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Dante Alighieri
La Divina Comedia- Infierno 4
Canto vígesimoquinto 67-78
El término incesto deriva del latín in-cestus> es decir no casto, impuro, y su antónimo
castus designaba aquello que era a la vez puro, no ensuciado, pero sobre todo, conforme a
los ritos y a las regles, educado.
Si bien se habla tradicional mente de incesto, pienso que debería ser planteado en plural.
dada la variabilidad con la cual se presenta en los diferentes campos en los que se enuncia,
tanto desde un punto de vista antropológico como jurídico o psicoanalítico. El incesto, o
mejor dicho los incestos, provocan horror y fascinación, repulsión y atracción, generando
1 "Los Laberintos de la Violencia", Editorial Lugar y Asociación Psicoanalítica Argentina, libro colectivo
compilado por Leticia Glocer Florín i, Buenos Aires, 2008. Prohibida toda reproducción total o parcial.
2 Versión ampliada y modificada del artículo "Los incestos y la negación de la alterídad" publicado en la
Revista de Psicoanálisis editada por la Asociación Ps i coanal ¡tica Argentina, t LXI, N°4, dic 2004.Buenos
Aires
3 Médico psicoanalista, miembro titular de la "Socíété Psychanalytique de París" y de la Asociación
Psicoanalítica Argentina, docente de Psicoanálisis del DUEFO. de la " Faculté de Médecine La Pitié-
Salpétriére ( Universidad de París VI)", Prof .titular de Psicoanálisis Freudiano, Fac de Psicología de la
Universidad Atlántida Argentina, Prof titular de la carrera de post-grado de Psicología Forense, Fac de
Psicología, Universidad de Ciencias Sociales y Empresariales (UCES), Buenos Aires.
4 Traducción de Ángel Battistessa, Asociación Dante Alighieri, Buenos Aires, 1984.
una intensidad emocional que indujo probablemente que esta problemática no haya podido
ser pensada, quedando a menudo confinada, al menos en la clínica, al mismo silencio al
cual es compelida la víctima. En los últimos años ha sido retomada por los medios, pero de
manera sensacionalista, donde se habla mucho pero de manera inadecuada. Si uno revisa la
literatura psicoanalítica, es sorprendente constatar que son escasos los trabajos referidos al
incesto consumado. Más allá de los textos de Freud en los cuales hace mención, en
particular Tótem y tabú, en la literatura psicoanalítica contemporánea, cuando existen, han
sido publicados recién en los últimos quince años. Es llamativo que una problemática
asociada desde el inicio con lo humano, y del cual dan cuenta la Biblia, la mitología, la
literatura y la antropología, no haya encontrado en el campo psicoanalítico un eco acorde
con la importancia de la misma. En el campo del psicoanálisis se habla fácilmente de
deseos incestuosos, mucho menos de incestos consumados. ¿Hasta ese punto el medio
psicoanalítico quedó fijado al abandono por parte de Freud de lo que él consideraba su
neurótica ? (Freud, 1897). Es sabido sin embargo que esta renuncia fue tan sólo parcial y
que hasta el fin de su vida sostuvo la existencia de manera frecuente de escenas reales de
seducción de impacto fuertemente patógeno.
No está de más volver a preguntarse sin embargo, que es lo que provoca su prohibición.
Veamos primero que nos dice la antropología con la cual el psicoanálisis puede compartir
una cierta mirada, aunque los motivos de la prohibición no sean isomórficos y se llegue a la
necesidad de la prohibición por caminos diferentes pero que confluyen.
—Un psicoanalista recibe un joven adulto en una primera entrevista y le pregunta que es
lo que ¡o /rae. Y el futuro paciente le responde: Y bien, iodo comenzó cuando me casé. ¡
Fue mi gran error ! Me casé con una viuda que tenía una hija de 25 años que se convirtió
en mi hijastra. Un día, mi padre nos visita e increíblemente se enamora de mi hijastra.
