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Tajer, D. (2020).

“Género y diversidad en la teoría y en la clínica


psicoanalítica” Cap 4 En Psicoanálisis para todxs. Por una
clínica pospatriarcal, posheteronormativa y poscolonial,
Editorial Topía.

Género y diversidad en la teoría y en la clínica psicoanalítica1

En este capítulo me interesa especialmente referirme a algunos debates


actuales en torno a la relación entre las subjetividades sexuadas y la clínica
psicoanalítica.
En ese sentido, trataré de focalizar en los posibles aportes de la
articulación entre el psicoanálisis y los estudios de género, en relación con
varios de los desafíos que se nos presentan en la clínica psicoanalítica en la
actualidad:

a-Los cambios producidos en la configuración de las femeneidades y


masculinidades, en sus roles, ideales y conformaciones deseantes, que
establecen conflictos históricamente específicos.
b-Las transformaciones en las relaciones de poder entre los géneros en la vida
cotidiana, que han creado mayores libertades, pero también, nuevos modos
tanto de sufrimiento como de placeres.
c- La aparición de una multiplicidad de configuraciones y situaciones familiares
que ponen en cuestión la relación entre formación de pareja y parentalidad: las
familias ensambladas, las separaciones en el curso de embarazos,
separaciones y tenencias compartidas de niñxs muy pequeñxs (incluso
menores de 1 año), la monoparentalidad por opción, la homoparentalidad, la
parentalidad compartida sin constituir una pareja, la triple parentalidad, la co-
maternidad, entre otras.
d- La visualización del campo de las prácticas de la diversidad sexual, que
incluye las prácticas de sexualidad por fuera de lo heteronormativo y de la
bipartición identitaria en géneros. Todo lo cual desde el campo de lxs propixs
actorxs se denomina LGBTIQ (Lesbianas, gays, bisexuales, travestis,
transexuales, intersexuales y queer).
e- La visualización de la diversidad identitaria de género. Que incluye los
tránsitos entre géneros con la constitución de femineidades y masculinidades
trans, las personas género fluido y las género no binario.
f- El nuevo panorama que se abre a nivel de la procreación en la articulación
entre las posibilidades de las nuevas técnicas reproductivas (fertilización
asistida, subrogación de vientre, donación de óvulos, esperma y embriones,
entre otras) y las decisiones reproductivas: alargamiento de la edad de
procreación en mujeres, la opción por la monoparentalidad y en el campo de la
diversidad sexual, permite separar el deseo de hijx biólogicx de la existencia de
una pareja basada en la diferencia sexual.

1
Capítulo basado en una ponencia del mismo nombre en el 1º Simposio Internacional “Políticas Queer y
Subjetividades” en el XI Congreso Internacional de Salud Mental y Derechos Humanos de la Universidad
Popular de las Madres de Plaza de Mayo. Buenos Aires, 20 de noviembre de 2010. Una primera versión
del mismo se publicó como “Diversidad y Clínica Psicoanalítica. Apuntes para un debate”. En Fernandez
AM Siqueira Perez W (comp.), 2013

1
De hecho, más allá de que intentemos tapar el sol con las manos, ha
habido cambios en la vida cotidiana y en los horizontes de los proyectos de
vida de lxs sujetxs actuales que tienen impacto en la clínica y establecen
nuevas demandas y conflictos.

Una primera reflexión a modo de recaudo epistemológico y ético que


plantearía es que estos desafíos presentan dos caras.
Una de ellas se refiere a no dejar que el prejuicio, o las concepciones
anteriores a los problemas actuales, nos hagan ver como psicopatológicos per
se a los cambios señalados. La otra es que tampoco resignemos el poder
identificar las formas que pudiera ir adoptando la psicopatología en lo nuevo.

Deslindar estas dos caras de la problemática es un imperativo ético para


poder seguir sosteniendo lo que a mi modo de ver es el compromiso básico del
psicoanálisis con la sociedad: trabajar con las formas en las cuales se expresa
el malestar humano, poniéndole palabras al dolor. Es muy importante que
tomemos esto como tarea, para que no nos ocurra que, por abstenernos de
repensar frente a los nuevos desafíos, nos quedemos siendo lxs guardianes de
lo que en un momento fue vanguardia, y hoy puede convertirse en reliquia.

A modo de síntesis, podemos decir que el desafío principal es poder pensar


en simultáneo cómo se constituyen los psiquismos en relación con la diversidad
de las prácticas sexuales y de las relaciones asimétricas de poder entre los
géneros.

Esa cuestión también entra en juego en los debates sobre la reasignación


de sexo de lxs sujetxs intersex (XXY) y en los cambios de identidad de género
de lxs sujetxs trans. Tradicionalmente el psicoanálisis ha partido de la idea de
que todo psiquismo normal y sano debe articularse en torno al reconocimiento
de la diferencia sexual y ésta se conforma de manera binaria, con sólo dos
casilleros: femenino o masculino. Sin embargo, es posible pensar formas
diversas de desarrollo de la psicosexualidad que no estén en relación de
subalternidad con las “buenas formas”, ni necesariamente en el campo de la
psicopatología, que están proponiendo en acto un desquiciamiento de la
diferencia.

