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TEMA: EL GOBIERNO
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Constitución, fuentes y órganos del Estado.
Grado en Derecho. Primer curso.
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momento político, con su persona. Valgan como ejemplos las presidencias del Gobierno
de Felipe González por el PSOE o Aznar por el PP.
Desde hace menos de una década la dinámica política empezó a cambiar, fruto de la
profunda crisis económica del 2008, de la agudización de los problemas territoriales, de
los fenómenos de corrupción y de un cierto agotamiento de la dinámica anterior y de los
propios partidos tradicionales. Se produce así una cierta crisis de representatividad del
sistema de partidos en España, y en otros muchos países europeos, que genera una cierta
crisis de legitimidad del modelo. En este contexto el comportamiento electoral comenzará
a cambiar y, con el mismo sistema electoral, se producirá ahora el surgimiento de nuevos
partidos políticos, en distintos momentos y con distintos momentos de apoyo popular.
Todo esto generará un sistema de partidos más plural pero también más inestable, y por
consiguiente dificultará la consecución de mayoría estables en el Congreso que permitan
formar Gobierno. Así, del 20015 hasta el 2020 hemos asistido en España a sucesivos
procesos electorales que han dado origen a Legislaturas en donde se produjeron diversos
procesos de investidura fallidos y por tanto a largos periodos con un Gobierno en
funciones, el anterior al proceso electoral, y a sucesivas disoluciones anticipadas de las
Cámaras y nuevos procesos electorales. Fruto de esta mayor inestabilidad político-
parlamentaria serán las dos mociones de censura celebradas y el éxito de la última de
ellas, como vimos la primera que triunfa en nuestra historia constitucional del 78.
También la formación a principios del 2020 del primer gobierno de coalición.
Todo ello lleva a pensar que, al igual que ha sucedido anteriormente con los sistemas
parlamentarios de la mayoría de las Comunidades Autónomas, cobre mayor peso político
en el funcionamiento del sistema “el momento parlamentario” y se atenúen ciertos rasgos
de “presidencialización” de la forma de gobierno parlamentaria. En definitiva, con un
Congreso sin mayorías claras, con múltiples grupos parlamentarios y con Gobiernos de
coalición que as u vez necesiten de apoyos de terceros grupos para poder ganar las
votaciones parlamentarias, lo normal sería que el Parlamento adquiera mayor relieve
como escenario del juego político y que, a su vez, la figura del Presidente del Gobierno
adquiera nuevos perfile en cuanto en un gobierno de coalición su papel de dirección
política del mismo deba conjugarse con los intereses y las posiciones de sus socios en el
Gobierno.
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Es la Ley 50/1997, de 27 de noviembre, del Gobierno. Con anterioridad a esta ley el Gobierno, su
regulación estaba dispersa en distintas leyes administrativas. La Ley es en todo caso un texto normativo
claro, conciso y bien estructurado que ha tenido muy pocas modificaciones. Su consulta resulta muy útil
a la hora de estudiar la estructura y funcionamiento de este órgano constitucional. Por supuesto existen
muchas más normas de rango legal que afectan alas funciones constitucionales, a los poderes o a las
distintas actividades que lleva a cabo el Gobierno, pero la Ley de 1997 sigue siento la norma que
básicamente desarrolla su posición constitucional.
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Nuestra moción de censura es constructiva, lo que significa que en la propia moción de censura hay que
proponer a un candidato alternativo. La vía extraordinaria para la formación del gobierno, la moción de
censura se estudia dentro de las funciones de control y exigencia de la responsabilidad política del
Parlamento sobre el Gobierno.
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el siguiente mayor número de apoyos y que aceptó ser el propuesto, sin tener una mayoría
asegurada y aunque, como era previsible, no alcanzó al final dicha mayoría. La propuesta
de candidato a la presidencia del Gobierno será refrendada por el presidente del Congreso.
2. El candidato propuesto conforme a lo previsto en el apartado anterior expondrá ante
el Congreso de los Diputados el programa político del Gobierno que pretenda formar y
solicitará la confianza de la Cámara.
