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Archemical Marriage
Mary Jo Putney
The Guardians 01
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The Alchemical Marriage Mary Jo Putney
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The Alchemical Marriage Mary Jo Putney
La gruesa puerta chirrió al ser abierta. Se giró con cautela, sabiendo que
no era hora de que se entregarán los alimentos. Su expresión se endureció por la
entrada de dos hombres en capas oscuras con capucha. Así que la Reina Virgen
y sus consejeros habían escogido callarlo asesinándolo en lugar de arriesgarse a
decapitar a un escocés prominente.
Bueno, por Dios, no sería derribado sin una pelea. Se apoderó del tramo
de cadena que conectaba sus esposas. Aunque el detestable hierro reducía su
poder, los pesados eslabones serían un arma aceptable.
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—No sea tan rápido para invocar la destrucción. Hay destinos peores
que Isabel, no importa lo poco que ella le guste.
¿Libertad? Una visión de Glen Rath inundó a Macrae. El lugar más bello
de Dios sobre la tierra verde, con un fuertísimo aire puro que un hombre podía
respirar...
—Por supuesto que quiero ser libre, pero es posible que alcanzar la
libertad sea un precio demasiado alto.
—Me dijeron que usted es el mejor mago del tiempo en Gran Bretaña,
Sir Adam. —Los ojos perspicaces brillaron—. Quiero que me conjure una
tempestad.
Así que Dee estaba al tanto de sus poderes. Eso explicaría por qué los
carceleros de Macrae habían sabido que mantenerlo encadenado con el hierro
frenaba su magia. Él se había preguntado acerca de eso, dado que rara vez los
prisioneros de su rango eran esposados. El hecho de que los soldados de la reina
hubieran irrumpido en su alojamiento por la noche y le golpearon con hierro
antes de que pudiera defenderse le había hecho preguntarse si había sido
traicionado por otro Guardián, pero aparentemente no. El formidable Dee tenía
sus propias maneras de saber.
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Macrae ocupó la silla frente a Dee, estirando sus largas piernas ante él,
un retrato de tranquilidad, a pesar de sus cadenas.
Macrae jadeó.
—¿Tiene alguna idea de lo que está pidiendo? El más grande mago del
tiempo que haya vivido no podría conjurar tal tormenta. En particular, no en
esta temporada. La magia debe construirse sobre lo que existe en la naturaleza,
y los suaves aires de verano ofrecen poco del poder que se necesitaría para
convertir una pequeña tormenta en una grandiosa.
Macrae dejó que los eslabones metálicos se deslizaran entre sus dedos,
el peso de la cadena aplastando su mente.
—No se trata de Isabel, sino de Gran Bretaña. Eso significa Escocia, así
como Inglaterra. ¿De verdad quiere que la mano dura de España caiga sobre
esta isla?
—Es posible que saqueen Londres, pero dudo que toquen a mi pueblo
en las en las regiones salvajes de Escocia. Déjeles venir. No me importa si la
inglesa Isabel o el español Felipe gobiernan aquí.
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Su boca se curvó.
—Si cree que una invasión española no importa, usted es tan ignorante
como insensato, Macrae. Deje de lado sus prejuicios y piense.
La rica voz como el whisky era de sexo femenino. Echándose hacia atrás
su capucha, la mujer reveló unos negros ojos brillantes en una cara estrecha y
Bizantina de inteligencia temible. A fines de sus años veinte, no era bonita. En
cambio, era hermosa en la forma de una reluciente y mortal espada.
—¿Cree que no? Su reina de los escoceses legó a Felipe sus reclamos al
trono Inglés, y sus soldados vienen para hacerse con ese legado por el fuego y el
acero. Incluso su páramo del norte no estará lo bastante lejos para protegerle.
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—¿El toque del hierro limita todos sus poderes, incluso el más pequeño?
—Isabel pareció sorprendida. Lo que era peor, compadeciéndolo—. La mayor
parte de los magos no son tan sensibles.
—Yo lo soy. —Su voz era plana. Durante quince interminables meses,
sus sentidos interiores habían estado ciegos, sordos y mudos, dejando un
doloroso vacío que nunca podía ser llenado de nuevo.
