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The Alchemical Marriage Mary Jo Putney

Archemical Marriage
Mary Jo Putney

The Guardians 01

Traducido por Cary

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The Alchemical Marriage Mary Jo Putney

Sir Adam Macrae ha pasado un año en la Torre, encadenado en hierro


y condenado por su apoyo a María, Reina de los Escoceses. Adam es un
poderoso mago quién puede controlar el tiempo, y el hierro le priva de su
poder.
Para su sorpresa, un día Maese John Dee, el mago de la corte de
Isabel, le pide que conjure una poderosa tormenta para hundir a la flota
Española. Adam odia a los Españoles, pero odia más a los Ingleses, y se niega.
Dee le presenta a Isabel de Cortes, una maga de ascendencia española, que
tiene razones para odiar a su país ancestral.
Cuando Adam usa el cristal de videncia de Isabel y ve lo que puede
sucederle a su amada Escocia bajo el dominio Español, se compromete a
provocar la tormenta, pero un año encadenado ha drenado su poder. Sin
embargo, Isabel es una mujer fuerte que junto a Adam puede ser capaz de
reunir la energía necesaria para poner fin a la Armada, si es que pueden
desarrollar la confianza necesaria para cooperar entre sí.

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Torre de Londres, julio de 1588

Aunque las cámaras eran espaciosas y estaban amuebladas como


correspondía a un prisionero de rango, las frías paredes de piedra estaban
saturadas con el dolor y la muerte. Sir Adam Macrae caminó por su prisión,
sacudiendo los grilletes, preguntándose si se le concedería la formalidad de un
juicio antes de ser ejecutado. ¿O sería mantenido para siempre allí, pudriéndose
en silencio mientras su espíritu y su cuerpo se marchitaban?

La gruesa puerta chirrió al ser abierta. Se giró con cautela, sabiendo que
no era hora de que se entregarán los alimentos. Su expresión se endureció por la
entrada de dos hombres en capas oscuras con capucha. Así que la Reina Virgen
y sus consejeros habían escogido callarlo asesinándolo en lugar de arriesgarse a
decapitar a un escocés prominente.

Bueno, por Dios, no sería derribado sin una pelea. Se apoderó del tramo
de cadena que conectaba sus esposas. Aunque el detestable hierro reducía su
poder, los pesados eslabones serían un arma aceptable.

El más alto de los hombres se quitó su capucha, revelando una larga


barba blanca y una mirada penetrante. Era John Dee, el propio brujo de la
reina.

Macrae recobró el aliento. Dee tenía verdadero poder, así como


influencia con la reina, pero no sería enviado allí a realizar un simple asesinato.

—Pensé que vivía en el continente, Maese Dee. Me dijeron que quizás


terminaría sus días en Bohemia, donde su trabajo es muy valorado.

Dee le dio una pequeña sonrisa seca.

—Oficialmente, aún estoy en Bohemia, pero mi reina necesita de mí,


para una gran crisis que se avecina.

—¿Inglaterra está en peligro? Espléndido. —Macrae aplaudió, las


argollas tintinearon—. Ruego por fuerza a sus enemigos.

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—No sea tan rápido para invocar la destrucción. Hay destinos peores
que Isabel, no importa lo poco que ella le guste.

—Ella asesinó a la reina de los escoceses, —dijo terminantemente


Macrae—. Se merece todo lo que dije, y más.

—Nadie lamentó la muerte de María Estuardo más que Isabel. Ella


permaneció a su lado desde hace años —décadas— a pesar de todas las
evidencias de que su reina estaba involucrada en complots traidores. La
necesidad de ejecutar a su propia prima y su compañera soberana llevó a Isabel
a volverse medio loca de dolor.

—Sin embargo, asesinar a su prima es lo que hizo.

—¿No podría haber esperado hasta regresar a Escocia antes de maldecir


el nombre de Isabel y predecir que la ira de Dios la golpearía? Ella no tuvo más
elección que encarcelarlo. —El viejo hechicero sacudió la cabeza severamente—.
Usted apoyó a María a riesgo de su propia vida, aunque ella era católica y usted
protestante. A pesar de que su lealtad es encomiable, uno debe preguntarse
sobre su juicio.

Siendo un obstinado escocés, el juicio nunca había sido el punto fuerte


de Macrae.

—¿Qué es un hombre sin lealtad? Ella era mi reina, e Isabel no tenía


derecho a ejecutarla. ¿Ha venido aquí a mofarse de mí por mi lengua insensata?

—No, Sir Adam. —La mirada de Dee era decidida—. He venido a


preguntarle si le gustaría ganar su libertad.

¿Libertad? Una visión de Glen Rath inundó a Macrae. El lugar más bello
de Dios sobre la tierra verde, con un fuertísimo aire puro que un hombre podía
respirar...

Puso freno a su deseo, sabiendo que eso lo debilitaría.

—Por supuesto que quiero ser libre, pero es posible que alcanzar la
libertad sea un precio demasiado alto.

—Me dijeron que usted es el mejor mago del tiempo en Gran Bretaña,
Sir Adam. —Los ojos perspicaces brillaron—. Quiero que me conjure una
tempestad.

Así que Dee estaba al tanto de sus poderes. Eso explicaría por qué los
carceleros de Macrae habían sabido que mantenerlo encadenado con el hierro
frenaba su magia. Él se había preguntado acerca de eso, dado que rara vez los
prisioneros de su rango eran esposados. El hecho de que los soldados de la reina
hubieran irrumpido en su alojamiento por la noche y le golpearon con hierro
antes de que pudiera defenderse le había hecho preguntarse si había sido
traicionado por otro Guardián, pero aparentemente no. El formidable Dee tenía
sus propias maneras de saber.

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—Tal vez podría, pero ¿por qué debería?

—Para salvar a Gran Bretaña de un gran mal. —Dee se movió


rígidamente hacia una de las sillas, seguido de cerca por su asistente—. ¿Le
importa si me siento, Sir Adam? Mis viejos huesos sufren del viaje por toda
Europa.

Recordando sus funciones como anfitrión, Macrae tomó vino de un bien


surtido gabinete y llenó tres copas. Dee aceptado fácilmente, pero su compañero
dudó antes de tomar una copa y retirarse al rincón más oscuro de la habitación.
Se movió con la flexibilidad de la juventud. ¿Un aprendiz de brujo, o un
sirviente oficial? Fuese lo que fuese, tenía la confianza de Dee. Macrae esperaba
que el muchacho también poseyera discreción.

Macrae ocupó la silla frente a Dee, estirando sus largas piernas ante él,
un retrato de tranquilidad, a pesar de sus cadenas.

—Usted dice que desea una tempestad.

—España e Inglaterra se han estado peleando desde la muerte de María


Tudor. Ahora España ha reunido una Armada, la flota más grande jamás vista,
más de ciento treinta barcos y treinta mil hombres. Mucho más de lo que
Inglaterra puede reunir. —Dee miró su vino—. Quiero llamar a una tormenta
que destruirá los barcos españoles y salvará a Inglaterra de la invasión.

Macrae jadeó.

—¿Tiene alguna idea de lo que está pidiendo? El más grande mago del
tiempo que haya vivido no podría conjurar tal tormenta. En particular, no en
esta temporada. La magia debe construirse sobre lo que existe en la naturaleza,
y los suaves aires de verano ofrecen poco del poder que se necesitaría para
convertir una pequeña tormenta en una grandiosa.

—Sé que no será fácil, pero si cualquier hombre puede, es usted.

Macrae dejó que los eslabones metálicos se deslizaran entre sus dedos,
el peso de la cadena aplastando su mente.

—Después de más de un año de hierro frío, no sé si todavía tengo el


poder. Incluso si lo tengo, me freiré en el infierno antes de utilizarlo en beneficio
de Isabel.

—No se trata de Isabel, sino de Gran Bretaña. Eso significa Escocia, así
como Inglaterra. ¿De verdad quiere que la mano dura de España caiga sobre
esta isla?

Macrae se encogió de hombros.

—Es posible que saqueen Londres, pero dudo que toquen a mi pueblo
en las en las regiones salvajes de Escocia. Déjeles venir. No me importa si la
inglesa Isabel o el español Felipe gobiernan aquí.

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—¿Ni siquiera si negándose a mi oferta le cuesta la vida?

Su boca se curvó.

—He vivido con la expectativa diaria de mi muerte durante quince


largos meses, Master Dee. ¿Por qué este día es diferente?

Con un sordo juramento, el encapuchado compañero de Dee se giró del


ensombrecido rincón.

—Si cree que una invasión española no importa, usted es tan ignorante
como insensato, Macrae. Deje de lado sus prejuicios y piense.

La rica voz como el whisky era de sexo femenino. Echándose hacia atrás
su capucha, la mujer reveló unos negros ojos brillantes en una cara estrecha y
Bizantina de inteligencia temible. A fines de sus años veinte, no era bonita. En
cambio, era hermosa en la forma de una reluciente y mortal espada.

—Sir Adam, conozca a mi asociada, Isabel de Cortes, —Dee dijo


secamente—. Si necesita ayuda o persuasión, ella puede proporcionarlo.

Macrae estudió a la mujer. Incluso con el hierro paralizando su visión


interior podía ver que ardía con el poder de un mago, ahora que ella ya no
ocultaba sus capacidades.

—Isabel de Cortes, —dijo pensativamente—. Un nombre español, y una


cara española. ¿Odia tanto a su propio país, Señora?

—España dio a luz a mis antepasados, pero no es mi país. Inglaterra


cuenta con mi lealtad. —Los ojos oscuros de Isabel se estrecharon—. Usted
piensa que una invasión española no afectará a Escocia, pero se equivoca.
Cuando María Tudor reinó, Felipe de España fue su marido, y la carne quemada
de los mártires protestantes contaminó el aire de Smithfield. Eso no fue nada
comparado con lo que sucederá si la Inquisición llega a Gran Bretaña.

—Eso nunca sucederá.

—¿Cree que no? Su reina de los escoceses legó a Felipe sus reclamos al
trono Inglés, y sus soldados vienen para hacerse con ese legado por el fuego y el
acero. Incluso su páramo del norte no estará lo bastante lejos para protegerle.

—Usted no conoce Escocia ni a los escoceses.

Ella hizo un sonido que le recordó a un gato montés.

—Como mago, usted debe tener alguna habilidad de clarividencia. Déle


una larga y verdadera mirada, y luego dígame que no importa si vienen los
españoles. —Buscando en un bolsillo de su túnica, sacó un disco de obsidiana
pulida quizás de cuatro pulgadas de diámetro.

Se negó a tomar el cristal de videncia.

—Usted olvida las cadenas de hierro que me sujetan.

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—¿El toque del hierro limita todos sus poderes, incluso el más pequeño?
—Isabel pareció sorprendida. Lo que era peor, compadeciéndolo—. La mayor
parte de los magos no son tan sensibles.

—Yo lo soy. —Su voz era plana. Durante quince interminables meses,
sus sentidos interiores habían estado ciegos, sordos y mudos, dejando un
doloroso vacío que nunca podía ser llenado de nuevo.

—Maese Dee, usted tiene la llave de los grilletes, —dijo Isabel—.


Démelas, así podré liberar a Macrae.

Dee sacó la llave.

—Sir Adam debe jurar no hacer uso de su poder para hacer daño.

—Si usted sabe algo de los Guardianes, debe saber que nos
comprometimos a proteger y no a destruir. —Para estar libre de las cadenas...
Macrae observó la llave ansiosamente. El mago era viejo, y sería fácil quitarle la
llave... no. Todavía no había caído hasta el punto de atacar a un anciano.

Macrae había aceptado tácitamente la condición de Dee, Isabel tomó la


llave y se acercó para abrir los grilletes. Su corazón latía con impaciencia,
extendió sus muñecas, tratando de que sus manos no temblaran. Ella inclinó la
cabeza sobre las cadenas, mientras luchaba con el burdo cerrojo, que no se
había abierto en más de un año. Las puntas de sus dedos rozaron sus muñecas,
chamuscando su carne tierna escoriada con su energía de mago.

