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II1

El cronotopo bolivariano

Elvira Narvaja de Arnoux

El discurso del presidente Hugo Chávez está poblado de referencias a la temporalidad y,


sobre todo a la articulación tiempo/espacio2, que no solo desencadena estrategias
argumentales y argumentativas puntuales sino que sostiene la representación de mundo que
es marco y orientador de la acción política. Lo que llamamos el cronotopo bolivariano -el
tiempo de la revolución y la independencia, abierto hace dos siglos, en un espacio
continental a reconstruir, la tarea todavía inconclusa- incide en el tipo de subjetividades que
el discurso moldea y reconoce, en la marcación de las efemérides y celebraciones, en las
figuras que privilegia, en el ritmo que asigna a los acontecimientos, y en las memorias que
convoca: trayectos, personajes, textos, unidades léxicas.
El discurso latinoamericanista, cuya matriz enunciativa hemos expuesto en el capítulo
anterior señalando los componentes de base que se despliegan en la superficie discursiva y
los “tonos” con ellos asociados, se afirma en aquel cronotopo que dibuja un tiempo-espacio
cuya continuidad de dos siglos se sostiene en la necesidad histórica del presente, que
impone construir la integración regional y apoyarla en una armazón política. Pero esto solo
se podrá lograr acabadamente si se activan símbolos comunes que entramen el imaginario
nacional amplio y si el tiempo de la revolución no se clausura. Esto explica tanto la fuerza
del cronotopo bolivariano -responde a una necesidad del presente- como el hecho de que
un discurso con estas características sea visto, desde miradas más institucionales, como
desestabilizador de los países de la región3, en la medida en que apela, como señalamos en

1
Arnoux, Elvira (2008) El discurso latinoamericanista de Hugo Chávez, Buenos Aires, Biblos, Capítulo II.
2
Recordemos un fragmento de la cita incluida en el capítulo anterior donde la articulación tiempo / espacio se
vincula con la Nación amplia, en una síntesis de lo que en este tramo designamos como “cronotopo
bolivariano”: “Nosotros conformamos un espacio sólido, cohesionado, un espacio- tiempo, porque no hay
tiempo sin espacio y no hay espacio sin tiempo, una sociedad, una Nación, una sola Nación somos
nosotros”(Faja petrolífera del Orinoco, 21/10/2007)
3
Ludolfo Paramio (2006: 71), por ejemplo, señala que “el nuevo populismo ha dado origen a tensiones
regionales en los últimos meses, precisamente en un momento en que la buena marcha de la economía y la
la Introducción, a una democracia radical. Al mismo tiempo, este recurso a elementos del
pasado genera un efecto de desajuste con los imaginarios dominantes en el espacio
planetario4, que solo puede ser explicado por los requerimientos de la región en esta etapa y
por los rasgos propios de la dinámica ideológica. Recordemos al respecto el conocido y, a
su manera, conmovedor fragmento de Carlos Marx en el 18 de Brumario de Luis
Bonaparte (1969 [1848]: 15) en que plantea la necesidad, en la praxis histórica -al menos
de la Modernidad- de una ideología que se asienta en el entramado del pasado:
Los hombres hacen su propia historia pero no la hacen arbitrariamente en las
condiciones elegidas por ellos sino en condiciones directamente dadas y heredadas
del pasado. La tradición de todas las generaciones muertas pesa fuertemente sobre el
cerebro de los vivos. E, incluso, cuando parecen ocupados en transformarse y
transformar las cosas, en crear algo totalmente nuevo, precisamente en esas épocas
de crisis revolucionarias, evocan temerosamente los espíritus del pasado, les toman
prestados sus nombres, sus consignas, sus trajes, para aparecer en la nueva escena
de la historia bajo ese disfraz respetable y con ese lenguaje prestado.

A esto hay que agregar que los hombres no convocan cualquier pasado sino aquel cuya
memoria vive en el presente, activada por requerimientos actuales. De allí la importancia de
recorrer los hilos de esa convocatoria en el imaginario político –lo que haremos en esta
exposición sobre el cronotopo bolivariano- y el intento de asignarle un sentido histórico.

1- El cronotopo bajtiniano

Dentro del campo de lo que designamos habitualmente como Sociosemiótica, es Mijaíl


Bajtín el que propone el término de “cronotopo” para referirse a la articulación de las
categorías de tiempo y espacio en la novela. Parte de definirlo como “la correlación
esencial de las relaciones espacio-temporales, tal como ha sido asimilada por la literatura”

opinión de amplios sectores parecían haber creado las condiciones para avanzar hacia una mayor integración
y una mejor coordinación de las políticas nacionales. […] La polarización creada en Venezuela por el
liderazgo populista podría convertirse en una polarización regional. Es bastante evidente que hoy América
Latina cuenta con gobiernos pragmáticos y responsables que no se dejarán llevar fácilmente por la vía del
enfrentamiento. Pero también es indudable que los riesgos están ahí, y que el descontento social facilita la
exportación de un discurso y de una forma de hacer política, como ha mostrado el rápido auge de Ollanta
Humala en las elecciones de Perú”.
4
Ruth Wodak (2003:101) destaca que las sociedades modernas se mueven “en un mundo sujeto a rápido
cambio en el que el espacio y el tiempo parecen desaparecer”. El discurso de Chávez se aferra al espacio-
tiempo y esto debe ser explicado en relación con lo que Wodak considera el “gran desafío” en nuestros días:
“explicar las contradicciones y las tensiones que se producen entre los estado-nación y las entidades
supranacionales en muchos planos (en sus economías, en la ciencia, en las tecnologías, en la comunicación,
etcétera)”.
(Bajtín, 1978 [1936-1937]:237). El cronotopo dominante permite definir el género5 (o
variedades de un género6); sin embargo, “cada uno de ellos puede incluir una cantidad
ilimitada de cronotopos menores, y cada tema puede tener su cronotopo propio. […] Puede
ocurrir que uno de esos cronotopos recubra todo o predomine. Puede imbricarse uno en el
otro, coexistir, entrelazarse, sucederse, yuxtaponerse, oponerse o encontrarse en relaciones
recíprocas más complicadas” (Bajtin, 1978 [1973]: 392-393). Estos motivos, figuras
textuales o temas espacio-temporales han sido analizados detenidamente por Bajtín en sus
estudios de poética histórica donde considera distintos tipos de novelas y sus vínculos,
derivados de una “memoria” genérico-cultural7. Así va a considerar, entre otros, los
cronotopos del encuentro y del camino8 en la novela griega; el del salón9, en la novela
realista francesa del siglo XIX; el del castillo, en la novela de caballerías; el del umbral o de
5
Bajtín (1978 [1936-1937]: 241) caracteriza el cronotopo de la novela griega como “un mundo extranjero
(ajeno) en el tiempo de las aventuras”. Entre el primer encuentro de los héroes con la “repentina llama de la
pasión recíproca” y el punto de llegada, “su feliz matrimonio” se juegan las aventuras que no afectan a los
personajes, “como si nada hubiera pasado, como si el matrimonio hubiera tenido lugar al día siguiente del
primer encuentro”. Lo que hay es “un hiato entre dos momentos del tiempo biográfico, que no deja ninguna
huella, en la vida o el carácter de los héroes. […] El tiempo de la novela griega no conoce tampoco la
duración del crecimiento biológico más elemental. El primer encuentro ocurre en la edad núbil de los
personajes, al final entran en el matrimonio con la misma edad, tan frescos y tan hermosos como antes”.
6
La novela de desarrollo realista en la cual Bajtín (1982 [s/f] ubica a Goethe, se caracteriza (p. 216) por
“Saber ver el tiempo, saber leer el tiempo en la totalidad espacial del mundo”. “El ojo que ve en todas partes
busca y encuentra tiempo, o sea desarrollo, formación, historia” (p. 220). “Los rasgos principales de esta
visión son los siguientes: la fusión de los tiempos (del pasado con el presente), la plenitud y la claridad de los
signos visibles del tiempo en el espacio, la imposibilidad de separar el tiempo del suceso del lugar concreto
donde tuvo lugar, la relación visible y esencial entre los tiempos (el pasado en el presente), el carácter
creativamente activo del tiempo (del pasado en el presente y del presente mismo), la necesariedad que
caracteriza al tiempo, que liga el tiempo al espacio y a los tiempos entre sí y, finalmente, la inclusión del
futuro que concluye la plenitud del tiempo en las imágenes de Goethe, con base en la necesariedad que
compenetra el tiempo localizado” (p. 234).
7
Candelaria de Olmos (2006: 71) señala al respecto lo siguiente: “si el cronotopo determina el género –
básicamente las variantes del género novelesco-, entonces la memoria genérica es también una memoria
cronotópica o de los cronotopos, aunque, por cierto, no es tarea fácil establecer la historia de la migraciones o
pasajes tal y como lo hace Bajtín”.
8
Marilia Amorim (2006: 102), al referirse al cronotopo del camino y a su relación con el encuentro, plantea:
el camino “indica el lugar donde se desarrollan las acciones principales, donde se dan los encuentros que
cambian la vida de los personajes. En el encuentro, la definición temporal (en ese momento) es inseparable de
la definición espacial (en aquel lugar). El camino es, por lo tanto, el lugar donde se escande y se mide el
tiempo de la historia. Siempre es preciso volver a él para que el tiempo avance”.
9
Bajtin (1978 [1973]: 387-388) considera que en Stendhal y Balzac el salón “adquiere su significación plena
como lugar de intersección de las series temporales y espaciales de la novela […] Aquí tienen lugar los
encuentros, que no tienen el antiguo carácter específico del encuentro fortuito, hecho „en camino‟, o en un
„mundo desconocido‟. En el salón se anudan las intrigas y, a menudo, tienen lugar las rupturas, y (lo que es
muy importante) aquí se despliegan los diálogos cargados de un sentido particular en la novela, aquí se
revelan el carácter, las „ideas‟ y las „pasiones‟ de los personajes. […] Pero lo principal es la conjunción de lo
que es histórico, social, público, con lo que es privado e, incluso, íntimo, la asociación de la intriga personal,
común, con la intriga política y financiera, del secreto de Estado con el secreto de alcoba, la fusión de la
serie histórica con la serie de las costumbres y de la biografía”.
la crisis, en Dostoievski por ejemplo; y va a señalar los cambios que se operan al pasar de
una subespecie a otra.
Se ha señalado reiteradamente la extensión y flexibilidad del concepto de cronotopo que
permite indagaciones en diversos campos así como nuevas especificaciones en virtud de los
materiales que se abordan. Henri Mitterand (1990: 100), por ejemplo, habla del cronotopo
aspectual para referirse a cómo es considerado el proceso al que el tiempo remite, cómo se
percibe ese devenir. En el cronotopo bolivariano, el tiempo que se inicia con la
independencia está orientado a la consecución de una tarea que es la (re)construcción de un
espacio nacional latinoamericano; solo alcanzará su cierre cuando se afirme en el espacio.
Bajtín utiliza el concepto de cronotopo para analizar la novela, pero la caracterización
que propone permite su extensión a otros dominios, como en nuestro caso al discurso
político. En parte, lo habilita el planteo de que en torno a ese “centro de concretización
figurativa” gravitan “todos los elementos abstractos de la novela (generalizaciones
filosóficas y sociales, ideas, análisis de causas y efectos)” y “por su intermedio adquieren
cuerpo y vida” (1978 [1973]: 391).
Pampa Arán (2007) destaca en el cronotopo su carácter de “categoría epistemológica y
metodológica que permite describir y comprender algunos procesos modelizantes de ciertas
formaciones históricas socioculturales cuya experiencia está indisolublemente asociada a
los espacios, a las identidades culturales y a los imaginarios de una época”. El cronotopo
define una representación de mundo que, en los discursos que analizamos, es, como
señalamos al comienzo, marco y orientador de la acción política.
Bajtín destaca la relación entre el cronotopo y la época en la que el texto es producido.
Al referirse a Rabelais, por ejemplo, señala que nos revela “un cronotopo universal e
ilimitado de la existencia humana” que está en consonancia “con la época que comienza de
los grandes descubrimientos geográficos y cosmológicos” (1978 [1973]: 383). El cronotopo
bolivariano, por su parte, se activa en relación con un nuevo cierre en la economía-mundo,
el de las integraciones regionales.

