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Profesora Susana Cazzaniga

Facultad de Trabajo Social UNER


Año: 2015

Intervención social – Intervención profesional

1.- Presentación
En los últimos años la producción teórica proveniente de diferentes campos
disciplinares sobre intervención social se ha ido intensificando. En trabajo social la
noción de intervención hizo su aparición a mediados de la década de 1990
desplazando, en forma paulatina, los conceptos de ejercicio, quehacer, e incluso
práctica profesional a pesar de las diferencias teóricas que estos presentan.
No obstante su puesta en examen y reflexión teórica, el término mantiene cierta
ambigüedad advertida por diferentes autores (Corvalán, 1997; Cazzaniga, 2011;
Saavedra, 2015). En lo que sigue intentaremos dar cuenta de estas cuestiones
colocando argumentos respecto de nuestra posición al respecto.

2.- El concepto de intervención social desde los términos que lo componen


En primer lugar examinaremos los términos que componen la noción,
realizando un análisis por separado, para luego recomponerlo y de esta manera
otorgarle espesura y argumentación.

Sobre la noción de Intervención:


Etimológicamente intervención proviene del latín interventio, es decir un venir
entre, un interponerse en una situación que se considera necesaria de revertir. Tanto
es sinónimo de mediación, intersección, buenos oficios, ayuda, apoyo, cooperación,
como de intromisión, injerencia, intrusión en la que la intención violenta, o cuanto
menos, correctiva, se puede convertir en mecanismo regulador, asociándose la
coerción y la represión para el mantenimiento o el restablecimiento de un orden dado
(Ardoino, 1987).
En otras palabras, estamos en presencia de un término contradictorio, que si
bien da cuenta de una acción, en sí mismo lleva la carga de significaciones opuestas:
lo autoritario y lo cooperativo. Por otra parte, la intervención siempre supone el acto de
un tercero, que sobreviene en relación con un estado preexistente.
De esta manera toda intervención presenta por un lado significaciones
paradójicas y por otro una externalidad respecto de las situaciones a las que llega que,

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de por sí, produce una violentación, aspectos estos necesarios de tener en cuenta en
tanto se trata de actos que involucran a otros, jugándose la cuestión ética. Siempre es
necesario reconocer hasta donde las intervenciones participan de una respuesta
coherente al problema que se presenta, y como las mismas pueden convertirse en
formas autoritarias de definir la vida ajena.
Esta noción, muy usada y hasta naturalizada en ciertos campos (la intervención
quirúrgica en medicina, la intervención en instituciones diversas para el caso de la
política), comienza a ser incorporada en otros repertorios conceptuales como el caso
de la psicología y el psicoanálisis (Ardoino, 1987) y más cercano en el tiempo en el
lenguaje artístico.
Desde otro punto de vista el término es registrado como parte del campo del
hacer. Efectivamente la epistemología hegemónica coloca en esta palabra un fuerte
peso instrumental.

Sobre la noción de social:


Revisaremos el segundo término social, tan usado en las ciencias sociales y en
el habla cotidiana como polisémico es su contenido.
En efecto, social puede ser un sustantivo y también un adjetivo, estado o
proceso, aspecto o totalidad. La palabra que antecede, lo, es considerado un artículo
neutro que según el Diccionario panhispánico de dudas se lo define así por su
capacidad de sustantivar adjetivos1. De allí una primera aproximación: lo social
representa de por sí algo neutro y opaco.
Desde el punto de vista de la producción teórica al respecto, es la sociología la
que con mayor pertinencia lo ha explorado, aunque como sabemos, es un vocablo
común a diferentes disciplinas de las ciencias sociales.
Bruno Latour (2005) en su libro Reensamblar lo social. Una introducción a la
teoría del actor-red, recupera la etimología de la palabra social y expresa “La raíz es
seq-, sequi y el primer significado es ´seguir´. El latín ´socius´ denota un compañero,
un asociado. A partir de los diferentes idiomas, la genealogía histórica de la palabra
´social´ se entiende primero como seguir a alguien, luego enrolarse y aliarse y,
finalmente, tener algo en común” (2005: 20, el destacado es del autor).
El adjetivo social, dice Funes (2004) designa cierto tipo de relación y cierto tipo
de condición. Se trata de una relación que enlaza a personas que forman grupos o que

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“… aunque para muchos lingüistas se trata de un pronombre” (Real Academia Española y la
Asociación de Academias de la Lengua Española Tomo Morfología y Sintaxis I, 2001: 82)