Una mano libre. Tuvo que ejercer todo su control para mantenerse
estable, mientras ella giraba la llave en la otra cerradura. Su pelo oscuro brillaba
como el ala de un cuervo.

La cerradura se abrió y los grilletes cayeron en su regazo. Él levantó la


cadena asesina que había encarcelado a su mente aún más a fondo que su
cuerpo y luego la arrojó con rabia chocando contra la chimenea fría. Mientras él
se frotaba las muñecas, fue dolorosamente consciente de que su mente
entumecida no sentía nada diferente. ¿Habían llevado quince meses de parálisis
su poder a la inutilidad?

Caminó hacia su única ventana y miró fijamente el cielo. A través de su


largo cautiverio, había envidiado a las gaviotas que se elevaban sobre el
Támesis. Si fuera un cambia formas, se habría transformado y volado a casa a
Escocia. Pero él no tenía ese poder, por lo que había permanecido en la tierra,
privado de su ser más profundo.

Invocando la disciplina de su formación, visualizó la luz que manaba


por su cuerpo, consumiendo los venenos de temor y frustración. Profundamente
dentro de su ser se agitó una pequeña flexión de poder, como una luciérnaga
que chispea en la noche. Dividido entre el deseo de tomar y el deseo de saborear,
nutrió aquella chispa, delicadamente reviviendo lo que había estado congelado
desde hacia tanto tiempo.

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Al igual que la ruptura del hielo en la primavera en las cálidas Highland,


el poder se alzó por él. Mareado con las prisas de la magia, lanzó la rabia de su
cautiverio en una nube que tapó el sol. Y creció rápidamente hasta que una
oscura tormenta azotó la Torre de Londres, con una furia que sacudió los
tejados. El vendaval de lluvia se escurrió entre las barras, fría y refrescante. Se
rió en voz alta ante la embriagadora alegría de formar el viento una vez más.

—Un buen uso de la ira, —comentó Isabel—. Ahora debe aprender a


odiar a la flota española.

Macrae había medio olvidado a sus visitantes, que habían estado


esperando en silencio. Soltando la nube, se volvió de nuevo a la habitación. La
lluvia comenzó a disminuir. En cinco minutos, la tormenta se habría ido.

—Mire ahora. —Isabel, una vez más, le ofreció su cristal de videncia.


Ella se había quitado su capa, revelando un cuerpo fuerte y sensual. No había
estado en la misma habitación con una mujer desde su encarcelamiento, y se
encontró vergonzosamente consciente de su feminidad. Su aroma suscitó
pensamientos de luz de estrellas del desierto y las especias del páramo.

Aceptó el cristal con renuencia. Un vidente dotado podía ver en


cualquier superficie reflectante —agua, vino, vidrio, una piedra preciosa—, pero
esta ahumada obsidiana latía con la energía de su propietario como si se tratara
de una criatura viviente.

Durante su cautiverio él había estado oscuramente alegre de que el


hierro hubiera bloqueado su visión, ya que indudablemente su clarividencia
mostraría su destino. Pero a pesar de que temía que revelara más de lo que
quería ver, había llegado el momento de mirar más allá de su celda. Cerró los
ojos, despejando su mente mientras formulaba una pregunta. ¿Que podría
traer una invasión española? Entonces él miró a través del cristal con ojos
desenfocados tantas imágenes como pudieran aparecer.

Dunrath se quemaba. Sus dedos se contrajeron alrededor del disco.


¡Querido Dios, su madre saltaba de la ventana de la torre, escogiendo una
muerte rápida al horror lento de quemarse viva! ¿Por qué los españoles
atacarían su hogar?

La respuesta se formó en su mente tan fácilmente como se había


formado la imagen de la obsidiana: porque su hermano menor era otro Macrae
terco que se negaría a abjurar de su fe o doblar la rodilla a los extranjeros.
Dunrath sería arrasado como una lección para otros clanes.

Macrae había aceptado la inminencia de su propia muerte, pero había


creído que su hogar estaba a salvo. Su hermano se convertiría en Laird, la
muchacha Macrae con la que iba a casarse encontraría otro marido, y su familia
continuaría en la salud y la prosperidad. Sin embargo, esto...

¿Podría Isabel Cortes haber sembrado falsas imágenes en el cristal? Él


rechazó la idea al instante. Auténtica como la hoja a la que se asemejaba, ella no
urdiría una mentira para presentar su caso, incluso si tal cosa fuera posible.

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Con las sienes palpitantes, miró el cristal de videncia de nuevo, con la


esperanza de ver mitigarse algunos de los horrores de su primera visión.

¡Dulce Jesús, no! La imagen que se formó del majestuoso Castillo de


Edimburgo que se cernía sobre la ciudad... una ciudad que parecía como si la ira
de Dios la hubiera golpeado. No, no Dios, sino el odio de los hombres que
forzarían a otros en su propio molde y los destruirían cuando no pudieran
persuadirlos. El humo comenzó a brotar del propio castillo. El orgullo y la
historia de Escocia era una antorcha, mientras los soldados españoles corrían
salvajemente, violando y saqueando.

Él no necesita a Dee o a Isabel de Cortes para decirle que una visión no


era la Verdad, sino una Posibilidad. Lúgubremente, se forzó a sí mismo a ver
como otros horrores fluían ante sus ojos. Un grupo de mártires cantando a Dios,
mientras las llamas los consumían. La Reina Virgen en la guillotina, yendo a su
muerte con su férreo coraje. Soldados armados acabando con los protestantes
que rendían culto en secreto, el destello de las hojas contrastando con las gotas
de sangre carmesí.

Cuánto tiempo Macrae contempló el cristal, no lo sabía, pero cuando


alzó la vista su cuerpo estaba frío y la habitación estaba oscureciendo. Isabel se
levantó para encender velas contra la noche venidera.

—No es un buen futuro, —dijo tranquilamente.

—No. —A pesar de no gustarle la idea de trabajar con esos Sassenach, no


podía mantenerse al margen mientras los lobos se disponían a destrozar Gran
Bretaña—. Haré todo lo posible por frustrar a la Armada, pero les advierto que
conjurar una tormenta puede estar más allá de mis capacidades. —Sus labios se
afinaron cuando devolvió el cristal de videncia—. Será amargo dañar a tantos
hombres cuando he prestado juramento de proteger.

—No tengo más deseo de tomar vidas que usted, Sir Adam. —Dee
pareció muy viejo y cansado—. La intención es dispersar a los buques, destruir
su eficacia de lucha, no matar. Una tormenta en los 1Narrow Seas conduciría a
los barcos a la costa Flamenca, y si Dios quiere, la mayoría de los marineros y
soldados sobrevivirán.

Era la sutileza del abogado... aun si la intención no era matar, una


tempestad lo suficientemente poderosa dispersaría tantos barcos que sin duda
haría que los más débiles se hundieran. Los hombres morirían... Macrae no
podía hacerse ilusiones dadas las circunstancias. Pero si él vio la verdad, la
acción de su parte podría salvar muchas más vidas que las en peligro.

El poder era un arriesgado y peligroso don. Los Guardianes eran


entrenados en la ética y la moral desde la infancia, pero ningún Maese podría
anticipar todas posibilidades. Cuando una situación era crítica, el Guardián
involucrado debía decidir lo que sería mejor... y que Dios le enviara sabiduría
para elegir lo correcto.

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Canal Inglés (francés: La Manche, " la manga") es un brazo del Océano Atlántico que separa la
isla de Gran Bretaña de Francia del norte y une el Mar del Norte al Atlántico. (N. de la T.)

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—Haré lo que pueda, pero voy a necesitar ayuda.

—Lo que desee, Sir Adam, —dijo Dee—. ¿Cuáles son sus exigencias?

—En primer lugar, libéreme de esta abominable cárcel. Quiero una carta
firmada por Isabel indicando que todos los cargos en mi contra se han retirado y
soy un hombre libre. Explíquele que he jurado hacer todo lo posible, pero que
no puedo garantizar que vaya a ser capaz de evocar una tormenta lo
suficientemente poderosa para destruir a la Armada.

Dee asintió.

—Entendido. Estoy autorizado a conceder eso. ¿Qué más?

Macrae se frotó su cabeza palpitante, intentando imaginar lo que


necesitaría para una tarea de esa magnitud.

—Debo tener un lugar dentro de la vista del canal, de preferencia en un


lugar de poder.

Isabel dijo:

—Mi familia tiene una pequeña casa en Kent que se ajusta a ese
requisito. ¿Qué más?

—Tener el poder no basta para crear una tempestad solo, así que
necesitaré su ayuda en el trabajo, Maese Dee. Si puedo usar su magia, hay una
posibilidad de que pueda tener éxito.

El viejo intercambió una mirada con la mujer.

—Isabel será su ayudante.

La mirada de Macrae se volvió hacia ella con consternación. ¿Él debía


trabajar con este gato montés que lo atraía peligrosamente con sus ojos de
obsidiana? Manteniendo su nivel de voz, dijo:

—Yo prefiero trabajar con usted. Nuestras energías se mezclarán mejor.

El anciano sacudió la cabeza.

—Soy un notable erudito, un astrólogo, y un estudiante de la sabiduría


antigua, pero mi poder mágico es sólo moderado. Isabel es la mejor vidente y la
más poderosa maga que he conocido... excepto por usted, tal vez. Ella puede
contribuir mucho más que yo.

Macrae quiso protestar pero no podía. Sus sentidos interiores le dijeron


que Dee hablaba con la verdad: Para un gran trabajo mágico, Isabel de Cortes
sería un mucho mejor compañero. Más poderoso y más peligroso.

Él cerró los ojos con cansancio y una vez más vio a Dunrath arder.

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Kent, agosto de 1588

Era media tarde cuando el grupo polvoriento de viajeros llegó a


Leighton Manor. El mar no era visible, pero el aroma era llevado por el viento.

Tan pronto como la media docena de caballos se detuvieron en los


establos de Leighton, el escocés bajó de su montura, lanzó sus riendas a uno de
los siervos que los acompañaban, y se dirigió a zancadas hacia la costa. Sus
largas piernas rápidamente lo llevaron lejos, Isabel desmontó y cruzó hacia
Maese Dee.

—¿Cree que tratará de escapar?

El anciano desmontó de su caballo con un gemido de fatiga.

—No, él ha dado su palabra, y los Guardianes nunca rompen su palabra.


Creen que compromete sus poderes.

—Me gustaría saber más de los Guardianes.

Dee hizo un gesto en la dirección que Macrae había desaparecido.

—Ahí el hombre que puede decirte.

—Podría, pero no, —dijo secamente—. Macrae ha hecho todo lo posible


para evitar hablarme o mirarme desde que comenzó este viaje.

—No se siente cómodo sabiendo que debe trabajar estrechamente


contigo. Compartir el poder es un proceso muy íntimo, y tú eres una extraña.

—Y quiero seguir siéndolo.

—Ve tras él.

—Tal vez, después de que esté debidamente instalado. —Ella llamó al


ama de llaves, la sra. Heath, que había salido de la casa para saludar a los
huéspedes.

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Dee sonrió un poco.

—No te preocupes por tus deberes de anfitriona... los sirvientes se


ocuparán de mi comodidad. Es más importante tejer un vínculo con nuestro
mago del tiempo.

Isabel se permitió ser persuadida porque quería seguir a Macrae. El


hombre la intrigaba. Se movía como una pantera, apenas domesticada. Y
aunque quizá no le gustara ella, era un mago por sí mismo por lo tanto, no le
temía como la mayoría de los hombres. Podía aprender mucho de él.

Levantando su falda para librarla de la maraña de flores silvestres,


abandonó el grupo de edificios y siguió el sendero que Macrae había tomado. La
casa señorial estaba establecida en un doblez de las colinas para refugiarla de los
vientos, pero el mar estaba sólo a un corto paseo.

