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Comisión N° 1 - Parte General : "Efectos de los actos

involuntarios".-

" El error como causa de obstrucción de la voluntad: sus


efectos respecto de los actos a título gratuito y con relación a
los actos jurídicos extrapatrimoniales".-

Resumen de las conclusiones: En una futura reforma del


CCyC, el requisito de la recognocibilidad del error debe ser
expresamente suprimido respecto de los actos a título
gratuito, y de los actos extrapatrimoniales.

Autor: Nicolás Reviriego (Profesor adjunto regular de la


materia Derecho Civil parte general, de la Facultad de
Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de
Buenos Aires, cátedra del Dr. Julio César Rivera).
El error como causa de obstrucción de la voluntad: sus efectos
respecto de los actos a título gratuito y con relación a los actos
jurídicos extrapatrimoniales.

I.- Introducción

El tema propuesto para analizar en la comisión Nro. 1 se me presenta


demasiado extenso e inabarcable, y tiene involucradas varias bolillas de nuestra
materia Derecho Civil parte general, razón por la cual he decidido intentar esbozar
una propuesta concreta, siguiendo las huellas que dejara el distinguido Dr. José
Tobías en las Jornadas preparatorias que se llevaron a cabo en la Facultad de
Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Buenos Aires los días 13
y 14 de Agosto del corriente año (comisión Nro. 1), en donde el jurista mencionado
abordó la cuestión del error y sus efectos teniendo en cuenta el nuevo requisito que
debe tener para ser causal de nulidad: su recognocibilidad.