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se agrupan para coordinar sus actividades. “Hablamos de una ´condición social´ de la
existencia de un individuo, o de los hombres en general, cuando su modo de existir se
halla condicionado, no por la naturaleza o los objetos, sino por (el modo de) su
relación con otro hombre o conjunto de hombres” (2004: 85, el destacado es del
autor).
Ambos autores coinciden en reconocer en el término la interdependencia que
se establece entre las personas, los lazos intersubjetivos o sea la vida en común; en
este sentido social se acerca al concepto de sociedad y/o societal. No obstante esto
las diferentes corrientes de pensamiento que permean las construcciones teóricas van
a dar lugar a otras distinciones.
En efecto, desde la historia de las ciencias en general y de las sociales en
particular se nos ha planteado con claridad el derrotero de la constitución de los
campos de conocimiento; en ese sentido y respecto de las ciencias sociales
Wallerstein (1997) expresa que ellas nacen con el objeto de circunscribir, matizar y
sobre todo dominar la normalidad del cambio y la soberanía. Es así que la sociología
se institucionaliza de la mano de Emile Durkheim a fines del siglo XIX lo que
representa la confiabilidad en estos estudios para explicar los problemas de época y
en particular para proponer las intervenciones necesarias para la estabilización de la
sociedad. El positivismo fue en ese momento el pensamiento hegemónico que
proporcionó los principios explicativos y que a la vez avaló la parcialización del campo
del conocimiento sobre la sociedad. De estas disquisiciones surge también la división
de la realidad en esferas lo económico, lo político y consecuentemente lo social, como
dominios identificables de práctica (Castel, 1997) que al quedar parcelados pueden ser
estudiados en profundidad.
En este andarivel argumentativo lo social se convierte en el ámbito de las
relaciones de interdependencia entre los sujetos que si bien va a tener su articulación
con los demás espacios (el económico, el político y otros), presenta su propia lógica y
especificidad. Sobre esta concepción nos interesa realizar algunas reflexiones.
Si se trata de una distinción a fin de lograr análisis más particularizados nos
parece pertinente en tanto en la constitución del lazo social aparecen aspectos
simbólicos, subjetivos necesarios de comprender. El problema se presenta cuando las
esferas son aisladas por el investigador otorgándole una autonomía que se vuelve
autorreferencial. En este enfoque se pierde el sentido de totalidad que desde nuestra
perspectiva sostiene el mundo de la vida.
Pero sobre este social podemos agregar otras problematizaciones que llevan a
su vez a nuevas formas de concebirlo. Nos referimos a lo que Jacques Donzelot
(2007) ha denominado la invención de lo social.

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Este autor define lo social como “…ese género híbrido que se construyó en la
intersección de lo civil y lo político, asociando ambos registros con el objetivo de
neutralizar el violento contraste que oponía al imaginario político moderno con las
realidades de la sociedad civil y mercantil” (2007: 10). Gilles Deleuze (2008) en
"Epilogo: el ascenso de lo social" que escribe en el libro de Donzelot La policías de la
Familia. Familia, sociedad y poder al analizar el concepto que propone su autor dice
“…no se trata del adjetivo que califica el conjunto de fenómenos de los que se ocupa
la sociología: Lo social remite a un sector particular en el que se incluyen, si es
preciso, problemas muy diversos, casos especiales, instituciones específicas, todo un
personal calificado (asistentes ´sociales´, trabajadores ´sociales´)” (2008: 233, el
destacado es del autor). Otros autores adhieren y profundizan esta concepción, entre
ellos Robert Castel (1995) quien reconoce a lo social como un espacio intermedio
“para restaurar o establecer vínculos que no obedecían a una lógica estrictamente
económica ni a una jurisdicción estrictamente política. Lo ´social´ consiste en sistemas
de regulación que no son los del mercado, instituidos para tratar de llenar esta brecha”
(1995: 20). También Susana Murillo (2013) siguiendo esta misma lógica dice "...lo
social es entendido como un entramado de políticas implementadas desde el Estado
que tiende a contener los efectos de la desigualdad y su compañera, la pobreza,
construyendo lazos sociales de integración de todos los ciudadanos." (Murillo, 2013:
72).
Visto desde este ángulo, lo social es entendido en primer lugar en el sentido de
una construcción decidida y llevada adelante desde algún lugar de poder para
estabilizar a la sociedad y resguardar el orden. Designa, de acuerdo a lo que dicen los
autores de referencia, desde políticas públicas hasta problemas específicos que
contribuye a resolver, incorporando tanto a instituciones como los profesionales
involucrados.
Nos interesa profundizar en esta concepción por las consecuencias ideológicas
y políticas que la misma desata. Tal lo desarrollado en párrafos anteriores, este social
aparece ligado a los conflictos desatados por la consolidación del estado capitalista
moderno, un estado que debe enfrentar la paradoja de mantener las banderas
revolucionarias de la Revolución Francesa (libertad, igualdad y fraternidad) y a la vez
garantizar el sistema capitalista y por ende la reproducción de la desigualdad.
Problemas como el de la pobreza pasan a confinarse al ámbito de lo social velándose,
de esta manera, el origen político en tanto existe una voluntad desde los sectores de
poder en mantener un sistema que lleva como condición de sobrevivencia la
desigualdad y explotación. De allí que lo social por una parte se despolitiza dejando en
el plano de las deficiencias personales y morales las causas de estos problemas y por

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otra se lo circunscribe a un sector de la sociedad: los pobres, los sectores
subordinados de la población.
Además ubicando de esta manera a estas situaciones también la intervención
sobre las mismas se despolitiza apelándose a la solidaridad para fundamentar las
estrategias. Las políticas, tanto como las famosas tarifas, garrafas, boletos sociales,
en otras palabras bienes y servicios subvencionados para la población impedida
material y simbólicamente de acceder a los mismos, pasan a denominarse social
(léase para pobres) visibilizando esa condición.
Este social como bien dice Delleuze deja de ser un adjetivo, sustantivizándose
como dispositivos de regulación de la pobreza y del conflicto social. Su condición de
realización es además el ámbito público y mapea los espacios identificando a quienes
resuelven sus dificultades en las instituciones públicas y quiénes en las privadas. Por
otra parte el lugar de lo público también está expuesto a la vista y a los oídos de todos,
lo que genera una operación de sentido que hace que para el sentido común
determinados problemas son sociales y atribuibles a los pobres.
Revisadas y criticadas las diferentes concepciones sobre lo social,
expondremos ahora lo que entendemos al respecto.
En primer lugar retomamos las primeras anotaciones realizadas, expresando
que lo social designa aquella construcción intersubjetiva que adquiere diferentes
configuraciones según tiempo y espacio. En esa configuración podemos identificar
diversos aspectos como ser el económico, el político, etc. que como dimensiones de lo
social lo organizan y le dan forma en un momento determinado.
Destacamos así una perspectiva de totalidad y tal como dice Castoriadis que
“no hay articulación de lo social que se dé de una vez para siempre” (1993: 31).
De esta manera entendemos a lo social como el entramado de prácticas en el
que participan activamente las dimensiones políticas, económicas, ideológicas y
culturales, que estructuran el espacio de producción y reproducción de la vida
individual y colectiva de los sujetos, en un tiempo y espacio determinado
Lo social se convierte así, en un proceso donde participan como un entretejido,
diferentes dimensiones, que si bien se las puede diferenciar, no son estancas ni
independientes. Entre las más preponderantes podemos identificar:
- Lo económico (se refiere al modo de producción de bienes y a la división socio
técnica del trabajo que se da en una sociedad determinada).
- Lo político (da cuenta de la organización social, las formas en que se da la lucha por
imponer un tipo de organización social y las relaciones de fuerza en el ejercicio del
poder).