2- El señor tiempo en el espacio suramericano


Es significativa, en una de las tantas recreaciones de la figura de Bolívar que aparecen
en el discurso de Chávez, la valoración del tiempo, ubicado como divinidad “en las nieves
perpetuas del espinazo de los Andes” y presentado como fuente del decir verdadero:
Simón Bolívar, el Libertador de Suramérica y líder inspirador de la revolución que
en estos tiempos se ha desatado en Venezuela, un día soñó, en su delirio por la
justicia, haber subido a la cumbre del Chimborazo.
Y allá, sobre las nieves perpetuas del espinazo de los Andes, recibió un mandato del
señor tiempo, anciano sabio y de larga barba: “Anda y di la verdad a los hombres.
Hoy he venido aquí, como portaestandarte de aquel sueño bolivariano, para clamar
junto a ustedes: ¡Digamos la verdad a los hombres!, 7/9/2000.

El mandato del señor Tiempo a Bolívar -presentado en su doble atributo de libertador y


revolucionario10- de decir la verdad, desde lo alto, dominando el espacio, lo constituye en
profeta de una nueva era. El espacio al que el Chimborazo remite metonímicamente,
América del Sur, recibe su dimensión temporal en cuanto apertura de un nuevo tiempo que
anuncia una salvación que se alcanzará por la palabra, una palabra franca, no hipócrita
(“debemos destapar con mucha franqueza nuestras verdades”, “dejar de lado el doble
discurso”, Chávez, 7/9/2000). La figura del portaestandarte, que el locutor asume por
mandato del discípulo primero, al que reconoce como “líder inspirador”, encarna esa
palabra en los cuerpos políticos. La verdad que debe ser dicha surge de la conjunción de
tiempo –revolución e independencia, en la figura de Bolívar- y espacio –América del Sur- y
de una cadena de portavoces que se inicia con el héroe y que busca alcanzar a todos “los
hombres”. El tiempo de la revolución y la independencia solo concluirá cuando el espacio
continental se conforme definitivamente.
Es interesante destacar cómo este “discurso de regreso a las fuentes”, una de las formas
en que se expresa según Patrick Charaudeau (2005: 165) el imaginario sociodiscursivo de

10
Florelba León y María Gracia Romero (2005), al analizar las referencias a Bolívar en discursos de Chávez
del 2001 al 2004, enumeran las múltiples lexías asociadas al campo semántico “Bolívar”, que transcribo
porque me parecen ilustrativas: “ salvador de Venezuela, recogió e interpretó el sentimiento del pueblo
bolivariano, Padre Libertador, convertido en pueblo, salvador del camino de victoria, es la idea que nos une a
todos nosotros, es la bandera, es la espada, es el sueño, es una idea de una patria, es lo que nos une a todos los
venezolanos, patriota, valiente, hombre absolutamente leal, Libertador, Maestro, verdadero soldado, general
en jefe y Libertador, (es) unión, (es) revolución, lider de todos los tiempos, ideólogo, el más grande hombre
que ha parido este continente, general de la revolución, general de la justicia, „el tirano y el traidor de las
elites dominantes de Caracas y Bogotá‟ (denominado así por las elites)”.
la tradición11, sigue los rasgos habituales, que este autor le asigna, para alcanzar su fuerza o
efecto de verdad:
La fidelidad es presentada como un valor moral, un deber de asumir el origen. En
este remontarse hacia el pasado, encontramos los ancestros, descubrimos sus voces
que recibimos en herencia, nos sentimos los depositarios de aquellas y las
retomamos como propias sin transformar su significación, siguiéndolas si es posible
al pie de la letra. Con esta herencia moral, se está investido de una responsabilidad,
pues se siente uno obligado a hacerse el portavoz de esta palabra, con la misión de
transmitirla a su vez en una larga cadena de filiación y solidaridad histórica a fin de
conservar su memoria.

Por otra parte, la escena política que el fragmento dibuja abreva también en el
imaginario religioso como es habitual en las formas primeras de la ideología nacional. En
palabras de Etienne Balibar (1988: 129):
no solo porque, formalmente, las religiones instituyen ellas también formas de
comunidad a partir del “alma” y de la identidad individual, porque prescriben una
“moral” social, sino también porque el discurso teológico ha suministrado sus
modelos a la idealización de la nación, a la sacralización del Estado, que permiten
instituir entre los individuos el vínculo del sacrificio y conferir a las reglas del
derecho la marca de la “verdad” y de la “ley”.

La presencia de géneros poco habituales en el discurso político contemporáneo produce


el efecto de extrañeza. En este caso, si bien lo que se plantea como desencadenante es el
sueño de Bolívar, nos encontramos con un relato propio del campo religioso, que cierra
con la aceptación y realización del mandato, que deberá alcanzar a la humanidad en su
conjunto. Esta ruptura con las expectativas genéricas y la presencia de discursividades de
procedencia diversa se vinculan con el “dialogismo generalizado expuesto” que, a nuestro
criterio, es el principio constructor del haz de rasgos lingüístico-discursivos que configura
su estilo, como veremos en el capítulo siguiente, y que la inserción de escenas dialogadas,
como la que ilustra el ejemplo anterior, es otra de sus manifestaciones.