Recibida la propuesta del Rey, el presidente del Congreso de los Diputados, convocará
el Pleno en el que el candidato deberá exponer su programa y solicitar la confianza de la
Cámara. A continuación, se realiza el debate de investidura, entre el candidato y los
grupos parlamentarios regulado en los art. 170 a 172 del Reglamento del Congreso, en
donde se detalla muy claramente el procedimiento y que sirve, sobre todo, para que los
grupos parlamentarios manifiesten públicamente en sede parlamentaria su posición ante
el programa político presentado, y con ello exterioricen su confianza u oposición al
candidato propuesto. El programa de gobierno expuesto por el candidato a la Presidencia
no tiene por qué coincidir con su programa electoral. De hecho, como resultado de los
acuerdos con otros partidos para conseguir su voto en la investidura el candidato puede
cambiar puntos importantes del programa electoral de su partido. El procedimiento se
corresponde con debate de pleno de tipo general donde el candidato realiza una primera
intervención general sin límite de tiempo ante el Pleno la Cámara y a continuación se
produce la intervención de los portavoces de los grupos parlamentarios de mayor a menor,
con la posibilidad de réplica y contrarréplicas. El candidato a presidente protagoniza
lógicamente el debate, donde además puede intervenir cuantas veces quiera y sin ninguna
limitación de tiempo. Los portavoces de los grupos disponen de una media hora inicial y
una posterior réplica de 10 minutos, más generalmente una última réplica muy corta,
tienen pues un tiempo tasado, aún cuando la presidencia dela Cámara suele aplicarles la
limitaciones de tiempo de manera flexible. La importancia política del debate, sobre todo
por su repercusión mediática en la opinión pública suele ser considerable.
3. Si el Congreso de los Diputados, por el voto de la mayoría absoluta de sus miembros,
otorgare su confianza a dicho candidato, el Rey le nombrará Presidente. De no
alcanzarse dicha mayoría, se someterá la misma propuesta a nueva votación cuarenta y
ocho horas después de la anterior, y la confianza se entenderá otorgada si obtuviere la
mayoría simple.
Es importante destacar que la Cámara da su apoyo a la persona del candidato y a su
programa, no a su futuro Gobierno, cuya composición normalmente aún no conoce. La
votación se realiza de forma pública y por llamamiento, esto es, como vimos, los
secretarios de la Mesa llaman públicamente a cada Diputado que dirá de viva voz si vota
si, no o abstención. Para entender otorgada la confianza de la Cámara se necesitará
mayoría absoluta, esto es, al menos 176 votos afirmativos. Como se señala en este articulo
de la CE, si no se alcanza ese número el candidato debe someterse a una segunda votación
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cuarenta y ocho horas después. En esta sesión se repetirá el debate aunque de manera
sumaria: el candidato podrá intervenir, no es obligatorio que lo haga, por un tiempo
máximo de 10 minutos y los portavoces de los grupos por uno de 5 minutos, aunque la
presidencia siempre suele interpretar de manera flexible estos tiempos. En todo caso, y
salvo que en este corto plazo de tiempo se haya producido un acontecimiento destacable,
el debate tiene mucho de repetición del anterior, de hecho, incluso algunos grupos ya
anuncian en el primer debate un cambio en este segundo en el sentido de su voto. Tras el
debate se celebra la votación, también pública por llamamiento, pero ahora la confianza
se entiende otorgada si el candidato alcanza la mayoría simple, esto es, basta con qe
obtenga más votos positivos que negativos, más “síes” que “noes” independientemente
de las abstenciones que se produzcan. Otra cosa es que un candidato que obtenga la
investidura con escasos apoyos parlamentarios tendrá “a priori” más difícil llevar a cabo
su labor de gobierno.
4. Si efectuadas las citadas votaciones no se otorgase la confianza para la investidura,
se tramitarán sucesivas propuestas en la forma prevista en los apartados anteriores.
Si en la segunda votación no se alcanzara la mayoría simple se reanudará todo el
mecanismo de investidura, en el sentido de que el Rey volverá a realizar la ronda de
consultas y podrá formular una nueva propuesta. Esta nueva propuesta puede consistir en
volver a proponer al candidato anteriormente rechazado si entiende que se ha producido
un cambio en la situación política, en la postura de los grupos, que haría factible lo que
entonces no lo fue. Evidentemente también puede proponer otro candidato. Ambos
supuestos se han producido e las últimas legislaturas en España. O proponer tras el fracaso
de una hipotética segunda propuesta una tercera o más, supuesto que aun no se ha
producido en la práctica. Si se ha dado el supuesto, es perfectamente posible, que el Rey
no vea factible nuevas propuestas tras la primera o la segunda y opte por esperar a que
trascurra el plazo de dos meses constitucionalmente previsto para proceder ala disolución
de las Cortes.
5. Si transcurrido el plazo de dos meses, a partir de la primera votación de investidura,
ningún candidato hubiere obtenido la confianza del Congreso, el Rey disolverá ambas
Cámaras y convocará nuevas elecciones con el refrendo del presidente del Congreso.
