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En : Blanchard-
Laville, C. et Fablet, D., (éds): L’analyse des pratiques professionnelles. Paris, L’Harmattan, 2000 pp. 35-
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¿Compromiso o malentendido?
Este interés por el análisis de las prácticas y más generalmente por la mentalización de los procesos de
transformación del mundo, presenta de por sí la interesante característica de ser a la vez promovido por
los prácticos mismos y, en un cierto número de casos, por las organizaciones que los emplean.
Lo más a menudo, los prácticos que la promueven ven en ella una afirmación de su poder y de su iden-
tidad profesional. Lo que los prácticos detentan (en particular los asalariados) en las secuencias de trans-
formación del mundo en las que están implicados, es en efecto mucho más el proceso de sus acciones
que su resultado (que es objeto de una circulación social). Es probable que la mentalización y la formaliza-
ción de estos procesos permitan una afirmación más fuerte de su espacio real de responsabilidad en el
funcionamiento social. Se puede pensar, por otra parte y como lo veremos más adelante, que su identidad
profesional sea ampliamente el producto de sus prácticas y experiencias. Poder captar mejor estas prácti-
cas y experiencias puede por lo tanto constituir también un camino para captar mejor su propia identidad y
por allí, posiblemente, mejorar los procesos de desarrollo.
Es igualmente importante tomar en cuenta que un cierto número de organizaciones buscan ellas mis-
mas desarrollar, paralelamente a los procesos productivos, espacios de reflexión y de intercambio acerca
de su funcionamiento, que tienen a su vez un valor para la acción y para la formación. Es el caso de la
investigación-formación, de las formaciones integradas al trabajo, de las organizaciones ‘apprenantes’
[aprendientes], de los grupos de trabajo-formación, o incluso de las tutorías. Esta evolución se interpreta
probablemente en vistas a una evolución más fundamental de las organizaciones productivas que, bási-
camente piloteadas por la demanda, se encuentran obligadas a desarrollas una flexibilidad mucho mayor,
y por lo tanto tienen que formalizar antes que nada los actos de conducción de los procesos productivos,
(formalización facilitada por el desarrollo de las nuevas tecnologías), y tienen que recurrir mucho más a
ellas que lo que en el pasado apelaban a los recursos cognitivos y afectivos de los asalariados.
¿Malentendido? ¿Compromiso por interés? Para responder a esta pregunta, sería obviamente necesa-
rio examinar la diversidad de las prácticas inventariadas bajo este nombre, analizar sus condiciones y sus
efectos, y sobre todo, el lugar que en ellas se da a los roles de los actores.
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Un camino difícil
Camino nuevo, y tal vez ambiguo, el análisis de las prácticas no es por eso menos difícil.
En efecto, tradicionalmente, el discurso sobre las prácticas era esencialmente un discurso que tenía un
estatus descriptivo o prescriptivo. Si era descriptivo, su conceptualización no planteaba ningún problema
(relatos, historias, testimonios, que daban lugar a ciertos intercambios). Si era prescriptivo, adoptaba un
modo de conceptualización (bajo la forma de metodologías, de teorías de acción) que a menudo precedía
una actividad de evaluación, y que del hecho de su repetitividad, tenía para los practicantes un cierto ca-
rácter de familiaridad, que por defecto acababa sirviendo como herramienta de inteligibilidad. Se puede
pensar en particular en todas las obras destinadas a la formación de profesionales que se consideraba que
los preparaba para lo que sería específicamente su acción.
A partir del momento en el cual la intención es una intención de inteligibilidad y/o de finalización inédita
en relación a los practicantes en sí mismos y a sus propias prácticas, se plantea, por oposición, la cuestión
de las condiciones de esta actividad inédita. Es también esta misma pregunta la que se plantean los prac-
ticantes cuando se les pide que utilicen herramientas o grillas que les permitan tomar distancia respecto de
su propia práctica. Es como si se esperara de los investigadores que los investigadores produjeran herra-
mientas intelectuales susceptibles de ser utilizadas en una actividad de inteligibilidad o de finalización.
Nuestra experiencia de investigación y de formación en el terreno de la formación nos lleva a pensar
que estas herramientas presentan particularmente tres características:
– en apariencia tienen un carácter relativamente formal: son herramientas generadoras de saberes, que
suponen por lo tanto una formalización de segundo grado. La ocasión de su puesta en práctica en situa-
ciones concretas por el contrario muestra su carácter eminentemente práctico, en el sentido de cercanas a
las realidades cotidianas, como testimonian a menudo aquellos que las utilizan.