—Sir Adam debe jurar no hacer uso de su poder para hacer daño.
—Si usted sabe algo de los Guardianes, debe saber que nos
comprometimos a proteger y no a destruir. —Para estar libre de las cadenas...
Macrae observó la llave ansiosamente. El mago era viejo, y sería fácil quitarle la
llave... no. Todavía no había caído hasta el punto de atacar a un anciano.
Una mano libre. Tuvo que ejercer todo su control para mantenerse
estable, mientras ella giraba la llave en la otra cerradura. Su pelo oscuro brillaba
como el ala de un cuervo.
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—No tengo más deseo de tomar vidas que usted, Sir Adam. —Dee
pareció muy viejo y cansado—. La intención es dispersar a los buques, destruir
su eficacia de lucha, no matar. Una tormenta en los 1Narrow Seas conduciría a
los barcos a la costa Flamenca, y si Dios quiere, la mayoría de los marineros y
soldados sobrevivirán.
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Canal Inglés (francés: La Manche, " la manga") es un brazo del Océano Atlántico que separa la
isla de Gran Bretaña de Francia del norte y une el Mar del Norte al Atlántico. (N. de la T.)
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—Lo que desee, Sir Adam, —dijo Dee—. ¿Cuáles son sus exigencias?
—En primer lugar, libéreme de esta abominable cárcel. Quiero una carta
firmada por Isabel indicando que todos los cargos en mi contra se han retirado y
soy un hombre libre. Explíquele que he jurado hacer todo lo posible, pero que
no puedo garantizar que vaya a ser capaz de evocar una tormenta lo
suficientemente poderosa para destruir a la Armada.
Dee asintió.
Isabel dijo:
—Mi familia tiene una pequeña casa en Kent que se ajusta a ese
requisito. ¿Qué más?
—Tener el poder no basta para crear una tempestad solo, así que
necesitaré su ayuda en el trabajo, Maese Dee. Si puedo usar su magia, hay una
posibilidad de que pueda tener éxito.
Él cerró los ojos con cansancio y una vez más vio a Dunrath arder.
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Con la luz del sol brillando en su pelo rojo oscuro, el escocés caminaba
por el círculo, tocando cada una de las piedras de forma irregular a su vez.
—¿Usted dijo que su familia posee este señorío? —Aunque su tono era
brusco, por lo menos le hablaba.
—Sí, pero soy la única que viene aquí. —Leighton era su hogar mucho
más que la magnífica casa de Londres donde sus padres y hermanos residían.
Aquí podía ser espinosa, obstinada—. ¿Qué significa ser un Guardián? ¿Es una
sociedad secreta?
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todos los lugares. Hemos jurado no sólo proteger, sino mantener nuestros
poderes ocultos para mayor seguridad.
—Nadie lo sabe realmente... sin duda desde antes que los romanos
llegaran a Gran Bretaña. En la antigüedad los grandes magos que participan en
una lucha por el poder casi nos destruyeron a todos. Los supervivientes se
reunieron en un consejo y acordaron que debemos utilizar nuestras habilidades
para la paz y la protección. —Él miró mar adentro, su expresión angustiada—.
Hacemos lo posible, pero la lucha es interminable.
—¡Qué maravilla!
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Ella sacó su cristal de videncia, que estaba siempre con ella. En las
nebulosas profundidades, vio el feroz retroceso del cañón mientras dos barcos
se disparaban en silencio el uno al otro, expulsando humo y flameando llamas.
Era una escena del infierno.
—No cabe duda de que tiene razón, pero es difícil llevar a cabo un
trabajo que va a costar muchas vidas si tengo éxito.
—Si yo tengo poco ira, usted tiene demasiado, Señora. Su aversión a los
españoles es como una marca abrasadora. Seguramente Maese Dee le enseñó
que el odio es peligroso para las personas con poder. Corre el riesgo de destruir
no sólo a sus enemigos sino a uno mismo. En este caso usted odia a los que son
de su propia sangre.
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—¡Esos no son los españoles de mi sangre! —Su ira estalló, no sólo por
los españoles sino con Macrae por leerla tan fácilmente—. Ha pasado casi un
centenar de años desde que mi pueblo salió de España. Fuimos torturados,
asesinados, robados, y exiliados para siempre de la tierra que habíamos servido
lealmente. Ellos nos llamaron marranos, cerdos. No me importa nada lo que me
ocurra a mí, con tal de que evitemos que esas bestias españolas invadan
Inglaterra.