Localizó a su presa en el antiguo círculo de piedra situado en un


acantilado que se elevaba un centenar de pies por encima de las olas. La leyenda
local decía que el círculo había sido construido por los Druidas. Para aquellos
con la visión de ver, tres líneas de ley apenas brillantes se cruzaban en el lugar,
creando un estallido de energía en la tierra. Como Isabel había prometido, era
un lugar de gran poder.

Con la luz del sol brillando en su pelo rojo oscuro, el escocés caminaba
por el círculo, tocando cada una de las piedras de forma irregular a su vez.

—No le tomó mucho tiempo encontrarme, Señora de Cortes.

—Supe que el círculo lo atraería. Quema con el poder. —Ella había


pasado horas interminables en ese lugar, meditando, estudiando,
experimentando para encontrar la forma y los límites de su talento. Aunque era
inquietante ver su santuario invadido por ese tipo de inquieta energía
masculina, el círculo era el lugar lógico para celebrar el ritual. Ella lo podía
limpiar de su presencia cuando su trabajo se hubiera hecho.

—¿Usted dijo que su familia posee este señorío? —Aunque su tono era
brusco, por lo menos le hablaba.

—Sí, pero soy la única que viene aquí. —Leighton era su hogar mucho
más que la magnífica casa de Londres donde sus padres y hermanos residían.
Aquí podía ser espinosa, obstinada—. ¿Qué significa ser un Guardián? ¿Es una
sociedad secreta?

Él vaciló, y luego se encogió de hombros, como si decidiera que su


capacidad le daba derecho a saber.

—No somos tan organizados.... simplemente un grupo de familias en las


que el poder es fuerte. Nos conocemos los unos con los otros y a menudo nos
casamos entre sí, pero normalmente vamos por caminos separados. Nuestras
casas están en los márgenes de Gran Bretaña, donde la antigua magia es más
fuerte. Escocia, Gales, Cornualles, la Isla de Man, Irlanda, nos encontrará en

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todos los lugares. Hemos jurado no sólo proteger, sino mantener nuestros
poderes ocultos para mayor seguridad.

—¿Todos son magos del tiempo?

—El poder viene en muchas formas, y el dominio del tiempo es raro.


—Sonrió irónicamente—. Las capacidades específicas no se manifiestan hasta
que un niño se acerca a la madurez. Mi primera señal de trabajo meteorológico
hizo volar el techo de un establo. Mi padre no estuvo contento.

Ella no lo había visto sonreír antes y le sorprendió de cuan atractivo era


su surcado y barbudo rostro cuando no fruncía el ceño.

—¿Cuánto tiempo han existido los Guardianes?

—Nadie lo sabe realmente... sin duda desde antes que los romanos
llegaran a Gran Bretaña. En la antigüedad los grandes magos que participan en
una lucha por el poder casi nos destruyeron a todos. Los supervivientes se
reunieron en un consejo y acordaron que debemos utilizar nuestras habilidades
para la paz y la protección. —Él miró mar adentro, su expresión angustiada—.
Hacemos lo posible, pero la lucha es interminable.

Por lo tanto, el nombre de Guardián era literal. Que extraño y hermoso


que esas personas de poder se comprometieran a servir y proteger. ¿Cómo sería
venir de una familia así?

—Ustedes deben ser santos si pueden ponerse de acuerdo sobre lo que


es mejor.

—Yo no digo que siempre estuviéramos de acuerdo, pero tratamos de


hacer lo correcto. Nosotros... no siempre tenemos éxito. —Se inclinó para
recoger una flor silvestre—. Quisiera que mi madre estuviera aquí para poder
debatir esta empresa con ella. Ella tiene la mente más clara de cualquier mago
que conozco.

—¿Las mujeres son aceptadas como iguales en sus consejos? —dijo,


asombrada.

—Por supuesto, algunos de los magos más poderosos en Gran Bretaña


son mujeres.

—¡Qué maravilla!

—¿Su familia no es así?

—Algunos de mis antepasados de Cortes tenían pequeños dones, pero


nunca ha habido uno como yo. —Sus padres habían perdido la esperanza con
ella. Ellos habían querido una hija agradable y sumisa que se casara dentro de
su círculo. En su lugar, había nacido una niña demasiada extraña, demasiada
independiente, para la vida normal—. Cuando empecé a mostrar signos de
inusual poder, mi padre contrató a Maese Dee para ser mi profesor, así

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aprendería a controlar mis habilidades. Ha sido mi salvación. Nunca jamás he


escuchado de sus Guardianes.

—Maese Dee ha sufrido a causa de su reputación pública como un mago


y astrólogo. El abuso acumulado en él ilustra la razón por la que preferimos
permanecer en segundo plano. —Él levantó su cabeza y miró fijamente mar
adentro, como si olfateara el viento—. Las flotas están combatiendo cerca de la
costa holandesa. Los hombres están muriendo ahora mismo fuera de la vista y el
sonido.

El recordatorio de su misión destruyó su placer del perfecto día de


verano.

—¿Usted puede ver sin un cristal de videncia?

—Oigo sus gritos en el viento.

Ella sacó su cristal de videncia, que estaba siempre con ella. En las
nebulosas profundidades, vio el feroz retroceso del cañón mientras dos barcos
se disparaban en silencio el uno al otro, expulsando humo y flameando llamas.
Era una escena del infierno.

—La escuadra Inglesa está bien comandada y en óptimas condiciones de


navegabilidad, pero inmensamente superado en número. El peligro es grande.
Debemos actuar rápidamente.

—No cabe duda de que tiene razón, pero es difícil llevar a cabo un
trabajo que va a costar muchas vidas si tengo éxito.

Sus labios se afinaron.

—No parece totalmente comprometido con nuestra causa, Macrae. ¿Su


odio por los ingleses lo ha cegado a la probabilidad de que los españoles
asesinarán a su propia madre?

Giró su cabeza de repente, sus ojos chispeando peligrosamente.

—¿Cómo sabe lo que vi en su cristal?

—Como su don es el tiempo, el mío es ver claro. Después de que usted


examinó su futuro, fui capaz de ver las imágenes que había invocado. —Ella
sacudió la cabeza—. La pasión abastece de combustible el poder. Usted necesita
más cólera, Macrae. Este no es un juego, sino una lucha por la vida y la muerte.
¿Qué le hará realmente desear destruir a nuestros enemigos?

—Si yo tengo poco ira, usted tiene demasiado, Señora. Su aversión a los
españoles es como una marca abrasadora. Seguramente Maese Dee le enseñó
que el odio es peligroso para las personas con poder. Corre el riesgo de destruir
no sólo a sus enemigos sino a uno mismo. En este caso usted odia a los que son
de su propia sangre.

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—¡Esos no son los españoles de mi sangre! —Su ira estalló, no sólo por
los españoles sino con Macrae por leerla tan fácilmente—. Ha pasado casi un
centenar de años desde que mi pueblo salió de España. Fuimos torturados,
asesinados, robados, y exiliados para siempre de la tierra que habíamos servido
lealmente. Ellos nos llamaron marranos, cerdos. No me importa nada lo que me
ocurra a mí, con tal de que evitemos que esas bestias españolas invadan
Inglaterra.

Él estudió su rostro, sus ojos color avellana dorados por el sol de la


tarde.

—Así que usted es Judía. He oído que algunas familias judías se


refugiaron en Inglaterra después de que fueran expulsadas de España y
Portugal. ¿Abjuró su familia a la religión católica que se vieron obligados a
aceptar y volvieron a la fe de sus padres?

—Somos buenos protestantes ahora, pero nuestros recuerdos son


largos. —Y si algunas prácticas judías seguían aún en la intimidad de sus
hogares, pues, no era asunto de nadie más. Ellos hicieron lo que era necesario
para sobrevivir, y para mantener el Pacto en sus corazones—. Usted me acusa de
odiar, pero odia a Isabel. ¿Por qué? Es una gobernante justa e imparcial. Su
sabiduría en el equilibrio entre católicos y protestantes ha impedido a los
ingleses derramar la sangre de uno y otro. ¿Por qué la desprecia?

—Ella ejecutó a mi reina. Por eso, no puedo perdonarla.

—María Estuardo, una escocesa criada en la corte francesa, que tramó


complots desde su prisión y trató de asesinar a Isabel, —Isabel se quebró—.
Incluso un escocés tan leal como usted no puede negar la traición de María.

Su mandíbula se apretó. Hombre terco. Sabiendo que nunca estarían de


acuerdo sobre la política, ella dijo,

—Maese Dee dice que usted ha dado su palabra para evocar una
tempestad, así que empecemos. No hay tiempo que perder. —Ella comenzó a
volverse hacia la casa.

Él agarró su muñeca. Ambos se congelaron cuando la energía aumentó


entre ellos. Ella sintió como si todo su aliento hubiese volado de su cuerpo. Así
que esto era la pasión... era incómoda, inapropiada, innegable. Él sintió lo
mismo... ella podía verlo en sus ojos.

Él soltó su muñeca, su aliento áspero.

—Los preparativos son complejos, y Dee debe preparar una carta astral
para el mejor momento de proceder. Si no aprovechamos cada brizna disponible
de poder, no habrá posibilidades de éxito.

Ella se retiró un paso, no quieren encontrar su mirada.

—Muy bien, haga lo que deba, pero lo más rápido posible, antes de que
sea demasiado tarde.

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The Alchemical Marriage Mary Jo Putney

—Como usted desee, Señora Bruja, —dijo con gran ironía—. Tal vez
pueda conjurar un vendaval rápido para poner fin a los enfrentamientos por el
momento, luego los Ingleses serán capaces de reagruparse.

—Si puede hacer eso, ¿por qué no? —preguntó con exasperación.

—Porque temo el costo para mi alma. Pero tiene razón. No puedo


contenerme por más tiempo, no importa lo mucho que me desagrade esta tarea.
—Se giró y descansó sus manos sobre la piedra más grande, la más cercana al
mar. Cuando él concentró sus energías en la tarea, quedó absolutamente
inmóvil, salvo por el movimiento de sus labios cantando silenciosamente.

Manteniendo su distancia del vórtice de poder que se arremolinaba


alrededor de él, Isabel usó su cristal para supervisar la batalla. Los cielos se
oscurecieron, una lluvia despiadada barrió por las flotas en guerra, y los
contendientes se separaron. Los españoles retrocedieron, y uno de sus buques
de guerra dañados se fue a pique y se hundió.

Mientras Isabel susurraba en voz baja una oración de agradecimiento,


Macrae expulsó un largo, estremecedor aliento y lanzó su hechizo. Su rostro
estaba demacrado, vacío de su habitual vitalidad.

Sabiendo como era de exigente trabajar con el tiempo, silenciosamente


preguntó a la obsidiana lo que pasaría con Macrae. El remolino de imágenes de
la batalla se disolvió en la niebla.

¿Y su destino? Ella vació su mente y trató de dibujar su propia imagen


en el cristal.

Todavía nada.

Sintió frío, aunque la imposibilidad de ver podía significar muchas


cosas. Lo más probable es que ella no pudiera ver porque estaba demasiado
implicada en lo que estaba a punto de suceder para tener la claridad necesaria.
Pero también era posible que las demandas de detener a la Armada fueran tan
grandes que ninguno de ellos sobreviviría.

Ocultando su aprensión, Isabel dijo:

—Bien hecho. Logró poner fin a la batalla antes de que la flota inglesa
fuese gravemente dañada. Empiezo a creer que puede producir la gran tormenta
que necesitamos.

Sus ojos se abrieron, y él giró para apoyarse contra la piedra, cruzando


los brazos sobre su pecho.

—Tuve suerte. Un vendaval de verano estaba comenzado cerca de los


barcos, así que todo lo que tuve que hacer fue reforzarlo. El hechizo necesario
para esto fue a una gran tempestad como un gato de granero es a un tigre.
—Torció su boca—. Seguramente usted sabe que la magia siempre tiene un
precio, y el que yo pague será alto. ¿Está también dispuesta a pagar el costo de
este conjuro?

16
The Alchemical Marriage Mary Jo Putney

Ella pensó de la obsidiana nublada.

