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Arnoux El Cronotopo Bolivariano
Arnoux El Cronotopo Bolivariano
El cronotopo bolivariano
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Arnoux, Elvira (2008) El discurso latinoamericanista de Hugo Chávez, Buenos Aires, Biblos, Capítulo II.
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Recordemos un fragmento de la cita incluida en el capítulo anterior donde la articulación tiempo / espacio se
vincula con la Nación amplia, en una síntesis de lo que en este tramo designamos como “cronotopo
bolivariano”: “Nosotros conformamos un espacio sólido, cohesionado, un espacio- tiempo, porque no hay
tiempo sin espacio y no hay espacio sin tiempo, una sociedad, una Nación, una sola Nación somos
nosotros”(Faja petrolífera del Orinoco, 21/10/2007)
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Ludolfo Paramio (2006: 71), por ejemplo, señala que “el nuevo populismo ha dado origen a tensiones
regionales en los últimos meses, precisamente en un momento en que la buena marcha de la economía y la
la Introducción, a una democracia radical. Al mismo tiempo, este recurso a elementos del
pasado genera un efecto de desajuste con los imaginarios dominantes en el espacio
planetario4, que solo puede ser explicado por los requerimientos de la región en esta etapa y
por los rasgos propios de la dinámica ideológica. Recordemos al respecto el conocido y, a
su manera, conmovedor fragmento de Carlos Marx en el 18 de Brumario de Luis
Bonaparte (1969 [1848]: 15) en que plantea la necesidad, en la praxis histórica -al menos
de la Modernidad- de una ideología que se asienta en el entramado del pasado:
Los hombres hacen su propia historia pero no la hacen arbitrariamente en las
condiciones elegidas por ellos sino en condiciones directamente dadas y heredadas
del pasado. La tradición de todas las generaciones muertas pesa fuertemente sobre el
cerebro de los vivos. E, incluso, cuando parecen ocupados en transformarse y
transformar las cosas, en crear algo totalmente nuevo, precisamente en esas épocas
de crisis revolucionarias, evocan temerosamente los espíritus del pasado, les toman
prestados sus nombres, sus consignas, sus trajes, para aparecer en la nueva escena
de la historia bajo ese disfraz respetable y con ese lenguaje prestado.
A esto hay que agregar que los hombres no convocan cualquier pasado sino aquel cuya
memoria vive en el presente, activada por requerimientos actuales. De allí la importancia de
recorrer los hilos de esa convocatoria en el imaginario político –lo que haremos en esta
exposición sobre el cronotopo bolivariano- y el intento de asignarle un sentido histórico.
1- El cronotopo bajtiniano
opinión de amplios sectores parecían haber creado las condiciones para avanzar hacia una mayor integración
y una mejor coordinación de las políticas nacionales. […] La polarización creada en Venezuela por el
liderazgo populista podría convertirse en una polarización regional. Es bastante evidente que hoy América
Latina cuenta con gobiernos pragmáticos y responsables que no se dejarán llevar fácilmente por la vía del
enfrentamiento. Pero también es indudable que los riesgos están ahí, y que el descontento social facilita la
exportación de un discurso y de una forma de hacer política, como ha mostrado el rápido auge de Ollanta
Humala en las elecciones de Perú”.
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Ruth Wodak (2003:101) destaca que las sociedades modernas se mueven “en un mundo sujeto a rápido
cambio en el que el espacio y el tiempo parecen desaparecer”. El discurso de Chávez se aferra al espacio-
tiempo y esto debe ser explicado en relación con lo que Wodak considera el “gran desafío” en nuestros días:
“explicar las contradicciones y las tensiones que se producen entre los estado-nación y las entidades
supranacionales en muchos planos (en sus economías, en la ciencia, en las tecnologías, en la comunicación,
etcétera)”.
(Bajtín, 1978 [1936-1937]:237). El cronotopo dominante permite definir el género5 (o
variedades de un género6); sin embargo, “cada uno de ellos puede incluir una cantidad
ilimitada de cronotopos menores, y cada tema puede tener su cronotopo propio. […] Puede
ocurrir que uno de esos cronotopos recubra todo o predomine. Puede imbricarse uno en el
otro, coexistir, entrelazarse, sucederse, yuxtaponerse, oponerse o encontrarse en relaciones
recíprocas más complicadas” (Bajtin, 1978 [1973]: 392-393). Estos motivos, figuras
textuales o temas espacio-temporales han sido analizados detenidamente por Bajtín en sus
estudios de poética histórica donde considera distintos tipos de novelas y sus vínculos,
derivados de una “memoria” genérico-cultural7. Así va a considerar, entre otros, los
cronotopos del encuentro y del camino8 en la novela griega; el del salón9, en la novela
realista francesa del siglo XIX; el del castillo, en la novela de caballerías; el del umbral o de
5
Bajtín (1978 [1936-1937]: 241) caracteriza el cronotopo de la novela griega como “un mundo extranjero
(ajeno) en el tiempo de las aventuras”. Entre el primer encuentro de los héroes con la “repentina llama de la
pasión recíproca” y el punto de llegada, “su feliz matrimonio” se juegan las aventuras que no afectan a los
personajes, “como si nada hubiera pasado, como si el matrimonio hubiera tenido lugar al día siguiente del
primer encuentro”. Lo que hay es “un hiato entre dos momentos del tiempo biográfico, que no deja ninguna
huella, en la vida o el carácter de los héroes. […] El tiempo de la novela griega no conoce tampoco la
duración del crecimiento biológico más elemental. El primer encuentro ocurre en la edad núbil de los
personajes, al final entran en el matrimonio con la misma edad, tan frescos y tan hermosos como antes”.