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- Lo ideológico (tiene que ver con el sistema de valores, modelos, discursos y prácticas
de los diferentes grupos sociales que justifican o cuestionan las relaciones económicas
y sociales establecidas).
- Lo cultural (la construcción simbólica que actúa como universo de sentido para los
sujetos y grupos sociales, tiene íntima relación con la dimensión ideológica).
Lo social, se constituye, entonces en el mundo de lo cotidiano de los sujetos,
donde las dimensiones señaladas interjuegan continuamente. Vale aclarar, que en un
momento determinado, una de estas dimensiones puede cobrar relevancia en el
análisis y en ese momento subordina a las demás, pero no se pueden separar,
siempre las demás dimensiones están presentes. Por otra parte, somos los sujetos
que mediante las prácticas y los discursos vamos estructurando a ese social. No
podemos escapar a las condiciones sociales, aunque podemos transformarlas. Es de
ese modo como vamos construyendo la historia, produciendo y reproduciendo la vida,
y es también en este escenario donde se presentan los facilitadores u obstáculos que
posibilitan o impiden esta reproducción cotidiana. En lo social se expresan las
necesidades, sean éstas de orden material o simbólico, y también la forma de darles
satisfacción.
Llegamos así a identificar, que según como se configure este social, como se
estructuren y articulen las diferentes dimensiones (económica, política, ideológica,
cultural) desde las prácticas, será también el modo en que los sujetos den respuesta a
sus necesidades. En diferentes épocas históricas, encontraremos también diferentes
modos, espacios y significaciones respecto de la satisfacción de las necesidades.
Cuando hablamos de configuración social, entonces, estamos haciendo referencia al
aspecto general, a la forma que adquiere una sociedad según la articulación de las
dimensiones nombradas, y como vemos, esta configuración va variando temporo-
espacialmente.

Acerca de intervención social


De acuerdo a lo que venimos desarrollando intervención, por definición, nos
presenta la idea de una acción externa a una situación dada, sobre la que se busca
alguna modificación; por otra parte adjetivada como social nos sitúa en el campo
societal, en el espacio mismo de las relaciones sociales. De esta manera podemos
considerar a la intervención social como un mecanismo constituido por diversas
prácticas que desde cierto lugar expresa la voluntad de responder a los conflictos de
una sociedad.

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3.- El concepto de intervención social desde diferentes perspectivas
Del rastreo bibliográfico que hemos realizado surgen por lo menos dos
perspectivas: aquella que considera a la intervención social como conjunto de
acciones provenientes de diferentes instituciones de la sociedad y otra que la asimila a
las prácticas profesionales. Al interior de cada una de ellas también encontramos
algunas diferenciaciones.

a.- Intervención social como conjunto de acciones proveniente de diferentes


instituciones:
Javier Corvalán la define como “Acción organizada de un conjunto de
individuos frente a problemáticas sociales no resueltos en la sociedad a partir de la
dinámica de base de la misma” (1997: 4)2. Según las instituciones, los propósitos,
contextos y discursos el autor considera que existen dos tipos de intervención social:
de tipo sociopolítica, y de tipo caritativa, asistencial o no sociopolítica. La primera es la
que desarrolla el Estado y las ONG, y se denomina así porque presenta objetivos
societales en relación con el modelo de sociedad; la segunda, siempre de acuerdo con
Corvalán no persigue propósitos políticos. Desde nuestro punto de vista las iniciativas
caritativas y asistenciales también presentan su costado político y fundamentalmente
ideológico, en tanto como lo discutimos al tratar lo social como invención, existe una
intencionalidad política en el negar la naturaleza política de ciertas situaciones y
problemas sociales.
Dentro de esta concepción es posible identificar a la vez, posturas diferentes.
En este sentido encontramos por una parte, las que consideran que la intervención
social tiene que ver con las acciones que se dirigen a un sector social determinado: los
pobres. Según Robert Castel (1997) esta intervención incluye como destinatarios a
todos aquellos que presentan condiciones particulares que les impide ingresar al
circuito del trabajo por la que también la denomina lo social-asistencial3.
Por otra, advertimos que intervención social alude a aquellas respuestas que
surgen mayormente del estado (aunque también de otras instancias institucionales) y

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El autor sigue diciendo “Esta dinámica de base, en el caso del tipo de sociedad a que hacemos referencia
en este trabajo, es por un lado, el funcionamiento capitalista en torno al sistema de mercado que
determina cualitativa y cuantitativamente la producción de bienes y servicios, y por otra parte el derecho
público y privado que regula tanto la apropiación legítima de tal producción por parte de los individuos
como los conflictos de intereses entre los mismos” (Corvalán, 1997: 4).
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“… hay un núcleo de situaciones de dependencias reconocidas, constituido en torno de la incapacidad
para entrar en el orden del trabajo, por deficiencias físicas o psíquicas manifiestas, debido a la edad (niños
y ancianos), a la enfermedad, a los defectos corporales, y que pueden incluso extenderse a ciertas
situaciones familiares o sociales desastrosas, como la de la ´viuda con hijos´ para retomar una expresión
que se encuentra con frecuencia en las reglamentaciones de la asistencia social” (Castel, 1997: 29, el
resaltado es del autor)

