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Psicoanálisis y Salud Mental en la Argentina

Prof. Lic. Sebastián Waingarten

Desde su surgimiento a principios del siglo XX, el psicoanálisis ideado por


Freud, con su énfasis en el valor del psiquismo inconsciente, sus nuevas ideas
sobre la sexualidad y el valor otorgado a la palabra en la constitución del
psiquismo, se expande como una especie de “virus”, primero por Europa y
luego por Occidente hasta llegar, en la actualidad, también a algunos países de
Oriente.

Esta comparación es del propio Freud: está consignado en sus registros


biográficos que, en ocasión de llegar a los Estados Unidos, al observar la
acalorada bienvenida por parte de los académicos del nuevo continente, le dijo
a uno de sus discípulos, en alusión al carácter revolucionario de sus
descubrimientos: “… y pensar que les traemos la peste”.

Este decir fue objeto más tarde de agudas disquisiciones. Se ha cuestionado


quién infectó más a quién: si el psicoanálisis a la cultura norteamericana del
capitalismo incipiente, o ésta al descubrimiento del inconsciente y al
movimiento creado por Freud. Otro tanto ocurrirá respecto de los contextos
latinoamericanos.

El hecho es que la hegemonía del totalitarismo en Europa hasta el fin de la


Segunda Guerra Mundial bloqueó las posibilidades de desarrollo del
psicoanálisis en el viejo continente. Entre 1932 y 1941 abandonaron Europa los
psicoanalistas freudianos de la primera y segunda generación. El movimiento
migratorio instaló aproximadamente una cuarta parte de la comunidad
freudiana en Gran Bretaña, tres cuartas partes en los Estados Unidos y una
minoría en Sudamérica, fundamentalmente Argentina y Brasil.

En la Argentina, el descubrimiento de Freud venía a dar una salida a esta


generación marcada por la inmigración, con el pasado perdido en Europa, en
muchos casos amenazante; pero a su vez con la necesidad de reencontrarse
con los orígenes, con su historia infantil olvidada y con la posibilidad de poner
a trabajar sus anhelos de reconocimiento y progreso social, así como sus
deseos y potencialidades.

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Existían en medios intelectuales, académicos y psiquiátricos conocimientos
diversos sobre las teorías freudianas, pero es recién en 1940 cuando surge la
idea de fundar una Sociedad Psicoanalítica Argentina (APA) con miembros
psicoanalizados, reconocida por la Sociedad Psicoanalítica Internacional (IPA)
creada por Freud.

En la década del cincuenta, la vinculación entre los psicoanalistas de la APA y la


Universidad se produjo en la carrera de medicina de la UBA, por medio de
actividades extracurriculares limitadas inicialmente al ámbito de la medicina
psicosomática. Así, la APA adquirió presencia universitaria a través de
conferencias dictadas por Ángel Garma, Arnaldo Rascovsky y Arminda
Aberastury, entre otros.

No obstante, en los años posteriores, la corporación médica no se mostró


demasiado receptiva a las ideas freudianas, ni al ingreso de los psicoanalistas a
las cátedras de la Facultad de Medicina. Los lugares para el ingreso del
psicoanálisis en la Universidad, entonces, quedarían abiertos en las carreras de
psicología, recién creadas a mediados de los ‘50. Allí ejercieron la docencia
como profesores reconocidos psicoanalistas de la talla de José Bleger, David
Liberman y Fernando Ulloa.

Hacia fines de los años sesenta, el proceso de aguda politización que tuvo el
país permitió la aplicación de una amplia variedad de técnicas y teorías,
poniendo a prueba los descubrimientos del psicoanálisis: terapias de pareja,
grupo y familia; también se extendió la aplicación de la terapia psicoanalítica a
instituciones y pacientes que hasta ese momento no estaban alcanzados por la
clínica psicoanalítica, como los niños y los pacientes psicóticos. El trabajo
interdisciplinario se tornó entonces una exigencia.

