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UNIVERSIDAD NACIONAL DE LANÚS-DEPARTAMENTO DE PLANIFICACIÓN Y

POLÍTICAS PÚBLICAS
CICLO DE LICENCIATURA EN GESTIÓN EDUCATIVA-LICENCIATURA EN
EDUCACIÓN
POLÍTICA, ESTADO Y EDUCACIÓN
DOCENTE: Carlos A. Casali

CLASE 5: 3/5/2021

Comenzamos hoy con el desarrollo de la unidad 3. Antes de entrar en tema,


vayamos conversando respecto del primer examen parcial. Tal y como se
establece en el programa, lo que se va a examinar supone la lectura y
comprensión de los temas desarrollados en las tres primeras unidades (ver todo
esto en el apartado “Evaluación” del programa). Como lo que se pretende con ese
examen es evaluar la lectura y comprensión de los textos, tendrán un tiempo
breve para la realización del examen (la fecha prevista es el lunes 31 de mayo).
Así que, vayan teniendo sus lecturas “al día”. Disponen de los textos, las guías, las
clases y los foros para que todos esos materiales vayan circulando y siendo
procesados (digamos que a eso podemos llamarlo, sin muncho rigor,
“aprendizaje”). En la evaluación final (al final de la cursada, hacia los lunes 28 de
junio y 5 de julio) harán un breve trabajo de escritura académica que les servirá de
base para su participación en un coloquio virtual.

Entremos en tema. Hagamos una breve síntesis del camino recorrido. Todo
aquello que vimos organizarse y estructurase a partir de la modernidad -Estado,
sociedad civil, sistemas educativos (mediado por los sistemas educativos, para ser
más preciso) (unidad 1)- entró luego en un proceso de crisis (“desorganización”,
“desestructuración”) con la “globalización”, crisis que impactó sobre cada una de
estos términos o componentes estructurales (el Estado, la sociedad civil, los
sistemas educativos) para reconfigurarlos o resignificarlos (unidad 2). En la unidad
3 seguiremos el desarrollo del mismo tema (la crisis), pero con el foco puesto
ahora de modo más directo sobre los procesos educativos.

Esta semana trabajaremos con Tedesco (“Conocimiento y sociedad”, pp. 11-56)


y Jacinto (“La formación para el trabajo en la escuela secundaria como reflexión
crítica y como recurso”). La semana próxima completaremos el desarrollo de la
unidad 3 con los textos de Ruiz Román y Deleuze. Reparen en el título del texto
de Tedesco: se trata de poner en conexión dos cosas: el conocimiento y la

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sociedad. El abordaje de esta conexión no pasaría de repetir obviedades si no
explicitamos o problematizamos ambos términos. Así, el “conocimiento” no tiene
aquí un significado vago y general –y finalmente vacío- que lo hace equivalente a
“cualquier contenido mental valioso” sino el significado de recurso productivo. El
conocimiento (en el sentido de la “Sociedad del conocimiento”) es el que tiene
utilidad (instrumental) dentro de un proceso productivo. Podríamos decir, sin
mayores precisiones, que se trata del conocimiento en cuanto “técnica” o
“tecnología”. Es decir: recurso productivo (como escribíamos más arriba).

El otro término articulado en el título del texto de Tedesco es “sociedad”. Sobre


esto no agregaré nada nuevo; me limito a recordar algunas de las consideraciones
ya hechas en clases anteriores (y presentes en los textos ya trabajados):
“sociedad” significa “asociación” y las formas de asociación (y consiguientemente,
las formaciones sociales) van variando con la historia y los contextos (políticos,
económicos, tecnológicos). Una de esas formas asociativas paradigmáticas (es
decir, que sirve o funciona como modelo “hegemónico” o “universal”) es la
“sociedad civil”. Allí la “sociabilidad” está garantizada por la capacidad de articular
de modo coherente o cohesivo las desigualdades (llamemos a esto “justicia
social”). Esa garantía proviene, por un lado del Estado como articulador
institucional, por el otro del mercado como distribuidor de la riqueza social. Hemos
visto en la unidad 1 cómo los sistemas educativos (incluyo aquí la educación como
praxis formativa y las escuelas como instituciones donde esa praxis formativa se
desarrolla) sirvieron a lo largo de la modernidad y en sus diferentes fases o
momentos para legitimar el poder (soberano) del Estado en cuanto articulador
institucional y darle homogeneidad y cohesión a la sociedad (asociar partes
componentes: clases, grupos, individuos). Ahora bien: el texto de Tedesco pone el
foco en la resignificación de la idea de “sociedad” en relación con procesos
productivos que tienen la tecnología como matriz dinámica y organizativa y la
desintegración social como consecuencia. Dicho brevemente, una “sociedad
disociada”.