6
La novela de desarrollo realista en la cual Bajtín (1982 [s/f] ubica a Goethe, se caracteriza (p. 216) por
“Saber ver el tiempo, saber leer el tiempo en la totalidad espacial del mundo”. “El ojo que ve en todas partes
busca y encuentra tiempo, o sea desarrollo, formación, historia” (p. 220). “Los rasgos principales de esta
visión son los siguientes: la fusión de los tiempos (del pasado con el presente), la plenitud y la claridad de los
signos visibles del tiempo en el espacio, la imposibilidad de separar el tiempo del suceso del lugar concreto
donde tuvo lugar, la relación visible y esencial entre los tiempos (el pasado en el presente), el carácter
creativamente activo del tiempo (del pasado en el presente y del presente mismo), la necesariedad que
caracteriza al tiempo, que liga el tiempo al espacio y a los tiempos entre sí y, finalmente, la inclusión del
futuro que concluye la plenitud del tiempo en las imágenes de Goethe, con base en la necesariedad que
compenetra el tiempo localizado” (p. 234).
7
Candelaria de Olmos (2006: 71) señala al respecto lo siguiente: “si el cronotopo determina el género –
básicamente las variantes del género novelesco-, entonces la memoria genérica es también una memoria
cronotópica o de los cronotopos, aunque, por cierto, no es tarea fácil establecer la historia de la migraciones o
pasajes tal y como lo hace Bajtín”.
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Marilia Amorim (2006: 102), al referirse al cronotopo del camino y a su relación con el encuentro, plantea:
el camino “indica el lugar donde se desarrollan las acciones principales, donde se dan los encuentros que
cambian la vida de los personajes. En el encuentro, la definición temporal (en ese momento) es inseparable de
la definición espacial (en aquel lugar). El camino es, por lo tanto, el lugar donde se escande y se mide el
tiempo de la historia. Siempre es preciso volver a él para que el tiempo avance”.
9
Bajtin (1978 [1973]: 387-388) considera que en Stendhal y Balzac el salón “adquiere su significación plena
como lugar de intersección de las series temporales y espaciales de la novela […] Aquí tienen lugar los
encuentros, que no tienen el antiguo carácter específico del encuentro fortuito, hecho „en camino‟, o en un
„mundo desconocido‟. En el salón se anudan las intrigas y, a menudo, tienen lugar las rupturas, y (lo que es
muy importante) aquí se despliegan los diálogos cargados de un sentido particular en la novela, aquí se
revelan el carácter, las „ideas‟ y las „pasiones‟ de los personajes. […] Pero lo principal es la conjunción de lo
que es histórico, social, público, con lo que es privado e, incluso, íntimo, la asociación de la intriga personal,
común, con la intriga política y financiera, del secreto de Estado con el secreto de alcoba, la fusión de la
serie histórica con la serie de las costumbres y de la biografía”.
la crisis, en Dostoievski por ejemplo; y va a señalar los cambios que se operan al pasar de
una subespecie a otra.
Se ha señalado reiteradamente la extensión y flexibilidad del concepto de cronotopo que
permite indagaciones en diversos campos así como nuevas especificaciones en virtud de los
materiales que se abordan. Henri Mitterand (1990: 100), por ejemplo, habla del cronotopo
aspectual para referirse a cómo es considerado el proceso al que el tiempo remite, cómo se
percibe ese devenir. En el cronotopo bolivariano, el tiempo que se inicia con la
independencia está orientado a la consecución de una tarea que es la (re)construcción de un
espacio nacional latinoamericano; solo alcanzará su cierre cuando se afirme en el espacio.
Bajtín utiliza el concepto de cronotopo para analizar la novela, pero la caracterización
que propone permite su extensión a otros dominios, como en nuestro caso al discurso
político. En parte, lo habilita el planteo de que en torno a ese “centro de concretización
figurativa” gravitan “todos los elementos abstractos de la novela (generalizaciones
filosóficas y sociales, ideas, análisis de causas y efectos)” y “por su intermedio adquieren
cuerpo y vida” (1978 [1973]: 391).
Pampa Arán (2007) destaca en el cronotopo su carácter de “categoría epistemológica y
metodológica que permite describir y comprender algunos procesos modelizantes de ciertas
formaciones históricas socioculturales cuya experiencia está indisolublemente asociada a
los espacios, a las identidades culturales y a los imaginarios de una época”. El cronotopo
define una representación de mundo que, en los discursos que analizamos, es, como
señalamos al comienzo, marco y orientador de la acción política.
Bajtín destaca la relación entre el cronotopo y la época en la que el texto es producido.
Al referirse a Rabelais, por ejemplo, señala que nos revela “un cronotopo universal e
ilimitado de la existencia humana” que está en consonancia “con la época que comienza de
los grandes descubrimientos geográficos y cosmológicos” (1978 [1973]: 383). El cronotopo
bolivariano, por su parte, se activa en relación con un nuevo cierre en la economía-mundo,
el de las integraciones regionales.
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Florelba León y María Gracia Romero (2005), al analizar las referencias a Bolívar en discursos de Chávez
del 2001 al 2004, enumeran las múltiples lexías asociadas al campo semántico “Bolívar”, que transcribo
porque me parecen ilustrativas: “ salvador de Venezuela, recogió e interpretó el sentimiento del pueblo
bolivariano, Padre Libertador, convertido en pueblo, salvador del camino de victoria, es la idea que nos une a
todos nosotros, es la bandera, es la espada, es el sueño, es una idea de una patria, es lo que nos une a todos los
venezolanos, patriota, valiente, hombre absolutamente leal, Libertador, Maestro, verdadero soldado, general
en jefe y Libertador, (es) unión, (es) revolución, lider de todos los tiempos, ideólogo, el más grande hombre
que ha parido este continente, general de la revolución, general de la justicia, „el tirano y el traidor de las
elites dominantes de Caracas y Bogotá‟ (denominado así por las elites)”.
la tradición11, sigue los rasgos habituales, que este autor le asigna, para alcanzar su fuerza o
efecto de verdad:
La fidelidad es presentada como un valor moral, un deber de asumir el origen. En
este remontarse hacia el pasado, encontramos los ancestros, descubrimos sus voces
que recibimos en herencia, nos sentimos los depositarios de aquellas y las
retomamos como propias sin transformar su significación, siguiéndolas si es posible
al pie de la letra. Con esta herencia moral, se está investido de una responsabilidad,
pues se siente uno obligado a hacerse el portavoz de esta palabra, con la misión de
transmitirla a su vez en una larga cadena de filiación y solidaridad histórica a fin de
conservar su memoria.
