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"EL FENÓMENO POLÍTICO, PODER, ESTADO Y LA EDUCACIÓN"

JACKY

EL FENÓMENO POLÍTICO:

El fenómeno político como la interdependencia de tres factores, el individuo, la


colectividad y el estado. Según como estén estas tres variables relacionadas se desprenden
varias doctrinas. A lo largo de la historia de la humanidad, el hombre, que al principio vivía
recorriendo el mundo, sintió la necesidad de congregarse en grupo, de ahí nace la sociedad,
y más luego se da el nacimiento de la autoridad.

En El Salvador, el poder político se ha entendido y se sigue entendiendo como dominación,


lo cual adquiere la concreción de control de la población e imposición autoritaria de leyes y
políticas. Esto lleva implícito el hecho de que dicho poder se considere como un atributo
personal de los que lo detentan y que tan sólo corresponda obedecer a aquellos que no lo
poseen.

Sin embargo, antes de asumir cualquier posición al respecto hay que discutir y ponerse de
acuerdo no sólo sobre qué concepción teórica del poder es la mejor sino también sobre cuál
es la más conveniente para nuestra realidad social salvadoreña. Contrario a lo que algunos
podrían pensar, este debate en nada es gratuito puesto que es un hecho innegable que todo
gobernante en su supuesto ejercicio público parte de una concepción y práctica del poder
político, por lo que éstas deben tener a la base una comprensión que sea socialmente
aceptada. La importancia de la determinación de esta premisa, por decirlo de un modo
general.

Como comprenderán los entendidos, el problema del poder en su versión política ha sido un
tópico del que se han ocupado enormemente tanto la Sociología como la Filosofía políticas,
por lo que al reflexionar al respecto no puedo más que auxiliarme de ambos saberes. Debo
decir que más que buscar la mejor definición existente de poder político intento estructurar
una noción que encaje con una forma de gobierno estrictamente democrática.
El estudio, análisis, crítica, de esta relación, no importando la tendencia que se tenga, es lo
que ha llevado al estudio de las ciencias políticas a investigar dichas manifestaciones. Del
fenómeno político se desprende el poder, quién o quiénes lo ejercen y para quién o quiénes
son las reglas. Esta relación determina los gobernados y los gobernantes. De esta relación
nacen las diferentes doctrinas políticas. Estas doctrinas contienen tres elementos esenciales,
análisis crítico del pasado y del presente; programar para un futuro ideal; método de acción
por el cual se proporcionará ese futuro ideal.

La ciencia política estudia el comportamiento de los individuos y sociedades dentro de un


escenario político. Los temas en donde trazan sus investigaciones se encuentran la
estructura del conflicto, la distribución del poder, la manipulación del poder en su propio
beneficio. Es de suma importancia los aportes que ha realizado la ciencia política en cuanto
a su estudio para la buena comprensión del comportamiento en las organizaciones.

Para el estudio del comportamiento los elementos dependientes principales son: La


productividad, ausentismo, rotación y satisfacción del trabajo. Dentro de las independientes
se encuentran: Edad, género, estado civil, habilidades intelectuales y físicas y la
personalidad. Con el estudio del comportamiento, la ciencia política trata de cuantificar y
determinar la visión política, ideología y niveles de participación política del individuo.

Tradicionalmente, en la Filosofía y en la Sociología políticas, el poder político se ha


tendido a ver bajo tres aspectos: los medios que se utilizan, la capacidad del sujeto y la
relación que se establece en su ejercicio, de aquí que se haya hecho una interpretación
sustancialista, subjetivista y relacional respectivamente. Hobbes es un representante típico
de la visión sustancialista, para quien el poder de un hombre son los medios que tiene en el
presente para obtener algún aparente bien futuro. Locke nos da una clásica consideración
subjetivista cuando afirma que el poder consiste en la capacidad del sujeto para alcanzar
ciertos efectos.

Y Robert Dahl nos presenta la más conocida formulación relacional del poder al sostener
que éste se debe de entender como la relación entre actores, en la que uno de ellos induce a
los otros a actuar de un modo en el que no lo harían de otra manera.
Estas formulaciones modernas no son nada despreciables puesto que aluden a aspectos que
se involucran en gran medida en toda concepción y ejercicio del poder, por lo que son útiles
para entender concreciones distintas del poder político, y sin lugar a dudas han servido de
base obligatoria para la mayoría de aproximaciones posteriores. Bajo estas influencias, en
la contemporanidad han aparecido otras consideraciones que me parece son más
paradigmáticas y que tal cual se han estructurado teóricamente enfocan el fenómeno del
poder de un modo más contundente, y bajo tales formas se han incrustado en los Estados-
aparatos actuales o se han vuelto modelos prospectivos.

