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Tipos de evaluaciones y programas

Existe una gran variedad de clasificaciones respecto a los tipos de evaluaciones de programas; ello
da cuenta de la complejidad del tema y también de las múltiples perspectivas y disciplinas que han
realizado aportes en este campo con sus respectivos énfasis (sociología, psicología, educación,
administración, etc.).

Una tipología posible, clasifica la evaluación de programas según su finalidad, pero también
considerando el momento o etapa del ciclo de vida del programa en el cual se llevan a cabo estas
evaluaciones. Bajo esta perspectiva, los procesos de evaluación corresponden a las categorías:
Evaluación ex – ante, Evaluación intermedia o de proceso y Evaluación ex - post o terminal.

1) Evaluación ex - ante: Como su nombre lo indica, este tipo de evaluación se realiza antes
que un programa sea ejecutado y busca proporcionar información y establecer criterios
para decidir sobre la conveniencia técnica de la implementación de un proyecto, esto es,
determinar su viabilidad técnica. Valdés (2004) distingue que este tipo de evaluación
corresponde a la denominada Evaluación Social de Proyectos, más que la Evaluación de
Programas o Proyectos Sociales; es decir, su objetivo es determinar la relación costo-
beneficio y, por ende, se focaliza es un análisis económico de proyectos que serán
implementados en un contexto social.

2) Evaluación intermedia o de proceso: Se realiza durante el período de ejecución del proyecto


y permite revisar su implementación o desarrollo, con el propósito de analizar su eficiencia
operacional, y así poder programar o incorporar modificaciones, según los resultados del
análisis efectuado. Lo que Interesa aquí es la implementación global del programa y los
factores que facilitan o dificultan su desarrollo. Cobra relevancia aquí el concepto de
Monitoreo como evaluación de proceso.

3) Evaluación ex - post o terminal: Correspondería a la más desarrollada y aplicada en


evaluación de programas y proyectos sociales, y busca establecer el logro de los objetivos
que planteó el proyecto en su formulación original, una vez finalizada su ejecución. Se
intenta realizar la detección y cuantificación de los resultados de la intervención en relación
con los objetivos específicos establecidos.

Como se mencionó, existen muchas taxonomías y, por ende, denominaciones que buscan identificar
y conceptualizar las evaluaciones de programas. Ejemplo de esto es la denominación de evaluación
formativa a aquella que se realiza durante el desarrollo de un programa y sirve específicamente
para retroalimentarlo; por lo tanto, se aplica durante las fases de diagnóstico, formulación,
implementación y ejecución; y la evaluación final o sumativa, que se realiza al final de un proyecto
y sirve especialmente para determinar futuras acciones (Gutiérrez y Gallego, 2005:73). Como es
posible apreciar ambas definiciones aluden al momento en que se implementan los procesos de
evaluación y, obviando ciertos matices y énfasis, corresponderían a las ya descritas evaluaciones de
proceso y finales o ex - post.

Siguiendo la idea del ciclo de vida o momento del programa, es posible encontrar otras definiciones
describen la a) Evaluación de las necesidades (si el proyecto responde a una necesidad percibida,
constatada o manifestada por los miembros de la organización), b) Evaluación del diseño (si las
acciones ejecutadas lograron alcanzar los objetivos y metas propuestas), c) Evaluación del
desempeño: (se analizaría la efectividad del proyecto: medir el número de unidades logradas en
comparación con el número de unidades programadas, es decir, los efectos no esperados pero
alcanzados), d) Evaluación del impacto: o los efectos del proyecto sobre la población beneficiaria
del mismo. Éstos están generalmente enunciados en objetivos de mediano y largo plazo (Gutiérrez
y Gallego, 2005).

Otra categorización tiene relación con los evaluadores, por lo que, la evaluación puede ser interna,
es decir, realizada por personas que proceden del interior de la institución que ejecuta el programa,
o bien, externa, que corresponde a aquella que realizan evaluadores externos a la institución, pero
solicitado por la misma; o bien, mixta, que es la que se realiza por un equipo de trabajo constituido
por evaluadores internos y externos (Gutiérrez y Gallego, 2005).

La multiplicidad de clasificaciones en esta materia refuerza lo mencionado anteriormente: evaluar


requiere de la necesaria explicitación del marco teórico, o fundamentos epistemológicos y
ontológicos, desde los cuales se plantea este proceso pues encauza todo su accionar

Tipos de Indicadores para la Evaluación de Programas

Al realizar una valoración técnica de un programa, el evaluador contribuye a identificar la calidad de


las metas propuestas, la coherencia del diseño efectuado, la adecuación de los procesos de
implementación, la efectividad de los resultados e impactos generados y la oportunidad y viabilidad
de las decisiones tomadas en relación con los procesos de mejora (de Miguel, 2000: 301). Para esto,
se requiere de indicadores que den sustento a esa valoración y que puedan medir la eficacia,
continuidad y beneficios del programa o proyecto (Gutiérrez y Gallego, 2005).