Si nos enfocamos en la línea de las relaciones de poder entre los géneros y


la construcción de la subjetividad femenina en ese entramado vincular,
podemos tomar como acervo las reformulaciones de las concepciones
psicoanalíticas sobre la feminidad que ha hecho el psicoanálisis desde la
perspectiva de género:
a- El cambio de punto de vista de la consideración del masoquismo como
núcleo de la feminidad (Freud,1924) (Deutsch,1981), a la concepción del
masoquismo en la feminidad como un tipo de desarrollo de erogeneidad que se
constituye en el marco de relaciones de dominación (Meler,1996).
b- La revisión de la idea de la insuficiencia del súper yo femenino y el supuesto
menor aporte a la cultura de las mujeres por dicha razón. Concepción que fue
pioneramente desarrollada por Carol Gilligan (1993) en su revisión acerca de

2
los modos específicos de la formación de la conciencia moral en mujeres. Y
que más cercanamente fue sistematizada por Nora Levinton (2000).
c- La envidia del pene, la cual ha pasado a ser considerada como envidia al
lugar social masculino, y no al atributo a través del cual se lo imaginariza.
d- El cambio en la concepción acerca de la histeria femenina. De una idea de la
misma como la forma “normal” de ser mujer a comenzar a considerarla como
una solución de compromiso entre el narcisismo de género femenino y las
prácticas de sexualidad en un histórico social patriarcal. Solución de
compromiso cuya resolución tiende a un ejercicio de la seducción por parte de
las mujeres con una inhibición de la práctica concreta de la sexualidad en el
momento anterior de la caída de la estima hacía las mujeres en el sistema
patriarcal: la consumación de la relación sexual (Dío Bleichmar,1985). En
síntesis, seducir y no consumar para mantenerse valiosas.
e- La revisión de la idea de la constitución del deseo de hijo como modalidad
privilegiada de constitución de la adultez normal en una mujer, que permite, por
una parte, considerar esta modalidad de deseo de hijx como un efecto
imaginario de la relación entre maternidad y feminidad construida
históricamente en la modernidad (Badinter,1981) (Chodorow,1984), y, por otra,
visibilizar los diversos modos de entrada en la adultez de las mujeres que por
opción o por imposibilidad no ejercen la maternidad.

Otro de los aspectos revisados desde la perspectiva de género en


psicoanálisis es la identificación de la ausencia de una enunciación explícita de
una teoría acerca de la masculinidad. Hasta muy recientemente, en el
psicoanálisis han existido teorías acerca del sujeto y acerca de “la feminidad”.
Esto es efecto de lo que muchxs teóricxs consideran como falologocentrismo,
es decir la homologación de la experiencia de los varones a la de todos los
seres humanos, mediante la constitución de un sujeto universal. Y lo que no
entra en ese paradigma, será misterio, continente negro y habrá que estudiarlo
aparte: la feminidad. Más recientemente han comenzado a verse aportes en
este campo vacante por parte de varixs psicoanalistas contemporánexs de
diversas líneas2.
De todos modos, esto no quita que aún cuando en la obra de Freud no
haya una teoría explícita acerca de la constitución de la masculinidad, puedan
leerse en esa clave artículos como “Sobre la más generalizada degradación de
la vida amorosa” (Freud,1912, 1988) que señala los modos particulares del
erotismo cisheterosexual masculino en el marco de las relaciones de
dominación en la modernidad patriarcal, proponiendo como “objetos” dos tipos
de mujeres: las “malas” para el disfrute, y las “buenas” para la conyugalidad, o
Tótem y Tabú (1913,1988) releído infinitas veces como escrito social y político
que analiza la constitución de la grupalidad, pero que también puede ser leído
como la forma de armado de la fratría de varones en el patriarcado, con
respecto a un padre que se coloca como la ley y no se subsume a la misma y
como relato de los efectos del pasaje del patriarcado feudal al patriarcado de la
modernidad en la relación entre varones. También, varios de los casos clínicos
de varones, que son propuestos como ejemplos de un problema
psicopatológico, pueden ser leídos como análisis de los modos de la
constitución psíquica de una masculinidad “de época”: el caso Juanito
2
Solo por citar algunxs: Michel Tort, Silvia Tubert, Sergio Rodriguez- Ricardo Estacolchic, Ernesto
Sinatra, Silvia Bleichmar, Juan Carlos Volnovich, Mabel Burin, Irene Meler y Facundo Blestcher.

3
(1909,1980), el hombre de las ratas (1909,1988), el hombre de los lobos
(1918,1988) y el “caso” Schreber (1911,1988).

Otro aporte del campo de los Estudios de Género al psicoanálisis es el


hincapié en el vínculo entre relaciones de dominación y construcción de los
modos de subjetivación. Retomando los aportes de Michel Foucault (1987) en
el campo de la sexualidad y su relación con el poder, con base en una tradición
no lo suficientemente explorada de Freud que postula desde el comienzo de su
obra el tema del poder como un problema psicológico, ubicándolo
fundamentalmente en la asimetría entre generaciones, en las relaciones entre
padres e hijos (Benjamin,1996). Freud ha producido grandes aportes acerca de
la obediencia frente al temor a la pérdida del amor del otrx, que no han sido lo
suficientemente exploradas en la teorización psicoanalítica respecto de
relaciones de dominación que excedan las intergeneracionales, tales como las
de género, por ejemplo. Y en caso de hacerlo, reenvían constantemente a la
semejanza con las relaciones de filiación.
Hay dos autoras que se fugan de esta tendencia y que han hecho
desarrollos específicos en un tema fundamental para los desafíos que nos
estamos planteando. En nuestro medio, Gilou García Reinoso (1998) ha hecho
especial hincapié en describir cómo se establece el amor al amo, los efectos en
la clínica de éste amor y la necesidad del desasimiento de la relación con el
otro como amo absoluto3. Y luego, en Estados Unidos, Jessica Benjamin
(1996), da cuenta de cuál es la especificidad de la relación entre poder y la
constitución del psiquismo desde las etapas más tempranas en cada género en
el marco de un histórico social jerárquico y patriarcal, y su posterior desarrollo
en la vida infantil y adulta. Ella presenta un desarrollo de la constitución de los
psiquismos en el marco de las relaciones de poder entre los géneros,
incluyendo en simultaneo la asimetría de poder entre las generaciones, en lo
que denomina “los lazos del amor”.