—Maese Dee dice que usted ha dado su palabra para evocar una
tempestad, así que empecemos. No hay tiempo que perder. —Ella comenzó a
volverse hacia la casa.
—Los preparativos son complejos, y Dee debe preparar una carta astral
para el mejor momento de proceder. Si no aprovechamos cada brizna disponible
de poder, no habrá posibilidades de éxito.
—Muy bien, haga lo que deba, pero lo más rápido posible, antes de que
sea demasiado tarde.
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—Como usted desee, Señora Bruja, —dijo con gran ironía—. Tal vez
pueda conjurar un vendaval rápido para poner fin a los enfrentamientos por el
momento, luego los Ingleses serán capaces de reagruparse.
—Si puede hacer eso, ¿por qué no? —preguntó con exasperación.
Todavía nada.
—Bien hecho. Logró poner fin a la batalla antes de que la flota inglesa
fuese gravemente dañada. Empiezo a creer que puede producir la gran tormenta
que necesitamos.
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—Estoy dispuesta.
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Llamando al viento...
Pero fue el mejor tiempo disponible sin tener que esperar durante días,
por lo que Macrae debía hacer lo que pudiera. A pesar de su reticencia inicial
para llevar a cabo esa tarea, las imágenes de Dunrath y Edimburgo lo
obsesionaban. Ahora estaba determinado al igual que la mujer que lo enfrentaba
en el círculo.
—Señora, empecemos.
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ardiente en el centro. Los criados eran chispas de luz, cada uno único si uno
decidiera estudiarlo de cerca. Él no lo deseó, no esta noche.
Sintonizó con la tierra y la antigua fuerza que residía allí. Isabel tenía
razón, ese era un lugar de gran magia. Cuando estuvo plenamente orientado,
lanzó su conciencia hacia el cielo, elevándose hacia el sol como un halcón
gigante. El círculo, las dos figuras humanas, la costa, y el sinuoso mar... todos
empequeñecieron en una velocidad vertiginosa. Con el poder de Isabel para
abastecer de combustible su vuelo, él se elevó más y más alto hasta que su
conciencia se extendió al este a través del Canal, al norte a Escocia, al sur a
Francia, al oeste hasta Irlanda.
El día anterior, Isabel había visto a los ingleses abrir fuego a los buques
de la Armada. Poco daño se había hecho, pero sólo porque los barcos españoles
habían cortado sus anclas para escapar rápidamente. Aunque ello los hubiera
salvado de la incineración, sin anclas buenas los buques eran vulnerables
cuando estaban cerca de la costa.
Sí, esa era la respuesta. La Armada estaba ahora encajonada entre los
hostiles ingleses y los bancos de arena de la provincia holandesa de Zeeland. Si
pudiera forzar a los buques hacia los bancos, muchos se despedazarían, pero las
aguas cercanas y continentales reducirían al mínimo el costo de vidas. No
encontraría un mejor lugar para cumplir su misión.
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sólo una pequeña parte de su poder. Pero sin duda era lo suficientemente fuerte
como para terminar el trabajo que había comenzado.
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—Él tendrá suerte de escapar con su vida y su cordura, —dijo Dee sin
rodeos—. Incluso si sobrevive, el trabajo de hoy puede haber destruido su magia
para siempre.
—Si se salva el cuerpo, tal vez el espíritu también sane. Haremos lo que
podamos. —El mundo necesitaba a Adam Macrae.
Y necesitaba saber que en algún sitio él viviría bajo el mismo sol que
ella.
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—Fallé.
—Tal vez no. —Su mirada se desplazó a lo lejos—. Sus esfuerzos han
dado más tiempo para mejorar las defensas costeras. Sin duda eso ayudará si
—cuando— los Españoles nos invadan.
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Sudando, cerró los ojos y trató de dar forma a la ligera brisa que agitaba
de manera irregular las cortinas. Pulsó, y luego se perdió. ¿Había hecho eso, o
sólo fue el movimiento normal de inestabilidad de la brisa nocturna?