Alrededor de 1967, Pichon Riviere, reconocido psicoanalista argentino que más


tarde rompería con la APA dando lugar a importantes innovaciones, arma en el
Hospital Borda el primer Servicio de Adolescentes, y García Badaracco
implementa el primer Hospital de Día, también en ese momento Ipar crea los
Servicios de Terapia a Corto Plazo, que incluían un servicio de mujeres en un
tradicional hospital de hombres, y Mauricio Goldemberg dirige el primer
Servicio de Psicopatología en un Hospital General, el “Servicio del Lanús”. Al
mismo tiempo, en París, en los hospitales de Saint Anne y La Salpetriere, se
encontraba en pleno desarrollo una profunda renovación de la teoría y la
práctica psicoanalíticas, de la mano del psicoanalista francés Jacques Lacan,
que impactaría profundamente en nuestro país en las décadas siguentes.

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La APA ya había perdido una importante cantidad de miembros en 1971, con la
partida de los grupos Plataforma y Documento, que cuestionaban su
conservadurismo tanto en la clínica como en lo político, ante los cambios
sociales que se suscitaban en nuestro continente. Estos nuevos grupos
consideraban que el psicoanálisis no tenía que aliarse con el sistema
imperante, y junto con la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires, la
Federación Argentina de Psiquiatras (FAP), la Asociación de Asistentes Sociales
y la Asociación de Psicopedagogos habían fundado la Coordinadora de
Trabajadores de Salud Mental, que organizaba actividades gremiales y de
formación profesional, ricas en nuevas ideas.

Según registra el historiador Alejandro Vainer, en la década del ‘70 nos


encontrábamos todavía sosteniendo un sistema manicomial, aunque
cuestionado desde el interior por diversas “experiencias piloto”, que llevaban
adelante otras formas de pensar y trabajar. Vale mencionar las experiencias de
las comunidades terapéuticas, como la de Raúl Camino en Colonia Federal, o la
de Dicky Grimson, Miguel Vayo y Alfredo Moffatt en el Hospital Estéves de
Lomas de Zamora, que demostraban que los manicomios de por vida eran una
decisión política de los psiquiatras que incidían negativamente en la evolución
de los pacientes. Estos profesionales, imbuidos en el psicoanálisis así como en
concepciones diferentes de la salud pública, demostraban que con menos
recursos económicos se podían atender mejor y externar a aquellos pacientes
crónicos.

La práctica del terror estatal durante la dictadura militar desmantelaría luego


centenares de instituciones, acallando voces y publicaciones, y enviando al
exilio o a la muerte a miles de trabajadores de la Salud Mental. Se produjo un
vacío generacional, junto al arrasamiento de modelos que buscaban un país
diferente. El proceso militar en 1976 arrasó con las residencias y todo lo que
“oliera” a psicoanálisis en los hospitales. Así, las fuerzas manicomiales
retomaban el dominio en el campo de la Salud Mental. Debido a las
desapariciones y persecuciones, fue imposible la continuidad de la Federación
Argentina de Psiquiatras; se cerró la Coordinadora de Trabajadores de Salud
Mental y su Centro de Docencia e Investigación. En medio de la devastación,
los psicoanalistas se replegaron de los espacios públicos hasta 1983. En
innumerables grupos de estudio, que de alguna forma intentaban sustituir a
las cátedras universitarias, se instauró una especie de «cultura de las
catacumbas». En diversos lugares en todo el país, pero en especial en las
ciudades de Buenos Aires, La Plata, Rosario, se estudiaba de esta manera a
Freud y comenzaba a circular la obra de Lacan.

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Recién en 1985, con la vuelta de la Democracia, y durante la presidencia de
Alfonsín, es designado al frente de la Dirección Nacional de Salud Mental el
psiquiatra y psicoanalista Vicente Galli, quien fue más tarde Profesor Titular de
este Departamento de Salud Mental. Durante su gestión se crearon en
distintas ciudades del país las Residencias Interdisciplinarias de Salud Mental
(RISAM), conformadas por psicólogos y psiquiatras, con una impronta propia
de formación y trabajo clínico e integradas en los Hospitales Generales.