3- Representación de mundo en el cronotopo bolivariano

11
Charaudeau (2005: 163) reconoce grandes tipos recurrentes de imaginarios sociodiscursivos (saberes –ideas
y valores- que en tanto representaciones sociales circulan dentro de un grupo instituyéndose en normas de
referencia para sus miembros): la “tradición”, la “modernidad” y la “soberanía popular”.
La representación de mundo que orienta la acción política es, como señalamos antes, lo
que podemos llamar, apoyándonos en Bajtín aunque proyectando el concepto a otro campo,
el cronotopo bolivariano, que –repetimos- define un espacio continental a reconstruir en el
que el tiempo de la revolución y la independencia no ha concluido: “…hace 200 años nació
aquí un proyecto que recorrió este continente, la unión de Suramérica, la unión del Caribe,
la unión de las repúblicas antes españolas”, 4/11/2005. Distintos referentes se enuncian en
una serie que postula desde los avatares de la lucha política la equivalencia de sus términos:
el pasado no es resto ni huella sino una fuerza operante que recorta también ahora el
territorio imaginado. Recordemos que para Bajtín (1978 [1936-1937 y 1939]:237) el
cronotopo expresa “el carácter indisoluble del espacio y el tiempo (el tiempo como la cuarta
dimensión del espacio)”.
En ese mundo generado por el cronotopo bolivariano nada está sometido al azar, todo
está ya ahí. Los mismos mapas estratégicos dibujan el tiempo histórico en el territorio:
“Monroe o Bolívar, este es el eje monroísta y este es el eje Bolívar (muestra en el mapa).
Claro que la estrategia nuestra debe ser quebrar ese eje y conformar la unidad
Sudamericana y creo que no es un sueño, creo que nunca antes en América se había dado
una situación como esta”, 2/11/2004.
El cronotopo bolivariano identifica el “argumento” orientador, los lugares políticos que
señalan el sentido de la lucha: por un lado, el imperialismo que se desplaza de español a
norteamericano y los enemigos interiores de la nación, las oligarquías nativas; por el otro,
la revolución democrática, que busca ahondarse en socialismo, sostenida por el pueblo
identificado con los libertadores: “somos el mismo pueblo de Bolívar […] llevamos en la
sangre la esencia de los libertadores de nuestro pueblo”, 2/2/2005. La continuidad
ideológica que se postula se inscribe en los cuerpos por la comunidad de sangre, uno de los
“lugares” de la ideología nacional.
En América Latina, la respuesta a las distintas formas de dominio e injusticia debe
darse, entonces, desde una memoria que une los dos imperialismos, denuncia sus agentes
nativos y muestra el campo propio:
[…] esta oligarquía venezolana se va a arrepentir por 500 años, se van a arrepentir
por 500 años, y no solo la oligarquía venezolana porque yo estoy seguro que una
arremetida contra Venezuela, de cualquier tipo que ella sea, sangrienta y violenta,
promovida por el imperialismo norteamericano y sus lacayos, la quinta columna que
aquí tienen sembrada desde hace más de 100 años, estoy seguro que ello generaría
una respuesta muy contundente de solidaridad activa de muchos pueblos de
Suramérica y del Caribe, 16/5/2004.

El tiempo, destacado en su valor simbólico, 500 años, 100 años, es anulado luego como
dato menor: “¿Cuánto tiempo duraremos? 500 años, 600 años. Qué importa, pero lo
lograremos, lograremos construir la utopia del mundo nuevo”, 27/5/2004; “Como dijo
Bolívar: unámonos y seremos invencibles. Somos invencibles, hasta Dios está con
nosotros. Hace 400 años la patria está preñada. ¿Quién la ayudará a parir?”, 2/12/98. El
cronotopo bolivariano adquiere, por un lado, su extensión temporal máxima posible, por el
otro se hace cuerpo: el proyecto está próximo, vivo y por nacer. La imagen materna de la
patria al ocupar el frente de la escena, preñada casi por una energía divina, da sentido a la
articulación tiempo y espacio del cronotopo y la muestra desde la metáfora. En términos de
Bajtín (1978 [1973]: 391) “el tiempo adquiere un carácter sensualmente concreto”.

4- El hombre soldado y el cronotopo de la batalla

El discurso chavista marca desde el cronotopo bolivariano la temporalidad de los


sujetos, temporalidad objetiva/subjetiva, son hombres viejos y jóvenes al mismo tiempo:
Y yo le pregunto: mira, negro, ¿y tú de dónde eres?
Y él me dice, con una cara cruzada ya por la experiencia y los años pero llena de
un espíritu juvenil infinito y de unas ganas de vivir y de trabajar por aquella
comunidad, y con sus cabellos ya canosos me dice el negro: “yo soy de allá,
Presidente”.
¿De allá dónde?, le pregunto. “Yo soy de allá, de la costa, de la costa colombiana”.
Y yo le digo: “mira, compadre, lo que pasa es que allá es aquí y aquí es allá, esta es
una sola tierra, esta es la misma tierra y este es el mismo pueblo, hermano”,
16/5/2004.

Los hombres se construyen desde ese “aquí”, que anula toda diferencia, desde ese espacio
que es siempre próximo y propio y desde el “ahora”, la actualidad de la misión que debe ser
cumplida. Configuran subjetividades militantes, respuestas siempre combativas frente a
los traidores: “ese pueblo noble, traicionado mil veces, que retornó a devolverle a la Patria
la vida”, 2/2/2006. La imagen de hombre que el cronotopo sostiene es, como en los grandes
relatos modernos, la de aquel que se define por servir a la patria y cumplir su mandato. Son
los hombres que integran el pueblo de la nación, pueblo siempre soldado como en las
representaciones primeras del imaginario nacional (“…soldado de maíz, no soldados
importados para dominar nuestros pueblos, soldados de barro, de maíz”, 27/5/2004),
inaugurado por las revoluciones democráticas, y como tal uno e idéntico, en esa tierra que
es también una: “estas sabanas están igual que estaban hace doscientos años cuando andaba
por aquí Bolívar”, 6/2/2003. El discurso nacionalista en la medida en que no se asienta en
el imaginario forjado por los Estados nacionales hispanoamericanos sino que abreva en la
épica bolivariana inscribe su identidad en la lucha contra el imperio español y en una
identidad preexistente a las guerras de la Independencia que permite integrar en un
“nosotros” los pueblos originarios: “Henos aquí a nosotros, solo que un poco trajinados
después de quinientos años, y mucho más, pero somos nosotros y nosotras, ustedes mujeres
y nosotros hombres”, 27/5/2004. La única diferencia admitida es la de género en esa
construcción estable, anclada en un largo pasado pero siempre presente del pueblo de la
nación.
El discurso de Chávez busca resolver de esta manera la tensión entre lo pedagógico y lo
performativo, constitutiva según Homi Bhabha (2002: 182) de la interpelación narrativa de
la nación:
Los pueblos no son simples hechos históricos o partes de un cuerpo político
patriótico. Son también una compleja estrategia retórica de referencia social. […]
Los pueblos son los “objetos” históricos de una pedagogía nacionalista, que le da al
discurso una autoridad basada en un origen previamente dado o históricamente
constituido en el pasado, pero los pueblos son también los “sujetos” de un proceso
de significación que debe borrar cualquier presencia previa u originaria del pueblo-
nación para demostrar los prodigiosos principios vivientes del pueblo como
contemporaneidad; como signo del presente a través del cual la vida nacional es
redimida y repetida como proceso reproductivo.

El guardar la memoria de las luchas pasadas, inscribirlas en el presente, se acompaña de


la permanente disposición al combate y dibuja un tiempo escandido por las batallas: “…y
todo esto tiene que ver con esta batalla de hoy, y con la batalla de mañana y con la de
pasado mañana”, 27/5/2004. El tiempo solo avanza a golpe de batallas. Nada hay afuera de
ese combate continuo y los hombres deben estar preparados para ello: “Bueno, hoy, dos de
febrero, convoco a la nueva Batalla de Santa Inés a todo el país, convoco a todo el pueblo
venezolano a la nueva Batalla de Santa Inés, vamos todos”, 2/2/2006. La batalla es la
imagen cronotópica de la transformación política. En ella se condensa la “significación
figurativa”.
Lo que se opone a la figura del soldado patriota es la figura del traidor, con sus diversas
encarnaciones, que es siempre un retraso en el camino de construcción de la Patria. La
traición, desde otro lugar refuerza la representación que el cronotopo bolivariano construye
insistentemente:
la burguesía venezolana, la oligarquía venezolana que gobernó y ocupó estos
espacios durante siglos, porque no se trata sólo del Pacto de Punto Fijo de 1958 para
acá, ¡no!, sino desde que echaron a Bolívar de aquí, incluso antes. Bolívar se fue,
instalan el Congreso de Angostura, aprueban la Constitución de Colombia
[…]Desde entonces se montó aquí en el poder la República Oligárquica
Conservadora que nació sobre la traición a Bolívar; esa República con algunos
paréntesis, pero que fueron borrados por el huracán de la traición se mantuvo hasta
los últimos años del siglo XX y los primeros del siglo XXI, bajo forma de dictadura
abierta muchas veces, bajo forma de democracia falsa en otras, pero siempre la
dictadura de la burguesía, la dictadura de la oligarquía.13/1/2007

La persistencia durante dos siglos (“el huracán de la traición”) del mismo enemigo (“la
burguesía venezolana”, “la oligarquía venezolana”) estabiliza el cronotopo en la larga
duración, más allá de los episodios (“no se trata solo del Pacto de Punto Fijo de 1958 para
acá”). El sentido político (“dictadura de la burguesía”, “dictadura de la oligarquía”,
“dictadura abierta”, “democracia falsa”) se anuda con la figura de la traición al padre (“la
República Oligárquica Conservadora que nació sobre la traición a Bolívar”) y estimula
tanto las identificaciones como el repudio. Pero, como señala Pierre Ansart (1980: 67) la
ideología “no solo suministra polos de amor y de hostilidad sino que construye, contra la
incertidumbre y la diversidad de lo „real‟, la coherencia12 de un sentido. Precisamente, lo
propio de la ideología es superar la indefinida confusión de las experiencias y erigir una
significación organizada susceptible de ordenar la diversidad en la unidad del sentido”. Es
en relación con la construcción de esa coherencia como el cronotopo bolivariano opera.