En concordancia con esta línea de conceptualización de la constitución


psíquica de varones y mujeres en el marco de las relaciones patriarcales,
podemos destacar que gran parte de la tarea diaria en el campo de la clínica
psicoanalítica se dirime en términos de: constitución de autonomía en mujeres
y deconstrucción de la hegemonía en varones (Fernández, 2000). Si bien estos
procesos suelen expresarse de múltiples modos, en muchos casos de clínica
con varones es necesario remarcar el hecho de que las mujeres son sus pares
y que existen como semejantes4. Y en el caso de las mujeres, cuando desde
una ubicación subjetiva en la diferencia desigualada plantean el deseo de
“cortar la cabeza del rey acéfalo” (Rosenberg, 1996), se trata de que puedan
captar la diferencia entre la imagen de “ese” varón “amo en la ilusión” y cada
varón real con sus contradicciones, miedos y conflictos, sin desmentir con esto
la realidad de los modos de subjetivación masculina en el marco de la
pertenencia a un colectivo con mayor prerrogativa social.

Aún cuando planteamos estos dilemas, hay algunas marcas históricas


que nos obligan a mantener una vigilancia epistemológica en relación a ciertas

3
Veremos más en extenso su contribución en el capítulo 8
4
Ver una mayor desarrollo de cómo esto opera en la clínica y en la vida en el capítulo 6 de este libro

4
ilusiones5. Es importante tener presente y tomar como lección histórica lo que
les pasó a las primeras feministas frente al nacimiento del psicoanálisis. En
aquel primer momento, la nueva disciplina en el campo de lo mental, al señalar
la represión en plus de la sexualidad como causante de la “nerviosidad
moderna”, fundamentalmente en mujeres, fue acogida como aliada científica
para las reivindicaciones de los derechos de las mujeres, y de hecho lo fue en
algunos aspectos (Tubert, 2000). Luego esta ilusión cayó al identificarse que en
la práctica los análisis de mujeres, aún cuando le otorgaban un espacio al
despliegue del relato sobre su psicosexualidad, las reenviaban “en la dirección
de la cura” a la reproducción y adaptación a su rol en la sociedad patriarcal.
Hay muchas evidencias de estos efectos en la práctica. Marie Langer, una de
las fundadoras de la Asociación Psicoanalítica Argentina, refiere que durante
años había tenido en análisis a una mujer que se debatía entre cómo equilibrar
sus deseos de consolidar un matrimonio y la maternidad y sus deseos de
desarrollo profesional y laboral. Luego de unos años de ya no atender a esa
mujer, se encontró con un colega que le comentó que en ese momento estaba
asistiendo a esa mujer que había sido su paciente. Langer le preguntó acerca
de las vicisitudes de ese momento en la articulación de ambas corrientes
deseantes en la mujer en cuestión, a lo que su colega le respondió que ya no
presentaba para ella ningún conflicto, pues había dejado de trabajar
dedicándose sólo a su familia (Volnovich, Werthein,1989).
Tal como señalamos, el libro Psicoanálisis y feminismo, (Mitchel, 1982),
destrabó una relación tensa y de mutua desconfianza entre los dos campos.
Viraje que recogió algo del “aire de los tiempos” de ese momento, al afirmar
que el psicoanálisis podía utilizarse como dispositivo de análisis de la
producción de padecimiento subjetivo en la sociedad patriarcal y no sólo como
reproductor de la misma. Este cambio de perspectiva fundó una línea de
debates contemporáneos sobre la relación entre psicoanálisis y feminismo, que
puede leerse tanto en la corriente del psicoanálisis y género (línea anglosajona)
o en la corriente del psicoanálisis de la diferencia sexual (línea francesa) y la
escuela argentina que abreva de ambas y ha hecho su propio desarrollo.

Repensar esos momentos de la historia de las ideas y las prácticas en la


actualidad puede iluminar algunos aspectos de las formulaciones
psicoanalíticas sobre el campo de la diversidad sexual, de manera de no correr
el riesgo de hacer del psicoanálisis un aparato de reproducción de las bases
heteronormativas de la sociedad patriarcal. En este punto, lxs analistas
debemos escoger entre alinearnos del lado de la “policía psicológica”,
guardiana de la moral dominante, o bien ocuparnos en develar los nuevos
modos de aparición del dolor humano.
Si optamos por esta última posición, podemos comenzar a interrogarnos
acerca de la posibilidad de que nuestras herramientas y teorías estén en
muchos aspectos fraguadas fundamentalmente para trabajar con los
malestares y patologías de lxs sujetxs conformadxs en la heteronormatividad. Y
aún sin quererlo, podríamos estar actuando como “Lecho de Procusto”,
adaptando a lxs sujetxs al dispositivo existente más que creando nuevas
herramientas, con lo cual podríamos encontrarnos en la paradoja de ser
“progres” ideológicamente, en cuanto a la intención, pero no técnicamente.