Reparen en el texto en ciertas paradojas, teniendo presente que una “paradoja”


es el encuentro entre dos cosas que se oponen sin entrar en contradicción. Es
decir, cosas que siendo contrarias, sin embargo pueden estar juntas. ¿Cómo es
posible que esto suceda? Por ejemplo, que en la “sociedad del conocimiento”
coexistan fenómenos de mayor igualdad y de mayor desigualdad o de mayor
homogeneidad y heterogeneidad. Así como las contradicciones marcan el límite
de lo que podemos pensar, las paradojas invitan a pensar. Allí, el pensamiento se
mueve o encamina por el lado del sentido: ¿en qué sentido “igualdad” y
“desigualdad”?; ¿en qué sentido “homogeneidad” y “heterogeneidad”?. Si quieren
salirse un poco del texto que estamos trabajando y volver a uno anterior, Bauman

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plantea cierta crisis de la modernidad a partir de la idea de “libertad”: ¿en qué
sentido somos “sujetos” y además “sujetos libres” en una sociedad que posiciona
nuestras capacidades de elección (podríamos decir que eso es la “libertad”) dentro
de un abanico de ofertas a consumir? (se incluye aquí la “oferta educativa”; habrán
notado que la “educación” es también una mercancía que se ofrece y que nosotros
consumimos). Lo mismo se puede plantear respecto de los temas desarrollados
por Castel: ¿en qué sentido puede llamarse “sociedad” a una “asociación de
individuos” que no logran ser el individuo que se espera o se supone que son?
(fundamentalmente, los “individuos por defecto”, pero, también, los “individuos por
exceso”).

Volvamos a Tedesco. Vayamos haciendo conexiones (o, mejor dicho, vayan


ustedes estableciendo esas conexiones). Triple crisis estructural (p. 11). Si lo
leyeron, no tendrán inconveniente en conectar esto con García Delgado.
Desigualdad (p. 15-23). Se trata de la manera (crecientemente desigual) en que se
distribuye la riqueza social (que produce el trabajo). Podrán conectar esto con
muchas cosas pero, por lo menos, con: fragmentación social; es decir, la dificultad
para apelar a la “sociedad civil” como estructura más o menos sólida o
cohesionada (pérdida de la cohesión social, modernidad líquida, sociedad
individualista). Más adelante haremos nuevas conexiones.

La desigualdad social creciente es un fenómeno complejo. No intentemos


simplificar las explicaciones; pero, una explicación simple (que nos sirve para
seguir adelante en el texto) es la que ubica ese proceso de desigualación en
relación con el dinamismo de una incorporación de tecnología que expulsa mano
de obra del mercado de trabajo (exclusión social que luego o en otro plano hará
conexión con la exclusión educativa) a un ritmo mucho más rápido que la
capacidad que ese mercado tiene de reincorporarla. Con esto se combinan dos
efectos: el desempleo estructural y la brecha salarial. Recuerden que el salario es
el modo en que una sociedad (capitalista, por supuesto) distribuye o redistribuye la
riqueza social que produce el trabajo. En el texto de Jacinto pueden encontrar la
descripción de un escenario similar.

Más arriba hacíamos referencia a procesos paradójicos. En este caso:


igualdad/desigualdad. Ahora bien ¿dónde ubicamos en este escenario la
“igualdad”? Tal vez resulte un poco difícil de verlo pero el uso del término
“igualdad” está referido a la sustitución del tradicional esquema piramidal de la
estructura de clases sociales (podríamos decir con Bauman de la modernidad
sólida) con un vértice en los “sectores del privilegio” o las “élites” y una base
popular, por un esquema circular en el que se distribuyen espacios centrales y
periféricos. Estar dentro del orden social significa estar dentro de los límites del
círculo aunque no necesariamente en el centro. La periferia del círculo marca el

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límite más allá del cual se está excluido. Ahora bien, a diferencia de la pirámide
que es jerárquica el círculo se presenta como más igualitario (no es vertical sino
horizontal). Sin embargo, no hay lugar en él para quien está más allá del límite (la
exclusión social); como sí hay lugar en la base del esquema piramidal para el
explotado (el explotado constituye, justamente, la base que sostiene el privilegio
de las élites, el vértice). Recordarán que mucho de estas cosas estaban presentes
en el texto de García Delgado. De paso, a esto se llama, en esas sociedades (del
capitalismo tradicional o de la “modernidad sólida”) el “compromiso” entre
opresores y oprimidos y, en las nuevas, las de la modernidad líquida, el
“descompromiso” (entre “privilegiados” y “vulnerados”; prefiero usar este término
en lugar de “vulnerables” que tiene un significado más bien ambiguo).