5- El líder / héroe

12
Pierre Ansart (1980: 68) insiste en la importancia de la “coherencia ideológica” en la constitución de
identidades: “En la medida en que adhiero a una ideología, me defino sin ambigüedad y encuentro en el
imaginario ideológico mis modelos identificatorios. Ella me procura mi posición y el sentido de esta posición.
Además esta identidad que se me ha proporcionado no es neutra; la imagen que la ideología me da de mí es
inmediatamente positiva y valorizante. Los valores que legitima son presentados como indiscutibles y
suministran al sujeto que los interioriza una valoración esencial de sí”.
Marilia Amorim (2006: 106) señala que “en el análisis de los discursos y de la cultura,
cuando conseguimos identificar el cronotopo de una determinada producción discursiva,
podemos inferir de ello una determinada visión del hombre”. Así, el cronotopo bolivariano
y la figura cronotópica de la batalla de la misma manera que construye al hombre soldado
conforma una imagen heroica de líder político.
Tarragoni (2008) señala, al analizar las transformaciones operadas en la sociedad
venezolana, que los tradicionales líderes comunitarios no solo deben centralizar las
demandas y atender a las necesidades de los barrios sino también encontrar su lugar en una
sociedad cuyo modelo y referente es el presidente. Asimismo, el espacio continental amplio
debe convivir con el más reducido del “barrio” y este debe integrarse simbólicamente a
aquel, instancia intermedia que convoca el imaginario nacional y permite eludir el par local/
global dominante en la actualidad. El vínculo con el cronotopo bolivariano, donde el barrio
adquiere su sentido político, está dado, en el fragmento siguiente, por la referencia a Simón
Rodríguez. El poder comunal, los Consejos Comunales, se presentan como la realización
del proyecto del maestro de Bolívar, la “toparquía”:
Fíjate lo que decía Simón Rodríguez, él hablaba en 1847 de la toparquía. En un
documento dirigido a Anselmo Pineda, el 2 de febrero de 1847, dice Simón
Rodríguez: “La verdadera utilidad de la creación de una república, es hacer que los
habitantes se interesen en la prosperidad de su suelo”. Así se destruyen los
privilegios provinciales […] entonces Simón Rodríguez decía para que así se
destruya los privilegios provinciales, ojalá cada parroquia se erigiera en “toparquía”.
Ustedes saben, topos de lugar y en todo caso es el vocablo, si es el arquía es la
autoridad o el gobierno, como la monarquía, la oligarquía, en este caso es la
toparquía, es el gobierno del lugar pues, de los habitantes del lugar; es el gobierno
popular, es el gobierno comunal.[…]
Dice aquí: “Ojalá cada parroquia se erigiera en toparquía”, entonces habría
confederación de toparquías. […] Es el poder popular, son los Consejos Comunales.
Simón Bolívar lo dijo en Angostura,
13/1/2007

La equivalencia entre “toparquía” y Consejo Comunal anula la distancia temporal y


actualiza el mandato del prócer.
En el discurso de Chávez abundan las referencias a las condiciones del liderazgo
necesario en las variadas instancias de participación. Se postula, entonces, que todo hombre
puede alcanzar el estatuto de líder revolucionario no solo si está abierto al conocimiento
(“el que no sabe es como el que no ve”, 2/11/2004) sino también si es capaz de
desprenderse de la mezquindad de lo personal, transformarse a sí mismo e impregnarse de
la vieja/nueva idea, alcanzando el estatuto de hombre que el cronotopo exige:
No son los hechos, no es la superficie lo que hay que transformar, es el hombre y
empecemos por nosotros mismos, por nosotros mismos dando ejemplo de que
realmente estamos impregnados de una nueva idea, que no es nada nueva, es muy
vieja, pero en este momento es nueva para este mundo, id.

Para ello debe estar dispuesto a la entrega e, incluso al sacrificio:


Yo a veces entro en conflicto tremendo con Dios y creo mucho más en Cristo, el ser
humano, Cristo el hombre pues. Más que cristiano hay que ser crístico. Un
verdadero líder debe ser crístico, es decir, alguien que diga: “¿Hace falta mi
cabeza?, aquí está”, “¿Hace falta mi sangre incluso?, aquí está”, “¿Hace falta mi
guerrera, hace falta mi tranquilidad, ¡tómenla!”, “¿Hace falta mi paz?, ¡Tómenla!”,
“¿Hace falta sacrificar mis amores?, ¡Tómenlos!”, “¿Hace falta mi reloj?
¡Tómenlo!”, “¿Hace falta todo? ¡Tómenlo!
Así debe ser el verdadero líder, si no fuera así, pudiera ser un líder pero no un líder
revolucionario, nunca sería un líder revolucionario, id.

La centralidad del líder, que Laclau (2005) asocia, como vimos, con el populismo y la
convergencia de demandas insatisfechas que lo sostiene, elabora en el discurso de Chávez
su representatividad discursiva con los materiales que le suministran no solo los grandes
relatos modernos (ver cap. I) sino también, por momentos, la tradición épica, con su
conjunción de historia y mito. La figura de héroe, que tiene una misión histórica que
cumplir y al que la posibilidad del sufrimiento y la muerte no lo amilana, expone así la
representación ideal de hombre líder que estimula la cadena de identificaciones:
[…] si hubiesen logrado asesinarme o lo lograran en cualquier momento; yo aun
cuando, por supuesto me horroriza solamente la idea y no por mí, créanlo, porque
yo como ser humano, soy de los que creen como el poeta, que ya he vivido.
Así que no es mi muerte lo que me preocupa, lo que me preocupa es la vida de mi
pueblo, la paz de mi pueblo y el futuro de mi pueblo, eso sí me preocupa; ya mi
vida no me importa absolutamente nada, la he dado y la daré toda por el sueño de
una Venezuela bella para los hijos, para los nietos y para todo este pueblo que
merece una patria digna. Eso sí me interesa, eso sí me preocupa, 16/5/2004.

El héroe se despoja de todo bagaje personal, de lo que es “como ser humano” individual, y
asume su destino por el bien del ideal colectivo. La única emoción admitida es la del
patriotismo, la única preocupación es el destino del pueblo, pueblo que se constituye como
término en relación con el líder. Esto es lo que permite, al mismo tiempo, las
identificaciones heroicas y genera el poder movilizador del discurso. La palabra que se
profiere tiene el “énfasis revolucionario” al que se refería Roland Barthes (2006 [1972]) y
se inscribe en la memoria de las revoluciones democráticas. En relación con la francesa,
“acontecimiento mítico que fecundó la Historia y toda idea futura de la Revolución”,
Barthes (p. 29) plantea: “La Revolución fue, por excelencia, una de esas grandes
circunstancias en que la verdad, por la sangre que cuesta, se hace tan pesada que requiere,
para expresarse, las formas mismas de la amplificación teatral. La escritura revolucionaria
fue ese gesto enfático que era el único en poder continuar el cadalso cotidiano”. El gesto
enfático se muestra en diversos tramos del discurso de Chávez, particularmente los
referidos al sacrificio personal.
En relación con este aspecto del discurso de Chávez, Juan Eduardo Romero (2005: 227)
señala:
El primer elemento de definición histórica del chavismo implica asumir la extensión
de la heroicidad del siglo XIX con la heroicidad del siglo XX, enmarcado todo en la
noción de sacrificio, de esfuerzo de ambas coyunturas de acción histórica. De lo que
se trata es de resaltar cómo la idea de sacrificio en función del bien común
caracterizó estas acciones. Con ello, el discurso político chavista logra al menos
identificar plenamente su causa con la causa del bolivarianismo iniciático que
propició el llamado culto a Bolívar.