Por otra parte, la escena política que el fragmento dibuja abreva también en el
imaginario religioso como es habitual en las formas primeras de la ideología nacional. En
palabras de Etienne Balibar (1988: 129):
no solo porque, formalmente, las religiones instituyen ellas también formas de
comunidad a partir del “alma” y de la identidad individual, porque prescriben una
“moral” social, sino también porque el discurso teológico ha suministrado sus
modelos a la idealización de la nación, a la sacralización del Estado, que permiten
instituir entre los individuos el vínculo del sacrificio y conferir a las reglas del
derecho la marca de la “verdad” y de la “ley”.
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Charaudeau (2005: 163) reconoce grandes tipos recurrentes de imaginarios sociodiscursivos (saberes –ideas
y valores- que en tanto representaciones sociales circulan dentro de un grupo instituyéndose en normas de
referencia para sus miembros): la “tradición”, la “modernidad” y la “soberanía popular”.
La representación de mundo que orienta la acción política es, como señalamos antes, lo
que podemos llamar, apoyándonos en Bajtín aunque proyectando el concepto a otro campo,
el cronotopo bolivariano, que –repetimos- define un espacio continental a reconstruir en el
que el tiempo de la revolución y la independencia no ha concluido: “…hace 200 años nació
aquí un proyecto que recorrió este continente, la unión de Suramérica, la unión del Caribe,
la unión de las repúblicas antes españolas”, 4/11/2005. Distintos referentes se enuncian en
una serie que postula desde los avatares de la lucha política la equivalencia de sus términos:
el pasado no es resto ni huella sino una fuerza operante que recorta también ahora el
territorio imaginado. Recordemos que para Bajtín (1978 [1936-1937 y 1939]:237) el
cronotopo expresa “el carácter indisoluble del espacio y el tiempo (el tiempo como la cuarta
dimensión del espacio)”.
En ese mundo generado por el cronotopo bolivariano nada está sometido al azar, todo
está ya ahí. Los mismos mapas estratégicos dibujan el tiempo histórico en el territorio:
“Monroe o Bolívar, este es el eje monroísta y este es el eje Bolívar (muestra en el mapa).
Claro que la estrategia nuestra debe ser quebrar ese eje y conformar la unidad
Sudamericana y creo que no es un sueño, creo que nunca antes en América se había dado
una situación como esta”, 2/11/2004.
El cronotopo bolivariano identifica el “argumento” orientador, los lugares políticos que
señalan el sentido de la lucha: por un lado, el imperialismo que se desplaza de español a
norteamericano y los enemigos interiores de la nación, las oligarquías nativas; por el otro,
la revolución democrática, que busca ahondarse en socialismo, sostenida por el pueblo
identificado con los libertadores: “somos el mismo pueblo de Bolívar […] llevamos en la
sangre la esencia de los libertadores de nuestro pueblo”, 2/2/2005. La continuidad
ideológica que se postula se inscribe en los cuerpos por la comunidad de sangre, uno de los
“lugares” de la ideología nacional.
En América Latina, la respuesta a las distintas formas de dominio e injusticia debe
darse, entonces, desde una memoria que une los dos imperialismos, denuncia sus agentes
nativos y muestra el campo propio:
[…] esta oligarquía venezolana se va a arrepentir por 500 años, se van a arrepentir
por 500 años, y no solo la oligarquía venezolana porque yo estoy seguro que una
arremetida contra Venezuela, de cualquier tipo que ella sea, sangrienta y violenta,
promovida por el imperialismo norteamericano y sus lacayos, la quinta columna que
aquí tienen sembrada desde hace más de 100 años, estoy seguro que ello generaría
una respuesta muy contundente de solidaridad activa de muchos pueblos de
Suramérica y del Caribe, 16/5/2004.
El tiempo, destacado en su valor simbólico, 500 años, 100 años, es anulado luego como
dato menor: “¿Cuánto tiempo duraremos? 500 años, 600 años. Qué importa, pero lo
lograremos, lograremos construir la utopia del mundo nuevo”, 27/5/2004; “Como dijo
Bolívar: unámonos y seremos invencibles. Somos invencibles, hasta Dios está con
nosotros. Hace 400 años la patria está preñada. ¿Quién la ayudará a parir?”, 2/12/98. El
cronotopo bolivariano adquiere, por un lado, su extensión temporal máxima posible, por el
otro se hace cuerpo: el proyecto está próximo, vivo y por nacer. La imagen materna de la
patria al ocupar el frente de la escena, preñada casi por una energía divina, da sentido a la
articulación tiempo y espacio del cronotopo y la muestra desde la metáfora. En términos de
Bajtín (1978 [1973]: 391) “el tiempo adquiere un carácter sensualmente concreto”.