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son destinadas a toda la población. Cortes y Marshall (1991) dicen que incluso las
intervenciones cuyo objetivo es un segmento de la población (el más pobre por
ejemplo) trascienden y llegan a los demás sectores sociales en tanto regulan el
mercado de trabajo (1991: 21-22).

b.- Intervención social como práctica de diferentes profesiones:


Saavedra (2015) en un trabajo sobre las diferentes formas en que se
argumenta la noción de intervención social reconoce como una de ellas a una forma
de actuar de una categoría de profesiones del mundo social, orientada a la resolución
de problemas sociales. Los métodos que usa la intervención social contemporánea,
según Paz Rueda y un grupo de investigadores (2010), se nutre de los aportes de las
disciplinas sociales registrando como prácticas de intervención social: organización de
la comunidad, desarrollo de la comunitario, supervisión, mediación, sistematización,
investigación-acción-participativa, entre otras.
En esta perspectiva encontramos también a quienes toman como sinónimos
intervención social e intervención profesional de los trabajadores sociales. Javier
Corvalán (1997) lo observa identificando entre ellos a autores como Lefebre (1985),
Févre (1993); Verdés-Leroux (1978) quienes la entienden como la acción de un
profesional, en particular del trabajo social.
Por su parte Saúl Karsz (2007) en el texto Problematizar el trabajo social.
Definición, figuras, clínica al definir intervención social dice “llamamos así a las
acciones reunidas bajo la denominación genérica de ´trabajo social´, procedimientos
implementados por estructuras públicas y privadas (ministerios, ayuntamientos,
asociaciones), intervenciones que reivindican la etiqueta de ´social´”. (Karsz, 2007:
153, el resaltado es del autor).

4.- La Intervención social como dispositivo regulador de la sociedad


Por medio de la intervención se busca dirimir de alguna manera los conflictos
que en el propio cuerpo social aparecen y que ponen en tela de juicio el orden
instituido, esta argumentación nos lleva a plantear que la pregunta por la intervención
social remite inexorablemente a la pregunta por los conflictos, o en todo caso por la
cuestión social. Robert Castel (1997) en su conocido texto “Las metamorfosis de la
cuestión social” conceptualiza en forma sugerente esta última noción al expresar que
la misma se presenta como

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“... la aporía fundamental a través de la cual una sociedad experimenta el
enigma de su cohesión y trata de conjurar el riesgo de su fractura. Es un
desafío que interroga, pone de nuevo en cuestión la capacidad de una
sociedad (lo que en términos políticos se denomina nación) para existir como
un conjunto vinculado por relaciones de interdependencia” (Castel, 1997, 20).

En estas consideraciones se pueden marcar algunas dimensiones que a


nuestro juicio argumentan a favor de lo que estamos expresando. Por una parte se
señala un riesgo de disolución identificado, como el mismo autor dice en párrafos
posteriores, en ciertas tensiones sociales, o en todo caso en una crisis que adquiere
tal visibilidad que involucra al conjunto de la sociedad; y por otro, al colocarse la
expresión “conjura” da cuenta de la necesidad de alejar esa instancia de peligro, lo
que da lugar a la búsqueda de respuestas, respuestas que desde nuestro punto de
vista se materializan en la intervención social.
De acuerdo a lo planteado la cuestión social siempre se manifiesta como
acontecimiento de envergadura que expresa, de diferentes maneras, el conflicto que
se encuentra en la base de una sociedad, conflicto que emerge, de acuerdo a un
posicionamiento teórico ideológico que se asienta en las corrientes críticas, de la
condición de desigualdad e injusticia. Pensado así, cabe también la pregunta acerca
de quiénes son los que se preocupan por este riesgo y por qué, tal como Wanderley
(1996) señala con mucha pertinencia al concepto de Castel, esto es la necesidad de
preguntarse sobre quién establece las condiciones de la cohesión en una sociedad4.
Si revisamos la historia podemos decir que la sociedad europea comienza a
dar estatuto público a la cuestión social en tanto núcleo de inquietud a mediados del
siglo XIX en el mismo proceso de consolidación del capitalismo, situación que expresa
en esos tiempos la contradicción capital – trabajo, o leído en otra clave, el
antagonismo radical entre el derecho a la propiedad y el derecho al trabajo. Sin
embargo, si acordamos en que en la base de toda cuestión social se encuentra la
desigualdad, entonces podemos considerar que hay en configuraciones sociales
previas, expresión de la cuestión social, y por ende intervención social (el mismo
Wanderley realiza este planteo analizando la situación latinoamericana a partir de la
conquista, en relación con la cuestión social).
Desde esta línea argumentativa en la historiografía de la intervención social se
pueden identificar diferentes estrategias marcadas por lógicas particulares, que

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Wanderley agrega que es posible forzar su fractura a fin de cambiar las condiciones de la integración,
buscando desde la noción de justicia una nueva sociedad tal como lo intentaron los movimientos políticos
latinoamericanos durante los 60 y 70 (Wanderley, 1996).