Hagan el mismo trabajo de lectura e interpretación con la paradójica relación


entre homogeneidad y heterogeneidad (pp. 23-26). Según parece todos vivimos
en un mismo mundo (podría ser esto la uniformidad del mundo que llamamos
globalización o simplemente la estandarización y homogeneización cultural). Sin
embargo ese fenómeno que nos permitiría ser socios (en el sentido de ser
miembros de una sociedad) de un mundo compartido coexiste con la
fragmentación “tribal” de nuestras pertenencias a pequeños círculos poco
“amables” con los vecinos. Reparen en los renglones finales de este apartado (p.
26): el modo en que se procesa de manera subjetiva (es decir personal e
individual) la desigualdad como fracaso (se trata de un tema que apareció en
Bauman y que veremos aparecer en Deleuze la clase próxima: el individuo
emprendedor o empresario de sí mismo).

No hace falta que me detenga a explicar “la ideología de la desigualdad”. Les


llamo la atención sobre un punto. Una ideología no es simplemente un conjunto de
ideas sino que, visto esto de modo interpretativo y no meramente descriptivo, se
trata de un sistema de ideas que oculta algo en el momento en que muestra algo y
explica al modo en que justifica (las explicaciones funcionan como justificaciones o
legitimaciones). En nuestro caso: una sociedad democrática –y las nuestras lo son
o pretenden serlo- es equivalente a una sociedad de iguales. Si dejamos de lado
el problema no menor de pensar en qué sentido se realiza esa “igualdad” o dentro
de qué límites, es claro que la desigualdad necesita ser explicada para que pueda
estar justificada (y, por lo tanto tolerada o aceptada; que no se haga intolerable o
injustificable). Volveremos sobre esto en la unidad 4 cuando hagamos referencia a
la igualdad de oportunidades. Ahora vamos por un camino diferente: “la ideología
de la desigualdad”. En la sociedad del conocimiento, el conocimiento es recurso
productivo y como tal, recurso estratégico (de poder). Y esos recursos no están
distribuidos de modo igualitario porque –y esta es la explicación ideológica
justificadora- dependen de habilidades cognitivas inscriptas en el código genético

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de cada individuo. Se forma así una sociedad de doble vía, ganadores y
perdedores, determinada por una matriz biológica frente a la cual la sociedad no
tiene mucho para hacer. Tomen de este apartado lo siguiente: la idea de que una
“sociedad” pueda encontrar un límite para avanzar en procesos de una mayor
igualdad no es tanto el reconocimiento explicativo de un fracaso sino la
legitimación ideológica de un privilegio.

En el apartado siguiente “La crisis del Estado-Nación” (p. 31) no tendrán


demasiados inconvenientes en ver las conexiones con el texto de García Delgado
(ambos textos fueron escritos más o menos para la misma época). Paso al
apartado siguiente: “La desintermediación” (35). Hay aquí cierto nivel de
abstracción –aunque no tanta- que requiere de nosotros una lectura atenta.
Comencemos por las abstracciones: ¿qué es un medio? Algo que está en el
medio de dos cosas (respuesta obvia). ¿Qué vínculo establece el medio con los
extremos vinculados? ¿Los separa o los conecta? La respuesta aquí no es tan
obvia. Vayamos ahora a un territorio menos “abstracto” aunque, paradójicamente,
no por ello más “concreto”: las relaciones directas –esto es no mediadas- entre las
personas a través de las redes sociales. Como sabemos o habremos observado,
las redes permiten ampliar los vínculos (aunque virtuales no dejan de ser vínculos)
sociales más allá de los límites tradicionales (llamemos aquí vínculos tradicionales
a aquellos que está reglados por las convenciones institucionales) y más allá de
los límites espaciales también. Junto con esa sociabilidad -“desmesurada” en
comparación con la tradicional- aparecen los fenómenos del asilamiento y la
soledad y, en el punto en que nos interesa para acompañar la lectura del texto de
Tedesco, el conflicto. Un conflicto que no tiene posibilidades de mediación. Ese
mediador puede ser una figura de autoridad (conecten esto si les sirve con las
problemas de disciplina dentro de las escuelas), una institución (recuerden el tema
de la crisis de las instituciones en Bauman), o simplemente el lenguaje o, para ser
más preciso, los usos políticos del lenguaje: la función social –y en este sentido,
política- del lenguaje es articular el bien común; decir algo que pueda ser
comprendido por otro. Se le habla a otro con quien queremos compartir un mundo.
Cuando las cosas funcionan así (en la articulación política de un mundo
compartido), evitamos el lenguaje puramente emotivo del “me gusta” (supongo
que ya se entenderá de qué estoy hablando). Ese lenguaje emotivo no hace
mediación, conecta extremos sin procesarlos (produce un “corto circuito”).
Entonces, se puede transformar fácilmente en su contrario: “no me gusta”. Todas
estas cosas, o cosas parecidas, están en el texto de Bauman: la modernidad
líquida y los “sujetos” que la constituyen. Relacionen también estos temas (el
individualismo asocial”, p. 39) con la descripción que hace Castel del individuo por
exceso.

