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Robert Decker
Prefacio
El siguiente texto es una conferencia, dada por la Sociedad de Hombres de la
Iglesia Reformista de South Holland. En respuesta al gran número de pedidos
de copias, este panfleto se ha preparado con la oración de que Dios lo use para
la bendición y fortaleza de los creyentes que confiesan con la iglesia de todos
los tiempos; “yo creo en el Espíritu Santo.”
Los mismos pentecostales explican este fenómeno (la virtual desaparición del
hablar en lenguas y otros milagros y dones de la principal corriente de la
iglesia), como debido a la falta de fe en el Espíritu Santo o Su rechazo por parte
de la Iglesia. Brunner cita a David DuPlessis, un destacado pentecostal, quien
escribe que: “El Espíritu Santo continuó en control hasta el fin del primer siglo,
cuando Él fue en gran parte rechazado y Su posición como Líder fue usurpado
por el hombre. Los resultados están escritos en la historia. El movimiento
misionerio se detuvo. La era del oscurantismo siguió al mismo” (Brunner, pág.
27). Los pentecostales sienten que su movimiento es una nueva Reforma, “un
digno sucesor, y quizás hasta superior a la Reforma del siglo XVI y al
avivamiento inglés del siglo XVIII, y casi siempre como una fiel reproducción del
movimiento apostólico del primer siglo” (Brunner, pág. 27). Los pentecostales
están convencidos de que el camino de retorno a la experiencia y el poder de la
iglesia es a vía pentecostal como, por ejemplo, por medio del bautismo en o
con (no ‘por medio de’) el Espíritu Santo con sus señales y milagros que lo
acompañan. El retorno a la vida y servicio cristiano, real y vibrante, es tener la
experiencia que los Apóstoles tuvieron en el Día de Pentecostés para estar
“lleno del Espíritu Santo” (cf. Hechos 2); Sin esta experiencia el creyente, y
consecuentemente la iglesia, permanecerá impotente y virtualmente muerta.
No podemos aquí hablar de todo esto. Lo que queremos hacer es examinar los
pasajes clave de las Escrituras en Hechos y I Corintios; especialmente para ver si
la Biblia enseña que el milagro del Día de Pentecostés, el Bautismo en el Espíritu
Santo comprobado por el hablar en lenguas debería repetirse, experimentarse,
o si el creyente de hoy debería buscar ese don. Es este argumento el punto en
el cual el pentecostalismo depende para mantenerse en pie.
El Bautismo en el Espíritu
El concepto clave en la creencia pentecostal es: “el Bautismo en o con el Espíritu
Santo.” Esto lo hallamos en los cuatro relatos del Evangelio; Mateo 3:11, Marcos
1:18, Lucas 3:16 y Juan 1:33. En estos pasajes vemos que Juan “El Bautista”
bautizó en agua para arrepentimiento pero profetizó que, “el que es más
poderoso que yo,” Cristo, vendría después de él y que “os bautizará en (con) el
Espíritu Santo y fuego.” En Hechos 1:5, Jesús habla del cumplimiento de esta
profecía: “Porque Juan, a la verdad, bautizó en agua, pero vosotros seréis
bautizados en el Espíritu Santo después de no muchos días.” En el verso 8 del
mismo capítulo, el Salvador continúa explicando: “Pero recibiréis poder cuando
el Espíritu Santo haya venido sobre vosotros, y me seréis testigos en Jerusalén,
en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra.” Por esta razón, Cristo
instruyó a sus discípulos a “Que esperasen el cumplimiento de la promesa del
Padre, de la cual me oísteis hablar …” (vs. 4); Después de la ascensión del Señor
los discípulos en obediencia a Su mandato, retornaron a Jerusalén y junto con
las mujeres y con los hermanos de Jesús “perseveraban unánimes en oración y
ruego” (vs. 14): Dos de los relatos de los evangelios también mencionan esto.
Lucas 24:49. enseña que se les mandó a los discípulos “quedaos vosotros en la
ciudad (Jerusalén) hasta que seáis investidos del poder de lo alto.” Este es el
origen de las “reuniones de espera” de los pentecostales, donde los que buscan
el bautismo del Espíritu oran y esperan por este bautismo, lo cual es
evidenciado por el hablar en lenguas. Marcos 16:14-20 nos informa que Jesús
prometió qué señales seguirían a los que creyeran, echando fuera demonios,
hablando en nuevas lenguas, bebiendo cosas mortales sin ser dañados,
tomando serpientes y poniendo manos sobre los enfermos para sanarlos.
En tercer lugar, esta experiencia del bautismo del Espíritu y su evidencia inicial
en el don de lenguas debe ser seriamente buscado por los creyentes. La idea no
es que esto nada mas suceda, pero también deben cumplirse ciertas
condiciones. El que las busca debe hacerlo consciente, activa y fervientemente.