II.- Los actos voluntarios: caracterización, elementos y causas obstructivas

Cuando se comienza con el estudio de la teoría de los hechos y de los actos


jurídicos, se parte del concepto genérico de suceso o evento para desarrollar luego su
clasificación, distinguiéndose en primer lugar a los hechos de la naturaleza y a los del
hombre o humanos, teniendo en cuenta la intervención o no del hombre. Luego, los
humanos de dividen en voluntarios e involuntarios; siendo los primeros aquéllos en
donde el hombre actúa con una voluntad completa y plena, y los segundos se
materializan en los casos donde un sujeto acciona con una voluntad imperfecta o
incompleta. A su turno, los hechos humanos se dividen en lícitos e ilícitos; dentro de
estos últimos encontramos los delitos y los cuasidelitos, y los lícitos se clasifican en
actos jurídicos y simples actos lícitos o actos lícitos propiamente dichos.
De acuerdo con el art. 260 del Código Civil y Comercial, "El acto voluntario
es el ejecutado con discernimiento, intención y libertad, que se manifiesta por un
hecho exterior". El antecedente de esta norma es el art. 897 del Código de Vélez que
distinguía los hechos humanos voluntarios e involuntarios, siendo los primeros
aquéllos ejecutados con discernimiento, intención y libertad.
Entonces, una voluntad completa significa que reúne sus tres elementos
internos que son precisamente los que mencionan las normas transcriptas, pero
además, la voluntad debe ser volcada al exterior por alguna de las formas que
establece el CCyC en sus arts. 262/264: a esto se lo llama requisito externo. Hay
que tener en cuenta además, que una voluntad que contiene sus tres elementos
internos puede no tener la plenitud que el Código requiere, con lo cual estaríamos en
presencia de un acto involuntario; este sería el caso, por ejemplo, de un acto obrado
bajo error esencial y reconocible. Es decir, la plenitud de la voluntad implica la
ausencia de vicios o de causas obstructivas que afecten a sus elementos internos.
Ahora bien, el discernimiento constituye una aptitud natural que poseemos las
personas, pudiendo ser definido genéricamente como “la facultad de conocer en
general”, o la aptitud de apreciar o juzgar nuestras acciones. En otros términos,
“saber lo que se hace”1.
1
SALVAT, Raymundo M.-LOPEZ OLACIREGUI, José María, Tratado de Derecho Civil Argentino,
Parte General, T. II, Nro. 1568, Buenos Aires, ed. Tea, 1964.
Desde otro punto de vista, se ha dicho que el discernimiento consiste en una
cualidad del espíritu humano que permite distinguir lo verdadero de lo falso, lo justo
de lo injusto, y apreciar las consecuencias convenientes o inconvenientes de las
acciones humanas. El discernimiento es la versión jurídica de esa potencia del alma
humana que los filósofos denominan entendimiento o inteligencia2.
Por ejemplo, el discernimiento le permite a una persona apreciar si el contrato
que va a llevar a cabo, será beneficioso para sus intereses, o si por el contrario, dicho
acto jurídico incidirá negativamente. Consecuentemente, mediante esta apreciación
previa, el sujeto decidirá si lleva a cabo el negocio inmediatamente, si espera a que se
den condiciones económicas más favorables, o en definitiva, opta por realizar otro
distinto.
Como principio general, las personas físicas obran con el discernimiento
necesario a fin de apreciar las particularidades de los actos jurídicos que llevan a
cabo, pero existen circunstancias excepcionales que determinan la ausencia total o
parcial de este elemento interno de la voluntad, las que traen como consecuencia
obligada que el acto desplegado por un sujeto que actúa con una voluntad obstruida
será considerado como involuntario, el que, como principio, no obliga al sujeto. Así
es que la jurisprudencia ha entendido que la falta de discernimiento es la ausencia de
aptitud genérica y natural para valorar, comprender, sopesar el acto y sus efectos3.
En el nuevo CCyC el discernimiento puede verse afectado por dos causas
obstructivas: la privación permanente o transitoria de la razón, y la minoridad. A ello
se refiere el art. 261 en los términos siguientes: "Es involuntario por falta de
discernimiento: a) El acto de quien, al momento de realizarlo, está privado de la
razón; b) el acto ilícito de la persona menor de edad que no ha cumplido diez años;
c) el acto lícito de la persona menor de edad que no ha cumplido trece años, sin
perjuicio de lo establecido en disposiciones especiales". Como se puede observar, a
diferencia del Código Civil de Vélez -con anterioridad a la entrada en vigencia de la
denominada nueva ley de salud mental- el art. 261 establece sólo dos causas
obstativas del discernimiento. En efecto, el viejo art. 921 del Código derogado
mencionaba a los menores, a los dementes y a los privados de razón por cualquier
accidente, norma que quedó modificada de hecho a raíz de la incorporación del art.
152 ter. que modificó completamente el sistema imperante hasta entonces en materia
de dementes.
Por su parte, la intención puede ser definida como el propósito de celebrar un
acto en particular, y de acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española,
sería la determinación de la voluntad en orden a un fin. Este elemento suele estar
afectado por dos vicios de la voluntad que son el error o ignorancia y el dolo, pero
para que ellos puedan ser causa de nulidad deben reunir las siguientes condiciones:
en el caso del error, debe ser esencial y reconocible; y el dolo debe ser principal o
esencial como lo denomina el nuevo CCyC, implicando ello la reunión de tres
requisitos positivos y uno negativo: tiene ser grave, causar un daño importante, ser la
causa determinante del acto o contrato, y no debe haber existido dolo de ambas
partes (conf. arts. 265/275 CCyC).
Por último, la libertad puede ser caracterizada como la posibilidad de actuar,
de elegir, o de determinar nuestras acciones sin una indebida coacción de un tercero;
o en otros términos y de acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española,
"facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no

2
LLAMBIAS, Jorge Joaquín, Tratado de Derecho Civil, Parte General, T.II, pág. 230, ed. Perrot,
1997.
3
CNCiv., Sala C, mayo 14-1981, ED, 94-319.
obrar, por lo que es responsable de sus actos". También aquí existe la posibilidad de
que este elemento interno de la voluntad sea atacado por el último de los vicios del
consentimiento que es la violencia, en sus dos especies de fuerza e intimidación o
coacción moral (conf. arts. 276/78 CCyC).