La disolución de las Cámaras tras dos meses sin que ningún candidato obtenga la mayoría
necesaria para ser investido presidente del Gobierno es una consecuencia lógica de la
forma de gobierno parlamentaria, en donde una de las principales funciones del
Parlamento es la de constituir una mayoría que sostenga a un gobierno. El problema es
que cuando se producen resultados electores que determinan una composición de la
Cámara muy fragmentada puede ser difícil constituir dicha mayoría y por tanto que
ningún candidato consiga la investidura en el plazo máximo previsto, más aún en países
como España donde la cultura de los gobiernos de coalición era hasta hace muy poco
inexistente a nivel nacional, no así autonómico. Otro problema que se ha planteado
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recientemente es la posible “rigidez” del plazo previsto en supuestos en los que sea
bastante claro desde el principio que no va a existir esa mayoría necesaria. Téngase en
cuenta que el 99.5 CE establece un plazo de dos meses “a partir de la primera votación
de investidura”, lo que puede plantear en ocasiones dos problemas. Un primero, obvio, la
necesidad de que el Rey formule una propuesta, y el propuesto la acepte, puesto que sin
propuesta al Congreso no empieza a correr el plazo y el sistema queda bloqueado, con un
gobierno anterior ya en funciones con capacidad como veremos limitada, pero sin la
posibilidad de convocar nuevas elecciones, un supuesto sólo posible si se ha realizado
una propuesta y por lo tanto puede empezar a correr el plazo de dos meses. Por otra parte,
puede conocerse desde el principio que dada la composición de la Cámara no será posible
formar una mayoría, pero en todo caso deberá esperarse esos dos meses desde una primera
propuesta, aunque le plazo se sepa inútil políticamente. Esto implica que entre la previa
disolución de la Cámara que dio lugar a nuevas elecciones y a la Cámara que ahora no
puede formar una mayoría, o la dimisión o muerte del anterior presidente supuesto menos
corriente en España hasta ahora, más el plazo para realizar pactos tras elecciones, más el
plazo de la ronda de consultas del monarca, más los dos debates de investidura sin éxito,
más los dos meses de plazo desde la primera votación fallida, más el plazo cercano a dos
meses de nuevo procedimiento electoral y celebración de nievas elecciones generales,
más la reanudación del procedimiento hasta una nueva investidura con éxito, el plazo en
que el país tan sólo dispone de un Gobierno en funciones se aproxime al año. Por todo
ello recientemente se ha propuesto modificar el art 99 CE en un doble sentido, en el de
que comience a correr el plazo desde un momento distinto a la primera votación, por
ejemplo desde la celebración desde las elecciones, para hacer frente al supuesto de
ausencia de candidato, y en el de establecer un plazo más corto que los dos meses
previstos para que se produzca la disolución de la Cámara como consecuencia de la falta
de investidura de ningún candidato.
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a) Tras las elecciones generales. Una vez que quedan disueltas las Cámaras, el
Gobierno sigue siendo Gobierno con plenos poderes3; solo el día después de la
celebración de las elecciones pasa a ser Gobierno en funciones.
b) Tras la dimisión o el fallecimiento del presidente.
c) Tras la pérdida de una cuestión de confianza, o el triunfo de una moción de
censura.
Para evitar el vacío de poder, el Gobierno que cesa continuará en sus funciones hasta
la toma de posesión del nuevo Gobierno (art. 101.2). En esta situación no tiene plenitud
de competencias, un gobierno en funciones políticamente no goza ya de la confianza
de la Cámara, y por tanto jurídicamente debe tener unas competencias muy limitadas.
Por primera vez en nuestro ordenamiento, la Ley del Gobierno estableció en su Título IV
(art 21) una normativa mínima sobre el gobierno en funciones. Una vez que el gobierno
pasa a estar en funciones tan sólo “facilitará el normal desarrollo del proceso de formación
del nuevo Gobierno y el traspaso de poderes al mismo y limitará su gestión al despacho
ordinario de los asuntos públicos, absteniéndose de adoptar, salvo casos de urgencia
debidamente acreditados o por razones de interés general cuya acreditación expresa así
lo justifique, cualesquiera otras medidas”.
Como es lógico no resulta posible establecer a prioi un listado de actividades en que deba
concretarse este “despacho ordinario de los asuntos públicos”. La Ley en cambio sí
establece un listado expreso de competencias que le Gobierno en funciones no puede
ejercer en ningún caso. Así:
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Aunque jurídicamente sea posible, no sería aceptable políticamente que tomase decisiones importantes
en este periodo.