5
Tema que retomaremos en el capítulo 9

5
En ese sentido, me parece importante destacar a modo de balance de lo
logrado hasta el momento, que con respecto a la relación entre psicoanálisis y
feminismo el avance más importante ha sido en la línea de la constitución de
los psiquismos respecto a la asimetría de poder entre los géneros. El momento
actual nos ubica en una nueva tarea, que está en proceso, que es la de tensar
cada vez más la matriz del pensamiento binario que aún permanece como
resabio en las díadas a partir de las cuales aún se piensan algunos aspectos
de los géneros (masculino/femenino) y la opción sexual (homo/heteroerótica)
como discontinuidad. Nuestra clínica cotidiana que desborda estas limitaciones
así lo amerita6.
En el campo psicoanalítico, para poder avanzar en los nuevos desafíos
es necesario cuestionar uno de los núcleos duros de esta disciplina, que es el
modo en el cual ésta piensa a la diferencia sexual y su estatuto en la
conformación del psiquismo que ya desarrollamos en el capítulo 3. Es decir,
necesitamos cuestionar los modos de pensar la sexuación cuando la
consideramos determinada fundamentalmente en el campo de lo intrapsíquico,
para poder incluir la dimensión política que incluye las diferencias culturales e
históricas en la determinación de los fenómenos psíquicos para luego avanzar
en la reconceptualización de lo metapsicólogico. Y esto lo digo en especial
acerca de cómo se está leyendo la parentalidad homosexual. Cuando
abordamos estas realidades de manera metapsicológica y no meramente
fenoménica, identificamos que lejos están de desconocer y renegar de la
diferencia sexual. Lo que acontece es que el erotismo no está causada por ella.
Lo cual son dos realidades diferentes. Demás está decir que representar a la
paternidad y maternidad homosexual “como organizadora de un verdadero
delirio que comprometería los procesos psíquicos fundamentales, por medio de
los cuales el sujeto puede formar la representación de su propio origen, sus
teorías sexuales infantiles” (Tort, 2008), hace parte de no revisar nuestras
herramientas conceptuales para estar a la altura de las configuraciones
vinculares de época y sus desafíos específicos.

Me ha resultado de sumo interés como contribución a un psicoanálisis


contemporáneo que incluya las novedades de los existenciarios actuales el
planteo frente a estas problemáticas que propone Rosi Braidotti (2000). Ella
parte de la idea de los sujetos nómades, basándose en la teoría de Deleuze. Y
sostiene la posibilidad de un atravesamiento del sujetx de los modos deseantes
y de los niveles de experiencia, pero aceptando la responsabilidad de la
contingencia de sus recorridos. De este modo, se sale de la díada deseo
hétero/homo y la existencia de una sola posición frente a la diferencia sexual.
Pero lo hace retomando lo acumulado por el feminismo en lo referente a las
relaciones de poder entre los géneros. En ese sentido retoma críticamente
algunos aspectos de la obra de Deleuze al señalar que la propuesta de este
autor de devenir minoría o de “devenir mujer” no implica un proceso similar
para quien, como punto de partida, está incluidx en una mayoría o en una
posición hegemónica, que para quien tiene como punto de partida la

6
En mi consulta es muy común acompañar devenires sexo afectivos de alguien con personas de ambos
géneros sin pensar que ese tránsito amerita una denominación específica. Así como en los aspectos
identitarios personas que se consideran: no binaries, masculinidades trans, femineidades trans, entre otras
posibilidades.

6
pertenencia a una minoría o a un grupo subalterno. Pues esta segunda
posición implica desde el inicio haber tenido que lidiar con las marcas de la
subordinación en la constitución del psiquismo. Son dos puntos de partida
desigualados para embarcarse en un proceso de transformación que hoy
denominaríamos de deconstrucción subjetiva de la hegemonía.

Por todo lo señalado, quienes trabajamos en psicoanálisis y género, nos


enfrentamos a varios de los dilemas a los cuales se han enfrentado a lo largo
de la historia del psicoanálisis lxs denominadxs culturalistas. Pero también
aportamos una marca propia de camino recorrido en el desarrollo creativo de
qué hacer con estos dilemas para avanzar en lo que describimos al principio
como nuestros desafíos actuales en el campo del psicoanálisis.

Uno de estos aportes es haber evidenciado la tríada desde la cual


podemos partir para pensarlos: género, sexo y sexuación. Si consideramos al
género en el campo de la teoría social, podemos ubicarlo como la construcción
cultural y social del sexo en tanto “conjunto de significados contingentes que
los sexos asumen en el contexto de una sociedad dada” (Lamas,1996). Esta
construcción incluye relaciones asimétricas de poder y el establecimiento de
roles diferenciados entre esos sexos en el marco del patriarcado. Por su parte,
con relación al género en el campo de la subjetividad, existe un consenso en
ubicarlo en los aspectos identitarios, funcionando como uno de los ejes de
armado de la conformación de los procesos de identificación7. Otrxs autorxs
avanzan en sus postulaciones, señalando qué hay más instancias que
intervienen ampliamente en la conformación de los modos de subjetivación
generizados: destinos pulsionales, conformación de ideales, modos del
narcisismo, entre otros8.

Por su parte, el concepto de sexo refiere al orden biológico y sus


especificidades y diferencias. Sin embargo, esta noción de sexo biológico se ve
problematizada, en principio, por tres factores. El primero es que la noción
misma de lo biológico como un orden ligado a lo inmutable ha entrado en crisis
en los últimos tiempos en relación con las operaciones de reasignación de
sexo, las nuevas tecnologías reproductivas, la implantación de hormonas y
diversos implantes, la extirpación de caracteres sexuales, etc.. El segundo, que
la existencia de sujetos biológicamente intersex pone en tela de juicio el hecho
de que toda la humanidad sea dimorfa existiendo sólo dos casilleros, masculino
y femenino. Y el tercero, que desde el comienzo el sexo y la biología están
significadxs. No hay acercamiento “natural” sin matriz significante.

