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Existen una serie de requisitos que se deben cumplir para poder considerar las
intervenciones infantiles como psicoterapias. Más que nada tiene que ser una intervención
para la reducción y comprensión de los síntomas psicológicos, en la que el niño/adolescente
es un agente activo del cambio, que tiene lugar a través de la relación de confianza entre
paciente y terapeuta, con objetivo de generalizar esa relación para que el niño obtenga su
autonomía. Las intervenciones pueden ser de muchos tipos (individual, grupal, familiar,
institucional y/o comunitaria). Sin embargo, todas deben estar guiadas por un profesional
cualificado, en un contexto específico de desarrollo y con una evaluación previa del
problema. Las intervenciones que no cumplen estos requisitos (logopedia, ayudas sociales,
apoyos educativos…), no se consideran de naturaleza psicoterapéutica.
Como todas las psicoterapias, estas responden a una demanda. La demanda puede ser de
tipo social (aprender a ser sujeto social), establecida por el sujeto (resolver una necesidad que
el propio sujeto manifiesta) y/o en sentido analítico (demanda encubierta). Dado que las
demandas pueden ser interpretadas de muchas formas, es preciso una correcta y previa
evaluación clínica acerca de qué es lo que el sujeto realmente quiere conseguir con el proceso
de la psicoterapia.
De cara a la legalidad de la psicoterapia infantil, actualmente no existe una ley que exija
una formación o unas competencias específicas del psicólogo infantil. Aunque existen
asociaciones (APA, FEAP, AEP…) que regulan el ejercicio de la psicoterapia, se carece de
un marco legal que garantice el cumplimiento de los requisitos para el trabajo de la
psicoterapia. Otros problemas en la psicoterapia infantojuvenil son la falta de tratamientos
integrados, así como la necesidad de un consentimiento informado específico para esta
población.
Olatz Zirion Martínez de Musitu
Todas las acciones y decisiones llevadas a cabo con intención de mejorar una
situación, eso es tratar. En el ámbito sanitario infantil, el tratamiento está dirigido al
desarrollo de las capacidades y funciones del niño/adolescente. Ayudando, de la misma
manera, a nivel familiar y social.
Existen diferentes modalidades desde las que intervenir con niños y adolescentes,
todas de las cuales requieren de un foco del problema y la posibilidad de un tratamiento
integrado (psicofarmacología). El tratamiento se lleva a través de una relación sanadora,
la relación terapéutica. De la misma manera, se siguen las indicaciones propuestas por
este terapeuta, que se asumen que son adecuadas e individualizadas a las características
del sujeto, su familia, su entorno y sus objetivos. Por último, se elabora un tratamiento,
acordado entre el sujeto, la familia y el terapeuta, basada en lograr una mayor
comprensión del problema, así como de las dinámicas que lo mantienen y empleando los
recursos necesarios para conseguir la ayuda que buscan.
Actualmente existen muchos servicios públicos a los que se puede acudir en busca de
ayuda psicológica. Estos servicios trabajan desde diferentes modalidades, siguiendo unos
requisitos en común. Atención temprana, entrevistas, no apresurarse, intención
terapéutica, aprovechar todos los recursos, actuaciones dirigidas al problema, ser
modestos con los resultados, contacto y seguimiento.
La terapia Dialéctica Comportamental, DBT por sus siglas en inglés, es una terapia
basada en la evidencia científica que se desarrolló para trabajar el suicidio crónico.
En la misma línea, la DBT es vela por el bienestar mental. Para eso diferencia 3
estados mentales (mente adicta, limpia y clara) con objetivo de conseguir una mente
clara, para lo que se emplean diversas estrategias (observación, atención, tolerancia…).
Otra de las teorías de las que la terapia familiar sistémica se ha valido, ha sido la de
las fases del desarrollo psicológico de Mahler, que dividió el desarrollo del bebe en 3
fases: fase autística (1ras semanas), fase simbiótica (1-5 meses) y fase de separación-
individuación (5 meses – 2 años).
Una de las referencias del psicoanálisis que más fuerza ha causado en la terapia
sistémica, es la teoría del apego. Esta diferencia 4 tipos de apego: seguro, evitativo,
ambivalente y desorganizado. El apego es el lazo afectivo entre el niño y su figura de
referencia, por lo tanto, el tipo de apego que tenga va a influir en la percepción de si
mismo y de los demás. El apego adulto es diferente al infantil. Se da entre iguales, es más
inestable (hay más tipos, más personas y más cambios) y suele incluir relaciones
sexuales. Las experiencias previas (primarias) de apego, influyen en las relaciones
posteriores. También se diferencian 3 tipos de apego adulto: seguro (confianza e
intimidad), inseguro-evitativo (incomodidad con la intimidad, la dependencia y la
aceptación de la pareja) y ansioso-ambivalente (intimidad extrema y miedo al abandono).
Las perspectivas del self y del otro, influyen en la relación.