Sin embargo, la vuelta de la democracia no significo una recuperación


inmediata de las experiencias previas, ya que los efectos de la represión y el
terror del Estado persistían en muchos aspectos. Muchos psicoanalistas y
psiquiatras aplicaban dogmáticamente algunos presupuestos teóricos del
psicoanálisis y las neurociencias, en una perspectiva que consideraba al
individuo como aislado de la sociedad y la cultura en la que estaba inmerso,
como si sólo viviera enfrascado en sus fantasías inconscientes o en los
procesos neuroquímicos de su cerebro.

Este escenario de recuperación democrática o post-dictadura encuentra su


cierre con la hiper-inflación alfonsinista dando inicio, en los años ´90, a un
nuevo intento de desmantelamiento del Estado por parte del gobierno
neoliberal de Carlos Saul Menem. Las políticas en Salud, así como en Educación
y en las otras áreas de la esfera pública, pasan a estar delineadas por el Fondo
Monetario Internacional y el Banco Mundial, según el modelo establecido en el
consenso de Washington, que prioriza el recorte de los gastos públicos. Se
inicia un momento de repliegue de la Salud Mental sobre el ámbito privado, si
bien distintos movimientos de resistencia empiezan a gestarse en la sociedad
civil y entre los trabajadores de la salud, con mayor o menor articulación
política entre ellos.

Luego del estallido del esquema neoliberal y la aguda crisis social del 2001, se
inicia en la Argentina un proceso de ampliación del rol del Estado que tendría
profundas incidencias en el campo de la Salud Mental, dando lugar al
surgimiento y recuperación de múltiples paradigmas, marcado para ese
entonces por una recepción crítica de la obra de Freud y las enseñanzas de
Lacan. Muchos psicoanalistas, de diferentes escuelas analíticas, deciden
replantear los fundamentos de su práctica, abandonando la “soledad” del
consultorio y participando activamente en la creación de nuevos espacios
interdisciplinarios en el ámbito de la Salud Pública.

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En el año 2004 se reglamenta la Ley de Salud Mental N° 448 de la C.A.B.A.,
promulgada en julio del año 2000. Dicha reglamentación se había visto
demorada por las presiones de la corporación médica y la industria
farmacéutica, en el marco de sus intereses compartidos. Esta nueva ley
contempla un sistema de atención digno y eficaz, un proceso de
desinstitucionalización progresiva, propiciando internaciones breves, guardias
interdisciplinarias en hospitales generales, hospitales de día, emprendimientos
sociales y otros dispositivos sustitutivos. Además, establecen la
igualdad respecto de las diferentes profesiones en cuanto a la capacidad de
conducir y coordinar efectores, servicios interdisciplinarios y diferentes
dispositivos de atención de salud mental. Esta ley de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires es considerada de avanzada en el mundo, y constituye el
antecedente más cercano de la Ley Nacional de Salud Mental que sería
sancionada a fines del 2010, de la que nos ocuparemos más adelante en la
cursada.

Otro hecho significativo en el ámbito de la Salud Mental en la Argentina, que


contó con la participación de psicoanalistas y psicólogos de diferentes
corrientes teóricas, es la creación de la Oficina de Violencia Doméstica (OVD)
por parte de la Corte Suprema de Justicia de la Nación en 2006, con el objetivo
de facilitar el acceso a la Justicia de las personas afectadas por violencia en el
hogar y casos de trata de personas con fines de explotación sexual. Este
dispositivo continúa funcionando en la actualidad en el ámbito de la Ciudad de
Buenos Aires, y se ha constituido como uno de los precursores más arraigados
de las políticas de género que tomarán preponderancia en la década siguiente.

Bibliografía

Asociación Psicoanalítica Argentina - Sitio web: www.apa.org.ar

Marín, H., Apuntes para una Historia del Psicoanálisis en Argentina, en


http://asclepio.revistas.csic.es

Vainer, A., Las Huellas de la Memoria. Psicoanálisis y Salud Mental en la Argentina


Tomo I (1957-1969) y Tomo II (1970-1983) Editorial Topía.

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