La permanencia del proyecto político permite que presente y pasado se interpenetren,


convivan en una cercanía que hace ingresar a los próceres en nuestra cotidianidad a la vez
que nos asigna como sujetos políticos –inscriptos en el tiempo largo de la misión que debe
ser cumplida- un destino épico: el pasado está inscripto en el presente no como huella sino
como mandato de seres próximos dentro del cronotopo bolivariano. Esto se expone
discursivamente en las múltiples anécdotas menores de los próceres que se relatan como
propias del mismo universo de referencia, en las frases de aquellos que se actualizan en un
discurso sin distancias:
No olvidar cuando Miranda le decía a O‟Higgins, el libertador chileno, que entonces
tenía no más de 21 o 22 años […]: “Jovencito ha tomado usted el camino de la
revolución, a partir del día de hoy todos los días de su vida le ocurrirá algo que
amenace con hacerle desistir de su propósito. Tenga fe, tenga constancia, no
abandone el camino”. […] Y esto sirve para el hoy: paciencia, hermanos, paciencia,
paciencia (Buenos Aires, 1/2/2005).

El gesto paternal de Miranda, el Libertador joven, el consejo para continuar en el camino de


la revolución a pesar de la erosión cotidiana acercan, en su sencillez, pasado y presente. La
reformulación final opera en el mismo sentido: el “tenga fe, tenga constancia, no abandone
el camino” da lugar en otra escena enunciativa análoga, con los mismos roles aunque los
sujetos sean distintos a “paciencia, hermanos, paciencia, paciencia”.

6- El renacer / el reintegrar

Las viejas ideas, las viejas emociones renacen porque ha llegado la hora de la
realización del proyecto primero. El verso de Neruda, repetido en distintas ocasiones,
condensadamente explica: “Bolívar despierta cada cien años cuando despiertan los
pueblos”. Esta idea de despertar lo que estaba solo dormido, de renacimiento de los
sentidos históricos, de resurrección con su bagaje de salvación a cuestas, que es retomado
también en la idea de “reintegración” (de la nación fragmentada que debe recuperar su
unidad), aparece de diferentes maneras en los textos de Chávez:
“Sí, en Venezuela se respiran vientos de resurrección, estamos saliendo de la tumba”,
2/2/99; “en Venezuela ha renacido el proyecto bolivariano”, 27/5/2004. El renacer es
posible porque el ciclo no se ha cerrado porque el sentido histórico de las fuerzas que se
enfrentan es el mismo, porque las tareas no se han completado. Esto hace posible el volver
reencarnado de Bolívar: “Bolívar, Bolívar llegó, Bolívar es el pueblo, Bolívar se hizo
pueblo […] vino Bolívar para sembrar la Patria nueva […] es una verdadera segunda
independencia la que está en marcha”, 2/2/2006. También permite traer al presente la vieja
utopía:
Simón Rodríguez hablaba de la utopía americana, y dejó un profundo pensamiento
sembrado para traerlo hoy de nuevo, como lo estamos trayendo hoy de nuevo con
los sueños y los pensares y los haceres de los que nos dieron patria y república,
27/5/2004.

El despertar, al que aludía el verso de Neruda, ancla incluso, como señalamos antes, en
una memoria más extensa marcada por el rechazo al imperio colonial español desde su
inicio: “es necesario recoger nuestra historia y traerla de nuevo, recoger quinientos años,
encerrarlos como dijo el poeta en un grano de maíz y traerlos aquí de nuevo, a que brote
por la sementera, se haga sueño viviente y se haga proyecto en marcha una vez más”,
27/5/2004. Bajtín, sensible como señalamos al tema de la temporalidad decía: “No existe
nada muerto de una manera absoluta: cada sentido tendrá su fiesta de resurrección”. Pero
esa resurrección es histórica, es decir dependiente de las situaciones de fuerza y de las
luchas del presente:
[…] nos hemos convertido, desde 1989, en la vanguardia alternativa de la América
Latina, y eso es parte de los sucesos que hemos vivido, que estamos viviendo y que
seguiremos viviendo […] formamos parte de la vanguardia alternativa que abre un
camino de salvación a los pueblos de este continente, una vez más como hace 200
años”, Chávez, 16/5/2004;
[…] ante quienes pretendieron imponernos el fin de la historia, nosotros hemos
respondido con el retorno de la historia, id., 27/5/2004.

El retorno es posible también porque las fuerzas que se enfrentan siguen siendo, como
señalamos antes, las mismas: “No es la primera vez que las oligarquías, para tomar la
expresión del negro, de allá y de acá, se unen para lanzar la puñalada trapera contra los
pueblos de aquí, de este gran aquí”, 16/5/2004. La reiteración de los mismos gestos de los
enemigos interiores y exteriores queriendo anular la lucha de los pueblos por su
independencia diseña otra vez la unidad del “gran aquí”:
Esta es la verdad verdadera de lo que ocurre en Venezuela, de lo que ocurrió en
Chile, de Allende; de lo que ocurrió en la República Dominicana de Juan Bosch; de
lo que ocurrió en la Guatemala de Jacobo Arbenz, y aquí también ocurrió, es parte
de la batalla histórica de la América Latina, tratando de construirnos a nosotros
mismos pero arrollados, como dice Galeano, pueblos arrollados, invadidos,
saqueados y muchas veces también manipulados, 27/5/2004.

Es, entonces, interrogando ese espacio-tiempo, recorriéndolo en las distintas


manifestaciones de su unidad constitutiva que, para Chávez, se encuentran las
explicaciones que nos permiten avanzar, y también existir: “Creo que es un compromiso
del nuevo tiempo. Volver a ese planteamiento original. Yo lo creo así. O nos unimos o nos
hundimos”, 6/5/1999. Ese nuevo tiempo que se señala es el de la globalización planetaria al
que hay que responder otra vez desde el proyecto de integración de nuestros países. Para
ello es necesario “levantar las banderas de esta reintegración latinoamericana y caribeña,
para ir a ese mundo multipolar en mejores condiciones de competencia, de sobrevivencia y,
sobre todo, de dignidad” 6/5/1999.

7- Recuperar al padre
Para inscribirse en ese planteamiento inicial es necesario honrar al padre, identificarse
con él. Las múltiples referencias a Bolívar, traicionado y llevado a la muerte, que hemos ya
destacado, permiten esas identificaciones a la vez que señalan la figura del otro, del
enemigo, sobre el cual se proyectan todos los aspectos negativos. Así, la muerte del padre
está asociada a la acción criminal de los viejos y nuevos enemigos de la nación: “…se vale
de sus influencias esta casta que mató a Bolívar, porque a Bolívar lo mataron antes de
morirse, esa casta mató a Bolívar, militares traidores, doctores traidores”, 10/1/2007. La
traición unifica y anula, así, toda jerarquía.
El cronotopo se presenta como inscripto en el discurso del padre: es Bolívar el que
conjuga tiempo y espacio en un proyecto eterno (“rostro eterno de Bolívar”) porque
siempre presente y renovado como mandato en sus hijos. En el discurso de asunción de
enero de 2007 refiere morosamente:

Bolívar, lo sabemos, era maestro de la palabra, cuidaba mucho la palabra y utilizaba


con gran precisión la palabra, por eso dice aquí: “El fundamento de nuestro sistema
depende inmediata…” Le pone tiempo Bolívar, es fundamental asignarle tiempo a
un proyecto y Bolívar además le coloca tiempo igual a cero, si es que fuésemos a
utilizar la matemática. Tiempo igual cero: “El fundamento de nuestro sistema
depende inmediata y exclusivamente…” Le pone espacio, lo coloca en el corazón,
en la esencia de los fundamentos del sistema que se quería crear, que se estaba
creando para salir del coloniaje de 300 años, sistema de la igualdad establecida y
practicada, no solo declarada; establecida y practicada, que la hace eterna, pues,
permanente en el pensamiento.

El cronotopo se expone en el oxímoron de la permanencia de lo inmediato del proyecto


bolivariano (el “tiempo igual a cero”), en la necesidad siempre recreada de una acción
política que instaure un sistema de igualdad (“eterna pues permanente en el pensamiento”).
El mandato de la revolución democrática abierto hace dos siglos es el “corazón” del
cronotopo (esencia, fundamento) en tanto se vincula indisolublemente con la lucha contra
“el coloniaje” y por una “igualdad establecida y practicada, no solo declarada”.
Tiempo y espacio que se articulan, temporalidad definida por imperativo de la voluntad
política, presencia en los sujetos del proyecto histórico, vínculo permanentemente renovado
con el padre por la conmemoración, el proferir una y mil veces su discurso, incorporarlo,
hacerlo cuerpo viviente en la sociedad, todo esto condensa al asumir nuevamente el cargo
diciendo:
Y precisamente con Bolívar comenzaba yo aquel discurso del 2 de febrero de 1999,
con aquel pensamiento bolivariano repetido a lo largo de mil caminos durante las
jornadas que precedieron al hecho electoral de aquel diciembre de 1998; aquel rayo
que Bolívar lanzó, aquel rayo que Bolívar encendió allá en Angostura, allá en el
Orinoco, “Dichoso el ciudadano”, dijo Bolívar entonces comenzando su discurso
ante el Congreso Constituyente de Angostura: “Dichoso el ciudadano que bajo el
escudo de las armas de su mando convoca la soberanía nacional para que ejerza su
voluntad absoluta” (15 de febrero de 1819); fue allí precisamente donde Bolívar
pintó con trazos claros, nítidos, la profundidad de su pensamiento político, de su
ideología, de su visión ética del mundo; aquel memorable discurso que hoy hemos
hecho proyecto concreto, que se ha venido haciendo proyecto concreto en esta o en
aquella última década del siglo XX y en esta primera década del siglo XXI, 2007.

