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Gallo, Paola

Respeto y autoridad en el espacio escolar: mutaciones y


supervivencias de sus valores constitutivos. - 1a ed. - Buenos Aires:
Libros de la Araucaria, 2011.
192 p.; 23x16 cm.

ISBN 978-987-1300-31-0
Índice
1. Ensayo Sociológico. 2. Autoridad. I. Título
CDD 303.36

Introducción................................................................................................ 9
Acerca de la autoridad .................................................................................. 10
Los análisis sobre la autoridad en la escuela ................................................ 12
Escuela y autoridad en la historia de la educación en la Argentina ................ 15
Las fuentes y el trabajo ................................................................................ 18

PRIMERA PARTE
LA AUTORIDAD EN LA ESCUELA: TEXTOS Y CONTEXTO

Capítulo 1
Autoridad familiar y escolar en los libros libros
de texto para la escuela primaria .......................................................... 25
De padres, maestras y buenos niños. La autoridad en los textos escolares de
Arte de tapa: Natacha Dinsmann los años cuarenta ........................................................................................ 27
Diagramación interior: Ana Souza Entre el hogar y la escuela, o de la maestra como una “segunda mamá” .......... 32
Un apunte sobre las políticas educativas del peronismo .................................. 35
1949-1955: de la integración a la homogeneización.
© 2011, Libros de la Araucaria S.A. La “peronización” del sistema educativo ........................................................ 38
De padres, maestros, niños buenos… y Perón. La autoridad en
los libros de texto peronistas...................................................................... 41
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723 De padres, maestros y niños buenos… o de cómo nada cambia.
Impreso en Argentina / Printed in Argentina La autoridad en los textos escolares entre 1955 y los primeros años setenta ...... 47
Familia y relaciones de autoridad en los textos escolares del período ............ 48
Se prohíbe la reproducción total o parcial de este libro, a través de medios ópticos, químicos, electró-
De maestros y maestras ............................................................................ 55
nicos, fotográficos y de fotocopias, sin la autorización escrita de los editores.
Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446 De niños, padres y maestros. La autoridad en los libros de texto
entre los primeros años setenta y los primeros ochenta .............................. 58
De nuevas relaciones entre adultos y niños ................................................ 59
Autoridad y relaciones “ordenadas”. La autoridad en los textos del
Libros de la Araucaria S.A. Proceso de Reorganización Nacional .......................................................... 66
Av. Caseros 410 - 2° D
C1152AAN Ciudad Autónoma de Buenos Aires Capítulo 2
Teléfonos +54 11 43072858 y 43006647
Nuevos sentidos, nuevas prácticas. Los años sesenta y
Fax: +54 11 43072858
dinsmann@librosaraucaria.com los cambios en los vínculos intergeneracionales.................................... 71
www.librosaraucaria.com Una revolución cultural. Los jóvenes primero ................................................ 73
De mujeres más liberadas y padres más cariñosos. Hacia una redefinición de
los vínculos intrafamiliares ............................................................................ 75
Y también en la escuela… o de nuevas relaciones entre maestros y alumnos .... 80