– a menudo presentan un carácter pluridisciplinario integrado. Si la cultura de una disciplina parece en
efecto particularmente preciosa para la adquisición de un posicionamiento tipo ‘ciencias sociales’, y en
particular para captar la diferencia entre finalizaciones conferidas por un actor a sus propios actos y signifi-
caciones que pueden construirse independientemente de estas finalizaciones, esta cultura se muestra a
menudo ineficaz para dar cuenta de la complejidad de una práctica o de una situación, es decir, de lo que
precisamente el practicante está necesitando. Un abordaje multidisciplinar no es mucho más práctico, en
tanto a menudo la carga de la articulación entre las diferentes disciplinas queda a cargo del practicante, lo
que equivale confesión de impotencia. Se puede pensar, a partir de la experiencia de los campos de expe-
riencia que corresponden a los campos de prácticas como la formación, la terapia o el trabajo social, que
el abordaje de cada uno de estos campos así como sus articulaciones recíprocas supone nuevas arquitec-
turas conceptuales fundadas más que nada sobre lógicas de objeto y no de método, creando desde este
punto de vista una nueva lógica de la investigación estructurada en torno de los campos de prácticas y
susceptible de tomar en cuenta su historicidad, su complejidad, su globalidad, su polifuncionalidad.
– la puesta en práctica de estas herramientas supone aún una gran claridad sobre las posturas episte-
mológicas, susceptibles de ser utilizadas [investies] en los discursos sobre las prácticas. Es en particular
esencial disntinguir bien, como acabamos de mencionarlo a propósito de la formación en una disciplina, el
discurso de inteligibilidad, produciendo saberes sobre las relaciones observables entre fenómenos, y el
discurso de finalización, orientando las prácticas o confiriéndoles sentido o sentidos, aún si evidentemente
estos dos tipos de discursos se apoyan y se confortan mutuamente. Su confusión arroja un descrédito
considerable sobre los trabajos de investigación correspondientes a los campos de prácticas. Este rigor
epistemológico introduce por otra parte un rigor en la definición de los roles de los actores en cada tipo de
investigación.
1
Tanto el término investissement como los adjetivos y verbos derivados serán mantenidos en francés y entre paréntesis rectos,
dada la falta de términos exactamente equivalentes en el idioma español. NT
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conducción de las acciones de formación y sobre la evolución actual de los sistemas de formación, y por
otra parte, y de manera indisolublemente ligada a las experiencias de formación de profesionales, todas
ellas basadas sobre el análisis de prácticas reales como momento indispensable de la formación y como
asunto previo, en particular a la construcción de nuevas tareas de acción por parte de los practicantes
mismos.
Teniendo en cuenta los límites impuestos por esta obra, y para permitir su discusión, nos limitamos a
una presentación breve de dos conjuntos de herramientas:
- herramientas generales del análisis de las acciones (y por lo tanto transferibles fuera de la formación)
- herramientas más específicamente utilizables [investissables] en el terreno de las prácticas de forma-
ción y de construcción identitaria.
4. Prácticas y actores
Habitualmente abordada bajo un ángulo individual, la noción de práctica es una realidad mucho más
amplia: muchas práctica, por poco que uno sepa analizarlas en su entorno praxeológico como encasilla-
miento de actividades de mayor o menor amplitud, se inscriben de hecho en operaciones colectivas. Te-
nemos una legión de ejemplos: las actividades individuales de escucha, de evocación, de análisis, de toma
de palabra [sic] de los formados, ¿no se inscriben en prácticas de clase o de grupos de formación que se
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residual en sí mismas en actividades de establecimiento o en planes de formación más amplios involu-
crando una cierta población? El mismo caso para los equipos de trabajo en las organizaciones producti-
vas. Y, en otro nivel, ¿no es la política, en último término, una gestión de acciones e identidades colecti-
vas?
Las nuevas organizaciones de trabajo, que se caracterizan precisamente por recurrir más explícitamen-
te a los operarios y a las identidades colectivas, obligan por otra parte a producir nuevas herramientas de
análisis susceptibles de dar cuenta de la dimensión colectiva de los procesos de producción y sobre todo
de la conducción de esos procesos. Es así que, por ejemplo, la noción de representación compartida (Wit-
trotsky, 1994) ha podido ser analizada para especificar el resultado de los intercambios que tienen lugar en
ocasión del análisis colectivo de una situación en el seno de un grupo de trabajo y la de representación
común, para designar las nuevas herramientas de acción o los nuevos modos operatorios colectivos (algo-
ritmos de operación) producidos y movilizados por los grupos de trabajo que funcionan al mismo tiempo
como grupos de formación.