—Estoy dispuesta.

Incluso si el precio exigía todo lo que ella tenía.

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The Alchemical Marriage Mary Jo Putney

Llamando al viento...

El aire zumbó con el poder cuando Macrae y la Señora de Cortes,


tomaron sus lugares en el antiguo círculo de piedra. El hombre y la mujer, jamás
opuestos sino complementarios. Dee no estaba presente, ya que sería incapaz de
ayudar y temía que su presencia fuera una distracción. El anciano había
preparado una carta para el mejor momento, pero su rostro había estado
sombrío, cuando estudió las posiciones planetarias. No había sido necesario que
dijera que la carta no garantizaba el éxito.

Pero fue el mejor tiempo disponible sin tener que esperar durante días,
por lo que Macrae debía hacer lo que pudiera. A pesar de su reticencia inicial
para llevar a cabo esa tarea, las imágenes de Dunrath y Edimburgo lo
obsesionaban. Ahora estaba determinado al igual que la mujer que lo enfrentaba
en el círculo.

Inclinó la cabeza hacia su compañera.

—Señora, empecemos.

—Cuando quiera, Macrae. —Su conducta era reservada, sin embargo


nada podía disminuir lo fulminante de sus ojos negros o el encanto de su
exuberante figura femenina.

Comenzó lanzando un círculo de protección, utilizando el conocido


ritual para centrar su mente. Cuando su concentración aumentó, su visión
interior reconoció las esencias alrededor de él. Isabel de Cortes era la más viva.
Profunda e intensa, era un rayo de poder.

Él extendió la mano y tocó su energía. En silencio, reconoció su


presencia y le concedió acceso. En otra ocasión se habría sentido tentado a
explorar las riquezas de su mente y espíritu, al menos hasta que hubiera cerrado
sus escudos y lo expulsara, pero ahora tenía una labor más importante.

Ampliando su percepción, sintió la energía de Dee en la casa señorial. El


patrón del anciano era una estructura de enorme complejidad, con un espíritu

18
The Alchemical Marriage Mary Jo Putney

ardiente en el centro. Los criados eran chispas de luz, cada uno único si uno
decidiera estudiarlo de cerca. Él no lo deseó, no esta noche.

Sintonizó con la tierra y la antigua fuerza que residía allí. Isabel tenía
razón, ese era un lugar de gran magia. Cuando estuvo plenamente orientado,
lanzó su conciencia hacia el cielo, elevándose hacia el sol como un halcón
gigante. El círculo, las dos figuras humanas, la costa, y el sinuoso mar... todos
empequeñecieron en una velocidad vertiginosa. Con el poder de Isabel para
abastecer de combustible su vuelo, él se elevó más y más alto hasta que su
conciencia se extendió al este a través del Canal, al norte a Escocia, al sur a
Francia, al oeste hasta Irlanda.

El día anterior, Isabel había visto a los ingleses abrir fuego a los buques
de la Armada. Poco daño se había hecho, pero sólo porque los barcos españoles
habían cortado sus anclas para escapar rápidamente. Aunque ello los hubiera
salvado de la incineración, sin anclas buenas los buques eran vulnerables
cuando estaban cerca de la costa.

Sí, esa era la respuesta. La Armada estaba ahora encajonada entre los
hostiles ingleses y los bancos de arena de la provincia holandesa de Zeeland. Si
pudiera forzar a los buques hacia los bancos, muchos se despedazarían, pero las
aguas cercanas y continentales reducirían al mínimo el costo de vidas. No
encontraría un mejor lugar para cumplir su misión.

Él proyectó la red de su mente para recoger los vientos y descubrió por


qué la carta de Dee había sido ambigua acerca del tiempo. A lo largo de las Islas
Británicas y Narrow Seas el aire era suave, lo que le daba muy poco con que
trabajar.

Pero siempre había clima, incluso cuando el clima era templado. Él


redujo su visión para identificar modelos de viento bastante fuertes para formar
su objetivo. Sobre Holanda encontró ráfagas de viento. Las reunió y añadió una
serie de vientos suaves de Escocia y el norte de Inglaterra. Luego capturó una
enérgica brisa marina de la costa de Cornualles. Al borde de su conciencia sintió
una tormenta más sobre Baviera, pero estaba demasiado lejos para convocarla.

Cada uno de los elementos tenía su propia esencia, cualidades que lo


hicieron pensar en arco iris y notas musicales, aunque en su mente no hubiera,
ni sonido, ni color. Meticulosamente, tejió los vientos uniéndolos en un solo
acorde poderoso. Luego, los formó en un viento del noroeste que golpeó
inexorablemente contra los buques de la Armada.

Cuando condujo las naves hacia el Este, sintió a los marineros


frenéticamente tratando de luchar contra el viento, mientras que los sacerdotes
se arrodillaron para invocar la ayuda de Dios para evitar los bancos de arena. El
agua por debajo de los cascos cambiaba de color, y las olas se agitaron haciendo
el océano menos y menos profundo.

Débilmente reconoció el dolor palpitando en sus sienes y el temblor en


sus extremidades. Los primeros buques estaban a minutos del golpe, ¿pero
podría mantener su control sobre los vientos cada vez más rebeldes que había
reunido? Se extendió a Isabel de nuevo. De forma exasperante, podía canalizar

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The Alchemical Marriage Mary Jo Putney

sólo una pequeña parte de su poder. Pero sin duda era lo suficientemente fuerte
como para terminar el trabajo que había comenzado.

La ráfaga de Cornualles, el elemento más fuerte y más rebelde de su


coalición, se rasgó perdiendo su forma, debilitando el conjunto. Salvajemente,
trabajó para hacerlo volver a su patrón. Casi tuvo éxito.

Después, los vientos escoceses, notoriamente arriesgados, se separaron.


Su cuidadosamente construido viento del noroeste se desintegró como el cristal
astillado. Desesperadamente, alcanzó otra vez a Isabel, pero no pudo encontrar
la clave para desbloquear las más profundas reservas de su poder.
Tentadoramente se mantuvo más allá de su alcance.

Jadeando, intentó de nuevo ejercer su dominio sobre los vientos que se


resistían en contra de su alcance. A medida que se extendía para mantenerlos en
línea, diluyó su poder al punto de romperse. Sólo unos instantes más, sólo unos
pocos...

Sonando como un trueno en silencio, el hechizo se rompió con una


violencia que pulsó a través de su cráneo. Él lanzó un grito de agonía y cayó de
rodillas.

Lo último que vio antes de caer en la oscuridad fue a los barcos


españoles girando bruscamente hacia al puerto cuando buscaban la seguridad
de las aguas más profundas.

El colapso de Macrae acuchilló la mente de Isabel tan brutalmente como


una espada laceraba la carne. Después de un instante de parálisis, se extendió
mentalmente para estabilizar su espíritu convulsionado incluso mientras corría
en el círculo hacia su cuerpo tumbado.

Cayó de rodillas a su lado. Su rostro estaba blanco como un cadáver, y


no respiraba. Movida por puro instinto, inhaló profundamente y se inclinó para
compartir su aliento con él. Colocando la boca en la suya, forzó aire en sus
pulmones. Él era un maestro del viento y el aire, seguramente todo lo que
necesitaba era más aliento.

Una, dos, tres veces... ya se estaba mareando por el esfuerzo cuando él


tosió y se retorció bajo sus manos. Finalmente, él tomó grandes bocanadas de
aire por su cuenta, gracias a Dios.

Dee se unió a ella, jadeando.

—Sentí que el hechizo salió mal. ¿Cómo está?

—Respira ahora. Más allá de eso... —Ella se encogió de hombros con


impotencia.

Dee frunció el ceño cuando puso su mano sobre la frente de Macrae.

—Él arde de fiebre. Ruego a Dios que no se haya destruido a sí mismo


con sus esfuerzos.

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The Alchemical Marriage Mary Jo Putney

Poniéndose de pie con esfuerzo, el anciano señaló a un par de sirvientes


que lo habían seguido desde la casa. Cuidadosamente, ellos levantaron a Macrae
en la maltrecha puerta de pino que habían traído, luchando con el peso muerto
del escocés. En seguida se encaminaron hacia la casa.

Isabel comenzó a seguirlos, pero Dee le hizo un gesto para que se


quedara. Cuando estuvieron fuera del alcance del oído, preguntó
tranquilamente,

—¿Qué pasó, hija? ¿Por qué no lo salvaste de semejante desastre?

—¡Lo intenté! —Lo intentó desesperadamente, y se había chamuscado


por la reacción cuando su poder y su concentración fallaron—. Él también lo
intentó, pero no hemos podido conectar completamente. Nuestras energías son
demasiado diferentes. Demasiado dispares.

—Esa disparidad puede ser una fuente de fortaleza, no de conflicto.

Ella se frotó sus sienes, demasiada drenada para entender.

—¿Qué quiere decir?

—Piensa en tus estudios astrológicos... los signos opuestos son a la vez


enemigos naturales y complementos naturales. Hombres y mujeres son
opuestos y, a veces, los conflictos entre ellos es la atracción no admitida en sí
misma. Sin embargo, si los opuestos encuentran el equilibrio el uno en el otro,
ellos pueden crear un todo mayor que la suma de sus poderes individuales.

Ella recordó a las lecciones de Dee, cuando había vertido ríos de


información en su mente ansiosa.

—¿Ese es el matrimonio alquímico del que una vez habló?

—El matrimonio alquímico es un principio filosófico, y puede ser visto


en muchos niveles. Uno de ellos es masculino y femenino. —Él la observó
especulativamente, luego sacudió su cabeza—. El punto es discutible. Macrae
podría estar fuera de sus sentidos por días. O... peor. ¿Sabes lo que ha sucedido
con la Armada?

Había estado demasiada alterada para averiguarlo. Cansada, sacó su


cristal de videncia y evocó la escena.

—Los barcos españoles están escapando de los bancos de arena de


Zeeland y se dirigen al norte. Los ingleses los persiguen, pero todavía son
superados en número. Una vez que los españoles se reagrupen, serán capaces de
reanudar sus planes de invasión.

La cara de Dee se tensó, añadiendo diez años a su edad.

—Debo ir a Londres e informar a la reina.

—Quizás Macrae se recupere y vuelva a intentarlo, —sugirió sin mucha


esperanza.

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The Alchemical Marriage Mary Jo Putney

—Él tendrá suerte de escapar con su vida y su cordura, —dijo Dee sin
rodeos—. Incluso si sobrevive, el trabajo de hoy puede haber destruido su magia
para siempre.

Habiendo sentido el catastrófico colapso del poder de Macrae, ella supo


que Dee decía nada más que la verdad.

—Me quedaré aquí y cuidaré de él. Mi ama de llaves tiene experiencia en


cuidar enfermos. Dios mediante, salvaremos al menos su vida.

—Puede que no te dé las gracias por ello si sobrevive privado de su más


profundo ser. —Dee levantó su mirada hacia el inquieto mar, donde los barcos
españoles navegaban al norte alrededor de Gran Bretaña—. Una vez tuve un
gran poder. No tanto como tú, pero lo suficiente para hacerme un verdadero
mago. En mi arrogancia y ansias de conocimiento, empujé mis habilidades
demasiado lejos y casi muero por ello. Desde entonces, he tenido que
contentarme con pequeños encantos y sabiduría.

El deseo desnudo en su cara hizo a Isabel apartar la mirada con


inquietud. ¿Cómo sería perder todo su poder? Aunque sus capacidades hacían
que la vida de una mujer normal fuera imposible para ella, el ejercicio de la
magia era también el más puro placer y satisfacción que jamás había conocido.
Ser privado de ella sería como perder sus extremidades. Macrae había estado
encadenado al hierro durante más de un año. Ahora, después de sólo unos pocos
días restituido a su pleno ser, había arriesgado su vida y su poder para evitar a
los españoles.

