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Monica McCarty El Cazador

Àriel x
-¿Adónde vais? –preguntó uno de sus amigos- la fiesta acaba de comenzar. Ellos
vendrán pronto con el whisky especial de Sir James.
-No os molestéis, Robby -dijo otro de los muchachos-. Conocéis a Lamont, él no cree
en la diversión. Es muy probable que fuera a pulir la armadura de Sir James o afilar su
espada o mirar la tierra buscando pistas por unas horas.
Él estaba en lo cierto. Pero Ewen estaba acostumbrado a sus bromas acerca de cómo de
serio se tomaba sus deberes, así que no le molestó.
-Podríais intentar mirar la tierra un poco más, Thom -dijo Robby-. Por lo que oí de vos
no podíais encontrar un pez en un barril.
Los otros se rieron y Ewen aprovechó la oportunidad para escapar.
Una ráfaga de aire fresco y húmedo le golpeó en el momento en que salió de la sala.
Había estado lloviendo la mayor parte del día, y aunque solo era la mitad de la tarde, el
cielo estaba muy oscuro. Apoyado en la nueva y magnífica torre de piedra erguida en lo
alto del castillo motte. Al igual que en el castillo de Stewart de Rothesay en la isla de
Bute en Cowal, su castillo de Dundonald en Ayrshire era una de las fortalezas más
impresionantes en Escocia, reflejando la importancia de los Stewart a la corona.
Caminando colina abajo al Castillo Bailey, Ewen se detuvo primero en el arsenal a
revisar la armadura y las armas de sir James, y luego, fue a los establos a asegurarse de
que su montura favorita se había ejercido. Lo había hecho, así que sentó, como Thom
había dicho, a mirar la tierra.
Era un juego que había estado haciendo desde que era un niño cada vez que necesitaba
escapar, para ver la cantidad de pistas que podía encontrar o los detalles que podía
memorizar. En el establo le gustaba ver si podía igualar las pistas con los caballos.
-¿Qué veis?
Se volvió, sorprendido de ver a sir James en la puerta. El cielo estaba oscuro detrás de
él. Alto y delgado, su cabello rojo oscuro, aunque empezaba a tornar al gris. El heredero
de Escocia exudaba nobleza y autoridad. Era un caballero, y como Todos los caballeros
era bueno con LA espada, pero el verdadero brillo de Stewart era ser un líder. Un
hombre al que los otros le seguirían voluntariamente a la guerra y, si fuera necesario, a
la muerte.
Inmediatamente, Ewen se puso de pie de un salto. ¿Cuánto tiempo llevaba aquí?
-Lo siento, mi Señor. ¿Me estabais buscando? ¿Ha acabado la reunión? ¿Qué se ha
decidido?
El hombre mayor sacudió la cabeza y se sentó en la hierba, haciéndole señas para que se
sentara a su lado.
-Nada, me temo. Me cansé de las peleas y decidí que necesitaba un poco de aire fresco.
¿Supongo que necesitabais lo mismo?
Ewen inclinó su cabeza y se concentró en un trozo de hierba seca, sin querer que viera
la vergüenza que estaba pasando.
-¿Estáis mirando la senda? -preguntó sir James.

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