5. La noción de campo
Caracterizar una práctica por su producto, por el plus-valor de transformación de lo real que aporta,
permite como ya lo hemos visto, definir campos de prácticas a partir de una especificación de los tipos de
realidad que las prácticas transforman, e introduce la posibilidad de una articulación entre los distintos
campos de práctica.
Es probablemente el abordaje histórico el que constituye la entrada más preciosa para comprender la
diferenciación social de los campos de práctica: en el caso de la formación, es por ejemplo particularmente
interesante examinar las condiciones de aparición sucesivas (al mismo tiempo que de coexistencia) del
aprendizaje por la experiencia, de la enseñanza, de la formación, y de las nuevas prácticas de desarrollo
de las competencias.
Diremos simplemente que hay campos de prácticas desde que uno se encuentra en presencia de espa-
cios sociales que benefician una relativa autonomía y socialmente reconocidos como especializados en la
producción de un cierto tipo de transformación de lo real. Los campos de prácticas definidos de esta mane-
ra poseen probablemente todas las características (como por ejemplo los espacios de posición, las estra-
tegias del actor) tomados en cuenta por P. Bourdieu.
Introducir la noción de campo plantea evidentemente también el problema de la articulación entre esos
campos. Está claro, por ejemplo, que existen relaciones estrechas entre los campos de la investigación, de
la formación y de la acción. Para poder pensar esta articulación, es probablemente necesario recurrir a
nociones tales como transferencia y movilización. Nos parece que hay transferencia desde que hay un
desplazamiento, puesto a disposición de una realidad producida en un campo en el espacio de otro cam-
po. La noción de movilización es su acompañante obligado: designa por el contrario la utilización que se
hace en un campo dado de una realidad producida en otro campo. Es el caso de los saberes producidos
como resultado de un acto de investigación, que son el objeto de una didactización en el espacio de la
formación, y luego de una movilización diferente en el espacio de la acción.
Estas nociones de campo, de transferencia y de movilización toman, en el campo de la formación, un
carácter heurístico excepcional. Permiten, por ejemplo en el caso de la alternancia, explicar la complejidad
de las relaciones entre transformaciones identitarias en situación de trabajo y transformaciones identitarias
en situación de formación, en el marco de dispositivos de conjunto.
Este pasaje por la noción de campo, con la iluminación que aporta, permite explicar también el funcio-
namiento de dispositivos innovadores, precisamente fundados sobre una articulación explícita de la forma-
ción, de la investigación y de la acción, como son por ejemplo la formación por la investigación, la forma-
ción integrada al trabajo, la investigación acción o las formaciones de tipo ‘nuevas calificaciones’. Se pue-
de presentar, en efecto, la hipótesis formulada en otros trabajos (Barbier, Berton, Boro, 1996) que es la
mentalización y la formalización de los procesos de trabajo por una actividad cercana a la investigación la
que permite hacer del acto de trabajo y de manera conjunta un acto de formación.
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significativos de este contexto susceptibles de dar cuenta de su emergencia, de su permanencia y de la o
las funciones que tiene su propia forma. El tomar en cuenta particularmente los roles de los actores según
que ellos se encuentren en la promoción, en la arquitectura o en la realización de una acción (o de todo a
la vez) tiene una importancia esencial.
A partir de nuestra experiencia en el análisis (en situación de formación y de investigación) de los con-
textos de las acciones nuevas o inéditas, hemos experimentado el interés en distinguir tres grandes fun-
ciones para pensar las relaciones entre una práctica y su entorno:
- la función de dominio de una tarea que designa el conjunto de los actores, de las operaciones y más
ampliamente el conjunto de las realidades relativas a la concepción de una acción, su conducción y su
evaluación. Abarca, particularmente, la definición de sus objetivos, la elaboración del proyecto de acción,
la evaluación interna de esta acción, la evaluación de la transferencia de sus resultados. Corresponde a lo
que hemos llamado anteriormente el proceso de conducción.
- la función de realización, que designa el conjunto de los actores, de las operaciones, y más amplia-
mente, de las realidades, que actúan como componentes directos del proceso de transformación de lo real
que representa esta acción: realidad-objeto de transformación, medios de transformación, relaciones entre
actores, resultado. Corresponde a los que anteriormente hemos designado como el proceso operatorio.
1. La noción de identidad
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Noción central y particularmente rica, probablemente centro obligado de un gran número de ciencias
sociales, la noción de identidad puede ser igualmente considerada como una noción perfectamente vaga
desde que se confunde ampliamente las identidades como producto (particularmente las dinámicas de
construcción identitaria), las imágenes identitarias (en particular las ‘identitades para sí’) y los reconoci-
mientos identitarios (es decir, las ‘identidades para el otro’, cf. Dubar, 1991).