A pesar de que apenas lo había notado en el momento, tuvo un rápido


destello de recuerdo de la forma en que sus labios se habían sentido bajo los
suyos cuando le había infundido aire. Avergonzada, dijo,

—Si se salva el cuerpo, tal vez el espíritu también sane. Haremos lo que
podamos. —El mundo necesitaba a Adam Macrae.

Y necesitaba saber que en algún sitio él viviría bajo el mismo sol que
ella.

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The Alchemical Marriage Mary Jo Putney

Él se había perdido durante tanto tiempo entre las cenizas de su mente


que al principio no reconoció la conciencia de volver. Todo lo que registró fue la
fresca oscuridad, una suave brisa nocturna con aroma a flores silvestres, una
mano suave sobre su frente.

¿La mano de una mujer? Obligó a sus ojos a abrirse. Estaba en su


dormitorio en Leighton Manor, el dosel encima apenas era visible en la tenue
luz. Isabel de Cortes se alzaba sobre un taburete a su lado, sus ojos estrechos
con preocupación.

—Así que... no morí, —dijo con una voz áspera.

—No por falta de intentarlo. —A pesar de sus mordaces palabras, ella le


dio una sonrisa que suavizó la austera belleza de su rostro estrecho.

Él cerró los ojos otra vez.

—¿Cuánto tiempo ha pasado desde que conjuré los vientos?

—Ocho días. Maese Dee ha regresado a Londres para consultar con la


reina.

Ver su expresión le devolvió los últimos desastrosos recuerdos que


precedieron a su caída. Exhaló bruscamente.

—Fallé.

—Tal vez no. —Su mirada se desplazó a lo lejos—. Sus esfuerzos han
dado más tiempo para mejorar las defensas costeras. Sin duda eso ayudará si
—cuando— los Españoles nos invadan.

Absurdo. La costa de Gran Bretaña era demasiado larga para ser


adecuada a las defensas en todas partes, y ambos lo sabían. Cuando su visión se
despejó, se dio cuenta que ella parecía diferente esa noche. Derrotada. Erguida,
pero preparándose para lo peor.

—Déme su cristal de videncia.

Ella parecía dudosa. Adivinando que estaba pensando que estaba


demasiado débil, repitió,

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The Alchemical Marriage Mary Jo Putney

—¡Démelo! Quiero saber.

Ella a regañadientes sacó el disco de obsidiana y lo puso en su palma


derecha. Él estaba tan débil que apenas podía levantar el cristal lo
suficientemente alto como para ver la superficie, y no pudo sentir el resplandor
de su energía como lo había hecho antes. Cuando la superficie permaneció en
blanco, reconoció que el centro de su espíritu estaba entumecido, desprovisto de
poder.

Sudando, cerró los ojos y trató de dar forma a la ligera brisa que agitaba
de manera irregular las cortinas. Pulsó, y luego se perdió. ¿Había hecho eso, o
sólo fue el movimiento normal de inestabilidad de la brisa nocturna?

Lo intentó de nuevo. Esta vez estuvo casi seguro que había reforzado
brevemente el viento. Su poder sólo estaba tenso, no muerto. Se negó a creer lo
contrario.

Abriendo los ojos, probó el cristal de videncia otra vez. ¿Qué podrían
traer los Españoles? Esta vez vio un parpadeo de la imagen del Castillo de
Edimburgo... ardiendo. Que Dios ayudará a Escocia, pues los españoles
vendrían con antorcha y acero.

Lúgubremente, trató de invocar una visión de Dunrath, pero el cristal


no le mostraría más. Temblando, dejó caer su cabeza contra la almohada.

—No voy a decir que no haga un esfuerzo excesivo, ya que sería un


desperdicio de aliento, —La Señora de Cortes dijo secamente—. Pero podría
considerar el hecho que ha estado enfermo con fiebre durante varios días. Es
normal que esté débil como un gatito recién nacido.

—No tengo tiempo para la debilidad. Debemos actuar antes de que sea
demasiado tarde. —Luchó por más aliento.

—¿Cree que todavía es posible cambiar el curso de los acontecimientos?

—Sí. No es fácil, pero... posible —Apartando las tapas, pasó sus piernas
por el lado de la cama. Estaba vestido con un tosco camisón de noche, tomado
prestado de un criado tal vez. Se inclinó hacia delante... para ponerse de pie y se
le doblaron las rodillas.

Ella se adelantó rápidamente y lo agarró alrededor de la cintura. Por un


instante se presionaron simultáneamente mientras ella luchaba por evitar que
su cuerpo cayera al suelo. Sus senos eran suaves y femeninos contra su pecho. El
deseo se abrió paso a través de él como un rayo de tormenta, y con él vino una
sombra de renovada energía.

Antes de que pudiera recuperar el sentido, ella logró moverlo


apoyándolo en la orilla de la cama.

—Es un maldito tonto, Macrae, —dijo un poco jadeante—. Conténtese de


hablar con usted mismo esta noche.

24
The Alchemical Marriage Mary Jo Putney

Ella expertamente le levantó las piernas en la cama, y lo empujó de


nuevo contra las almohadas. Su breve energía se desvaneció de nuevo, pero no
su recuerdo de ella. Ángeles del cielo, era tentadora. Un abrazo con ella haría
bailar a un santo de piedra.

—Debemos aprender a trabajar juntos en todos niveles, Isabel. Debes


ser capaz de utilizar mis dones como mago del tiempo, y yo debo ser capaz de
aprovechar plenamente tu fuerza. —Era la primera vez que había utilizado su
nombre de pila cuando hablaba con ella.

Reconociendo la intimidad, dijo,

—¿Eso significa que debo llamarte Adam?

Sonrió un poco.

—Me gusta la forma en que gruñes “Macrae”.

—Soy talentosa gruñendo. ¿Cómo vamos a lograr esa cercanía?

Si ella hubiese sido criada por un Guardián, sabría tales cosas.


Buscando a tientas las palabras correctas, dijo,

—Para compartir completamente la energía, debe haber confianza


absoluta y un consentimiento de revelarse a sí mismo con total honestidad,
tanto los defectos como las virtudes. Antes, el tiempo fue breve y ninguno de
nosotros quiso dejar caer todas nuestras defensas, por lo que no ahondamos tan
profundamente. Si lo hubiésemos hecho —torció la boca— quizás podría haber
mantenido el viento durante el tiempo suficiente para obligar a la flota española
a los bancos de arena en Zeeland. Estuve tan cerca...

El silencio fue largo y penoso antes de que ella dijera:

—Nunca he hecho lo que estás describiendo. ¿Es posible? Tenemos poco


en común.

—Ambos somos disciplinados y sabemos cómo ejercer el poder. —Él


capturó su mirada—. Y ambos pagaremos cualquier precio, por detener a los
españoles. Eso debería ser suficiente.

Ella se mordió el labio.

—La perspectiva de bajar completamente mis escudos... es preocupante,


pero parece que no tenemos más remedio que intentarlo.

—Esto será difícil para ti, ya que has tenido poco contacto con otros
magos, —admitió—. Incluso entre los Guardianes, la completa franqueza es rara.
Más a menudo es vista entre marido y mujer, pero a veces entre magos que han
trabajado en estrecha colaboración.

—Maese Dee habla del matrimonio alquímico, el apareamiento de los


opuestos para crear fuerza y armonía, —dijo—. ¿Es de eso de lo que hablas?

25
The Alchemical Marriage Mary Jo Putney

—No soy alquimista, pero, sí, ese es el tipo de cercanía que debemos
forjar. Normalmente se tarda mucho tiempo en desarrollar, pero no tenemos
tiempo, así que tenemos que hacer lo mejor que podamos.

—Déjame probar esto, y dime si experimentas algo. —Ella cerró los ojos,
y por el espacio de un centenar de latidos se hizo el silencio. Ella dio un rápido,
frustrado movimiento de cabeza, luego colocó su mano sobre la suya.

Inmediatamente, sintió un golpe ligero como una pluma de su energía.


Fluía suavemente por él, deslizándose detrás de sus defensas y calmando
chamuscados lugares en su espíritu. Él no había sentido nada comparable desde
su formación con su abuelo cuando era niño.

Pero su abuelo era severo y un hombre, mientras que Isabel era


profundamente femenina. Un objeto de deseo cuyo toque provocaba chispas que
burbujeaban a través de su cuerpo. Se movió involuntariamente, ya que el efecto
fue tan alarmante como emocionante.

Enmascarando su reacción, dijo,

—Llegaste muy profundamente. Es un buen comienzo.

Ella suspiró.

—Tan poco tiempo.

Sintiéndose más fuerte que la primera vez que despertó, preguntó:

—¿Eres una curandera?

—Sólo en pequeño grado. —Ella descansó su palma sobre su frente de


nuevo—. Duerme, Macrae. Mañana empezaremos nuestra segunda campaña.

Se deslizó en un profundo sueño, vagamente consciente de que ella


había comenzado a sanar la fuente de su poder.

*****

Ya que la fiebre de Macrae había desaparecido y su agudeza iba bien


encaminada hacia la mejoría, Isabel lo dejó dormir a solas. Necesitaba el
descanso, y ella también.

26
The Alchemical Marriage Mary Jo Putney

Sin embargo, su noche fue agitada. Macrae era inquietante en las


mejores circunstancias, como un león casi atado. Permitirle el acceso a los más
oscuros secretos de su alma... se estremeció sólo de pensarlo.

La posibilidad de conocer sus secretos más oscuros era aún peor. Criada
por protectores y desconcertados padres, su vida había sido protegida a pesar de
sus estudios. Con la guía de Dee había aprendido las disciplinas del poder, y su
capacidad de videncia le había dado poco acceso a los funcionamientos de su
sociedad. Pero aquel conocimiento era de la mente; Macrae era de la tierra,
intensamente físico y experimentado en asuntos más allá de su imaginación. Las
profundidades de su mente no serían... seguras.

Ella debía pensar en su esfuerzo conjunto como una oportunidad para


ampliar su conocimiento y comprensión. Ciertamente, el trabajo era
fundamental, pues la Armada era una espada suspendida sobre Gran Bretaña.
Sin embargo, se sentía como un ratón a punto de ser agarrada por un halcón.

Recordándose a sí misma que era un ratón armado con poderosos


colmillos, se giró y se obligó a relajarse, un músculo a la vez. Debía esperar que
un halcón y un ratón con colmillos pudieran detener a los españoles.

Se levantaba después de una noche de sueño inquieto cuando su ama de


llaves entró en la habitación a toda prisa.

—¡Sir Adam se ha ido!

Isabel murmuró un juramento entre sí.

—Creo que sé donde puede estar. No te preocupes... la fiebre rompió


anoche, y es tan sensato ahora como es capaz de ser. Mete alimentos en una
canasta, mientras me visto.

Alentada, la sra. Heath dejó a su ama para hacer lo que le ordenó.


Después de ponerse una sencilla túnica de lino color crema y sujetarse el cabello
en un simple moño, Isabel recogió la cesta y caminó hacia el círculo de piedra
sin prisas.

Como esperaba, Macrae estaba allí, sentado en una piedra mientras


contemplaba el mar. Necesitaba recortarse la barba... se veía más como un
pirata que un caballero.

Su relajación se desvaneció cuando vio su desesperación.

—¿Qué ha sucedido?

—Hay todavía menos tiempo de lo que pensé.

Se sentó en la piedra al lado de la suya.

—Dime.

—Si no se cambian los acontecimientos, los españoles navegarán en el


Firth of Forth, se reagruparán, y terminarán por arrasar Edimburgo.

27
The Alchemical Marriage Mary Jo Putney

Isabel frunció el ceño, deseando haber dedicado más tiempo viendo a


Edimburgo.

—Sin duda los escoceses y los españoles son aliados... ambos odian a los
ingleses lo suficiente.

—La intención no será la guerra, pero los temperamentos chocarán. El


comandante español, Medina, enfurecerá a mis compatriotas, y los soldados se
emborracharán y causarán disturbios. La ciudad se convertirá en una ruina de
sangre, huesos y cenizas.

Ella se estremeció ante las imágenes que conjuró en su mente.

—¿Cuándo sucederá eso?