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portando sus propias explicaciones acerca de la cuestión social, conceptualiza a los
sujetos de la intervención social e identifica los procedimientos pertinentes para lograr
la ansiada cohesión. Según los momentos históricos y sus configuraciones sociales
cada una de estas estrategias tendrá más injerencia, aunque no necesariamente unas
reemplacen a otras, sino que coexisten con mayor o menor gravitación. Entre las
mismas es posible identificar, según los sistemas de ideas que las estructuran, las
siguientes estrategias: Confesional, Filantrópica, Higienista, de Protección estatal.
Es en el seno de una de ellas, y concretamente en el momento en que el
estado se hace cargo de las respuestas a la cuestión social en que aparece la
profesión, particularmente en la que hemos dado en llamar “protección estatal”.
Situamos a la misma a fines de siglo XIX consolidándose en el siglo XX, estrategia que
hemos visto debilitarse en la década de 1990, así como un intento de revitalización en
estos últimos años. También por esa época y en condiciones similares otras
profesiones vinculadas estrechamente a “lo social” se incorporan al dispositivo de
protección social, de allí que decimos que ninguna acción profesional “es” la
intervención social, sino que nos articulamos con ella, somos parte del dispositivo que
ella despliega manteniendo como profesión una autonomía relativa. No obstante las
condiciones generales que compartimos todas las profesiones que nos insertamos en
este campo existen ciertas diferencias en tanto en nuestro caso particular, Trabajo
Social, sólo despliega su intervención en relación de dependencia, por lo menos hasta
ahora.
La intervención en lo social, puede ser entendida como una práctica orientada
a la reparación y reproducción de la fuerza de trabajo, o como la preparación de un
espacio en los márgenes de la sociedad, donde el señalamiento de la anormalidad,
determina con claridad el terreno de lo normal y lo patológico en una sociedad.
(Carballeda, 1997)

5.- Intervención social: un intento analítico del concepto


Si acordamos en que Trabajo Social y otras profesiones forman parte del
dispositivo de intervención social, aunque no se reducen a él, uno de los aspectos
medulares del campo disciplinar estará centrado en la comprensión exhaustiva de este
concepto. Sánchez Vidal (1999) en su libro “Etica de la intervención social” esboza lo
que él denomina una definición de intervención social que tomaremos, a nuestros
efectos, como categoría de análisis para problematizar el concepto. El autor considera:

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“... (la intervención social)... como una interferencia intencionada para
cambiar una situación social que, desde algún tipo de criterio
(necesidad, peligro, riesgo de conflicto o daño inminente,
incompatibilidad de valores y normas tenidos como básicos, etc.), se
juzga insoportable, por lo que precisa un cambio o una corrección en
una dirección determinada” (Sánchez Vidal, 1999, 74).

En primer lugar es dable señalar la noción de interferencia intencionada para


cambiar una situación social lo que nos reenvía a lo planteado en párrafos
anteriores, esto es el carácter externo y deliberado que presenta toda intervención
respecto de una situación, que siempre presenta objetivos de transformación o
modificación. En segundo lugar aparece la cuestión de los parámetros que guían la
intervención: algún tipo de criterio, lo que implica un aspecto valorativo y en
consecuencia evaluativo -puesto de relieve con el término juzga- que demarca el
contenido y de hecho la magnitud de la situación. El autor utiliza además, una palabra
altamente impactante como lo es insoportable. Nótese que al enumerar los criterios –
aunque por honestidad intelectual es necesario decir que deja abierta la posibilidad de
incorporar otros- en la enunciación que de los mimos hace no aparece el aspecto
“derechos”. En tercer lugar vuelve a considerar la idea de cambio, incorporando el
término corrección, reiterando la direccionalidad que evidentemente se pre - fija. Si
bien el uso de ciertos términos nos pone claramente frente a una perspectiva
funcionalista, nos parece que esta definición presenta ciertos aspectos que pueden
problematizarse desde otras matrices. En efecto, la definición nos entrega
sobredeterminaciones que es muy probable se juegan cotidianamente en la práctica
profesional y por lo mismo se hacen necesarias de revisar. Aquí nos interesa
fundamentalmente tratar la externalidad, lo valorativo y en consecuencia la noción de
“situación social”, volviendo a hacer conexiones con la cuestión social.
En párrafos anteriores consideramos la intervención social “como estrategias
que una sociedad despliega o instituye a fin de que los diferentes sectores que la
integran mantengan una cohesión que les permita percibirse como tal”, incorporamos
además el tema de los conflictos que de alguna manera “atentan” contra esa misma
cohesión. De allí que toda situación social, desde la perspectiva que defendemos,
debe articularse para una comprensión coherente, a la cuestión social del momento.
Con esto queremos plantear que no existen “situaciones sociales” aisladas y
autoproducidas y si bien las mismas presentan particularidades, sus expresiones no
pueden ser atribuibles sólo a razones de índole psicológico, familiar o de mero
entorno, tradición muy extendida entre las profesiones que actúan en el campo social.

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Es probable que cada una de estas dimensiones pueda tener alguna gravitación, pero
cuando se trata de la intervención social se necesitará de un esfuerzo de
complejización, de producción de mediaciones conceptuales que permita realizar los
nexos con las manifestaciones de la cuestión social. De allí la importancia de
comprender lo axiológico, o en todo caso los valores que permean la decisión de
intervenir. Esta comprensión, desde nuestra postura debería realizarse en una doble
grilla: por un parte entender desde que sector social se produce y define estos valores,
porqué son considerados como tales y cómo los mismos son percibidos por los
sujetos protagonistas de la situación, o en todo caso ¿para quién son insoportables? y
¿por qué se consideran insoportables?. De este modo volvemos sobre la propuesta de
Wanderley (1996) cuando refiere a la necesidad de saber quien establece los
parámetros de la cohesión social. Esta reflexión se convierte en un eje ético por
excelencia desde el momento que nos permite la toma de posición profesional: así
como hemos impugnado como ciudadanos –por lo menos una buena parte de los
argentinos- la obediencia debida de los militares durante la última dictadura militar, no
debería existir tal cuestión para los profesionales que trabajamos en el complejo
dispositivo de la intervención social. Aquel principio tantas veces declamado del
“respeto al otro” (que de ninguna manera quiere decir “tolerar” en la idea de que todo
quede como está, o dicho en otras palabras justificar cualquier modo de vida, ya que
en esto puede colarse peligrosamente, la justificación de la injusticia y la desigualdad)
debe tomar cuerpo, encarnadura desde valores claros: nuestra convicción se centra en
los derechos humanos, incluyendo en tales los derechos sociales. La condición de
externalidad de (toda intervención social exige de un examen respecto de los criterios
en que se basa el imperativo de la intervención social. La ambigüedad constituyente
de Trabajo Social, esto es la objetiva imbricación con los mecanismos de la
intervención social no puede llevar a mimetizaciones. El “lugar” profesional exige
responsabilidades, debe hablar de un conocimiento acerca de la realidad social y de la
diferenciación, aún cuando como estamos planteando exista una relación estructural,
entre intervención social e intervención profesional. Lo que estamos considerando se
extiende por cierto a todas aquellas disciplinas que intervienen en el campo de lo
social.