Estos indicadores pueden encontrarse en referencias preexistentes (normas nacionales,


internacionales, como estándares de calidad, protocolos sobre buenas prácticas, etc.) o bien,
pueden ser elaborados para la implementación del proceso evaluativo y esta tarea es una de las
cuestiones técnicas más difíciles de realizar en la evaluación de programas (de Miguel, op. cit)
Los indicadores permiten medir empíricamente el grado de los logros alcanzados, es decir, la
cercanía o lejanía hacia las metas de un programa y deben reunir como características objetividad,
calidad, confiabilidad y validez respecto de lo que se pretende medir.

Sin ser exhaustivos, algunos criterios que se deberían cumplir para la elaboración de indicadores
están dados por lo siguiente (Mondragón, 2002):

a) Estar inscritos en un marco teórico o conceptual, que le permita asociarse firmemente con
el evento al que el investigador pretende dar forma.
b) Ser específicos, es decir, deben mostrarse especificando la meta u objetivo a que se vinculan
c) Ser claros, de fácil comprensión, de forma que no haya duda o confusión acerca de su
significado.
d) Técnicamente debe ser sólido, es decir, válido, confiable, así como factible, es decir, que
tenga un costo razonable.
e) Ser sensible a cambios en aquello que busca medir, tanto en lo que respecta a sus mejoras
como en sus retrocesos
Con anterioridad, se señaló que la manera en que se define el objetivo de la evaluación de
programas determina y orienta todo el proceso. Por lo tanto, definir y explicitar la finalidad
específica de la evaluación es una fase de suma importancia.

Una panorámica respecto a esto es la que entregan Gutiérrez y Gallego (2005) al describir la
evaluación de un programa buscando determinar las dimensiones de eficacia, continuidad y
aplicabilidad, describiendo además los indicadores utilizados para analizar cada una de ellas.

De acuerdo a las autoras, si se busca evaluar la eficacia, es decir, la medida en que un programa o
proyecto social ha logrado sus objetivos, no se evalúa solamente los productos generados en la
intervención, sino que los cambios en la situación social que el programa provoca o que se producen
como consecuencia de su aplicación. La recolección de evidencia, entonces, centra su atención en
los cambios producidos por el programa social.

De este modo, se pueden utilizar indicadores de logro, tales como a) Indicador de efecto,
relacionado con los logros a mediano plazo y las contribuciones del proyecto al cumplimiento de los
objetivos programados; b) Indicador de resultado, relacionado con los logros a corto plazo y las
contribuciones del proyecto para resolver los problemas y necesidades que lo originan; c) Indicador
de producto, relacionado con el plazo inmediato y las contribuciones de las acciones y actividades
al cumplimiento de los propósitos establecidos en cada objetivo específico del proyecto; d)
Indicador de impacto, relacionado con los logros a largo plazo y las contribuciones del proyecto al
cumplimiento de la meta global programada.

Al evaluar continuidad se estima si los resultados del proyecto han tenido o pueden tener, efectos
duraderos después del término de la intervención o del retiro de los recursos. Se busca determinar
entonces la importancia de la mantención del proyecto y evaluar si los objetivos siguen siendo
significativos y pertinentes.

Algunos indicadores que pueden ser utilizados para evaluar la continuidad de un programa son: el
nivel de satisfacción de los usuarios; el número y tipo de las actividades realizadas; la distribución
y tipo de recursos asignados, la mantención y continuidad de procesos que han sido iniciados por
el programa; el desarrollo de capacidades y habilidades en actores significativos; el involucramiento
y participación de diferentes actores sociales en las acciones del programa; y si el programa cuenta
con financiamiento proveniente de diversas fuentes. La recolección de información surge de
reportes documentales y administrativos generados por el proyecto y por observación directa.
Cuando se evalúa la aplicabilidad, se examinan los beneficios del proyecto y si éstos son útiles para
resolver los problemas que originaron la intervención y si se satisfacen las necesidades de los
beneficiarios, en definitiva, si los objetivos siguen siendo válidos o deben modificarse, pues, las
situaciones iniciales pueden haber cambiado o desaparecido, por factores externos o por las propias
actividades del proyecto.

Para esto, se busca identificar la efectividad del programa, es decir, si resolvió el problema que lo
originó, sus causas y en qué grado lo logró. Para ello se verifica si los propósitos, objetivos y metas
generales y específicas se han cumplido al finalizar la implementación del programa o proyecto y, a
la vez, se intenta evaluar su trascendencia a mediano y largo plazo. La aplicabilidad consiste en
observar, registrar, valorar y evaluar los procesos que se desencadenan debido al cumplimiento de
los objetivos, actividades y estrategias.

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