—En dos días, los primeros buques españoles amarrarán en Leith. No


más de dos días más antes de que estallen los problemas.

Menos de cuatro días para que ellos cambiasen el curso de una gran
Armada.

—No sabía que tenías tanta habilidad para ver el futuro.

—Por lo general no, pero Escocia está unida a mi sangre. —Soltó un


áspero aliento—. Me alegro de ver rara vez el futuro. Es un don terrible. Mi
intento de conducir a la Armada a los bancos de Zeeland quizás haya
incrementado el peligro para mis compatriotas.

—¡No pienses así! —No podían permitirse que él se debilitara por la


culpa—. Ya temías por Edimburgo. Quizás lo que ahora predices será menos
terrible de lo que podría haber ocurrido. No podemos estar seguros.

Su boca se curvó.

—Cuan arrogante somos los magos, al pensar que podemos hacer el


mundo mejor esgrimiendo nuestros poderes. Quizás Gran Bretaña estaría mejor
sin los Guardianes.

—Es la naturaleza humana buscar y utilizar el poder. Al menos los


Guardianes hacen lo mejor para servir al bien común. —Ella flexionó las rodillas
y las rodeó con sus brazos como lo hacía en su infancia, su mirada desenfocada
mientras miraba las olas arrollar en los acantilados—. Te envidio por haber sido
criado con otros de tu clase.

—Hubiese sido duro estar tan solo como tú, Isabel. Sin embargo, te ha
hecho fuerte.

Ella lo sentía en su mente, más cerca de lo que era cómodo. Ella quería
golpear las puertas y lanzarlo fuera. En cambio, se forzó a sí misma a aceptar su
exigente presencia masculina, orgullosa de poder decir con tranquilidad,

—Aunque las horas son pocas, hay tiempo suficiente para comer, y
estarás más fuerte para ello.

28
The Alchemical Marriage Mary Jo Putney

Ella investigó la cesta. Pan, queso y cerveza, todo preparado en su finca.


Sacando su cuchillo, cortó en rodajas el pan y el queso, luego sirvió cerveza en
las jarras de peltre.

Su expresión se tranquilizó cuando él aceptó la comida,

—Eres una mujer práctica. Eso no es malo.

—Alguien tiene que ser práctico y, por lo general será una mujer, —dijo
ácidamente.

La diversión de Macrae reverberó dentro de su mente, un efecto


sorprendentemente agradable. Mientras comían, experimentó con cautela esa
insólita cercanía. Ella no podía leer sus pensamientos, y estaba agradecida por
ello, pero podía sentir sus emociones cada vez con mayor precisión. A medida
que hablaban, su mente ensombreció sus palabras con más riqueza.

También podía disfrutar de su hambre voraz. Su placer


sorprendentemente sensual al disfrutar de la sencilla comida era tan intenso
que la distrajo de su propia comida. Cuando él tragó lo último de su cerveza,
dijo,

—Sol, una brisa fresca, y alimentos sencillos del campo. Cuando estaba
en la torre, nunca pensé que saborearía tan simples placeres de nuevo. Lástima
que mi libertad fuera otorgada por una razón tan horrible.

Ella se contuvo de decir que él también podría disfrutar mientras


pudiera, sólo que él le dijo,

—Estás pensando que podría disfrutar ese placer mientras pueda, ya


que mi siguiente intento de trabajar con el tiempo podría enviarme a una
muerte temprana.

Ella enrojeció y miró a la distancia.

—¿Puedes leer mis pensamientos?

—Sólo tus emociones, pero son lo suficientemente claras. —Él puso su


jarra vacía en la cesta—. Ahora es el momento para el trabajo. ¿Ves esa nube
oscura en el centro a lo lejos?

Ella sombreó sus ojos contra el cielo brillante.

—Sí.

—Vamos a hacer que llueva. —Puso su mano grande sobre la de ella—.


El pensamiento te intriga y alarma. Bastante. Lo disfrutarás, creo.

Y ella lo hizo. Aunque sus poderes mentales no se habían recuperado


totalmente de su colapso, su comprensión instintiva del viento y las nubes era
gloriosa. Si él fuera un halcón, era ahora su compañera, bajando el picado por el
aire, sintiendo la fresca humedad de la nube, y luego desintegrándose en un
chaparrón rápido de gotas de agua.

29
The Alchemical Marriage Mary Jo Putney

Ella se rió en voz alta cuando él llamó de vuelta a la conciencia normal,


deleitándose con las nuevas sensaciones.

—¡Maravilloso! Lo sentí mucho más claramente que cuando trabajamos


juntos antes. —Sintiendo su tristeza, dijo más sobriamente—, pero es un logro
muy pequeño en comparación con lo que será necesario.

Aunque su rostro estaba controlado, ella sintió que estaba tratando de


protegerla de sus dudas.

—Es mucho más de lo que yo podría haber hecho solo, —dijo—. Estamos
mezclando bien nuestras energías, hasta el momento.

Su placer por lo que habían logrado se perdió en el conocimiento de


cuanto más lejos tenían que ir... y que sólo tenían un día para prepararse.

*****

Pasaron el resto del largo día explorando cada vez más profundos
niveles de intimidad y de compartir. El poder de la mente y el espíritu de Isabel
sorprendieron a Macrae. Su compromiso también era profundo, pero mientras
más profundo ahondaba, ella más se había resistido.

El último ejercicio del día lo llevó por un instante a un área de sus


emociones que aún no habían explorado. La pasión cruda explotó como el
propio fuego del diablo, provocando sus propias pasiones... y luego ella lo arrojó
de su mente con su paralizante poder.

Jadeando, se dobló y enterró su cabeza palpitante en sus manos.

—Tienes una patada que haría sentirse orgulloso a un semental, Isabel.

Podía sentir su angustia cuando ella puso sus palmas sobre su frente.

—Lo siento, yo... yo no pude controlar mi reacción.

Él cerró los ojos, dando la bienvenida a su suave toque.

—Estoy tratando de enseñarte en un día lo que un Guardián aprende a


lo largo de los años. Estás progresando muy bien.

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The Alchemical Marriage Mary Jo Putney

—Pero no lo suficientemente bien.

Él no estaba seguro de si sus palabras suaves fueron pensadas o dichas


en voz alta.

—Tal vez mañana encontraremos una buena tormenta de verano para


trabajar. —Trató de proyectar confianza—. Eso hará la mayor parte del trabajo
por nosotros.

Ella no lo creyó más de lo que él lo hizo, pero no discutió el punto. Los


dos estaban unidos en el pesimismo.

No tenían más remedio que intentar otro gran hechizo por la mañana,
esta vez a una distancia mucho mayor que Zeeland y con ninguna tormenta
mayor disponible para añadir.

Isabel conocía los peligros..., después de todo, lo había cuidado de la


casi mortal fiebre cerebral cuando su primer intento fracasó. Había aceptado el
hecho de que podían morir en el intento. De hecho, ella lo aceptó mejor que él.

Cuando cayó en su cama, agotado, él pronunció una oración silenciosa.


Que Dios les concediera éxito por el bien de Escocia... y si una vida debía
perderse en el proceso, que fuera la suya.

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The Alchemical Marriage Mary Jo Putney

Macrae se sacudió en su estado de vigilia, su corazón latiendo cuando


recogió una nota distante del cambio de clima. Nubes, lluvia y viento se mecían
en el Atlántico.

¿Cuánto tiempo había dormido? Sólo unas pocas horas, adivinó, ya que
no había señal de madrugada. Encendió una vela y se puso su ropa, entonces
avanzó por la casa silenciosa al cuarto de Isabel. Cuando él abrió la puerta, dijo,

—Isabel, el mal tiempo se está acercando rápidamente desde el oeste.


No es una gran tormenta, pero lo suficiente como para darnos una mejor
oportunidad si comenzamos a trabajar de inmediato.

Él echó hacia atrás las cortinas de la cama. Su vela le reveló a Isabel


parpadeando adormilada mientras se movía a una posición sentada. Su cabello
oscuro cayó sobre su hombro en una gruesa trenza, y ella pareció más joven y
más vulnerable que durante el día.

Él se congeló cuando se dio cuenta que estaba vestida solo con su


camisón de noche, y el ligero tejido hizo poco para disimular su cuerpo
suavemente curvado. Con las rodillas débiles, retrocedió, poniendo el grueso
pilar de la cama tallado entre ellos. Maldijo el éxito de los esfuerzos para reducir
las barreras entre ellos, por el momento era imposible ocultar su deseo. Isabel lo
vería justo como una gran bestia cachonda.

Ella se puso escarlata cuando leyó su reacción. Las emociones


reverberaron entre ellos como imágenes en espejos opuestos, y el vello
hormigueó en sus brazos ante la gran tensión erótica en la habitación.

Recuperándose primero, ella se llevó las mantas a sus hombros.

—Muy bien, vamos a empezar. Me reuniré contigo en el círculo de


piedra.

Agradecido por la excusa para retirarse, encendió una de sus velas con
la suya, luego salió disparado. Era un tonto por permitir que la atracción
enredara las cosas, cuando toda su atención debía fijarse en su objetivo común.

Era tristemente consciente de que, aun con el cambio de clima, las


probabilidades no les favorecían. Aunque se estaba recuperando bien de su

32
The Alchemical Marriage Mary Jo Putney

anterior colapso, todavía estaba muy por debajo de su fuerza normal. Isabel, a
pesar de su enorme poder, no tenía un talento innato para trabajar con el
tiempo. Si no pudiera tejer los hechizos lo suficientemente bien, fallarían.

Peor aún, a pesar de que habían bajado las barreras entre ellos lo
bastante como para abochornarse, lamentablemente aún estaban lejos de ser
plenamente capaces de compartir la energía. Si necesitara más de lo que Isabel
estaba dispuesta a dar, ella podría arremeter contra él por instinto, con
resultados desastrosos.

Sin embargo, debían tratar. La Armada estaba peligrosamente cerca de


Edimburgo, y si no actuaban de inmediato, sería demasiado tarde.

Con su mente todavía acosándole, se detuvo en la cocina para una


rápida comida de pan y queso, y luego se encaminó hacia el círculo de piedra.
Era apropiada para una noche de brujas, las líneas de ley que cruzaban el círculo
resplandecían como una telaraña de poder. El viento se elevaba en ráfagas
irregulares, formando y rasgando nubes de modo que el equilibrio en el sendero
era incierto. El mar más allá del acantilado era más claro que la tierra, y podía
oír el fuerte golpe de las olas contra la orilla.

Sintió un curioso fatalismo cuando limpió su mente y comenzó a sentar


las bases de su hechizo. Haría todo lo posible; ningún hombre podría hacer más.
Si no sobrevivía a este último gran trabajo, que Dios defendiera a Escocia y a los
que amaba.

Silenciosa como el viento, Isabel se unió a él, casi invisible en una capa
oscura. Ella le dio una capa similar.

—Usa esto. La noche es fría, y el buen tiempo no volverá pronto.

Aceptó la capa, pero dijo ligeramente,

—Un mago debe ser capaz de superar el calor y el frío.

—¿Por qué malgastar energía si suprimiendo la incomodidad puedes


utilizarla en tu trabajo meteorológico?

Él sonrió en la oscuridad. Una hechicera práctica. Los contornos de su


rostro eran apenas perceptibles. Había pensado en su rostro austeramente
hermoso desde su primera reunión, y el profundo conocimiento que había
adquirido durante su trabajo juntos había multiplicado su belleza mil veces.

—¿Estás listo?

—Tan listo como puedo estarlo.

Sabiendo que quizás no sobreviviera al trabajo de esa noche, le hizo una


ceremoniosa reverencia, la capa ondeando a su alrededor.

33
The Alchemical Marriage Mary Jo Putney

—Ha sido un placer trabajar contigo, Isabel de Cortes. —Luego enterró


sus reflexiones personales, se concentró en la energía de la tierra del círculo, y
se extendió hacia los vientos.