III.- Los actos involuntarios

El art. 900 del Código derogado disponía que el acto involuntario era aquél
obrado sin discernimiento, intención y libertad, y por tanto no producían obligación
alguna. Es más que claro, que basta la ausencia o la afectación de un solo elemento
interno para que el acto se juzgue involuntario. En tal orden de ideas, y a título de
ejemplo, si tomamos la segunda causa obstativa del discernimiento que es la
privación de razón, vemos que las fuentes más frecuentes que la originan son sin
ninguna duda los padecimientos médicos de la razón, ebriedad y el consumo de
estupefacientes. Sin embargo, existen otras como por ejemplo, la demencia de hecho,
el hipnotismo, el furor, el sonambulismo, el pánico, crisis momentáneas derivadas de
la intoxicación por medicamentos, lipotimias, mareos intensos, la muerte aparente, el
desvanecimiento, la epilepsia, el delirio producido por la fiebre etc.4.
Asimismo, son causas que suprimen el discernimiento debido a estados
transitorios de inconsciencia y resultan obstativos a la posibilidad de contratar, la
demencia senil no declarada, los estados vegetativos producidos por la senectud, la
arteroesclerosis y la parálisis muscular, en los que es imposible exteriorizar una
manifestación de voluntad ya sea en forma expresa o tácita5.
A pesar del intento de la doctrina nacional y extranjera de hallar supuestos
que encajen dentro de la causal en análisis, es poco menos que imposible que un
sujeto realice un contrato en un estado de sonambulismo, o bajo los efectos de una
hipnosis. Además, basta analizar los distintos repertorios de nuestra jurisprudencia,
para darnos cuenta que los únicos casos allí contemplados son la embriaguez y el
abuso de drogas6, excepción hecha, claro está, en el tema de la imputabilidad penal.
En todos los supuestos reseñados, la alteración de la razón es de carácter
meramente accidental o pasajera, cualquiera sea la circunstancia o el hecho que
produzca ese estado7, siendo suficiente que el autor del acto haya perdido el dominio
de sus sentidos, lo que puede acontecer tanto en el caso de pérdida total o parcial de
la razón.
Cabe aclarar8, que estos estados transitorios de inconsciencia o de
perturbación de la actividad del espíritu, no tienen por consecuencia la incapacidad
de celebrar negocios jurídicos, por lo que aquéllos realizados bajo la influencia de
alguno de los supuestos señalados, son perfectamente válidos, salvo prueba en
contrario.

4
CIFUENTES, Santos, Negocio Jurídico, Nro. 56; AGUIAR, Henoch D, Hechos y Actos Jurídicos,
T.I, Nro. 29.
5
Tribunal en lo Criminal Nº1 de Morón, 17-9-2010, LLBA,2010 (Noviembre) 1163,
AR/JUR/51422/2010.
6
CNCiv., Sala G, junio 5-1995, ED, 163-517. El fallo citado, aclara –si bien referido a la materia
testamentaria- “que carecen también de la facultad de testar todos aquéllos cuyos espíritus se
encuentran perturbados y obscurecidos por distintas causas...”
7
SALVAT, Raymundo M, pág. 180, ob. cit.
8
ENNECCERUS, Ludwig-KIPP, Theodor-WOLFF, Martín, Tratado de Derecho Civil, T.I, Vol 2,
pág. 97, Barcelona 1950.
Lo importante a tener en cuenta, es el hecho de que quede disminuida la
facultad volitiva del sujeto para entender el valor del acto que realiza bajo el influjo
de alguna de las causales enumeradas9, las que se caracterizan por su transitoriedad.
En definitiva, un acto reviste el título de involuntario cuando el sujeto que lo
lleva a cabo actúa con una voluntad obstruida por una causa transitoria o permanente
de la razón, o porque algún vicio del consentimiento atacó a la intención o a la
libertad. Pero se hace necesario preguntarnos cuáles son las consecuencias de los
actos involuntarios en general, y para ello se impone la transcripción de los arts.
1750 y 1742 del CCyC., para al final de esta ponencia relacionarlos con el error
esencial y reconocible.
El primero de ellos estipula que "El autor de un daño causado por un acto
involuntario responde por razones de equidad. Se aplica lo dispuesto en el art. 1742.
El acto realizado por quien sufre fuerza irresistible no genera responsabilidad para
su autor, sin perjuicio de la que corresponde a título personal a quien ejerce esa
fuerza".
El segundo mencionado artículo decreta que "El juez, al fijar la
indemnización, puede atenuarla si es equitativo en función del patrimonio del
deudor, de la situación personal de la víctima y las circunstancias del hecho. Esta
facultad no es aplicable en caso de dolo del responsable".

