Facultad de Periodismo y Comunicación Social (UNLP)
Culturas Populares y Deportes (Comisión 1)
Parcial del Teórico (Unidad 1) Santiago Bergesio (28188/0) ________________________________________________________________________________________
Michel De Certeau, en su texto “Usos y tácticas en la cultura
ordinaria” propone un análisis interrelacionado sobre los modos de hacer y las prácticas cotidianas; debate con las concepciones de cultura oficial y cultura popular, y pone foco en el rol de los sujetos. A partir de esta introducción, realizar un análisis crítico que incluya las vinculaciones y tensiones entre sus principales aportes teóricos y describir: ¿cuál es el aporte fundamental de la invención de lo cotidiano?, ¿cuál es su relación con el campo de los estudios culturales? y ¿cuál es su vinculación con el concepto de poder?
En su texto “Usos y Tácticas en la Cultura Ordinaria”, Michel De Certeau
propone un interesante análisis sobre los modos de hacer y las prácticas cotidianas. Utilizando varias referencias didácticas, como la forma en que un caminante camina (valga la redundancia) por las calles de una ciudad o como las personas que reciben una determinada lengua utilizan y hasta reconfiguran ese sistema de palabras, el autor busca comenzar a desarrollar (o al menos proponer desarrollar) y explicar el “método de hacer”. A este concepto podríamos traducirlo como un “estilo” de obrar del que pueden desprenderse varias clasificaciones o métodos que faciliten el entendimiento de sus lógicas de acción. Durante las líneas del escrito se irá comprendiendo este fenómeno como una “invención” de lo cotidiano. Al momento de decidir y concretar cada cosa que realizamos día a día en nuestra vida cotidiana, estamos haciendo uso de una “cultura oficial” ya impuesta. Aplicable tanto para ver televisión, leer los periódicos, ir de compras al supermercado, ver una película en el cine, etc., nuestras acciones reconfiguran en cierto modo aquello de lo que estamos haciendo uso. Si bien obviamente esas acciones no desencadenan actos masivos o redefiniciones en el proceso social y cultural, no puede negarse que efectivamente existen. Por lo tanto, es apropiado considerar nuestras acciones de vida como prácticas culturales. Esta concepción de prácticas culturales abrirá, desde entonces, una nueva perspectiva para el campo de los estudios culturales, que definitivamente complejizará (o dinamizará) a la disciplina. En este pasaje, De Certeau explica con algunos ejemplos sencillos: uno de ellos es el hecho de que al ver televisión uno puede hacer una evaluación crítica de eso que está viendo, reconfigurando esa producción masiva y totalizadora como lo es un programa o un noticiero. Así, el autor propone dejar de llamar “consumidor” (en este caso al televidente) y pasar a nombrarlo “practicante”. Este último término es mucho más amigo de la idea de que el televidente es, en otra escala, también un autor. Esa producción, claro, permanece oculta sin modificar o inscribirse en el sistema de producción real. “Las huellas del consumidor se borran, pero a la producción racionaliza, centralizada, ruidosa, espectacular, expansionista, corresponde otra producción disimulada por el consumo, una producción astuta, dispersa silenciosa y oculta pero que se insinúa por todas partes”. Este mismo caso del televidente, puede resignificarse con el de la lectura de un libro o el uso propio del lenguaje. En otro pasaje de su texto, De Certeau comienza a vincular el concepto de poder a esta relación entre consumidores/practicantes con los dispositivos de producción (aquí retoma a Foucault en “Vigilar y Castigar”, donde éste enfoca su análisis no tanto en las instituciones de poder sino en los procedimientos y dispositivos que ‘colonizan’ el interior de estas instituciones). Siguiendo esa línea, el autor entiende que, si bien la vigilancia se extiende por todas partes, una sociedad íntegra no se configura pura y exclusivamente en base a ella. Hay procedimientos que interactúan o juegan con los mecanismos propios de la vigilancia o disciplina. En estas relaciones de poder y juego con las reglas de esas relaciones, De Certeau hace referencia a los términos de estrategia y táctica. Al primero lo entiende como el cálculo de las relaciones de fuerza que llegan a ser posibles a partir del momento en que un sujeto de querer o de poder es aislable