Cuando su conciencia se movió en espiral hacia arriba, vio que el


Atlántico del Norte estaba cubierto con un área enorme de nubes picadas y
lluvia ventosa. Los buques españoles estaban a lo largo de los Narrow Seas, el
líder acercándose ya a Firth of Forth, la puerta de entrada a Edimburgo.

Comenzó por incorporar los vientos cruzando Escocia, haciéndole difícil


a la Armada navegar hasta el estuario. Pero era sólo una medida temporal para
retrasarlos mientras construía una tempestad.

Pieza por pieza meticulosamente, comenzó a tejer vientos feroces,


ahogando la lluvia, y el relámpago que podría rasgar el cielo y arder las jarcias.
Debía ser tan poderoso, tan bien forjado, que seguiría adelante incluso después
de que su propia fuerza fallara. La tormenta debía rabiar durante días,
hundiendo los buques, conduciendo a otros a las orillas rocosas y a las garras de
la muerte de las corrientes del Mar del Norte. La Armada debía ser destruida
hasta el punto en que no ofreciera ninguna amenaza... y que el cielo se apiadara
de las almas de los marineros.

Ya recurría en gran medida a la profunda reserva de poder de Isabel. Su


brillante conocimiento lo siguió mientras hilaba los vientos en un patrón que se
alimentaba de sí mismo. Ella lo ayudó a concentrar la lluvia de muchas miles de
millas cuadradas en una tormenta más pequeña y más mortal. Y ella se elevó
con él cuando él forjó el relámpago.

Un oscuro, hosco amanecer rompía, el sol sólo un tenue resplandor en


el horizonte. El hechizo general estaba completo, pero la estructura era frágil. Él
necesitaba una enorme inyección de energía para establecer un patrón de modo
que la tormenta pudiera convertirse en una fuerza en su propio derecho.

Una ráfaga de lluvia lo hizo caer de rodillas. Jadeando, se extendió a su


compañera, pero por primera vez no pudo aprovechar su fuerza. A pesar de que
ella aún tenía reservas, estaban más allá de su alcance.

—Isabel... —Trató de llamarla, pero su voz fue un débil susurro perdido


en el viento creciente. Él estaba a gatas, la mayor parte de su fuerza y conciencia
dedicada a estabilizar la tempestad con nada para sostenerlo.

Sus brazos rodearon sus hombros. A pesar de que su toque agitó una
pizca de energía, no bastaba como para sellar el hechizo. Él intentó con más
fuerza conectar con el fondo brillante de su poder. Ella estaba luchando por
igual, sintió su esfuerzo frenético, pero podría haber habido una pared de vidrio
entre ellos. Impenetrable. Imposible...

—Macrae. —Su voz ronca le susurró en el oído—. El matrimonio


alquímico es el apareamiento de los opuestos para formar un todo mayor. Es la
única solución que nos queda.

34
The Alchemical Marriage Mary Jo Putney

Conmocionado, se dio cuenta de que ella quería decir un apareamiento


físico. Su mente aturdida intentó evaluar si su propuesta tenía alguna
posibilidad de funcionar. Había habido una fuerte atracción desde el principio.
En otro tiempo y lugar la habría cortejado, o quizás arrastrado a su caballo y
llevado a las Tierras Altas, pero él había enterrado tales pensamientos como
inadecuados debido a la labor que estaban llevando a cabo juntos.

Ella podría tener razón en que la pasión podía forjar sus espíritus en
una sola hoja invencible, pero la fría voz de su conciencia señaló que quería
desesperadamente creer que la entrega a la lujuria era la clave de la victoria.
¿Era un Guardián, un hombre de honor, o un canalla que mentía para obtener lo
que deseaba?

Sus labios tocaron los suyos con un beso vacilante. Su aroma a rosas
lavado con la lluvia.

Su cuerpo entumecido empezó a hormiguear a la vida. Sintiendo el


cambio, el beso de Isabel se hizo feroz, rodeado con una demanda de energía.

Una pasión primitiva explotó a través de él, con lo que cada fibra de su
cuerpo llameó a la vida. Malditas fueran sus dudas... él quería y necesitaba a
Isabel más que la razón, más que la conciencia, más que el honor.

Cuando él le devolvió el besó, los escudos que él había erigido desde la


cuna se disolvieron, permitiendo su acceso a las profundidades de su alma. Su
férrea determinación para conquistar entró en su propia alma, haciéndolos la
espada invencible que había imaginado. La suave lluvia se intensificó en un
aguacero, fluido y fértil, mientras se apareaba con la tierra.

—Isabel, mi hechicera... —Él rodó por encima de ella, presionando su


cuerpo largo en la hierba mojada mientras la besaba hambriento, mezclando su
esencia con la suya.

Su copula rompió el cielo cuando las últimas barreras se derrumbaron.


El poder era abundante, ilimitado, fluyendo por ellos y en la tempestad,
estabilizando la intrincada estructura del hechizo. El relámpago centelló hasta
que él no estuvo seguro si ellos estaban en Kent o en lo alto sobre el Mar del
Norte en el centro de la tormenta.

Cuando sus espíritus se unieron, él descubrió en el centro de su poder


que era una solitaria niña, una extraña entre los que amaba, con la convicción
de que era demasiado extraña, demasiado poco atractiva, para encontrar la
cercanía que ella anhelaba. Incluso John Dee, el mayor alquimista de la época,
había encontrado a su alumna desconcertante.

Tiernamente, Macrae le mostró su visión de su única y fascinante


belleza. Cómo era un modelo entre las mujeres, una maestra de los magos. A
cambio, lo reflejó a sí mismo. ¿Era realmente tan oscuramente intimidante? Sin
embargo, ella se sentía atraída por su fuerza, intrigada por sus contradicciones,
por lo que se enorgulleció de su oscuridad.

35
The Alchemical Marriage Mary Jo Putney

Fue distantemente consciente del hundimiento de los buques españoles,


velas triturándose y mástiles rompiéndose. Sin las anclas que habían arrojado
cerca de los Países Bajos para escapar del fuego de los buques ingleses, estaban
impotentes ante la tempestad.

Con un último paroxismo de poder, el huracán se materializó en una


entidad viva, ya no dependiente de su creador. Habían tenido éxito. Contra
todos los pronósticos, habían ganado.

Drenado de cada pizca de fuerza y pasión, él cayó una vez más en la


oscuridad.

*****

Pálida de agotamiento y entumecida, Isabel acunó a su amante en su


pecho mientras la lluvia tabaleaba sus cuerpos jadeantes. Ella no sabía que el
universo contenía tal placer, o dolor, como lo había descubierto con Macrae.

Parte de ella habría estado contenta de yacer allí y ahogarse, pero ahora
que la pasión se había consumido era consciente que la tierra empapada y el
viento frío, eran terriblemente incómodos. Se las arregló para salir de debajo de
su peso muerto.

¿Muerto? Alarmada, puso sus dedos en su garganta. Su pulso era firme.


Con esfuerzo invocó sentidos más sutiles para examinar más hondamente y
decidió que no estaba profundamente herido como lo había estado en su
anterior intento con la Armada. Sólo... agotado. El dormiría por lo menos un
día, quizás más.

Tiró su capa sobre él, protegiendo su cara de la lluvia, luego caminó a


tropezones por el largo sendero hasta la casa. Afortunadamente, el torrente
disfrazaba su desaliño. En su casa estaban acostumbrados a sus extrañas
actividades; no sospecharían de algo tan plebeyo como unirse con un apuesto
extraño.

¿Un extraño? Su boca se curvó. Ella conocía a Sir Adam Macrae hasta
las profundidades de su tormentosa, impaciente, y generosa alma.

Cuando sus dedos entumecidos manosearon la puerta de la cocina, ésta


se abrió de golpe, y la sra. Heath la atrajo al calor de la cocina.

36
The Alchemical Marriage Mary Jo Putney

—¡Gracias al Señor que usted está bien, milady! —exclamó el ama de


llaves—. Estaba preocupada.

Aterrorizada, lo más probable, pero todos los empleados de Isabel


sabían que no tenían que molestarla cuando estaba trabajando.

—Todo está bien, sra. Heath, pero envíe a los hombres al círculo de
piedra para traer a Sir Adam a la casa. Él... él no se ha recuperado totalmente
de su enfermedad y ha sido vencido por... sus esfuerzos.

La capa empapada fue barrida de sus hombros y una taza de caldo de


carne caliente presionó sus manos.

—Tome esto, milady, —dijo la sra. Heath enérgicamente—. En el


momento que haya terminado, un baño caliente la estará esperando. Luego la
ayudaré a acostarse. Voy a ver a su salvaje escocés.

Agradeciendo ser cuidada como una niña, Isabel bebió su caldo y, a


continuación, se permitió ser conducida a su habitación. Macrae estaba siendo
transportado cuando ella dejó la cocina, chorreando agua él y los criados que lo
habían recogido. Cuando ella echó un vistazo atrás, la sra. Heath firmemente la
tiró hacia adelante.

El baño caliente estaba enriquecido con lavanda, la hierba que curaría y


calmaría su espíritu raído. Isabel cerró los ojos y se obligó a sí misma a
tranquilizarse. Lo importante era que habían tenido éxito. Ellos habían forjado
un matrimonio alquímico que generó el poder que necesitaron, e Inglaterra
nunca volvería a verse amenazada por España. Incluso sin su cristal de videncia,
lo sabía con una certeza absoluta. Pronunció una oración por las almas de los
marineros españoles.

Cansada, descansó su cabeza contra el borde de la tina de madera. Ella


había jurado que iba a pagar cualquier precio, y su virginidad era un costo lo
bastante pequeño. Mucho más difícil fue perder la mitad de su alma... habría
sido más fácil renunciar a su vida. Pero esa pérdida no era algo que podía o
debía ser deshecha.

Ella había hallado un placer casi mayor en el acto de su unión. Ahora


debía enfrentar la angustia de saber que tenían que separarse. Profundamente
en la mente de Macrae ella había visto su disgusto ante la perspectiva de ser
encadenado por el matrimonio. Pero los Guardianes estaban sujetos a una gran
presión para casarse, de preferencia con otros Guardianes para que la sangre y
el poder permanecieran siendo fuertes. Él había aceptado el matrimonio como
su destino.

Antes de que su falta de moderación lo hubiera llevado a la Torre de


Londres, había estado dispuesto a proponérselo a una dulce doncella Guardián
llamada Anne, una rubia de naturaleza tan afable como hermosa. Lo mejor de
todo a los ojos de Macrae es que Anne es escocesa, cuando la mayoría de las
hijas de Guardianes eran inglesas. Él no podría haber tolerado una esposa
inglesa... su disgusto ante la perspectiva había estado dolorosamente claro.

37
The Alchemical Marriage Mary Jo Putney

Isabel salió de la tina y comenzó a secarse. Su cuerpo estaba tibio ahora,


aunque su alma estaba helada. Súbitamente añoró a su madre, que nunca había
entendido realmente a su extraña hija, pero que la amaba de todas formas.

Cuando se puso su camisón de noche y se arrastró en su cama, Isabel se


obligó a aceptar que Macrae estaba destinado a otra mujer. Incluso si no lo
estuviera, su gusto no se decantaba por brujas de pelo negro, especialmente
inglesas. Que así fuera.

Habían ganado una gran victoria hoy. Era suficiente.

Debía ser suficiente.

*****

El sol brillaba cuando Macrae despertó. Fuera de los cristales en forma


de diamante, dos alondras se posaron en una rama y gorjearon la una a la otra.
Escuchó en una paz perezosa, apenas capaz de creer que habían triunfado, y
sobrevivido. De la supervivencia de Isabel no tenía duda, por el resto de su vida,
sería consciente de cada aliento que ella exhalara. Fue subiendo con cautela en
la cama cuando entró el ama de llaves. Ansiosos por ver a Isabel, dijo,

—Dígale a la sra. Cortes que deseo hablarle.

El ama de llaves arqueó las cejas.

—Tendrá que esperar, entonces. Mi señora partió a Londres el día de


ayer.