SEGUNDA PARTE
LA AUTORIDAD EN LA ESCUELA: SENTIDOS Y EXPERIENCIAS
Introducción
Capítulo 3
La autoridad y sus transformaciones en la vida
cotidiana de las escuelas ........................................................................ 87
De cuando era el barrio el que iba a la escuela. Sentidos en torno a
la crisis de autoridad en la escuela ................................................................ 92
La ciudad hacia los años sesenta: crecimiento económico, migraciones
y urbanización.............................................................................................. 96 En este libro nos ocupamos de las relaciones de autoridad en la escuela
La escuela ................................................................................................ 102
primaria y sus transformaciones en la segunda mitad del siglo XX en la
Capítulo 4 Argentina y, más específicamente, en la provincia de Buenos Aires. Inicial-
Las dimensiones de las relaciones de autoridad en mente, nuestra investigación se orientaba a analizar estos cambios pensando
la escuela. Continuidades, cambios y transformaciones .................... 121 en cortes temporales coincidentes con los hitos políticos del período. Así,
Introducción .............................................................................................. 121 1946 y la llegada del peronismo al poder, y 1983 y el final de la dictadura-
El “antes” en las relaciones de autoridad: de mediados de
inicio de la democracia se nos presentaban como nodos para ver en qué
los años cuarenta a los sesenta.................................................................... 123
En la escuela: orden, respeto y disciplina ................................................ 123 medida las mutaciones en las formas que asumía la autoridad escolar se
Entre el “respeto” y el “temor”. La autoridad en la escuela y habían vinculado con los procesos políticos e institucionales del período.
sus modalidades de desempeño................................................................ 130 Pero nuestro propósito no era sólo observar esas transformaciones
En el colegio .......................................................................................... 142 meramente desde la acción de las agencias del Estado. Buscábamos tam-
La autoridad en el colegio: de hermanos “buenos” y “exigentes”................ 149 bién acerc a rnos al universo de la institución escolar, tratando de revelar la
El “después” en las relaciones de autoridad:
cotidianidad de la vida en las comunidades escolares. Recurrimos así tanto
de los años sesenta a los ochenta .............................................................. 155
Los sentidos del “desorden”. Transformaciones en las relaciones a fuentes oficiales (análisis de la legislación, de la normativa del sistema
de autoridad .......................................................................................... 155 escolar, etc.) como a documentos escolares (libros de actas y de disciplina
En la escuela.......................................................................................... 157 o re g i s t ros de matrícula), y también a la historia oral entrevistando a anti-
En el colegio .......................................................................................... 158 guos docentes y alumnos de las escuelas que estudiamos. A poco de andar
nos encontramos con que el contraste entre los distintos tipos de fuente uti-
Reflexiones finales: cambios en las relaciones de
lizadas mostraba algo notable: los cambios en las relaciones de autoridad
autoridad en la escuela .......................................................................... 175
en la escuela se relacionaban más con transformaciones en el orden de las
Conclusiones .......................................................................................... 179 dinámicas sociales y culturales que con las dinámicas políticas e institucio-
nales.
Bibliografía ............................................................................................ 183 En esa reformulación de las lógicas de transformación, los años sesenta
emergieron como un parteaguas, un antes y un después, que alteraba las
formas y los vínculos de autoridad en la escuela. Pues bien, lo que nos pro-
ponemos aquí es analizar, dentro de ese marco temporal, la manifestación
–hacia mediados de la década del sesenta– de lo que podríamos llamar un

[9]
130 Paola Gallo Las dimensiones de las relaciones de autoridad en la escuela 131

vas reconstruyen el pasado exponiendo una serie de taxonomías por las que Si tenemos en cuenta que la manera en que catalogamos a nuestros
se calificaban recíprocamente docentes y alumnos. En el análisis de esa cla- pares –amigos, compañeros, maestros– define, en algún punto, las relacio-
sificación podemos descubrir las formas de autoridad presentes en la comu- nes que establecemos con ellos, y si nos permitimos considerar que por
nidad escolar. Y, además, al analizar los cambios en esos criterios de clasifi- debajo de esas taxonomías subyacen supuestos y expectativas acerca de lo
cación podremos mostrar el contraste entre períodos. que consideramos un comportamiento normal o no, aceptable o condena-
ble, puede ser que el análisis de las formas en que nuestros entrevistados
“calificaban” a sus docentes nos ayude a descubrir –y describir– supuestos
Entre el “respeto” y el “temor”. La autoridad en la escuela compartidos acerca de la autoridad (sus fundamentos, sus excesos, su acep-
y sus modalidades de desempeño tación o su impugnación). Veamos algunos extractos de entrevistas:

Ya hemos explicitado en la Introducción la noción de autoridad que E.: ¿Y qué hacían las maestras mientras daban clases?, ¿estaban para-
orienta nuestro análisis, razón por la cual no volveremos aquí sobre la teoría das?
weberiana de la autoridad; bastará con re c o rdar la relación que establece el Laura: No, depende, yo me acuerdo de los últimos años. Se queda-
ban al frente, explicándonos con el puntero.
autor entre autoridad y legitimidad. Brevemente, para Max Weber toda auto-
E.: Antonio también se acuerda del puntero…
ridad se constituye en la medida en que existe un mínimo de voluntad de obe- Laura: Y, sí, nos daban punterazos a veces también.
diencia por parte de aquellos sujetos sobre los cuales ésta es reclamada. Ese E.: ¿Y por qué solían darles punterazos?
mínimo de voluntad es lo que legitima la autoridad, al presuponer el recono- Laura: Y a lo mejor porque ella estaba explicando algo y vos no
cimiento y el consentimiento al mandato reclamado (Weber, 1983: 170). entendías y decías “señorita” y… “no, no tenés que hablar en clase”
Sí nos detendremos en las referencias del autor sobre los diferentes tipos y pum, punterazo en los dedos [...] Yo me acuerdo de la señora de F.,
de autoridad o modalidades de dominación. Weber (1983:172) define tres o señorita era, flor de punterazos nos daba…
E: ¿Por interrumpir la clase, entonces…?
tipos ideales de dominación legítima (o de autoridad): la racional, “que des-
Laura: Y si no… como siempre, en toda época, había chicos más tra-
cansa en la creencia en la legalidad de ordenaciones estatuidas y de los dere- viesos que te tiraban… yo usaba trenza, y te tiraban la trenza y no te
chos de mando de los llamados por esas ordenaciones a ejercer la autori- podías quejar ni nada porque si no venía la maestra y un tirón de ore-
dad”, la tradicional, legitimada en “la creencia cotidiana en la santidad de jas al que te hacía algo, o un tirón de pelos.
las tradiciones que rigieron desde lejanos tiempos y en la legitimidad de los E.: ¿A vos te pasó eso?
señalados por esa tradición para ejercer la autoridad”, y la carismática, Laura: Sí, esto que te cuento.
asentada en la “entrega extraordinaria a la santidad, el heroísmo o la ejem- E.: ¿Y todas las maestras hacían eso?
plaridad de una persona y a las ordenaciones por ella creadas o reveladas”. Laura: Bueno, a esa la recuerdo, pero mal, era muy, muy agresiva…
y la señorita C. también. Eran muy autoritarias. Eran dos o tres que
Debemos tener en cuenta que lo que Weber nos propone son “tipos idea-
eran muy buenas, muy cariñosas… pero después estaban estas.
les”, esto es, categorías puras de análisis, las cuales confrontan y contrastan
con la complejidad que asume la realidad social. Sin embargo, justamente
Laura cursó la escuela primaria en los primeros años de la década del cin-
por estas cualidades –siempre y cuando tomemos las precauciones debidas–
cuenta. Como en su relato, en muchas de las entrevistas realizadas no eran
los “tipos ideales” propuestos por Weber nos permitirán aprehender las
infrecuentes las menciones a las maestras que propinaban punterazos, “cos-
diferentes formas que asumía la autoridad en la escuela. Como señalamos,
corrones”, tiraban del pelo o de la oreja:
dadas las múltiples referencias a la autoridad que surgían en los relatos, con-
sideramos que un camino posible para acceder a su análisis podía ser el de Antonio: Yo me acuerdo de una… era la señorita C., o la señora de
centrarnos en las maneras en que nuestros entrevistados caracterizaban a las C., que andaba todo el día con el puntero en la mano.
maestras. Nos llamaba la atención cómo se repetían en estos relatos las E.: ¿Y qué hacía con el puntero?
taxonomías utilizadas. Invariablemente, las maestras se dividían entre “bue- Antonio: Pegaba, en el pupitre era de punterazos a cada banco… sí,
nas”, “rectas” y “malas”. ésa fue terrible para mí.
132 Paola Gallo Las dimensiones de las relaciones de autoridad en la escuela 133