Todas las nociones a que quiero hacer referencia pueden ser catalogadas como perspectivas
subjetivo-relacionales, por el hecho de que centran su atención en los actores sociales
mismos, y presentan diferencias teóricas sustanciales frente a las acuñaciones modernas
indicadas.

Al respecto, podría traer a cuenta una multitud de pensadores, pero creo que basta con
mencionar a Max Weber, Talcott Parsons y Jürgen Habermas. Tres autores que conciben el
poder político de muy distinta manera y cuyos planteamientos representan ya tipologías
paradigmáticas.

El pensamiento político cristiano que adquiere forma desde San Agustín y que se extiende a
lo largo del medioevo hasta la arista intelectual de Tomás de Aquino, vio el ordenamiento
político en clave platónico-aristotélica, es decir asignándole una responsabilidad
constructora del hombre, pero ahora se pone de relieve la exigencia de una práctica de la
justicia y la conducción de los individuos hacia la vida virtuosa y feliz. Particularmente
Agustín no dudó en señalar que los dirigentes políticos que se apartan de tales propósitos
no se diferencian en nada de una banda de delincuentes.

En la reflexión filosófica política griega, principalmente la de Platón y Aristóteles, el tema


de la pólis, en lo que tiene de organización política equivalente al Estado, recibió un serio
tratamiento, llegando a ser considerada como la cristalización social más pura o la forma
más perfecta de sociedad, dado que se concibe como un ámbito que existe para servir a las
necesidades de los hombres, hombres que son vistos como seres que no se bastan a sí
mismos, sino que necesitan unos de otros o, lo que es lo mismo, que sólo pueden alcanzar
el desarrollo de su naturaleza humana en comunidad. Una entidad tal sólo se construye con
la cooperación de todos, de aquí que el hombre para que asuma el compromiso debido tiene
que ser concebido como un ser esencialmente político.

KATHY

EL FENÓMENO DEL PODER

Max Weber entendió el poder en general, y por inclusión el poder político, como la
posibilidad de un individuo de imponer su voluntad a la de los demás. Por su parte, Talcott
Parsons consideró que el poder político consistía en la capacidad general de un sistema
social para conseguir que se haga lo que hay que hacer en interés de los fines colectivos. Y,
en fin, Jürgen Habermas comprendería el poder político como la posibilidad que las
personas tienen de ponerse de acuerdo sobre una acción común, a través de una
comunicación sin coacciones.

En rigor, esto significa que el poder político se ha de entender y ejercer primaria y


fundamentalmente en función del bien social, pero un bien social que necesariamente tiene
que ser determinado como tal por los mismos individuos que constituyen el grueso de la
población y no por el reducido número de dirigentes como tradicionalmente ha ocurrido en
El Salvador. Más bien se debe de decir que el marcado verticalismo que hasta ahora ha
predominado en el país desde todo punto de vista ha representado la negación del bien
social, pues ha sucumbido en una aberración humana y social en provecho de pocos, que no
tiene justificación alguna.

Y ello tanto más en cuanto viene adoptado con múltiples sentidos. Se habla de la potencia
de una gran montaña, del león como de un animal potente, del poder de un hábito.
Nosotros, en cambio buscaremos, por lo tanto, determinar el fenómeno, expresado en el
término, partiendo de su significado más general para llegar a aquel específico. En los
varios momentos de esta determinación, señalaremos también a los problemas presentes en
este fenómeno.

En sentido general poder significar la posibilidad de un ente de llevar a cabo una acción. Su
fenómeno pertenece por lo tanto no al ámbito del ser substancial, sino a aquel de la energía
y del acto. Eso radica naturalmente en el ser. Viene determinado [el poder] cada vez desde
las propiedades y desde las estructuras del mismo [el ser], pero no es idéntico a él. En este
sentido muy general el poder tiene todo lo que es, porque cada ente es operativo. No se da
un puro existir. El ser está así estrechamente relacionado al poder que, como nos dice la
física, las últimas partículas del átomo pueden ser vistas tanto bajo la prospectiva del ser
estático, cuanto bajo aquella de la energía. Por ello siempre, según este punto de vista,
aparecen tanto como masa (corpúsculo), cuanto como unidad energética (onda) y forman
las últimas determinaciones de la realidad entre sus opuestos dialécticamente. Hablando
concretamente: una piedra es activa, por ejemplo, bajo forma de presión que, por influjo de
la gravedad, ejerce sobre cuánto le está debajo. Una corriente eléctrica produce efectos a
veces de enorme alcance.

Esto no es aun lo que entendemos cuando queremos definir bien el fenómeno del poder. A
la acción que procede de la cosa inanimada y de la energía de las no vivientes faltas aquel
carácter de interioridad que nosotros pensamos a priori vinculado con el concepto de poder.
Aquella acción pertenece a aquel complejo de transformaciones de la energía, que penetra
toda la naturaleza inanimada y forma la unidad dinámica.