Los hombres se construyen desde ese “aquí”, que anula toda diferencia, desde ese espacio
que es siempre próximo y propio y desde el “ahora”, la actualidad de la misión que debe ser
cumplida. Configuran subjetividades militantes, respuestas siempre combativas frente a
los traidores: “ese pueblo noble, traicionado mil veces, que retornó a devolverle a la Patria
la vida”, 2/2/2006. La imagen de hombre que el cronotopo sostiene es, como en los grandes
relatos modernos, la de aquel que se define por servir a la patria y cumplir su mandato. Son
los hombres que integran el pueblo de la nación, pueblo siempre soldado como en las
representaciones primeras del imaginario nacional (“…soldado de maíz, no soldados
importados para dominar nuestros pueblos, soldados de barro, de maíz”, 27/5/2004),
inaugurado por las revoluciones democráticas, y como tal uno e idéntico, en esa tierra que
es también una: “estas sabanas están igual que estaban hace doscientos años cuando andaba
por aquí Bolívar”, 6/2/2003. El discurso nacionalista en la medida en que no se asienta en
el imaginario forjado por los Estados nacionales hispanoamericanos sino que abreva en la
épica bolivariana inscribe su identidad en la lucha contra el imperio español y en una
identidad preexistente a las guerras de la Independencia que permite integrar en un
“nosotros” los pueblos originarios: “Henos aquí a nosotros, solo que un poco trajinados
después de quinientos años, y mucho más, pero somos nosotros y nosotras, ustedes mujeres
y nosotros hombres”, 27/5/2004. La única diferencia admitida es la de género en esa
construcción estable, anclada en un largo pasado pero siempre presente del pueblo de la
nación.
El discurso de Chávez busca resolver de esta manera la tensión entre lo pedagógico y lo
performativo, constitutiva según Homi Bhabha (2002: 182) de la interpelación narrativa de
la nación:
Los pueblos no son simples hechos históricos o partes de un cuerpo político
patriótico. Son también una compleja estrategia retórica de referencia social. […]
Los pueblos son los “objetos” históricos de una pedagogía nacionalista, que le da al
discurso una autoridad basada en un origen previamente dado o históricamente
constituido en el pasado, pero los pueblos son también los “sujetos” de un proceso
de significación que debe borrar cualquier presencia previa u originaria del pueblo-
nación para demostrar los prodigiosos principios vivientes del pueblo como
contemporaneidad; como signo del presente a través del cual la vida nacional es
redimida y repetida como proceso reproductivo.
La persistencia durante dos siglos (“el huracán de la traición”) del mismo enemigo (“la
burguesía venezolana”, “la oligarquía venezolana”) estabiliza el cronotopo en la larga
duración, más allá de los episodios (“no se trata solo del Pacto de Punto Fijo de 1958 para
acá”). El sentido político (“dictadura de la burguesía”, “dictadura de la oligarquía”,
“dictadura abierta”, “democracia falsa”) se anuda con la figura de la traición al padre (“la
República Oligárquica Conservadora que nació sobre la traición a Bolívar”) y estimula
tanto las identificaciones como el repudio. Pero, como señala Pierre Ansart (1980: 67) la
ideología “no solo suministra polos de amor y de hostilidad sino que construye, contra la
incertidumbre y la diversidad de lo „real‟, la coherencia12 de un sentido. Precisamente, lo
propio de la ideología es superar la indefinida confusión de las experiencias y erigir una
significación organizada susceptible de ordenar la diversidad en la unidad del sentido”. Es
en relación con la construcción de esa coherencia como el cronotopo bolivariano opera.
5- El líder / héroe
12
Pierre Ansart (1980: 68) insiste en la importancia de la “coherencia ideológica” en la constitución de
identidades: “En la medida en que adhiero a una ideología, me defino sin ambigüedad y encuentro en el
imaginario ideológico mis modelos identificatorios. Ella me procura mi posición y el sentido de esta posición.
Además esta identidad que se me ha proporcionado no es neutra; la imagen que la ideología me da de mí es
inmediatamente positiva y valorizante. Los valores que legitima son presentados como indiscutibles y
suministran al sujeto que los interioriza una valoración esencial de sí”.
Marilia Amorim (2006: 106) señala que “en el análisis de los discursos y de la cultura,
cuando conseguimos identificar el cronotopo de una determinada producción discursiva,
podemos inferir de ello una determinada visión del hombre”. Así, el cronotopo bolivariano
y la figura cronotópica de la batalla de la misma manera que construye al hombre soldado
conforma una imagen heroica de líder político.
Tarragoni (2008) señala, al analizar las transformaciones operadas en la sociedad
venezolana, que los tradicionales líderes comunitarios no solo deben centralizar las
demandas y atender a las necesidades de los barrios sino también encontrar su lugar en una
sociedad cuyo modelo y referente es el presidente. Asimismo, el espacio continental amplio
debe convivir con el más reducido del “barrio” y este debe integrarse simbólicamente a
aquel, instancia intermedia que convoca el imaginario nacional y permite eludir el par local/
global dominante en la actualidad. El vínculo con el cronotopo bolivariano, donde el barrio
adquiere su sentido político, está dado, en el fragmento siguiente, por la referencia a Simón
Rodríguez. El poder comunal, los Consejos Comunales, se presentan como la realización
del proyecto del maestro de Bolívar, la “toparquía”:
Fíjate lo que decía Simón Rodríguez, él hablaba en 1847 de la toparquía. En un
documento dirigido a Anselmo Pineda, el 2 de febrero de 1847, dice Simón
Rodríguez: “La verdadera utilidad de la creación de una república, es hacer que los
habitantes se interesen en la prosperidad de su suelo”. Así se destruyen los
privilegios provinciales […] entonces Simón Rodríguez decía para que así se
destruya los privilegios provinciales, ojalá cada parroquia se erigiera en “toparquía”.
Ustedes saben, topos de lugar y en todo caso es el vocablo, si es el arquía es la
autoridad o el gobierno, como la monarquía, la oligarquía, en este caso es la
toparquía, es el gobierno del lugar pues, de los habitantes del lugar; es el gobierno
popular, es el gobierno comunal.[…]
Dice aquí: “Ojalá cada parroquia se erigiera en toparquía”, entonces habría
confederación de toparquías. […] Es el poder popular, son los Consejos Comunales.