Lo intentó de nuevo. Esta vez estuvo casi seguro que había reforzado
brevemente el viento. Su poder sólo estaba tenso, no muerto. Se negó a creer lo
contrario.
Abriendo los ojos, probó el cristal de videncia otra vez. ¿Qué podrían
traer los Españoles? Esta vez vio un parpadeo de la imagen del Castillo de
Edimburgo... ardiendo. Que Dios ayudará a Escocia, pues los españoles
vendrían con antorcha y acero.
—No tengo tiempo para la debilidad. Debemos actuar antes de que sea
demasiado tarde. —Luchó por más aliento.
—Sí. No es fácil, pero... posible —Apartando las tapas, pasó sus piernas
por el lado de la cama. Estaba vestido con un tosco camisón de noche, tomado
prestado de un criado tal vez. Se inclinó hacia delante... para ponerse de pie y se
le doblaron las rodillas.
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Sonrió un poco.
—Esto será difícil para ti, ya que has tenido poco contacto con otros
magos, —admitió—. Incluso entre los Guardianes, la completa franqueza es rara.
Más a menudo es vista entre marido y mujer, pero a veces entre magos que han
trabajado en estrecha colaboración.
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—No soy alquimista, pero, sí, ese es el tipo de cercanía que debemos
forjar. Normalmente se tarda mucho tiempo en desarrollar, pero no tenemos
tiempo, así que tenemos que hacer lo mejor que podamos.
—Déjame probar esto, y dime si experimentas algo. —Ella cerró los ojos,
y por el espacio de un centenar de latidos se hizo el silencio. Ella dio un rápido,
frustrado movimiento de cabeza, luego colocó su mano sobre la suya.
Ella suspiró.
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La posibilidad de conocer sus secretos más oscuros era aún peor. Criada
por protectores y desconcertados padres, su vida había sido protegida a pesar de
sus estudios. Con la guía de Dee había aprendido las disciplinas del poder, y su
capacidad de videncia le había dado poco acceso a los funcionamientos de su
sociedad. Pero aquel conocimiento era de la mente; Macrae era de la tierra,
intensamente físico y experimentado en asuntos más allá de su imaginación. Las
profundidades de su mente no serían... seguras.
—¿Qué ha sucedido?
—Dime.
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—Sin duda los escoceses y los españoles son aliados... ambos odian a los
ingleses lo suficiente.
Menos de cuatro días para que ellos cambiasen el curso de una gran
Armada.
Su boca se curvó.
—Hubiese sido duro estar tan solo como tú, Isabel. Sin embargo, te ha
hecho fuerte.
Ella lo sentía en su mente, más cerca de lo que era cómodo. Ella quería
golpear las puertas y lanzarlo fuera. En cambio, se forzó a sí misma a aceptar su
exigente presencia masculina, orgullosa de poder decir con tranquilidad,
—Aunque las horas son pocas, hay tiempo suficiente para comer, y
estarás más fuerte para ello.
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—Alguien tiene que ser práctico y, por lo general será una mujer, —dijo
ácidamente.
—Sol, una brisa fresca, y alimentos sencillos del campo. Cuando estaba
en la torre, nunca pensé que saborearía tan simples placeres de nuevo. Lástima
que mi libertad fuera otorgada por una razón tan horrible.
—Sí.
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—Es mucho más de lo que yo podría haber hecho solo, —dijo—. Estamos
mezclando bien nuestras energías, hasta el momento.
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Pasaron el resto del largo día explorando cada vez más profundos
niveles de intimidad y de compartir. El poder de la mente y el espíritu de Isabel
sorprendieron a Macrae. Su compromiso también era profundo, pero mientras
más profundo ahondaba, ella más se había resistido.
Podía sentir su angustia cuando ella puso sus palmas sobre su frente.
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No tenían más remedio que intentar otro gran hechizo por la mañana,
esta vez a una distancia mucho mayor que Zeeland y con ninguna tormenta
mayor disponible para añadir.