Cuando nosotros hablamos de poder, entendemos una actividad que deriva del espacio
íntimo de un ente. Esto es: ello está en encuentro con la vida. Solamente un viviente puede
tener poder, porque solamente en él existe iniciativa.

En tal sentido, en El Salvador como en cualquier otro país del mundo, al hablar seriamente
sobre el Estado nacional hay que distinguir, por una parte, el Estado concreto, vigente, lo
que hacen los funcionarios públicos de los tres poderes y, por otra parte, el Estado ideal,
teórico, el supuesto en la letra de la Constitución Política. Este Estado en estas dos formas
no ha sido analizado técnicamente, sobre todo en lo que respecta a la validés, conveniencia
y plausibilidad de lo que se hace como Estado concreto, la posibilidad real de materializar
lo que se ha formulado como Estado ideal y los niveles de coherencia que existe entre
ambos o el tamaño de los logros alcanzados en cada uno de los períodos de gobierno.

Podemos hablar de poder en sentido propio solamente donde el momento de la iniciativa


alcanza su pleno significado, precisamente en la libertad, esto es, en el hombre. Determinan
la libertad dos momentos, que se condicionan recíprocamente. El primero consiste en que el
portador del acto, el sujeto, en el acto sea íntimo a sí mismo, que posea la propia particular
energía y en su actualización a sí mismo. El segundo en esto, que el sujeto en acto se
trascienda a sí mismo y por ello esté en grado de disponer de la propia energía. Las dos
cosas juntas se llaman libertad. Podemos hablar de poder en sentido estricto solamente allí
donde la energía viene actuada en la libertad. Pero solamente el hombre posee la libertad.
Igualmente, la interioridad, de la cual brota la iniciativa, alcanza su pleno significado sólo
en el hombre. Y precisamente aún a través de dos momentos. El primero es la conciencia:
el hombre conoce la propia energía; dicho más exactamente, él es consciente de sí mismo
en la actuación de la energía. El segundo momento es la finalidad: el ejercicio de la energía
se dirige hacia un propósito y se vale de un medio adaptado para alcanzarlo.

Al fenómeno del poder, y por tanto de la libertad, pertenece la capacidad, aún la


inevitabilidad, de tener que responder de sí y de la propia iniciativa. Aquí la iniciativa
operante no tiene solamente el carácter de causa, sino de autora. Lo que ocurre, ocurre
solamente porque el sujeto lo quiere. Así al verdadero concepto de poder se vincula
directamente el de responsabilidad.

La verdadera realidad del poder es ya radicalmente un relevante fenómeno ético. Nietzsche


ha erigido la «inocencia del hacer» como supremo valor: el completo hacer humano alcanza
un carácter de necesidad que está, más allá del bien y del mal, desvinculada de toda
valoración ética. Tal pensamiento es altamente contradictorio porque busca llevar el estado
de la persona a la pura necesidad del ser natural.

EL FENÓMENO DEL ESTADO

Una función decisiva del Estado-aparato y de las organizaciones de la sociedad civil sería
educar y organizar a la población en orden a adquirir los valores y las normas para tomar
parte en esta magna obra dialogal-concertadora; y, por igual, se trata también de lograr que
el mayor número posible de individuos se comprometan seriamente en ella. No cabe duda
que la comunicación política de esta naturaleza sería poco fructífera si no se cuenta con una
adecuada educación al respecto; por lo que lejos de asumir actitudes de renuncia se trata de
crear las condiciones propias para ello.
Lógicamente, de las consecuencias positivas de esta práctica de diálogo y concertación
provendrá la justificación jurídica y ética del ejercicio del poder político, cosa que en nada
riñe con la letra de nuestra Constitución Política y con una sana moral social.

En la modernidad, se acuña el concepto político-jurídico de Estado. Desde Machiavelli


hasta Bodin el Estado se define como una organización política basada en un cuerpo legal
con capacidad de coacción sobre los habitantes de un territorio determinado. Está ya aquí la
idea de Estado-aparato y Estado-comunidad. Es también la misma idea que desarrollará
Hobbes en su Estado contractuado que se convierte en salvaguarda del orden, del derecho y
de la paz.

Es típico en el país que los candidatos a ocupar puestos en los órganos del Estado, sobre
todo en el Ejecutivo, en los tiempos de campaña elaboren sus propuestas en la línea de una
grandilocuencia prometedora orientada a seducir al votante, más que diseñar alternativas de
hacer cumplir lo que prescribe la ley o propuestas de solución de los problemas nacionales
con apego a la ley. Pues, la Constitución Política declara que el origen y fin del Estado es la
persona humana, que está organizado para la consecución de la justicia, de la seguridad
jurídica y del bien común; y, en consecuencia, es obligación del Estado asegurar a los
habitantes de la República el goce de la libertad, la salud, la cultura, el bienestar económico
y la justicia social. Obviamente, con esto bastaría.