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disolver las nuevas cámaras y convocar referéndum, sino que tampoco puede ejercer la
iniciativa legislativa me proponer unos nuevos presupuestos generales del Estado. Pero
hay que subrayar que tampoco puede, aunque la ley no lo establezca expresamente,
realizar ninguna actividad política relevante que se aleje del “despacho ordinario de los
asuntos públicos”. Hasta el 2015 esta regulación se entendió más que suficiente para los
problemas que podía suscitar la actividad del gobierno en funciones, un Gobierno que
hasta ese momento duraba en la práctica un muy corto periodo de tiempo, el que
transcurría entre el cese del anterior gobierno y la formación de nuevo, generalmente tras
un proceso electoral. La fragmentación política que se instaura en España a partir de dicho
año acentuó la inestabilidad política, con la consiguiente dificultad para la formación de
nuevos gobiernos, lo que hizo que el fenómeno del gobierno en funciones adquiriera
nuevas dimensiones. Llegamos a tener un gobierno en funciones durante casi un año.
Todo ello dejó ver la existencia de múltiples problemas sobre lo que es posible o no
realizar a un gobierno funciones. Uno de los principales problemas giró en torno a si era
posible o no que el nuevo parlamento controlara políticamente al gobierno funciones. El
gobierno en funciones mantenía que no había surgido de la confianza de la nueva Cámara
y que por lo tanto no debía responder ante ella. Finalmente, el Tribunal Constitucional
estableció el principio general de que el nuevo parlamento siempre puede controlar la
acción de gobierno, incluso cuando se trata de un gobierno en funciones. Por otro lado,
se vio con claridad que cuando el gobierno en funciones se alarga en el tiempo, este tiende
a entender en un sentido cada vez más laxo los límites del “despacho ordinario de los
asuntos públicos, y especialmente en campos como el de su actuación en el marco de la
Unión Europea, en donde este concepto resulta más difícil de circunscribir.
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Recordemos que la inviolabilidad garantiza la irresponsabilidad jurídica de los parlamentarios por las
opiniones manifestadas en el ejercicio de sus funciones, entendiendo por tales aquellas que realicen en
actos parlamentarios y en el seno de cualquiera de las articulaciones de las Cortes Generales. La finalidad
de la inviolabilidad es asegurar a través de la libertad de expresión de los parlamentarios la libre formación
de la voluntad del órgano legislativo al que pertenecen. La inmunidad parlamentaria, por su parte, es una
figura mucho más cuestionada hoy en día. Protege la libertad personal de los representantes populares
contra detenciones y procesos judiciales que puedan desembocar en privación de libertad. El objetivo es
evitar que, por manipulaciones políticas, se impida al parlamentario asistir a las reuniones de las cámaras
y, a consecuencia de ello, se altere indebidamente su composición y funcionamiento. Solo podrán ser
detenidos en caso de flagrante delito, y para que puedan ser procesados se necesitará una autorización
de la Cámara a la que pertenecen (suplicatorio).
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Por otra parte se prevé una consideración especial hacia la figura de los expresidentes
del gobierno. Un Real Decreto de de 1992 regula el estatuto de los Ex Presidentes del
gobierno. En el se establece que mantendrán de por vida el tratamiento de "presidente",
gozarán de honores protocolarios y podrán disponer de una serie de medios públicos,
entre ellos: se adscribirán a su servicio dos puestos de trabajo, dispondrán de una dotación
para gastos de oficina y alquileres, se pondrá a su disposición un automóvil con conductor
de la Administración del Estado, gozarán de la seguridad necesaria o disfrutarán de libre
pase en las compañías de transportes terrestres marítimos y aéreos. Los expresidentes
adquieren la condición de miembros natos del Consejo Estado, con carácter vitalicio,
aunque deben renunciar a ocupar temporalmente el puesto si quieren dedicarse a cualquier
otra actividad profesional privada.
Sobre el presidente y los ministros pesa también el deber de guardar el secreto de las
deliberaciones del Consejo de Ministros, un deber que, no obstante, ha sido incumplido
de manera encubierta en no pocas ocasiones.
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definen la dirección política del país. Y todo ello aunque no sean, repetimos, Gobierno en
el sentido jurídico, o sea, miembros del órgano constitucional.