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¿Cuánto tiempo había dormido? Sólo unas pocas horas, adivinó, ya que
no había señal de madrugada. Encendió una vela y se puso su ropa, entonces
avanzó por la casa silenciosa al cuarto de Isabel. Cuando él abrió la puerta, dijo,
Agradecido por la excusa para retirarse, encendió una de sus velas con
la suya, luego salió disparado. Era un tonto por permitir que la atracción
enredara las cosas, cuando toda su atención debía fijarse en su objetivo común.
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anterior colapso, todavía estaba muy por debajo de su fuerza normal. Isabel, a
pesar de su enorme poder, no tenía un talento innato para trabajar con el
tiempo. Si no pudiera tejer los hechizos lo suficientemente bien, fallarían.
Peor aún, a pesar de que habían bajado las barreras entre ellos lo
bastante como para abochornarse, lamentablemente aún estaban lejos de ser
plenamente capaces de compartir la energía. Si necesitara más de lo que Isabel
estaba dispuesta a dar, ella podría arremeter contra él por instinto, con
resultados desastrosos.
Silenciosa como el viento, Isabel se unió a él, casi invisible en una capa
oscura. Ella le dio una capa similar.
—¿Estás listo?
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Sus brazos rodearon sus hombros. A pesar de que su toque agitó una
pizca de energía, no bastaba como para sellar el hechizo. Él intentó con más
fuerza conectar con el fondo brillante de su poder. Ella estaba luchando por
igual, sintió su esfuerzo frenético, pero podría haber habido una pared de vidrio
entre ellos. Impenetrable. Imposible...
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Ella podría tener razón en que la pasión podía forjar sus espíritus en
una sola hoja invencible, pero la fría voz de su conciencia señaló que quería
desesperadamente creer que la entrega a la lujuria era la clave de la victoria.
¿Era un Guardián, un hombre de honor, o un canalla que mentía para obtener lo
que deseaba?
Sus labios tocaron los suyos con un beso vacilante. Su aroma a rosas
lavado con la lluvia.
Una pasión primitiva explotó a través de él, con lo que cada fibra de su
cuerpo llameó a la vida. Malditas fueran sus dudas... él quería y necesitaba a
Isabel más que la razón, más que la conciencia, más que el honor.
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Parte de ella habría estado contenta de yacer allí y ahogarse, pero ahora
que la pasión se había consumido era consciente que la tierra empapada y el
viento frío, eran terriblemente incómodos. Se las arregló para salir de debajo de
su peso muerto.
¿Un extraño? Su boca se curvó. Ella conocía a Sir Adam Macrae hasta
las profundidades de su tormentosa, impaciente, y generosa alma.
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—Todo está bien, sra. Heath, pero envíe a los hombres al círculo de
piedra para traer a Sir Adam a la casa. Él... él no se ha recuperado totalmente
de su enfermedad y ha sido vencido por... sus esfuerzos.
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Su choque se disolvió por la furia, Isabel barrió por las escaleras como si
fuera una de las propias tempestades de Macrae.
—Isabel.
Él murmuró en su oído,
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—Quería asegurarme de tener cierta ventaja por si eras tan tonta como
para tratar de rechazarme. —Él envolvió un brazo alrededor de su cintura y miró
hacia abajo a los padres de Isabel—. Soy lo suficientemente rico para alegrar el
corazón de cualquier padre, y lo suficientemente valiente como para encargarme
de su bruja. En este caso, ella y yo compartimos algunos... talentos e intereses
inusuales. Ahora, si nos disculpa, quiero hablar con mi prometida en privado.
—Estoy dispuesta. Hay asuntos entre nosotros que deben ser resueltos.
—Aunque, ella no estaba segura de si aceptaría a Macrae o partiría su corazón.
Cuando él subió detrás de Isabel, ella miró hacia atrás y vio que sus
padres estaban sonriendo. ¡Sonriendo! Tan fácilmente como eso, ese bárbaro
escocés los había persuadido.
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Ella se soltó y se volvió hacia él. No fue posible leer sus pensamientos...
el calor blanco que los había unido cuando ellos conjuraron la tempestad era
sólo un pulso lejano, a pesar de que siempre estaría allí cuando lo convocaran.
Pero ellos seguían en resonancia uno con el otro, y maravillada se dio cuenta de
que ya no estaba sola.
Él sonrió irónicamente.
♥♥♥♥♥
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Fin
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