Poco tiempo después mi padre y mi hijastra se casan. De pronto mi hijastra deviene mi
madrastra. Tiempo después, tenemos un hijo con mi mujer que deviene el cuñado de mi
padre dado que es el medio-hermano de mi hijastra, que a su vez es la mujer de mi
padre(y por lo tanto mi madrastra). Ahora, mi bebé, as también el medio-hermano de mi
madrastra y por lo lanío es un poco mi tío. MÍ mujer es también mi abuelastra pues es la
madre de mi madrastra. Y no olvida que mi madrastra es (amblen mi hijastra. Y sí
buscamos aún más lejos, vemos que soy el esposo de mi abuelastra y por lo tanto que soy
no sólo el nieto de mi mujer y al mismo tiempo su marido, sino también mi propio
abuelo ¡Ud. entenderá ahora porqué vine a verlo !—
El humor ñccional de ésta entrevista me permite recordar que la familia crea, instituye tres
órdenes de relación:
a) de consanguinidad (hermano, hermana)
b) de alianza (esposo.esposa)
c) de filiación (hijo.hija)
En este sentido es una institución, dado que instituye un orden. Cada uno ocupa un lugar,
aquel que le es asignado en la estructura. La existencia de la familia -de una manera
intrínseca- supone desde siempre un orden que permita reconocer quién es quién, o para
decirlo de otra manera, cuál es el lugar de cada uno. Como lo subrayan M-C y E.
Ortigues(1966) nadie puede decir quién es quién sin realizar un cierto número de elecciones
entre las posibilidades lógicas ofrecidas por el lenguaje y que aluden al valor posicional:
uno es hijo o hija, padre o madre, hermano o hermana, etcétera. La prohibición del incesto
sostiene una función lógica sin la cual todo se oscurecería confundiéndose los límites de
cada uno.
Benveniste(1969) en un estudio sobre la evolución de los diferentes términos del parentesco
en las lenguas indo-europeas, da cuenta de la función clasificatoria de las mismas. Destaca
la importancia de la función y no tanto el lazo de sangre que puede o no existir. El valor del
término de! parentesco está dado por el lugar ocupado en la estructura familiar. Cada lugar
no posee un valor absoluto sino representacional. Más allá del lugar dado por la biología
estamos llevados a considerar la función simbólica ejercida de acuerdo al lugar que se
ocupa. Lo importante de la posibilidad que ofrece la parentalidad no es el lugar de genitor
biológico sino la capacidad en ejercer la función simbólica materna y/o paterna. La función
puede o no corresponder con la filiación biológica. Y en ese sentido se podría afirmar que
en el fondo toda maternidad, o toda paternidad, es adoptiva, pues requiere reconocer al otro
y reconocerse a sí mismo en una cadena de funciones simbólicas transgeneracionales. Para
que el niño pueda emerger como sujeto se requiere un orden simbólico familiar. Este orden
presupone la existencia de diferencias entre las generaciones así como la distinción entre
los sexos.
La función princeps de la familia, cualquiera sea su forma, es producir alteridad.-
(Tesone:1994)
Transgredir la prohibición familial- dice Barthes (1971) - consiste en alterar la nitidez
tenninoiógica del recorte parental, hacer que un solo significado (una niña llamada Olimpia
como en la novela de Sade) reciba simultáneamente varios nombres. "Olimpia dice el
monje incestuoso de Sade, "reúne el triple honor de ser a la vez mi hija, mi nieía y mi
sobrina"''. "Transgredir es nombrar fuera de la división del léxico" dice este autor: la
transgresión aparece desde esta perspectiva, como una sorpresa de nominación. Barthes
remarca que el incesto consiste en transgredir una regla semántica, en crear la homonimia ,
o sea que en el fondo, el incesto es una sorpresa de vocabulario.
El incesto no es el Edipo
Más allá del horror (no desprovista de fascinación) que produce la transgresión del tabú
más antiguo de la humanidad, ¿cómo pensar lo impensable? Es difícil aceptar cómo, lo que
calificaríamos desde afuera como abyecto, ignominioso, aparece a menudo en ese tipo de
familias banalizado, casi como un estilo de comunicación que a veces perdura años, donde
todo el mundo sabe y no sabe a la vez.
Contrariamente al Edipo que articula el deseo a la ley, permitiendo la emergencia de la
alteridad. el incesto borra los límites de los miembros de la familia e introduce confusión
entre los mismos. Confusión de lugares (ya no se sabe más quién es padre, madre, hijo,
hija) y por ende confusión entre las generaciones y los sexos. Eros se pone al servicio de
Tanates.