El modelo de Estado-Nación, que ostenta la autoridad legislativa, ejecutiva y judicial y que


se ha ido configurando durante 400 años, consta de los tres clásicos elementos: soberanía,
población y territorio.

El Estado monopolizaba el uso de la fuerza sobre una población asentada en un territorio


determinado, la producción normativa, la representación del interés general en el interior y
la representación del interés del Estado en el exterior.

Nos encontramos, por tanto, ante una realidad: erosión de la soberanía en el Estado-Nación
por múltiples factores:

 La soberanía interna del Estado, dentro de su territorio, se ve modificada por


ámbitos subestatales, como las regiones y las ciudades globales. Además, las
grandes empresas e industrias tienden a concentrase en estas zonas.
 La soberanía externa del Estado, en cuanto a la reducción de su independencia para
aplicar políticas globales frente a las marcadas por organismos supranacionales.

Esta pérdida de soberanía del Estado-Nación no implica el establecimiento de un gobierno


mundial o supranacional de ámbito global, incluso existen serias dificultades a la hora de
fijar la política global, ya que es necesario que los países se pongan de acuerdo en una serie
de aspectos. La principal dificultad a la hora de consensuar este tipo de acuerdos estriba en
la disparidad de los regímenes políticos existentes en los diferentes países del mundo.

TATIANA

Podemos destacar los siguientes cambios en los elementos fundamentales del Estado-
Nación:

 En cuanto a la población: hay que considerar nuevos actores, los ciudadanos con
doble nacionalidad se mueven alrededor del mundo y exigen sus Derechos en todos
los Estados, la población en zonas limítrofes entre fronteras que no ve representados
sus intereses por ninguno de los Estados, ha surgido el concepto de ciudadanía
mundial de manera que gente que vive en lugares muy alejados comparte la forma de
solucionar problemas.
 En cuanto al territorio: hay que destacar que con la globalización se supera el
concepto de frontera y el territorio no es el límite para el ejercicio de la competencia
exclusiva del Estado.
 En la soberanía: la función jurisdiccional se escapa del control del Estado
adquiriendo cada vez más importancia los tribunales supranacionales, la función
legislativa ya no se monopoliza por el Estado y surge un pluralismo normativo e,
igualmente, aparece la "paradiplomacia" como forma de interacción entre países,
hermanamiento entre ciudades y pueblos, etc

El papel del Estado.

Muchos de los autores que se han ocupado del tema de la globalización han llegado a una
conclusión: ya que este fenómeno tiene un carácter inequívocamente supranacional, es
inevitable que el poder político olvide su estructura actual, marcada por el Estado-nación,
para dar origen o bien a una situación muy parecida a la del estado de la naturaleza, o bien a
organizaciones supranacionales que puedan ejercer adecuadamente el poder político. En lo
que ya no coinciden los diversos autores es en la forma que adoptarán estas instituciones
supranacionales.

Así, los hay que aventuran que el Estado seguirá existiendo como tal, aunque la soberanía
pasará a residir en esos futuros supra estados, convirtiéndose así en partes o nodos de una
red más amplia. Otros, en cambio, consideran que el auge de lo local que está surgiendo al
calor de la globalización puede hacer que los estados desaparezcan, siendo sustituidos por
otras formas de representación ciudadana que dé pie a una integración mundial fundada
sobre el Derecho.

De este modo, surge una evidencia que demasiado a menudo es pasada por alto: si hay
Estados que no pierden poder con la globalización, es más que probable que se nieguen a
perder su soberanía sólo por solidaridad con otros Estados que sí han salido y saldrán
perdiendo en el proceso.

Sin duda alguna, por el elocuente contrasentido, hay que afirmar que el Estado nacional no
ha cumplido con esta misión constitucional. Y la razón de porqué el Estado ha marchado
muy alejado de la dirección de su horizonte legal es debido a que ha servido
primordialmente intereses políticos y económicos de unos pocos en contraposición a los
intereses de la mayoría. Lo cual planteado en estos términos es grave, porque afecta
negativamente el fundamento jurídico y político del Estado, situación que
constitucionalmente justifica el derecho a la insurrección.

En fin, el Estado salvadoreño se ha vuelto promotor y observador de su propio desastre, al


haber llegado a establecer una estructura de poderes capitalmente incoherente y
disfuncional.

FENÓMENO DE LA EDUCACIÓN:

Concepto de educación
La educación es un proceso de integración personal de la cultura, que posibilita proyectar y
realizar la vida más plenamente dentro de la comunidad con espíritu creativo. El hombre va
consolidando su humanidad permanentemente, enriqueciéndose y configurando su
existencia. El fenómeno educativo. Esta integración supone no solo conocimiento y
conciencia de ellos, sino, y demás, valorarlos, estimarlos, para adecuar su conducta frente a
la objetividad y a los otros sujetos que conviven con él.