E.: ¿Y qué tenías que hacer para ligarte un punterazo? Hugo: Me acuerdo de la de C. por lo mala.
Antonio: Bueno, porque charlábamos o porque deletreabas mal o E.: ¿Por qué decís mala?
porque un día te olvidaste de hacer algo, o tenías tres o cuatro erro- Hugo: Era bravísima, ésa era de cuarto.
res seguidos y te reprimía enseguida de esa forma. Era violenta… E.: ¿Y qué hacía?
Hugo: Nada, nada, no te dejaba ni pestañear, todos le tenían miedo,
Sospechamos que en ese tiempo no se utilizaría la palabra “autoritaria” ¿viste?
para referirse a la maestra, ni tampoco la de “reprimir” para dar cuenta de
lo que se percibe como un maltrato. Es decir que esas expresiones son uti- Tenemos, entonces, que la maestra “brava” es aquella que se imponía
lizadas desde el presente para atribuir sentidos acerca de ese tipo de accio- por acciones y conductas que provocaban temor. Como hemos visto, algu-
nes y conductas. Aun así, no debemos pasarlas por alto puesto que esas nas de esas acciones tenían que ver con tipos de castigos como el punte-
maneras de referirse a las maestras –“autoritaria”, “violenta”– pueden estar razo, pero también es importante destacar la preeminencia que adquiere en
señalando el rechazo a lo que se considera un exceso o abuso de autoridad los relatos el temor al grito. El grito por sí mismo no constituye un castigo,
por parte de quien la detenta. sólo se transforma en tal cuando nos pone en evidencia, esto es, cuando nos
La distinción entre maestras “buenas” y maestras “malas” se acompaña está mostrando que desagradamos a otro, o que hemos cometido una falta.
de otra entre “miedo” y “respeto”. Veamos: Ahora bien, para que eso importe –para que nos cause pesar, temor o rabia
que alguien nos grite– es necesario que la relación con ese “alguien” o ese
Omar: Ésa sí era “brava”, la señora de F. que yo tuve en sexto grado. “otro” nos sea significativa. Veamos:
E.: ¿Por qué?
Omar: Era una señora grande… grandota, como de dos metros. E.: ¿Y entre ustedes se pasaban el dato?
Agarraba el puntero… Omar: Sí… sí… era como en el ejército, vos ya sabés que éste lo tenés
E.: ¿Y?, ¿qué pasaba? por bueno y a este lo tenés por bravo, y más o menos lo tenías ahí,
Omar: Hasta los bancos temblaban en la escuela. Esa señora era ¿viste?
mala, era mala, imponía miedo. E.: ¿Cómo lo “teníamos ahí”?
E.: ¿Miedo? Omar: O sea, nos cuidábamos de no hacer travesuras delante de tales
Omar: Miedo, no respeto, porque están las dos cosas. maestras.
E.: ¿Por qué?
Si, como expusimos precedentemente, el respeto se traduce en compor- Omar: No con los gritos… que eran gritonas. L (nombra una maes-
tamientos que expresan el reconocimiento del otro, podemos entonces arg u- tra), y la señora de F. eran… aparte de ser imponente, grandota, era
gritona. Pegaba un grito, ¿sabés qué?, saltabas del banco del grito que
mentar que en el relato de Omar lo que subyace a esa distinción que esta-
te pegaban. Además vos veías era una persona que daba terror, no
blece entre “respeto y miedo” no es más que un reconocimiento –y, comple- miedo. Grandota, gorda como esa puerta [...] Y así caminaba… así,
mentariamente, una consideración negativa– sobre formas aceptadas y tipo militar, caminaba así.
rechazadas del ejercicio de la autoridad. Aunque debemos aclarar que esta
consideración negativa no supone que la obediencia no sea al fin lograda. E.: ¿Y calificaban a las maestras?
Como veremos más adelante, esta distinción entre “miedo” y “respeto” no Laura: Sí, sí…
implica un desconocimiento de la autoridad, sino más bien un rechazo –desde E.: ¿Cómo les decían…?
el presente– a la forma en que ésta es ejercida. La maestra “brava” es aque- Laura: No, no, era calladito, entre los compañeros… “a vos quien te
lla que logra imponer la voluntad, pero no porque se la respete como tal, sino tocó… la C.”, porque ésa era brava… “Uy, que suerte, porque a mí
me tocó la señora D.”. Sí, porque había dos o tres maestras que
p o rque impone temor. La distancia que separa el “respeto” del “temor” es,
eran… tenían la fama de gritonas, viste, y uno temía el grito…
justamente, que mientras el primero implica el reconocimiento de la autori-
dad, y es más que el simple acatamiento al pedido de obediencia que toda
Es la maestra quien propina el grito, y es el reconocimiento de su auto-
autoridad lleva consigo, el segundo no contiene esta dimensión:
ridad lo que hace que provoque “temor”. Esto es, la relación de autoridad
134 Paola Gallo Las dimensiones de las relaciones de autoridad en la escuela 135

