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I)LA MITA MINERA

La época colonial fue la visita general realizada entre los años 1571 y 1572 por encargo del virrey

Toledo, cuyos criterios trascendieron en la historia peruana. De todas las reformas llevadas a cabo por Toledo

destaca la reducción, que consistió en unir pueblos antiguos y dispersos en nuevos poblados de mayor

densidad, con la finalidad de evangelizar, cobrar tributos y facilitar el control social. La acción más

importante fue la mita, institución incaica que el virrey reeditó como un mecanismo de contribución que pasó

de ser un trabajo obligatorio por turnos en la construcción de obras públicas, trabajo agrícola y otros servicios

al inca, al trabajo obligatorio en obrajes, haciendas, servicio doméstico y sobre todo en la explotación minera,

durante la colonia. Los habitantes de Chumbivilcas acudían a la mita en las minas de Huancavelica,

Caylloma, Kivio y entre otras de la región.

La Demografía Histórica en Perú

|La demografía histórica no es una temática de interés en Perú. Desde el siglo XIX en adelante, tanto

historiadores como pensadores y políticos apenas han prestado atención a la demografía, y si lo han hecho,

“ha sido para lamentar el escaso número de habitantes en un territorio amplio”, manifestando una “ignorancia

generalizada; ignorancia de los datos, muy escasos entonces, e ignorancia de los principios más básicos de la

demografía para poderlos interpretar y comprender correctamente” ( Wicht, 1979: 89


). Durante el siglo XX, los

estudios de población se han acercado a investigar algunos aspectos puntuales de la demografía del país,

aunque han carecido de rigor metodológico. Recién con el concurso de Arca Parró, considerado como el

padre de la demografía peruana, y con la publicación de Población y etnicidad en el Perú

republicano (Gootenberg, 1995), se han incorporado algunos avances en este sentido. A pesar de que se han hecho

algunos esfuerzos en torno a los estudios demográficos, el derrotero actual seguido por las investigaciones de

población en Perú está marcado por la desidia. Si bien ésta puede atribuirse a la escasa información existente

y a los elevados márgenes de error documental, que no han permitido desarrollar estudios serios en la materia,

esta cuestión no es excusa para que la temática siga sin formar parte del interés de los intelectuales del país.
Los trabajos que recogen los datos más antiguos conocidos hasta la actualidad se remontan al siglo

XVI, puesto que no se sabe con exactitud el número de habitantes que poblaba el imperio inca, cuestión que

“podría haber sido respondida por los primeros conquistadores […] pero sus informaciones al respecto son

fragmentarias, discutibles y posiblemente influidas por diversas razones, las cuales no son ajenas a los

antecedentes culturales de cada uno” (ONEC3, 1974: 4), afirmación recurrente que grafica la “inconsistencia

de documentación que explique qué desastres redujeron la población” (Cook, 2003: 52).

La población indígena de Chumbivilcas en el siglo XVI

Es difícil saber con exactitud las características de la población o las dimensiones de la ocupación

territorial durante la época inca, que abarca desde el siglo XI hasta 1532. Las crónicas coloniales sugieren que

las antiguas etnias chumpiwillkas y alqaxucas ocupaban un amplio territorio comprendido en

el cuntisuyo,4 región incaica en la que se encontraba la actual provincia de Chumbivilcas. La información más

antigua se remonta a mediados del siglo XVI, cuando “los españoles produjeron […] una gran cantidad de

documentos que contenían una clara intencionalidad estadística” ( Celade, 1982: 3). Si bien es precipitado aproximar

una cifra de población en esta provincia sin registros exactos de la época inca, quizá un análisis de los

indicadores físicos u ocupaciones poblacionales, como los vestigios de explotaciones agrícolas, las

poblaciones diseminadas por el amplio territorio de la actual jurisdicción provincial, los cementerios y otras

evidencias representativas, podrían ayudar a calcular el volumen de la población y sus características, pero

para conseguir ese propósito se requiere el concurso de otras disciplinas, como la arqueología.

LA MITA DE HUANCAVELICA Y LA CAÍDA DEMOGRÁFICA

La mina de azogue de Santa Bárbara, Huancavelica, fue descubierta en 1564 por el encomendero de

Angaraes, Amador de Cabrera, y desde ese momento fue una mina peculiar en la historia económica de Perú

(Contreras y Díaz, 2007). Su funcionamiento se inició a partir del año 1573 y los pueblos indígenas situados en zonas

contiguas estuvieron obligados a aportar una séptima parte de su población masculina adulta como

trabajadores rotativos (Dell, 2011). La rotación de los turnos y el envío de los mitayos a la mina se realizaba en
diciembre, para Navidad, y en junio, para San Juan, situación que generó una pesada carga en las poblaciones

comprendidas en la mita y altos indicadores de migración y deslocalización (Garrett, 2005).

