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Como profesores, profesoras, profesionales y trabajadores(as) de las áreas del Derecho Penal, la Criminología
y otras ciencias penales, manifestamos nuestra profunda preocupación respecto de la manera en que el
Congreso Nacional está abordando la actual crisis de seguridad que sufre nuestro país, esta vez, por medio de
reformas al Código Penal y al Código Procesal Penal. Estas reformas buscan, entre otras cosas, modificar el
sistema de determinación de penas, las reglas de salidas alternativas, las reglas de procedimientos especiales,
limitar la posibilidad de establecer penas de multas, y aumentar las penas mínimas del marco de presidio
menor en su grado mínimo, de 61 días a 1 año.
Una vez más somos testigos de cómo se legisla de manera precipitada, sin atender las profundas implicancias
que pueden tener en el sistema penal las modificaciones que se proponen.
En primer lugar, llama profundamente la atención que, en el primer capítulo de la moción, referido a
“Objetivos, justificación y fuentes del proyecto”, se dé cuenta de un proyecto de ley que sienta sus bases en
información supuestamente “criminológica”. No obstante, de la lectura de dicho capítulo puede concluirse
que se trata de información incorporada de manera errónea, inexacta, incompleta, desactualizada y -en
ocasiones- hasta tergiversada. Lamentablemente, dicha información ha sido replicada en diversas
oportunidades durante el trámite del Boletín 15.661-07. Del mismo modo, advertimos errores conceptuales
profundos, tales como, por ejemplo, las definiciones de “reincidencia” que han sido usadas para sustentar las
modificaciones que se proponen y que no dicen relación con la legislación nacional.
Es importante mencionar que nuestro país cuenta con numerosos profesionales, de diversas disciplinas de las
ciencias sociales, jurídicas y criminológicas, quienes cuentan con una vasta trayectoria en todos los aspectos
contemplados por el proyecto. Sin embargo, nuevamente, no han sido escuchados, no se les ha convocado al
debate donde ellos y ellas pudiesen aportar desde sus conocimientos, opiniones y experiencias, dejando la
iniciativa legislativa sin el fundamental sustento teórico y empírico que demanda un proyecto en materias tan
complejas como las que allí se abordan.
En segundo lugar, nos preocupa que no se haya tenido en cuenta que actualmente se está legislando un
proyecto de Código Penal, el cual, además de contemplar parte de las materias incluidas en este proyecto de
ley, lo hace desde un trabajo de largo aliento, sistemático, basado en evidencia y persiguiendo un objetivo de
armonización legal. El proyecto de ley en discusión, en cambio, propone medidas que podrían aumentar la
desorganización, agudizando la actual crisis del sistema penal y penitenciario. Con escasas posibilidades de
responder de forma efectiva a las legítimas demandas de justicia que emanan de la ciudadanía, siendo más
bien posible advertir resultados contraproducentes que acentuarán aún más los defectos de nuestro sistema
penal. Del mismo modo, se está obviando la tramitación y la promulgación de otros proyectos de ley que, a
pesar de estar inspirados en motivaciones similares a las de la presente moción, podrían generar conflictos
prácticos y normativos de relevancia.
En tercer lugar, advertimos que el proyecto en cuestión omite la crítica realidad actual del sistema
penitenciario nacional, tal como lo ha advertido recientemente el Ministro de Justicia y Derechos Humanos, y
como lo ha evidenciado en innumerables ocasiones el Instituto Nacional de Derechos Humanos y el
Mecanismo chileno para la Prevención de la Tortura. En palabras simples, el sistema carcelario nacional se
encuentra funcionando al límite de sus capacidades, los altos niveles de sobrepoblación actual (cercanos al
hacinamiento) no solo merman la calidad de la infraestructura y de los servicios básicos a los que accede la
población penal, sino que además, aumenta la exigencia sobre los funcionarios de Gendarmería, aumentando
las licencias médicas y el estrés laboral. A consecuencia de lo anterior, los recursos del sistema se ven
disminuidos, lo que hace aún más difícil sostener la ya reducida oferta de programas de apoyo psicosocial y
de reinserción social disponible para la población penal vigente.
Del mismo modo, en el proyecto tampoco existe la menor consideración respecto de los efectos que una
reforma de estas proporciones puede tener respecto de procesos penales dirigidos y sanciones aplicables en
contra de adolescentes, mujeres, personas de origen extranjero, personas con discapacidad, personas
pertenecientes a pueblos originarios, personas con identidad sexo-génerica diversa y otros grupos vulnerables.
En suma, el proyecto no se hace cargo de la necesidad de abordar la crisis del sistema penitenciario y
carcelario nacional, en términos de infraestructura, recursos y gestión, y muy por el contrario, se desentiende
del asunto.
Algunos aspectos especialmente preocupantes son: (i) el artículo 1° N° 2 del proyecto, que aumenta la base de
la pena de presidio menor en grado mínimo de 61 días a 1 año; el artículo 1° N° 7, que expande la regla de
determinación de las penas conocida como “marco rígido” a un campo de aplicación general y único, en
circunstancias en las que no se ha demostrado que sea una norma eficiente o útil en materia de prevención del
delito y que ha significado problemas interpretativos importantes que han afectado, principalmente, a las
personas pertenecientes a los grupos señalados en el párrafo anterior; y (ii) el art. 2° del proyecto, que, casi en
su totalidad, busca limitar y rigidizar instituciones dirigidas a posibilitar términos diferentes a la pena y/o a
descomprimir el sistema penal, en circunstancias en las que, incluso, pueden ser herramientas eficientes en
materia de reinserción social y desistimiento delictivo.
Nuestro país exige y necesita mejoras urgentes en lo que respecta al sistema penal, seguridad y legislación.
No obstante, creemos que es fundamental que dichas acciones tengan a la vista información fidedigna,
actualizada, de calidad y que tengan cabida en la realidad de nuestro país, así como también un debate en el
que converjan las experiencias, los conocimientos y los estudios que nuestros expertos y expertas han
recabado. La experiencia reciente nos ha demostrado que la tramitación legislativa apresurada puede decantar
en instrumentos legales que presentan desprolijidades e, incluso, resultar contraproducentes respecto de los
objetivos que se busca alcanzar.
El proyecto de ley en cuestión aún está sujeto a tramitación dentro del Congreso Nacional, por ello, les
pedimos actuar con generosidad y abrir los espacios para que expertos y expertas de todo el espectro político,
provenientes de diversas disciplinas y ciencias, puedan poner sus conocimientos y experiencias al servicio de
los y las legisladores, con el fin de ofrecer al país un instrumento responsable y actualizado que sirva para
enfrentar, de manera eficaz y sostenible, la crisis de seguridad que hoy nos aqueja.