entre el maestro y el alumno no es cuestionada. El malestar que genera al Hugo: No era sólo eso, la relación era cordial con todos, ¿viste?
grito como manera de obtener la obediencia –esto es, de ejercer la autori- E.: ¿Decís que la relación con ella era diferente?
dad– no supone una impugnación de la autoridad del docente, sino una con- Hugo: No, era… con ella no había problema, o sea… estabas tranqui-
lo, aunque no supieras, pero sabías que ella te iba a hablar… era un
sideración negativa acerca de los excesos en el ejercicio de esa autoridad
tipa común…no esas sargentonas.
(sobre todo si quien nos propina el grito cuenta con unas características físi- E.:¿Y en el aula no le hacían lío ustedes?
cas como las que relata Omar, las cuales, por sí mismas, ya pueden funcio- Hugo: No, el quilombo ella lo manejaba.
nar como maneras efectivas de lograr la obediencia). Ahora, esta considera- E.: ¿Cómo?
ción negativa por parte de los alumnos hacia aquellas maestras que acuden Hugo: Porque si uno se iba a charlar allá, no le pegaba el grito y que
al grito como una forma de lograr la obediencia –o, su contrapartida, poner venga acá… lo dejaba que charlara. “Bueno, charlá, ahora venís y te
en evidencia a aquel que transgredía ese mandato– parece ser compartida sentás” [...] Estabas más a gusto [...] con las otras tenías que estar sen-
también por parte de los agentes adultos de la escuela. Cora nos contaba lo tadito en tu lugar, no te podías dar vuelta, no podías nada.
siguiente:
Las maestras “buenas” eran aquellas que, según los relatos, tenían un
E.: ¿Y las maestras también eran “llamadas” a dirección? trato “diferente” con los alumnos. El relato de Hugo es particularmente inte-
Cora: Nooo, tenía que ser una cuestión muy seria. resante porque señala el tuteo como forma en que la maestra se dirige a los
E.: ¿Y alguna vez sucedió? alumnos –pero no al revés– porque en la mayoría de los relatos la ausencia
Cora: Me acuerdo de una. del tuteo en la relación entre unos y otros aparece como una de las expre-
E.: ¿Cómo fue? siones fundamentales del respeto y, por lo tanto, del reconocimiento de la
Cora: Era necesario.
autoridad. Debemos señalar aquí que la maestra a la que hace referencia
E.: ¿Y por qué era necesario?
Cora: Nosotros lo veíamos. Bueno, era gritona, dura con los chicos,
Hugo ingresó a la escuela en 1958 –según la reconstrucción temporal que
yo no voy a decir mala, dura. nos permite hacer su relato– y tendría, para esa fecha, unos veintitrés años.
E.: Sí. No debemos perder de vista este dato, porque es posible que nos esté
Cora: Conseguía un poco el control en cuanto a la disciplina... y el hablando de la “irrupción” de nuevas formas en el trato entre alumnos y
inspector llegó un día, la escuchó gritar y cuando entró dijo: “Lléveme maestros, debidas no sólo a una diferencia generacional entre las maestras,
al salón...” sino también a un proceso de más largo alcance –si retomamos aquí a
E.: ¿El inspector? Elias–, como por ejemplo el de una mayor igualación en la relación entre
Cora: Ahí ya era una cosa... que le llamó la atención este hombre y
adultos y niños.
después la directora tuvo que hablarle a esa maestra en dirección.
En otros relatos, la maestra “buena” era aquella que no gritaba, que les
hablaba, les explicaba. Como expresaba Norma, “con las maestras buenas
Aun así, el grito parece haber sido una forma cotidiana de ejercicio de la
no existía esa distancia”. Éstas eran las que tenían un trato “amable”, “cari-
autoridad, aunque fuera considerado de forma negativa. Después de todo, fue
ñoso”, las que se relacionaban con los alumnos de una manera que estre-
la llegada del inspector lo que derivó en el llamado de atención a la maestra.
chaba distancias, a tal punto que con ellas, por ejemplo, “no te daba ver-
Pero además de recordar a las maestras “bravas”, los relatos nos hablan
güenza no saber”. Ahora bien, el tuteo –en el caso de Hugo–, o el trato ama-
también de aquellas otras a las que se califican como “buenas” y “rectas”.
ble y cariñoso como señalan otros relatos, no supone ausencia de respeto
Veamos:
y, mucho menos, dificultades para ejercer la autoridad dentro del aula. Lo
Hugo: Y la de quinto era la mejor, la más buena. Aparte de que en
que estos relatos nos están sugiriendo es la existencia de formas de ejerci-
ese tiempo estaba buenísima. cio de la autoridad más temperantes y menos rígidas que, sin embargo, y
E.: ¿Y por qué era la mejor? como dijimos, no atentaban contra un ejercicio válido de la autoridad.
Hugo: Porque había llegado ese año a la escuela y te trataba de “che”. Las maestras calificadas como “rectas” eran aquellas que “no te dejaban
E.: ¡Ah!, te tuteaba… margen para hacer muchas veces lo que vos querías hacer” (Antonio). Es
136 Paola Gallo Las dimensiones de las relaciones de autoridad en la escuela 137