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No me voy a detener en “las transformaciones culturales” (p. 39). Lean ustedes
todo esto (hasta p. 50). Hagan acopio de lo dicho allí respecto de los “cambios en
la familia” (pp. 40-44); les servirá más adelante para completar la lectura de un
texto de N. López (unidad 4). Reparen sólo en dos cosas: la familia como primera
institución socializadora, está supuesta como siendo de cierta manera (familia
tradicional) por la segunda institución socializadora (es decir, la escuela). ¿Qué
pasa con la escuela (y sus posibilidades) cuando la familia no es como se espera?
Lo segundo, la familia como institución (tradicional) funciona como una fábrica de
subjetividad: su producto son los hijos. Dicho desde el otro lado: cada uno (cada
hijo) se explica (se comprende) por el proceso de producción que lo antecede. Hay
allí un cierto capital familiar (cultural) que se transmite de generación en
generación. Pero esa transmisión supone la estabilidad de los nexos familiares.
Cuando esos nexos varían o fluyen (Bauman) -la conyugalidad no coincide con la
filiación- entonces la producción de identidad no va en línea recta desde el pasado
(ancestros y el capital cultural que transmiten) hacia el futuro sino desde el
presente hacia el futuro: está permanentemente recreada en función da lazos
familiares fluidos que resignifican el pasado en función de nuevas filiaciones a
partir de nuevas conyugalidades. Así la producción de identidad no sigue un molde
institucional y eso es tanto una liberación de los sujetos respectos de las herencias
inerciales del pasado (podríamos ubicar aquí la crisis del modelo patriarcal) y
también una fuente constante de incertidumbre (lean con atención los reglones
finales del apartado “Cambios en la familia” (p. 44). La tradicional pregunta por el
capital cultural que el sistema escolar transmite para la reproducción social
encuentra aquí un punto problemático. ¿Cómo opera esto hoy y qué efectos
produce sobre el funcionamiento de la “máquina” escolar?

No hará falta que les muestre los puntos de contacto entre el texto de Castel
trabajado la semana pasada y el apartado “La evolución del individualismo” (pp.
44-46); los podrán ver por ustedes mismos. Por último el apartado “Cohesión
social y conocimiento: la naturaleza reflexiva de la modernidad” (pp. 50-56). Lean
este apartado poniendo atención en el significado del término “reflexión”
(“naturaleza reflexiva”). El término tiene un significado de apariencia ambigua: por
un lado, indica flexionado sobre sí mismo, vuelto sobre sí mismo; por otro lado,
reflejado. Sin embargo, ambos significados son coincidentes: si tomamos por base
el argumento cartesiano (de Descartes) como descripción filosófica del modo en
que la subjetividad moderna se constituye, diremos que en la duda el individuo ve
reflejada su propia realidad (en cuanto dudo, pienso; en cuanto pienso existo). La
idea de “reflejo” especular (“espéculo” es espejo) equivale aquí al desdoblamiento
y redoblamiento de la conciencia sobre sí misma (ser consciente de ser
consciente). Pero ese es también un movimiento de repliegue (re-flexión) sobre sí
mismo: el individuo moderno se constituye como sujeto en la medida en que se

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retira (repliega) del mundo; vuelve sobre sí; es sujeto pero no objeto. Sabrán
disculpar ciertos excesos filosóficos en todo esto pero creo que comprender bien
este proceso de formación de la subjetividad moderna es lo que permite
comprender cierto malestar que la caracteriza: la incertidumbre. No los aburro más
con estas cosas. Lean este último apartado del texto de Tedesco en conexión con
el de Bauman: la modernidad siempre es reflexiva o fluida pero en condiciones de
“posmodernidad” esa fluidez se acentúa a la vez que –o en la medida en que-
carece de bases sobre las que apoyarse: las instituciones. Ya vimos cómo
describe Bauman ese proceso (las instituciones zombies). Tedesco lo plantea
como marco referencial a partir del cual puede suceder ese movimiento de
repliegue o reflejo: ese marco referencial se ha vuelto móvil (y por consiguiente no
puede ser punto o criterio de referencia).

Omito aquí referirme al texto de Jacinto. Léanlo siguiendo las indicaciones de la


guía de lectura. Interpreten esa lectura desde la perspectiva de los desafíos que
plantea “la sociedad del conocimiento” a la educación. Es decir, como una
“aplicación” de este marco teórico más bien general a un problema educativo más
específico: la escuela secundaria y su (interminable) crisis.

Hasta la semana que viene.

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