Re-pulsión
La familia incestuosa carece de la dimensión de la alteridad.. no existiendo límites que los
separen. Son familias que funcionan como si el grupo conformara un solo cuerpo y varias
cabezas, a la manera de una hidra. Su ecuación sería la siguiente: 1+1+1=1 y no 3.
Un padre incestuoso expresaba el temor que su hija adolescente fuera atacada sexualmente
por la calle diciendo: "Si me pasara algo a ella... " Lapsus revelador de la indiferenciación
que reinaba en dicho vínculo.
El acto incestuoso deniega la incompletud. Es un intento desesperado para evitar la
confrontación —a la que está sujeto todo ser humano- con la ambivalencia y la pérdida del
objeto. El incesto busca la aconflidualidad, intentando borrar el con el yo que supone la
existencia de un otro irreductible. A lo que todo ser humano deber confrontarse, es decir a
la falta, que nunca falta, el padre abusador pretende, por el contrario, funcionar como si la
falta no fuera fundante.
El hombre incestuoso no busca integrar una bisexualidad psíquica siempre confiictiva; por
el contrario, querría que la sexualidad y la diferencia de sexos fuesen a-conflictiva
Estamos aquí muy lejos de la concepción de Freud. que parecía admitir en todo acto sexual
la implicación de cuatro personas (carta a Fliess del 1-8-1899) en alusión a la bisexualidad
psíquica. En el caso que nos interesa no se puede ni siquiera hablar de la implicación de dos
personas en la medida que el otro no existe.
Si se aceptara, como lo proponía Lacan (1970) la idea de que "la mujer, no siendo toda".
"no hay (por lo tanto) relación sexual", se podría decir que el hombre incestuoso busca una
relación sexual "complementaria" en la medida que, en búsqueda de una completad, quiere
toda la mujer en él.
El padre incestuoso quisiera aprehender la feminidad a través del acto incestuoso,
apropiársela por medio de una actividad pretendidamente masculina puesta al servicio de la
denegación de la diferencia de sexos y de las generaciones.(Tesone,l 998).
En otras palabras, el padre incestuoso busca ¡a completud porque teme que el
desgarramiento narcisista provoque su desmoronamiento. Teme que la sexualidad de la
niña haga surgir su propia sexualidad infantil con el efecto traumático concomitante, siendo
entonces vivida la niña como el espejo de aumento de la sexualidad pre-genital en su
dimensión femenina no integrada del padre
Para intentar lograr sus fines no duda en demoler el deseo y por ende el pensamiento de la
niña dejándola en un estado de desestructuración psíquica, consecuencia inevitable de los
traumatismos acumulativos a los cuales es sometida.
El niño, mediante une forma de hipnosis, es compelido a la inmovilización paradójica; su
silencio refleja quizás el vacío representacional en el cual es aspirado. El yo narcisístico del
padre incestuoso engloba al otro concebido como una mera extensión de sí- mismo. El
deseo del uno no es compatible con el deseo del otro. En su "utopía totalizante" el padre
incestuoso se vive como dueño del tiempo y de la muerte. Queriendo abarcar en sus redes
al niño pretende ignorar que por esencia el otro, ya sea fantasmático o real, entra en
relación conflictiva con el yo. El yo del padre incestuoso pretende atrapar en su red al otro,
pero al hacer esto lo desvitaliza.
El narcisismo -escribe Green(1983) - sostiene la ilusión del a-edipo (no del anti-edipo sino
del no-edipo) en el sentido que no conoce más que el yo. "Como Dios, el yo se pretende
auto-engendrado, sin sexo, es decir, sin limitación sexual y sin filiación, por lo tanto sin
estructura de parentesco".
La "relación" sexual incestuosa no dejaría de ser un equivalente masturbatorio dado que la
sexualidad permanece auto-erótica en la medida que el otro es como si no existiera. La
función del niño se reduciría a satisfacer ese autoerotismo objetal.
La niña narci sí sucamente seducida por el padre se funde en el cuerpo paterno. El mito del
Uno, es decir la ilusión de ser un ser todopoderoso y sin fallas es el fantasma común a los
padres abusadores. Su descendencia no existe sino en el interior de ese yo que se pretende
grandioso. El niño o la niña no tienen otro valor que el de apéndice narcisístico.