decir, aquella que ponía los límites –cumplía con su autoridad– pero que no cosas y vos sabés qué vergüenza, la maestra nos hizo pasar al frente
se excedía en esa imposición. Veamos cómo nos lo cuenta Omar: a los que no habíamos cumplido con las tareas… nunca me voy a olvi-
dar de eso… qué vergüenza, yo creo que después de eso fui excelen-
Omar: A ella le gustaba enseñarte y que vos aprendieras… que hicie- te alumna.
ras las cosas bien.
E.: ¿Y cómo hacía eso? Las sanciones como el reto, pasar al frente o “quedarse de florero” supo-
Omar: Porque si vos dejás que el chico haga lo que quiera no va a nen el recurso a una idea de responsabilidad o vergüenza respecto de lo que
aprender lo que tiene que aprender… entonces, cuando ella te casti- se considera un comportamiento inadecuado o una transgresión. Ideas que,
gaba, era porque estaba bien, porque algo habías hecho. en suma, se refieren a una norma abstracta considerada válida por todos (es
E.: ¿Por ejemplo?
justamente el reconocimiento de la norma lo que provoca la vergüenza de
Omar: Copiarte, pegarle a alguien, qué sé yo…
E.: ¿Y en esos casos qué hacía esta maestra?
ser expuesto como transgresor de ésta). Consideremos el siguiente extracto
Omar: Y… te retaba, o te paraba al frente, para que todos te vieran, del relato de Laura:
o te mandaba a dirección… y ahí flor de vergüenza te hacían pasar,
pasaban los otros y vos ahí, de florero… se te reían todos. E.: ¿Qué pasaba cuando se peleaban en los recreos?
Laura: Si la maestra estaba distraída, la portera tocaba la campana y
se quedaban quietitos. Si no, los separaban las maestras, los retaban
Aunque la exigencia era la característica distintiva de las maestras “re c-
y los mandaban a dirección o los ponían delante en el patio hasta que
tas”, esta exigencia no contaba con una consideración negativa. Nos inte- formáramos y entrábamos todos los grados y después entraban
resaría rescatar aquí dos cuestiones: la primera es el reconocimiento, en el ellos… eso es lo que yo me acuerdo.
relato, de una autoridad fundada en el saber y su capacidad de transmisión.
Y conviene aquí ver cómo también las maestras destacan esa re l a c i ó n El llamado de atención que relata Laura –el toque de campana realizado
entre disciplina y tarea de enseñar, utilizando la misma taxonomía que los por la portera– así como la expresión “las maestras” permiten dar cuenta
alumnos: de varias cuestiones importantes: en principio, del reconocimiento de una
autoridad genérica o impersonal. En este sentido, en los relatos no son infre-
Dorinda: Porque yo tenía fama de mala.
cuentes frases como “las maestras disponían ya de esa autoridad” o “las
E.: ¿Sí?
Dorinda: Sí, claro, porque yo era muy recta.
maestras infundían ese respeto”. Es decir que la autoridad docente es con-
E.: ¿Y por qué eras recta? cebida, básicamente, como “dada”, impersonal, más allá de las característi-
Dorinda: Y… porque si no hay disciplina no se puede aprender. cas personales –o la posición– de la persona que la demande. En segundo
lugar, dados estos supuestos acerca de la autoridad, la misma puede ser
Se hace necesario destacar, también, cómo en su relato Omar cuenta transferible, cualquier agente escolar adulto es poseedor de una autoridad
que esta maestra “a veces también gritaba”, sin embargo no la califica de reconocida por los alumnos (recordemos nuevamente la presencia de la por-
“brava” o “mala”; la diferencia se encuentra, justamente, en las formas de tera en el relato).
lograr obediencia y en lo oportuno del castigo. Recurrir “a veces” al grito Lo que están mostrando estos relatos, entonces, es el predominio de una
supone que no era frecuente que utilizara esa modalidad para imponer res- concepción de la autoridad fundada en el reconocimiento de la posición de
peto. Otras formas de lograr la obediencia parecen ser puestas en juego: el quien la detenta (adulto/maestra/directora/portera). Este reconocimiento va
reto o pasar al frente. Veamos. más allá de las posibles consideraciones negativas acerca de las formas en
que esa autoridad es demandada. Quizás arriesgando demasiado, podríamos
E.: ¿Alguna vez te retaron en la escuela? decir que es justamente este reconocimiento de una autoridad basada en la
Marta: Me acuerdo de una vez que en las vacaciones de invierno nos jerarquía de posiciones lo que permite que en la escuela convivieran mane-
habían dado un montón de cuentas, un montón de cosas para hacer. ras tradicionales de su ejercicio –como los castigos físicos– con otras espe-
Claro, yo había sido fiaca y recuerdo que no había hecho algunas cíficamente modernas, como las penitencias o el reto, esto es, formas de
138 Paola Gallo Las dimensiones de las relaciones de autoridad en la escuela 139