Luego estaría el eje de la sexuación. Aquí también habría al menos dos


corrientes a) lxs que conciben a la sexuación como lo fundamental y propio del
campo psicoanalítico en estos temas, señalando que la misma remite a la
pulsión que habita y determina el espacio de la realidad psíquica, dimensión
subjetiva inconciente tributaria de la diferencia sexual simbólica en la que se
constituye el sujeto hablante, que no debe confundirse con la realidad de lo
biológico, ni con la realidad social y b) quienes consideran que también el
género es una categoría del campo del psicoanálisis y entienden a la sexuación
7
Ver capítulo 5 de este libro
8
Como ya desarrollamos en el capítulo 2 de este libro

7
constituyéndose en el marco más amplio de los modos de subjetivación que
mencionamos con anterioridad que incluyen lo histórico social.

En la primera corriente se ubican parte de las reflexiones feministas que


articulan con la escuela lacaniana de psicoanálisis. Desde mi perspectiva, aquí
podemos ubicar precisamente uno de los problemas que necesitan mayor
trabajo y debate para que no nos encontremos encorsetadxs en conceptos
fraguados en el marco del paradigma heteronormativo a la hora de pensar los
desafíos que la diversidad sexual le plantea al psicoanálisis. Pues, como
destacamos, algunas teorizaciones que nos permiten pensar las prácticas
heterosexuales podrían estar obstaculizando el pensamiento de lo diverso, sin
patologizarlo. ¿Cómo pensar las prácticas que exceden lo “normativizado”? ¿Y
cómo pensar las nuevas prácticas y modos deseantes que vayan
constituyéndose a medida de que el mundo deje de ser “tan rosa y celeste”?

De todas formas, más allá de las diferencias señaladas, hay un acuerdo


entre los psicoanálisis que dialogan con el feminismo (tanto el que se define de
la “diferencia sexual” como el que se define “de género”) es que ninguna de
estas dimensiones puede ser aislada ni es suficiente por sí misma para
aprehender las determinaciones de la dinámica de las relaciones entre los
géneros y su subjetivación. Pero también, para identificar en qué campo se han
producido los cambios y cómo estos afectan la articulación.

Cabe destacar aquí que la articulación de estas dimensiones siempre


corre el peligro de inclinarse hacía los respectivos enfoques reduccionistas:
-“El sociologismo: cuando se pretende explicar sin resto la sexuación por obra
de la asunción de roles sociales prescriptos.
-El biologismo: que incluye la naturalización, la medicalización y la
sexologización conductista de lo sexual ignorando la dimensión inconciente del
deseo.
-El psicologismo: que considera al sistema simbólico que sustenta y determina
los lugares sexuados como una estructura ahistórica y la dominación masculina
como expresión invariante y necesaria de esa estructura” (Rosenberg,1996).

Luego de estas nuevas vueltas y reflexiones sobre los debates vigentes,


veremos a través de algunos ejemplos cómo estas cuestiones operan en el día
a día de la clínica:

A. Perversión.
Algunxs colegas en la actualidad continúan definiendo la perversión
como aquellas prácticas que se apartan de la moral dominante. La noción de
perversión sigue siendo indentificada con las prácticas sexuales no
hegemónicas y no heterosexuales9. Aún que se diga que no se hace esto, es
un no pero sí. Se sigue insistiendo en una línea de dirección única acerca del
estatuto de la diferencia sexual y su relación con la castración simbólica en la
constitución del psiquismo, generando per se una perspectiva que impide en un

9
Leyendo como renegación a la “no” causación del deseo hacia alguien que esté del otro lado de la
“diferencia sexual”. Aún cuando se señala que no entran a cuestionar el campo de la moral, esta acción
aún sin voluntad explícita, se constituye en un “insulto diagnóstico” (Ayouch, 2015)

8
mismo movimiento aprender a percibir lo patológico en lo nuevo,
transformando, de hecho, a todo “lo nuevo” en patológico.
En ese sentido, rescato dos aportes contemporáneos para mirar de otro
modo lo perverso hoy. Uno es el de Louise Kaplan (1995) que plantea la
articulación actual entre género y perversión, señalando que los estereotipos
de género son “lugares” en los cuales se puede esconder, depositar (¿o
“apuntalar”?) las perversiones. Y un segundo aporte, de Silvia Bleichmar (2005)
que ha propuesto identificar lo perverso con relación al estatuto del otrx en el
psiquismo, en la instancia en la que el otrx, más allá de la práctica en sí,
aparece objetalizadx y no como unx semejante. Más allá del tipo de práctica
sexual que se realice. Es una apuesta a menos fenomenología y más
metapsicología. Lo cual coincide con los desarrollos en nuestro medio de
Carpintero (2015).