Desde un punto de vista operatorio y descriptivo, nos parece pues importante dar cuenta de un primer
nivel de identificación de la identidad como un conjunto de componentes representacionales (contenidos
de conciencia en la memoria de trabajo o en la memoria profunda), operatorios (competencias, capacida-
des, habilidades, saberes y dominio de prácticas, etc.), y afectivos (disposiciones generadoras de prácti-
cas, gustos, deseos, intereses, etc.) producidos por una historia particular y cuyo agente es el soporte o
quien detenta en un momento dado esta historia.
Este primer abordaje permita a la vez captar la identidad como un estado (conjunto de componentes
susceptibles de ser movilizados en una práctica en un momento dado) y como un proceso ya que estos
componentes identitarios pueden modificarse sin cesar a medida que se desarrollan nuevas prácticas y
nuevas experiencias (a la inversa de las concepciones fixistas de la identidad movilizadas para justificar
los prejuicios sociales).
Por otra parte, este abordaje nos permite dar cuanta de varios niveles de captación de la identidad: ni-
veles individuales en los cuales se interesa más que nada la psicología clásica, y niveles colectivos (por
ejemplo representaciones colecitas, saber-hacer y afectos colectivos) en los cuales se interesa más que
nada la psicología social, la sociología y particularmente la sociología clínica. Un mismo individuo puede
ser el soporte de múltiples identidades que corresponden a los diferentes campos de prácticas en los cua-
les participa, ya sea como operador individual, ya sea como operador colectivo, lo que explica a veces
ciertos comportamientos poco comprensibles.
5. El lugar de la formación
Campo especializado de prácticas en el cual la emergencia y el desarrollo se pueden apreciar histórica
y socialmente, el de la formación instituida puede ser definido como un campo de prácticas especializadas
en la producción de nuevas capacidades o de nuevas disposiciones transferibles a otros campos. Esto es
lo que explica particularmente los fenómenos de autonomía relativa que se puede aprecias (actores, ope-
raciones, tiempos, lugares, medios específicos) y la dependencia que muestra en relación a otros campos
de prácticas, en particular los campos profesionales y sociales.
Así definido el acto de formación cuyo resultado es una nueva capacidad, se distingue claramente del
acto de trabajo que tiene por resultado la producción de bienes y servicios, y que tiene solamente por efec-
to una eventual transformación identitaria. En tanto que espacio especializado, la formación permite una
producción mucho más rápida de nuevas capacidades. Pero estas capacidades deben ser objeto de una
transferencia, lo que plantea el problema de las condiciones de esa transferencia. Esta es la razón por la
cual las formaciones que se dicen profesionales pero que no se llevan a cabo sino en sitios escolares no
son en realidad más que formaciones pre-profesionales.
No es sino en los espacios de trabajo que funcionan explícitamente como espacios de formación que la
distinción se vuelve menos pertinente. Se está allí en presencia de dispositivos de transformación que con-
juntan a los operadores y a las operaciones, particularmente por la producción de nuevos saberes de ac-
ción por parte de los mismos operadores.
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6. Campo de fenómenos al cual conciernen la formación y los procesos de construcción identitaria
Para permitir la comprensión de las dinámicas de los individuos que se involucran en formación en refe-
rencia a una situación actual o juzgada deseable para los asalariados, la formación debe probablemente
ser resituada en relación a otros campos (Barbier, 1994) que constituyen su entorno significativo, teniendo
en cuenta una vez más la existencia de relaciones de transferencia y de movilización.
– el campo de la pedagogía, que designa el conjunto de los fenómenos que tienen que ver con la pro-
ducción de capacidades bien precisas y autonomizadas.
– el campo de la producción de bienes y servicios, particularmente en el marco de la producción y de la
movilización de identidades profesionales.
– el campo de la producción de bienes de existencia, particularmente en el marco de la producción y
movilización de identidades sociales.
Esta distinción puede ser particularmente útil para comprender or ejemplo, los itinerarios de movilidad,
de inserción o aún de simple desarrollo de las competencias que se operan a menudo paralelamente y a la
vez en el nivel escolar, en el nivel profesional y en el nivel social. Esta distinción parece particularmente
preciosa para comprender el funcionamiento de los dispositivos ‘ensembliers’ tales como los dispositivos
de alternancia.
Entre las más utilizadas por nuestros estudiantes, esta grilla de análisis es además probablemente con-
gruente con una grilla de las dinámicas de las organizaciones que distingue cambio en los hombres, cam-
bios en los procesos de producción y trayectorias económicas propiamente dichas.
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