6.- Intervención profesional en Trabajo Social


Podemos considerar en términos generales a una intervención profesional
como la puesta en “acto” de un trabajo o acciones a partir de una demanda, en el
marco de una especificidad profesional. Así, la intervención profesional presenta un
aspecto necesario de destacar: su origen está atravesado por el lugar que esa

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profesión tiene asignado en el imaginario social. Esto es, la construcción histórico-
social que de esa profesión se ha realizado: funciones, características, práctica,
resultados esperados, etc. En esta construcción operan el desarrollo histórico de esas
profesiones (sus antecedentes, sus vertientes, lo atribuido), como también las
prácticas profesionales que le han otorgado, y de hecho le otorgan significación a la
intervención profesional.
Existe, en toda intervención profesional un instituido, al que cada vez, en cada
puesta en acto, reforzaremos o intentaremos romper, pero del que no podremos
abstraernos para comprender y analizar esa intervención. En términos generales,
estamos en condiciones de recuperar el concepto que Alberto Parisí ofrece de “trabajo
profesional”. Este autor dice que el campo específico del trabajo profesional puede ser
entendido "... tanto como lugar donde se juega una visión teórica-ideológica
específica, como un espacio de acción-con-sentido sobre la realidad...”. (Parisí, 1993).
Desde este concepto decimos que el modo de comprender la producción de sentido
de una intervención profesional, en este caso, del Trabajo Social, está dada por la
elucidación (Castoricadis, 1993)5 constante que sobre la visión teórica ideológica
poseemos como trabajadores sociales y como ésta se materializa en esa acción con
sentido. En esta línea es posible comprender el refuerzo, o las líneas de ruptura que
estamos realizando sobre el instituido que como profesión tiene el Trabajo Social. Por
otro lado, y siempre en el esfuerzo de análisis acerca de la intervención en Trabajo
Social, es importante rescatar otro aspecto. La intervención no es un episodio natural
sino una construcción artificial de un espacio-tiempo (Carballeda, 1997) de un
momento que se constituye desde la perspectiva de múltiples actores: los que solicitan
la intervención (institución, sujetos individuales o colectivos), y los sujetos
profesionales, en el marco, como expresamos en párrafos anteriores, de cierta
estrategia de intervención social. Esta consideración remite a remarcar dos
dimensiones relevantes:
* la demanda, que se expresa atravesada por la construcción imaginaria de la
profesión y la propia percepción de los sujetos que la solicitan en lo que refiere a sus
problemas y necesidades, en un contexto histórico particular. Esta demanda expresa
las manifestaciones de la cuestión social del momento, aunque su aparición nunca es
transparente.
* la intervención, como proceso artificial, como un venir entre, que exige desde la
posición de los profesionales, la capacidad teórica para comprender esa demanda e
incorporar la dimensión ética en términos de reconocer las consecuencias que sobre el

5
Castoriadis define elucidación como el trabajo por el cual los hombres intentan pensar lo que hacen y
saber lo que piensan.

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otro, produce la intervención. Nos estamos refiriendo a la producción de sentido
específico que realizamos respecto de los sujetos: la promoción de sus autonomías, o
la cancelación de las mismas. (¿Sujetos de asistencia?; ¿Sujetos de necesidades?;
¿Sujetos de derechos?; ¿Sujetos de deseos?).
De este modo podríamos analizar a la intervención profesional desde diferentes
desagregados, a fin de comprenderla en su integralidad.

* Puesta en acto de un trabajo, de una acción con sentido sobre la realidad, a partir de
una demanda (que se presenta desde un “requerimiento” de atención) en el marco de
una especificidad. Volveremos sobre este tema más adelante.

* "Hacer" fundado, argumentado. Toda intervención está enmarcada en un lugar


teórico, esto quiere decir un modo de ver e interpretar la realidad, desde un régimen
de la mirada.

* Tiene una intencionalidad, generar alguna modificación en relación con la situación


que se le es presentada.

* Se expresa en un proceso metodológico, esto es en un conjunto de mediaciones que


dan cuenta de la intencionalidad y objetivos, y de sus "comos" particulares.

* Se trata de una construcción artificial. Se puede entender como un "venir entre", por
lo tanto tiene connotación autoritaria. Es así, un dispositivo por donde circula el poder
en estrecha relación con el saber.

* Presenta un carácter personalizado. En la intervención se da una relación cara a


cara con los sujetos directamente involucrados. Esta relación produce efectos sobre
los sujetos construyendo identidades.

Para intervenir es preciso, entonces comprender por que /respecto de que /


para que se actúa. De este modo, siempre existe un anclaje teórico, en el cual es
necesario exponer las visiones, las categorías conceptuales desde donde se nombran
los objetos, las problemáticas y los sujetos involucrados en la intervención. Por otra
parte, el “respecto de que” intervenimos, no es una respuesta que nos da directamente
la realidad, tampoco una construcción a priori, es una construcción que realizamos en
relación con la comprensión de esa misma realidad.