La repetición de las palabras del padre, que han acompañado el trayecto de la revolución en
marcha, operan la identificación y sus rayos vuelven a iluminar el camino; su visión se ha
hecho proyecto concreto, el mandato paterno se ha cumplido.
Convocar al padre, Bolívar, es convocar también el acontecimiento, la independencia y
la revolución, pero desde otra situación histórica. Aquí se expone la función de lo
ideológico como aquello que hace posible encarar las tareas del presente: como hemos
dicho reiteradamente, en nuestro caso, la construcción de una integración regional
sudamericana con cierto grado de autonomía que le permita actuar frente a los procesos de
la globalización y sus nuevas estructuras de poder planetario. El imaginario nacional
amplio forjado en las etapas iniciales del proceso independentista es activado para servir a
una nueva función histórica que debe ser pensada como la misma, permanente y estable,
para que resulte efectiva. La reiteración de las palabras, de los gestos, de los rituales hace
que se encarne en los sujetos y los impulse a la acción. Paul-Laurent Assoun (1978: 58) al
comentar el 18 de Brumario de Marx señala: “no son las „reminiscencias del pasado‟ que
vuelven a importunar a los vivos, son los hombres mismos que „evocan … los espíritus del
pasado‟, es decir, se dirigen a ellos para in-formar (dar forma) a lo vivido y a su acción
actual. El rol del pasado toma así un sentido positivo y se inserta en la praxis humana”. Y
más adelante (p. 62) al referirse a “esa obstinación por percibir la repetición allí donde la
realidad produce la alteridad” señala: “Frente a lo inédito, figura de la realidad, la
conciencia histórica responde por la repetitividad: tiende a buscar lo mismo. Tiende
espontáneamente a subsumir el caso histórico nuevo en las categorías ya experimentadas.
Incluso, las formas más inéditas suscitan más netamente esta identificación”. En lo que hay
que insistir es que, por un lado, no se convoca cualquier pasado sino aquel que puede
vincularse con el combate presente y, por el otro, que esta convocatoria se hace desde
posiciones sociales que luchan por imponer un sentido histórico a los procesos en marcha.
Chávez interpreta “[…] es montarse en la ola de los acontecimientos pero con fuerza propia
y evitar ser arrastrado por esa ola; más bien navegarla, más bien ir sobre ella en función de
los intereses, en este caso de nuestros pueblos, de nuestras naciones” 6/5/1999.

8- Retomar las palabras: el “imperialismo”

Pensar desde el presente los textos producidos en distintos pasados se acompaña del
llamado a acentuar la reflexión histórica para comprender este presente, hacer presente el
pasado, tenerlo presente para comprender qué somos:
“[…] y quienes están viendo y oyendo esta transmisión, desde sus casas, desde
cualquier sitio de esta hermosa Patria bolivariana, tenga esto siempre presente,
necesario es hacer siempre el esfuerzo para caracterizarnos, dónde estamos, por qué
ha ocurrido lo que ha ocurrido, por qué ocurre lo que ocurre, y ahí hay que
comenzar siempre con una revisión de la historia para ubicarnos en perspectiva,
16/5/2004.

Esta reflexión donde tiempo y espacio se conjugan también (revisar la historia para
ubicarnos) implica recuperar las unidades léxicas que funcionaron como claves
interpretativas, interrogarlas en su densidad conceptual y valorativa, en su entramado
dialógico, sacar a superficie lo reprimido. Y en ese sentido, la palabra “imperialismo” debe
ser traída otra vez a la luz como una manera de recuperar el hilo histórico de la denuncia
que apela a la lucha:
[…] esa palabra incluso vino siendo retirada del léxico, vino siendo retirada y
borrada de los discursos, de los debates, de las asambleas populares, de los análisis
políticos nacionales o internacionales, incluso desde las mismas filas de la izquierda
latinoamericana […] todos tenemos que pensar, elaborar, reelaborar, y creo que
llegó la hora de que busquemos distintas maneras de abordar de nuevo el tema, el
concepto y la praxis del imperialismo, 16/5/2004.

La objetivación del sentido en la palabra lleva a que la anulación de la palabra intente


operar como anulación de esos sentidos; la lucha social no solo es lucha por la imposición
de sentidos –recordemos a Bajtín- sino que también es lucha por la presencia o no de los
signos que corresponden a una posición ideológica. Recuperar el signo ideológico es
recuperar el tema, sus valoraciones y su potencialidad analítica de lo social:
Pero incluso no se habló más nunca de imperialismo, casi nadie se atrevió a hablar
de imperialismo, incluso casi nadie se atrevió a hablar ni siquiera de capitalismo,
solo neoliberalismo, la máscara detrás de la cual se escondió durante casi dos
décadas el viejo y perverso capitalismo, la máscara detrás de la cual se escondió
durante casi 20 años el viejo, perverso y asesino imperialismo que tanto daño ha
causado a los pueblos del Tercer mundo durante 500 años pero es el mismo viejo
imperialismo, 16/5/2004.

El vínculo, desde su origen, entre capitalismo (“viejo y perverso capitalismo”) e


imperialismo (“viejo, perverso y asesino imperialismo”) se muestra en los entornos que
comparten. El gesto de exponerlo más allá de sus máscaras permite recuperar, como
señalamos, el potencial analítico del término ocultado, “imperialismo”. El
desenmascaramiento tiene la fuerza política de la denuncia y el llamado a la nueva
independencia que se entrelaza con la lucha de otras latitudes: “¿Quién le ha dado al
gobierno norteamericano o estadounidense el pito para ser el árbitro del mundo? Nadie se
lo ha dado, hay que quitárselo, hay que desconocer ese pito. ¿Somos o no somos? ¿O qué
somos?”, 27/5/2004. A la personificación del imperialismo, ubicada en un registro popular
que lo desvaloriza se opone la afirmación de la identidad política que interpela al auditorio
desde interrogaciones donde resuena otro universo cultural: el tema de la identidad impone
un cambio radical de registro.
La referencia al imperialismo también permite definir el proceso en marcha:
[…] la Revolución Bolivariana después de cinco años y tres meses y un poco más
de gobierno, y después de haber pasado por varias etapas, ha estado en la etapa
antiimperialista, esta es una revolución antiimperialista y eso la llena de un
contenido especial que nos obliga al pensamiento claro y a la acción no solo en
Venezuela sino en el mundo entero, 16/5/2004.

Al insertar la “Revolución Bolivariana” en la gran categoría de la “revolución


antiimperialista” vincula la lucha venezolana con la del “mundo entero”. La noción de
imperialismo, que debe ser recuperada, es su articulador y, al mismo tiempo, es una de las
formas de construir la identidad política13.

13
Patrick Charaudeau (2005: 234) al referirse a los discursos políticos contemporáneos señala:”No tener
enemigo, para los miembros de un grupo social, es privarse de una parte de lo que le permite construir una
identidad: la fuente del mal no tiene rostro, los valores simbólicos que deben constituir el cimiento identitario
9- El ritual de las efemérides

Traer el pasado al presente, recrearlo a través de las palabras, inscribirlo en los gestos,
en las subjetividades es lo propio de la rememoración y la conmemoración. El pasado se
hace presente gracias a expresiones como “en un día como hoy”:
Con estos mismo ojos vi, un día como hoy, hace exactamente 15 años, el 27 de
febrero de 1989, cuando se desató aquella intensa jornada de protesta en las calles
de Caracas contra el llamado paquete neoliberal del FMI, que terminó en una
verdadera masacre conocida como “El Caracazo”, 27/2/2004.

Es necesario que hoy recordemos que un día como hoy ocurrió un acontecimiento
fundamental que originó la fundación de la República de Bolivia, 16/5/2004.

