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involuntarios".-
I.- Introducción
2
LLAMBIAS, Jorge Joaquín, Tratado de Derecho Civil, Parte General, T.II, pág. 230, ed. Perrot,
1997.
3
CNCiv., Sala C, mayo 14-1981, ED, 94-319.
obrar, por lo que es responsable de sus actos". También aquí existe la posibilidad de
que este elemento interno de la voluntad sea atacado por el último de los vicios del
consentimiento que es la violencia, en sus dos especies de fuerza e intimidación o
coacción moral (conf. arts. 276/78 CCyC).
El art. 900 del Código derogado disponía que el acto involuntario era aquél
obrado sin discernimiento, intención y libertad, y por tanto no producían obligación
alguna. Es más que claro, que basta la ausencia o la afectación de un solo elemento
interno para que el acto se juzgue involuntario. En tal orden de ideas, y a título de
ejemplo, si tomamos la segunda causa obstativa del discernimiento que es la
privación de razón, vemos que las fuentes más frecuentes que la originan son sin
ninguna duda los padecimientos médicos de la razón, ebriedad y el consumo de
estupefacientes. Sin embargo, existen otras como por ejemplo, la demencia de hecho,
el hipnotismo, el furor, el sonambulismo, el pánico, crisis momentáneas derivadas de
la intoxicación por medicamentos, lipotimias, mareos intensos, la muerte aparente, el
desvanecimiento, la epilepsia, el delirio producido por la fiebre etc.4.
Asimismo, son causas que suprimen el discernimiento debido a estados
transitorios de inconsciencia y resultan obstativos a la posibilidad de contratar, la
demencia senil no declarada, los estados vegetativos producidos por la senectud, la
arteroesclerosis y la parálisis muscular, en los que es imposible exteriorizar una
manifestación de voluntad ya sea en forma expresa o tácita5.
A pesar del intento de la doctrina nacional y extranjera de hallar supuestos
que encajen dentro de la causal en análisis, es poco menos que imposible que un
sujeto realice un contrato en un estado de sonambulismo, o bajo los efectos de una
hipnosis. Además, basta analizar los distintos repertorios de nuestra jurisprudencia,
para darnos cuenta que los únicos casos allí contemplados son la embriaguez y el
abuso de drogas6, excepción hecha, claro está, en el tema de la imputabilidad penal.
En todos los supuestos reseñados, la alteración de la razón es de carácter
meramente accidental o pasajera, cualquiera sea la circunstancia o el hecho que
produzca ese estado7, siendo suficiente que el autor del acto haya perdido el dominio
de sus sentidos, lo que puede acontecer tanto en el caso de pérdida total o parcial de
la razón.
Cabe aclarar8, que estos estados transitorios de inconsciencia o de
perturbación de la actividad del espíritu, no tienen por consecuencia la incapacidad
de celebrar negocios jurídicos, por lo que aquéllos realizados bajo la influencia de
alguno de los supuestos señalados, son perfectamente válidos, salvo prueba en
contrario.
4
CIFUENTES, Santos, Negocio Jurídico, Nro. 56; AGUIAR, Henoch D, Hechos y Actos Jurídicos,
T.I, Nro. 29.
5
Tribunal en lo Criminal Nº1 de Morón, 17-9-2010, LLBA,2010 (Noviembre) 1163,
AR/JUR/51422/2010.
6
CNCiv., Sala G, junio 5-1995, ED, 163-517. El fallo citado, aclara –si bien referido a la materia
testamentaria- “que carecen también de la facultad de testar todos aquéllos cuyos espíritus se
encuentran perturbados y obscurecidos por distintas causas...”
7
SALVAT, Raymundo M, pág. 180, ob. cit.
8
ENNECCERUS, Ludwig-KIPP, Theodor-WOLFF, Martín, Tratado de Derecho Civil, T.I, Vol 2,
pág. 97, Barcelona 1950.
