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Las inversiones sociales y en

infraestructura pueden impulsar el


crecimiento y la prosperidad compartida
en América Latina y el Caribe

WASHINGTON, 4 de octubre de 2022 – Las economías de América Latina y el


Caribe recuperaron sus niveles prepandemia y la región recobró cierta sensación
de normalidad, aunque la economía debe reactivarse para evitar un nuevo ciclo de
bajo crecimiento. Las inversiones sociales y en infraestructura pueden convertirse
en motores clave del crecimiento y la prosperidad compartida, de acuerdo al
informe del Banco Mundial “Nuevos enfoques para cerrar la brecha fiscal”.

Se calcula que el PIB regional crecerá 3,0 por ciento en 2022, una tasa mayor a lo
previsto anteriormente debido al alza en los precios de las materias primas.

No obstante, la fuerte incertidumbre que recorre el mundo como resultado de la


guerra en Ucrania, la subida de las tasas de interés en los países desarrollados y
las persistentes presiones inflacionarias impactarán sobre las economías de la
región. Se prevén tasas de crecimiento bajas, de 1,6 por ciento y 2,3 por ciento en
2023 y 2024, respectivamente, similares a los bajos niveles observados en la
década de 2010 e insuficientes para lograr avances significativos en términos de
reducción de la pobreza. La inflación, que si bien en la mayoría de los países se
encuentra en los niveles de la OCDE, requiere de esfuerzos continuos para que
esta descienda al nivel de los objetivos anteriores.

“La mayor parte de las economías recuperaron sus niveles prepandemia, pero
esto no es suficiente. Los países de la región tienen la oportunidad de reconstruir
mejor luego de la crisis y lograr sociedades más justas e inclusivas”, dijo Carlos
Felipe Jaramillo, vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el
Caribe. “Además de poner en marcha las reformas e inversiones necesarias para
acelerar el crecimiento, los gobiernos deben encarar los costos estructurales: los
años de escolarización perdidos, las vacunas no suministradas y el impacto
diferido de la inseguridad alimentaria que la recuperación del PIB disimula”.

La región está bien posicionada para replantear su trayectoria de desarrollo. El


empleo prácticamente recuperó sus niveles de prepandemia, las escuelas
reabrieron y, con excepciones en el Caribe, la elevada tasa de vacunación contra
la COVID-19 permitió el regreso a la normalidad.

No obstante, las secuelas de la crisis persisten y deben ser atendidas. Si bien la


pobreza monetaria descendió del 30 por ciento en 2021 al 28,5 por ciento en
2022, sigue estando en un nivel alto; al tiempo que los costos a largo plazo de la
crisis en la salud y la educación deben ser subsanados de manera urgente, tanto
para reactivar el crecimiento como para mitigar el aumento en la desigualdad.

“Manejar la carga creciente de las deudas resultantes de la crisis mientras se


genera un margen fiscal suficiente como para realizar inversiones que promuevan
el crecimiento requiere de nuevas fuentes de ingresos que deberán ser
cuidadosamente analizadas, así como un mejor uso del gasto existente. En
promedio, se podría ahorrar el 17 por ciento del gasto público y, en dos tercios de
los países, este ahorro serviría para eliminar los actuales déficits fiscales”,
dijo William F. Maloney, economista en jefe del Banco Mundial para América
Latina y el Caribe. “Racionalizar el gasto del sector público es un paso hacia la
construcción de gobiernos más eficientes, receptivos y confiables”.

El informe plantea que los países deben analizar cuidadosamente sus opciones de
gasto público y de política tributaria para favorecer la equidad y evitar potenciales
efectos adversos. Esto incluye mejorar la eficiencia del gasto: en promedio, el
4,4 por ciento del PIB — o 17 por ciento del gasto público— se malgasta en
transferencias mal dirigidas, deficiencias en las contrataciones públicas y políticas
de recursos humanos ineficientes.

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