A menudo también, él mismo necesita la asistencia de otras personas ya llenas
con el Espíritu. Estas deberán orar por él y poner manos sobre la persona hasta
que el Espíritu venga. Estas condiciones varían, pero generalmente son:
adoración, fe regocijante, expectación fervorosa, alabanza y gratitud,
obediencia, separación del pecado, deseo intenso, bautismo, peticiones a Dios,
etc. Conscientemente, la persona que pide deberá ejercitarse por sí misma en
todas estas cosas y a menudo, esto se convierte para él en una lucha fuerte e
intensa antes de que el Espíritu lo llene. Pero la cuestión es que el creyente
deberá llenar estas condiciones antes de que el Espíritu venga. Una vez que los
haya cumplido y que haya sido bautizado con el Espíritu, la persona deberá
continuar en estas condiciones y de tal manera, retener al Espíritu y así recibir
continuamente los dones del Espíritu registrados en I Corintios 12. Los
pentecostales son bien insistentes en esto. Uno deberá rendirse totalmente,
limpiarse el corazón de todos los pecados conocidos y orar fervientemente al
Espíritu Santo antes de que el Espíritu lo llene. No resulta difícil reconocer en
este punto las influencias del arminianismo y del perfeccionismo. Es importante
destacar categóricamente que la Biblia nunca presenta a la fe, la obediencia, la
regeneración, la oración, etc. como condiciones para la salvación o para recibir
al Espíritu. Estos son los frutos del Espíritu (Gál. 5) o los dones del Espíritu de
Jesucristo. La teología pentecostal, sin ningún compromiso, debe ser
severamente condenada en este aspecto.
Esa Palabra predicada poderosamente, les afligió de corazón y, por tal razón
ellos clamaron: “Hermanos, ¿qué haremos?” Pedro respondió: “Arrepentios, y
bautícese cada uno de vosotros en el Nombre de Jesús, el Cristo, para perdón
de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (vs. 38). El fundamento de
ese llamado al arrepentimiento se encuentra en el verso 39, donde leemos:
“Porque la promesa es para vosotros, para vuestros hijos y para todos los que
están lejos, para todos cuantos el Señor nuestro Dios llame.” Y además, nos
enteramos posteriormente, que tres mil personas recibieron con gusto la
palabra y fueron bautizadas; y que ellas “perseveraban en la doctrina de los
apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en las oraciones” (vs. 41-
42).
¿Cuál es aquí la relevancia del hablar en lenguas? Que junto con las lenguas
como de fuego y el sonido del soplar de un viento violento, aquellas eran
señales. Esto significó para los ciento veinte, que Jesús vino para estar con ellos
a través del Consolador, el Espíritu de la verdad que Él había prometido. Fue
también una señal que aseguraba a la iglesia que por el Espíritu del Cristo
exaltado, ellos estaban investidos del poder para predicar el Evangelio a toda
nación como fueron comisionados. También fue ésta una señal para la multitud
y para todos los que escuchaban a los apóstoles; una señal del poder y la
presencia de Cristo en la iglesia primitiva. Por lo tanto, todos se asombraron,
algunos dudaban, otros se maravillaban, otros se burlaban y cerca de tres mil de
ellos fueron afligidos de corazón por la Espada del Espíritu la cual es la Palabra
de Dios.
El tema de este pasaje es simple. Estos doce discípulos estaban aún viviendo en
la época de la oscuridad, a la puerta de la Nueva Dispensación, pero aún en las
sombras. Ellos estaban inconscientes respecto al hecho de que el Día del Señor
había venido, y ni siquiera habían oído que había un Espíritu Santo. Este evento
es también una extensión de la singular maravilla del Día de Pentecostés; y las
lenguas y la profecía sirven como una señal segura para estos creyentes de que
el Espíritu del Cristo crucificado y resucitado realmente fue derramado sobre los
creyentes.
I Corintios 12-14
Los pentecostales alegan que su respaldo más firme se halla en I Corintios 12,
13 y 14. Sugerimos que el lector siga nuestra exposición de estos capítulos en
su Biblia. En el capítulo 12, la Palabra enseña que a pesar de que a los Corintios
no les “falte en ningún don” (1:7), ellos estaban inconscientes de lo concerniente
a los dones del Espíritu. En el contexto de toda la Epístola entendemos que los
Corintios estaban haciendo mal uso de los dones del Espíritu, y nada más que
para sus propios fines egoístas. El trágico resultado de esto fue una separación
en la iglesia. Es debido a esto que el inspirado apóstol Pablo dirigió esta severa
instrucción en estos tres capítulos. Los Corintios deberían saber que ningún
hombre que hable en el Espíritu, llama a Jesús maldito (lo cual es exactamente
lo que uno hace en efecto cuando causa división en la iglesia); de la misma
manera, nadie es capaz de decir que Jesús es Señor, excepto en el Espíritu (vss.