lograr la obediencia que apelan al cumplimiento de una norma reconocida E.: ¿Y qué pasó en tu casa cuando llevaste esa nota mala?
y aceptada por todos.4 Norma.: ¡Un reto bárbaro!, y hasta que no levantara esa nota y que
Esto último nos lleva a otra cuestión de gran importancia que tiene que la trajera…
E.: ¿Qué pasaba hasta que la levantaras?
ver con las formas en que se ejercía la autoridad en la familia y la posibili-
Norma: Por ejemplo, no salía o te dejaban en penitencia.
dad de que éstas se constituyeran en bases posibles del ejercicio de la auto- E.: ¿Quién te retaba?
ridad en la escuela. Esto es, la continuidad que puede establecerse entre la Norma: Mi mamá.
autoridad parental y la autoridad escolar. A la hora de preguntar por las for- E.: ¿Y si no le hacías caso?
mas que asumía el trato entre padres e hijos, los entrevistados expresaban Norma: Te pegaba un sopapo, y lo hizo más de una vez…
lo siguiente:
Consideremos estos relatos a la luz de aquellos que nos hablan de la rela-
E.: ¿Cómo era la relación con tus padres? ción entre los docentes y los alumnos. Nuevamente aparecen expresiones
Antonio: Buena, siempre fue buena. Aparte de eso de que vos de que tipifican esas relaciones en torno al respeto y sus manifestaciones
chico… por eso yo te digo que la educación ha cambiado muchísimo,
–como en el caso de Laura y Antonio– y también a maneras no muy dife-
porque yo me acuerdo de que nosotros salíamos, yo salía con mi
madre a algún lado… mi madre me llevaba porque iba a visitar a algu-
rentes de ejercer la autoridad –y por lo tanto de demandar obediencia– en
na amiga o a otro lado… y con sólo mirarte era suficiente. al ámbito de la familia y en el de la escuela. Así como no era raro que en la
E.: Y cuando los desobedecías, ¿qué pasaba? relación padre/hijos los primeros impusieran el mandato de obediencia a
Antonio: Y… te ligabas un sopapo, porque en ese entonces se acos- través de un castigo físico, tampoco era raro que en la escuela las maestras
tumbraba. lo hicieran a través de un punterazo o de un “coscorrón”. Aunque cabe acla-
rar que en el caso de los padres el ejercicio de formas de la autoridad que
E.: ¿En tu casa como era la relación con tus padres? incluyen el castigo físico no conlleva una consideración negativa por parte
Laura: Había mucho respeto, no es como ahora que los chicos dialo- de los entrevistados. Puede que estén subyaciendo aquí supuestos referidos
gan más con los papás y juegan… no, nosotros… qué sé yo…, mi
a lo que se percibe como comportamientos propios de ambos tipos de auto-
papá infundía mucho respeto en la mesa y había que comer como se
debía y no levantar el tono, y cuando hablaban los grandes los chicos
ridad: aceptado en el caso de los padres, rechazado –aunque no por ello
se callaban, en la mesa grande, en la de casa nosotros éramos seis impugnada la autoridad– en el caso de las maestras.
hermanos y mi papá y mi mamá. Destaquemos también la manera en que los relatos construyen un
“antes” y un “después” con respecto a estas relaciones, que ellos particula-
4. Entendemos por formas modernas del ejercicio de la autoridad aquellas donde el cas- rizan en los vínculos entre padres e hijos, pero que también se traslada a la
tigo físico es reemplazado por la corrección como manera de lograr la obediencia y la sub- relación entre padres y docentes.
ordinación del alumno al docente. En la Argentina, entre fines del siglo XIX y principios Al preguntarles qué actitud tomaban cuando las maestras les daban pun-
del XX, con el proceso de construcción del sistema público de enseñanza y, junto con él, terazos o les tiraban de la oreja una respuesta frecuente fue “nada… aga-
de la autoridad del Estado y del maestro sobre la socialización de la niñez, el castigo físi-
co fue eliminado de las escuelas (aunque esto no implique que desapareciera) y en su
chábamos la cabeza”. Así lo cuenta Hugo:
reemplazo fueron promovidas formas de intervención sobre el alumno que apelaban al
estímulo y la sanción antes que al castigo. Estas nuevas maneras fueron criticadas tem- E.: ¿Cuando te daban un punterazo qué hacías? ¿Le contestabas, le
pranamente y consideradas como “tradicionales” por corrientes pedagógicas que propo- decías algo?
nían formas de enseñanza basadas en el autoaprendizaje y rechazaban el método discipli- Hugo: No, agachabas la cabeza… qué ibas a discutir,¡no!, qué le vas
nario y el papel central que asumía el maestro en el proceso de enseñanza. Sin embargo, a discutir.
y en la medida en que nuestras fuentes no nos permiten ver el impacto de estas corrien-
tes “críticas” en las prácticas y los sentidos de los actores que analizamos –por lo menos
hasta la segunda mitad del siglo XX– optamos por mantener en este análisis esas concep- Si bien la expresión utilizada por Hugo y varios de los entrevistados nos
tualizaciones. Para una lectura sobre los debates que se abrieron en el seno del campo llevaría a pensar en la sumisión y la aceptación del castigo, esto, como ya
pedagógico en torno a lo que se consideraban formas adecuadas de intervención sobre el vimos, se acompaña de una consideración negativa respecto de tales conduc-
niño en la escuela, véanse Puiggrós (1990), Carli (2003), Lionetti (2007: 97-105).
140 Paola Gallo Las dimensiones de las relaciones de autoridad en la escuela 141

