DE LA PRIVACIDAD
Uno de los efectos que se observa con el uso cotidiano y masivo de elementos tecnológicos es
que se modifica la vivencia de un límite claro, una diferencia nítida entre el mundo íntimo y
el mundo compartido, la vida on line y off line. Es decir cambió la noción de lo público y lo
privado y la delimitación entre éstos no es contundente.
Algunos usuarios tienen la falsa creencia de que el estar o no conectado en la red depende de
su voluntad. Que cada uno decide en cada momento si estar on line u off line, si compartir
información o no.
Actualmente se sabe que esto no es así. La conectividad no es manejada por los usuarios. Uno
puede decidir, por ejemplo, cerrar una aplicación y no tenerla abierta o a la vista en su
Smartphone. Pero nadie puede evadir la geolocalización satelital ni la acumulación de datos
de patrones de consumo, de preferencias, de tendencias, etc. que son guardadas y gestionadas
por las compañías de internet.
Aunque uno utilice una aplicación en “modo incógnito” o bloquee ciertos contactos, o borre
el historial de búsquedas on line, uno, como usuario dejará de verlo, pero Facebook, Twitter,
Instagram o la aplicación que sea sí tienen acceso a los datos, así como a quién o a qué tipo de
publicaciones uno pone “me gusta”, “me enoja”, ante qué temas uno se detiene más segundos,
con qué imágenes uno sigue de largo, con qué paisajes se queda observando, con qué
melodías se queda escuchando, que personas le generan curiosidad, cuáles desagrado, etc,etc.
Estas características hacen que se hable del carácter “viral” de las nuevas tecnologías.
Uno de los efectos de esto es que la función psíquica que conocemos como “atención” sea
gestionada como una mercancía más por parte de las grandes compañías de comunicación.
Captar la atención de los usuarios durante más tiempo implica ganancias enormes. Se trata de
la “economía de la atención”.
Lo que es negociable, mercantilizable tiene que ver con conseguir más cantidad de usuarios,
de consumidores que estén más tiempo conectados a alguna app, ya que todo lo que se hace
en la web queda como dato, como información de comportamiento, de preferencias y con
esos datos, el consumo es pasible de ser inducido, promovido y personalizado.
Con el manejo de los datos que los usuarios otorgan voluntariamente y de forma casi
permanente, las empresas van sabiendo cuantas y qué tipo de películas alguien ve, cuándo
apaga Netflix, cuándo conecta con Facebook, cuántas veces chequea mails, cuántos “likes”
pone y a quién, a quién bloqueó, a quién le solicita amistad, qué música prefiere, qué buscó en
mercado libre, qué redes sociales usó, dónde, cómo y con quién se va de vacaciones, qué le
gusta comer, qué político le gusta y cual le disgusta, qué hace en el tiempo libre, qué
dificultades tiene, etc, etc.
Se trata de un modo de negocio que depende de que más cantidad de gente instale las
aplicaciones y que las utilice la mayor cantidad de tiempo, lo que brinda a las empresas un
modo de vigilancia de los usos, costumbres, gustos y disgustos de la gente.
Una consecuencia es que cambia la estructura de la atención. La atención dura cada vez
menos tiempo, es superficial, no se detiene en un foco y menos aún si no hay un elemento
visual.
Se trata de la “atención parcial constante”, es decir, la imposibilidad de concentrarse de
manera fija en una sola cosa y en cambio, desplazar la atención de un foco a otro
rápidamente, sin posibilidad de detenerse.
Lo habitual hoy es prestar atención a una gran cantidad de estímulos breves, fugaces,
simplificados y con predominio de lo visual.
En nuestra clínica observamos la contracara de lo que es promovido como logro, como éxito,
por el mercado tecnológico-científico.
Se trata de la aparición y globalización de síntomas que tienen que ver con la falta de
atención, la dificultad de concentrarse, de retener cierta información y el cansancio, la abulia,
la falta de deseo.
Un fenómeno que adquirió características de epidemia es que los jóvenes y niños presentan
dificultad en mantener la atención o comprender textos leídos o narrados.
Acaso el síndrome de déficit de atención (ADD) tan diagnosticado en la actualidad, sea signo
de la expansión ilimitada del multitasking y su contracara.
El cansancio como queja contemporánea y la abulia tan presente en algunos jóvenes, también
podríamos pensarla como síntoma o respuesta a la oferta permanente de posibilidades
infinitas.
En Silicon Valley, los diseñadores de aplicaciones (app) estudian y aplican las formas
para que los usuarios estén conectados el mayor tiempo posible y para que los invada la
sensación de que están perdiéndose de algo si no chequean permanentemente sus app.
O sea que una conducta que tiene las características de una adicción, hoy día se la concibe en
términos de estar actualizado, al día, conectado, generándose así un “círculo virtuoso” de
consumo ilimitado.
5. PSICOANÁLISIS Y TECNOLOGÍAS.
Para ubicar el modo en que incide lo tecnológico en los adolescentes, señalaremos algunas
características de “lo actual”, haciendo un contrapunto con “lo clásico”, que es la
configuración edípica.
Bajo la égida de lo que Lacan desarrolla como el “Pseudodiscurso capitalista” (1), ubicamos
la constitución del sujeto ya no determinada por un consentimiento a la castración y al límite
que ésta implica; lo que está en juego hoy es un “rechazo de la castración”.
La inscripción de una ley y del orden simbólico que ésta implica, como marca de lo prohibido
y orientadora del deseo, ya no tiene una fuerte incidencia.