1-3).
Aplicando la figura en los versos 9-19, Pablo les dice a los Corintios: “Así
también vosotros, si mediante la lengua no producís palabras comprensibles,
¿cómo se entenderá lo que se dice? Porque estaréis hablando al aire.” Por lo
tanto la Palabra dice: “procurad ser excelentes para la edificación de la Iglesia.”
Oren para la interpretación de sus lenguas porque si no se las interpreta, no
estarán edificando. “Doy gracias a Dios que hablo en lenguas más que todos
vosotros. Sin embargo, en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi
sentido, para que enseñe también a los demás, que diez mil palabras en una
lengua.”
Así que, escribe el Apóstol, en otras palabras, debido a que ésta es la Palabra de
Dios, las lenguas son por señal, no a los creyentes, sino a los incrédulos (vs. 22).
Ustedes Corintios deben tener presente advertidos que las lenguas; ese
balbuceo en sonidos inciertos sin interpretación, a modo de que no pueda ser
entendido ni que sirva para edificar a la iglesia; ¡es una señal del juicio de Dios y
la dureza de aquellos que rechazan la Palabra! Si un incrédulo entra a su
reunión y todos ustedes están hablando en lenguas, él dirá que todos están
dementes, locos. Pero si él les escucha profetizar y los ve edificando a la iglesia,
se convence, se arrodilla y adora por la aplicación del Espíritu de la Palabra
profética.
Conclusiones
Ahora llegamos a algunas conclusiones. En primer lugar de los pasajes de
Hechos (caps. 1, 2, 8, 10, 11, 19). En ninguna de las cuatro ocurrencias,
asumiendo que los Samaritanos hablaban en lenguas, estaban los creyentes
llenando condición alguna, ni orando por el bautismo con el Espíritu para que
esto fuere evidenciado del hablar en lenguas. En cada una de las cuatro
instancias, todos los creyentes que estaban presentes, recibieron la señal de las
lenguas junto con otras señales. No fueron solamente algunos los que
recibieron el bautismo en el Espíritu como enseñan los pentecostales. En todas
las instancias (esto también es cierto de Corinto) el bautismo, o llenado con el
Espíritu, siendo evidenciado por el don de lenguas y otras señales, tuvieron
lugar por mediación de los Apóstoles. Pedro y Juan tenían que ir a Samaria pero
Felipe no podía ir. Pedro tenía que predicar a Cornelio y Pablo a los doce
discípulos en Efeso como también en Corinto. No hay registro en el Nuevo
Testamento del otorgamiento de estos dones y señales en alguien por la
oración o imposición de manos de nadie mas que un Apóstol. Esto significa que
cuando los Apóstoles dejaron de practicar estos hechos, las señales milagrosas y
los dones que sirvieron para autenticar su función y mensaje desaparecieron
con ellos. “Aquellas (señales) fueron parte de las credenciales de los Apóstoles
como agentes autorizados por Dios para la fundación de la iglesia. Su función
fue limitada distintivamente a la Iglesia Apostólica, las que luego
necesariamente desaparecieron con ellos” (B. B. Warfield, Milagros, Ayer y Hoy,
p. 21).
En vista de esto, I Corintios 13:8 tiene un profundo significado, el texto dice, “El
amor nunca deja de ser. Pero las profecías se acabarán, cesarán las lenguas, y se
acabará el conocimiento.” Los verbos en referencia a la profecía y al
conocimiento son los mismos en el griego. Aquel verbo está en la voz pasiva y
se traduce como: “causar cesamiento o cesación.” Dios pondrá fin a estos dones
en aquel día del Señor cuando sepamos, tal como somos conocidos y veamos
cara a cara en gloria. Pero “las lenguas acabarán.” Este verbo está en la voz
media y significa “simplemente parar.” A. T. Robertson en su libro Descripciones
de la Palabra del Nuevo Testamento traduce, “se harán desaparecer” o
“automáticamente cesarán por sí mismas.” La idea es la siguiente. Lenguas y
otros dones milagrosos, curaciones, etc., de pronto desaparecen de la iglesia.
Son de corta duración. ¿Por qué? Porque fueron designados por Dios para servir
como señal, una señal no solamente para autenticar el Evangelio, sino una señal
que sirviera también como medio para que el contenido de la profecía y el
conocimiento fueran conocidos. Pero cuando ya han efectuado el propósito de
confirmar como señales, cesan sin afectar en lo mínimo la posesión de la iglesia
de los misterios de la fe.