Simón Bolívar lo dijo en Angostura,
13/1/2007
La centralidad del líder, que Laclau (2005) asocia, como vimos, con el populismo y la
convergencia de demandas insatisfechas que lo sostiene, elabora en el discurso de Chávez
su representatividad discursiva con los materiales que le suministran no solo los grandes
relatos modernos (ver cap. I) sino también, por momentos, la tradición épica, con su
conjunción de historia y mito. La figura de héroe, que tiene una misión histórica que
cumplir y al que la posibilidad del sufrimiento y la muerte no lo amilana, expone así la
representación ideal de hombre líder que estimula la cadena de identificaciones:
[…] si hubiesen logrado asesinarme o lo lograran en cualquier momento; yo aun
cuando, por supuesto me horroriza solamente la idea y no por mí, créanlo, porque
yo como ser humano, soy de los que creen como el poeta, que ya he vivido.
Así que no es mi muerte lo que me preocupa, lo que me preocupa es la vida de mi
pueblo, la paz de mi pueblo y el futuro de mi pueblo, eso sí me preocupa; ya mi
vida no me importa absolutamente nada, la he dado y la daré toda por el sueño de
una Venezuela bella para los hijos, para los nietos y para todo este pueblo que
merece una patria digna. Eso sí me interesa, eso sí me preocupa, 16/5/2004.
El héroe se despoja de todo bagaje personal, de lo que es “como ser humano” individual, y
asume su destino por el bien del ideal colectivo. La única emoción admitida es la del
patriotismo, la única preocupación es el destino del pueblo, pueblo que se constituye como
término en relación con el líder. Esto es lo que permite, al mismo tiempo, las
identificaciones heroicas y genera el poder movilizador del discurso. La palabra que se
profiere tiene el “énfasis revolucionario” al que se refería Roland Barthes (2006 [1972]) y
se inscribe en la memoria de las revoluciones democráticas. En relación con la francesa,
“acontecimiento mítico que fecundó la Historia y toda idea futura de la Revolución”,
Barthes (p. 29) plantea: “La Revolución fue, por excelencia, una de esas grandes
circunstancias en que la verdad, por la sangre que cuesta, se hace tan pesada que requiere,
para expresarse, las formas mismas de la amplificación teatral. La escritura revolucionaria
fue ese gesto enfático que era el único en poder continuar el cadalso cotidiano”. El gesto
enfático se muestra en diversos tramos del discurso de Chávez, particularmente los
referidos al sacrificio personal.
En relación con este aspecto del discurso de Chávez, Juan Eduardo Romero (2005: 227)
señala:
El primer elemento de definición histórica del chavismo implica asumir la extensión
de la heroicidad del siglo XIX con la heroicidad del siglo XX, enmarcado todo en la
noción de sacrificio, de esfuerzo de ambas coyunturas de acción histórica. De lo que
se trata es de resaltar cómo la idea de sacrificio en función del bien común
caracterizó estas acciones. Con ello, el discurso político chavista logra al menos
identificar plenamente su causa con la causa del bolivarianismo iniciático que
propició el llamado culto a Bolívar.
6- El renacer / el reintegrar
Las viejas ideas, las viejas emociones renacen porque ha llegado la hora de la
realización del proyecto primero. El verso de Neruda, repetido en distintas ocasiones,
condensadamente explica: “Bolívar despierta cada cien años cuando despiertan los
pueblos”. Esta idea de despertar lo que estaba solo dormido, de renacimiento de los
sentidos históricos, de resurrección con su bagaje de salvación a cuestas, que es retomado
también en la idea de “reintegración” (de la nación fragmentada que debe recuperar su
unidad), aparece de diferentes maneras en los textos de Chávez:
“Sí, en Venezuela se respiran vientos de resurrección, estamos saliendo de la tumba”,
2/2/99; “en Venezuela ha renacido el proyecto bolivariano”, 27/5/2004. El renacer es
posible porque el ciclo no se ha cerrado porque el sentido histórico de las fuerzas que se
enfrentan es el mismo, porque las tareas no se han completado. Esto hace posible el volver
reencarnado de Bolívar: “Bolívar, Bolívar llegó, Bolívar es el pueblo, Bolívar se hizo
pueblo […] vino Bolívar para sembrar la Patria nueva […] es una verdadera segunda
independencia la que está en marcha”, 2/2/2006. También permite traer al presente la vieja
utopía:
Simón Rodríguez hablaba de la utopía americana, y dejó un profundo pensamiento
sembrado para traerlo hoy de nuevo, como lo estamos trayendo hoy de nuevo con
los sueños y los pensares y los haceres de los que nos dieron patria y república,
27/5/2004.
El despertar, al que aludía el verso de Neruda, ancla incluso, como señalamos antes, en
una memoria más extensa marcada por el rechazo al imperio colonial español desde su
inicio: “es necesario recoger nuestra historia y traerla de nuevo, recoger quinientos años,
encerrarlos como dijo el poeta en un grano de maíz y traerlos aquí de nuevo, a que brote
por la sementera, se haga sueño viviente y se haga proyecto en marcha una vez más”,
27/5/2004. Bajtín, sensible como señalamos al tema de la temporalidad decía: “No existe
nada muerto de una manera absoluta: cada sentido tendrá su fiesta de resurrección”. Pero
esa resurrección es histórica, es decir dependiente de las situaciones de fuerza y de las
luchas del presente:
[…] nos hemos convertido, desde 1989, en la vanguardia alternativa de la América
Latina, y eso es parte de los sucesos que hemos vivido, que estamos viviendo y que
seguiremos viviendo […] formamos parte de la vanguardia alternativa que abre un
camino de salvación a los pueblos de este continente, una vez más como hace 200
años”, Chávez, 16/5/2004;
[…] ante quienes pretendieron imponernos el fin de la historia, nosotros hemos
respondido con el retorno de la historia, id., 27/5/2004.