Como se ha mencionado, para la administración española el objetivo de la mita minera fue garantizar

la mano de obra barata y fija para el desarrollo de las actividades, el desarrollo de un trabajo a cambio de un

pago para su mantenimiento durante la estancia en las labores de la mina; tergiversación del espíritu de

la mita de la época inca que era sinónimo de la reciprocidad del Estado para con los mitayos. El pago en

época colonial era ínfimo y no sufragaba ni siquiera las necesidades básicas de los mitayos, lo que en la

práctica generó un sistema de dependencia perjudicial que tuvo un alto impacto en los hombres en edad de

trabajar, generando una importante pérdida de población, todo ello pese a los reclamos de las autoridades

coloniales que “insistieron en los problemas que ocasionaba para el indígena los dos meses de marcha hasta

llegar a Huancavelica, abandonando sus casas, caminando con sus familias y ganados, expuestos a ahogarse

en los ríos de tránsito” ( Povea; 2012: 200


). Muchos indígenas emigraron de sus territorios con el fin de evitar

la mita y no encontrar la muerte, poniéndose a merced de un hacendado con la obligación de residencia

forzosa (Wittman, 1971). Mientras, en la comunidad de origen los advenedizos mestizos se hacían con las tierras y

los bienes de los mitayos muertos o huidos.

II)FUNDACIÓN DE OBRAJES

En 1545 se fundó en jauja el primer taller de manufactura textil, llamado obrajes. Si bien estos

textiles no llegaron a tener el refinamiento logrado por los antiguos peruanos, la calidad de la

producción era suficiente para satisfacer a los florecientes mercados urbanos y mineros. Los

primeros obrajes fueron instalados por los encomenderos, quienes monopolizaban el poder y la

riqueza de las regiones.


Aunque la corona española había prohibido la producción de tejidos en las nuevas colonias

para proteger y favorecer sus intereses comerciales, la gran demanda insatisfecha de estos

productos en América obligó al rey a autorizar la fundación de obrajes, con la condición de

que se dedicaran a fabricar solo tejidos de baja calidad. Para 1570, alentados por el desarrollo de la

economía peruana, los obrajes se multiplicaron. Se fundaron talleres en Cajamarca, Huamachuco,

Huaylas, Conchucos, Paucartambo, Chongos-Alto, Páucar y Yanama, Vilcashuamán, Abancay y

Cuzco. Aunque el mercado sur-andino fue monopolizado por los obrajes de Quito, los talleres

peruanos fueron rentables gracias a la baja inversión y los precios altos de venta.

Crisis y Expansión de los Obrajes

El crecimiento de los obrajes quiteños, así como la disminución del número de indígenas

tributarios tras el recorte de las prerrogativas de los encomenderos, fueron las

principales causas de la decadencia de los obrajes peruanos en las primeras décadas del

siglo XVII.

En la segunda mitad del siglo, ante el problema de escasez de mano de obra indígena, los

nuevos propietarios recurrieron al empleo de asalariados y yanaconas como trabajadores

permanentes. Entre 1660 y 1750 llegaron a establecerse unos trescientos obrajes en los

Andes peruanos.

Fueron de gran importancia tanto en México como en el Virreinato del Perú. Fueron

centros laborales dedicados a la manufactura de textiles e hilos de lana, algodón y cabuya.

En el Perú el primer obraje fue instituido por Antonio de Ribera en 1545. Su número creció

rápidamente debido a que las vestimentas tenían gran demanda entre los indígenas mineros

(de diferentes calidades: bayetas, jergas, frazadas, alforjas, medias, sombreros, costales). Su
producción no pudo superar lo artesanal debido a que el monopolio peninsular no dejaba

que se expandiera o que elaborara productos de mejor calidad. No obstante fueron una

eficiente industria debido a que siempre tuvieron grandes pedidos provenientes de todas

partes del virreinato, tanto en Nueva España como en el Perú. A ello hay que agregar la

relativa independencia que tuvieron las colonias (gracias a las constantes guerras entre

España y sus países enemigos), logrando que su economía fuera más autónoma,

beneficiando en gran medida a los obrajes y demás centros de producción locales. Lo que sí

mermó la industria obrajera fue la introducción de textiles ingleses, que por su precio

mucho más bajo, lograron capturar el mercado en detrimento de los comerciantes locales.

III)LA CONCENTRACIÓN FORZADA DE LAS

POBLACIONES INDÍGENAS EN EL VIRREINATO DEL

PERÚ

Se trató de concentrar o «reducir» aldeas pequeñas y dispersas,

para formar pueblos de mayor envergadura y con traza urbana.