Olatz Zirion Martínez de Musitu
5. EL TESORO ESCONDIDO
Otro factor del desarrollo a tener en cuenta es el egocentrismo. Los niños son
egocéntricos, y tienden a culparse de todo lo que ocurre a su alrededor. Si bien los grados
de egocentrismo van disminuyendo a medida que el niño va creciendo, ese sentimiento de
culpa cuando algo malo les pasa, perdura.
Muy ligada a la culpa, está la introyección. Los niños son como servilletas que
absorben todo lo que escuchan. En las edades tempranas en las que el niño aún está
construyendo su identidad, todos los mensajes que recibe (explícitos e implícitos) son
interpretados e interiorizados. De manera que mensajes negativos, contradictorios o
generalistas, pueden suponer obstáculos en la construcción de su autoconcepto. Es mejor
usar mensajes más explícitos y específicos.
De cara a las necesidades, un niño hará todo lo posible por satisfacerlas. Hay formas y
formas de conseguir eso que se quiere, y a menudo puede no usar los recursos adecuados
para llevarlas a cabo. Es por eso necesario acompañarle y enseñarle en el proceso, para
que interiorice estrategias adaptativas.
Hasta aquí hemos mencionado aspectos internos del desarrollo que pueden generar
dificultades si no son resueltos adecuadamente. Sin embargo, como seres sociales que
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somos, también hay una serie de factores sociales que tienen un papel fundamenta en el
desarrollo de los niños.
Hablamos, entre otras cosas, del establecimiento de límites. En este proceso influye,
sobre todo, la forma en la que se marcan esos límites (estilo parental óptimo). Las
expectativas culturales también son importantes, ya que la cultura influye en lo que se
espera de cada uno. Es muy importante que los psicólogos tengan esto en cuenta. Por
último, teniendo en cuenta la perspectiva sistémica que defiende que las personas en son
sistemas, que forman sistemas y en interacción con otros sistemas, hay que tener en
cuenta todos los sistemas que pueden tomar parte en el desarrollo del niño (escuela,
amigos, familia, cultura…).
Este enfoque tiene en cuenta a la persona más allá de su enfermedad, abarcando sus
preocupaciones, expectativas, percepción, expresión, demanda y objetivos, además de la
enfermedad como tal. De esta manera se trabaja de manera conjunta e individualizada con
cada paciente.
7. EL NIÑO AUTISTA
Sin embargo, para un correcto diagnóstico de autismo no basta con prestar atención al
niño, hay que atender también a la familia. Es muy necesario pedir y escuchar a la familia
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Para finalizar, de cara a la evolución del autismo, se distinguen elementos que pueden
influir en el proceso. La ya mencionada precocidad, la adecuación del tratamiento, las
capacidades y apoyo de la familia y otros factores orgánicos. Sin embargo, dada la
variabilidad clínica del autismo, se han diferenciado tres grandes líneas evolutivas. Está la
línea evolutiva que va desde el autismo hacia la psicosis simbiótica. También, la del
autismo que deriva en una psicosis disociativa. Por último, la evolución del autismo a la
deficiencia.
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Se diferencian tres fases evolutivas que componen este proceso de maduración. Las
fases no son iguales en todos los casos, no siguen un orden temporal y no se dan de forma
exclusiva. Nos encontramos con la etapa del desarraigo, de la interioridad y de
integración.
En primer lugar, el desarraigo tiene que ver con el establecimiento de límites. Es muy
característica de la adolescencia temprana, ya que es una edad en la que la experiencia se
ve intensificada. En esta fase, el adolescente tiene como tarea cultivar su sentido del self,
su auto concepto. Para ello, el adolescente comienza a tantear los límites interpersonales,
modificándolos y preparándolos para la formación del self. La etapa del desarraigo se
desarrolla en dos niveles. Primero, mediante el proceso intrapsíquico e interpersonal, el
adolescente exterioriza su lucha interna en la interacción con otros. En el segundo
proceso, el marco proyectivo de la experiencia, las percepciones del adolescente se
intensifican y se reflejan en el entorno, protegiendo a su self de posibles amenazas a su
formación. Este self es cambiante e intolerante, tiende a las polaridades y a las llamadas
de atención (acting out). No es un self definitivo. Es importante trabajar con la familia, ya
que es el campo donde se desarrolla.
Referencias
Oaklander, V. (2009). Qué trae a los niños a terapia: perspectiva de desarrollo. En Oaklander,
V. (Ed.), El tesoro escondido. La vida interior de niños y adolescentes. Terapia
infanto-juvenil (pp. 23-35). Cuatro Vientos Editorial.
Ritschel, L.A., Lim, N.E. &, Stewart, L.M. (2018). Transdiagnostic Applications of DBT for
Adolescents and Adults. The American Journal of Psychotherapy, 69(2), 111-128.
Suárez, M.A. (2012). Medicina centrada en el paciente. Revista Médica La Paz, 18(1), 67-72
Torras de Beá, E. (2012). ¿Qué es tratar en psicopatología del niño y del adolescente? En
Torras de Beá, E. (Ed.), Normalidad, psicopatología y tratamientos para niños,
adolescentes y familia (pp. 253- 264). Octaedro Editorial.