de un medio ambiente. En otras palabras, a las relaciones de poder que se establecen en el momento en que un sujeto de poder y otro de voluntad se instalan en un ambiente determinado. La estrategia, por lo tanto, es el cálculo o “administración” de estas relaciones de fuerzas que sirven de base para la definición de ciertos límites (en una empresa los competidores, o en una ciudad la periferia). Asimismo, define a la táctica como el cálculo que no puede contar un lugar propio (y por lo tanto tampoco con un límite propio que lo distinga de lo “otro”). En otras palabras, la táctica solo tiene como terreno de juego (en términos deportivos) un lugar impuesto, donde no dispone de la posibilidad de modificar o adecuar sus relaciones propias. De Certeau afirma que “lo propio” es una victoria del lugar sobre el tiempo (debido a su falta de lugar, la táctica depende del tiempo). Llevándolo a nuestra vida real, gran parte de las prácticas cotidianas de los consumidores o practicantes (como habitar, circular por la ciudad, leer, comprar) son de carácter táctico. Instaurada la idea de que cada operación o acción de los usuarios de una cultura oficial (ya no consumidores sino practicantes) no están únicamente como personas dóciles o pasivas, la invención de lo cotidiano entonces puede entenderse como esa actividad cultural permanente donde los “no productores” de cultura oficial, terminan paradójicamente produciendo cultura (ya desarrollada como cultura popular) aunque sin firma o identidad. La identidad no responde a alguien o algo en particular, sino a lo que el autor llama “la marginalidad de la mayoría”. Esta marginalidad no es ya aquella formada por pequeños grupos, sino que es una “marginalidad masiva”, aunque silenciosa. Vale aclarar, además, que tampoco es homogénea. En esta marginalidad masiva, los practicantes van desarrollando su “capacidad de uso” con el tiempo (manual o artesanalmente) apropiándose de los objetos de consumo de forma que concuerden con sus intereses y reglas personales propias coyunturales. Sin embargo, estos procedimientos mediante los cuales se articula el nuevo uso de los productos culturales están delimitados y relacionados con las relaciones sociales y de poder. De esta forma, lo cotidiano también termina convirtiéndose en un proceso complejo donde, al final, terminan imponiéndose formas de “cazar” (en términos de De Certeau) esos productos culturales que ingresan en un nuevo sistema de conflictos y tensiones.
Néstor García Canclini, en su texto “Gramsci con Bourdieu.
Hegemonía, consumo y nuevas formas de organización popular” propone un análisis interrelacionado de dos paradigmas sobre la cultura. Reconoce en estos autores la representación de dos modos diferentes de observar la interacción ideológica entre las clases sociales, los procesos culturales y de práctica política. A partir de esta introducción, realizar un análisis crítico que incluya las vinculaciones y tensiones entre: hegemónico y subalterno; consumo, hábitos y vida cotidiana; organización popular y réplica sociopolítica. En su texto, Néstor García Canclini desarrolla un análisis acerca de la interacción entre las clases sociales mediante el consumo, los hábitos y las relaciones de poder. Exponiendo dos paradigmas tan fuertes respecto de la disciplina como el de Antonio Gramsci y el de Pierre Bourdieu, decide no complementar ambas teorías sino desarrollarlas para repensarlas posteriormente de otro modo y enriquecerlas mediante su propio escrito. “La orientación gramsciana se caracteriza por estudiar los procesos culturales en tanto están constituidos por la contraposición entre acciones hegemónicas y subalternas. Bourdieu, por su parte, es quien más ha desarrollado un modelo según el cual la cultura de las distintas clases se configuraría por la apropiación diferencial de un capital simbólico común, por las maneras en que el consumo las incorpora a la reproducción social” esboza el primer párrafo del texto que introduce a las corrientes de pensamientos de los dos autores puestos en la lupa. En el primer tópico, García Canclini desarrolla los conceptos de lo hegemónico y lo subalterno. Aquí introduce tres términos claves para el entendimiento de su relación: hegemonía (proceso de dirección política e ideológica en donde una clase o sector logra una apropiación preferencial de las instancias de poder en alianza con