Él la miró, sin poder creer que ella se hubiera ido.

—¿Por qué diablos hizo eso?

La sra. Heath se encogió de hombros.

—No me corresponde a mí decirlo.

Ella, sin duda, iría a la casa de su padre.

—¿En dónde vive la familia de Cortes?

38
The Alchemical Marriage Mary Jo Putney

Haciendo caso omiso de la pregunta, la sra. Heath se giró para salir.

—Uno de los hombres le traerá agua caliente y comida. —La puerta se


cerró fuertemente detrás de ella.

Isabel lo había dejado. ¡La maldita inglesa lo había dejado! ¿Cómo se


atrevía?

Jurando, abrió el armario y extrajo las prendas limpias y dobladas. Esto


podría haberse resuelto con facilidad, pero nada acerca de Isabel de Cortes era
fácil. Ella iba a pagar por ese insulto.

Si, ella iba a pagar.

39
The Alchemical Marriage Mary Jo Putney

Tan pronto como su madre abandonó la habitación, Isabel derramó lo


último de la tisana en la jardinera que colgaba de su umbral. Aunque sus flores
se habían destrozado por la gran tormenta, ya se estaban recuperando. Quizás
las infusiones de hierbas fueran buenas para ellas.

En los brazos de su madre había encontrado la calidez y el alivio que


anhelaba, pero la agitación de su madre simplemente la estaba conduciendo a la
locura, al igual que las incesantes preguntas acerca de lo que había sucedido. Tal
vez algún día Isabel sería capaz de hablar de ello. Pero probablemente no.

Maese Dee la había visitado y le había dado un magnífico anillo de rubí


de mano de la propia reina en agradecimiento por lo que ella y Macrae habían
logrado. Pero la visita fue breve, ya que el mago real, estaba ansioso por regresar
con su familia en Bohemia.

Isabel paseó a la ventana, preguntándose qué más podría contener su


vida. Sus habituales estudios no tenían ningún interés para ella, e incluso su
cristal de videncia estuvo nublado cuando trató de ver su futuro. Ella había
formado parte de un gran trabajo que cambió el curso de naciones, así que
quizás era codicioso querer algo más allá que una larga y árida soltería. Aunque
a diferencia de la reina, ella ya no era virgen...

Escuchó golpes a la distancia, como si soldados golpearan la puerta


principal. Entonces estalló un escándalo abajo. Su sangre se congeló en virtud
de un ataque de horror por recuerdos ancestrales de la Inquisición que venían a
llevarse a los miembros de la familia de Cortes a la tortura y la muerte.
Seguramente no aquí en Londres, ¡no otra vez!

Con el corazón acelerado, salió disparada de su habitación y a las


escaleras. Se detuvo de golpe cuando miró hacia abajo al hall de entrada.
Magníficamente vestido y feroz como un lobo, Adam Macrae mantenía a dos de
los criados de su padre a raya con una espada.

Sus padres irrumpieron en la sala. Al ver la espada, su padre lanzó un


brazo protector delante de su esposa mientras gritaba,

—¿Qué significa esto, diablo insolente?

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The Alchemical Marriage Mary Jo Putney

—Usted debería estar agradecido, Maese de Cortes, —Macrae respondió


con voz de trueno—. He venido a sacar a su terca hija soltera de sus manos.

Su madre contuvo el aliento.

—¡Usted no la tocará, grandísima bestia! Mi esposo es amigo del Lord


Mayor de Londres, y usted será colgado, encarcelado, y descuartizado si usted
asalta a una doncella virtuosa.

—¿Una doncella virtuosa? —Macrae se rió en voz alta—. Esa no es la


Isabel que conozco.

Su choque se disolvió por la furia, Isabel barrió por las escaleras como si
fuera una de las propias tempestades de Macrae.

—¿Cómo te atreves a entrar a la fuerza y aterrorizar la casa de mi padre?


Vete de vuelta a Escocia y cásate con esa dulce rubia tuya.

Su mirada se alzó bruscamente.

—Isabel.

Con una sonrisa como el sol en pleno mediodía, enfundó su espada y


subió al galope los escalones de tres en tres. Encontrándola en el descansillo, la
arrasó en un abrazo que magulló sus labios. Truenos y relámpagos, una
tormenta en la sangre. Su deseo de empujarlo por las escaleras se disolvió, y ella
le devolvió el beso. ¡El condenado hombre!

Él murmuró en su oído,

—¿Pensaste que podías alejarte de un matrimonio alquímico, mi


hermosa bruja?

—Pero... pero Anne, la mujer con la que estás prometido...

—Probablemente sea la esposa de otro ahora. —Sus dedos largos,


inteligentes comenzaron a acariciar la parte más estrecha de su espalda—. Ana
no tenía escasez de pretendientes, y ella me encontró pavoroso, que es por lo
que los contratos aún no se habían firmado.

Un hombre se aclaró su garganta fuertemente. Con la cara roja como


una remolacha, Isabel miró hacia abajo para encontrar que ella y Macrae eran el
objeto de miradas fascinadas de la mitad los miembros de la casa. Su padre dijo
severamente:

—¿Conoces a ese pícaro?

—S-Su nombre es Sir Adam Macrae, y él es un noble escocés, —ella


balbuceó.

—¿Un escocés? —Su padre bufó—. No es de extrañar que se comporte


como un salvaje.

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The Alchemical Marriage Mary Jo Putney

—Acostúmbrese. —Macrae levantó su mano, revelando un anillo de


zafiro, cuyo engaste hacía juego con el de Isabel—. Su propia reina Isabel ha
ordenado que Isabel se case conmigo, a cambio de mis servicios a Inglaterra.

—¿Visitaste a la Reina Isabel? —Isabel abrió los ojos de golpe.

—Quería asegurarme de tener cierta ventaja por si eras tan tonta como
para tratar de rechazarme. —Él envolvió un brazo alrededor de su cintura y miró
hacia abajo a los padres de Isabel—. Soy lo suficientemente rico para alegrar el
corazón de cualquier padre, y lo suficientemente valiente como para encargarme
de su bruja. En este caso, ella y yo compartimos algunos... talentos e intereses
inusuales. Ahora, si nos disculpa, quiero hablar con mi prometida en privado.

Los ojos de su padre se estrecharon, mostrando al formidable


comerciante que había prosperado en buenos y malos tiempos.

—No me importa si usted es rico, o si el mismo Dios le ha dado permiso


para casarse con mi hija. Ningún hombre tendrá a Isabel a menos que ella esté
de acuerdo con la unión, y si intenta forzarla, usted se enfrentará a las espadas
de mí y de mis tres hijos.

La madre de Isabel colocó una mano sobre el brazo de su marido, una


leve sonrisa astuta jugueteó en sus labios.

—Dudo que algo se esté haciendo contra de la voluntad de Isabel. Dales


la oportunidad de resolver sus asuntos en privado, David.

El padre de Isabel comenzó a protestar, luego calló.

—Muy bien, si Isabel está dispuesta a hablar con este pícaro.

—Estoy dispuesta. Hay asuntos entre nosotros que deben ser resueltos.
—Aunque, ella no estaba segura de si aceptaría a Macrae o partiría su corazón.

Cuando él subió detrás de Isabel, ella miró hacia atrás y vio que sus
padres estaban sonriendo. ¡Sonriendo! Tan fácilmente como eso, ese bárbaro
escocés los había persuadido.

Él la condujo infaliblemente a su dormitorio.

—¿Cómo supiste dónde encontrarme? —preguntó mientras él cerraba la


puerta detrás de ellos.

—Hubiera sido bastante difícil de ocultarte a un mago, pero es


imposible ocultarte de tu compañero vinculado. Estamos vinculados, Isabel.
Acéptalo.

La hizo girar alrededor de modo que su espalda diera hacia él y comenzó


hábilmente a desenlazar su vestido. Con una rapidez realmente mágica desató
su rígido corsé de cuero, en seguida, ahuecó sus pechos con sus grandes manos
calientes.

Cuando ella jadeó distraída de placer, su ligereza disminuyó.

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The Alchemical Marriage Mary Jo Putney

—Te amo, Isabel, —dijo suavemente—. Acepta el hecho de que estamos


unidos por la vida, y muy posiblemente también por la eternidad. ¿El
matrimonio es tan malo? Se nos ha concedido un raro don de pasión y cercanía,
mi amor.

Ella se soltó y se volvió hacia él. No fue posible leer sus pensamientos...
el calor blanco que los había unido cuando ellos conjuraron la tempestad era
sólo un pulso lejano, a pesar de que siempre estaría allí cuando lo convocaran.
Pero ellos seguían en resonancia uno con el otro, y maravillada se dio cuenta de
que ya no estaba sola.

En sus ojos, vio el reflejo de su propia alma y el salvaje destello de su


deseo. Incluso, para su sorpresa, el temor de que siguiera resistiéndose a él.

Ella siempre había tenido fe en sus capacidades mágicas, pero por


primera vez, una agradable sensación de poder femenino comenzó a fluir a
través de ella. Macrae, a pesar de su fanfarronería, era bien consciente de que
un mago de su poder no podía ser llevado reacio al altar. Este gran escocés
temerario se humillaba. La humildad no era uno de sus dones, que era la razón
por la que estaba haciéndolo tan mal.

Segura de su poder como hechicera y mujer, preguntó,

—¿Así que me has exigido como una recompensa de mi reina, invadiste


mi casa, y aterrorizaste a nuestros criados porque quieres casarte conmigo
aunque yo no sea, ni escocesa ni Guardián?

Él sonrió irónicamente.

—Si. No importa que seas inglesa y no de sangre Guardián. Tú eres


Isabel... la más poderosa hechicera en Gran Bretaña y mi compañera vinculada,
y mi familia se alegrará cuando te lleve a casa. ¿Debo aterrorizar a alguien más
para obtener tu consentimiento?

—Mi querido, e insensato pícaro. —Con una rápida cascada de alegría,


pasó sus brazos alrededor de su cuello. Ella no necesitó su cristal de visión para
saber que compartirían pasión, batallas y un amor inquebrantable. Macrae era
suyo, tanto como ella era suya, unidos por la eternidad en un matrimonio
alquímico—. ¡Todo lo que tenías que hacer era preguntar!

♥♥♥♥♥

43
The Alchemical Marriage Mary Jo Putney

Nota del Autor

La derrota de la Armada Española es uno de los puntos culminantes de


la historia que casi todo el mundo recuerda de las clases de historia de la
secundaria. Fue un hito que estableció el predominio de Inglaterra como una
gran potencia naval, y también un significante del descenso de España. La
expulsión de los Judíos de España sin duda contribuyó a ese descenso. Es
irónico que la palabra marrano, que significaba cerdo y era muy ofensiva, se
convirtiera en Marranos, el término por el que son ahora conocidos los
exiliados.

John Dee es una figura histórica, famosa como mago de la reina. Un


erudito metafísico, alquimista, escritor y astrólogo, hizo una carta astral para
elegir el mejor momento de la coronación de Isabel. ¡Dado el éxito de su
reinado, fue, obviamente, bueno en su trabajo! Se decía que él puso un maleficio
sobre la Armada Invencible, que es por eso que el tiempo era excepcionalmente
malo ese verano y los Ingleses triunfaron. Las luchas continuas en el Canal
Inglés sólo provocó regulares daños... fue la tormenta, cuando la Armada trató
de navegar al norte alrededor de Gran Bretaña, lo que destruyó la mayor parte
de la flota española.

Dee también fue fundador de la Orden Rosacruz, una respuesta


protestante a los Jesuitas. Un devoto cristiano, fue a la vez alabado y
vilipendiado en su vida. Se dice que fue el modelo para el Próspero de
Shakespeare en La Tempestad. Su biblioteca de más de cuatro mil volúmenes
fue la más grande en Inglaterra.

Los Guardianes son mi propia invención. Sus descendientes se


publicarán en algunos de mis futuros romances históricos, comenzando con A
Kiss of Fate (El beso del Destino), procedente de Ballantine Books en el verano
del 2004.

Fin

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