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12 - Cap 4. Diversidad y Clinica Psicoanalitica
12 - Cap 4. Diversidad y Clinica Psicoanalitica
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Capítulo basado en una ponencia del mismo nombre en el 1º Simposio Internacional “Políticas Queer y
Subjetividades” en el XI Congreso Internacional de Salud Mental y Derechos Humanos de la Universidad
Popular de las Madres de Plaza de Mayo. Buenos Aires, 20 de noviembre de 2010. Una primera versión
del mismo se publicó como “Diversidad y Clínica Psicoanalítica. Apuntes para un debate”. En Fernandez
AM Siqueira Perez W (comp.), 2013
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De hecho, más allá de que intentemos tapar el sol con las manos, ha
habido cambios en la vida cotidiana y en los horizontes de los proyectos de
vida de lxs sujetxs actuales que tienen impacto en la clínica y establecen
nuevas demandas y conflictos.
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los modos específicos de la formación de la conciencia moral en mujeres. Y
que más cercanamente fue sistematizada por Nora Levinton (2000).
c- La envidia del pene, la cual ha pasado a ser considerada como envidia al
lugar social masculino, y no al atributo a través del cual se lo imaginariza.
d- El cambio en la concepción acerca de la histeria femenina. De una idea de la
misma como la forma “normal” de ser mujer a comenzar a considerarla como
una solución de compromiso entre el narcisismo de género femenino y las
prácticas de sexualidad en un histórico social patriarcal. Solución de
compromiso cuya resolución tiende a un ejercicio de la seducción por parte de
las mujeres con una inhibición de la práctica concreta de la sexualidad en el
momento anterior de la caída de la estima hacía las mujeres en el sistema
patriarcal: la consumación de la relación sexual (Dío Bleichmar,1985). En
síntesis, seducir y no consumar para mantenerse valiosas.
e- La revisión de la idea de la constitución del deseo de hijo como modalidad
privilegiada de constitución de la adultez normal en una mujer, que permite, por
una parte, considerar esta modalidad de deseo de hijx como un efecto
imaginario de la relación entre maternidad y feminidad construida
históricamente en la modernidad (Badinter,1981) (Chodorow,1984), y, por otra,
visibilizar los diversos modos de entrada en la adultez de las mujeres que por
opción o por imposibilidad no ejercen la maternidad.
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(1909,1980), el hombre de las ratas (1909,1988), el hombre de los lobos
(1918,1988) y el “caso” Schreber (1911,1988).
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Veremos más en extenso su contribución en el capítulo 8
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Ver una mayor desarrollo de cómo esto opera en la clínica y en la vida en el capítulo 6 de este libro
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ilusiones5. Es importante tener presente y tomar como lección histórica lo que
les pasó a las primeras feministas frente al nacimiento del psicoanálisis. En
aquel primer momento, la nueva disciplina en el campo de lo mental, al señalar
la represión en plus de la sexualidad como causante de la “nerviosidad
moderna”, fundamentalmente en mujeres, fue acogida como aliada científica
para las reivindicaciones de los derechos de las mujeres, y de hecho lo fue en
algunos aspectos (Tubert, 2000). Luego esta ilusión cayó al identificarse que en
la práctica los análisis de mujeres, aún cuando le otorgaban un espacio al
despliegue del relato sobre su psicosexualidad, las reenviaban “en la dirección
de la cura” a la reproducción y adaptación a su rol en la sociedad patriarcal.
Hay muchas evidencias de estos efectos en la práctica. Marie Langer, una de
las fundadoras de la Asociación Psicoanalítica Argentina, refiere que durante
años había tenido en análisis a una mujer que se debatía entre cómo equilibrar
sus deseos de consolidar un matrimonio y la maternidad y sus deseos de
desarrollo profesional y laboral. Luego de unos años de ya no atender a esa
mujer, se encontró con un colega que le comentó que en ese momento estaba
asistiendo a esa mujer que había sido su paciente. Langer le preguntó acerca
de las vicisitudes de ese momento en la articulación de ambas corrientes
deseantes en la mujer en cuestión, a lo que su colega le respondió que ya no
presentaba para ella ningún conflicto, pues había dejado de trabajar
dedicándose sólo a su familia (Volnovich, Werthein,1989).
Tal como señalamos, el libro Psicoanálisis y feminismo, (Mitchel, 1982),
destrabó una relación tensa y de mutua desconfianza entre los dos campos.