El retorno es posible también porque las fuerzas que se enfrentan siguen siendo, como
señalamos antes, las mismas: “No es la primera vez que las oligarquías, para tomar la
expresión del negro, de allá y de acá, se unen para lanzar la puñalada trapera contra los
pueblos de aquí, de este gran aquí”, 16/5/2004. La reiteración de los mismos gestos de los
enemigos interiores y exteriores queriendo anular la lucha de los pueblos por su
independencia diseña otra vez la unidad del “gran aquí”:
Esta es la verdad verdadera de lo que ocurre en Venezuela, de lo que ocurrió en
Chile, de Allende; de lo que ocurrió en la República Dominicana de Juan Bosch; de
lo que ocurrió en la Guatemala de Jacobo Arbenz, y aquí también ocurrió, es parte
de la batalla histórica de la América Latina, tratando de construirnos a nosotros
mismos pero arrollados, como dice Galeano, pueblos arrollados, invadidos,
saqueados y muchas veces también manipulados, 27/5/2004.
7- Recuperar al padre
Para inscribirse en ese planteamiento inicial es necesario honrar al padre, identificarse
con él. Las múltiples referencias a Bolívar, traicionado y llevado a la muerte, que hemos ya
destacado, permiten esas identificaciones a la vez que señalan la figura del otro, del
enemigo, sobre el cual se proyectan todos los aspectos negativos. Así, la muerte del padre
está asociada a la acción criminal de los viejos y nuevos enemigos de la nación: “…se vale
de sus influencias esta casta que mató a Bolívar, porque a Bolívar lo mataron antes de
morirse, esa casta mató a Bolívar, militares traidores, doctores traidores”, 10/1/2007. La
traición unifica y anula, así, toda jerarquía.
El cronotopo se presenta como inscripto en el discurso del padre: es Bolívar el que
conjuga tiempo y espacio en un proyecto eterno (“rostro eterno de Bolívar”) porque
siempre presente y renovado como mandato en sus hijos. En el discurso de asunción de
enero de 2007 refiere morosamente:
La repetición de las palabras del padre, que han acompañado el trayecto de la revolución en
marcha, operan la identificación y sus rayos vuelven a iluminar el camino; su visión se ha
hecho proyecto concreto, el mandato paterno se ha cumplido.
Convocar al padre, Bolívar, es convocar también el acontecimiento, la independencia y
la revolución, pero desde otra situación histórica. Aquí se expone la función de lo
ideológico como aquello que hace posible encarar las tareas del presente: como hemos
dicho reiteradamente, en nuestro caso, la construcción de una integración regional
sudamericana con cierto grado de autonomía que le permita actuar frente a los procesos de
la globalización y sus nuevas estructuras de poder planetario. El imaginario nacional
amplio forjado en las etapas iniciales del proceso independentista es activado para servir a
una nueva función histórica que debe ser pensada como la misma, permanente y estable,
para que resulte efectiva. La reiteración de las palabras, de los gestos, de los rituales hace
que se encarne en los sujetos y los impulse a la acción. Paul-Laurent Assoun (1978: 58) al
comentar el 18 de Brumario de Marx señala: “no son las „reminiscencias del pasado‟ que
vuelven a importunar a los vivos, son los hombres mismos que „evocan … los espíritus del
pasado‟, es decir, se dirigen a ellos para in-formar (dar forma) a lo vivido y a su acción
actual. El rol del pasado toma así un sentido positivo y se inserta en la praxis humana”. Y
más adelante (p. 62) al referirse a “esa obstinación por percibir la repetición allí donde la
realidad produce la alteridad” señala: “Frente a lo inédito, figura de la realidad, la
conciencia histórica responde por la repetitividad: tiende a buscar lo mismo. Tiende
espontáneamente a subsumir el caso histórico nuevo en las categorías ya experimentadas.
Incluso, las formas más inéditas suscitan más netamente esta identificación”. En lo que hay
que insistir es que, por un lado, no se convoca cualquier pasado sino aquel que puede
vincularse con el combate presente y, por el otro, que esta convocatoria se hace desde
posiciones sociales que luchan por imponer un sentido histórico a los procesos en marcha.
Chávez interpreta “[…] es montarse en la ola de los acontecimientos pero con fuerza propia
y evitar ser arrastrado por esa ola; más bien navegarla, más bien ir sobre ella en función de
los intereses, en este caso de nuestros pueblos, de nuestras naciones” 6/5/1999.
Pensar desde el presente los textos producidos en distintos pasados se acompaña del
llamado a acentuar la reflexión histórica para comprender este presente, hacer presente el
pasado, tenerlo presente para comprender qué somos:
“[…] y quienes están viendo y oyendo esta transmisión, desde sus casas, desde
cualquier sitio de esta hermosa Patria bolivariana, tenga esto siempre presente,
necesario es hacer siempre el esfuerzo para caracterizarnos, dónde estamos, por qué
ha ocurrido lo que ha ocurrido, por qué ocurre lo que ocurre, y ahí hay que
comenzar siempre con una revisión de la historia para ubicarnos en perspectiva,
16/5/2004.
Esta reflexión donde tiempo y espacio se conjugan también (revisar la historia para
ubicarnos) implica recuperar las unidades léxicas que funcionaron como claves
interpretativas, interrogarlas en su densidad conceptual y valorativa, en su entramado
dialógico, sacar a superficie lo reprimido. Y en ese sentido, la palabra “imperialismo” debe
ser traída otra vez a la luz como una manera de recuperar el hilo histórico de la denuncia
que apela a la lucha:
[…] esa palabra incluso vino siendo retirada del léxico, vino siendo retirada y
borrada de los discursos, de los debates, de las asambleas populares, de los análisis
políticos nacionales o internacionales, incluso desde las mismas filas de la izquierda
latinoamericana […] todos tenemos que pensar, elaborar, reelaborar, y creo que
llegó la hora de que busquemos distintas maneras de abordar de nuevo el tema, el
concepto y la praxis del imperialismo, 16/5/2004.