El funcionamiento del gobierno vendrá marcado por tres principios básicos que se
recogen incluso en la propia Exposición de Motivos que La ley del Gobierno
En primer lugar, el principio de dirección presidencial, que otorga al presidente del
gobierno la competencia para determinar las directrices políticas que deberá seguir el
gobierno en su conjunto y cada uno de los departamentos ministeriales. El presidente del
gobierno, como veremos, no es un “primus inter pares”, sino el verdadero “jefe” del
gobierno. El tipo de “gobierno de canciller”, semejante al previo modelo alemán, viene
marcado siempre por la idea es el presidente en quien recae el poder y la responsabilidad
de adoptar en última instancia la decisión que signifique la voluntad unitaria del gobierno.
Esta capacidad jurídica para marcar la voluntad última del gobierno se mantiene siempre
en nuestro sistema. Otra cosa es que, desde el punto de vista político, resulta evidente que
en los gobiernos de coalición, o en los casos en que el presidente no sea el líder del partido
mayoritario que sostiene al gobierno, la capacidad política de éste para marcar esta
voluntad última del gobierno venga matizada por la necesidad de mantener los equilibrios
políticos internos que permiten el mantenimiento de la mayoría parlamentaria que
sostiene al gobierno.
El segundo principio básico en el funcionamiento del gobierno es el de la colegialidad.
El gobierno, funcione individualmente o reunido en Consejo de Ministros, responde
solidariamente de su actuación. Esto es, cada actuación y manifestación de los ministros
es imputable al gobierno en su conjunto, todos los miembros del gobierno se hacen
responsables políticamente de la actuación del resto. En nuestro sistema constitucional
esta solidaridad se refleja incluso en la imposibilidad de forzar la revocación
parlamentaria individual de un ministro. Como señala el artículo 108 CE “el gobierno
responde solidariamente en su gestión política ante el Congreso de los Diputados.” Este
principio de solidaridad resulta básico en el funcionamiento de cualquier gobierno,
incluso en aquellos de coalición. Es más, en estos últimos resulta más necesario si cabe
si se quiere mantener la necesaria imagen de unidad en la dirección política del país.
El tercer principio de funcionamiento del gobierno es el principio departamental, que
otorga al titular de cada departamento ministerial una amplia autonomía y responsabilidad
en el ámbito de su respectiva gestión, aunque siempre sujeto a la dirección del presidente
y a la necesidad de coordinar la acción del gobierno. Como veremos, los Ministros pueden
ser nombrados y cesados libremente por el presidente del Gobierno, pero, mientras lo
sean, gozan de un margen constitucionalmente reconocido de autonomía para, dentro del
marco de la política general de gobierno, ejercer su personal dirección de las políticas
encomendadas a su Ministerio.
El gobierno es también un órgano complejo, cuyos miembros pueden actuar
individualmente o en órganos colegiados. La actual Ley del gobierne determina que los
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Dos de las causas de cese del Gobierno están directa y exclusivamente relacionadas con
su personal: su dimisión y su fallecimiento. En torno al Presidente, que es quien ha
recibido la confianza del Congreso, gira pues la propia existencia del Gobierno, éste se
forma y se extingue a partir de su Presidente.
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B. EL VICEPRESIDENTE.
El Vicepresidente, o los vicepresidentes, es una figura que puede existir o no en
cualquier gobierno, dependiendo de la libre decisión del Presidente. En caso de existir
varios, es necesario establecer un orden de prelación a efectos de ejercer la suplencia del
Presidente en caso de que fuera necesario por ausencia o enfermedad. Se puede ser
Vicepresidente y Ministro a la vez.
C. LOS MINISTROS.
Los ministros son nombrados y cesados libremente por el Presidente del Gobierno.
Forman parte del Gobierno, y son la cabeza visible de sus Ministerios. Son,
simultáneamente, titulares de un departamento ministerial y miembros de un órgano
colegiado, el Gobierno. Tienen, en consecuencia, que desempeñar al mismo tiempo una
tarea política, en su condición de miembros del Gobierno, y una tarea administrativa, en
su condición de responsables individuales de un departamento concreto. Los Ministros se
convierten así en el punto de conexión entre la dirección política general del país y la
aplicación diaria de dicha política a través de la acción administrativa. Su número no es
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fijo, dependerá del diseño de los Ministerios que realice el Presidente. Es más, es posible
que existan Ministros sin cartera, es decir Ministros que no se encuentren a la cabeza de
un Ministerio concreto sino que tan sólo se les atribuya la responsabilidad de
determinadas funciones concretas.
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también al presidente del Gobierno tener una visión general sobre la postura de los
ministros sobre ciertos temas, y sirven básicamente para que el presidente cierre las
cuestiones en disputa con una decisión firmal. Los asuntos que no son de relevancia
política o donde el acuerdo previo es general, no son normalmente debatidos en la reunión
aunque sean asumidos formalmente como acuerdos del Consejo.