IV.- El Error

1. Concepto y requisitos

Constituye uno de los tres vicios de la voluntad o del consentimiento, y junto


con el dolo vician a la intención. Siempre implica un concepto equivocado o un
juicio falso; también se puede reducir a una acción desacertada o equivocada. La
doctrina francesa10 lo ha definido como el defecto de concordancia entre la voluntad
verdadera, y por consiguiente, la voluntad interna y la voluntad declarada.
Puede afirmarse con Pothier11, que el error es el mayor vicio de las
convenciones, porque éstas se formalizan por el consentimiento de las partes y no
puede haber consentimiento cuando éstas han errado respecto al objeto de su
convención.
Como es sabido, en el Código Civil de Vélez, para que el error fuese causal
de nulidad del acto jurídico debía reunir dos condiciones: ser esencial y excusable. Si
bien el codificador no definió la esencialidad del error, se ocupó de fijar sus
supuestos en los arts. 924, 925, 926 y 927, y así enumeró los siguientes casos de
errores esenciales, los que debían recaer sobre: la naturaleza del acto, la persona, la
cualidad de la cosa que se ha tenido en mira, la causa principal del acto y el objeto.
La segunda condición que debía reunir el error se encontraba normada en el art. 929
9
MESSINEO, Francesco, Manual de Derecho Civil y Comercial, T.II, pág. 114, Buenos Aires, 1979.
Es importante tener en cuenta, que para este autor, los estados transitorios de privación de la razón,
quedan englobados en la denominación de incapacidad natural de obrar, es decir, aquélla que tiene su
raíz en un estado psíquico (permanente o transitorio) de enfermedad mental, determinada por
cualquier evento (embriaguez grave, sonambulismo, hipnosis, demencia, sobreexitación, angustia y
similares; y en un sentido más amplio, se habla también de incapacidad de entender (propiamente
inconsciencia) o de querer.
10
Josserand, Louis, Derecho Civil, T° II, vol. 1, pág. 48, ediciones jurídicas Europa-América, Bosch y
Cía. editores, 1950, traducción de Santiago Cunchillos y Manterola; Saleilles, La déclaration de
volonté, págs. 11 y siguientes.
11
Traité des obligations, nro. 17.
que disponía que "El error de hecho no perjudica, cuando ha habido razón para errar,
pero no podrá alegarse cuando la ignorancia del verdadero de estado de las cosas
proviene de una negligencia culpable".
Consecuentemente, un error era excusable cuando el sujeto había tomado las
medidas necesarias tendientes a evitar el error, pero a pesar de ello no había logrado
evitar caer en el pozo del equívoco, con lo cual estaba facultado a peticionar la
nulidad del acto; pero no cuando la equivocación era el resultado del obrar
imprudente, negligente o irreflexivo del agente, y esto último era un claro ejemplo
del principio romano que nadie es oído cuando alega su propia torpeza.
Sin duda alguna, con esta exigencia, el codificador ha venido a templar el
excesivo individualismo resultante de las disposiciones legales que facultan la
invocación del error. Pues si siempre que alguien sufriere un error esencial pudiese
estar autorizado para invalidar el acto, quedaría muy quebrantada la necesaria
seguridad de las transacciones jurídicas. Para evitar esta nociva consecuencia, se ha
puesto la valla del artículo 929, inspirado en el criterio similar de Freitas12.
En el nuevo CCyC, como bien es sabido, se ha suprimido el requisito de la
excusabilidad del error esencial, pero se incorporó otro requisito indispensable para
que el negocio jurídico pueda caer bajo la nulidad relativa: su reconocibilidad por el
destinatario de la declaración.

