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Monica McCarty El Cazador

Àriel x
No importaba cuántas veces pronunciara oraciones, ni que se repitiera a sí mismo
"monja" una y otra vez. No podía evitar que su cuerpo respondiera al contacto tan
íntimo. Estaba duro como una roca, aunque afortunadamente, debido al grueso cuero de
su armadura, no creía que ella fuera consciente de su gran miembro contra ella.
Pero Dios sabía, estaba seguro como el infierno, que cada vez que esa piel suave se
deslizaba contra él, Ewen pensaba únicamente en frotarse. Pensó en ello hasta que casi
podía imaginar lo que sería envolver sus manos alrededor de sus caderas y hundirse
dentro y fuera de ella. El ritmo sensual lo conduciría a la lujuria. Estaba caliente,
molesto y tan distraído que casi había perdido de vista la esquina que había estado
buscando.
Maldijo, furioso consigo mismo. El control y la disciplina rara vez suponían un
problema para él, especialmente en lo que se refería a las mujeres que estaban fuera de
los límites. Últimamente, parecía que todos los demás miembros de la Highland Guard
se casaban con mujeres hermosas, y ninguna vez su apreciación por su belleza se había
convertido en un destello inapropiado de lujuria.
Demonios, Christina MacLeod era una de las mujeres más hermosas que había visto,
con el tipo de cuerpo exuberante y bien curtido que le gustaba, la monja estaba un poco
delgada, pero nunca había tenido un pensamiento impuro sobre ella. Por supuesto, tener
al mayor espadachín en la cristiandad viendo a cada hombre que se encontraba a menos
de cien metros de ella sirvió como un elemento de disuasión bastante eficaz. Pero si
hubiera alguien que pudiera atormentar en el corazón más que el jefe de la Guardia de
los Highlanders, era Dios.
Sintió que se movía contra él mientras volvía la cabeza para mirar hacia atrás.
-¿Pasa algo malo?
Aparte de la lenta y torturosa parte de su trasero presionando contra su polla turgente.
Apretó los dientes. -No, ¿por qué lo preguntáis?
-Soltasteis una maldición -sus ojos se estrecharon.
-Pensaba que no entendías nuestra lengua.
-No lo hago. Pero no necesitaba entender el gaélico para saber que era una palabra que
no querría escuchar.
Su boca se retorció con diversión. Supuso que eso era cierto.
-No pasa nada malo.
-A lo mejor estáis confundidos acerca de qué camino tomar. ¿Estáis seguro que sabéis
adónde vamos? -Esta vez no pudo resistirse a la sonrisa completa, aunque no tenía ni
idea de lo divertido que era
La pregunta fue lanzada para el mejor rastreador en las Tierras Altas; Él no se perdió.
Había construido su reputación centrándose en cada detalle de su entorno. Una
reputación que había hecho que Bruce lo seleccionara para su equipo de guerreros de
élite.
-No os preocupéis, sé adónde voy. No nos vamos a perder.

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