B’. COMISIONES DELEGADAS DEL GOBIERNO.
Las Comisiones Delegadas del Gobierno son la otra forma en que el Gobierno puede
actuar toma como órgano colegiado, además de las reuniones en Consejo de Ministros.
Las Comisiones Delegadas se crean por Real Decreto del Consejo de Ministros, a
propuesta del Presidente del Gobierno. En este decreto del Consejo de Ministros se debe
de especificar quién ejercerá la presidencia y la secretaría de la comisión. También qué
miembros van a formar parte de ella. Las Comisiones Delegadas estarán formadas por
determinados ministros y pueden también estar formadas por Secretarios de Estado junto
con ministros, aunque, insistimos, los Secretarios de Estado no sean parte del Gobierno.
También podrán ser convocados para ser oídos otros altos cargos de la Administración.
Sus deliberaciones, al igual que las del Consejo e Ministros, también serán secretas.
El artículo 6 de la Ley del Gobierno establece que corresponde a las comisiones
delegadas:
- Examinar las cuestiones de carácter general que tengan relación con los distintos
Ministerios que integran la comisión
- Estudiar aquellos asuntos que afectando a varios ministerios requieran la
elaboración de una propuesta conjunta previa a su resolución por el Consejo de
Ministros
- Resolver los asuntos que afecten a más de un Ministerio y que no sea necesario
elevar al Consejo de Ministros
- Ejercer cualquier otra atribución que les delegue el Consejo de Ministros
Las Comisiones Delegadas son en definitiva instrumentos creados por el Consejo de
Ministros por decisión del Presidente, para trabajar en temas que afecten a varios
Ministerios y que, o bien pueden resolverse sin llegar al Consejo de Ministros, o bien sea
necesario preparar un acuerdo previo para que puedan llegar sin enfrentamientos
importantes al Consejo. Algunas Comisiones Delegadas gozan de una larga tradición,
como la Comisión Delegada para Asuntos Económicos.
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La actual Ley del Gobierno de 1997 decidió no ampliar la composición del gobierno a
más miembros de los que tiene mención expresa en el Texto constitucional, una decisión
que, por cierto, podría cambiarse a través de una nueva Ley del Gobierno que estableciera
otra cosa.
En cualquier caso, como también vimos anteriormente, hay que tener presente que una
cosa es que, jurídicamente, el Gobierno venga integrado en exclusiva por el Presidente,
los Vicepresidentes, y los Ministros, y otra distinta es la composición política del
Gobierno. En términos políticos, y sólo políticos, podríamos considerar que el escalón
inferior al Ministro, es decir, los Secretarios de Estado, cargos de libre designación al
frente de la Administración, también son parte del gobierno en este sentido político, y
tienen un poder muy grande en sus áreas de actuación.
La ley del Gobierno de 1997 deja muy claro, no obstante, que los Secretarios de Estado
no son Gobierno y los encuadra dentro del Capítulo II “De los órganos de colaboración y
apoyo al Gobierno”. En esta categoría la Ley encuadra a los Secretarios de Estado,
artículo 7, a la Comisión General de Secretarios de Estado y Subsecretarios, artículo 8, al
Secretariado del Gobierno, art. 9, y, por último, a la figura de los Gabinetes, art. 10 de la
Ley
A. SECRETARIOS DE ESTADO.
Los Secretarios de Estado no son miembros del Gobierno. La ley los define como
órganos superiores de la Administración General del Estado, directamente responsables
de la ejecución de la acción del Gobierno en un sector de actividad específica de un
Ministerio o de la Presidencia del Gobierno. Los secretarios de Estado son por tanto el
segundo escalón jerárquico en cada Ministerio, detrás del correspondiente Ministro, o
bien, más excepcionalmente, algunos dependen directamente de la Presidencia del
Gobierno en Moncloa para ciertos temas. Lógicamente se encuentran bajo la dirección
del Ministro, pero a su vez éste les ha encomendado la gestión de una determinada área
de su Ministerio de manera más o menos autónoma del resto, en virtud de su relación de
especial confianza política. De hecho, cada Ministerio suele estructurarse en una o varias
Secretarías de Estado que a su vez se dividen en Subsecretarías o en Direcciones
Generales.
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internacional. Pueden además ser oídos en el Consejo de Ministros, si así se les requiere,
y forman parte de las Comisiones delegadas del Gobierno y de la Comisión de Secretarios
de Estado y Subsecretarios. Tienen además derecho como como veremos coma a formar
sus propios Gabinetes de asesoramiento.