13
Patrick Charaudeau (2005: 234) al referirse a los discursos políticos contemporáneos señala:”No tener
enemigo, para los miembros de un grupo social, es privarse de una parte de lo que le permite construir una
identidad: la fuente del mal no tiene rostro, los valores simbólicos que deben constituir el cimiento identitario
9- El ritual de las efemérides
Traer el pasado al presente, recrearlo a través de las palabras, inscribirlo en los gestos,
en las subjetividades es lo propio de la rememoración y la conmemoración. El pasado se
hace presente gracias a expresiones como “en un día como hoy”:
Con estos mismo ojos vi, un día como hoy, hace exactamente 15 años, el 27 de
febrero de 1989, cuando se desató aquella intensa jornada de protesta en las calles
de Caracas contra el llamado paquete neoliberal del FMI, que terminó en una
verdadera masacre conocida como “El Caracazo”, 27/2/2004.
Es necesario que hoy recordemos que un día como hoy ocurrió un acontecimiento
fundamental que originó la fundación de la República de Bolivia, 16/5/2004.
del grupo caen en decadencia. Los miembros de grupo no encuentran más, entonces, vínculo social,
referencias identitarias y razón para actuar. Tener un adversario es dar vuelta todas esas proposiciones. Si los
discursos llamados populistas han tenido siempre éxito en los periodos de crisis o de desintegración del lazo
social, es porque, entre otras cosas, esencializan al adversario englobándolo en una figura espectral que hace
que se confunda el enemigo y el mal supremo: el capitalismo para los países socialistas, el comunismo para el
occidente capitalista, antes de la caída del muro de Berlín; y ahora, el ultraliberalismo y el mundialismo
económico, para la extrema izquierda, la inmigración (y los inmigrantes) para la extrema derecha”.
caribeños, venezolanos, colombianos, ecuatorianos, chilenos, argentinos,
uruguayos. ¡Fue la unión! Solo la unión pudo hacernos libres, 2/11/2004.
Lugar y tiempo de la memoria recreados en los hombres unidos por la celebración y por la
voluntad política: Sucre, Velasco Alvarado, Torrijos, Chávez, más que una genealogía un
juego de presencias equivalentes políticamente que al establecerse anuda el entramado
ideológico latinoamericanista. Geografía continental y revolución nacional definen el
espacio tiempo que los hombres de distintas latitudes y momentos comparten y que los
contiene. La primera independencia, celebrada, es el punto inicial del cronotopo bolivariano
que se cerrará cuando los mismos gestos recreen la epopeya y la inscriban, triunfante, otra
vez en la historia. Recordemos que la batalla es la configuración temporoespacial que
implica transformación.
En el fragmento dos motivos cronotópicos se anudan: el viaje de aprendizaje
(“aleccionador”; “tanto que escribía un pequeño diario”) en el joven y la peregrinación en
el adulto: el sueño que orienta, en el mariscal Sucre y en los presidentes actuales, el
camino que lleva al triunfo. En ese lugar de la batalla de Ayacucho, se prepara otro
combate con otros hombres pero con el mismo sentido histórico: la unión para ser libres. El
tiempo biográfico y el tiempo histórico son citados pero no implican transformaciones,
solo resaltan que la misión sigue siendo la misma; el lugar simbólico de la gran batalla
anula el paso del tiempo y exige la reiteración del gesto glorioso.
Ese vínculo entre tiempo y tarea inconclusa, que revela, entonces, un transcurrir no
completado porque el objetivo no se ha cumplido se proyecta a espacios y trayectos
temporales más amplios que se inscriben en la dinámica planetaria de la economía-mundo
contemporánea.
Hace dos milenios vino Cristo a luchar por la justicia, por la paz, por la dignidad y
por la vida.
Hace 500 años se aceleró el encuentro y el conflicto entre civilizaciones a través de
un monstruoso proceso de conquistas, colonizaciones y dominación. Proceso este
que trajo consigo una carga poderosa de injusticias, de guerras y de muertes.
Hace 55 años fue creada la Organización de las Naciones Unidas, cuando se
iniciaba la segunda mitad del último siglo del segundo milenio.
¡Cómo han pasado los años! ¡Cómo han pasado los siglos! ¡Y los milenios!
Desde la Última Cena, por allá en el año 33, hasta esta cumbre del Milenio del
2000, los seres humanos nos hemos visto arrastrados por el mismo drama, por la
misma búsqueda interminable de los caminos hacia la justicia, la paz, la dignidad y
la vida.
¿Cuántas cumbres habremos realizado en estos 1977 años?
Sin dudas que en las últimas décadas estas se han intensificado.
Andamos saltando de cumbre en cumbre, pero tristemente la gran mayoría de
nuestros pueblos andan gimiendo de abismo en abismo, 7/9/2000.
El texto sagrado al que vuelve en distintas circunstancias asigna una dimensión religiosa a
la práctica política, ubica al enunciador en el lugar del sacerdote, es decir, de aquel que está
autorizado a actualizar el mensaje y señala la legitimidad de someter todo texto a las
operaciones interpretativas necesarias para construir el presente y desde el presente.
En relación con el cronotopo bolivariano implica también el convencimiento de la
proximidad del final anclaje histórico: la hora a la que se refiere la frase ya ha llegado –la
nación sudamericana se construirá definitivamente- y esto legitima el voluntarismo de la
propuesta política y le asigna la fuerza necesaria para anunciar su realización.
Ese tiempo relativo toma los contornos que la subjetividad le asigna en su representación:
“hay días que parecen un siglo” y “hay siglos que parecen un día”. El sentido de los
acontecimientos lo otorga la remisión al cronotopo bolivariano en el cual la figura de José
Martí es el articulador (la expresión “Nuestra América” que Martí consagró fue uno de los
modos más persistentes de designar la unidad).
Pero también “la hora ha llegado” se afirma en un pensamiento de Víctor Hugo:
“No hay nada tan poderoso como la idea cuya época ha llegado”, ¡nada tan
poderoso como la idea cuya época ha llegado!
Habla Víctor Hugo de la idea, y de la época, es decir del tiempo; también
pudiéramos agregarle allí otra variable esencial: el espacio, para agregar que cuando
a una idea le llega su época, le llega su tiempo, y anida en un espacio, se convierte
en la fuerza más poderosa que pueda existir.