El intento del padre abusador podría ser graíicado como un triángulo cuyos vértices no
cierran, incluido en una circunferencia circunscripta. En su utopía expansionista el padre
abusador pretende borrar los vértices del triángulo, englobándolo en su megalomanía de!
Uno. Entre el padre abusador y la niña no existe una relación de sí-mismo a un otro (que
desaparece) sino de sí-mismo a sí-mismo.
El adulto abusador, en lugar de ser el soporte de la ley exogámica. se pretende hacedor de
la ley. pero una ley negativa, endogámica, donde se presenta como un ser todopoderoso y
sin fallas a quien todo le pertenece. Niega toda conflictualidad interna anexando el otro a su
narcisismo. Busca una doble inmunidad: respecto a sus conflictos internos y respecto al
objeto. Hace como una negación preventiva ontológica de la existencia del otro La
forclusión psicótica o la desestima perversa están a menudo en juego, tomando el otro a
menudo, el valor de un objeto fetichista inanimado.
Es así que las pulsiones de destrucción parecen jugar el rol de último recurso buscando
neutralizar al objeto, englobando la realidad que lo rodea en la misma devastación.
Es frecuente que aquellos niños que han vivido relaciones incestuosas tengan accidentes, o
incluso, francos intentos de suicidio, como expresión de una necesidad de castigo interno.
En "Principio de relajación y neocatarsis" Ferenczi (1930) afirma que "padres y adultos
pueden ir muy lejos en su pasión erótica por los niños", y sugiere como hipótesis de la
amnesia consecutiva a este tipo de traumas una "psicosis pasajera5', como primera reacción
al shock. Concibe la misma como " una ruptura con la realidad, por un lado en forma de
alucinación negativa, y por otro en forma de compensación alucinatoria positiva inmediata
que da ilusión de placer". Se genera "un clivaje psicótico de una parte de la personalidad
que permanece secreto", induciendo "una auto-destrucción psíquica", que busca
paradqjalmcnte protegerlo de la emergencia de la angustia y lo condena a un sufrimiento
mudo.
La efracción de lo cuantitativo, de lo perceptual pulsional, induce un daño cualitativo aún
más devastante en la medida que el incesto ha sido repetitivo en el tiempo; actuando por
traumatismos acumulativos, que impregnan el psiquismo de pulsión de muerte.
Se produce un triple efecto traumático: 1) lo traumático del incesto en sí mismo 2) la
descalificación perceptual a menudo asociada ( el adulto le dice al niño que el incesto no es
un incesto, es decir niega el carácter de gravedad del acto 3) en el acto mismo del incesto,
el niño se convierte en huérfano ( el padre y/o la madre siguen siendo los progenitores
biológicos pero han borrado la función simbólica paterna y/o materna.
s Presentado por primera vez en el " 2nd COV/AP (IPA) Europcan Conference on Incest",Lisboa, 21 y 22 de
Marzo 2005. Publicado en IDE, Revista de Psicoanálisis de la " Sociedad Brasilera de Psicoanálisis de San
Pablo", N°41,, pp 107-114, Julio 2005, San Pablo
Sií estado fis ico deplorable al salir de prisión, dejaba entrever sin embargo sus gráciles
rasgos femeninos casi adolescentes, de una identidad sexual duramente castigada por los
años de prisión. Prácticamente desde su encarcelamiento una anorexia que potenció la
pérdida del cabello, y una amenorrea crónica, expresaron en su cuerpo ¡a intensidad del
sufrimiento padecido. No haré el relato de un análisis que duró varios años. Me limitaré a
dos escenas traumáticamente entrelazadas.
Las condiciones de la cárcel, el hacinamiento, el maltrato, la repugnancia por el olor de
las letrinas que invadía la celda compartida con otras dos compañeras formaron parle del
relato del perjuicio padecido. Mucho más tarde, cuando sus angustias persecutorias y de
desconfianza transferencia! se vieron apaciguadas, me reíala una escena, particularmente
angustiante. Nunca la había contado, "a nadie" me aclara. Quizás ni a ella misma.