2. Error reconocible

De conformidad con el art. 266 del CCyC, "El error es reconocible cuando
el destinatario de la declaración lo pudo conocer según la naturaleza del acto, las
circunstancias de persona, tiempo y lugar".
En los fundamentos del Anteproyecto de CCyC de 2012, la comisión aclara
que "se mantiene la necesidad de que el error sea esencial y se prescinde del requisito
de la excusabilidad. Tratándose de actos bilaterales o unilaterales recepticios, el
esquema de la excusabilidad se traslada -para tutela de la confianza- del que yerra
hacia el destinatario de la declaración: se requiere, por ello, la reconocibilidad (art.
1428 del Código Civil Italiano)"13.
Como bien reseña María Isabel Benavente14, en las primeras Jornadas de
Derecho Civil realizadas en Santa Fé en el año 1963, se discutió si correspondía o no
mantener el requisito de la excusabilidad del error, y lo interesante fue que una de las
posturas sustentada, entre otros, por Jorge Mosset Iturraspe y Alberto Molinario,
postulaba que para provocar la nulidad del acto jurídico, el error debía ser esencial y
reconocible, según el régimen adoptado por el Código Civil Italiano de 1942, y como
se puede apreciar, esta es la solución que siguió la comisión que redactó en
Anteproyecto de 2012.
Con gran claridad, Francesco Messineo15 afirma que el error tiene influencia
cuando sea esencial y reconocible (art. 1428 del Cód. Civil). Pero la esencialidad
concierne a la materia sobre la cual recae el error; la recognoscibilidad se refiere en
12
Llambias, Jorge Joaquín, Tratado de derecho Civil, parte General, Tomo II, pags 429/430, Edit.
Perrot, 1997, Buenos Aires.
13
Código Civil y Comercial de la Nación, Proyecto del Poder Ejecutivo Nacional redactado por la
Comisión de Reformas designada por decreto presidencial Nro. 191/2011, pág. 467, Ed. La Ley,
Junio/2012.
14
Código Civil y Comercial de la Nación comentado, T° II, pág. 43/44, ed. Rubinzal-Culzoni,
Enero/2015.
15
Manual de Derecho Civil y Comercial, T° II, pág. 434, EJEA, 1979.
cambio, a la posibilidad abstracta de advertir el error ajeno. La prueba de la
esencialidad está a cargo de quien cometió el error y que las alegue.
Este nuevo requisito introducido por el CCyC se sustenta en el principio de
buena fe porque se exige que ambas partes sean diligentes y leales la una con la otra.
Al emisor se le exige que no declare cualquier cosa sin sopesar las expectativas que
genera, y al receptor que, de percibir que se está incurriendo en error, se lo advierta
al otro para que pueda rectificar, so pena de poder incurrir incluso en una reticencia
dolosa16.
Efectivamente, el art. 1428 del Código Civil italiano establece dos
condiciones para que el error sea causal de anulación del contrato: esencial y
cognoscible por el otro contratante; pero es la norma del art. 1431 la que detalla las
particularidades de éste último, lo hace en los términos siguientes: "El error se
considerará cognoscible cuando en relación al contenido, a las circunstancias del
contrato o a la calidad de los contratantes, una persona de normal diligencia,
hubiese podido advertirlo".

3. Actos a título gratuito y actos extrapatrimoniales

El CCyC establece en su art. 265 que en los casos de actos bilaterales o


unilaterales recepticios, el error además de ser esencial, debe ser reconocible. Está
claro que este nuevo requisito implementado en el Código de fondo tiende a
resguardad la seguridad jurídica, la buena fe y confianza que debe reinar en los
contratos.
Por cierto que queda descartada la vigencia del requisito en los negocios
unilaterales no recepticios, pues su fundamento se encuentra en la protección de la
confianza (no hay en esos actos intereses de esa naturaleza a proteger), el artículo
toma partido expreso en un tema controvertido: el de si la recognoscibilidad es solo
exigible en los negocios bilaterales o también en los unilaterales recepticios. Es
compartible el criterio adoptado, abarcativo de ambos tipos de actos: también en los
unilaterales recepticios está en juego la confianza del destinatario17.
Pero a esta altura cabe preguntarse qué ocurre en los actos a título gratuito?,
porque ni el antecedente que es el Código Italiano, ni el CCyC aclaran la cuestión, y
la aplicación de tal requisito a este tipos de actos dejaría huérfano de protección al
que incurre en error, o al otorgante del acto jurídico gratuito.
Recordemos, que el acto jurídico puede ser unilateral o bilateral, el primero es
aquél que necesita la intervención de un sujeto para constituirlo o crearlo, como por
ejemplo un testamento; por su parte en el bilateral se requiere la intervención de por
lo menos dos partes con intereses distintos y contrapuestos para formal el acto, como
ocurre con los contratos.
Además, los actos jurídicos se clasifican en onerosos y gratuitos. Los
primeros son aquéllos en donde ambas partes realizan un sacrificio patrimonial, es
decir, cumplen alguna obligación, sea esta de dar, de hacer o de no hacer, pero al
mismo tiempo obtienen una ventaja o beneficio. Por el contrario, el acto es a título
gratuito, cuando una sola de las partes obtiene alguna ventaja o beneficio, y la otra es
la que realiza la prestación sin obtener nada a cambio. Como ejemplos de actos
gratuitos se pueden mencionar los siguientes: el contrato de mandato cuando no se