Desde un apersona perspectiva más descriptiva podríamos decir que educación es: un
proceso personal de perfeccionamiento intencional coadyuvado por la influencia
sistematizada del educar dentro de un contexto sociocultural.

El papel de educar permanece como lo que es, un factitivo del educando. El contexto
sociocultural es el medio de que se nutre y en el que está inmerso. La educación, así, es
sobre todo transformación perfectiva de la cultura.

La esencial de la educación tiene un prisma radicalmente personal. Ahora bien, esto nos
lleva a plantearnos una dramática cuestión: ¿es posible en el hombre esta modificación
perfectiva a la que llamamos educación?

Educabilidad

La Educabilidad, es decir, en que sea susceptible de modificación y perfección. El ser


“educable” es pues, el sustento de la educación. Se internacional, ha dado lugar a que la
educabilidad fuese tratada como un concepto exclusivo de la biología y la psicología. Bajo
el prisma de cambio intencional, que en cierta manera lo circunscribe al hábito pedagógico.
Las raíces son efectivamente psico-biológicas, pero escapa, en el sentido que aquí nos
interesa, al campo exclusivo de estas ciencias.

Plasticidad o maleabilidad está en función de complejidad o simplicidad de las estructuras.


La rigidez es su característica. Se trata de la educabilidad histórica en términos de la cual
supone especial disposición o ductilidad que los minados valores y no otros,
jerarquizándolos de modo distinto. Esta perspectiva añade humanidad al problema, puesto
que lo histórico pertenece exclusivamente al hombre.

Lo “educativo”, que tantas veces se aplica sin sentido, encuentra así su justificación. La
“educación es un proceso de transformación de vida conjunta con una orientación definida
por la manera de vivir de esa persona que actúa como padre o maestro”. Es un espacio
artificial de convivencia. “La tarea central de la educación es prestar atención, fomentar y
guiar a los niños en su crecimiento como seres humanos responsables, social y
ecológicamente conscientes de que se respeten así mismos”.

Magnitud del fenómeno educativo

Uno de los fenómenos más típicos que observamos es la constante referencias que se hace a
la educación. Como “de golpe”, la educación es reclamada como uno de los agentes de
desarrollo y progreso más importantes. “La educación del hombre moderno está
considerada en gran número de países, como problema de excepcional dificulta, y en todo
sin excepción, como tarea de la más alta importancia”.

La educación mediada por la forma “escuela”, tal como la conocemos actualmente, surge
en el período de instauración del capitalismo y es concebida como una institución de
transición entre el proceso de reproducción humana (familia) y el proceso de reproducción
social (capital), que se hallan escindidos en este socius. En esta función conectiva tiene que
vérselas, por un lado, con la igualdad abstracta descodificada que supone la reproducción
humana, recurriendo respecto de ella a un mecanismo al que también acude la
axiomatización familiarista: la apelación a la materialidad biológica de la diferencia etaria
como elemento de subjetivación individual. Por otro lado, tiene que lidiar con la diferencia
intrínseca que supone la inscripción al capital, anticipando y distribuyendo futuros lugares
en la reproducción social.

El sistema educativo se sitúa en una situación liminar respecto de capital, pero, como
mecanismo de reparto de las desigualdades, tiene que lidiar con la evidencia de la igualdad
y disponer de la desigualdad futura, sin contar con la posibilidad de recurrir a posesiones
materiales (riquezas) para establecerlas. En este sentido apela a un segundo mecanismo: la
abstracción lingüística de la asimetría de saberes (capital simbólico).

La educación como factor de integración política tuvo, pues, un papel muy importante: la
realidad confirmó que fue uno de los actores de la socialización política que mejor supo
crear una nueva lealtad al nuevo régimen; fue un elemento importante para el reclutamiento
de la elite política que el Estado necesitaba; fue, incluso, la base de la integración vertical
entre las diferentes regiones con mayor o menor conciencia de la identidad nacional.

La pluralidad de funciones públicas que se asignaron a la educación es manifiesta. Aunque


todas ellas revistan singular importancia, debemos destacar que, siendo el siglo XIX el
siglo de las nacionalidades, a la educación se le señaló un papel integrador de primera
magnitud. Aunque las relaciones entre el Estado y la sociedad se desarrollaron en general
dentro del esquema liberal -autonomía para la sociedad, inhibición para el Estado-, en este
punto, ningún Estado europeo se mostró como un agente pasivo en la constitución de
nuevas naciones o en la consolidación de las ya existentes. Como ha afirmado Hobsbawm,
el Estado, utilizando unas veces instrumentos coercitivos -como el éjercito nacional en el
caso de Alemania o Italia- y otras instrumentos pacíficos -como la educación-, nacionalizó
las sociedades de Europa. Y en este proceso, en que el Estado irradió nacionalismo sobre la
nación, la educación se convirtió, tanto en las naciones viejas como en las nuevas, en la
institución nacionalizadora más adecuada.