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En párrafos anteriores decíamos que la intervención tiene origen en la
demanda, por lo tanto comienza con un proceso de comprensión de la misma. Por lo
general, los trabajadores sociales consideramos que intervenimos sobre los problemas
sociales. Esto amerita que pensemos este término tratando de corrernos de la
tendencia empiricista que nos acompaña, que nos hace creer la ilusión de que el
problema "está allí" como dato directo de la realidad, sin poder muchas veces
reflexionar que lo se nos presenta es un conjunto de enunciados pre construidos por la
cotidianeidad, necesarios de desentrañar a fin de poder comprender realmente cual es
el foco en el que intervenimos. En este sentido la demanda debe ser
comprendida/problematizada teóricamente, más aún, debe ser sometida a un proceso
de deconstrucción para una posterior reconstrucción.

7.- Digresión sobre “demanda” y “problemas sociales”


Realizaremos algunas consideraciones teóricas sobre estos dos conceptos,
entendiendo la importancia que adquieren en la intervención profesional.
En párrafos anteriores ya expresamos algunas consideraciones acerca de la
cuestión de la demanda desde las cuales intentaremos una profundización. Allí
decíamos que la demanda se encuentra atravesada por la construcción imaginaria de
la profesión por una parte y por la propia percepción de los sujetos que la solicitan en
lo que refiere a sus problemas y necesidades por otra, siempre en contextos históricos
particulares. También planteamos que siempre aparece como requerimiento de
atención, y que nunca es transparente. Pero ¿qué entendemos por “demanda”?
En principio podemos decir que demandar es solicitar, requerir, exigir
(demandar en derecho es solicitar justicia) y en general las demandas sociales dan
lugar a respuestas (no siempre las que los demandantes esperan) convirtiéndose en
ocasiones en legislaciones y políticas y en otras sólo en represión. El tipo de respuesta
tendrá que ver con los momentos históricos y las relaciones de fuerza en el seno de la
sociedad, vista de esta manera las demandas sociales se configuran como
manifestaciones de la cuestión social.
Según René Lourau (1988) el concepto de demanda social que usan diferentes
profesionales (psicoanalistas como Tosquelles; sociólogos de la educación como
Passeron; epistemólogos como Herbert) proviene de la pedagogía (ciertas tendencias
dentro de ella) y designa un aspecto del funcionamiento de los grupos, a saber, el
conjunto de los factores que actúan sobre el deseo, con vistas a develarlo y develarlo
en un lenguaje. Sigue expresando el autor que la dimensión colectiva es, junto al
lenguaje, propia de la demanda y no debe confundirse con la confluencia de “todos”
los integrantes del grupo que demandan, sino “que se corresponde con un consenso

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mínimo que se establece entre los actores (…) Mientras no es analizada en una
situación precisa, en un contexto real, la demanda social no es más que el fruto de
estimaciones puramente ideológicas o puramente técnicas” (Lourau,1988,192). No
debemos dejar de contextualizar estas proposiciones del autor en tanto las mismas
son escritas en relación con la intervención psicosociológica institucional, de allí que
se refiera a lo colectivo. No obstante creemos que nos aporta elementos como para
comprender la demanda en trabajo social.
Los “problemas sociales” expresan obstáculos materiales y simbólicos para la
producción y reproducción de las condiciones de vida individual y colectiva, son
histórico sociales: cada momento histórico imprime particularidad a esos obstáculos,
su denominación es construida a partir de la matriz teórica desde donde se
comprenden: como anomalías/disfunciones; como enunciaciones de la cuestión social.
Creemos necesario argumentar esta última perspectiva dado que en general existe
una tendencia a considerar los problemas sociales como consecuencia de
necesidades materiales o –en el otro extremo- entender que ellos derivan de
condiciones individuales sean estas del orden de lo psíquico, “educacional” y/o
cultural. Por el contrario sostenemos que los “problemas sociales” se configuran como
tales en relación con la desigual distribución de la riqueza, del poder y del saber (de
allí que la violencia de género es un problema social que sobreviene en particular de la
forma –injusta- en que se distribuye el poder en las sociedades patriarcales y en este
registro es una expresión más de la cuestión social). También aquí es importante tener
en cuenta por una parte que el modo en que se encuentran “designados” los
problemas sociales (por ejemplo problemas de drogadicción, problemas culturales,
problemas de salud, etc.) son ya construcciones teóricas frente a las que se impone
una “sospecha” y en particular la primera sospecha debe ir hacia quién/quiénes
realizan esa designación. Por último, los problemas sociales se constituyen en
“demanda” cuando los sujetos que los padecen se movilizan en busca de una
respuesta.
Tener en cuenta estas “premisas” permite romper con las naturalizaciones
porque nos ponen en una suerte de “estado de alerta” en el propio proceso de
intervención permitiendo tener presente el carácter artificial de ese proceso por una
parte; por otra, entender a las situaciones objeto de intervención como un
“requerimiento” nos exige trabajar reflexivamente para deconstruir ese requerimiento y
reconstruir ahora sí una “demanda” a fin de que la misma no quede velada o
encubierta. En torno a la construcción imaginaria de la profesión por parte de los
sujetos “demandantes” (tanto sean estos individuales, colectivos o institucionales) es
importante reconocer que a pesar de nuestras búsquedas por las autonomías relativas