Viraje que recogió algo del “aire de los tiempos” de ese momento, al afirmar
que el psicoanálisis podía utilizarse como dispositivo de análisis de la
producción de padecimiento subjetivo en la sociedad patriarcal y no sólo como
reproductor de la misma. Este cambio de perspectiva fundó una línea de
debates contemporáneos sobre la relación entre psicoanálisis y feminismo, que
puede leerse tanto en la corriente del psicoanálisis y género (línea anglosajona)
o en la corriente del psicoanálisis de la diferencia sexual (línea francesa) y la
escuela argentina que abreva de ambas y ha hecho su propio desarrollo.
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Tema que retomaremos en el capítulo 9
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En ese sentido, me parece importante destacar a modo de balance de lo
logrado hasta el momento, que con respecto a la relación entre psicoanálisis y
feminismo el avance más importante ha sido en la línea de la constitución de
los psiquismos respecto a la asimetría de poder entre los géneros. El momento
actual nos ubica en una nueva tarea, que está en proceso, que es la de tensar
cada vez más la matriz del pensamiento binario que aún permanece como
resabio en las díadas a partir de las cuales aún se piensan algunos aspectos
de los géneros (masculino/femenino) y la opción sexual (homo/heteroerótica)
como discontinuidad. Nuestra clínica cotidiana que desborda estas limitaciones
así lo amerita6.
En el campo psicoanalítico, para poder avanzar en los nuevos desafíos
es necesario cuestionar uno de los núcleos duros de esta disciplina, que es el
modo en el cual ésta piensa a la diferencia sexual y su estatuto en la
conformación del psiquismo que ya desarrollamos en el capítulo 3. Es decir,
necesitamos cuestionar los modos de pensar la sexuación cuando la
consideramos determinada fundamentalmente en el campo de lo intrapsíquico,
para poder incluir la dimensión política que incluye las diferencias culturales e
históricas en la determinación de los fenómenos psíquicos para luego avanzar
en la reconceptualización de lo metapsicólogico. Y esto lo digo en especial
acerca de cómo se está leyendo la parentalidad homosexual. Cuando
abordamos estas realidades de manera metapsicológica y no meramente
fenoménica, identificamos que lejos están de desconocer y renegar de la
diferencia sexual. Lo que acontece es que el erotismo no está causada por ella.
Lo cual son dos realidades diferentes. Demás está decir que representar a la
paternidad y maternidad homosexual “como organizadora de un verdadero
delirio que comprometería los procesos psíquicos fundamentales, por medio de
los cuales el sujeto puede formar la representación de su propio origen, sus
teorías sexuales infantiles” (Tort, 2008), hace parte de no revisar nuestras
herramientas conceptuales para estar a la altura de las configuraciones
vinculares de época y sus desafíos específicos.
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En mi consulta es muy común acompañar devenires sexo afectivos de alguien con personas de ambos
géneros sin pensar que ese tránsito amerita una denominación específica. Así como en los aspectos
identitarios personas que se consideran: no binaries, masculinidades trans, femineidades trans, entre otras
posibilidades.
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pertenencia a una minoría o a un grupo subalterno. Pues esta segunda
posición implica desde el inicio haber tenido que lidiar con las marcas de la
subordinación en la constitución del psiquismo. Son dos puntos de partida
desigualados para embarcarse en un proceso de transformación que hoy
denominaríamos de deconstrucción subjetiva de la hegemonía.
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constituyéndose en el marco más amplio de los modos de subjetivación que
mencionamos con anterioridad que incluyen lo histórico social.
A. Perversión.
Algunxs colegas en la actualidad continúan definiendo la perversión
como aquellas prácticas que se apartan de la moral dominante. La noción de
perversión sigue siendo indentificada con las prácticas sexuales no
hegemónicas y no heterosexuales9. Aún que se diga que no se hace esto, es
un no pero sí. Se sigue insistiendo en una línea de dirección única acerca del
estatuto de la diferencia sexual y su relación con la castración simbólica en la
constitución del psiquismo, generando per se una perspectiva que impide en un
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Leyendo como renegación a la “no” causación del deseo hacia alguien que esté del otro lado de la
“diferencia sexual”. Aún cuando se señala que no entran a cuestionar el campo de la moral, esta acción
aún sin voluntad explícita, se constituye en un “insulto diagnóstico” (Ayouch, 2015)
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mismo movimiento aprender a percibir lo patológico en lo nuevo,
transformando, de hecho, a todo “lo nuevo” en patológico.