EVELYN

Si atendemos al esquema del triángulo pedagógico como un axioma con una fuerte
importancia política, abordar la cuestión del sujeto en educación implica aceptar dos
supuestos fundamentales: a) que “el sujeto” se enuncia en singular y sin embargo tiende
siempre a lo plural, a lo múltiple. Se trata de un sujeto plegado, de dos en relación aun
cuando se acepte que la distinción puede ser simplemente una abstracción; b) que cada uno
de esos dos sujetos debe ser entendido a su vez en la tensión entre la delimitación de un rol
abstracto que asigna una función (maestro, alumno, “el que enseña”, “el que aprende”) y la
designación de una individualidad concreta que encarna ese rol. Cuando el rol está
encarnado por un grupo, éste es pensado de todas maneras como un individuo.

Fruto de este proceso fueron los sistemas educativos nacionales, que, con más propiedad,
deberíamos llamar sistemas educativos estatales. La diferencia con el antiguo aparato del
Antiguo Régimen es notoria, ya que durante tan largo periodo el aparato escolar fue, como
se ha dicho, una "escuela de mosaico", es decir, un conjunto de instituciones educativas
superpuestas, gestionadas normalmente por la Iglesia y por las autoridades locales. En
cambio, con el Estado liberal aparece el sistema educativo en sentido estricto, esto es, lo
que Archer ha definido con acierto como un conjunto de instituciones diferenciadas, de
ámbito nacional, destinadas a la educación formal, cuyo control e inspección corresponden
al Estado y cuyos elementos y proceso están relacionados entre sí.

De esta forma, el Estado liberal crea en todos los países europeos un sistema donde los
fines de la enseñanza son definidos por los representantes de la nación reunidos en el
Parlamento -definición que será más autentica conforme se vaya extendiendo el sufragio a
lo largo del siglo-, dotado por las autoridades estatales de una ordenación académica que
regula los diversos niveles educativos con sus correspondientes planes de estudio,
configurado en general con bastante homogeneidad, financiado con fondos públicos, y,
finalmente, secularizado, es decir, entregado a las decisiones y competencia de los poderes
públicos.

Dos mecanismos que son convergentes y se hallan expresados en el triángulo pedagógico,


aunque uno de ellos encuentre su anclaje en la materialidad biológica de la distribución de
los cuerpos y tenga su expresión en la constitución del saber biológico, y el otro se
sustancie en el nivel abstracto del lenguaje a través de enunciados que reafirman una
posesión o desposesión de aquello que llamamos saber. Su solapamiento y el tipo de
pliegue compartimentado que imprime es lo que convierte al triángulo pedagógico en un
axioma eficaz.

Al sujeto-objeto: que se presenta en un caso como una condición material y en otro como
un fin trascendente a la educación, es decir, como elemento de individuación y como ideal
de naturaleza humana, Cerletti opone una concepción que lo piensa como efectivamente
sujeto, inmanente y ligado a la ruptura de los órdenes establecidos. Los nombres de este
proceso de subjetivación son sujeto-subjetivo o sujeto educativo y el sujeto en la educación,
y ambos conceptos son creados considerando específicamente su carácter político. En el
contexto de la propuesta de Cerletti se define sujeto como “la construcción (individual o
colectiva) que unifica los efectos de un acontecimiento y está sostenida en la decisión de
admitir, como ruptura efectiva con lo que hay, aquello que el acontecimiento altera”
(2008a: 73). El sujeto surge, entonces, en y a partir de una situación que se reconfigura
acontecimentalmente, está ligado a una desestructuración del orden dado y, aún más, al
sostenimiento fiel de las consecuencias de la ruptura de ese orden. El concepto de sujeto
(individual o colectivo) está vinculado a la ocurrencia de un acontecimiento.