Esto se verifica en el rechazo de toda marca o determinación que viene del Otro, sea del Otro
familiar, cultural, escolar, etc.; lo que implica que el peso de la ley, de los límites ya no es tan
claro ni tan determinante. Las tradiciones, como modo de transmisión intergeneracional de
valores, de permisiones, de prohibiciones hoy día no tiene tanta incidencia y fue reemplazada
por las determinaciones del mercado.
Es por estas cuestiones que se habla de que el orden simbólico está en declive. La figura del
padre, la familia, las instituciones como ser la escuela, no son referencias firmes para los
jóvenes, que encuentran guías y figuras ideales en pares o en personajes ofrecidos por el
mercado y accesibles por los medios tecnológicos cotidianos (youtubers, streamers,
influencers, etc).
Byung Chull Han (2) plantea que lo que interpela al sujeto ya no es la amenaza externa
(represión) que generaba una resistencia, una oposición, rebelión, sino la sobrecarga interna.
(empuje pulsional) que lleva a un agotamiento, fatiga, asfixia, cansancio, indiferencia, falta de
deseo.
Es decir podemos ubicar un pasaje del sujeto del conflicto (edípico) al individuo adaptado.
También tiene su particularidad el hecho de que el saber no esté encarnado en figuras como
profesor, padre, abuelo,etc. Hoy día, un niño o un adolescente no le es necesario recurrir a
otro para acceder a determinado campo del saber sino que la información está accesible con
un click, el saber cada uno lo porta en su bolsillo (3).
Es decir, no es necesaria una estrategia que pase por los otros para acceder a cierta
información, como lo era hace unos años en que era necesario pasar por alguna institución
educativa, o el lugar donde estaban los libros o una persona que tuviera un saber determinado,
para poder tener acceso a él.
Actualmente, cualquier niño con su “Smart” accede a conocimientos de todo tipo sin la
injerencia o influencia de otros adultos ni de instituciones educativas.
Por esto se puede pensar la tecnología como suplencia del Nombre del Padre.
- Hikikomori
En Japón (aunque también se ha expandido a otros países de Occidente) el fenómeno
Hikikomori (aislamiento voluntario) llegó a la dimensión de epidemia entre los adolescentes.
Varones en su mayoría, viven en casa de los padres y se encierran en su dormitorio y juegan
sin fin a videojuegos, aislándose de los lazos sociales y sustrayéndose de las exigencias de su
medio. No salen ni siquiera para proveerse de comida; todo lo manejan a través de la
computadora, del celular, etc.
7. LAZOS SOCIALES
Hoy día, las redes sociales se han convertido en el principal vehículo de socialización y de
búsqueda en el plano amoroso y sexual. Si bien inicialmente las redes fueron usadas por
personas con dificultades en la vida social o con dificultades por la no aceptación del entorno
(Tinder empezó con la población gay), hoy día se usa masivamente.
La variable que introduce esta modalidad es que la búsqueda de un partenaire sigue la misma
lógica que la de cualquier compra online, lo que permite alimentar la fantasía de fabricar a
alguien en la medida de los sueños, encontrar un complemento ideal, un ser que no
decepcionará. Esta lógica sigue la del Discurso capitalista, del cual una de sus características
es la renegación de la castración, es decir, una aspiración a cierta totalidad, a una completud;
una ilusión de que todo sería posible y que la relación podría ser complementaria y armónica.
Sin embargo, sabemos, desde psicoanálisis, que la cita siempre es fallida. Que entre el sujeto
y el objeto hay una fractura inevitable.
Los aparatos tecnológicos pueden ser un objeto que calma la angustia o un objeto angustiante.
Un refugio de cierta adversidad con la que un sujeto se encuentra o una confrontación con
algo hostil de los otros que se impone a través de la pantalla, un modo posible de conectarse
con otros o un modo de desconexión, un entretenimiento durante un momento del día o una
actividad que consume la mayor parte del tiempo y que el no disponer de él produce una
ansiedad insoportable.
Como psicoanalistas, no se trata de juzgar si las cosas son mejores o peores, ni de idealizar
con nostalgia lo pasado.
Se tratará de establecer diferencias, cernir cuál es la relación singular que cada joven
establece con el objeto tecnológico.
Solemos encontrarnos con adolescentes desorientados, que se amarran a una identificación
ofrecida por el mercado y generalizada según el objeto de satisfacción. Se tratará, entonces,
de responsabilizar al sujeto de sus respuestas sintomáticas frente a la inconsistencia de ese
Otro; se buscará localizar la relación con lo real para que pueda maniobrar separándose del
imperativo de goce ilimitado propio de nuestra época; se orientará a separarlo del mandato
contemporáneo de gozar siempre más, de consumir objetos y/o de transformarse en ellos (4).
Se deberá tener en cuenta el arreglo sintomático de cada uno a la hora de abordar un
tratamiento y saber cuánto puede ser “tocado” y ante qué se debe mantener una actitud
cautelosa y respetuosa de dicho síntoma.
La posición del psicoanalista tendrá que ver, entonces, con alojar ese resto que producen las
coordenadas actuales que es el sujeto en su estatuto de objeto.
Se apuntará a “hacer creer en el síntoma” (5), moviendo aquello que está cristalizado en
identificaciones de goce masivas y en síntomas colectivos.
Como plantea Philippe Lacadée, en relación a los adolescentes, se tratará de ofrecerles “un
lugar de conversación posible” como contrapunto del descrédito de la palabra y de la
promoción sin fin de objetos de consumo.
BIBLIOGRAFÍA
(2) Byung Chul Hann: La sociedad del cansancio. Herder Editorial, 2012
(5) Laurent, Eric: “La sociedad del síntoma”. Revista Lacaniana nº 2. Bs. As. 2004. Pág.113.