B. LA COMISIÓN DE SECRETARIOS DE ESTADO Y SUBSECRETARIOS.
Se trata de un órgano clave en la estructura y el funcionamiento del Gobierno. Está
compuesta por todos los secretarios de Estado y los Subsecretarios. La presidirá el
Presidente, un Vicepresidente o el Ministro de Presidencia. Tradicionalmente es presidida
por el Vicepresidente primero, o bien si no existen Vicepresidentes por el Ministro de la
Presidencia
Su función es la de actuar como filtro de todos los asuntos que, después, pasarán al
Consejo de Ministros, pero sus acuerdos no tienen eficacia jurídica de cara al exterior,
solamente preparan el terreno para que la toma de decisiones del Consejo de Ministros
sea más ágil.
En definitiva, las dos características claves de la Comisión General de Secretarios de
Estado y de Subsecretarios Vienen dadas por el hecho de que sus trabajos sólo tienen
carácter preparatorio del Consejo de Ministros coma en ningún caso puede adoptar
decisiones por delegación del Gobierno, y coma en 2º lugar por el hecho de que debe de
conocer todo lo que semanalmente deba de llegar a la mesa del Consejo de Ministros.
Por todo lo anterior, la presidencia de esta Comisión es políticamente muy relevante.
Implica un conocimiento directo de todos los temas básicos en los que trabaja cada
Ministerio, una información más profunda y de primera mano de todos los temas que
llegarán al Consejo de Ministros, y la capacidad decidir indirectamente en gran parte qué
temas están maduros para llegar al Consejo y cuáles con viene posponer. De ahí también
el hecho de que la persona que lo presida suela ser de la mayor confianza política del
Presidente del Gobierno.
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D. LOS GABINETES
Los gabinetes son órganos pluripersonales de apoyo político y técnico al Presidente
Gobierno, a los Vicepresidentes si los hubiere, a los Ministros y a los Secretarios de
Estado.
Su función es la de aconsejar política y técnicamente a los titulares de estos órganos
en su labor política, sus tareas de carácter parlamentario o en sus relaciones con las
instituciones y la organización administrativa. Se trata por tanto de tareas de
asesoramiento especial basadas en la más alta confianza política personal.
Junto a esta labor de asesoramiento basada en la confianza del que los ha nombrado,
la otra característica de los gabinetes es el hecho de que nunca pueden adoptar acuerdos
administrativos. No son órganos resolutorios sino asesores.
Dada la especial relación de confianza política entre cada titular del órgano y los
miembros de sus respectivos Gabinetes, es evidente que el nombramiento de cada
miembro del gabinete suele ser una decisión personal del correspondiente titular del
órgano de Gobierno. No obstante, de la importancia de los directores de estos Gabinetes
da cuenta el hecho de que los directores de los Gabinetes del Presidente y de los Ministros
son nombrados por Real Decreto del Consejo de Ministros. Los nombramientos de los
Gabinetes de los Secretarios de Estado se realizan por una orden ministerial, sin
intervención por tanto del Consejo de Ministros.
Cada gabinete tiene una estructura particular, pero en ella destaca siempre la figura
de un director de gabinete y generalmente de un subdirector. El número y las retribuciones
de sus miembros se determinan también por el Consejo de Ministros en relación con las
retribuciones de la Administración General del Estado, aunque en ningún caso se trate de
un puesto funcionarial sino político.
Otra característica importante de los miembros de los Gabinetes del Gobierno es el
hecho de que cesan automáticamente cuando se produce el cese de la persona que los
nombró.
Dentro de estos Gabinetes ha cobrado especial importancia en las últimas décadas el
papel del Gabinete del Presidente del Gobierno. Alrededor de la figura del Presidente, y
para asesorarle en sus funciones de dirección política y coordinación del Gobierno, se ha
ido formando un gabinete de grandes proporciones, con un director pero múltiples
subdirectores sectoriales y muy variados asesores políticos y técnicos, que ejerce un papel
cada vez más importante políticamente dada su proximidad al Presidente y por tanto su
capacidad para condicionar las más altas decisiones políticas. Esta especie de remedo de
la famosa “ala oeste” de la Casa Blanca, es un síntoma más del fenómeno, que al principio
del tema mencionábamos, de presidencialización del sistema político parlamentario y
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también de una fuerte acentuación del peso y del control que ejerce el Presidente del
Gobierno en el Ejecutivo. En todo caso, está especie de “estructura paralela” del Gobierno
ubicada al menos simbólicamente en el Palacio de la Moncloa, ha suscitado en ocasiones
roces y conflictos políticos apenas disimulados con los correspondientes Ministros o con
la estructura ministerial competente en principio en la toma de las decisiones.