B. Deseo de hijx en parejas del mismo sexo.


La homoparentalidad se ha instalado como un tema de discusión y como
una realidad avalada y legitimada en el país por la Ley de Matrimonio Igualitario
a partir del 2010 que la contempla, tanto en la sociedad en general y en el
ambiente “psi” en particular. Entre lxs colegas que se encuentran preocupadxs
por el impacto en la crianza de lxs niñxs concebidxs en ese marco deseante
hay quienes se preguntan si estxs chicxs presentarán patología mental, por
haber sido concebidxs y criadxs en una pareja que reniega “la diferencia
sexual”. Otrxs, temen que entre estxs niñxs haya más homosexuales que en lxs
concebidxs en parejas hetero. Lo cual a mi criterio es muy probable que
suceda, dado que caído el mandato heteronormativo lo cual posiblemente abra
a un panorama general de mayor diversidad sexual. La cuestión aquí es si esto
necesariamente constituye un problema. Y en caso de que así sea, ¿para
quién lo sería? De todos modos la evidencia científica hasta la fecha señala
que no hay comparativamente mayor presencia de hijxs diversxs sexualmente
de familias homoparentales que de heteroparentales (Petterson, 2014). Hay
algunxs colegas que hablan del “mal menor” con respecto a la adopción de
chicxs más grandes bajo el supuesto de que “mejor en ese marco que
institucionalizadxs.
Hay que señalar que el universo de la homoparentalidad es muy amplio
y diverso, y va desde niñxs concebidxs en uniones heterosexuales que viven
con la nueva pareja homosexual de la madre (mayoritariamente) o el padre, a
niñxs concebidxs en familias de inicio homoparentales con aporte de las
técnicas de reproducción asistida o subrogación de vientre. Todo lo cual
plantea situaciones que van juntas, pero que no son per se inherentes a la
homo parentalidad. En el primer caso, pasaron también por un divorcio
parental, con lo cual son además hijxs de familias ensambladas. En los otros
casos, haber sido concebidx por reproducción asistida, presenta sus
complejidades específicas, más allá de la orientación sexual de quienes
conciben (Ormart, 2018). Y en subrogación de vientre, que no muy restringida
en nuestro país y que se hace mayoritariamente en el extranjero, implica dinero
y viajes al exterior solo posibles para un universo muy pequeño de personas,
además de que la concepción y el nacimiento de hecho se da en otro país con
lo cual incluye además una migración.

9
Volvamos al “planeta psi” y debatamos con algunas de las
preocupaciones que hemos observado en los discursos de colegas, más allá
de los rasgos comunes, que se presentan según la pareja esté conformada por
mujeres o varones y veamos cómo podemos ir configurando una paleta mas
amplia de escucha e intervención pospatriarcal, posheteronormativa y
pospatriarcal en psicoanálisis.

• Maternidades lésbicas: llama la atención el hecho de una especial


articulación entre reivindicaciones de la diversidad y conceptualizaciones de la
escuela francesa de psicoanálisis (Torres Arias, 2005). La cual valora el
derecho de las lesbianas a concebir un hijx en pareja pero simultáneamente
plantea la necesidad de la búsqueda de un hombre significativo (no
necesariamente pareja) que oficie de “corte”. Considero que es un precio muy
alto a pagar en el altar del dogma. Si asumimos que “el padre del corte” es una
construcción histórica, solidaria de las formas tradicionales del dominio
masculino que asegura a los padres varones el monopolio de la función
simbólica. Con lo cual avanzar en el alojamiento y acompañamiento de
maternidades lésbicas al mismo tiempo que sostener la necesidad de una
presencia/función masculina de corte se constituye es un peaje patriarcal muy
alto e innecesario de seguir pagando en aras de seguir sosteniendo como
dogma la existencia de un solo simbólico posible y una sola vía regia de acceso
al mismo. Tal como decíamos en el capítulo 3 nuestro trabajo es importante
que se encamine también en estas situaciones en colaborar a organizar la
“novela familiar de minoría” que luego podrá colaborar a la construcción de la
propia escena primaria. Nuevamente, no “en menos”, sino en especificidad.
• Paternidades gay: la idea de la homosexualidad como perversa en sí
se acentúa cuando esta es masculina. Por otra parte, existe en el imaginario
una idea de que “no es bueno” que los varones manipulen el cuerpo infantil en
la infancia desde una representación de la sexualidad masculina como algo
imparable y sin ética que pervertiría el cuerpo infantil al estar a cargo de los
cuidados primarios (Volnovich, 2000). De hecho este autor señala que los
varones para generar nuevas prácticas de paternidad deberán vérselas, al igual
que han hecho históricamente las mujeres, con abstenerse de imponer la
sexualidad adulta en los cuerpos infantiles. Imposición que, en caso de
producirse, introduce en el psiquismo infantil un plus imposible de tramitar
facilitando la instalación traumática (Bleichmar, 2005). Por lo tanto, la
desconfianza general que aún hay acerca del efecto en lxs niñxs de que los
varones adultos realicen los cuidados primarios, sumado a que se sospecha
doblemente de los varones homosexuales, debe ser discutida para avanzar
seriamente en la comprensión de estas nuevas prácticas. Lo cual lleva
nuevamente a ponderar el eje central de este trabajo, que es la diferenciación
crítica entre patología, prejuicios y resistencias. De hecho, las investigaciones
realizadas en EEUU (Petterson, 2014) que demuestran lo que nos plantea
nuestra práctica: que la mayor parte de abusos infantiles intrafamiliares son de
varones hetero a niñas, no siendo los varones homosexuales los del grupo del
cual haya que tener mayores prevenciones.
Por otra parte, ya tenemos años de existencia de paternidades gays, mono, bi y
triparentales con lo cual nuestra tarea actual, más que debatir prejuicios,
merecería estar encaminada a narrar la experiencias existentes y sus modos
específicos tal como hemos hecho en el Capítulo 3.