Y Chávez enarbola, en los diversos espacios de la vida pública, el discurso conmemorativo


de los hechos significativos que jalonaron la historia latinoamericana, las glorias militares
asociadas al proceso de la Independencia, las grandes gestas populares, las acciones de los
hombres que integran el imaginario nacional. Las fechas de las efemérides permiten
ordenar las tareas del presente, darles un alcance histórico, vincular la historia personal con
la de la patria:

El 9 de diciembre próximo estaremos todos los presidentes suramericanos en


Ayacucho. […] va a ser el día de la jornada memorable de Ayacucho 180 años. Para
mí va a ser, en lo personal, muy bonito porque hace 30 años estábamos por aquí de
cadetes todavía y eran los 150 años de Ayacucho y a mí me correspondió en suerte
formar parte de la delegación que fue a desfilar allá donde fue la batalla. Me
correspondió ver allá a Juan Velasco Alvarado, mi general Velasco, que era
presidente del Perú revolucionario, y me correspondió mirar de cerca de Omar
Torrijos, mi general Torrijos, que era presidente de Panamá: sobre todo ellos dos.
[…] Y ese viaje hace treinta años para mí fue muy, muy aleccionador, tanto que
escribía hasta un pequeño diario, allá en las frías montañas de Huamanda, la Pampa
de la Quinua, donde llegó el Mariscal Sucre con sus sueños a comandar el Ejército
Unido Libertador de Suramérica. Ahí comandó a mexicanos, centroamericanos,

del grupo caen en decadencia. Los miembros de grupo no encuentran más, entonces, vínculo social,
referencias identitarias y razón para actuar. Tener un adversario es dar vuelta todas esas proposiciones. Si los
discursos llamados populistas han tenido siempre éxito en los periodos de crisis o de desintegración del lazo
social, es porque, entre otras cosas, esencializan al adversario englobándolo en una figura espectral que hace
que se confunda el enemigo y el mal supremo: el capitalismo para los países socialistas, el comunismo para el
occidente capitalista, antes de la caída del muro de Berlín; y ahora, el ultraliberalismo y el mundialismo
económico, para la extrema izquierda, la inmigración (y los inmigrantes) para la extrema derecha”.
caribeños, venezolanos, colombianos, ecuatorianos, chilenos, argentinos,
uruguayos. ¡Fue la unión! Solo la unión pudo hacernos libres, 2/11/2004.

Lugar y tiempo de la memoria recreados en los hombres unidos por la celebración y por la
voluntad política: Sucre, Velasco Alvarado, Torrijos, Chávez, más que una genealogía un
juego de presencias equivalentes políticamente que al establecerse anuda el entramado
ideológico latinoamericanista. Geografía continental y revolución nacional definen el
espacio tiempo que los hombres de distintas latitudes y momentos comparten y que los
contiene. La primera independencia, celebrada, es el punto inicial del cronotopo bolivariano
que se cerrará cuando los mismos gestos recreen la epopeya y la inscriban, triunfante, otra
vez en la historia. Recordemos que la batalla es la configuración temporoespacial que
implica transformación.
En el fragmento dos motivos cronotópicos se anudan: el viaje de aprendizaje
(“aleccionador”; “tanto que escribía un pequeño diario”) en el joven y la peregrinación en
el adulto: el sueño que orienta, en el mariscal Sucre y en los presidentes actuales, el
camino que lleva al triunfo. En ese lugar de la batalla de Ayacucho, se prepara otro
combate con otros hombres pero con el mismo sentido histórico: la unión para ser libres. El
tiempo biográfico y el tiempo histórico son citados pero no implican transformaciones,
solo resaltan que la misión sigue siendo la misma; el lugar simbólico de la gran batalla
anula el paso del tiempo y exige la reiteración del gesto glorioso.
Ese vínculo entre tiempo y tarea inconclusa, que revela, entonces, un transcurrir no
completado porque el objetivo no se ha cumplido se proyecta a espacios y trayectos
temporales más amplios que se inscriben en la dinámica planetaria de la economía-mundo
contemporánea.
Hace dos milenios vino Cristo a luchar por la justicia, por la paz, por la dignidad y
por la vida.
Hace 500 años se aceleró el encuentro y el conflicto entre civilizaciones a través de
un monstruoso proceso de conquistas, colonizaciones y dominación. Proceso este
que trajo consigo una carga poderosa de injusticias, de guerras y de muertes.
Hace 55 años fue creada la Organización de las Naciones Unidas, cuando se
iniciaba la segunda mitad del último siglo del segundo milenio.
¡Cómo han pasado los años! ¡Cómo han pasado los siglos! ¡Y los milenios!
Desde la Última Cena, por allá en el año 33, hasta esta cumbre del Milenio del
2000, los seres humanos nos hemos visto arrastrados por el mismo drama, por la
misma búsqueda interminable de los caminos hacia la justicia, la paz, la dignidad y
la vida.
¿Cuántas cumbres habremos realizado en estos 1977 años?
Sin dudas que en las últimas décadas estas se han intensificado.
Andamos saltando de cumbre en cumbre, pero tristemente la gran mayoría de
nuestros pueblos andan gimiendo de abismo en abismo, 7/9/2000.

Los fenómenos se ubican en distintas temporalidades, en el Gran Tiempo de la


experiencia humana, y se establecen vínculos entre ellos definiendo el sentido que
comparten. El discurso hace visible la memoria de distintos pasados que aquellos guardan.
La enumeración aparentemente heterogénea y los saltos temporales exaltan dos gestos en
el occidente cristiano: por un lado, el dominio del otro, la injusticia, la hipocresía, y, por el
otro, la voluntad de justicia, de dignidad, de paz, de vida. La memoria abreva en pasados
diversos y reconoce, por un lado, más allá de los siglos la huella renovada por nuevos
recorridos de lo que genera sufrimiento. Por otro lado, la legitimidad de la lucha se asienta,
como en los grandes relatos modernos en su vínculo con un destino mejor para la
humanidad en su conjunto. En el cierre del fragmente, la oposición “saltando de cumbre en
cumbre” / “gimiendo de abismo en abismo” opera como denuncia de las prácticas políticas
globales: las cumbres no resuelven los problemas del pueblo, más aún, los agravan.
El apremio de las circunstancias incide en otra representación del tiempo al servicio, en
las modalidades propias del discurso argumentativo, de un contraste dramático:
Yo pude haberme ahorrado este discurso y ahorrarles a ustedes escucharlo
reduciéndolo solo a tres segundos. ¿Por qué tres segundos?
Simplemente por la dramática horrenda realidad de que cada vez que el reloj marca
ese pequeñisimo tiempo, muere de hambre un niño en el mundo.
Uno, dos, tres, acaba de morir un niño en el mundo, 7/9/2000.

La larga temporalidad de la aspiración a un cambio no realizado convive con la sucesión e


inmediatez del sufrimiento no resuelto que impulsa a la acción transformadora.

10- Todo tiene su hora

Significativamente el discurso de Chávez vuelve reiteradamente a una frase del


Eclesiastés que va modelando interpretativamente: “Todo lo que va a ocurrir debajo del sol
tiene su hora”. Podemos pensar que el tiempo abierto del coronotopo bolivariano
encontrará necesariamente su clausura. Pero la frase habilita otras lecturas: no nos podemos
anticipar, no podemos cambiar lo que necesariamente va a ocurrir. En estos casos, lo que
debe hacer el político es, como señalamos, a partir del reconocimiento orientar el proceso.
Si bien es la hora de las integraciones regionales, el sentido histórico que le demos en
Latinoamérica se inscribe en la temporalidad de nuestras luchas políticas, marcada desde la
periferia por el rechazo a la instrumentalización que los países centrales han hecho de los
distintos procesos de construcción de economías-mundo desde el Renacimiento:
“Globalización que es hoy, además de realidad objetiva, arma de manipulación que
pretende condenarnos a la pasividad, ante un Orden Económico Mundial que excluye a
nuestros países de Sur y los condena al eterno papel de productores de riquezas y
receptores de migajas”, 27/2/2004. En esa voluntad de resistencia (“…preciso es retomar el
espíritu del Sur”, 27/2/2004) se integra el discurso literario y así retoma la poesía que
retoma la memoria de las luchas pasadas, de los que “se desmueren”; es Mario Benedetti el
convocado: “[…] pero aquí abajo / cerca de las raíces / en donde la memoria / ningún
recuerdo omite / y hay quienes de desmueren / y hay quienes se desviven / y así entre todos
logran / lo que era un imposible / que todo el mundo sepa / que el Sur también existe”, id..
Pero también la frase bíblica “Todo lo que ha de ocurrir debajo del sol tiene su hora”
puede dar lugar a otro gesto: la hora no está dada sino que es decidida por los hombres.
Chávez deriva de la frase bíblica que enuncia una decisión que tiene el valor de una
advertencia: “Aquí llegó la hora del fin de los privilegios, del fin de las desigualdades.
Llegó la hora. Nada ni nadie –óigase bien- nada ni nadie nos hará detener el carro de la
Revolución, cuéstenos lo que nos cueste, nada ni nadie hará detener el carro de la
Revolución socialista en Venezuela”, 10/1/2007.
Asimismo, la frase del Eclesiastés puede dar lugar a una apelación:
La Biblia lo señala en el Eclesiastés: “Todo lo que va a ocurrir debajo del sol tiene
su hora”
Hagamos de esta la hora, de una vez y para siempre.
¡Salvemos al mundo!, 7/9/2000.