otras clases), consumo (procesos sociales de apropiación de los productos y la consecuente lucha de clases por participar en la distribución) y las formas propias de organización de los sectores populares y resolución de sus necesidades (instituciones y redes solidarias propias de las clases subalternas). La esencia aquí radica en que el autor afirma que se deben vincular integralmente estos tres conceptos para una adecuada investigación de los procesos sociales, puesto que deben ser considerados como “instancias, funciones o dispositivos” y no como “ámbitos institucionales o propiedades de clases estrictamente recortadas”. Para ello, explica que no son independientes el uno del otro y que tampoco existen instituciones full time dedicadas exclusivamente a cada ítem en particular. Como conclusión, propone olvidar el papel sumiso o inactivo de la clase subalterna (o esta percepción fallida por parte de la clase hegemónica) para comenzar a interpretar las relaciones culturales y de consumo como un proceso variable en el que, desde el momento de la producción, se consideran los intereses sectoriales y la reutilización/resignificación que las mayorías puedan generar en los productos. A su vez, para no identificar la reproducción de lo establecido con las clases hegemónicas y la transformación con las subalternas, debemos vincular estas oposiciones con otras dos problemáticas: la reproducción de las estructuras mediante los hábitos de consumo y de representación populares; y la reelaboración de la cultura hegemónica por parte de los sectores populares, así como su capacidad de réplica. En el segundo tópico, el autor desarrolla el concepto de hábitos y consumos y los redefine desestimando, por un lado, las teorías del reflejo y del estímulo- respuesta; y, por otro lado, considerando de un modo más completo los términos de hábitus y prácticas (Bourdieu se había centrado mucho más en el primero). García Canclini explica que las correspondencias fuertes de las estructuras sociales con el comportamiento de los individuos se producen a través de un largo proceso de formación de hábitos y gustos, y no por influencias ocasionales. Este proceso esgrime la conducta de los individuos y les da esquemas básicos de percepción, pensamiento y acción, aunque son sistemas variables y dinámicos (estructuras estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes). Esta característica dinámica responde a que, si bien el hábitus tiende a reproducir las condiciones objetivas que lo engendraron, la apertura de posibilidades históricas diferentes (aquí aparece la coyuntura de cada ambiente, región o grupo en particular) permite reorganizar las disposiciones adquiridas y producir prácticas transformadoras. Éstas prácticas, por lo tanto, hacen variar las relaciones de consumo. Finalmente, en el tercer tópico, García Canclini analiza la organización popular y la réplica sociopolítica, no sin antes aclarar que no es adecuado enfocarse solamente en las manifestaciones de resistencia (al estilo Gramsci) ni tampoco solamente en el consumo (como solía hacer Bourdieu). El autor desarrolla que, en los últimos años, la resistencia o la capacidad de réplica política se articula con el consumo en ciertas luchas populares que, además de realizarse en el conflicto de clases, también se articula en otras contradicciones sociales o antagonismos. Dichas contradicciones localizan o fuera de la producción o no solamente en la producción; y son de dos tipos: luchas contra formas de poder, represión y discriminación (vida cotidiana); y luchas por la apropiación de los bienes y servicios (consumo). Para ejemplificar, en el primero de los casos se hace referencia a los movimientos que quieren la democratización integral de la sociedad o que luchan contra el poder (agrupaciones de derechos humanos o contra la desigualdad) y en el segundo caso a los movimientos sociales urbanos que actúan más en las relaciones de distribución que en las de producción (organizaciones barriales o agrupaciones de consumidores). Estas manifestaciones, por lo tanto, pueden servir como “indicador” de la capacidad de resistencia de los sectores populares a la hegemonía y aún a la dominación violenta.
Hacia otra gestión pública: Un análisis comparativo desde la perspectiva teórica de la economía social y experiencias de las organizaciones comunitarias en Venezuela y Argentina