Lo importante a tener en cuenta, es el hecho de que quede disminuida la
facultad volitiva del sujeto para entender el valor del acto que realiza bajo el influjo
de alguna de las causales enumeradas9, las que se caracterizan por su transitoriedad.
En definitiva, un acto reviste el título de involuntario cuando el sujeto que lo
lleva a cabo actúa con una voluntad obstruida por una causa transitoria o permanente
de la razón, o porque algún vicio del consentimiento atacó a la intención o a la
libertad. Pero se hace necesario preguntarnos cuáles son las consecuencias de los
actos involuntarios en general, y para ello se impone la transcripción de los arts.
1750 y 1742 del CCyC., para al final de esta ponencia relacionarlos con el error
esencial y reconocible.
El primero de ellos estipula que "El autor de un daño causado por un acto
involuntario responde por razones de equidad. Se aplica lo dispuesto en el art. 1742.
El acto realizado por quien sufre fuerza irresistible no genera responsabilidad para
su autor, sin perjuicio de la que corresponde a título personal a quien ejerce esa
fuerza".
El segundo mencionado artículo decreta que "El juez, al fijar la
indemnización, puede atenuarla si es equitativo en función del patrimonio del
deudor, de la situación personal de la víctima y las circunstancias del hecho. Esta
facultad no es aplicable en caso de dolo del responsable".
IV.- El Error
1. Concepto y requisitos
2. Error reconocible
De conformidad con el art. 266 del CCyC, "El error es reconocible cuando
el destinatario de la declaración lo pudo conocer según la naturaleza del acto, las
circunstancias de persona, tiempo y lugar".
En los fundamentos del Anteproyecto de CCyC de 2012, la comisión aclara
que "se mantiene la necesidad de que el error sea esencial y se prescinde del requisito
de la excusabilidad. Tratándose de actos bilaterales o unilaterales recepticios, el
esquema de la excusabilidad se traslada -para tutela de la confianza- del que yerra
hacia el destinatario de la declaración: se requiere, por ello, la reconocibilidad (art.
1428 del Código Civil Italiano)"13.
Como bien reseña María Isabel Benavente14, en las primeras Jornadas de
Derecho Civil realizadas en Santa Fé en el año 1963, se discutió si correspondía o no
mantener el requisito de la excusabilidad del error, y lo interesante fue que una de las
posturas sustentada, entre otros, por Jorge Mosset Iturraspe y Alberto Molinario,
postulaba que para provocar la nulidad del acto jurídico, el error debía ser esencial y
reconocible, según el régimen adoptado por el Código Civil Italiano de 1942, y como
se puede apreciar, esta es la solución que siguió la comisión que redactó en
Anteproyecto de 2012.
Con gran claridad, Francesco Messineo15 afirma que el error tiene influencia
cuando sea esencial y reconocible (art. 1428 del Cód. Civil). Pero la esencialidad
concierne a la materia sobre la cual recae el error; la recognoscibilidad se refiere en
12
Llambias, Jorge Joaquín, Tratado de derecho Civil, parte General, Tomo II, pags 429/430, Edit.
Perrot, 1997, Buenos Aires.
13
Código Civil y Comercial de la Nación, Proyecto del Poder Ejecutivo Nacional redactado por la
Comisión de Reformas designada por decreto presidencial Nro. 191/2011, pág. 467, Ed. La Ley,
Junio/2012.
14
Código Civil y Comercial de la Nación comentado, T° II, pág. 43/44, ed. Rubinzal-Culzoni,
Enero/2015.
15
Manual de Derecho Civil y Comercial, T° II, pág. 434, EJEA, 1979.
cambio, a la posibilidad abstracta de advertir el error ajeno. La prueba de la
esencialidad está a cargo de quien cometió el error y que las alegue.
Este nuevo requisito introducido por el CCyC se sustenta en el principio de
buena fe porque se exige que ambas partes sean diligentes y leales la una con la otra.
