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Hoy en día, la importancia del fenómeno “psi” local es un dato tan incuestionable
que ya forma parte de nuestro patrimonio cultural e, incluso, de nuestros bienes de
exportación. Cuando en los años ’90, con acompañamiento de bandoneón, Joaquín
Sabina cantaba aquello de que “entre citas de Borges Evita bailaba con Freud”, no hacía
más que sintetizar en una frase algunos de los lugares comunes que nos representan en
el extranjero: la literatura borgiana, el tango, el peronismo y el psicoanálisis. El
cantautor español hablaba también en otra canción de “un psicólogo argentino
mostrándote el camino”, refiriéndose quizás a lo frecuente que es encontrar, en la
península ibérica, a uno de nuestros colegas emigrados, que allí son muy valorados.
Según el censo profesional publicado por el INDEC el año pasado, hay en
Argentina 63.804 psicólogos matriculados, de los cuales, casi el 80% (50.842) ejerce en
Capital Federal o en la provincia de Buenos Aires.1 Si se consideran esas cifras, por
cantidad de profesionales, los psicólogos serían la cuarta profesión, detrás de los
abogados, los médicos y los graduados en ciencias económicas. Son tantos los
psicólogos en la Argentina que han superado en cantidad a los dentistas, lo cual, muy
probablemente sea un caso único en el mundo. Y si uno piensa en el futuro, habría que
agregar que, según otros estudios, en estos momentos, hay más de 50.000 alumnos que
están estudiando psicología en alguna de las 9 carreras que existen en las universidades
públicas o en las 30 que se dictan en universidades privadas.2
La importancia del campo psi autóctono, en el que conviven psicólogos,
psicoanalistas y psiquiatras, hoy salta a la vista de todo el mundo. Sin embargo, hace
medio siglo, no había ni un solo psicólogo profesional diplomado en nuestro país. En
efecto, el psicólogo profesional es una invención relativamente reciente, que comenzó a
plasmarse con la fundación de la primera carrera universitaria de psicología, creada en
Rosario, en 1955. La segunda carrera se creó en 1957, en la UBA, y entre 1958 y 1959
se crearon cuatro carreras más, en La Plata, San Luis, Córdoba y Tucumán. Es decir que
en los próximos años estaremos celebrando el cincuentenario de las seis primeras
carreras de psicología creadas en universidades nacionales, de donde comenzaron a
egresar los primeros psicólogos hacia 1960.
A partir de esa fecha, la implantación cultural de las prácticas y los discursos
psicológicos en nuestro país ha sido formidable. Y esa implantación se ha producido de
un modo singular, que se diferencia de lo sucedido en otros países vecinos, como Brasil