10
C. Deseo de hijo solx.
• Mujeres buscando tener hijos solas: cabe consignar que siempre
hubo mujeres que criaron hijos solas, lo nuevo consistiría en que ahora la
elección aparece como manifiesta y parecería que es lo que aún sigue siendo
insoportable es la autonomía femenina. Por lo tanto, desde la matriz patriarcal
es posible que se confunda aún lo que pudiera ser un acto de autonomía con
narcisismo. Y este acto de autonomía hay que leerlo en relación a uno de los
todavía núcleos duros de poder de los varones sobre las mujeres: negarse a
“darle un hijo” a una mujer en los tiempos en los cuales el reloj biológico
femenino hace posible la concepción por vía sexual. Toda demora masculina
de esa posibilidad, en un marco de potencia reproductiva más amplia en
términos cronológicos, coloca a las mujeres actuales cada vez más en una
toma de decisión de escindir reproducción de pareja para no verse sometidas a
esta encerrona. Una vez dicho esto, me gustaría compartir otras líneas de
sentido de la misma realidad que tiene múltiples aristas. Recuerdo que uno de
mis primeros aprendizajes en el campo del psicoanálisis con perspectiva de
género fue el identificar que “mujeres narcisistas” que deciden tener unx hijx
solo para sí pueden existir en familias “externamente nucleares y
heterosexuales”, en las cuales el varón es sólo valorado como inseminador y
quizás proveedor. También aprendí en la práctica, que puede acontecer que
“políticamente” simpaticemos con que una mujer decida tener unx hijx sola, y
podamos llegar a identificar algo psicopatológico en ella o simplemente
identificar dificultades subjetivas para llevar adelante una crianza temprana. Por
ejemplo cuando nos encontramos con personas que escasamente o con
mucha dificultad alcanzan a cuidarse a sí mismas y que cuidar a unx otrx las
des balancearía negativamente su delicado equilibrio psíquico.

• Varones buscando tener hijos solos: tampoco es un nuevo fenómeno


el hecho de que existan varones que quieran tener unx hijx para ellos, más allá
de con quién lo tengan y esto es más allá de su orientación erótica. Lo nuevo
en la actualidad es el sinceramiento de ese deseo y la posibilidad que ofrecen
las técnicas reproductivas, la co paternidad con mujeres que quieren criar pero
no armar pareja o la subrogación de vientre para la materialidad de esta
situación. Tal como lo señalamos con anterioridad, debido al alto costo de este
último procedimiento junto a las dificultades para realizarlas en nuestro país lo
cual implica que se haga en el extranjero estas prácticas en la actualidad solo
se producen en varones de alto poder adquisitivo10. Para ver el impacto en lxs
niñxs y los modos de crianza tendremos que ir observado cómo evoluciona
esta tendencia11. La realidad más extendida de varones solos buscando

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Véase los casos de los famosos Ricky Martin, Ricardo Fort y Marley. Y más recientemente el caso de
Luciana Salazar. Caso que nos hace reflexionar no solo a la posibilidad de que otra ponga el cuerpo que
no se puede poner, sino que otra ponga el cuerpo que no se quiere exponer al riesgo que todo embarazo
implica. Lo cual abre una multiplicidad de debates sobre la relación entre cuerpo, poder, clase y riesgo
que vale la pena poder dar.
11
Hay un caso paradigmático que vale la pena destacar en el análisis, que apareció profusamente en los
medios de comunicación. Es el de un cordobés residente en España de aproximadamente 40 años que
sacó en su momento un aviso en Internet buscando un alquiler de vientre de una mujer argentina. Se
ofreció una mujer más joven y pobre que él aceptó y fue elegida con dicho fin. Refieren que al conocerse
se “enamoraron” y decidieron tener el hijo en pareja. Dos años después, se separaron. Ella quedó en
España sin papeles, él sosteniendo que ella es una “mala madre” por razones de “juventud” y además

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empezar a paternar, suele ser la adopción de niñxs grandes o adolescentes o
ofrecerse como familias de guarda lo cual implica una parentalidad más
extendida, de lo cual empieza a conocerse buenas experiencias. Y la realidad
más extendida aún, es la paternidad en soledad luego de un divorcio o
separación que encuentra a muchos varones teniendo que desarrollar
habilidades de cuidados primarios no desarrollados hasta ese momento.

D. Personas trans e intersexuales:


Desde las propias voces, las personas trans se definen como tales
cuando a nivel identitario y de forma de vida pasan de un género a otro
diferente del asignado primariamente en virtud de su sexo biológico original.
Desde la psiquiatría norteamericana que es quien define lo que se conoce
como DSM12, se la considera como trastorno o disforia de género, diagnóstico
a partir de cual se debe obtener la autorización para una reasignación civil de
género que comúnmente incluye cirugía de reasignación de sexo y
hormonización. Este diagnóstico hecho por especialistas del campo de la salud
mental, permite el cambio de identidad de género legal (mediante la clásica
homologación entre sexo genital e identidad de género). Este criterio fue
replicado como modelo en nuestro país hasta la formulación de la Ley de
Identidad de Género en 2012. Ley que se ubica en el campo del derecho a la
identidad, no en el campo de la psicopatología como acontece en otras
latitudes, lo cual genera un abanico de posibilidades que analizaremos en el
capítulo 5.
Y es una ley que en ese punto, permite el cambio de identidad civil por la
solicitud de quien lo demande y garantiza el acceso a hormonización y cirugía
en el sistema de salud para quien lo solicite. No como requisito, sino como
derecho. Y esta ley es sintónica con la realidad de lxs existenciarixs trans en la
coexistencia de quienes desean hacerse cirugías de reasignación de sexo o de
cambio de rasgos, quienes realizan tratamientos hormonales y quienes
solicitan el cambio de identidad de género conservando sus genitales de
origen. La deuda aún vigente en lo legal, es que define un cambio pero dentro
del binarismo hombre/mujer aún cuando inscribe la posibilidad de una
masculinidad trans y una femineidad trans. En la actualidad para acceder a una
identidad civil no binaria hay que hacer un recurso de amparo. Por otra parte, la
Ley también habilita a que en el ámbito educativo, de salud y laboral se llame a
la persona por su nombre y su género autopercibido, aún cuando no haya
hecho los cambios en su documento. Lo cual para el campo de la subjetividad y
los derechos en lo cotidiano es un tema de alta significación y efectos
subjetivizantes.