16
Ramiro Prieto Molinero, en Código Civil y Comercial de la Nación comentado, Rivera, Julio César-
Medina, Graciela, directores, T° I, pág. 266, ed. La Ley, Octubre de 2014.
17
Tobías, José, W., Tratado de Derecho Civil, T° III, pág., ed. La Ley 2018.
hubiere convenido que el mandatario perciba una retribución por su trabajo, caso
contrario, el mandato será oneroso; el mutuo o empréstito de consumo, cuando no
lleva intereses, destacando que si las partes (mutuante y mutuario) los hubiesen
acordado expresamente, el mutuo será oneroso; el comodato o préstamo de uso; la
donación, salvo que se trate de una donación remuneratoria o de una donación con
cargo, en cuyo caso, se juzgará onerosa; etc.
En consecuencia, me parece que el requisito incorporado por el nuevo CCyC
no debe aplicarse a los actos a título gratuito, y sería bueno, en una futura reforma,
excluirlos expresamente del art. 265. Por cierto, que siempre el juez podrá aplicar en
casos excepcionales, una indemnización por motivos de equidad a la persona que
sufrió un daño con motivo del error en que incurrió la contraparte, y ello en los
términos de los arts. 1750 y 1742.
Por otro lado, se pregunta Tobías si ¿Es razonable la vigencia del requisito de
la recognoscibilidad en los actos extrapatrimoniales (cuya razón de ser, como se vio,
es la protección de la confianza que generó en el destinatario la declaración del
errante)? ¿O la tutela de la confianza —relevante en los negocios patrimoniales—
ingresa en un perceptible segundo plano en los extrapatrimoniales, en cuyo ámbito lo
decisivo es la protección de la voluntad? (dación de órganos, de partes separadas del
cuerpo): en esta especie de actos, el centro de gravedad está constituido por la
"autodeterminación" de la persona (art. 19, CN), siendo que, por ello, la voluntad
puede apreciarse, primordialmente, desde la perspectiva de la voluntad del
manifestante. La importancia del tema queda relativamente atenuada (no desaparece)
considerando que, en general, se trata de actos libremente revocables (arts. 55, 56,
58, 60).
En tal orden de ideas, se ha expresado acertadamente 18, que razones de
política jurídica aconsejan mantener el recaudo de excusabilidad en aquellos
supuestos en los cuales la protección del tráfico no está en juego, y se ejemplifica
con el matrimonio. Más allá -que a mi juicio- el matrimonio ha sido reducido a su
mínima expresión en el CCyC, o si se quiere, ha sido puesto casi en coma por la
Comisión que elaboró en Anteproyecto de CCyC de 2012, en efecto, el art. 409
determina que entre los vicios del consentimiento se encuentra el error acerca de las
cualidades personales del otro contrayente, si se prueba que quien lo sufrió no habría
consentido el matrimonio si hubiese conocido ese estado de cosas y apreciado
razonablemente la unión que contraía. El juez debe valorar la esenciabilidad del error
considerando las circunstancias personales de quien lo alega.
De conformidad con lo señalado, que el error sea reconocible debe ser
descartado en los actos extrapatrimoniales, y tal extremo debe ser consignado de
forma expresa en el CCyC.

18
Benavente, María Isabel, ob. cit en nota 14, pág. 266.

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