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del espacio profesional somos reconocidos como integrantes de una institución (esa
articulación a la intervención social a la que hacíamos referencia en los primeros
apartados) y en la mayoría de los casos como representantes estatales. Además
pesan sobre nosotros representaciones sociales sobre el Trabajo Social, sean estas
positivas o negativas que llevan una idea de lo que hacemos y cómo lo hacemos,
cuestión que debemos receptar y muy probablemente reconducir explicitando quienes
somos, que hacemos y cómo (una y otra vez). Respecto de la percepción de los
problemas que nos plantean, es necesario comprender el contexto de producción de
esas percepciones que están anclados en las propias experiencias vitales y la trama
cultural de la cual emergen.
Allí toma relevancia lo que denominamos “deconstrucción”, entendida aquí
como la revisión crítica que opera como interrogación sobre nuestros propios
pensamientos (tanto del sentido común como de las referencias conceptuales con las
que vamos a comprender/ explicar y particularmente denominar “esos
requerimientos”). Este proceso se realiza con el auxilio de diferentes técnicas e
instrumentos que se usan desde el hilo conductor de la interrogación para lograr
determinados “saberes”, una reconstrucción teórica de lo que en cierto momento podrá
entonces denominarse realmente “demanda”. La observación y la entrevista son
centrales siempre y cuando las entendamos como mediaciones que nos habilitan para
comprender y delinear propuestas de acción incorporando la participación del “otro” de
la intervención en las mismas.

Concepto de demanda
La demanda en la intervención profesional de Trabajo Social
Realizaremos un análisis de este término, tratando de leerlo desde Trabajo Social.
Trabajaremos algunos aspectos que nos orientarán en la construcción del contenido:
a) La demanda es una construcción histórico social: esto quiere decir que debemos
realizar un ejercicio de construcción, identificándola como expresión situada en un
momento que otorga las condiciones de posibilidad para que esta expresión
emerja. Además debemos considerarla como creación de los sujetos, personas
concretas que viven en este momento histórico. Al hacer referencia a condiciones
de posibilidad estamos expresando que en los juegos de saber - poder de un
momento histórico y en un lugar determinado se establecen las aperturas para que
un pensamiento, un modo de vivir, ciertos gustos e ideas tengan preeminencia, se
hagan visibles y se consideren importantes, dejando en un cono de sombras a
otros. No quiere decir que estos otros no existan, sino que en las relaciones de
fuerza algunos son hegemónicos. Debemos decir que "condiciones de posibilidad"

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no quiere decir que exista un solo camino, una sola posibilidad, sino que en el
contexto algunas representaciones de acuerdo a las relaciones de fuerza se tornan
más visibles que otras. Además al decir que las demandas son creación estamos
considerando que en la dinámica cotidiana vamos construyendo demandas.
b) La demanda está atravesada por representaciones sociales, en particular acerca
de la profesión: que hace un TS, por qué lo hace, para quién lo hace, con qué
herramientas o recursos lo hace. Las representaciones sociales son producciones
del pensamiento que realizamos los sujetos acerca de algo: un objeto, un
acontecimiento, una palabra, una profesión. Siempre tienen origen en una
materialidad, pero en esa construcción se da una mediación desde la propia
subjetividad (lo que pensamos y sentimos). Cuando se nos solicita la intervención
desde aquel que demanda hay una idea de cómo nosotros vamos a intervenir. Así
es necesario reconocer que en esas representaciones sociales acerca de TS que
atraviesa la demanda va a estar presente la historia misma de la profesión, las
experiencias que se han vivido con ella, las prácticas instaladas como propias y
necesarias, lo atribuido como identidad.
c) La demanda expresa necesidades entendidas éstas como el estado de un
individuo o una sociedad en relación con los medios imprescindibles o
indispensables para su existencia. Las necesidades en tanto sociales son
inseparables de sus objetos de satisfacción y ambos (necesidades y objetos) son
creados, instituidos por la sociedad en un aquí y un ahora, entendiendo que
estamos haciendo referencia no son sólo a necesidades y objetos materiales y
biológicos, sino que incorporamos los simbólicos (el afecto, reconocimiento,
participación y las significaciones que los sujetos otorgamos a la vida). En tanto
somos nosotros los que significamos a las necesidades y sus objetos entonces los
mismos merecen ser comprendidos en los propios contextos culturales de los
cuales emergen.
d) Las diferentes posiciones de sujeto de demandas. Se entiende por posición de
sujeto al lugar que se ocupa en el espacio social, posición ésta "objetiva" ya que
está definida por una estructura social de un campo particular, pero que a la vez
presenta una impronta "subjetiva" incorporada a partir de trayectorias de vida que
otorgan una percepción de esa misma posición. En nuestra práctica profesional
podemos identificar diferentes posiciones de sujeto:
- Posición de sujeto "contratante, significada por el ámbito institucional (sea éste
gubernamental o no gubernamental). Desde allí se demanda una intervención
profesional que responda a sus necesidades institucionales. Es el que "paga" y

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exige determinados "servicios profesionales". Aparece aquí con fuerza el aspecto
político.
- Posición de sujeto involucrado directamente en la intervención profesional. El
famoso "cliente", asistido, usuario, beneficiario, etc. etc. Por lo general demanda a
la institución que existe en la sociedad para atender determinadas necesidades
sociales, pero que se corporiza en el Trabajador social.
- Posición de sujeto involucrado indirectamente en la intervención profesional, como
por ejemplo la demanda que realiza otro profesional, o de una organización social.
En muchos casos los sujetos directamente involucrados no requieren de esa
intervención sino que son estos otros sujetos los que la requieren.
- Posición de sujeto profesional
e) Las instituciones u organizaciones en las que trabajamos modelan o perfilan la
demanda de intervención. Si bien las transformaciones que hemos vivido desdibuja
ese perfilamiento existen algunas instituciones donde la demanda aparece más
anclada en el objeto para la que fue creada: salud, educación, minoridad, no
obstante en general la demanda que llega a las instituciones rompen con la
“especificidad” que ellas tenían en la sociedad salarial y se entrecruzan en una
diversidad necesaria de comprender y descifrar.

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