Al emisor se le exige que no declare cualquier cosa sin sopesar las expectativas que
genera, y al receptor que, de percibir que se está incurriendo en error, se lo advierta
al otro para que pueda rectificar, so pena de poder incurrir incluso en una reticencia
dolosa16.
Efectivamente, el art. 1428 del Código Civil italiano establece dos
condiciones para que el error sea causal de anulación del contrato: esencial y
cognoscible por el otro contratante; pero es la norma del art. 1431 la que detalla las
particularidades de éste último, lo hace en los términos siguientes: "El error se
considerará cognoscible cuando en relación al contenido, a las circunstancias del
contrato o a la calidad de los contratantes, una persona de normal diligencia,
hubiese podido advertirlo".
16
Ramiro Prieto Molinero, en Código Civil y Comercial de la Nación comentado, Rivera, Julio César-
Medina, Graciela, directores, T° I, pág. 266, ed. La Ley, Octubre de 2014.
17
Tobías, José, W., Tratado de Derecho Civil, T° III, pág., ed. La Ley 2018.
hubiere convenido que el mandatario perciba una retribución por su trabajo, caso
contrario, el mandato será oneroso; el mutuo o empréstito de consumo, cuando no
lleva intereses, destacando que si las partes (mutuante y mutuario) los hubiesen
acordado expresamente, el mutuo será oneroso; el comodato o préstamo de uso; la
donación, salvo que se trate de una donación remuneratoria o de una donación con
cargo, en cuyo caso, se juzgará onerosa; etc.
En consecuencia, me parece que el requisito incorporado por el nuevo CCyC
no debe aplicarse a los actos a título gratuito, y sería bueno, en una futura reforma,
excluirlos expresamente del art. 265. Por cierto, que siempre el juez podrá aplicar en
casos excepcionales, una indemnización por motivos de equidad a la persona que
sufrió un daño con motivo del error en que incurrió la contraparte, y ello en los
términos de los arts. 1750 y 1742.
Por otro lado, se pregunta Tobías si ¿Es razonable la vigencia del requisito de
la recognoscibilidad en los actos extrapatrimoniales (cuya razón de ser, como se vio,
es la protección de la confianza que generó en el destinatario la declaración del
errante)? ¿O la tutela de la confianza —relevante en los negocios patrimoniales—
ingresa en un perceptible segundo plano en los extrapatrimoniales, en cuyo ámbito lo
decisivo es la protección de la voluntad? (dación de órganos, de partes separadas del
cuerpo): en esta especie de actos, el centro de gravedad está constituido por la
"autodeterminación" de la persona (art. 19, CN), siendo que, por ello, la voluntad
puede apreciarse, primordialmente, desde la perspectiva de la voluntad del
manifestante. La importancia del tema queda relativamente atenuada (no desaparece)
considerando que, en general, se trata de actos libremente revocables (arts. 55, 56,
58, 60).
En tal orden de ideas, se ha expresado acertadamente 18, que razones de
política jurídica aconsejan mantener el recaudo de excusabilidad en aquellos
supuestos en los cuales la protección del tráfico no está en juego, y se ejemplifica
con el matrimonio. Más allá -que a mi juicio- el matrimonio ha sido reducido a su
mínima expresión en el CCyC, o si se quiere, ha sido puesto casi en coma por la
Comisión que elaboró en Anteproyecto de CCyC de 2012, en efecto, el art. 409
determina que entre los vicios del consentimiento se encuentra el error acerca de las
cualidades personales del otro contrayente, si se prueba que quien lo sufrió no habría
consentido el matrimonio si hubiese conocido ese estado de cosas y apreciado
razonablemente la unión que contraía. El juez debe valorar la esenciabilidad del error
considerando las circunstancias personales de quien lo alega.
De conformidad con lo señalado, que el error sea reconocible debe ser
descartado en los actos extrapatrimoniales, y tal extremo debe ser consignado de
forma expresa en el CCyC.
18
Benavente, María Isabel, ob. cit en nota 14, pág. 266.