El proceso de subjetivación: puede verificarse en el ámbito educativo de una forma más


débil (el sujeto-subjetivo o sujeto educativo) y otro más fuerte (el sujeto en la educación).
El sujeto-subjetivo o sujeto educativo, se configura en una singularidad de baja intensidad y
establece una ruptura parcial, que no podría ser llamada de modo estricto “acontecimiento”.
Se trata de una transformación operada por la irrupción de un pensar[2], por una
reapropiación subjetiva del saber, reacomodándolo y reconfigurándolo. Estas operaciones
“producen o pueden producir cambios que, a nivel local, generan efectos o consecuencias
que reacomodan gran parte de lo que está en juego en las situaciones educativas”

dentro del nuevo marco político que el Estado liberal representa, la educación no se
constituye en sentido estricto como un derecho del individuo sino, como acabamos de ver,
como una atribución del Estado. Ello es así porque para la doctrina iusnaturalista de la
época las exigencias fundamentales que brotaban del pretendido estado de naturaleza
respondían a necesidades fundamentales de la sociedad. En el estado histórico de la
sociedad del siglo XVIII el principal problema era el de la opresión del Estado absoluto,
representado tanto por la figura del monarca omnipotente como por la de las diferentes
iglesias aliadas con la monarquía absoluta. De ahí que, desde la perspectiva del individuo,
los derechos naturales hagan referencia a unas determinadas libertades públicas y no a otras
(libertad de conciencia, libertad de expresión, habeas corpus, etc.), y que, desde la
perspectiva de la sociedad, se reclame la autonomía de ésta respecto del Estado.

Por tanto, desde el principio del siglo XIX la educación como derecho de libertad se reviste
de una notable ambivalencia. Ello explica, en mi opinión, que en el siglo XIX la izquierda
europea sea al mismo tiempo defensora de la libertad de enseñanza, entendida como
libertad de cátedra, y enemiga de esta misma libertad, entendida como derecho a la creación
de centros docentes, normalmente confesionales, desde los que se combate incansablemente
al nuevo régimen liberal. Por el contrario, la derecha europea hará de la libertad de
enseñanza -en su acepción de libertad de creación de centros docentes - un bastión de su
actividad, al mismo tiempo que rechazará la libertad de cátedra por considerarla una
libertad perniciosa e inadmisible.
La estructura del sistema educativo propugnado por el Estado liberal adoptó una forma
bipolar: todos los niños tenían acceso a la enseñanza elemental pero ésta era un
compartimento estanco que no tenía relación alguna con el resto del sistema educativo; sólo
una pequeña parte de la población escolar interrumpía el curso normal de la enseñanza
elemental para pasar a cursar la enseñanza secundaria y la universitaria o superior. Como
ya quedó indicado, esta estructura fue uno de los modelos que alumbró la Revolución
Francesa, pero no el único.

Junto a la línea liberal se ha reseñado también la existencia en la Gran Revolución de otra


tendencia que hacía hincapié en la necesidad de ampliar las funciones del Estado para evitar
que los derechos y libertades reconocidos por éste se convirtieran en meras declaraciones
formales carentes de contenido real. Esta propensión, que va a residenciarse
fundamentalmente en las filas jacobinas, considera que la educación no puede ser atributo
ni de ningún estamento ni de ningún grupo social, so pena de que la educación se convierta
en sí misma en un factor de opresión y de desigualdad social. De ahí que para los jacobinos
la educación deba ser asumida por el Estado para hacer efectivo el principio de la igualdad
ante las luces. Como vimos, para los jacobinos la instrucción a secas es necesaria a todos.
Subyace aquí la concepción de la educación como un derecho del ciudadano y como una
responsabilidad del Estado. Pero, como también vimos, el fracaso de los jacobinos llevó
consigo el quebranto y posterior desaparición de esta concepción.

GISSELLE

2. Características del fenómeno educativo

Encontramos al tratar de definir qué será la educación, radican en el hecho de que el propio
yo se siente comprometido e implicado. Es un fenómeno humano. Toda persona reflexione
sobre el fenómeno educación, es capaz de dar su propio concepto de educación.

El derecho a la educación como derecho social o prestacional no se ha detenido en el


umbral de las constituciones, también se ha internacionalizado. Como los demás derechos
sociales, la educación se ha incorporado al Derecho público internacional, operándose un
fenómeno de trascendentales consecuencias. A estos efectos, se han señalado las siguientes:
en primer lugar, el individuo, o los grupos sociales, se han convertido en sujetos del
Derecho internacional; en segundo lugar, los derechos sociales han sufrido un proceso de
positivación al haber sido reconocido no sólo por las declaraciones internacionales, sino
también por los convenios multilaterales entre los Estados; por último, estos derechos han
conseguido amplia cobertura en la jurisdicción de los organismos internacionales. De todo
ello lo que interesa resaltar ahora es que, aparte de la revolución que pueda suponer para el
Derecho internacional que no sean sólo los Estados los sujetos del mismo, sino también los
individuos, lo importante es que la regulación internacional de estos derechos tiene en
determinados casos fuerza vinculante para los propios Estados, pudiendo invocarse tales
derechos ante los tribunales internacionales.