Este proyecto, ejecutado por funcionarios civiles y eclesiásticos,

tuvo como objetivos el control político, la explotación económica y

la evangelización de la población indígena.

¿Qué son las reducciones en el virreinato del Perú?


Una reducción es una unidad territorial creada con el objetivo de agrupar en

centros urbanos a la dispersa población andina que, en la perspectiva de las

autoridades españolas, debía ser incorporada a la vida en policía.

IV)ENCOMIENDAS EN EL VIRREINATO DEL PERU

"La encomienda era una vieja institución de carácter

feudal, que establecía servidumbre a los señores a cambio

de protección para los siervos. Se estableció entregando

una comunidad de indios a un español (benemérito) a

cambio de los servicios prestados por éste", explica Lucena

Salmoral.

Paralelamente a la encomienda funcionó el sistema del repartimiento forzado,

que consistió en el trabajo rotativo y obligatorio del indígena en proyectos de

obras públicas o trabajos agrícolas considerados vitales para el bienestar de la

comunidad. Esta modalidad de trabajo se basaba en reclutamientos laborales

precolombinos, como fueron el coatequitl mexicano y la mita peruana, que los

españoles aplicaron con un sentido diferente al que tenía en las sociedades

nativas.
Las encomiendas paulatinamente fueron perdiendo su razón de ser, entre otros

motivos, por la caída de la población aborigen, la desaparición de

los conquistadores ávidos de recompensa y la paz que imperó en la mayoría de

las provincias. En cambio, los repartimientos persistieron hasta el fin del

período colonial.

La corona fue incapaz de conceder encomiendas indígenas al cada vez mayor

número de españoles. Por ello, muchos de éstos se vieron forzados a recurrir a

otras alternativas para proveerse de mano de obra. Aparecieron de esa manera

diversas formas de peonaje y trabajadores libres remunerados.

Especialmente desde finales del siglo XVI, estos sistemas laborales

predominaron en gran parte de la América española. Mientras en las haciendas

laboraban peones, jornaleros y capataces, en las minas obreros libres ofrecían

sus servicios. En las ciudades, por su parte, se constituyó una mano de obra

libre calificada, compuesta por plateros, carpinteros, carreteros y gremios de

artesanos en general.

V) LA INQUISICIÓN
En 1569, la Inquisición fue establecida en el virreinato del Perú como respuesta de la corona

española a la confrontación religiosa existente en Europa y a la crisis ideológica y política existente en

tierras peruanas. Durante la década de 1560, los conflictos religiosos entre católicos y no católicos se

habían agravado en el Viejo Mundo. Por entonces, las iglesias evangélicas habían logrado numerosos

prosélitos en Francia y Escocia, y el calvinismo, en particular, había convertido a Ginebra en un

gigantesco taller de propaganda impresa. En tales circunstancias, las autoridades españolas mostraron

preocupación por la situación religiosa en Europa, y por lo que podía suceder en América. La

posibilidad de que los territorios americanos fueran invadidos por ideas contrarias al catolicismo era

considerada una amenaza permanente.

La concentración de ministros en la capital obedecía a que Lima era la sede del poder político,

civil y religioso, y también del Tribunal. El carácter urbano de la administración inquisitorial tuvo dos

notorias consecuencias: de un lado, Lima fue el escenario de la mayor actividad procesal; de otro, en

las otras poblaciones y zonas rurales, el Santo Oficio era poco conocido.

         La labor de los miembros del Tribunal de Lima se regía por disposiciones legales, algunas

de origen medieval y otras dictadas por el Consejo de la Suprema y General Inquisición (conocida como

la Suprema), que residía en Madrid y era la entidad máxima reguladora y normativa de los numerosos

tribunales que integraban el sistema inquisitorial español.  El Tribunal limeño era parte de ese sistema

y, como tal, debía adecuar su actuación, al menos en teoría, a las cartas acordadas (o acuerdos),

proveidas por el Consejo.

         La Inquisición funcionó, con una breve interrupción entre 1813 y 1814, hasta 1820. En las

últimas décadas de su historia actuó esencialmente como una suerte de policía ideológica, esto es, sus

principales preocupaciones fue la lectura de libros prohibidos. Consta que procesó a algunos miembros

connotados de las elites coloniales, pero sin mayores consecuencias para ellos. La imagen de un
Tribunal represor del pensamiento se forjó en los años finales del siglo XVIII y principios del XIX, y

constituye uno de los componentes más importantes de la Leyenda Negra sobre la institución.
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Histórico Nacional [en adelante: AHN]. Inquisición, leg. 2216, No. 8.

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