[…]”No hay nada tan poderoso como la idea cuya época ha llegado”, comenzó la
nueva etapa de la revolución democrática rumbo al socialismo del siglo XXI,
2/2/2006.
Observaciones finales
Hemos señalado que el desarrollo del capitalismo en esta etapa exige, a la vez que la
multiplicación de los intercambios en el espacio planetario, cierres territoriales (las
integraciones regionales) como fueron los Estados nacionales en la anterior economía
mundo. También planteamos que para que estas integraciones –particularmente, las
secundarias y periféricas- alcancen cierto desarrollo autónomo era necesaria una
integración política, lo que imponía un imaginario compartido. Lo fácilmente disponible
en nuestro caso es, como hemos visto, el imaginario nacional amplio desplegado a partir de
las guerras de la Independencia y en el cual se inscribe el cronotopo bolivariano, que
propone una representación de mundo y hombre que orienta la acción política, recupera la
memoria heroica, retoma el antiimperialismo militante y anuncia que la hora de la
revolución ha, por fin, llegado.
El proceso de la primera independencia, al cual el cronotopo remite, estaba vinculado
con la instauración de una sociedad burguesa pero que, por razones de su propio desarrollo,
se apoyaba en una burguesía incipiente y débil, lo que llevó a que dominara el capitalismo
europeo y a que se afirmaran los Estados nacionales como recortes en el espacio nacional
extenso que había sido entrevisto en la etapa inicial. Podemos pensar que, en la actualidad,
en la medida en que se busque un desarrollo autónomo de la región, dentro del sistema
capitalista, al mismo tiempo que se deberá contemplar la expansión de áreas fundamentales
como algunas ramas de la industria, la producción agropecuaria o la explotación energética
se irá conformando una “burguesía” propia de nuevo tipo (constituida en parte por sectores
vinculados al aparato burocrático). Pero también se deberá apelar a la movilización popular
antiimperialista que le dé su impulso primero, le permita sostenerse y afirmarse
políticamente. De allí la importancia de contar, como en las viejas revoluciones burguesas,
con el pueblo y hacerlo un actor político de envergadura. En ello interviene, asimismo, el
imaginario de la independencia ya que tenía, en muchas de sus formulaciones, como uno
de sus elementos ideológicos la proclamación de la búsqueda de una democracia auténtica
o radical14.
Sin embargo, resulta evidente que esta compleja “recreación” en circunstancias donde
dominan empresas multinacionales con base en otros espacios integrados es altamente
dificultosa y exige no solo la convergencia de proyectos donde intervengan distintos países
de la región sino también que se recurra al capital acumulado o que pueda acumular el
Estado y a su poder administrativo y jurídico, particularmente en los casos en los que aún
conserva la decisión sobre activos como el petróleo o el gas, por ejemplo. Ahora bien, si el
intento de desarrollo con cierto grado de autonomía tiene éxito, esto no traerá aparejada
necesariamente la conformación de una sociedad verdaderamente democrática y una
redistribución acorde a ella ya que los nuevos ricos tratarán, como los viejos, de defender
sus privilegios y se aliarán posiblemente con el enemigo histórico y buscarán dominar con
distintas estrategias a los sectores populares15 (sobre todo porque en muchos casos ni
siquiera los necesitan como mano de obra). Es por eso que Chávez a la vez que activa el
cronotopo bolivariano opera sobre él desplazamientos significativos, particularmente la
14
Ricaurte Soler (1986: 56) señala al respecto: “Cabe identificar como demócratas, y más específicamente
como demócrata-radicales, aquellos procesos de raíz popular que a partir de la independencia se empeñaron
en conjugar las tareas de la organización nacional con las reivindicaciones sociales de las clases subordinadas.
Las luchas de liberación nacional, al crear el marco adecuado para el despliegue de todas las fuerzas sociales
latentes, establecieron también el escenario dentro del cual han de emerger las principales tendencias de
radicalización democrática. Si estas son claramente diferenciables en la coyuntura de la emancipación, no
desaparecieron sin embargo en el transcurso del siglo XIX “.
15
Immanuel Wallerstein (2003: 183-184) parte de que “el sistema-mundo moderno se encuentra en una crisis
estructural y que hemos entrado en una „era de transición´, esto es, un período de bifurcación y caos” y señala
que “un sistema de transición sistémica posee dos características que dominan la idea misma de estrategia
antisistémica. La primera es que aquellos que se encuentran en el poder ya no intentarán preservar el sistema
existente (condenado como está a la autodestrucción) sino que buscarán asegurarse que la transición lleve a la
construcción de un nuevo sistema que replique las peores características del existente (jerarquía, privilegio y
desigualdades). […] La segunda característica fundamental es que un período de transición sistémica se
caracteriza por una profunda incertidumbre y por la imposibilidad de conocer los resultados que deparará”.
derivación al socialismo y la integración de sus símbolos y principios, a la vez que
multiplica los espacios de control popular.
En síntesis, frente a las necesidades históricas se responde desde otra historia y se la
postula como la misma. El sostenimiento de esta construcción exige una movilización
ideológica fuerte en la que participa intensamente el presidente venezolano. Pero debemos
reconocer que el dominio sobre una movilización de este tipo es en gran medida ilusorio ya
que, desencadenada, tiene su propia dinámica que depende de las necesidades y acciones en
curso y de los modos en que se defina la lucha política. Interpretar el proceso y
posicionarse de la mejor manera para orientarlo, en la medida de lo posible, hacia una
transformación profunda de la sociedad es la función que Chávez como otros líderes
populares se asigna en este momento. En su camino deberán no solo enfrentar los poderes
externos y los viejos y nuevos sectores enriquecidos sino también evitar que se salga del
cauce previsto. En la erosión de unos y otros y en el esfuerzo por encaminar el proceso
hacia la meta propuesta, el cronotopo bolivariano tiene todavía una función que cumplir.