1
INDEC (2005). Censo Nacional Económico 2004-2005. Fuente: http://www.indec.mecon.ar/
economico2005/cne_08_05.pdf
2
Alonso, M & Gago, P. (2006). Algunos aspectos cuantitativos de la evolución de la psicología en
Argentina (1975-2005). Trabajo presentado en las XIII Jornadas de Investigación, Facultad de Psicología
de la UBA, agosto de 2006.
y Chile. En Argentina, muy rápidamente, los psicólogos se volcaron en forma masiva al
campo de la clínica, tomando el psicoanálisis como referencia teórica privilegiada e
incluso como rasgo identitario fundamental. Si en los años ’40 el psicoanálisis era una
disciplina practicada de manera casi exclusiva por un puñado de médicos de las élites
porteñas –generalmente hombres–, ya en los años ’80, una gran mayoría de los analistas
locales serían mujeres y psicólogas, formadas a lo largo y a lo ancho del país. En ese
pasaje, las carreras de psicología no solo contribuyeron a la popularización del
psicoanálisis, sino también a su extensión territorial y a su feminización.
En el imaginario social del Río de la Plata, el ser del psicólogo pasó a estar
íntimamente relacionado con el diván, con la práctica clínica en un consultorio, y, por
supuesto, con las Obras Completas de Sigmund Freud. Si en los años ’60 y ’70 la
principal orientación teórica iba a surgir de los trabajos de Melanie Klein, éstos serían
reemplazados, a partir de los años ’80, por los seminarios y escritos de Jacques Lacan.
Al mismo tiempo, en el resto del mundo, las psicologías llamadas científicas –por sus
pretensiones de objetividad– hegemonizaban la formación de los psicólogos, siguiendo
un paradigma comportamental que generalmente se asocia con el conductismo
norteamericano, aunque sus fuentes sean mucho más complejas. En nuestro país, sin
embargo, después del ocaso del positivismo, en los años ’30, ese tipo de corrientes
teóricas nunca tuvieron mayor arraigo. Luego de la creación de las carreras de
psicología, fueron relegadas a facultades situadas lejos de la capital, cuando no
directamente a institutos externos a la universidad.
No quiero establecer allí una relación causal, ni sugerir, como se ha hecho muchas
veces, que una cosa sea consecuencia directa de la otra. No creo, en definitiva, que
pueda culparse al florecimiento del psicoanálisis por la ausencia de una tradición
científica fuerte en el ámbito de la psicología local. En todo caso, se trata de dos rasgos
fundamentales del campo psi argentino, que sólo pueden comprenderse mejor a partir de
un abordaje histórico y comparativo. De lo contrario, sería difícil entender el impacto
que, últimamente, han tenido aquí algunos debates originados en el extranjero, como
por ejemplo el ocasionado por la publicación en Francia de El libro negro del
psicoanálisis (editorial Arènes, 2005). Allí, ese debate no implicó más que otro capítulo
en la larga querella iniciada a principios del siglo XX por Sigmund Freud y Pierre Janet,
entre el psicoanálisis y la “psicología científica”. Querella que luego fue continuada en
distintos espacios académicos e institucionales por Daniel Lagache y Henri Piéron,
Jacques Lacan y Paul Fraisse, y, más tarde, por sus respectivos seguidores.
En Argentina, por el contrario, la llegada de estos debates coincide con una
novedad, que es la aparición de un nuevo actor en una escena que, hasta ahora, había
sido protagonizada por el psicoanálisis de manera casi excluyente. En efecto, en la
actualidad, la difusión incipiente de las llamadas “ciencias cognitivas” y de sus
aplicaciones terapéuticas (alentada por la lógica de la medicina prepaga y por los
imperativos de eficacia y rapidez de la aldea global) representa todo un desafío para el
psicoanálisis local. Tanto más cuanto que el nuevo rival, apoyándose en el prestigio del
que goza en el resto del hemisferio occidental, coloca a los cultores del freudismo en
una posición incómoda, que es la de tener que dar cuenta de su propia eficacia
terapéutica en términos comprensibles para el común de la gente.
A pesar de todo, no estoy tan seguro como muchos de mis colegas de que la
aparición de un contendiente sea enteramente nociva para el psicoanálisis argentino, del
mismo modo en que no estaba seguro de que la prolongación de su reinado incontestado
fuera claramente beneficiosa. A menudo, la confrontación permite volver a las fuentes y
nutrirse de ciertas verdades fundamentales, que pierden su filo cuando se transforman
en frases hechas y fórmulas gastadas. Si las doctrinas del maestro vienés, destinadas a
ser revulsivas y contraculturales, lograron en nuestras tierras una aceptación tan masiva
y duradera, particularmente en el ámbito universitario, quizás ello haya implicado en
parte el sacrificio de alguno de sus principios fundamentales. Sea como fuere, es
indudable que estamos ante una situación tan controvertida como inédita, que adquiere
otros matices si uno la examina a la luz de una historia de más largo aliento.
Y es precisamente de la historia de las “disciplinas psi” que muy pronto se
ocuparán los más de sesenta expositores y conferencistas que, los días 3 y 4 de
noviembre, se reunirán para presentar sus trabajos en la ciudad de La Plata, en el marco
del VII Encuentro Argentino de Historia de la Psiquiatría, la Psicología y el
Psicoanálisis. Se trata de un ámbito de intercambio creado en 1999, que ha ido
creciendo a lo largo de los últimos años, en los que los encuentros se han realizado en
diversas ciudades del país. Este año, el eje estará situado en tres mesas redondas:
“Historia de la Psicología en la Argentina: a cincuenta años de la creación de las
primeras carreras”; “Distintos enfoques sobre la historia de la salud mental y la
psiquiatría en la Argentina” y “A 150 años del nacimiento de Sigmund Freud: historias
del psicoanálisis en la Argentina”. Habrá también una conferencista francesa que
abordará la obra de Hannah Arendt, cuatro simposios temáticos, cincuenta trabajos
libres y presentaciones de libros. Para mayor información, dirigirse a
http://encuentro.historiapsi.com/

El autor es doctor en historia (Universidad de París VII), licenciado en psicología


(UNLP), profesor adjunto (UBA-UNLP) e investigador (CONICET). Es además
coordinador del Comité Organizador del VII Encuentro Argentino de Historia de la
Psiquiatría, la Psicología y el Psicoanálisis

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