En ese sentido, rescato dos aportes contemporáneos para mirar de otro
modo lo perverso hoy. Uno es el de Louise Kaplan (1995) que plantea la
articulación actual entre género y perversión, señalando que los estereotipos
de género son “lugares” en los cuales se puede esconder, depositar (¿o
“apuntalar”?) las perversiones. Y un segundo aporte, de Silvia Bleichmar (2005)
que ha propuesto identificar lo perverso con relación al estatuto del otrx en el
psiquismo, en la instancia en la que el otrx, más allá de la práctica en sí,
aparece objetalizadx y no como unx semejante. Más allá del tipo de práctica
sexual que se realice. Es una apuesta a menos fenomenología y más
metapsicología. Lo cual coincide con los desarrollos en nuestro medio de
Carpintero (2015).
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Volvamos al “planeta psi” y debatamos con algunas de las
preocupaciones que hemos observado en los discursos de colegas, más allá
de los rasgos comunes, que se presentan según la pareja esté conformada por
mujeres o varones y veamos cómo podemos ir configurando una paleta mas
amplia de escucha e intervención pospatriarcal, posheteronormativa y
pospatriarcal en psicoanálisis.
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C. Deseo de hijo solx.
• Mujeres buscando tener hijos solas: cabe consignar que siempre
hubo mujeres que criaron hijos solas, lo nuevo consistiría en que ahora la
elección aparece como manifiesta y parecería que es lo que aún sigue siendo
insoportable es la autonomía femenina. Por lo tanto, desde la matriz patriarcal
es posible que se confunda aún lo que pudiera ser un acto de autonomía con
narcisismo. Y este acto de autonomía hay que leerlo en relación a uno de los
todavía núcleos duros de poder de los varones sobre las mujeres: negarse a
“darle un hijo” a una mujer en los tiempos en los cuales el reloj biológico
femenino hace posible la concepción por vía sexual. Toda demora masculina
de esa posibilidad, en un marco de potencia reproductiva más amplia en
términos cronológicos, coloca a las mujeres actuales cada vez más en una
toma de decisión de escindir reproducción de pareja para no verse sometidas a
esta encerrona. Una vez dicho esto, me gustaría compartir otras líneas de
sentido de la misma realidad que tiene múltiples aristas. Recuerdo que uno de
mis primeros aprendizajes en el campo del psicoanálisis con perspectiva de
género fue el identificar que “mujeres narcisistas” que deciden tener unx hijx
solo para sí pueden existir en familias “externamente nucleares y
heterosexuales”, en las cuales el varón es sólo valorado como inseminador y
quizás proveedor. También aprendí en la práctica, que puede acontecer que
“políticamente” simpaticemos con que una mujer decida tener unx hijx sola, y
podamos llegar a identificar algo psicopatológico en ella o simplemente
identificar dificultades subjetivas para llevar adelante una crianza temprana. Por
ejemplo cuando nos encontramos con personas que escasamente o con
mucha dificultad alcanzan a cuidarse a sí mismas y que cuidar a unx otrx las
des balancearía negativamente su delicado equilibrio psíquico.
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Véase los casos de los famosos Ricky Martin, Ricardo Fort y Marley. Y más recientemente el caso de
Luciana Salazar. Caso que nos hace reflexionar no solo a la posibilidad de que otra ponga el cuerpo que
no se puede poner, sino que otra ponga el cuerpo que no se quiere exponer al riesgo que todo embarazo
implica. Lo cual abre una multiplicidad de debates sobre la relación entre cuerpo, poder, clase y riesgo
que vale la pena poder dar.
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Hay un caso paradigmático que vale la pena destacar en el análisis, que apareció profusamente en los
medios de comunicación. Es el de un cordobés residente en España de aproximadamente 40 años que
sacó en su momento un aviso en Internet buscando un alquiler de vientre de una mujer argentina. Se
ofreció una mujer más joven y pobre que él aceptó y fue elegida con dicho fin. Refieren que al conocerse
se “enamoraron” y decidieron tener el hijo en pareja. Dos años después, se separaron. Ella quedó en
España sin papeles, él sosteniendo que ella es una “mala madre” por razones de “juventud” y además
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empezar a paternar, suele ser la adopción de niñxs grandes o adolescentes o
ofrecerse como familias de guarda lo cual implica una parentalidad más
extendida, de lo cual empieza a conocerse buenas experiencias. Y la realidad
más extendida aún, es la paternidad en soledad luego de un divorcio o
separación que encuentra a muchos varones teniendo que desarrollar
habilidades de cuidados primarios no desarrollados hasta ese momento.