El texto sagrado al que vuelve en distintas circunstancias asigna una dimensión religiosa a
la práctica política, ubica al enunciador en el lugar del sacerdote, es decir, de aquel que está
autorizado a actualizar el mensaje y señala la legitimidad de someter todo texto a las
operaciones interpretativas necesarias para construir el presente y desde el presente.
En relación con el cronotopo bolivariano implica también el convencimiento de la
proximidad del final anclaje histórico: la hora a la que se refiere la frase ya ha llegado –la
nación sudamericana se construirá definitivamente- y esto legitima el voluntarismo de la
propuesta política y le asigna la fuerza necesaria para anunciar su realización.

11- Y la hora ha llegado

La euforia discursiva, el entusiasmo militante se sostiene en el convencimiento de que la


revolución bolivariana concretará definitivamente y profundizará lo que se esbozó en la
primera revolución, que la hora ha llegado:
Hemos vivido cuántas cosas en estos siete años, hemos compartido cuántas
situaciones, siete años que parecieran muchos más porque –ya lo sabemos- el
tiempo es relativo, hay días que parecen un siglo, hay siglos que parecen un día pero
son cronológicamente siete años, de aquel 2 de febrero de 1999, cuando al decir de
José Martí, así lo creo, “llegó la hora de los hornos”, la hora de los hornos, la hora
de la verdad, 2/2/2006.

Ese tiempo relativo toma los contornos que la subjetividad le asigna en su representación:
“hay días que parecen un siglo” y “hay siglos que parecen un día”. El sentido de los
acontecimientos lo otorga la remisión al cronotopo bolivariano en el cual la figura de José
Martí es el articulador (la expresión “Nuestra América” que Martí consagró fue uno de los
modos más persistentes de designar la unidad).
Pero también “la hora ha llegado” se afirma en un pensamiento de Víctor Hugo:
“No hay nada tan poderoso como la idea cuya época ha llegado”, ¡nada tan
poderoso como la idea cuya época ha llegado!
Habla Víctor Hugo de la idea, y de la época, es decir del tiempo; también
pudiéramos agregarle allí otra variable esencial: el espacio, para agregar que cuando
a una idea le llega su época, le llega su tiempo, y anida en un espacio, se convierte
en la fuerza más poderosa que pueda existir.
[…]”No hay nada tan poderoso como la idea cuya época ha llegado”, comenzó la
nueva etapa de la revolución democrática rumbo al socialismo del siglo XXI,
2/2/2006.

A esta articulación tiempo/espacio vuelve, como lo hemos reiterado, desde distintos


lugares: no hay espacio sin tiempo, el tiempo construye el espacio y el espacio expone el
transcurrir. El pensamiento de Víctor Hugo es traído al presente, la interpretación habilita
el desplazamiento temporal pero desde el gesto autorizado de decir lo que ya estaba allí.
Ese decir la idea cuya época ha llegado -la nueva etapa de la revolución democrática y la
instauración del gran proyecto nacional- se inscribe en múltiples encadenamientos
argumentativos que atraviesan los discursos políticos de Chávez mostrando insistentemente
la continuidad, que es también profundización de la revolución asociada a la
Independencia, profundización que llevará al socialismo y a la segunda independencia. Esto
permite ver el pasado como un espacio-tiempo abierto hace dos siglos, presente en la
conciencia de los hombres porque no concluido y que ahora encuentra notablemente su
posibilidad de realización. Esa temporalidad larga pero permanentemente actualizada en los
sujetos en tanto mandato político es la que asigna sentido histórico a la integración
regional.

Observaciones finales

Hemos señalado que el desarrollo del capitalismo en esta etapa exige, a la vez que la
multiplicación de los intercambios en el espacio planetario, cierres territoriales (las
integraciones regionales) como fueron los Estados nacionales en la anterior economía
mundo. También planteamos que para que estas integraciones –particularmente, las
secundarias y periféricas- alcancen cierto desarrollo autónomo era necesaria una
integración política, lo que imponía un imaginario compartido. Lo fácilmente disponible
en nuestro caso es, como hemos visto, el imaginario nacional amplio desplegado a partir de
las guerras de la Independencia y en el cual se inscribe el cronotopo bolivariano, que
propone una representación de mundo y hombre que orienta la acción política, recupera la
memoria heroica, retoma el antiimperialismo militante y anuncia que la hora de la
revolución ha, por fin, llegado.
El proceso de la primera independencia, al cual el cronotopo remite, estaba vinculado
con la instauración de una sociedad burguesa pero que, por razones de su propio desarrollo,
se apoyaba en una burguesía incipiente y débil, lo que llevó a que dominara el capitalismo
europeo y a que se afirmaran los Estados nacionales como recortes en el espacio nacional
extenso que había sido entrevisto en la etapa inicial. Podemos pensar que, en la actualidad,
en la medida en que se busque un desarrollo autónomo de la región, dentro del sistema
capitalista, al mismo tiempo que se deberá contemplar la expansión de áreas fundamentales
como algunas ramas de la industria, la producción agropecuaria o la explotación energética
se irá conformando una “burguesía” propia de nuevo tipo (constituida en parte por sectores
vinculados al aparato burocrático). Pero también se deberá apelar a la movilización popular
antiimperialista que le dé su impulso primero, le permita sostenerse y afirmarse
políticamente. De allí la importancia de contar, como en las viejas revoluciones burguesas,
con el pueblo y hacerlo un actor político de envergadura. En ello interviene, asimismo, el
imaginario de la independencia ya que tenía, en muchas de sus formulaciones, como uno
de sus elementos ideológicos la proclamación de la búsqueda de una democracia auténtica
o radical14.
Sin embargo, resulta evidente que esta compleja “recreación” en circunstancias donde
dominan empresas multinacionales con base en otros espacios integrados es altamente
dificultosa y exige no solo la convergencia de proyectos donde intervengan distintos países
de la región sino también que se recurra al capital acumulado o que pueda acumular el
Estado y a su poder administrativo y jurídico, particularmente en los casos en los que aún
conserva la decisión sobre activos como el petróleo o el gas, por ejemplo. Ahora bien, si el
intento de desarrollo con cierto grado de autonomía tiene éxito, esto no traerá aparejada
necesariamente la conformación de una sociedad verdaderamente democrática y una
redistribución acorde a ella ya que los nuevos ricos tratarán, como los viejos, de defender
sus privilegios y se aliarán posiblemente con el enemigo histórico y buscarán dominar con
distintas estrategias a los sectores populares15 (sobre todo porque en muchos casos ni
siquiera los necesitan como mano de obra). Es por eso que Chávez a la vez que activa el
cronotopo bolivariano opera sobre él desplazamientos significativos, particularmente la

14
Ricaurte Soler (1986: 56) señala al respecto: “Cabe identificar como demócratas, y más específicamente
como demócrata-radicales, aquellos procesos de raíz popular que a partir de la independencia se empeñaron
en conjugar las tareas de la organización nacional con las reivindicaciones sociales de las clases subordinadas.
Las luchas de liberación nacional, al crear el marco adecuado para el despliegue de todas las fuerzas sociales
latentes, establecieron también el escenario dentro del cual han de emerger las principales tendencias de
radicalización democrática. Si estas son claramente diferenciables en la coyuntura de la emancipación, no
desaparecieron sin embargo en el transcurso del siglo XIX “.
15
Immanuel Wallerstein (2003: 183-184) parte de que “el sistema-mundo moderno se encuentra en una crisis
estructural y que hemos entrado en una „era de transición´, esto es, un período de bifurcación y caos” y señala
que “un sistema de transición sistémica posee dos características que dominan la idea misma de estrategia
antisistémica. La primera es que aquellos que se encuentran en el poder ya no intentarán preservar el sistema
existente (condenado como está a la autodestrucción) sino que buscarán asegurarse que la transición lleve a la
construcción de un nuevo sistema que replique las peores características del existente (jerarquía, privilegio y
desigualdades). […] La segunda característica fundamental es que un período de transición sistémica se
caracteriza por una profunda incertidumbre y por la imposibilidad de conocer los resultados que deparará”.
derivación al socialismo y la integración de sus símbolos y principios, a la vez que
multiplica los espacios de control popular.
En síntesis, frente a las necesidades históricas se responde desde otra historia y se la
postula como la misma. El sostenimiento de esta construcción exige una movilización
ideológica fuerte en la que participa intensamente el presidente venezolano. Pero debemos
reconocer que el dominio sobre una movilización de este tipo es en gran medida ilusorio ya
que, desencadenada, tiene su propia dinámica que depende de las necesidades y acciones en
curso y de los modos en que se defina la lucha política. Interpretar el proceso y
posicionarse de la mejor manera para orientarlo, en la medida de lo posible, hacia una
transformación profunda de la sociedad es la función que Chávez como otros líderes
populares se asigna en este momento. En su camino deberán no solo enfrentar los poderes
externos y los viejos y nuevos sectores enriquecidos sino también evitar que se salga del
cauce previsto. En la erosión de unos y otros y en el esfuerzo por encaminar el proceso
hacia la meta propuesta, el cronotopo bolivariano tiene todavía una función que cumplir.

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