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sistemas que no siempre responden a la misma lógica, y que superan muchas veces el
marco nacional en el que se mueve la facultad del Gobierno para determinar ciertas
políticas. El fenómeno de la globalización ha contribuido a disminuir aún más este
margen de autonomía de los gobiernos nacionales para establecer efectivamente una
dirección política propia. Un margen que se estrecha decisivamente sí, como sucede en
España, nos encontramos inmersos en un proceso de integración de tanta intensidad como
el europeo. La Unión Europea condiciona determinantemente tanto la estructura de los
ordenamientos jurídicos nacionales cómo la de la toma de decisiones políticas, aun
cuando es cierto que este nuevo reparto de poderes, desde el punto de vista interno, ha
favorecido en general a los gobiernos, que participan más directamente en la definición
de la política europea, frente a los parlamentos nacionales, que han visto disminuir su
capacidad de control de esos mismos gobiernos. Este factor territorial también resulta
muy importante en países descentralizados como España. Aún moviéndose dentro de su
ámbito constitucionalmente reconocido, en un Estado como el nuestro la efectividad en
la dirección política del país implica necesariamente relaciones de cooperación y
colaboración con las entidades políticas de ámbito territorial inferior, y muy
señaladamente con las Comunidades Autónomas que gozan de una autonomía
constitucionalmente garantizada y qué se basa precisamente en su capacidad fijar, dentro
de sus competencias, una dirección política propia.
Por último, no puede olvidarse que esta capacidad para establecer y mantener la dirección
política del país dependerá también en la práctica de la fortaleza política del gobierno de
turno en cada momento. Lo que en gran parte vendrá determinado por solidez de sus
apoyos parlamentarios y la cohesión política entre sus componentes.
La dirección política del Estado es sin duda, como vimos, la función central que la
Constitución asigna al Gobierno y la que viene a definir al propio Gobierno en cuanto tal.
Bajo esta función pueden agruparse la dirección de la política interior, la dirección de la
política exterior, la defensa del Estado como y la dirección de la administración civil y
militar, todas ellas mencionadas expresamente en el art. 97 CE.
Se trata de una función que no resulta fácil de definir en términos jurídicos con exactitud.
En todo caso desde un punto de vista político consiste en orientar, coordinar e impulsar
la acción política del Estado.
La actividad de “orientar” consiste en la fijación de metas para la acción política, lo que
en la práctica se traduce no sólo en la elección de determinados objetivos, acordes con
una determinada visión política o una escala de valores, sino ante todo en el
establecimiento de un orden de prioridades en la consecución de unos objetivos que serán
múltiples y en parte contradictorios, pero que en todo caso generalmente resultará difícil
conseguir todos al mismo tiempo. Esta labor de selección y jerarquización en la prioridad
de los objetivos debería corresponderse en principio con el programa de Gobierno
presentado ante el Congreso de los Diputados por el candidato a presidente de Gobierno
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Grado en Derecho. Primer curso.
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En todo caso el Gobierno, cómo se refleja en la Ley Orgánica 5 barra 2005 de Defensa
Nacional dirige estas políticas. Con una especial responsabilidad por parte de la
Presidente del Gobierno, junto con el Ministerio de Defensa y el Consejo de Defensa
Nacional.
En el ámbito de las relaciones internacionales el Gobierno goza de un especial
protagonismo. La función gubernamental de dirección de la política exterior, muy amplia,
incluye entre otras, la política de celebración de tratados internacionales en donde, como
vimos, el Consejo de Ministros tiene potestad para acordar su negociación y firma, así
como su aplicación provisional, y garantizar el cumplimiento de los tratados, de algunos
de los cuales tan sólo debe dar cuenta al Parlamento. En todo caso, la política exterior es
una típica política intersectorial en donde entran en juego intereses de tipo económico,
militar, geoestratégico, social o político, que exigen una coordinación de dichas políticas
por parte del Gobierno.
Por último, sin formar parte de la política exterior, pero superando el ámbito nacional, el
campo del proceso de integración europea y de nuestra pertenencia a la Unión Europea
ha implicado ampliar enormemente las competencias del Gobierno en múltiples materias,
al ejercerlas ahora de manera conjunta con otros ejecutivos en el marco del ordenamiento
de la Unión.
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