2.1 Idea de perfección

La ecuación es una perfección que se añada al hombre. El hombre existe al margen de la


Educación. La educación aparece aquí como un valor que al hombre posee en mayor o
menor grado, pero que siempre es una modificación. Traté de educar bien a su hijo o que
preferí que tengo otro tipo de educación. Es algo que se adquiere y con lo que no se nace.
El término desde una prima etimológico:

a) Educare. - Significa conducir a partir de. Es una acción externa, de influencias de uno
sobre otro, que hace referencia a proceso y a cambio.

b) Educere. - Significa hacer salir. En este aspecto se insiste en el proceso, pero no se niega
las influencias externas, aun cuando se admita la posibilidad de que la acción pueda ser de
uno mismo. Es más, extraer algo del hombre.

Ambas significaciones, son interesantísimas, porque nos permiten contemplar una doble vía
de perfección. “El exclusivismo en aceptar cada una de ellas origina corrientes pedagógicas
fragmentarias”. La típica antinomia pedagógica entre heteroeducación y autoeducación,
cuando en rigor no son más que dos posibilidades complementarias, que perfilan el
concepto de educación.

Se analizan los conceptos que sobre educación se han vertido, advertiremos que la idea de
perfección está presente en todos ellos. Incluso en los pensadores paradójicos, es decir,
aquellos que pretenden negar el valor o la existencia de la educación, pero acentúan otro
tipo de influencias que la sustituye: la sociedad, el ambiente, condicionantes históricos, etc.
Cuando se trata de fijar cuál sea el ideal del hombre perfecto; cuando el origen y el fin del
hombre deben ser explicados es cuando se traspasan al campo educativo los interrogantes
vitales y existenciales del hombre.

2.2 Contacto e influencias humana

La necesidad del contacto e influencia humana. Es de experiencia común universal, que la


educación es privativa del hombre y de que, en ella, el contacto humano le es esencial. La
educación es en principio “un proceso de asimilación cultural y moral”. El sujeto que se
educa, se deja invadir por las influencias de otros. Una sociedad alcanza niveles más altos
de desarrollo, la ecuación se complica y transforma, haciendo más necesario, al tiempo que
complejo, este proceso de culturalización. La educación es el proceso activo del sujeto que
se educa. La educación puede ser entendida como un proceso de asimilación cultural y
moral y al mismo tiempo como el proceso de separación personal.

La educación se ve auxiliada, potenciada por la influencia externa, pero se realiza y es “per


se” un proceso interior de perfeccionamiento.

2.3 Intencionalidad y sistematización

Fundamental es la que denominamos intencionalidad y sistematización. Tenemos en cuenta


que la racionalidad y la intencionalidad son dimensiones humanas, nos aparecerán éstas
como componentes imprescindibles del hecho educativo. Todo acto educativo debe ser
intencional, regido por la razón e impulsado por la voluntariedad. Es una constante
retroalimentación o feed-back del proceso.

Educación difusa o cósmica que abarca todos los factores fenómenos que en su más amplio
sentido inciden sobre el hombre, no será más que eso. El sujeto de la educación
favoreciendo el proceso perfectivo, entonces entra en el ámbito de lo educativo, no sólo
como factor condicionante, sino como auténtica categoría educativa. El ambiente se nos
puede presentar ambivalente respeto a la educación. Si es incontrolado, será un factor
condicionante. Diferencias el fenómeno educativo como hecho aislado de lo sistemático.

El problema de la intencionalidad plantea ciertas dificultades, porque rigurosamente, la


intencionalidad reside en el sujeto que se educa y en los primeros estados de la vida no
puede haberla.
La internacionalidad distingue a la educación del mero acontecer biológico y social,
instalándola en la categoría humana.

2.4 Dimensión integral

La ecuación es también un perfeccionamiento integral del hombre. Determinadas


dimensiones humanas, que absorben de forma exclusiva el proceso educativo. A las
dimensiones o aspectos humanos: educación intelectual, moral, estética, física, etc., e
incluso de ciertas conductas: educación sexual, educación vital, etc.

“La educación no consiste en una construcción del hombre acumulando distintos


elementos, sino más bien, en una construcción que arranca de la raíz misma de la unidad
del hombre, es decir, de la personalidad”.

La armonía humana se presenta como un ideal que hay que conseguir y en cada momento
histórico, en el que la educación se concreta y realiza, se intenta de alcanzar la adecuada
armonización de estos aspectos para acercarse más al ideal de unidad. La ecuación debe ser,
por tanto, integral, respondiendo a la exigencia unitaria de la persona como sujeto de la
educación.

2.5 Autonomía y creatividad

La educación debe contemplar la autonomía y la creatividad del sujeto, como manifestación


permanente de su originalidad y singularidad.

Como síntesis de su personalidad. Porque cada hombre debe ser “autor” de su vida, y eso
supone vivir de acuerdo con sus expectativas personales, libre y responsablemente,
sintiéndose sujeto, dando sentido a su vida. El hombre progresivamente “se conozca y
valora la realidad”.

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