Balbuceando, con dificultad para poner en palabras lo sucedido me cuenta que en una
oportunidad, estando ella en la celda, se introduce al interior de la misma un oficial del
ejército. Ni la presencia de sus compañeras ni su propia resistencia habían podido impedir
que el militar la penetrara digitalmente en su vagina. Lo sucedido llegó a oídos del jefe de
la prisión, un militar de mayor rango, quien no encuentra mejor cosa, para supuestamente
averiguar lo ocurrido, que organizar un careo entre Eurídices y el oficial violador. Frente
a dicho siniestro personaje, y en presencia del jefe, no aunó, a hacer la menor acusación.
En primer lugar pues lógicamente teme por su vida y las represalias del violador. Pero en
segundo lugar, y lo dice en sollozos, sofocada, porque en el mámenlo de la penetración.
había sentido placer Y dicho placer, avergonzada, habría invalidado, en su vivencia, su
derecho a denunciarlo. Se reprochaba, o mejor dicho reprochaba a su cuerpo de haberla
traicionado, de haberse entregado a la violencia iibidinal del carcelero, personaje
detestable y que odiaba. Esta experiencia le produjo un sentimiento de extrañamiento, casi
un momento psicótico de desdoblamiento de su personalidad. Esta escena, de por sí
traumática se revelará más tarde no exactamente como recuerdo encubridor, aunque
obrara como pantalla, sino diría como la vivencia de repetición: en su vida, en más de una
ocasión no había podido disponer libremente de su cuerpo. Un cuerpo que le había sido
robado de manera repetitiva. Desde aproximadamente los tres años y hasta lo 6 o 7, su
abuelo materno había abusado sexualmente de ella, bajo la forma de fellatiox y
tocamientos. Desde aquella época nunca había podido hacerse curar los dientes, las
múltiples tentativas de confiarle su boca a un dentista, o sea a un otro, la sumían en crisis
de angustia expresados un forma de gritos y llantos. Sus padres, separados, en particular
la madre con quien vivía, nunca habían emitido la mínima sospecha de lo que ocurría.
Eurídices nunca pudo contar lo sucedido ni acusar al abítalo. La repugnancia asociada a
una "extraña excitación" le hacían, retrospectivamente odiar su cuerpo. En aquella
ocasión "la opción " también se planteaba como de vida o muerte. No tanto de muerte real
como en la cárcel, sino como muerte psíquica. A pesar del terror que le inspiraba, pudo
sin embargo, a partir de cierta edad apartarse de dichas prácticas perversas a las cuales
la compelía bajo amenazas su abuelo materno.
En éste breve doble relato de lo traumático aparece, en filigrana, como la excitación
generada en el cuerpo de la niña incestada por la efracción de la excitación venida del
exterior sin acuerdo ni deseo, produce un efecto traumático. Dicho cuerpo, que responde de
manera incontrolada a la excitación externa, se convierte él mismo en cuerpo externo, en un
desdoblamiento del yo. Ese cuerpo que le hizo sentir cosas es y no es su cuerpo. La
excitación producida no la hace sin embargo deseante, dado que es una excitación
desubjetivisante. Es una violencia agregada a la violencia de la penetración, que sea oral
como en su infancia o vaginal como en la cárcel. No interviene el deseo, es una excitación
robada, es una estafa dado que dispara la excitación pulsional sin el consentimiento del
sujeto. El colmo del trauma "es ese encuentro bruto y brutal con un acontecimiento des-
simbolizante que no permite que el sujeto asegure más su continuidad vitaP:(Assoun,1999)
El cuerpo adquiere así un carácter de extraterritorialidad, con un fuero propio, que requiere
ser castigado. Es triplemente traumático: por la efracción y sobrecarga del hecho en sí
mismo, por la excitación alienante producida sin acuerdo ni deseo y por la experiencia de
desubjetivación que la misma implica. Es un goce asociado a la pulsión de muerte,
desligazón de las pulsiones que desestructura y aniquila la capacidad deseante. El enemigo
deviene no sólo el abusador, sino también el propio cuerpo vivido con vergüenza y hasta
con desprecio. Es el cuerpo abusado que :;merece':castigo por haber hecho sentir a pesar de
sí misma excitación. Una excitación no metaforizada. pura carga, mezclada de angustia,
pero excitación al fin. El perjuicio se hace cuerpo...en el cuerpo.