tas o actos.5 Además, también podían funcionar como estrategia para evitar ejercida por los padres (en tanto adultos) sobre los hijos en la familia parece
otro tipo de reprimendas, como las que se podían dar en la casa. Veamos: haber actuado como una fuente de legitimidad de la autoridad de los maes-
tros (también en tanto adultos) en la escuela. Luego, que la legitimidad de la
E.: ¿Tus padres qué decían cuando les contabas? autoridad del maestro en la escuela se ha debilitado, en tanto y en cuanto se
Laura: Mirá, yo siempre me lo pregunté, y mis hijos me decían “¿tu ha quebrado la continuidad entre autoridad parental y autoridad escolar.
mamá no se quejaba?”, y no… porque se trataba del respeto a la Estos relatos también pueden estar hablando de un quiebre más profundo,
maestra, había que hacerle caso sí o sí, y si ibas con quejas a los
aquel que afectó las formas tradicionales que asumían las relaciones de auto-
padres te decían “y bueno, algo habrás hecho” [...] No, no, te la
aguantabas. Calladito, calladito, agachabas la cabeza.
ridad entre adultos y niños.
E.: ¿Por qué? Sosteniéndonos en las narrativas, entonces, podríamos argumentar que
Laura: Porque venía el reto de la maestra y el reto de la casa, viste, en la escuela la autoridad tradicional de los adultos sobre los niños (presente
estaba ese respeto y decías “uy… mi mamá ahora me mata o mi papá en las relaciones entre padres e hijos, pero también en aquellas entre alum-
me mata…”. nos y maestros), y la autoridad propiamente escolar –institucional– funcio-
naban, si cabe el término, de manera complementaria, no se contradecían
E.: ¿Alguna vez tuviste que llamar a un padre por un mal comporta- ni tampoco una suplantaba a la otra. Es esa dinámica la que parece subya-
miento? cer en el “antes” de los relatos. Mientras que el “después” en las relaciones
Dorinda: Sí, en otro grado llamé a un papá porque el chico se porta-
de autoridad pareciera remitir a una erosión y un quiebre en esa dinámica
ba mal y no hacía las cosas; jugaba todo el día y vos sabés que des-
pués yo estaba arrepentida porque el padre le quiso pegar, y lo tuvi-
que afecta las bases sobre las cuales ésta se sustentaba.
mos que separar con la directora: “¿Por qué no hacés caso a la maes- Ahora bien, aquí nos encontramos, nuevamente, con el problema de
tra?”, no es como ahora que van a retar al maestro. No, no, yo no las reconstrucciones ex post. Puesto que sólo estamos trabajando con
me encontré con ningún caso así. narrativas, tenemos que preguntarnos si lo que ellas nos sugieren –un
“antes” en el sistema de relaciones de autoridad en la escuela en donde
Como en los relatos que acabamos de exponer (aunque debemos tener éste se asentaba en una continuidad entre autoridad parental y escolar– es
en cuenta que lo que nos cuenta Dorinda puede ser un caso extremo), tam- sólo una reconstrucción que se realiza para denunciar un presente en el
bién en otros se destaca esa distinción entre un “antes” y un “después” con que esa continuidad habría caducado o si podemos discernir en esa
respecto a la relación entre padres y maestros. Si “antes” era mejor no lle- reconstrucción algo más que un juicio extemporáneo. Esto es, si la consti-
var ninguna mala nota a la casa, ni contar que la maestra los había retado, tución de esas narrativas en torno al eje autoridad parental-autoridad esco-
puesto que el castigo o la reprimenda podía ser doble, el “después” se carac- lar no podría ser el resultado del contraste normativo o de constitución
teriza por situaciones donde son “los padres los que van a retar al maestro moral de los actores de una y otra generación. Porque, de ser así, estas
en vez de retar al hijo”, como lo expresaba Omar, según lo que le cuenta su narrativas sí nos estarían expresando un cambio en las relaciones de auto-
mujer que –en el momento de la entrevista, en 2003– trabajaba como por- ridad, tal y como son experimentadas por actores específicos. Aunque aquí
tera en la escuela (o como lo sugiere también el relato de Dorinda, o el diá- podríamos aducir que la manera en que nuestros entrevistados se posicio-
logo de Laura con los hijos). nan frente a la realidad actual puede estar hablando de que efectivamente
Ahora, veamos qué nos sugieren las narrativas hasta aquí: en principio, estamos ante la presencia de una moralidad diferente a la del presente.
una continuidad entre autoridad parental y escolar. Esto es, que la autoridad Aun así, lo ideal hubiera sido poder contrastar estas narrativas con las
fuentes documentales.
Lamentablemente, las fuentes disponibles para el período analizado en
5. Tampoco debemos pensar que la obediencia impuesta de esta forma era absoluta. En este primer apartado no nos permiten confirmar aquello que sugieren las
sus relatos, nuestros actores también nos cuentan cómo se “cuidaban de no hacer trave- narrativas. Sin embargo, podemos tratar de dilucidar medianamente este
suras delante de esas maestras” (Omar), y, como lo relata Antonio: “Las que eran buenas
dilema acercándonos al análisis de otro caso, como es el del colegio.
lograban muchas más cosas que las otras… porque yo digo… si a un chico lo tratás con
rebeldía, se pone peor…”.

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