carece de recursos económicos y legales para criar al niño. Por lo cual él se arroga el derecho a la crianza
y la tenencia. Una primera reflexión sobre la situación nos indica que tenemos que creerle a alguien
cuando dice que quiere tener unx hijx solo más allá del ropaje que esta situación asuma. Denegarlo en
aras del altar del amor romántico nos inhibe de visualizar los efectos que estas elecciones tendrán con
posteridad. Y pone nuevamente sobre el tapete la relación entre cuerpo, poder, capacidad reproductiva,
clase y riesgo.
12
Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales, conocido por sus siglas DSM, que está en
su quinta edición. Es un manual elaborado por la Sociedad Norteamericana de Psiquiatría y que es usado
internacionalmente para clasificar los “trastornos” y problemas de salud mental, aun cuando existe un
capítulo del tema elaborado por expertxs internacionales de la Organización Mundial de la Salud
conocido como CIE-10.

12
La primera reflexión es que más allá de todos aquellos que plantean que
la pregunta por la propia identidad ha pasado de moda y que es un puro
espejismo, vemos cómo en el mismo momento histórico hay quienes están
dispuestxs a operarse sus órganos de placer sexual en torno a una
“adecuación” entre genitales e identidad de género. También están quienes se
oponen a estas operaciones señalando precisamente que es un precio que no
desean pagar por la normativización y plantean su derecho a vivir y ser
reconocidxs en su identidad sexual y de género sin operaciones.
Mas allá del respeto que toda decisión sobre el propio cuerpo amerita,
cabe reflexionar sobre una de las dimensiones de las cirugías de reasignación
de sexo como un modo de adaptación a lo hegemónico disciplinador de los
cuerpos. Dado que muchas veces el cuerpo operado pierde la posibilidad de
placer con lo que tiene y adquiere una cavidad o una prótesis (según sea el
caso) sin posibilidad orgásmica. Lo cual no es un tema menor, ya que por
ejemplo en el caso de la construcción de una cavidad vaginal, esta estaría al
servicio de una función penetrativa, como una restauración de la “pasividad
erótica femenina”, que el primer psicoanálisis señalaba como necesaria para
adquirir la adultez en la feminidad con el pasaje de zona de goce con lo cual se
accedería a la normalidad -supuesto que en la actualidad la mayoría de lxs
colegas considera como un “disparate de época”. Actualmente hay mucha
experiencia en el tema con personas que se han sentido bien con la
reasignación quirúrgica que en muchos casos requiere más de una
intervención. Y personas que no, que tenían puesto en lo quirúrgico ideales que
no se lograron con la o las operaciones. En este campo es importante ubicarse
acompañando las decisiones de cada quien y ayudando a clarificar que se
espera con cada paso y que posibilidad de que eso que se espera se logre de
ese modo.

Por otra parte, se denomina intersex cuando los caracteres sexuales


biológicos no están tan definidos o cuando se trata de alguien con carga
genética xxy o xo. En este sentido, es interesante de destacar cómo en la
película “XXY”, sobre unx adolescente intesex, se plantea la decisión de los
padres de no operar en la infancia. Esta propuesta coincide con lo que plantean
les militantes intersex en la actualidad. En el caso de la película, la protagonista
deviene en una adolescente con identidad de género femenina, con formas de
la pulsión de la sexuación ligada al empuje de su genital masculino y elección
de compañero erótico heterosexual según la identidad de género y homosexual
de acuerdo al genital. Con lo cual podemos decir que estamos en un momento
en el cual las categorías estallan y nos hacen más pensar en una realidad
cercana a lo que Paul B. Preciado (2003) caracteriza como “multitudes queer”.
De todos modos, esta reflexión no prima ni excluye la legitimidad de
quienes apuestan por las cirugías de reasignación de sexo como modo de
adecuar su identidad de género con las formas de su cuerpo. Y la importancia
de que no sea la medicina, sino la propia persona la que tome las decisiones.
No es lo mismo operar lo que no se puede volver a reconstruir que un cambio
de identidad civil y de nominación simbólica, que tiene sus efectos, pero
también posibilidades de reelaboración y cambio. Tal como veremos en el
próximo capítulo.

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Todo esto en el marco de la multiplicidad de posiciones que lxs sujetxs
asumen en su propia experiencia en torno a la relación entre sexo, género y
sexuación.
En síntesis, tenemos que estar advertidxs de que una disciplina (o
campo) como el psicoanálisis, que fue pionera en dislocar la relación entre
psicosexualidad y biología, no reenvíe a anudar nuevamente sexualidad y
biología repitiendo los esquemas más homófobos de la práctica psiquiátrica
(Sanz,2004). Ya que podemos estar siendo parte, sin quererlo, del
pensamiento y la práctica conservadores, que psicopatolgizan per se toda
sexualidad por fuera de lo heteronormativo. Asimismo, podemos ser parte, sin
quererlo, de los grupos que prometen curar la homosexualidad, la bisexualidad,
la transexualidad y la transgeneridad y el travestismo.
Quizás sea más honesto admitir que en la actualidad las herramientas
clínicas y teóricas con las cuales contamos están en su mayoría construidas
para aliviar el padecimiento humano, pero desde una perspectiva
heteronormativa con una naturalización del sexo y una escencialización del
género. Estamos aprendiendo a saber cómo diagnosticar para desligar los
aspectos de producción de subjetividad y sexuación histórica, de los
psicopatológicos en el campo de las prácticas de la diversidad sexual e
identitaria. Y ese es parte de nuestro desafío actual en el cual se inscribe este
escrito.

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