Entre la subjetividad deseante y el poder despótico
En todo incesto hay crimen. En todo caso "asesinato del alma" como diría Schreber (1903)
que de eso sí entendía. Pero concomitantemente. quizás en lodo crimen hay una dimensión
ince.síuosa, lo cual pone en relación el incesto con la dimensión incestuosa de todo acto
abusivo de los regímenes despóticos, entre los cuales la tortura. ¿Acaso Creón, en su
empecinamiento en no permitir a Antígona honrar a su sentimiento fraterno, en su violencia
política en nombre de la razón de Estado, no retrotrae a la misma a la dimensión incestuosa
de su historia familiar?
¿Aníígona, en su lucha con su tirano tío. no busca recrear lazos familiares en los cuales
reine la Ley simbólica, alejando así el encadenamiento infernal del incesto y del parricidio
que recorre las distintas generaciones?
Curiosa mezcla la de Creón. entre su poder despótico en nombre de la ciudad y su
concepción de la función paterna. Acaso no aconseja a su hijo Hemón. novio de Antígona.
quién se rebela frente al poder despótico de su padre: ;c he aquí hijo mío la regla que debes
conservar en el fondo de tu corazón: estar siempre ahí, detrás de la voluntad paterna"
Teniendo que tener alejada a la mujer: "Es mejor- dice Creón- sucumbir al brazo de un
hombre, de manera tal que no vengas a decir que estamos bajo las órdenes de una
mujer'(Antigona de Sófocles) Como lo remarca SegaI(19Sl). citado por George
Steíner(1984) "el conflicto entre Creón y Antígona no opone solamente la ciudad & la casa.
opone también el hombre a la mujer. Creón identifica su autoridad política a su identidad
sexual". Y pregunto: ¿Creón. pretende mantener alejado a la mujer o a lo femenino en el
hombre? En todo caso no fue matando a Antígona y empujando a su esposa al suicidio que
Creón solucionó el conflicto entre lo femenino y lo masculino...en él. Preludio quizás de su
propia muerte
Disponer del cuerpo del otro ha sido siempre la manera de manifestarse de los sistemas
totalitarios . públicos, privados o corporativos.
¿Es casual que la paciente Eurídices asocie las dos escenas. la del incesto con su abuelo y la
escena de abuso en la cárcel? No dudamos del carácter violento del incesto del abuelo.
¿Pero el carcelero, al violentarla sexualmente. no transgrede al mismo tiempo el basamento
de toda ley simbólica, que es la prohibición del incesto?
Los regímenes despóticos pretenden instalar una lógica jurídica (¿no suelen ser prolíficos
en leyes de todo tipo?) en detrimento de la Ley simbólica. Y cual es la Ley simbólica por
excelencia sino la Ley de prohibición del incesto.
Antígona en uno de los versos se lamenta y exclama:"¿padre, porqué me has abandonado ?
" Y como bien lo remarca Lacan (1960). el suplicio de Antígona va a consistir en estar
encerrada, suspendida, en la zona entre la vida y la muerte. Sin estar aún muerta, está como
lachada del mundo de los vivos. Antígona se identifica con Niobé. petrificada. Y Lacan
(1960) subraya que dicha petrificación es quizás la expresión de la pulsión de muerte. ¿Y
no es de esa petrificación que sufre la niña incestada, impregnada de la pulsión de muerte
por parte de su padre, que en el mismo acto del incesto la abandona como hija? ¿La excluye
de una filiación posible?
La niña incestada, para poder advenir a la vida debe despojarse de la cultura de muerte
trasvasada por un padre incestuoso, luchar contra el poder despótico de un padre narcisista
omnipotente, expresión desesperada del intento de completud de éste último, que se revela
mortífero. La niña incestada debe desconstruir la sexualidad inoculada, alejarse de un goce
mortífero, reapropiarse de su cuerpo, hacerlo finalmente suyo. Salvando las distancias me
permito preguntar:¿no se parece a lo que tienen que hacer los sujetos frente a un estado
despótico? El porvenir de nuestras democracias es tributario de dicha lucha incesante. En
esa lucha incesante para protegerse de lo narcisista omnipotente reino de lo mortífero que
representa todo poder que se excede y la construcción de la subjetividad deseante, radica
quizás la verdadera "opción".
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