carece de recursos económicos y legales para criar al niño. Por lo cual él se arroga el derecho a la crianza
y la tenencia. Una primera reflexión sobre la situación nos indica que tenemos que creerle a alguien
cuando dice que quiere tener unx hijx solo más allá del ropaje que esta situación asuma. Denegarlo en
aras del altar del amor romántico nos inhibe de visualizar los efectos que estas elecciones tendrán con
posteridad. Y pone nuevamente sobre el tapete la relación entre cuerpo, poder, capacidad reproductiva,
clase y riesgo.
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Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales, conocido por sus siglas DSM, que está en
su quinta edición. Es un manual elaborado por la Sociedad Norteamericana de Psiquiatría y que es usado
internacionalmente para clasificar los “trastornos” y problemas de salud mental, aun cuando existe un
capítulo del tema elaborado por expertxs internacionales de la Organización Mundial de la Salud
conocido como CIE-10.
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La primera reflexión es que más allá de todos aquellos que plantean que
la pregunta por la propia identidad ha pasado de moda y que es un puro
espejismo, vemos cómo en el mismo momento histórico hay quienes están
dispuestxs a operarse sus órganos de placer sexual en torno a una
“adecuación” entre genitales e identidad de género. También están quienes se
oponen a estas operaciones señalando precisamente que es un precio que no
desean pagar por la normativización y plantean su derecho a vivir y ser
reconocidxs en su identidad sexual y de género sin operaciones.
Mas allá del respeto que toda decisión sobre el propio cuerpo amerita,
cabe reflexionar sobre una de las dimensiones de las cirugías de reasignación
de sexo como un modo de adaptación a lo hegemónico disciplinador de los
cuerpos. Dado que muchas veces el cuerpo operado pierde la posibilidad de
placer con lo que tiene y adquiere una cavidad o una prótesis (según sea el
caso) sin posibilidad orgásmica. Lo cual no es un tema menor, ya que por
ejemplo en el caso de la construcción de una cavidad vaginal, esta estaría al
servicio de una función penetrativa, como una restauración de la “pasividad
erótica femenina”, que el primer psicoanálisis señalaba como necesaria para
adquirir la adultez en la feminidad con el pasaje de zona de goce con lo cual se
accedería a la normalidad -supuesto que en la actualidad la mayoría de lxs
colegas considera como un “disparate de época”. Actualmente hay mucha
experiencia en el tema con personas que se han sentido bien con la
reasignación quirúrgica que en muchos casos requiere más de una
intervención. Y personas que no, que tenían puesto en lo quirúrgico ideales que
no se lograron con la o las operaciones. En este campo es importante ubicarse
acompañando las decisiones de cada quien y ayudando a clarificar que se
espera con cada paso y que posibilidad de que eso que se espera se logre de
ese modo.
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Todo esto en el marco de la multiplicidad de posiciones que lxs sujetxs
asumen en su propia experiencia en torno a la relación entre sexo, género y
sexuación.
En síntesis, tenemos que estar advertidxs de que una disciplina (o
campo) como el psicoanálisis, que fue pionera en dislocar la relación entre
psicosexualidad y biología, no reenvíe a anudar nuevamente sexualidad y
biología repitiendo los esquemas más homófobos de la práctica psiquiátrica
(Sanz,2004). Ya que podemos estar siendo parte, sin quererlo, del
pensamiento y la práctica conservadores, que psicopatolgizan per se toda
sexualidad por fuera de lo heteronormativo. Asimismo, podemos ser parte, sin
quererlo, de los grupos que prometen curar la homosexualidad, la bisexualidad,
la transexualidad y la transgeneridad y el travestismo.
Quizás sea más honesto admitir que en la actualidad las herramientas
clínicas y teóricas con las cuales contamos están en su mayoría construidas
para aliviar el padecimiento humano, pero desde una perspectiva
heteronormativa con una naturalización del sexo y una escencialización del
género. Estamos aprendiendo a saber cómo diagnosticar para desligar los
aspectos de producción de subjetividad y sexuación histórica, de los
psicopatológicos en el campo de las prácticas de la diversidad sexual e
identitaria. Y ese es parte de nuestro desafío actual en el cual se inscribe este
escrito.
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